Partida Rol por web

Los recios tablones de la puerta ceden finalmente ante los golpes del berserker de brazos fuertes, impulsados por la fuerza del Toro Tempestuoso. Dejando atrás al humakti y los mercaderes para lidiar con el espectro, Hoguer y Argörath se adelantan para penetrar en la estancia que se abre ante ellos.

Se trata de un recinto prácticamente cuadrado y de nuevo de techos altos, como el resto de las estancias de la torre, de casi ocho metros de altura. La estancia está perfectamente iluminada por antorchas en tres de sus paredes y por una chimenea en la pared restante. A ambos lados de la chimenea, unas estanterías y unas mesas de trabajo con el aspecto de haber tenido un uso permanente le dan a la estancia un aspecto de taller de alquimia y biblioteca a partes iguales. Y finalmente, en el centro de la estancia, unos objetos dispuestos sobre unas marcas geométricas hechas con sangre llaman la atención de los recién llegados. Cinco objetos de dispar procedencia están situados en las puntas de una estrella inscrita dentro de un círculo. Uno parece una tosca estatua de piedra, otro un enorme libro con aspecto de tener cientos de años, otro un aparato metálico de forma esférica hecho de bronce o cobre, un cráneo de algún animal grande de raíces draconianas y finalmente una especie de semilla o fruto gigante perecido a una calabaza.

Y dentro del círculo, canturreando mientras recorre mecánicamente las líneas dibujadas en el suelo, un anciano de aspecto decrépito se detiene de repente apoyado en su báculo, a la par que dos figuras encapuchadas que permanecían cerca de la puerta avanzan para interceptar a los que osan invadir el sagrado recinto. El anciano cesa su deambular y se detiene el sonido gutural del cántico que hasta ahora acompañaba sus movimientos. El repentino silencio parece sorprender a las dos figuras de túnicas negras, la última de las momias armada con una pesada maza y el último de los discípulos de Samaliman, que se detienen un segundo para girarse a medias y observar la reacción del mago.

El anciano se gira lentamente con los labios apretados en una mueca de frustración e ira contenida, pero rápidamente desaparece el gesto y recobra la compostura, observando con un gesto de lástima al anciano del hacha larga y al enano que porta un báculo en una mano y una maza de una de las momias en la otra.

- Ah, así que finalmente tendré que esperar unas semanas más para cumplir mis planes... -dice con una voz fuerte y vigorosa que no parece corresponder al anciano de cuya garganta brota. No importa, el tiempo es infinito para mi, por la gracia del Invisible. Habéis venido aquí, pobres diablos, a morir estúpidamente -continúna hablando mientras dos lágrimas brotan de repente de sus ojos, recorriendo sus mejillas y perdiéndose en su barba rala y canosa- pues mañana, mientras vuestros cadáveres consumidos de energía arden en piras a las puertas de la torre, yo ya estaré prepárandome de nuevo para completar este ritual que acabáis de interrumpir. Así que solo me resta llorar vuestra inminente y estéril muerte...

Y con un enérgico gesto de su mentón da una muda pero elocuente orden a sus secuaces, que se lanzan hacia el anciano y el enano para encargarse de ellos...

El enano mira con el ceño fruncido al viejo mago, y solo pronuncia unas breves palabras.

- Estás muy rroto... y te vamos a arreglarr.

El viejo Holguer no dice nada.

No tiene sentido malgastar aliento con ese sucio meldek cuando sólo resta que hablen las armas, para que la violencia desatada los arrastre a todos hacia el iniminente final. Con ese agradable sonido viscoso de sajar la carne y quebrar los huesos, que es como música a los oídos de Urox. Ya hace largo rato que una peculiar melodía de muerte reverbera en su cráneo, la está siguiendo con cada oscilación de su hacha... y ahora puntea un nuevo acorde, preciso, perfectamente ejecutado, descargando su golpe con saña sobre el cuello de esa última aberración embalsamada que se les echa encima.

La monstruosa criatura balancea su maza a un lado y otro mientras da los dos pasos que le separan del anciano del hacha...

El hechicero, armado con un cuchillo, avanza hacia el pequeño enano intentando evitar el ataque del viejo del hacha.

- Veo que tu energía está tan agotada como la mia, pequeño siervo de un dios muerto. Haré que te reúnas con tu dios en un instante...

El enano se concentra y suelta la maza que ha traído en su mano izquierda, todavía bajo los efectos de su conjuro de Volar. La maza sale disparada hacia la pierna del mago que se le viene encima con el cuchillo en la mano, mientras el enano muestra una sonrisa y entorna los ojos maliciosamente.

El hechicero se concentra y comienza a gesticular y canturrear, al parecer focalizándose en el anciano del hacha.

Mientras la momia se acerca con la maza y Holguer prepara su golpe, el hechicero comienza a levitar y se eleva del suelo cinco o seis metros mientras gesticula preparando un conjuro. Holguer golpea a la momia (MR 6) y esta desvía el golpe sin problemas, entonces Holguer recibe un ataque mágico en el abdomen que le deja paralizado de cintura para abajo (MR 7) y cae al suelo. La momia ataca y falla torpemente a pesar de tenerlo a su merced, quedando desequilibrada e incapaz de defenderse durante los próximos segundos. Por su parte, puede ver que el enano ha conseguido golpear con la maza voladora al otro hechicero, pero el golpe con semejante velocidad es leve y solo consigue hacerle retroceder un instante, para abalanzarse de nuevo sobre el enano y apuñalarle en el estómago. Sin embargo, cuando retira el cuchillo el enano está indemne.
 

El hechicero lanza la maza sobre su oponente con toda la velocidad que el hechizo permite, pero solo sirve para empujarlo un poco y retrasarlo un instante. Es obvio que el humano tiene alguna protección mágica que ha evitado el daño que el impacto probablemente le habría causado. Cuando se le lanza con el cuchillo apuntando a sus tripas, Argörath intenta esquivarlo como puede, pero no le es posible. Afortunadamente, su hechizo de resistencia al daño hace que salga ileso del trance, pero solo es cuestión de tiempo que logre penetrar sus defensas.

Mientras, Samaliman se pone fuera del alcance de cualquier ataque físico levitando suavemente hasta el techo. Y por el rabillo del ojo ve a Holguer en el suelo, su lucha con la momia no parece ir bien...

Escucha ruidos de lucha tras ellos, y deduce que el espectro está enzarzado con el resto de los humanos.

La aberración devuelta a la vida por los poderes del Enemigo bloquea su ataque de un modo insospechado y entonces la funesta magia del meldek se le aferra a las tripas y paraliza sus piernas, haciéndole caer como un guiñapo, a merced del garrote de guerra que se abalanza implacable sobre su maltrecho ser...

Tal vez este sea el momento de morir, de descansar por fin...

Pero el destino es caprichoso, el terrible mazazo se estampa contra la pared sin llegar a rozarle y la momia trastabilla desequilibrada por la fuerza de su propio impulso. Puede que todavía no sea su hora. Aún le queda una tarea por cumplir.

Observa de reojo como a su lado el bravo Hijo de Mostal planta cara con decisión a ese otro meldek... y entonces Holguer sonríe con ferocidad, agradeciendo a Urox la oportunidad de seguir combatiendo un asalto más.

El mago, levitando desde las alturas, se permite una media sonrisa de satisfacción al comprobar que su magia ha derribado al anciano presa de la furia asesina, pero pronto su ceño se frunce al ver como la criatura que debía aplastar su cabeza contra el suelo falla torpemente, mientras que su lacayo Monrol no logra herir al mostali.

El ser no muerto ha trastabillado torpemente y ahora está en una posición en la que no puede defenderse del próximo ataque del viejo. Presa de una rabia visible en la sombras de su rostro vendado, que se retuerce haciendo adivinar una mueca de ira, se afana en golpear al viejo cueste lo que cueste...

Holguer ha perdido el uso de sus piernas, ya ni siquiera las siente. Le resulta imposible incorporarse, pero aun así saca fuerzas de flaqueza y hace oscilar su hacha de largo asta en un último golpe, apuntando a la cabeza de ese engendro.

Desde luego, piensa morir matando…

El hechicero albino, frustrado por no haber logrado penetrar las defensas mágicas del enano, arremete de nuevo con el cuchillo con redoblada furia y combinándolo con un puñetazo, rodeando a su oponente para apartarse de la lucha entre el viejo que está ya tirado en el suelo y la momia que está a punto de rematarlo...

El enano no tiene muchas opciones. La maza voladora no tiene la suficiente potencia para ser un arma eficaz y, a diferencia de su atacante, no está fabricado para luchar con su cuerpo además de con su mente. Así que apura sus energías mágicas en un último intento de evitar la muerte y dar más tiempo para que los humanos terminen con el espectro y vengan en su ayuda.

Si mis hermanos mostalis estuvieran aquí, vestidos y armados de hierro, vería este humano roto que los reparadores de la Máquina son imparables.

Midiendo perfectamente el tiempo para que finalice antes de que Monrol lance su cuchillada, prepara un conjuro rápido sobre su oponente aprovechando que sus reservas mágicas, aunque casi agotadas, son superiores a las del hechicero albino, que parece tenerlas casi completamente agotadas...

El mago parece ahora fijar su atención en el enano, y prepara un conjuro con amplios movimientos de su báculo en el aire. Y mientras se prepara, no pierde la oportunidad de lanzar comentarios desmoralizantes.

- Sois criaturas débiles. Estáis a merced de mis poderes. No teneis ninguna posibilidad...

La momia descarga su golpe (MR 7) y falla de nuevo. Entonces Holguer golpea directo a su cabeza (MR 10) causándole 17 PD de los que traspasan 11 PD tras restar la armadura. La cabeza de la momia pasa de 6 PG a -5 PG y esta se derrumba inerte hacia atrás. Holguer tiene tiempo de ver como Samaliman todavía está preparando su largo conjuro contra el enano, y que este último ha lanzado un conjuro que le permite dominar la túnica del hechicero albino y ha conseguido evitar de nuevo suos ataques frenéticos, que enrollado hasta la cabeza por su propia túnica, está ahora completamente indefenso. También comprueba que tras él, el espectro está dándoles algún quebradero de cabeza a sus compañeros, pues siguen enzarzados con él y aún no pueden acudir en su ayuda.

Argörath lanza su conjuro en el tiempo previsto, pero lamentablemente no ha conseguido superar las defensas mágicas del contrario... ¡y el conjuro rebota y vuelve sobre su propia túnica!

Afortunadamente resiste su propio ataque mágico y vuelve a rebotar hacia su oponente, y esta vez el humano de lechoso aspecto no logra resistirse. Argörath no pierde tiempo en concentrarse y hace volar hacia arriba los faldones de la túnica, al tiempo que hace bajar la capucha sobre la cara del humano.

- ¡JA!, ¡Tus defensas están muy porr debajo del mínimo, vaso de leche! -dice rápidamente para apartarse inmediatamente y hacer que el hechicero enemigo guíe sus ciegos ataques hacia donde ha escuchado su voz.

Vé como el hechicero golpea el aire con su cuchillo y con su puño, incapaz de verle, quedando a merced del anciano enloquecido que milagrosamente ha acabado de nuevo con otra momia. Argörath sonríe, viendo cercano el fin del humano, pero entonces se gira hacia Samaliman, que está preparando un largo y presumiblemente peligroso conjuro contra él y su sonrisa desaparece al instante...

Cuando la monstruosidad vuelve a errar el golpe y por contra su hacha casi le parte la cabeza en dos, derribándola en un amasijo inerte de vendas y huesos resecos, el viejo Holguer tiene más claro que nunca que está en un estado de gracia. La suerte le sonríe, pues Urox le guía de un modo tan directo como jamás había experimentado. Es toda una epifanía.

Y tiene su lógica, estos son sus últimos momentos de vida, está a punto de cruzar el umbral al Otro Lado, así que en estos instantes casi puede tocar la divinidad del Toro Tempestuoso, la irrefrenable furia de batalla.

Pese a estar caído en el suelo e incapacitado de cintura para abajo, hace oscilar su hacha larga una vez más para derribar al meldek de tez nívea, ahora que por estar cegado se ha puesto a su alcance.

Y luego vendrá Samaliman.