Partida Rol por web

Si fuera posible, dirías que hay una risa cantarina tras el tono de tu programa Bibiotecario 6.3

- No hay razón para preocuparse, Gaius, las condiciones de hipotermia a que van a someter tus tejidos no pueden comprometer el funcionamiento de mis circuitos - te asegura - Los seres orgánicos sois mucho más frágiles que los sintéticos, cualquier cosa que llegase a afectarme mínimamente te hubiera causado lesiones severas mucho antes...

No acaba de sonar del todo tranquilizador...

Ben Sysko viene hacia ti con una sonrisa socarrona en los labios. Sólo él disfruta de suficiente confianza contigo como para permitirse ese tipo de licencias…

- ¿Qué, ya has acabado tu turno de guardia con ese psicópata? – pregunta sin perder la sonrisa – Créeme, socio, no te envidio la oportunidad de disfrutar de su compañía… ¿Has llegado a hablar algo con él?

No espera tu respuesta y pasa al tema que quería tratar contigo, siempre ha tenido esa mala costumbre, pero bueno, conoces vicios mucho peores.

- He estado cacharreando un poco con el inventario de material de la nave, ya sabes, con la excusa de encontrar recambios para el mantenimiento del niño – alza una ceja, muy orgulloso de sus argucias – Y puedo garantizarte que no hay nada raro a bordo, porque he comprobado que el material está ahí y no queda, literalmente, una mierda de espacio sin aprovechar…

Te mira, como esperando tu reconocimiento, y al no llegar te suelta una pista:

- Es por lo del encargo de la consejera Wray ¿Recuerdas? – te aclara – Nos ordenó que hiciéramos una inspección de toda la nave… y se me ocurrió este sistema para hacerlo de la manera más exhaustiva posible pero sin levantar sospechas. Lo sé, soy un puto genio.

Su sonrisa se amplía mostrando una dentadura impecable, aunque sabes que es toda postiza después de una mala pelea en los casinos de Vice City, en la colonia lunar. Claro que peor quedaron los otros, os asegurasteis de ello a conciencia.

- Y te lo digo, socio, por si quieres ser tú el que se apunte el tanto de comunicárselo en persona, en su camarote privado – te da una palmada en el brazo – A mí no me engañas, esa mujer te pone, helo por fuera y fuego por dentro... es tu estilo - bromea - Pero ándate con ojo, que por ahí la llaman la Dominatrix… y no creo que le vaya el carbón, pero si tú dejas pasar la oportunidad igual soy yo quién intenta arrimar el leño a su hoguera. El espacio es muy frío y muy solitario, todos necesitamos un poco de amor…

No merecía la pena responder, después de todo, siempre hacía lo mismo. Preguntar por preguntar. A veces pensaba que hablaba demasiado pero... 

Miles nunca había sido de los que se atribuían méritos ajenos, no iba a empezar ahora.

- Toda tuya Ben, toda tuya... buena suerte - burlón

Una vez salí a los pasillos con Rodney y se cerró la puerta, le agarré y le llevé casi en volandas contra la pared mas cercana, dándole un largo y apasionado beso.

Si conocía bien a los hombres, y sabia que así era, con el numerito del cuarto y esto Rodney estaría comiendo de mi mano. Irónicamente, a diferencia de lo que me pasaba con la mayoría de los hombres, no me caía mal. Sí, era un prepotente y un engreído, pero no me había mirado en todo momento como si fuera comestible... y se había mostrado siempre muy atento. Lo cual hacia hasta casi placentero el beso apasionado que le había dado.

Cuando el beso se terminó, me ruborice y mire al suelo, mientras me colocaba bien el uniforme.

-Per... perr... perdón. Me he dejado llevar. -comenté muy nerviosa y azorada- Lo siento, de verdad. No quiero parecer una fresca. Pero cuando te he visto saliendo de la ducha -suspiré- No podía pensar en otra cosa.

Una vez salí a los pasillos con Rodney y se cerró la puerta, le agarré llevándole casi en volandas contra la pared mas cercana, dándole un largo y apasionado beso.

Cuando el beso se terminó me ruborice y mire al suelo, mientras me colocaba bien el uniforme.

- Per...perr..perdón. Me he dejado llevar -comenté muy nerviosa y azorada- Lo siento, de verdad. No quiero parecer una fresca. Pero cuando te he visto saliendo de la ducha -suspiré- No podía pensar en otra cosa.

Y entonces Venus me transporto al Olimpo.

Mentiría. Mentiria como un bellaco si dijera que me esperaba algo asi. Habia visto aquella mirada de Vickers, habia escuchado aquellos comentarios cargados de insinuaciones. Me la habia jugado, ofreciendole aquel brazo que habia aceptado sin dudar pero... ¿acabar empotrado contra una pared por aquella diosa entre mortales y recibir un beso como aquel sin previo aviso? No, claro que eso no me lo esperaba. Ni siquiera siendo Rodney McKay.

Sin embargo, si por algo destacaba en la vida era por mi elevado coeficiente intelectual y estaba más que claro que, viendome en aquella tesitura, y considerándome de todo menos tonto, no iba a dejar pasar aquella oportunidad. Asi pues, tras aquel instante inicial de incertidumbre y sorpresa, dejé que fuera mi instinto quien trabajara por mi, y correspondi a la diosa, al menos durante el tiempo que duro aquel intenso y apasionado beso.

-Guau. - fue lo unico que dije, inicialmente, cuando acabó por separarse de mi, observando a la mujer y su posterior reacción, con el mismo aire sorprendido que no me habia abandonado desde que Venus aparecio por mi camarote- ¿Fresca? -dije entonces, con una ceja alzada y media sonrisa... y un ego que en aquellos momentos se estaba dando contra el techo de la nave despues del subidon que habia sufrido en aquel instante- No diga tonterias, señorita Vickers. Lo que me pregunto es por que no lo has hecho antes... -fue lo unico que dije, ladeando la media sonrisa en mis labios, con aires de interesante. Y, en aquella ocasion, fui yo quien tiro de ella, sorprendiéndola con la replica de su beso, en una acción un tanto peliculera, estaba claro, pero no por ello menos apropiada.- ¿Ves? Ahora si estamos en paz. - acabé por decirle, despues de aquel derroche, observándola con una mueca divertida y despreocupada, destinada a no hacerla sentir mal con algo que, a todas luces y se mirara como se mirara, era lo mejor que me habia pasado en aquella lata desde que habia subido a ella.

Asegurar el terreno. Eso era lo que tenia que hacer. Y estaba claro que si Venus llegaba a pensar que lo que habia hecho estaba mal, las posibilidades de que se repitieran irian en descenso. No, tenia que dejarle claro que el doctor Rodney McKay no era una mosquita muerta.

Ahora la pelota estaba en el tejado de ella.

Rodney había reaccionado como yo pensaba. Atenciones , engordar el ego y teníamos la receta del científico agradecido. Extrañamente me daba hasta...¿Pena? Yo nunca había sentido pena por utilizar a alguien. Pero había algo en el bobalicón del Doctor que me ¿atraía? Tenia que ser por la falta de pastillas.

-Meredith. Dije en un susurro cuando comentó que tenia que haberlo hecho antes. Entonces Rodney me agarro por la cintura y me beso de nuevo. Y extrañamente, pasó algo con lo que no contaba. Me gustó. Sí, era un prepotente y a veces un pedante... y adoptaba un papel, pero tenia la sensación de que adoptaba ese papel para mi. Seguramente la gente mas cínica diría lo que fuera que para meterse en mis bragas. Y seguramente tendrían razón. Pero no era como ese soldadito baboso, o como muchos hombres que pensaban que era un puta contratada. Desde el primer momento mostró sincero interés en mi. Si bien era cierto que toda mi apariencia física estaba diseñada para aquello. ¿Pero por qué llevaba varios segundos intentando convencerme de que no me gustaba?

Y la voz de Rodney me saco de mis pensamientos. Ese beso me había parecido el mas auténtico de cuantos nunca me hubieran dado.

- Sí, sí, estamos en paz. Le mire mientras me mordía el labio. A la mierda la lógica. Vamos, sígueme. Y empecé a tirar de Rodney por los pasillos para llegar a la bodega de carga.

-Por dios que este vacía.

-Meredith. Dije en un susurro cuando dijo que tenia que haberlo hecho antes. Entonces Rodney me agarró por la cintura y me besó de nuevo. Y extrañamente, paso algo con lo que no contaba. Me gustó. Sí, era un prepotente y a veces un pedante, y adoptaba un papel... pero tenia la sensación de que adoptaba ese papel para mí. Seguramente la gente mas cínica diría que para meterse en mis bragas. Y seguramente tendrían razón. Pero no era como ese soldadito baboso, o como muchos hombres que pensaban que era un puta contratada. Desde el primer momento, mostró sincero interés en mí. ¿Pero por que llevaba varios segundos intentando convencerme de que no me gustaba?

Y la voz de Rodney me saco de mis pensamientos. Ese beso me había parecido el mas auténtico de cuantos nunca me hubieran dado.

- Sí, sí, estamos en paz. Le mire mientras me mordía el labio. A la mierda la lógica. Vamos, sígueme. Y empecé a tirar de Rodney por los pasillos para llegar a la bodega de carga.

- Por dios que este vacía.

Cuando iba arrastrando a McKay me acordé de que en la bodega de carga es donde estaba el prisionero encadenado y vigilado por los marines. Por lo que no seria el mejor lugar para tener un poco de intimidad. La nave era grande, pero eramos bastante gente y la intimidad era un bien muy preciado, salvo que tuvieras un camarote privado.

Tenia dos opciones: la Sala de Crioestasis, que parecía la mejor opción dado que ahora no estaba nadie congelado, o la Sala del Reactor, pero aunque imaginaba que con las luces azules podría crear un entorno hasta romántico, lo mas seguro es que hubiera un ingeniero en ella.

- Pues a la sala de crioestasis...

Bien, era hora de entrar en acción. Gaius salió del camarote después de su pequeña charla privada con Tricia y se dirigió en busca de las únicas personas que podían saber algo acerca del incidente acontecido en las cámaras de hibernación, hacía ya unos cuantos meses –aunque fenomenológicamente para él no hubiesen transcurrido más de un par de días-: los marines que habían llevado aquellas gafas.

Sin duda aquel iba a ser un trance amargo, pero necesitaba reunir algunas pruebas –o hacer creer a los marines en ellas- de cara a llevar a cabo su pequeña vendetta personal contra el oficial de seguridad informática.

Así que el doctor Baltar se dirigió al único lugar dónde sabía que sería más probable encontrarse con alguno de esos individuos: los pasillos aledaños al comedor y sala común, donde tanto tiempo eran aficionados a pasar. 

Mientras deambulas por los pasillos de la nave, uno de los civiles se te acerca. Un tipo enclenque y con gafitas de intelectual, de esos que parecen estar siempre dándoselas de gente culta e importante. De hecho, te sorprende bastante que se dirija a ti, pues hasta ahora no había cruzado una palabra con ningún marine a bordo.

-Buenos días -digo educadamente al pasar a su lado sin esperar nada más que un saludo.

Un soldado pasó tranquilamente junto al informático y le dirigió un escueto saludo. Parecía que se dirigía a algún sitio concreto con cierta parsimonia, así que el doctor Baltar aprovechó la ocasión para abordar al marine.

—Muy buenas —le dijo titubeando cuando Crichton pasó a su lado—, señor… —no parecía que se acordase del nombre del marine colonial, así que dejó la frase abierta con la esperanza de que el joven se presentara. 

Crichton paró su marcha. ¿Qué querrá este trajeado?

-Ehm... Crichton, soldado John Crichton, señor. ¿Puedo ayudarle en algo? Dijo con más rutina que ganas.

El doctor Baltar sonrió al soldado cuando se presentó. Entonces se llevó las manos a la espalda y se aproximó un par de pasos hacia Crichton, colocándose directamente frente a él y dejando un pequeño espacio de separación entre ambos. Gaius era apenas unos centímetros más bajito que el marine, pero desde aquella posición la diferencia de altura parecía realzarse.

 —Pues sí —le dice tras unos incómodos segundos de silencio—, la verdad es que me vendría bien su ayuda. O más bien su información, señor Crichton, si me lo permite. Verá, no pude dejar de fijarme en las gafas holovisivas que tanto usted como algunos de sus compañeros llevaron a la cámara de crioestasis —el doctor Baltar se pasó la mano por el cabello, colocándose un mechón detrás de la oreja—. Y bueno, me estaba preguntando dónde podría conseguir yo unas, ya sabe, para matar un poco el tedio y el aburrimiento en los ratos libres. Y claro, de repente le he visto y me he acordado de que justo usted llevaba unas puestas en la cámara, menuda coincidencia, ¿eh?

El doctor Baltar deja que una breve pausa sigua a sus palabras, como si quisiera asegurarse de que Crichton le seguía. Y entonces continuó:

—El caso es que quería preguntarle si sabe con quién puedo ponerme en contacto para conseguirlas. Ya sabe, el fabricante o el distribuidor.

Crichton puso tal cara de incredulidad que no pudo impedir que la sorpresa se trasluciera a su rostro. 

¿Las gafas? Vamos no me jod...

Tras el asimilamiento de esa inesperada pregunta, Crichton mudó la cara a otra digamos... más interesada.

-Sí, las compré justo antes de... embarcarnos... Esto no es una coincidencia ni pollas, sería la leche, pero me importa un huevo para qué quiera las gafas, si puedo sacar algo de efectivo. Razonó brevemente.

-Pero vamos, yo ya he... pasado el rato con ellas, no son de la mejor calidad, pero... a lo mejor me podría interesar vendérselas... -cambió de nuevo la cara a otra con algo de fastidio, en eso Crichton era bastante trasparente- la verdad es que el otro día no me fue muy bien con los muchachos en el poker ...

Se quedó mirándolo, como esperando una oferta.

¿Compradas antes de embarcarse? ¿Por qué le mentía el soldado en aquello? Si estaba clarísimo por su manufactura y por la naturaleza de su programación que aquello era un objeto de fabricación casera. Pero claro, no podía revelarle aquella información sin exponerse. Quizás pudiera buscar otra manera de que aquel pobre infeliz le diese el nombre de Young como responsable y cabeza visible de las malditas gafas.  

Tan sólo necesitaba lograr que Crichton le reconociera aquello para poder seguir adelante con su plan.  

Gaius alzó una ceja durante una breve fracción de segundo antes de recuperar la compostura y empezar a acariciarse el mentón en un ademán reflexivo, como si estuviera sopesando seriamente la oferta del marine.  

—Hummm… no es mala idea, no. ¿Qué le parece si me trae esas gafas para que les eche un vistazo y después hablamos de su precio? —le pregunta mientras le mira sibilinamente—. Estoy seguro de que podremos llegar a un acuerdo que nos satisfaga a ambos, señor Crichton. 

-Oh, por supuesto... Si me espera un segundo voy ahora mismo por ellas, dijo, volviéndose rápidamente sobre sus pasos hacia la sala de la tropa.

-No tardo nada. Y se marcha dejando a su interlocutor sólo.

Apenas un par de minutos más tarde aparece con las hologafas en la mano sonriente y se acerca a Baltar, ofreciéndoselas.

-Mírelas, están impecables.

El informático tomó las gafas que le ofrecía el marine y se quedó en silencio observándolas con una expresión crítica. Les dio la vuelta, las miró por ambos lados, plegó y desplegó las patillas de las gafas varias veces… daba la sensación de que las estuviera examinando con una atención exagerada. ¿Qué podría buscar con todo aquello?

—Eh… sí —dijo Gaius distraído—, no hay ninguna duda. Estas gafas son manufacturadas. Fíjese –añade mientras le señala a Crichton la montura y mueve el dedo hacia la patilla derecha— en que no hay ningún logotipo o marca identificativo y en que esta patilla está algo desnivelada con respecto a la otra. Nada grave, por supuesto —se apresuró a decir adelantándose a cualquier comentario del soldado—. Apenas son unos milímetros de nada.

El civil tuerce la cabeza y frunce el ceño con la mirada fija en las holo-gafas.

—Sí… y por lo que me pareció ver, señor Crichton, sus otros compañeros tenían unas gafas muy similares. ¿Y sabe qué es lo que creo? —el informático levantó entonces la vista y clavó sus astutos ojos sobre el marine, haciendo una pausa innecesariamente prolongada—. Que ningún fabricante debidamente homologado se atrevería a comercializar ningún producto así —Gaius dirigió su mirada al fondo del pasillo, ligeramente por encima del marine y se acarició pensativo el mentón, como si todavía siguiera dándole vueltas al asunto—. Pero si me dice que funciona, y no tengo ningún motivo para pensar que no lo haga, aún tengo intención de comprárselas. Y sí me dice además quién se las hizo llegar a usted y... uh, a sus compañeros, estoy dispuesto a añadir un pequeño extra a nuestra pequeña transacción comercial. ¿Qué le parece? —una tímida sonrisilla se perfiló en el rostro del informático. 

El doctor Baltar rebuscó a continuación en el bolsillo de su chaqueta y sacó una estilizada cartera de cuero con el sello de Elysium, la estación orbital terrestre de residencias de lujo, con la que empezó a juguetear.