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Concurso de cocina 

El concurso como tal ya había terminado, y lo que quedaba era empezar el jurado a dar un veredicto, la cosa es que claro la gente allí no tenía mesura. En las mesas rectangulares alargadas de casi 20 metros cada una, estaban colocados pequeños bocados para que la gente los fuese probando. Unos 100 platos diferentes, y estaban divididos en entrantes, primeros platos y segundos platos. 

La gente tenía que elegir en que sección querían ser jueces y no podía repetirse en otras modalidades. Coger una carpetita para apuntar lo que iban a probar e ir colocando notas según el sabor, textura, presentación y mezcla de ingredientes. Aun así, la nota final era una media de los asistentes y la de los jueces, que estaban en otra mesa sentados ya, degustando los primeros pequeños platos. 

La gente era por norma ordenada, solo los mas pequeños eran una retícula de caos que se extendía por doquier. El lugar se estaba llenando poco a poco. 

Te fuiste allá donde los más jóvenes estaban pasando de todo. La mayoría ni se habían acercado a los gritos que se escuchaban para el concurso de cocina. 

Si no había tres o cuatro docenas de chavales no había ni uno, y hablamos de los que están en la edad del pavo no de esas niñas o niños que como quieren ser mejores o mas adultos estaban paseando buscando con la mirada un hueco donde sentarse, donde alguien los invitara. 

Estaban separados los grupos, de forma muy visible. Aquello daba un poco de pena. Algunos se miraban mal en la distancia, el ligero olor de algo que no era tabaco te llegó de un grupillo mixto de chicos musculitos y niñas que jugaban a ser adultas con plataformas y pantalones cortos. Enseñando pero a la vez con su postura dejaban claro que estaban inseguras. La adolescencia...pozo inmundo de sentimientos e inseguridades. 

Un chaval se te cruzó haciendo la típica tontería de ponerse en medio de tu camino para quedar bien con los colegas y la cerveza que se balanceaba precariamente en el vaso de plástico acabó manchando un poco de tu ropa- ostia tio, perdón- se reía, el perdón no era ni por asomo verdadero. Era un juego, un a ver quien se mete con los adultos. El chaval tendría sus 17 con suerte, pelo negro rizado, cara de pánfilo y con algunos granos dispersos en el rostro. Desgarbado, delgado, y una barbilla casi inexistente, como esos cuatro pelos de barba. 

No sabía en qué estaba pensando en dirigirse a la zona de los adolescentes para buscar algo de tranquilidad, pero ahí estaba, y al final se había encontrado de morros con un claro exponente del pavo juvenil en todo su apogeo. Que se atreviera a tocar la moral a un tipo como Richard, de obvia constitución fuerte y actitud seria, solo le indicaba al militar que, o bien era genuinamente valiente, o bien genuinamente temerario, puede que ambas cosas se complementaran.

Oh.. dijo resignado bajándose las gafas de sol. Ya es una putada esto.. suspiró, y con la seguridad que le daba haber aguantado el fuego enemigo durante horas, le cogió la cerveza y bebió un trago. En todo momento lo miraba a los ojos, una mirada torva, y tras el trago derramó toda la cerveza que quedaba sobre la cabeza del chaval. Ostia tío, perdona.. repitió las palabras del adolescente con un tono que no tenía nada de jocoso, sino más bien al contrario.

Vaciada la cerveza, tiró el vaso de plástico al suelo, se esperaba cualquier reacción de los adolescentes, pero esperaba haberlos amedrentado lo suficiente como para que ninguno cometiera ninguna estupidez. Y si alguno lo hacía, sería un día largamente recordado en las fiestas familiares de Titán.

Curioseando por los alrededores de la zona de barbacoas, Silke acabó dando con la pequeña arboleda dominio de la efervescente adolescencia de Titan. Por supuesto, el ligerísimo tufillo a marihuana no había tenido nada que ver…

Para Silke, los extravagantes ritos de la edad del pavo le resultaban tan alienígenas como el apareamiento del ornitorrinco. Pero se preguntaba si, ya que estaba aquí, no debería aprovechar y confiscar algún peta. Después de todo, era su deber como adulta responsable y todo eso. En realidad, era por su bien, ¿no se suponía que estaban en edad de crecer?

En esas cavilaciones estaba cuando casi a cámara lenta, contempló como un hombre en quien no había reparado hasta entonces, terminaba de vaciar un vaso de cerveza sobre la cabeza de uno de los chavales. Un tanto contrariada, se sacudió el estupor de encima y terminó de acercarse.

- ¿Capitán Everett? - Llamó la atención del hombre en un tono suave, comedido. Mira por donde, hoy no ganaba para sorpresas. De lejos no le había reconocido, pero ahora que lo tenía delante no le quedaba ninguna duda. Solo se habían visto una vez hacía ya unos años, pero como fisionomista, Silke era rápida como un rayo. Además, al margen de sus opiniones personales sobre la OTAN y el suspuesto armisticio que habían ido a “supervisar” en Armenia, se suponía que ese tío era una especie de héroe nacional.  

Samuel fue directo al plato mas rídiculo que vio para degustarlo. Quizás para proteger a sus compañeros de tal horror antiguo y perverso que un cocinero demente había creado, no hacía falta pensar mucho para saber cual era, el cartel rezaba.

León Come Gamba

 - Este lo pruebo yo...vosotros quedaos atrás que tiene pinta de radioactivo - Dijo, llevandose un trozo de gamba con parte de la patata pinchada en un palillo - Recordarme con orgullo.

Tras el dramatico gesto, acompañado del enorme oso de peluche que tenía a los hombros, se llevo el palillo con la "comida" a la boca y le dio un bocado, degustando ese aborto de Nyarlathotep

El chaval se quedó de piedra cuando le cogiste la cerveza mientras los que le acompañaban, un par de graciosillos te empezaban a mirar mal. Ya cuando vaciaste el vaso encima de él, el joven, se vio obligado a seguir sus instintos mas pandilleros para no quedar como un pelele y se abalanzó con tal brutalidad sobre Richard que ambos acabaron en el suelo, el capitán con un buen golpe tras caer de espaldas sobre el duro suelo recubierto de tierra y césped.

Silke llegó y lo llamó porque lo había reconocido, también pudo ver, como los dos compañeros pensaban meterse de lleno en el lío.

Había empezado una pelea, no tardarían mucho en aparecer algún Kairo o con mala suerte, el cifrado. 

La reacción del chaval no fue inesperada, pero la voz de Silke llamándole hizo que bajara la guardia por un instante, momento en el que aprovechó para abalanzarse contra él como un poseso. Tuvo una mala caída, se golpeó en la espalda mientras soltaba una maldición, Richard reaccionó tratando de contener la respuesta e intentó de apresar la muñeca del adolescente con el fin de luxar la muñeca, pero parecía embebido en un frenesí y, para colmo, se movía como una anguila, y no logró su objetivo.

Como no podía ser de otra manera, lo que parecía haber empezado como una broma, pasó a mayores en pocos segundos. El chaval se abalanzó sobre el veterano soldado quien trató de defenderse pobremente para no hacerle daño, o eso quiso pensar la pelirroja.  El caso es que acabó en el suelo, con otros dos chicos que acudían en apoyo a su compañero vilipendiado y el susodicho tratando de zafarse de la presa de Everett como un hurón con un serio problema de acné y especialemente enrabietado.

- ¡Eh, ya vale! ¡¿Estáis locos o que os pasa?! – Por puro instinto, Silke había retrocedido un pasito para que no la tiraran al suelo, pero enseguida se inclinó hasta quedar a la altura de la ridícula pelea. Como buenamente pudo, y aun a riesgo de recibir alguna galleta en el proceso, intentó separar a ¿ambos qué? ¿hombres?, ¿niños? Hay que joderse… 

No solo el chaval se movía como una lagartija si no que encima sus amigos intentaron agarrar a Richard por las piernas mientras aquello se iba saliendo del tiesto. Algo así como dar un ejemplo de educación dijeron. 

El no quería ir a hacer daño, se notaba por la forma de intentar deshacerse del chico, pero igual la cosa cambió cuando le asestó un puñetazo sin demasiada fuerza en el costado. Bueno...le picó, lo suficiente como para que el aire buscase una salida de su cuerpo. Lo bueno, era que ahora que el chaval se había dedicado a hacer eso, el podría actuar. 

Silke fue a intentar separarlos, cosa que no logró, siendo ahora empujada por uno de los amigos, el rubio bajito con cara de zarigueya bizca. Calló al suelo, de culo, mientras ya se estaba formando un pequeño coro. 

Oh, vaya, había asumido que todos los que estaban allí lo sabían :/ No se si me salté algún mensaje que dijese lo contrario.

Pero bueno, lo que pasó pasó. Si hay lio, pues hay lio xD

Escuché a Arabelle, se le veía realmente emocionada.- Ya estuve en el campo.- Dije recordando las cirugías de emergencia que había practicado en Sierra Leona a niños soldado para salvarles la vida o las piernas que había tenido que cortar y suturar después de que alguien pisara una mina.- Y no siempre es tan emocionante como parece desde fuera.

Luego me callé un segundo. Sonreí y traté de pensar en otra cosa. Mis traumas eran solo mios y no necesitaba agobiar a la pobre botánica con ellos.- De todas formas, tienes razón.- Concedí.- Si no pensaran que podemos cambiar las cosas no nos habrían invitado a venir. ¿Verdad?

Comenzamos a caminar hacia la zona de concurso culinario.- ¿En qué estás trabajando?- Le pregunté.- Yo de momento casi no he salido de los campos de tiro y entrenamiento.

La escena empezaba a parecer un capítulo malo de una película de serie B, Silke intentó intervenir, pero solo se llevó un empujón por parte de los pandilleros. Richard soltó una maldición sorda, luego un quejido por el puñetazo en las costillas contra el que peleó para encontrar aire. Empezaba a cabrearse, no había venido hasta allí para buscar pelea, y mucho menos para que un grupo de niñatos le dieran por culo.

¿¡Qué cojones os creéis que hacéis!? soltó con contundencia, decidió que se habían acabado los miramientos y se levantó con un resorte, agarró el chaval de la cerveza y lo lanzó contra el de la jeta de zarigüeya bizca, apartándolo de Silke. De esa guisa se puso entre la mujer y los muchachos con cara de cabreo creciente.

Última advertencia. Largo. Ahora. ordenó serio, mirándoles con cara de pocos amigos.

Uno de los niñatos al que la pubertad estaba tratando con especial saña, por cierto, apartó a Silke de un empujón, tirándola al suelo de culo. La pelirroja parpadeó varias veces sin dar crédito mientras los otros dos continuaban liados a puñetazo limpio, a un metro escaso de distancia. Lo que hay que aguantar...

- Hayquejoderseestupidosmocosos…- Malhumorada, murmurando maldiciones ininteligibles, Silke se puso en pie y se sacudió el vestido a manotazos. Tenía alguna experiencia en la negociación con pequeños delincuentes, claro que el esperar una recompensa facilitaba un poco las cosas. Estos, además, estaban demasiado gordos y parecían bastante mas alelados. Si estas eran las nuevas generaciones, no le extrañaba que el mundo se estuviera yendo a la mierda. Por otro lado, ¿en qué puñetas estaba pensando el soldado?. ¡Eran adolescentes!, ¿qué esperaba exactamente que pasaría?

Armándose de paciencia, suspiró cansinamente y volvió a acercarse al corrillo que ya se estaba formando alrededor de la pelea. Casi todos llevaban cerveza o algún que otro vaso de lo que parecía un licor demasiado dulce para considerarlo una bebida de verdad. El chaval que tenía al lado, de hecho, sujetaba hasta un porrillo mal liado… Je, justo lo que, por supuesto, no andaba buscando.

Se inclinó ligeramente sobre el chico desgarbado y con cara de pánfilo, a su derecha. - Alcohol, marihuana y ahora esto…. - Silke chasqueó la lengua, negando con la cabeza como si fuera una verdadera lastima - Menudo festival habéis montado. Puede que a mi se me olvide tener una pequeña charla con vuestros padres pero no se yo si los Kairo, o incluso algún Cifrado, serán tan comprensivos. ¿Cuanto creeis que tardarán en llegar? - Echó un vistazo a su alrededor para comprobar la proximidad de posibles curiosos y lanzó la pregunta al aire en un tono casual.

Justo en ese momento Richard parecía por fín desembarazarse de sus asaltantes. El chico-zarihuella acabó estampandose contra su amigo, mientras el soldado se interponía entre ella y los pandilleros con ínfulas. Todo un caballero de los de antes.

- Me parece que él tampoco será tan majo. -Añadió sin moverse, señalando con un ligero ademán de cabeza a la espalda del hombre que se había plantado frente a ella. Parecía bastante cabreado - He oído que en el ejército te cuelgan de los pulgares por mucho menos... - terminò encongiendose de hombros como quien habla del tiempo.

Cuando se encaminó hacia las mesas rectangulares vio que ya se les habían adelantado y eso que se había dado prisa en llegar. La gente comía sin mesura los platos que habían sido cocinados por los profesionales con tanto esmero y dedicación. - River te veo algo en tensión y deberías de crear un grupo de fisioterapia creo que hay muchos soldados que te necesitan como el tal Marko. - Le dijo con una sonrisa cuando por detrás escuchó la voz de su amigo Samuel y entonces se giró: - Me alegro mucho de verte por aquí, estaba convenciendo a River del arte culinario. - Le guiñó un ojo a Samuel sonriéndole, ¿plan?, no sé comer y dormir creo que es el único plan de hoy, ya es de noche y mañana será otro día, ¿no? Le dijo con una sonrisa de las que son amistosas sin malicia. Sabía Steve que de joven era el que llevaba la voz cantante, pero Samuel y River ya no eran niños y debían también de plantear alternativas sin que todo proviniese del ingenioso de Steve.

Steve cogió una carpeta y le dio otra a River ya que la veía algo alterada, - será mejor apuntar lo que pone aquí textura, sabor presentación e ingredientes. - Se lo estaba pasando en grande al ver a River ahí malhumorada ante toda esta festividad. No creía que la psicóloga expresara con tanto dinamismo sus sentimientos, - mira River este plato... dicen que el chocolate es un afrodisíaco, ¿tú que opinas?, me gustaba de vez en cuando meterle algo de caña a mi amiga de juventud ya que se le veía algo nerviosa.

Cogió una cucharada del chocolate negro más espeso y se lo llevó a los labios de River, - anda toma ya verás como un gusto de vez en cuando viene bien. - Tanto River como él estaban delgados fibrosos y por una noche se podían permitir el lujo de coger calorías. - Se quedó expectante mirando si River aceptaba y en todo caso ver como se le llenaba la boca del espeso chocolate negro. 

El silencio fue patente tras la pregunta a si había nacido en ese sitio, por la edad, si sus padres habían sido de los primeros podría ser perfectamente aunque claro, entonces sería un poco más joven de lo que pensabas- No- atinó a decir tras acabarse lo poco que le quedaba de hamburguesa- pero si he pasado mucho tiempo aquí, se puede decir que me he criado entre estas paredes- miró alrededor,fijándose en ese cielo falso que tan real parecía. 

Llegasteis hasta una especie de consignas que estaban bastante bien escondidas tras un pequeño paso de piedras, incluyendo unos baños con duchas pequeños, supones que para quitarse los restos de nadar en el estanque, que aunque parecía limpio, si había peces, siempre habría restos.- Eso es una cosa que mucha gente luego se da cuenta, lo que aquí comemos, la carne del supermercado o el pescado es en su mayoría creada a partir de células para evitar cierto tipo de grasas. Las que tienen la bandeja verde con una linea amarilla son esas, luego las normales, tienen la bandeja solo verde con una linea roja. -Sacó de una de las taquillas tras abrirla con una pequeña llave un par de bolsas densas de aspecto pesado- toma- te tendió una, el sonido del vidrio entre si llegó a tus oídos. El cogió la otra y se encaminó de nuevo hacia el estanque- Podemos quedarnos allí con ellos, a ver si te animas a jugar a la pelota en el agua, comer hasta morir en algunas de las barbacoas, dar una vuelta si quieres seguir hablando o dejar que te muestre- te miró de reojo con media sonrisa y esas cejas que por mucho que lo intentasen no eran mas que dos algodonosas nubes que le daban un aspecto un poco infantil- mi lugar secreto en esta planta- bajó la voz, hasta ser un susurro oculto mientras ensanchaba su sonrisa. 

Al poco visteis ya la zona, que estaba practicamente vacía. Ransa seguía dale que te pego llenándose otro vaso mientras ya solo dos de sus amigos estaban jugando en la orilla con la vieja pelota de Nivea. Más bien parecían querer matarse a balonazos.