Partida Rol por web

PRÓLOGO, MANSIÓN TERRASINI

En los sótanos de la mansión Terrasini han sucedido cosas que es mejor guardar en secreto. Sus muros han ahogado súplicas, lamentos, confesiones y traiciones. La sangre ha teñido su suelo y el aire se ha llenado del olor rancio a miedo, sudor y heces de aquellos que han traicionado la lealtad de la Omertá.

Y sin embargo un observador casual podría pensar que aquel era un sótano como otro cualquiera donde una familia adinerada guardaba viejos trastos bajo sábanas blancas y quizás algún cajón de herramientas. Ni la más estricta inspección policial encontraría una prueba incriminatoria.

Salvo esa extraña sensación que dejan en el ambiente los lugares que han estado cargados de vivencias negativas. Pero eso no vale de nada para un juez.

Ahora tres hombres observan como un cuarto individuo traza un círculo con una tiza en el suelo. La amarillenta luz de la bombilla le da un toque irreal a la escena.

Mientras Arthur Lonesome pinta unos grabados alrededor del círculo Julen Terrasini no puede dejar de sentirse incómodamente estúpido. Se intenta convencer de que una vez toda esta locura demuestre ser eso, una locura, podrá seguir con su vida habitual como jefe mafioso de una familia ascendente. O al menos eso quiere creer.

Ezzio guarda silencio tras su jefe. No tiene claro lo que está pasando pero empieza a sospechar que toda su vida está a punto de dar un vuelco y que la normalidad no regresará jamás.

El tercer hombre sonríe mientras permanece sentado en los escalones del sótano. Por afirmar cosas como las que están a punto de hacer esta noche ha permanecido los últimos diez años internado en un manicomio. Pero Petucho es un hombre coherente: le debe a esta Familia todo lo que tiene y, después de todo, ¿cómo culparlos de no haberle creído? Esta noche, después de todo, le tendrán que dar la razón. Si sobreviven, claro.

Arriba varios hombres de la Familia aguardan inquietos. Algunos saben que aquí abajo pasarán cosas extrañas... otros, guardias menores, pululan por la casa realizando labores de vigilancia, fuertemente armados, creyendo en lo que les ha dicho su jefe: que hay amenazas contra la Familia y que pronto se desatará una guerra. Bendita ignorancia.

EN LOS MUELLES, EN LA BODEGA DE UN BARCO

Los dedos de Paolo Veretta recorrían de forma insistente los dibujos del medallón que guardaba en el bolsillo de su chaqueta. El miedo era para el consegglieri una sensación ajena, normalmente reservada para la gente que trataba con él. Pero ahora mismo, aunque no quisiera reconocerlo, sentía una quemazón en el estómago que bien podría convertirse en pánico. La presencia del fondo de la sala habló usando ese sonido que sólo recordaba a tumbas e insectos reptando:

- Hay una perturbación importante... se está abriendo un portal.

- Sí Maestro... creemos que los Terrasini han empezado a tomar parte activa en esto y...

- No lo creemos pupilo. Lo sabemos. El joven heredero ha tenido un momento de intuición mágica y me temo que ha encontrado a la gente adecuada... Lonesome... tanto tiempo... será una venganza dulce.

- ¿Quiere que ordene a los mundanos que...

- No joven pupilo. Hoy no se librarán batallas mundanas. Hoy comienza el principio del fin de estos tiempos... y lo haremos a nuestro modo. Retírate y revisa las guardas mágicas. Nada puede fallar. Hoy volveremos a esta Dimensión a reclamar lo que es nuestro.

Paolo aferró con fuerza el amuleto dentro de su bolsillo. Sabía que era inútil. Lo único que podría salvarle de la destrucción de su alma era permanecer fiel a la oscuridad de su amo... y que nadie sospechase nada. Sin decir nada más salió de la bodega para darle las últimas órdenes a sus hombres antes de que se abrieran las puertas del Infierno.

Renato aferraba el extraño colgante que le quito al ex-dirigente de la secta, para observarlo con detenimiento.Después se volvió a guardar el colgante para acercarse a un rincón de la cocina.

¿ Alguien quiere café ?.Debo de presumir que me sale genial. - dice mientras desenrosca la antigua cafetera de hierro, para llenarla de agua.Con delicadeza coge la caja del café, para poco a poco , con pequeñas cucharadas, poner el cafe en la segunda pieza.

Sus manos encienden el pequeño hornillo, para dejar un poco las llamas salir, enrosca de nuevo la cafetera para colocarla en el hornillo.

No tardara mucho, hay tambien leche, leche condensada, coñac, por si quiere alguien algo diferente a un café. - dice con su peculiar risa perfilada.Pero en el fondo, estaba extrañado.Ultimamente las últimas cosas que le habían sucedido, le habían bajado la guardia y fallaba en su impoluto trabajo.

Están inquietos, intranquilos. Y no es para menos. Fuera, alrededor de la casa, doce hombres de confianza vigilan la mansión. El resto de la gente ha sido evacuada de la mansión principal y llevados a sitios más seguros y mejor defendidos. Los negros han mostrado hostilidades contra la Familia y puede esperarse un ataque. No se ha declarado abiertamente la guerra pero no hay que bajar la guardia. Es una mentira a medias. Renato, Ace y Michael saben algo más: el tipo chiflado que han sacado de un manicomio va a realizar un conjuro para atar a un demonio y hacerle unas preguntas. Oh, sí... Lonesome lo ha descrito de una forma más elegante, pero a nadie se le escapa el concepto de lo que va a pasar. Y lo peor de todo es que, a estas alturas, ya no les sorprende.

Julen y Ezzio se han intentado mantenerse escépticos pero hay demasiadas señales como para ser ignoradas. Así que al final han aceptado a seguirle el juego a los dos viejos y han montado todo aquel tinglado de la guerra en ciernes para que los demás no crean que su destino lo maneja unos dementes.

Pero estos tres hombres que están en la cocina saboreando el café recién hecho por un asesino saben la verdad. Las órdenes de Lonesome - que llevaba la voz cantante esta noche - son claras: nadie ni nada (y ha recalcado el nada) debe entrar en el sótano mientras ellos estén dentro. Pase lo que pase. Y es muy probable que pasen cosas desagradables. Por eso los hombres de la Familia estaba fuera de la casa... porque lo que suceda dentro de la casa era un marrón particular para los tres iniciados que están tomándose un café.

Renato con la característica precaución que le caracterizaba, en su yo anterior,digo anterior, porque el mismo Renato ya no se sentía de igual manera.Todo lo que había visto, todo lo que había hecho o experimentado, lo habían cambiado radicalmente.El que llevaba la muerte cuando se lo ordenaba la familia, ahora temia que los muertos , los que había matado, volvieran de sus tumbas para llevarse su vida.

Con delicadeza, mientras su mano derecha sujeta su taza de café, con la izquierda hace levemente un lado la persiana, lo justo para ver de reojo como estaban las cosas fuera.

Es extraño todo esto, aun tengo que acostumbrarme - decía el asesino de la familia, mientras miraba al exterior.

Parece el preludio de una tormenta de las que nunca imaginemos nadie que vamos a experimentar... - dice volviendo a dejar la persiana como estaba, para acercarse a la barra de la cocina, sentarse en uno de los taburetes y tomarse el café tranquilo.

-Quita, quita -Ace hizo un gesto con la mano, como espantando moscas-. Creo que si bebo algo que no sea agua voy a vomitar.

Y no era para menos. El jugador estaba pálido, mortalmente pálido. Aquel juego de sombras cada vez era más oscuro y siniestro... Y, por mucho que le pesara, cada vez estaba más metido en él. Cosas que antes le habrían parecido verdaderas locuras ahora se le antojaban reales, muy reales y cercanas. ¿Y con qué había pagado ese conocimiento? Con la sangre de los caídos, con la lucidez de la cordura que ahora se había esfumado. A estas alturas ya lo sabía: Estaba de mierda hasta el cuello. Poco a poco la voz de los muertos iría calando en él, y ese sinsentido en el que se había convertido una de las familias mafiosas más poderosas de la zona le atraparía en su baile infernal hasta volverle loco de remate.

Luego le mataría.

-Voy al baño -Enunció, en alto, aunque dudaba que a ninguno de aquellos personajes le importara lo más mínimo. Sus compañeros... Y vaya compañeros. Todos tenían las manos manchadas de sangre, mucho más que él. Hasta ahora, se había limitado a apostar en timbas clandestinas y a estafar a todo el que podía. Pero esto... Esto iba más allá de lo que siempre había querido.

Y, sin embargo, no había salida de emergencia. La vida estaba dispuesta a lanzarle a las hordas del infierno, y no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Así que estaba haciendo lo que cualquiera haría en su lugar: Aceptar las reglas del juego y apostar fuerte. Porque, si había algo que no le gustara, era dejar las cosas al azar.

Sin decir nada más, salió de la cocina y se acercó al baño más próximo.

Michael Se aferraba al crucifijo que colgaba de su cuello. El demonio, iban a ver al demonio. Quien le iba decir a Michael que dentro de su carrera en la mafia iba llegar a estos extremos. Michael había hecho cosas muy malas y sin duda al final de su camino no lo esperaba San Pedro Pero dentro de unos minutos iba a conocer a la personificación del mal más puro. 

-Santa Madonna! Cuida de tu hijo.

Había un baño justo al lado de la cocina y Ace no tenía intención de alejarse demasiado. Los otros dos permanecieron en la estancia. No podían evitar mirar hacia la puerta del sótano con cierta aprensión. De abajo llegaba una letanía cantada por una voz grave que sin duda pertenecía a Lonesome. No era más que un susurro y costaba entender nada pero parecía latín.

Y en ese momento oyeron un golpe seco en el piso superior.

Ace cerró el grifo del baño y se secó la cara. Renato apartó la mirada de la ventana y sus ojos se cruzaron con los de Michael, que se quedó congelado con el crucifijo todavía entre sus dedos.

Y de pronto sonó nuevamente.

¡BUMP!

El ruido sordo que hace algo al caer sobre el suelo de madera. Un saco, un cuerpo, algo pesado... Pero la casa estaba vacía. O debía estarlo.

Abajo continuaba infatigable la letanía de Lonesome.

Michael, voy a echar un vistazo arriba, si no vuelvo en 10 minutos, es que algo malo ha pasado. -hablando en voz baja, mira el techo, como si pareciera tener rayos X.

Renato saco su pistola, se aseguro que tenia suficientes balas.Si le fallara, siempre podia optar por la del tobillo.

Esperame aqui, voy arriba a ver que leches es ese ruido. -dice en voz baja,Renato afinaba sus sentidos, mientras se decide a investigar en el piso de arriba, pistola en mano.

Ace se encontró de frente con Renato, en el pasillo.

-¿Lo has oído?

No advirtió lo absurdo de su pregunta hasta que observó como, pistola en mano, el asesino miraba de forma significativa a las escaleras. Asintió en silencio y se echó a un lado para dejarle pasar.

-Si tardas subiremos a buscarte.

Michael, aun mirando al techo, como Renato, asintió con la cabeza, guardó el crucifijo y sacó la escopeta. Algunos amuletos tienen más poder que otros.

-Si encuentras compañía no seas tonto y grita, enterrador.

Antes de salir del sitio donde estaban, al escuchar el comentario de Michael, no puede evitar sonreir.

De acuerdo, si pasa algo muy chungo, si grito como una mujer, llevar armamento pesado.. - dice sonriendo ante el comentario de Michael.

Al pasar por al lado de Ace, pone su mano sobre el hombro del muchacho.

Cuida del viejo mientras miro arriba y evita que nadie entre por la puerta del sotano... - dice aun sin quitarse su extraña sonrisa de su rostro.

Acto seguido, se dispone a subir al piso de arriba a investigar los extraños ruidos.Pensando para si mismo, maldice no tener un subfusil.

Ace entró en la cocina y desenfundó el arma que, hasta ahora alojada en uno de los múltiples huecos de su traje, seguía antojándosele extraña en la mano, como si quemara. Por otro lado, los últimos sucesos le habían hecho darse cuenta de que ir sin una de esas era similar a suicidarse.

-Estamos todos con los nervios de punta -Comentó a Michael, algo distraído, mientras buscaba una silla y se dejaba caer, sin dejar de mirar al techo-. Menos mal que tenemos a Renato. Ya puede estar viendo como destripan a su madre, que el cabrón parece estar siempre tranquilo...

-Si, es un cabrón sin escrúpulos.

Michael escupió sin bajar la cabeza, que seguía observando el techo. Su lapo, asqueroso y con olor a ajo, amenazó con derretir el suelo, atravesarlo y caerle en la cabeza a Lonesome.

Una sonrisa furtiva se coló en el rostro de Ace.

-"Dice el ladrón..."

Mientras los otros dos charlaban en la cocina Renato comenzó a subir las escaleras...

Desde la cocina esperaban escuchar el crujido de las escaleras mientras Renato subía pero en realidad sólo alcanzaban a sentir la letanía cadenciosa que venía del sótano. El asesino era un profesional: silencioso y rápido.

Renato ascendió lentamente por la escalera. La alfombra mullida y el excelente estado de aquella madera ayudaban a que el asesino se moviese como una sombra totalmente silencioso. Alcanzó la planta superior y contempló el pasillo en ambas direcciones. La mansión Terrasini era grande: hacia la derecha el pasillo continuaba unos seis metros antes de bifurcarse en forma de T, mientras que por la derecha terminaba a unos siete metros en un enorme ventanal cuya vidriera había sido decorada para representar una imagen del Cristo ascendiendo a los cielos. Renato contó las puertas en este pasillo: tres hacia la derecha y cuatro a la izquierda. Según recordaba había varias habitaciones, una biblioteca, un cuarto de escobas y un baño en esta zona. Nunca había ido más allá del fondo del pasillo y ni siquiera tenía claro que puerta conducía a cada dependencia. Sólo sabía que la que más probabilidades tenía de estar encima de la cocina - y por ende ser aquella donde se escuchó el ruido - era la segunda por la izquierda, la que se encontraba justo enfrente de la balconada que daba al hall.

Renato, todo lo silencioso que en su carrera de asesino le había enseñado, se dirigió a aquella puerta de la que pensaba podía ser de donde se escucho los extraños ruidos, en el cuarto donde estaba.

Lentamente, como si de un Leon cazara, sigiloso, seguro, se acerca a segunda puerta de la izquierda.Mientras se acerca al sitio, mira el suelo y las paredes, también el techo, para otear el lugar, por si lo que quisiera ha hecho el ruido se había desplazado.

Ya solo me faltaría que me volviera aparecer otra vez el asiático con la escopeta... - se dice mentalmente, recordando esa mala experiencia.

A estas alturas Renato ya no se sorprendería ante nada así que mientras se aproximaba a la puerta no dejaba de mirar en todas direcciones. Incluso al techo. Sí, al techo. Había visto demasiadas películas de terror donde el monstruo acechaba en lo alto de los techos y dada la situación los monstruos le parecían tan reales como el arma que empuñaba.

Al alcanzar la puerta comprobó que estaba un mínimo entreabierta. Echó un vistazo por la rendija y vio el empapelado de una habitación. Había una tenue luz, muy tenue, como si dentro de la habitación hubiera una lámpara de mesa en algún sitio y su iluminación llegase hasta allí.

El asesino se detuvo a escuchar. En el interior había alguien o algo. Algo que respiraba intentando no hacer demasiado ruido.