Partida Rol por web

Norte de Kermorvan, noche del 30 de octubre de 1264

—Nueve horas antes del amanecer—

Decididos al regreso a la fortaleza de Brest, retomasteis el camino de vuelta a Kermorvan. Iba a ser un viaje tranquilo, no parecía que os fuera a asaltar ningún contratiempo más. El viento seguía lamiendo la hierba que os rodeaba, encrespaba el mar con olas rebeldes que chocaban contra la costa bretona. Un vistazo a las aguas no descubría la presencia de la inquietante niebla, la noche era clara y tranquila, como prolegómeno de una tormenta.

El regreso hasta la villa fue tan tranquilo que casi parecía que todos los horrores de los que habían oído hablar fuesen simplemente cuentos de viejas y rumores. Tranquilo. Demasiado tranquilo. 

Mientras las dos cainitas y sus ghouls se preparaban, Ingvar se dedicó a vagabundear por el bosque que rodeaba la capilla y la villa, marcando de tanto en cuando algunos árboles con su cuchillo con discretos cortes que no parecerían sino rasguños de zarpas para el observador casual. No tardó demasiado, y en cuanto Lamarr terminó de cargar con el equipaje de Leyre, enfundó su hoja y acudió junto al resto del grupo hasta su embarcación, bien dispuesto a guiarla de regreso al puerto de Brest.

Sybilla observó con cierta curiosidad el hacer del normando, mas no le dedicó demasiada atención, tomando el camino junto a Aimeric, junto a quien se mantuvo hasta que llegó el momento de partir, pensativa y en silencio, contemplando la negrura de la noche y el fluir de las aguas, olvidando durante lo que podría haber sido un instante o quizá una eternidad el pretender la necesidad de parpadear, o de cambiar su postura cada cierto tiempo, asemejando una estatua de mármol blanco recortada ante el horizonte cuya mirada se perdía a lo lejos. 

Muelles de Brest, noche del 30 de octubre de 1264

—Dos horas antes del amanecer—

El viaje había sido apacible desde Kermorvan, una vuelta sin contratiempos y unas aguas tranquilas fueron vuestros aliados para regresar a Brest con las novedades de vuestra investigación. Avisados por los guardias, el chambelán del Príncipe, François D'Avennes, os recibió al final de los muelles con su impecable trajín de colores fríos y manos a la espalda.

—Vuestro regreso ha sido sorprendentemente rápido, ¿qué novedades traéis? —preguntó el aparecido con el ceño fruncido, puede que algo escéptico, pero indudablemente intrigado.

Al fin en casa -me digo, con cierta ironía, al divisar el maltrecho rostro del chambelán del Príncipe. ¿Por qué los elegirán tan feos? Si yo tuviera el poder del Príncipe me haría rodear de objetos y personas hermosas, no de... en fin.

-No mucho -respondo, con más ganas de darme un buen baño que de continuar con la maldita conversación sobre la niebla mágica de nuevo-. Aunque se nos ha confirmado que el chiquillo de Gevrog está caput.

No observo la expresión de los presentes mientras me recojo las faldas para descender de la barcaza. Mis palabras no parecen recibir ninguna respuesta, así que insisto.

-Está finado, muerto, espichado, ha pasado a mejor vida, se ha reunido con el Creador, está seco; en resumen: es historia. Lo que yo dije desde el principio. Si me hiciérais caso, nos habríamos ahorrado un montón de visiones fantasmales y la reunión con la perturbada esa. LAS perturbadas -en plural, que la de la aldea tampoco era ningún regalo para el alma. Aunque tampoco es que la hubiésemos visto.

Deberían hacer una purga de cainitas por esta región. Sobran muchísimos vástagos inútiles y molestos.

Con fastidio, observo cómo mis compañeros siguen mis pasos, y pongo los ojos en blanco. Vámonos ya, ya hemos cumplido, maldición.

-Pero aquí el normando y la dama Sybilla tienen más detalles. Venga, contadle.

Mientras terminaba de afianzar los cabos que sujetarían el navío al puerto, Ingvar vio desembarcar a Leyre, y escuchó la respuesta que le dedicó al chambelán. Apartando por un momento la mirada, contuvo una inapropiada sonrisa. Se preguntaba cómo reaccionaría a las formas de la cainita el sosegado ghoul de Gevrog, pero desde luego tenía claro que si la pequeña Toreador dedicaba esas mismas palabras al príncipe, la reacción sería bien distinta.

-Es tal y como dice mademoiselle de Abin. –Intervino, adelantándose para tomar la palabra después de que Leyre se la cediera. –Las noticias que hemos podido recuperar de Kermorvan dicen que el chiquillo del príncipe ya no existe. No obstante… no son las únicas noticias que traemos. Si hemos regresado tan rápidamente es porque creemos que vuestro señor querría escucharlas hoy mismo, antes de que amanezca. ¿Nos recibirá?

-Por otro lado, buscamos también al caballero Bohort du Lac. –Añadió, como si repentinamente recordara algo. -¿Sabéis acaso si sigue aquí, en la ciudad, o ha marchado mientras estábamos fuera?

Después de una rápida mirada a Sybilla, guardó silencio para dejar lugar a la opinión de la cainita de ojos negros. Había cosas que prefería decir directamente a Gevrog… y otras que, probablemente, prefiriera no decir en absoluto.

Muelles de Brest, noche del 30 de octubre de 1264

—Dos horas antes del amanecer—

El aparecido arrugó la nariz con cierto desagrado ante las palabras de Leyre, pero fiel a su educación no la reprendió y pasó directamente la mirada a Ingvar. François asintió dubitativo, apretó los labios antes de responder.

—Son noticias funestas —remarcó con resignación —. En breve amanecerá, llamaré a su Alteza para que los reciba de inmediato. Por favor, síganme, si necesitan cualquier refrigerio haré lo que esté en mi mano para satisfacerles.

El chambelán os invitó a seguirle al interior del castillo, fue un trayecto preñado de escaleras y corredores apenas alumbrados por velas. Os condujo a la sala donde preparasteis la empresa, no estaba muy cambiada de cómo la dejasteis, incluso el mapa que pedisteis seguía tendido sobre la mesa.

—Esperen aquí. En breve volveré a por ustedes —dicho esto reverenció y se marchó.

Me cruzo de brazos, impaciente.

-Señor de los Cielos, esto no se acaba nunca -mascullo, mientras me apoyo contra la pared-. ¿Cuánto tiempo más hemos de soportar esta misión? ¿No puede quedarse uno de nosotros -me refiero al normando, obviamente- como portavoz y el resto marcharnos? Al fin y al cabo, yo me perdí (oportunamente), casi todos los acontecimientos, mi presencia aquí es irrelevante...

Ingvar había seguido a François todo el trayecto hasta la sala de audiencias en silencio, ligeramente molesto por el hecho de que el ghoul hubiera ignorado por completo su pregunta acerca del caballero Malkavian. Entendía que, en el orden de prioridades de Brest, era lo último que estaría preocupando al ghoul, pero aún así no dejaba de resultarle irritante. En la medida de lo posible, hubiera preferido dejar zanjados ambos asuntos esa noche para poder presenciar al día siguiente lo que estaba por suceder sin cuentas pendientes.

-Bueno, si lo pensáis bien, no es una mala noticia que esto continúe para nosotros. No todos tienen el privilegio de considerarlo un fastidio. -Contestó a las palabras de Leyre, con una mención poco velada a la suerte de Convarch. -No creo que tengamos que esperar mucho, pero de todos modos, si lo deseáis podéis retiraros. Esta noche no sucederá nada más allá de dar nuestro reporte a Gevrog. Si hemos de creer en esa mujer... lo interesante comenzará mañana. Y después, yo planeo regresar a la península para reunirnos con el resto de nuestros... -Meditó un instante el término, para después añadir con cierta diversión. -... compañeros.

Calló durante un segundo, en el que su rostro adquirió fugazmente la seriedad que solía ocultar.

-¿Qué creéis que sucederá mañana? -Inquirió finalmente, pasando su mirada por las dos cainitas.

Sybilla no había intervenido en aquella ocasión, tras haber escuchado las palabras de Leyre, y sintiendo que el mortal no tenía por qué escuchar palabras que sólo eran para Gevrog. Permaneció en silencio, y se encogió levemente de hombros ante la mirada de Ingvar, y una vez el aparecido se alejó, observó a sus compañeros de travesía- Opino igual. Podéis retiraros si así lo deseáis.-indicó, ante la queja y la puesta sobre la mesa de la intención de marcharse por parte de la dama de abin.

- No sé qué es lo que podría pasar mañana. En cualquier caso, antes de que amanezca, debería partir un mensajero hacia el lugar en el que se encuentran los demás. -apuntó- O eso habíamos concretado previamente, creo entender. 

Ingvar: No creo que tengamos que esperar mucho, pero de todos modos, si lo deseáis podéis retiraros. Esta noche no sucederá nada más allá de dar nuestro reporte a Gevrog. 

Sybilla: Opino igual. Podéis retiraros si así lo deseáis.

Una sonrisa de triunfo y un agradable calor de satisfacción me recorre el cuerpo, pero antes de levantarme de la mesa, recuerdo la mirada severa de Mahé, y sus largas tribulaciones sobre sus deseos de encontrarse más próxima al Príncipe. Si me marcho ahora es posible que al Príncipe no le importe... o que decida convenientemente olvidar mi rostro y mi participación en esta empresa. Y por las barbas de San Pedro que no me he enfrentado a campesinos malolientes para nada.

-Bueno. Supongo que no me importa esperar un poco más -resuelvo entre dientes, cruzándome de brazos.

Sybilla: No sé qué es lo que podría pasar mañana. En cualquier caso, antes de que amanezca, debería partir un mensajero hacia el lugar en el que se encuentran los demás. O eso habíamos concretado previamente, creo entender. 

-Sí, que lo mande el Príncipe esta noche y así salvaremos mucha distancia con nuestros compañeros. No sé qué habrán descubierto ellos  -probablemente nada, ya que hemos resuelto la papeleta nosotros solos, y muy probablemente el castellano haya encontrado una buena taberna donde saborear un par de borrachos y pasar allí los días mientras nosotros nos partimos el yugo bajo la vara del Príncipe. Como si lo viera-, pero deberemos advertirles de que mañana va a pasar algo malo. -Y que estén aquí para comerse el marrón con nosotros.

Echo una mirada a mis compañeros.

-Porque seguro que será algo malo, ¿o acaso os ha sucedido algo remotamente bueno a lo largo de vuestras no-vidas?

Por un instante me asalta el desconcertante recuerdo de estos dos individuos festeando, y me estremezco. Bueno, si eso lo consideran "bueno", entregarse a los placeres de la carne con un desconocido... 

Ingvar, que estaba sonriendo mientras escuchaba las quejas de la pequeña cainita, no pudo evitar romper a reír al escuchar su última pregunta. Sus carcajadas, aunque discretas, reverberaron en el lúgubre ambiente de la sala de audiencias como si no encontraran un lugar en el que aferrarse. Como si las propias paredes rechazaran aquella espontánea muestra de diversión.

-Me sorprendéis. -Declaró finalmente, cuando logró encerrar de nuevo su propia risa en las profundidades de su pecho. -Salvando algunos momentos desagradables, estoy bastante satisfecho con mi no-vida, si os soy sincero. Pero creo que el secreto está simplemente en saber aprovechar las situaciones en lugar de ver las partes malas, mademoiselle de Abin.

-En cuanto al mensajero, se lo encargaremos a François tan pronto como regrese. No estoy seguro de si les estamos ayudando o atrayendo a una trampa con ese mensaje, pero supongo que es lo justo que al menos estén informados.

- ¿No sois feliz en vuestra no-vida, mademoiselle de Abin? ¿No sois feliz junto a Mahé?-respondió, formulando otra pregunta, tras contemplar cómo la cainita cambiaba de opinión- Y en efecto, no confío en que la advertencia de la dama del lago augure nada bueno. Quizá atraemos a nuestros semejantes hacia un peligro, pero también se trata de un evento que podría darnos información.

Alzo las cejas con sorpresa, tanto por la risotada del normando como por las afiladas palabras de Sybilla.

 Sybilla: ¿No sois feliz en vuestra no-vida, mademoiselle de Abin? ¿No sois feliz junto a Mahé?

-¿Acaso vuestro sire os conceció sordera con la inmortalidad? He dicho "en vuestras no-vidas", no en "nuestras" no-vidas -respondo con desidia. Detesto a la gente que no sabe escuchar-. Y no pronunciéis su nombre en vano.

Aunque el comentario de la dama me ha desagradado, me sorprende gratamente ver que no soy la única que desea que los demás también carguen con los sucesos de mañana. Ambos están de acuerdo en que probablemente sólo nos esperen calamidades, y aún así quieren avisar al otro grupo. 
Porque ya se sabe que mal de muchos...

Castillo de Brest, noche del 30 de octubre de 1264

—Dos horas antes del amanecer—

Tras un tiempo incierto esperando, la puerta se abrió de repente sin que nadie llamara por ella. A juzgar por quien entró, ceñudo y malhumorado, no lo necesitaba. El Príncipe Gevrog atravesó el umbral de la puerta con dos grandes zancadas, llevaba un jubón blanco, medio desabrochado, y calzas verdes puestas a toda prisa, no parecía que el Príncipe estuviera en una reunión excesivamente decorosa cuando lo llamaron. Detrás de él iba el chambelán D'Avennes y, en el exterior sin entrar, pudo verse de refilón a Mahé Lagadec, la sire de Leyre, y al caballero Bohort du Lac. Antes de cualquier interacción, Gevrog cerró la puerta quedándose a solas con vosotros y su chambelán.

—Iré directo al grano. ¿Qué habéis descubierto? ¿Qué decís que mi chiquillo está muerto? —la voz de Gevrog era grave, a pesar de su aparente debilidad política, no aparentaba ser un hombre al que tomar a la ligera. Os miró a uno a uno sin alterar por un instante su semblante.

La irrupción de Gevrog en la sala cortó de golpe la conversación en la que se hallaban sumidos los tres cainitas. No hacía falta ser muy perceptivo para saber que el lenguaje corporal del Príncipe de Brest estaba muy lejos de mostrar buen humor.  Ingvar se preguntó si la señorita de Abin lograría comprender eso, o saludaría al regente con la misma actitud con la que se dirigió a la mujer en la caverna.

El normando se demoró un instante en su respuesta, mientras su mente pensaba en la forma en la que podrían contactar con Bohort, cuya presencia acababa de quedar confirmada, tras la reunión con el gobernante.

-Seremos directos también entonces. –Contestó a Gevrog el guerrero sin amilanarse. –Esta misma noche, hemos tenido oportunidad de conversar con alguien… -Tardó un instante en decidirse por una palabra para definirla. -especial. Probablemente una miembro de la estirpe, aunque ni siquiera estoy seguro de si lo era o no. Una mujer que se hacía llamar Viviane del Lago. Fue ella quien confirmó que Convarch fue consumido hasta no dejar ni sus cenizas.

-Evidentemente, no tenemos forma de confirmarlo si no han quedado restos. Pero esa Viviane… poseía no poca información, por lo que sus palabras bien pueden ser ciertas. También nos dio un nombre para la voluntad que está detrás de la niebla y sus ataques. Mograine… la bruja.

Miró a los ojos del Príncipe, como si tratara de adivinar los pensamientos que tenían lugar tras ellos.

-Normalmente, no hubiéramos regresado hasta tener más información, pero por un lado deseabais confirmar el destino de Convarch y por otro… Viviane nos aseguró de que cosas muy interesantes sucederán mañana por la noche. Creímos que, teniendo en cuenta las dimensiones de este asunto, querríais estar sobre aviso.

El príncipe entra abrochándose las calzas como si fuera una fulana cualquiera, y enarco una ceja al observar que a su espalda quedan Mahé y Bohort du Lac. Vaya, así que el Príncipe es un sodomita al que le van los del clan de los du Lac...
En cuanto a Mahé, es evidente que ha escuchado que estoy aquí y ha venido presta y rauda a ver cómo estoy. Pobre, habrá sufrido tanto en mi ausencia como he penado yo por la distancia que nos separaba.

Grevrog: Iré directo al grano. ¿Qué habéis descubierto? ¿Qué decís que mi chiquillo está muerto? 

-Está caput, ha espichad... -comienzo a recitar de nuevo todos los sinónimos que se me ocurren para indicar que una persona ha muerto, pero el normando se me adelanta con palabras mejor escogidas, aunque menos directas.

 Ingvar: Una mujer que se hacía llamar Viviane del Lago. Fue ella quien confirmó que Convarch fue consumido hasta no dejar ni sus cenizas. Evidentemente, no tenemos forma de confirmarlo si no han quedado restos. Pero esa Viviane… poseía no poca información, por lo que sus palabras bien pueden ser ciertas. También nos dio un nombre para la voluntad que está detrás de la niebla y sus ataques. Mograine… la bruja.

Me cruzo de brazos, esperando a que suelte toda la historia.  

Ingvar: Normalmente, no hubiéramos regresado hasta tener más información, pero por un lado deseabais confirmar el destino de Convarch y por otro… Viviane nos aseguró de que cosas muy interesantes sucederán mañana por la noche. Creímos que, teniendo en cuenta las dimensiones de este asunto, querríais estar sobre aviso.

-Sí, fue idea mía volver cuanto antes -apunto rápidamente-, para daros el pésame y todo eso. Lamentamos -no- mucho la muerte de vuestro chiquillo.  

- Puedo confirmar haber presenciado tales palabras por parte de la dama del lago, así como la mención de Mograine.-dijo, dedicando una mirada significativa a Gevrog- Decidimos, en conjunto, volver, pues además de que las palabras de la dama indican que con probabilidad, mas no con seguridad absoluta, vuestro chiquillo podría haber, en efecto, perecido, Viviane du Lac parece estar muy segura de que algo debe suceder aquí, en Brest, mañana. Y a juzgar por la circunstancia, me aventuraría a decir que no se trata en absoluto de algo positivo.-puntualizó, recogiendo las manos enguatadas sobre su regazo, mientras miraba hacia la puerta cerrada y recordaba la presencia de Mahé Lagadec y Bohort du Lac.

- Hay más detalles de nuestra historia que quizá resultan ser de vuestro interés, excelencia. Sin embargo, me gustaría poder compartirlos con vos en un ámbito más discreto. Creo que es menester.- sugirió, inclinándose, respetuosa.