Partida Rol por web

La única mujer del grupo mira impasible a todos y cada uno de los presentes. Lo hace despacio, como fijándose muy bien en cada detalle aunque parece ensimismada. Su mirada se detiene más de la cuenta en el anciano Holguer, aunque su cara parece esculpida en piedra y no muestra emoción alguna. Su mirada abandona al canoso anciano y vuelve a Helerlavi y a Darnor, con los ojos encendidos.

- Así que vosotros no habéis sido atacados por esos enanos... pero tampoco escapásteis cuando uno de nuestros soldados -y cuando lo menciona se vuelve hacia uno de los escoltas de los extremos, como para comprobar que está ahí para atestiguar sus palabras- os gritó que escapárais cuando el combate estaba perdido. Y no me parece que unos ancianos y un cazador -mira a varios de los presentes, como intentando adivinar quién era el mencionado- fueran capaces de poner en fuga a esos demonios esculpidos en hierro...

Antes de que Darnor intervenga, Helerlavi da un paso al frente y trata de explicar la situación.

- Dices bien, señora: unos ancianos y un cazador no podían pensar en derrotar a unos guerreros como los que nos atacaron... pero tampoco podíamos escapar y dejar el cadaver de Garlan Kelebram a su merced. Darnor no consentía hacerlo y no ibamos a abandonarlo los demás. Nos aferramos a la posibilidad de que los enanos no quisieran hacernos daño... y así fue. Se marcharon cañada abajo, sin decir una palabra. Su fuego aún humea allí -y señala la columna de humo a varios kilómetros de distancia surgiendo de fondo de la Cañada de la Serpiente.

La mujer lo escucha impasible. Su bellísimo rostro no da muestra alguna de si ha creído o no la explicación del anciano, mientras su mirada se pasea de nuevo por todos los presentes durante un largo rato. Finalmente vuelve a hablar, dirigiéndose esta vez a los extranjeros que han traido esos carros de mercancías. El hombre de rubios cabellos y ensortijada barba que hay junto a la carreta de un solo eje tirada por una mula parece haber llamado su atención, y a él le pregunta.

- ¿Y vosotros? Janosdael nos ha informado que sois una caravana de mercaderes que se adelanta a la estación de la tierra. Muy arriesgada empresa viajar al norte en la estación oscura... ¿qué hacéis aquí en este funeral, como si fuérais vecinos del difunto?

Vaerles carraspea mirando a un lado con una sonrisa en los labios. Luego se vuelve hacia la belleza encapuchada para responderle:

-Mi señora, se dice que los dioses sonríen a los valientes, y por eso hemos venido a comerciar con los colonos de Karia en esta estación -como no puede verle bien los ojos, el mercader no aparta la mirada de los labios carnosos de la mujer-. El viaje ha sido sin duda peligroso y se cobró la vida de uno de nuestros escoltas, presa de los trolls. Una vez en Karia, supimos del funeral que se iba a celebrar y decidimos asistir para presentar nuestros respetos a la comunidad. Mi diosa y los viajes me han enseñado que hay que ser respetuoso con todas las gentes. Mi nombre es Vaerles y vengo de tierras muy lejanas para ofreceros las telas más excepcionales que hayáis visto nunca. ¿Me haréis el honor de decirme vuestro nombre? 

Hal se mantiene ocupado acariciando a su yegua, entre el resto de orlanthis. Como Holguer, no quiere ser el centro de atención. Aunque le preocupa que esa meldek, con sus poderes oscuros, haya descubierto algo en el viejo uroxi que luego les suponga un problema. Imagina qué es lo que puede haber presentido en él pero, no es momento para lamentar lo que ya está hecho. Nadie pensó que fueran a evitar a los mostali y dirigirse al funeral.

Horen se mantiene callado y alerta, apoyando ambas manos cruzadas sobre el extremo del mango del hacha, que se mantiene de pie reposando por el lado del filo (de forma que pueda levantarla rápidamente, pero sin mostrar tensión). Al fin y al cabo, él es un simple mercenario contratado por estos comerciantes y no pinta nada...

Horen no puede evitarlo, y se imagina cómo sería una noche con esa Daneera. Se merece un revolcón y un hombre que la pongan recta. Menuda pájara. Y a continuación comienza a imaginarse situaciones cada vez más picantes, dosificada con decenas de palabras cada vez más obscenas. Seguro que así matas a tus víctimas, ¿eh, cacho zorra? Primero les calientas la polla, y luego te la comes mientras te ríes sobre el cadáver del hombre al que perteneció. Así te meta un flechazo "mi" pelirroja. Seguro que estás tan muerta por dentro como el resto de tus acompañantes.

Contiene la sonrisa y sigue la escena aparentando no mostrar mucho interés.

Suk observaba desde debajo de la lona de una de las carretas a los recién llegados. Su mera presencia había alterado claramente al grupo, especialmente la de la hembra. En la sociedad uz era normal el reverenciar a sus hembras, pero ese comportamiento no era demasiado habitual en lis humanos. Lógico, pensaba Suk, teniendo solo dos pechos. Pero a pessr de eso la recién llegada parecía haber piesto firmes a todoel mundo, especialmente a Horen, que sonreía lascivamente mientras agarraba el mango de su hacha.

Groth sonríe al gagarthi con los ojos fríos mientras el arco compuesto descansa sobre sus rodillas con una flecha emplumada cruzada sobre él. Aguanta la mirada del guerrero mientras escucha la respuesta del mercader y ve con el rabillo del ojo la disposición de los distintos grupos para un posible combate.

Pero no dice nada. Solo sonríe.

A Gábriel no le hacía mucha gracia la gente que no se descubría al hablar - Siempre hablando con dobleces e ironía. Ahora se va  a enterar esta lagarta con quién está hablando... - así que la cazadora mira a Vaerles para dedicarle unas palabras - ¿Qué ocurre mercader? ¿No sabes imponerte cuando una hembra te habla? Te recuerdo que estamos hablando de tu negocio...y pensar con tus bajos no va a hacer que vendas más mercancia- aparta la vista de él con cara de pocos amigos, y se aclara la voz antes de entablar conversación con la mujer - ¿Hay algún problema en comerciar en estas fechas? - se dirige a ella - ¿Cómo ha dicho que se llamaba? ¡Ohh! ¡Qué no lo ha dicho! En mis tierras es costumbre presentarse antes de interrogar a las gentes - entonces se presenta haciendo una reverencia, e inmediatamente apoya las manos sobre sus caderas - Pues verá, mi nombre es Gábriel la Cazadora, y estos mercaderes - dice señalando a Heenshen y a Vaerles - nos van a pagar una buena suma de dinero para que les demos protección en su camino. ¡Entonces, vuelvo a repetir! ¿Tenéis algún problema en que estos hombres comercien en estas tierras? Porque no tendré ningún problema en usar mi arco para atravesar unas cuantas cabezas de humanos o de enanos, o de cualquiera que se interponga en nuestro camino, antes de que me deis muerte; pues estaré honrando a Vinga por proteger a los indefensos. Esos trolls ya se cobraron la vida de un fiel compañero - la vingana entonces entrecierra los ojos recordando a Onaekko - y la deuda será saldada. Pero ellos también sufrieron daños, y ten por seguro, que si esos enanos hubiesen intentado algo contra estas gentes, hubiesen recibido la misma moneda...sólo que ellos no sangrarían como los trolls - dice riéndose – ¡Malditos mostalis y su máquina!

Hasta el momento, Vaerles, era el que se había relacionado con las gentes cuando se requería hacer uso de la palabra. Pero en esta ocasión lo había visto tan nervioso, que decidió aportar algo más de dureza a sus argumentos. Por ello, trató de desviar la conversación hacia su terreno, para fingir que el problema residía en vender mercancía por la zona y por el contrario, nada tenía que ver con el ataque a la torre.

Bosporus observa todos los movimientos de los recien llegados y escucha las palabras de Vaerles y cuando ve que empieza a mirar a la mujer con ojos de querer guerra con ella no puede evitar sonrreir ampliamente pero esa sonrrisa termina justo despues, cuando la cazadora abre la boca para parecer mas peligrosa que la encapuchada... Aun asi Garan no deja de observar cada movimiento de los que estan en sus monturas.

Es el día del fuego y aún faltan un par de horas para un frío mediodía, pero Yelm luce brillante en el cielo y será testigo de un cruento combate a los pies de La Colina.

El sonido de las armas al prepararse hacen deducir a Suk que ha llegado la hora de luchar, pero cuando asoma la cabeza fuera de la lona y siente el calor de Yelm en las orejas, queda cegado e incapaz de moverse. De nuevo en el interior de la carreta y hecho un ovillo, trata de reunir el valor para salir a ayudar a su amo.

El tabernero, con los ojos saliéndose de las órbitas y el miedo pintado en la cara, se dispone a meterse en la carreta de Heenshen y rezar para que haya una oportunidad para salir de allí en la vorágine del combate.

El hombretón de la larga barba no vacila a pesar de enfrentarse a oponentes montados y armados hasta los dientes. Desenfunda la espada arrebatada a uno de los cadáveres en la emboscada y en la mano izquierda blande su hacha de mano, con la que tatará de bloquear los ataques. Así espera la inevitable carga de los jinetes... no es un guerrero, pero el espíritu de su padre le observa desde La Colina cercana y pretende honrarle como un buen orlanthi.

Solo por la forma de desenvainar la hoja de su arma y la posición que adopta preparado para recibir al primer jinete que se lance hacia él, se nota que este hombre ha participado en más de un combate. Balancea la espada levemente mientras espera el ataque y mantiene el brazo izquierdo cerca del torso a media altura, con las piernas semiflexionadas y moviendo el cuerpo a la vez que el brazo armado para mantener un equilibrio perfecto. Se mantiene junto a su hermano y el carro donde Groth el humakti se ha encaramado para la lucha, presto a ayudar a cualquiera de los dos si la ocasión se presenta. Además, no parece que la magia de Orlanth le sea ajena, pues murmura unas palabras arcanas invocando poderes ajenos a este plano de existencia...

El anciano padre de Varhen solo va armado con una daga larga, pero su grito de batalla resuena en el tumulto con energía:

- ¡Muerte a los meldeks, muerte a los enemigos de Orlanth!

Se coloca junto a su hijo daga en mano esperando una oportunidad para ayudarle con su oponente y echa una última mirada al sureste, esperando ver a Palgrem y Sokendal aparecer cabalgando, pues no deben ya tardar...

El hijo de Helerlavi saca su hacha y su cuchillo. Sabe que su padre está detrás de él y por sus gritos eniende que no va a quedarse detrás mirando el combate, así que trata de atraer hacia él a los oponentes para evitar en la medida de lo posible que su padre tenga que encararse con uno de los soldados.

- ¡Aquí, perros!, ¡luchad contra un hijo de Orlanth a ver lo que valéis!

Además, resulta claro que prepara un conjuro para lanzárselo al oponente que se le acerque.

Los soldados situados a la derecha de la línea espolean de inmediato a sus caballos para echarse sobre los oponentes que tienen enfrente: la deslenguada mujer del pelo rojo, el peludo bárbaro del hacha y el mercader de rubios cabellos que ha cometido el grave error de intentar engañar a Daneera. Desenfundan sus armas mientras se protejen el torso con los grandes escudos y sus caballos avanzan. Descargan tajos desde arriba contra sus oponentes aprovechando la ventaja que les dan sus animales.