Partida Rol por web

Ace miró a Renato, estupefacto.

-¿De qué tentáculo habla? -Murmuró, al parecer preocupado de que Michael hubiera terminado de perder el juicio.

Los ecos de Michael resonaron en la sala vacía. Nada perturbaba la tranquilidad del lugar salvo el reflejo del agua en las paredes. Parecía mecerse aunque allí no había ni un ápice de aire.

-Vamos para alla!

Michael se puso en marcha de inmediato arrastrando consigo a los otros dos. Se estaba quedando son paciencia. Y cuando se le agotaba la paciencia, empezaba a sgotar el plomo.

Subieron las escaleras dejando tras ellos aquella extraña habitación. Y en el momento que alcanzaron nuevamente la biblioteca oyeron el aullido.

Era un aullido largo y desesperado. Habría sido tranquilizador si fuera un animal pero era humano. Y procedía de la cocina.

Casi sin pensarlo los tres hombres desenfundaron sus armas y se dirigieron al lugar que debían estar custodiando. Un golpe los sobresaltó. Una puerta golpeando contra un umbral. Y al alcanzar el borde de la cocina pudieron verlo: la puerta del sótano estaba abierta y se mecía movida por una brisa procedente de abajo. Las escaleras, lo que se alcanzaba a ver desde el umbral del pasillo, estaban tenuemente iluminadas desde el fondo por el amarillento candor de una bombilla. Y aquel alarido, humano pero irreconocible, volvió a resonar.

-Se les ha comido, tíos -Susurró Ace, temblando-. Se les ha comido, fijo.

No dijo quién, y tampoco hacía falta. Fuera lo que fuera, probablemente no era de este mundo.

Michael tragó saliva y vaciló ante las palabras de Ace.

-Me da igual. Voy a bajar.

Al mafioso le importaba ya todo un pedo. Solo quería saber qué había pasado y, al menos poder informar a Nueva York

Ace sujetó la pistola, y asintió. A esas alturas, parecía la única solución posible.

Fuera lo que fuera lo que hubiera escapado del sótano, no podían dejar que quedara libre.

Y así los tres hombres comenzaron a descender nuevamente. Si en la otra ocasión el descenso resultaba amenazador por el desconocimiento de lo que se encontrarían abajo esta segunda ocasión resultaba realmente aterradora. ¿Quién gemía como un demente? ¿Petucho? ¿Ezzio? ¿Lonesome? ¿Julen?

Todos habían estado en aquel sótano en alguna ocasión. Cuando no se usaba como improvisada cámara de tortura era un lugar donde almacenar los víveres de las fiestas de los Terrasini. Y en alguna ocasión Ace había estado allí jugando una partida de póker con alguno de los hombres de la Familia. El lugar, en aquellos momentos, resultaba desconcertantemente familiar. Aparte del olor penetrante a incienso y sudor no había nada que reflejase los horrores que se intuían a través de los gritos. De hecho la amarillenta luz de la bombilla reverberaba sobre la leña apilada, los barriles, la mesa apartada a un lado. Y sólo en el centro de la sala había dos cosas que dejaban atisbar la locura a la que se enfrentaban los habitantes de la mansión.

La primera era otro pentagrama, esta vez dibujado con tizas y con velas consumidas a su alrededor. Había algo extraño en su trazado que causaba un efecto inquietante, como si las líneas se moviesen cuando uno las veía por el rabillo del ojo. 

Lo otro era la figura totalmente desnuda que estaba en medio del pentagrama. En posición fetal, agarrando las rodillas con los brazos, Arthur Lonesome se balanceaba de adelante hacia atrás sollozando como un niño. Él era el que había aullado. 

Pero ¿dónde estaban los demás? Aunque grande, el sótano podía abarcarse con la mirada. Y no había demasiados espacios donde pudieran esconderse personas del tamaño de Petucho, Ezzio o Julen. ¿Dónde estaban? ¿Qué había sucedido? 

Antes de acercarse siquiera los gangsters sabían, a ciencia cierta, que no les gustarían las respuestas.

Lonesome levantó la cabeza al escuchar llegar a los tres hombres. Sus greñas grasientas caían desordenadamente sobre su rostro, cubriendo en parte su mirada enloquecida:

- Los han reclamado... la casa... quisimos atisbar el futuro... pero encontramos el pasado... esta casa... esta casa... ¡es uno de los Sellos! ¡No lo percibí! ¡Lo ocultaron! ¡Y alguien está jugando! ¡La sombra en el barco! ¡Está aquí!

El hombre, que antes se había mostrado tan seguro de si mismo, era ahora un guiñapo babeante.

Ace, en un arrebato de valentía, se acercó corriendo al demente...

Michael inetrecpta a Ace.

- Ace, tio. Yo no entraria en ese ... Mentagrama

Ace se quedó bloqueado, pero tras unos instantes asintió.

-¿Y cómo le sacamos de ahí?

Ace lo miraba como si él fuera otro Petucho o Houdini o el mago de Oz o algo asi.

-Y yo qué se!

-Lonesome! Oiga! Esto...esa cosa de la que habla...¿Ya se ha ido? ¿Por que no se viene con nosotros y salimos de aquí cagando leches? No es por nada pero creo que todos hemos tenido ya suficiente de esta mierda.

-Ande, venga para acá y reagrupémonos.

- Jejejeje...- el otro individuo ahora se reía, todavía abrazado a sus rodillas en medio del pentagrama - No entiendes nada palurdo... no puedes irte de la casa. ¿No lo entiendes? ¡Estamos justo donde quería que estuviéramos y hemos hecho lo que esperaba que hiciéramos! ¡El tiempo no lo es nada para su poder! ¡Lleva siglos esperando pacientemente a que todo estuviera alineado! ¡Y hemos picado como peces muertos!

Un súbito golpe resonó en la zona superior de la casa, como si una puerta se golpease bruscamente.

- ¿Lo habéis oído?- Lonesome miró hacia el techo - Maldita sea.. ochocientos años de vida y voy a morir como un puto pardillo... como vosotros... 

El tipo pareció recobrar un mínimo de cordura tras esta última frase pero desde luego no parecía demasiado estable.

Ace sujetó su pistola con las dos manos, apuntando en la dirección del ruido. Quizás, tras años de poco fingida indiferencia hacia la religión, era un buen momento para empezar a rezar de nuevo.

-Lonesome, déje de hacerse el sabelotodo y díganos como cargarnos a ese tío de sombras. Lo que sea, aunque suponga cambiar de realidad o de mundo o de ropa!

Michael sabía que las armas no iban a sacarlos de aquella casa con vida. Sabía que solo el conocimiento de aquel viejo de ochocientos años podría hacerlo.