Partida Rol por web

En primer lugar escuchas cómo Collins, o una sombra que se parece mucho a él, corre como un loco por el camino principal mientras le chorrea la lluvia, alejándose de la zona del coche en dirección al pueblo. Por otra parte, oyes cómo se cierra de un golpe la puerta de hierro del manicomio y una bestia cuadrúpeda, o algo parecido, avanza a la carrera.

En breve la bestia habrá llegado a tu altura.

Que insistente es Freygan! (Pienso para mis adentros)

Como esta era una de las razones por las que he decidido avanzar por el bosque paralelo al camino y no por el camino decido agacharme suavemente tras el árbol en el que estoy esperando que la bestia pase rauda por el camino en su furiosa persecución.

Ahora la prioridad es sobrevivir y conseguir refuerzos (Pienso para mis adentros)

Cuando Freygan llega a la altura del coche se detiene, haciendo un ruido estridente con sus garras al intentar frenarse y levantando una candidad considerable de barro. Las pisadas de Collins alejándose se escuchan claramente con el chapoteo de los zapatos de cuero. Sin embargo, Freygan no descarta que pueda haber alguien cerca. Mira rápidamente por el cristal. Como está chorreando y no ve bien el interior, destroza la luna delantera e introduce un tentáculo creado exprofeso en el que forma un ojo de la nada para revisar el interior, al tiempo que forma otros varios tentáculos con ojos para otear a su alrededor, escrutando todos los recovecos.

En ese momento, uno de los tentáculos se detiene. ¡Te ha visto!

Imposible!! Oculto en el espeso bosque, de noche, con una lluvia intensa y ese ojo a advertido mi presencia. Imposible!!!

Los pensamientos vuelan en mi cabeza a velocidades desconocidas.

Esa criatura demoníaca debe volver al infierno! A la misma velocidad que mis pensamientos, giro y apunto mi revolver hacia el coche, concretamente hacia la zona del depósito y sigo disparando hasta ver la gran bola de fuego que engulla a Freygan.

La explosión es brutal, atronadora, aunque la luz es tan potente y todo sucede tan deprisa que apenas puedes ver cómo el vehículo acaba completamente destrozado. El depósito estaba bien lleno. Los oídos te pitan cuando te recobras de la situación, y notas cómo la lluvia te ha calado por completo. Al acercarte al coche, ahora un amasijo de chatarra, ves que no hay ni rastro de Freygan. Al alzar la vista, puedes ver que en lo alto de un árbol hay un montón de carne deforme y chamuscada, colgada de manera grotesca, sin duda los restos del doctor.

Mientras corres como un loco, llega hasta ti el brutal sonido de una explosión. Tan fuerte resulta que caes de bruces contra el suelo mojado por el susto, ensuciándote las gafas de barro. Parece que el coche en el que habíais venido ha estallado en mil pedazos, aunque todavía no tienes claras las razones. Tiritas de frío y miedo.

—Francamente, querido, prefiero que te mueras ahora en medio de dolores insoportables. Pero el doctor no estaría de acuerdo, llamaré a Bristol, él se ocupa de estas cosas.

Charity cierra la mirilla y se marcha de forma airada, no sin antes propinarte una mirada de profundo desprecio. Escuchas los tacones alejarse a toda velocidad y cerrar la puerta de seguridad que lleva a este pasillo. Te vuelves a quedar solo, y más inquieto que nunca. Quizá sea tu última oportunidad de usar las ganzúas, ¿quién sabe si podrás hacer con Bristol lo que tenías pensado para Charity?

"No, no, no, no, no... No debo detenerme, o ésa cosa me pillará..."

Tan rápido como puedo, me pongo en pie y prosigo la carrera mientras intento desesperadamente limpiar el barro de mis gafas con la camisa. 

"Quizás alguien lo ha hecho reventar para atraer a Freygan... Pero no es mi problema. Ya no. Debo llegar al pueblo..."

Cojo a Marlowe por los hombros con sumo cuidado y lo arrastro hasta que quede lejos de humedades y del suelo frío, alejándolo de la vista directa de la entrada al manicomio. Me quito mi abrigo y al ser grande lo pongo en el suelo para que no se moje y a su vez le tapo con el.

Luego recojo el maletín y miro dentro por si hubiera un frasco de sales o algo así para poder reanimarle. Una vez estabilizado, miro a mi alrededor a ver si descubro a alguno de mis compañeros.

Maldita sea mi estampa... esa asquerosa mujer se marcha a buscar al bruto... Al menos si regresan sé que él estará herido, pero yo estoy peor... mis circunstancias no son muy buenas.

Agarro con firmeza mis improvisadas ganzúas y trato de abrir la puerta una vez más... 

Maldigo por lo bajo cuando después de un rato, ambas se salen de la cerradura y veo las marcas en la misma pero sin haber conseguido nada.

Ahogo un grito de desesperación y las arrojo a un lado de la habitación mientras aferro con fuerza el cuchillo... será mi última oportunidad de escapar. No sé qué tienen pensado para mí pero de seguro no será nada bueno.

En cualquier caso me mentalizo, debo recordar la nota que he escrito y que está guardada en mi calcetin... por si pudiera dejarla en algún lugar donde alguien sensato la encuentre, y no estos brutos. Ojalá mis compañeros hayan podido escapar y regresen para cerrar este sitio, aunque sea tarde para mí.

Lo siento, Linda.

Freygan ha cerrado la puerta del recinto del manicomio, así que es virtualmente imposible escapar con Marlowe a cuestas y con esa lluvia. El lugar que te parece más alejado del manicomio y al tiempo seco, es un edificio cercano que parece un garaje y tiene dos puertas, una al sur y otra al oeste. La puerta sur da efectivamente a una cochera. Ahí se guarda un sedán Studebaker grande, con capacidad para siete personas. Hay un armario al fondo.

La puerta del oeste da a una habitación aneja al garaje, que hace las veces de leñera. Hay cinco metros cúbicos de leña, así como cierta cantidad de madera seca para encender, y un par de hachas.

Marlowe parece volver en sí al rato, pero te lleva tiempo reanimarlo. Cuando estás en el proceso de hacer regresar al médico, escuchas una potente explosión que viene del camino, más allá del manicomio. En ese preciso momento ves que Steiffen, que había permanecido oculto bajo la lluvia tras un seto, se deja ver boquiabierto por la explosión. Si es que en esa noche es posible que algo os pueda sorprender después de todo lo ocurrido.

Bristol no acude, no sabes por qué, pero se retrasa. Entonces vuelves a escuchar los cánticos guturales de la habitación contigua. Desearías que tu vecino dejara de cantar. Tu corazón no está para ese tipo de cantinelas, ahora no. Sin embargo, la música empieza a evocarte imágenes extrañas, de otro tiempo, de otro mundo. Quizá tu imaginación te esté jugando una mala pasada, pero empieza a venirte la idea a la cabeza de unos extraños seres de forma cónica, piel rugosa y extremidades alargadas y grotescas acabadas en forma de pinza, la imagen de una tierra asolada por unas criaturas poliposas que generan vientos huracanados y de uno de esos seres abandonando su cuerpo y transportando su mente más allá del tiempo y del espacio.

Debe ser cosa de la desesperación y del efecto del narcótico, intentas pensar.

Corres sin echar la vista atrás. Sientes la presión del monstruo en la nuca. El miedo te atenaza de tal forma que olvidas el dolor punzante de tus heridas.

Por fin llegas al pueblo. Greenwood, la sobria villa se alza ante ti como un deseado mesías. Estás calado hasta los huesos, tiritando de frío. Desconoces la suerte de tus compañeros, y también si el monstruo llegará hasta aquí junto con sus locos acompañantes para reducirlo todo a polvo. Pero de momento, algo de esperanza sientes en tu corazón.

Necesitas ayuda médica inmediata, y quizá sea un buen momento para dejarte hacer algo que llevas deseando desde que saliste del manicomio: vomitar.

Por fin el pueblo. Por fin. Sigo corriendo hasta que las rodillas me fallan, momento en el que toda la bilis y el contenido de mi estómago escapa, dejándome postrado en el barro, mientras todo sale de mi interior. Toda la repugnancia, el miedo, el cansancio y el esfuerzo excesivo de la carrera se pagan así. 

Cuando parece que mi estómago ha recuperado cierta estabilidad, me alejo gateando del vómito antes de intentar levantarme. Cuando lo consigo, y tras echar un vistazo atrás para asegurarme de que Freygan no me había seguido hasta aquí, intento escurrirme hasta el hostal con toda la discrección de la que creo ser capaz. 

Parpadeo un par de veces para aclarar mis ideas. Desconozco por qué me vienen a la mente esas imágenes, quizá esté soñando, quizá sea efecto del sedante que me dieron... no lo sé pero tengo que intentar mantener la cordura. De lo contrario estoy perdido.

Bristol no viene, y la estúpida de Charity me ha ignorado. Debo hallar otra manera de salir. Por un momento hasta me planteo en repetir los cánticos de mi vecino, pero es de nuevo mi mente jugándome una mala pasada.

Odio esa celda, odio la maldita cerradura y maldigo la hora en que acepté este caso... pudiendo haberme quedado en brazos de Linda.

Me acerco a la pared más cercana al tipo de los cántigos y me dedico a golpear rítmicamente y a intervalos regulares la pared. Quizá me oiga e intente comunicarse conmigo.

—Yeahhhhh!!!  Grito

—Collins, Collins!!  Vuelva!!  tenemos trabajo en el psiquiátrico!! Grito hacia el camino.

Intentas ser discreto mientras avanzas, pero lo cierto es que te resulta imposible. A cada paso que das se escucha un esperpéntico ¡chof! en el agua embarrada, jadeas todavía a causa del esfuerzo de la carrera, y también toses y necesitas sonarte con frecuencia. Pese a ello, intentas aprovechar las sombras y no dejas de mirar atrás, esperando que la bestia aparezca de un momento a otro.

Llegas al hotel, al abrir la puerta y pasar dejas el felpudo de la señora Seaforth hecho un asco. Ella se encuentra junto a un hombre feo, viejo y medio calvo, con un maletín parecido al de Marlowe en la mano. Al verte se queda boquiabierta, dado el dantesco aspecto que presentas.

—¡Dios mío, qué le ha pasado! ¡Está calado hasta los huesos! ¿Y eso de ahí es sangre? Venga, venga, tiene que quitarse esas ropas mojadas, ¿tiene muda de recambio en la habitación? ¿Y sus compañeros? ¿Les ha sucedido algo?

Amanda te conduce hacia las escaleras, casi sin dejarte hablar.

Collins no responde. Dada la velocidad a la que iba y lo que debe haberle espoleado la explosión, ahora mismo debe andar muy lejos, llegando al pueblo. La lluvia apaga pronto las llamas, la oscuridad te envuelve.