Partida Rol por web

Fue un momento crítico. No tenía demasiado tiempo para pensar: Jacob y Julius esperaban que lograra identificar al chico porque, nuevamente, no concreté que yo no sabía su aspecto. Si pudiera hablar con ellos otra vez podría solucionar el asunto fácilmente, pero en ese instante era demasiado complicado (casi imposible para mí) entrar a hurtadillas en la sala, y si esperaba a que alguno de los dos volviera, podrían desatarse sospechas de irregularidad ante estos guardias sin uniforme entre los científicos. Opté por una solución más contundente y, por que no decirlo, desesperada.

Abrí la puerta de un portazo y me presenté como uno de los intrusos a los que Jacob hizo referencia a base de chillar:

- ¡ ¡ ¡ WIIIIIIIIIIIIILLLLLFREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEDDDD ! ! ! ¡MALDITO LADRÓN! ¡¿CREÍAS QUE LA CIUDAD DEL VAPOR IBA A PERMITIR SEMEJANTE ROBO!? ¡WIIILFREEED! ¡VOY A MATARTE, MALDITO RATERO! -dije en un tono quizá excesivamente teatral (desde luego la interpretación no era lo mío), mientras miraba a los presentes con los ojos desorbitados y me movía por la sala, intentando identificar a alguien más asustado que el resto.- ¡¡WIILFREED!! ¡LA CIUDAD DEL VAPOR TE ENVÍA SALUDOS! ¿¡DÓNDE ESTÁS!?

Al menos, si allí no estaba Wilfred, ya teníamos escusa para dirigirnos al calabozo...

Los dos hombres que estaban junto a las gemas retrocedieron asustados cuando el enano se dirigió a ellos. Uno de ellos tuvo la suficiente presencia de ánimo para coger una llave inglesa con la que poder defenderse, aunque tal y como la esgrimía, no estaba muy claro si pretendía golpear a Jalabar con ella o sólo intentaba mantener a aquel loco tan alejado como pudiese. Otros dos de los científicos salieron corriendo hacia el pasillo, intentando poner a los guardas entre ellos y la fiera. El último, después de la impresión de ver aquella aparición inesperada, y tras boquear unas cuantas  veces intentando encontrar las palabras, consiguió darse la vuelta y darle un empujón al soldado más cercano para sacarlo de su estupor.

-¡Hagan algo!-exigió

La aparición de Jalabar dio lugar a un giro inesperado de la situación. Los científicos creían firmemente que nosotros éramos soldados. Tanto era así que nos mandaban combatir a nuestro propio compañero. En inicio yo me había quedado patidifuso con la entrada, pero me obligué a mi mismo a moverme. Tenía que actuar rápido, o nuestra coartada se vendría abajo.

- ¡Quieto ahí, intruso!- Me moví hacia él e intenté agarrarle por la espalda. Nunca he sido muy fuerte, pero contaba con que no se resistiera demasiado.- ¡Julius, conmigo! ¡Procura que quede consciente, debemos interrogarle!

La pantomima quizás no fuera demasiado buena, pero era lo único que se me ocurrió en ese momento. Pese a todo, me encontré preparándome mentalmente para enfrentarme a los propios científicos.

-Se acabó, escoria.-dijo Knight mientras le daba a Jalabar un puñetazo en el estómago. Un puñetazo bastante convincente, aunque quizás más enérgico de lo necesario.-Espero que no le tengas mucho aprecio a la luz del sol, porque tardarás bastante en verla.-Con Jalabar fingiéndose inconsciente, lo arrastró al pasillo, lo tiró sobre el suelo y allí tumbado le dio una patada.

-Creo que ya lo han dominado...-Dijo el científico jefe, haciendo una mueca de dolor al ver el castigo que parecía estar recibiendo el enano.

-Ah, nunca se sabe con estos pequeños cab...canallas. Son más resistentes de lo que parecen-Contestó Knight, con una sonrisa. Moreau tuvo la impresión de que estaba disfrutando con la situación.-Lo llevaremos a las mazmorras, pero podría haber venido acompañado. Será mejor que salgan de aquí y se encierren en sus habitaciones mientras revisamos la zona.

El hombre asintió, le hizo una señal a los demás para que se fueran y cerró la puerta con llave antes de marcharse a toda prisa. Cuando Knight vio que no había moros en la costa, dejó de fingir que le estaba poniendo las esposas a Jalabar y le sacó la rodilla de la espalda.

-No es la estrategia que yo habría seguido, desde luego, pero a caballo regalado...-Buscó en sus bolsillos el alfiler con la ganzúa y se lo entregó a Jalabar, que se estaba levantando algo más dolorido de lo que estaba antes de entrar en la sala de trabajo-¿Nos hace los honores?

- ... Deberías... haber pre... guntado... donde... Wilfre... para avi... sarle... -dije a duras penas nada más salieron Jacob y Julius de la sala y ésta era cerrada con llave. No podía culpar a Julius por su contundencia, a la inversa yo hubiera sido incluso más expeditivo.

Esa acción desesperada había activado un límite temporal: cuando alguien de seguridad viera la puerta cerrada y sin guardias y luego escucharan las explicaciones de los científicos, estaríamos al descubierto y yo en el punto de mira, pues pocos enanos habían no solo en las instalaciones, sino en las cercanías.

Hice un gesto a Julius para que ellos fueran por delante mientras yo me recuperaba en la cola del grupo, aunque cogí la ganzúa para adelantarme cuando fuera necesario.

-¿No se olvidan algo?-Knight tamborileó con los dedos sobre la madera de la puerta-Aún hay un pequeño premio ahí dentro para nosotros.

En cuanto Jalabar abrió la puerta Knight se introdujo en el cuarto y con uno de sus cuchillos, sacó las dos gemas azuladas que habian visto antes de su pedestal.  Las contempló un momento en su mano, mientras su brillo se iba apagando, y se las guardó en el bolsillo.

-Hora de volver. Esperemos que la barca siga donde la dejamos.

Al comprender sus intenciones, cerré rápidamente la puerta antes de que Julius saliera, dejándole a él dentro y a Jacob y a mí fuera de la sala.

- Señor Moreau, alguien tiene que ir a los calabozos antes de que los científicos descubran que les hemos engañado y buscar a Wilfred. El otro tiene que explicarle a Julius que esas joyas no le pertenecen a él, sino a la dama Kamo que representa a un Estado neutral en la guerra, y debe devolverlas. Si sale de esta sala con las joyas, no las devolverá, así que al menos debe llevarse una.
Bien, ¿que prefiere hacer?

Me quedé verdaderamente impactado por el sadismo de Julius ante la situación de mi compañero. No quedaba duda de que disfrutaba de ello. El tiempo que llevó a los científicos irse me dio oportunidad de cavilar sobre la situación. ¿Que debíamos hacer con el arma? ¿Y cómo buscar a Wilfred? El lugar era grande, y estaba lleno de guardias. Sin embargo, la situación pareció resolverse con rapidez, si bien los resultados no eran deseables. Había que corregir aquello. Jalabar me llevó afuera dejando dentro a Julius, dejándome sorprendido hasta que habló, explicando sus preocupaciones.

- Creo que puedo tratar con Julius para obtener al menos una de las joyas. Pero sin embargo no estoy tan seguro sobre si debemos separarnos para buscar las mazmorras. Sería demasiado peligroso.

- No se preocupe por mí, señor Moreau: sin modestia alguna puedo decir que mantenerme vivo e incitarme a unirme como científico tiene mayor valor que matarme. Y en todo caso, aunque me duela recordarlo, tengo fuertes vínculos con la Ciudad del Vapor que me protegen.
De todas formas, si no nos viéramos en un tiempo, debo agradecerle su devoción al proyecto, mucha más allá de su deber de informar a sus lectores, y confesarle un secreto, si no estoy con usted en la misión de rescate: la señorita Miranda no se resistirá a volver si hablan con ella, así que secuestrarla no es la mejor opción. ¡Buena suerte!

Y empecé a correr como nunca lo había hecho en busca de las cárceles del complejo, o de alguna señal o mapa que me sirviera de referencia.

Antes de que pudiera impedírselo, Jalabar salió corriendo por el pasillo. No sabía si lo suyo era valentía o una pasmosa falta de conciencia. Había mil peligros sueltos en ese castillo y el decidía afrontarlos solo. Pero no podía ir detrás suya. Mi propio peligro estaba a mi espalda, al otro lado de las puertas del laboratorio. Volví a entrar con determinación.

- Señor Knight, parece ser que Jalabar ha decidido ir el solo en busca de nuestro compañero. Tendremos que esperarle en la barca o salir a buscarle, si es que ha sido retenido. Pero creo que aun debemos de hacer algo aquí. Ha retirado esas pequeñas gemas como si fuesen lo único importante de esta maquinaria. ¿Qué son? ¿Y no deberíamos destruir lo máximo posible?

Al entrar de nuevo en el laboratorio, Moreau no vio por ninguna parte al americano. No fue sino tras unos instantes que Julius apareció por detrás de uno de los bancos de trabajo, guardando de nuevo cuidadosamente uno de sus cuchillos.

--- Cuando cerraron la puerta creí que nos habían descubierto --- le dijo mientras se acercaba de nuevo al dispositivo colgante ---, pero me alegra ver que no es así. Las gemas dice, sí, gemas son, y cuando algo tan bello y valioso se pone al alcance de uno resulta irresistible no adelantar la mano y tomar lo que se le ofrece. ¿Qué quiere que le diga?, el trabajo de agregado cultural no está muy bien remunerado, sobre todo cuando tiene uno que hacer horas extra en lugares recónditos como éste. No se preocupe, amigo Moreou, conozco a alguien que nos ofrecerá un buen precio cuando estemos de vuelta, y tendrá su parte. Es más, si salimos vivos de aquí estaré de tan buen humor que tal vez incluso le dé su parte a nuestro compañero enano. En cuanto a lo que usted propone, cierto, muy cierto, deberíamos sabotear las instalaciones en lo posible. Vea sino aquí lo que creo que es un motor de alguna clase, estoy seguro de que nuestro estimado Jalabar podría hacer alguna travesura en él, ¿no cree?

Me sorprendí al no encontrarle, pero me repuse con rapidez cuando apareció. Luego le miré dubitativamente mientras hablaba.

- No creo que esas gemas sean algo normal. No al menos después de vecomo relucían. Probablemente sean algún componente de la máquina, e incluso potencialmente peligroso. Si le digo la verdad preferiría guardarlas y entregarlas al señor Wenning a la vuelta, para su posterior estudio. Por supuesto, le serán remuneradas al precio que mejor le parezca.- Suspiré, y miré a mi alrededor.- Sobre esta maquinaria, me temo que debemos apañarnos solos. Jalabar se ha ido, como le he dicho antes, y no sería seguro que nos volviéramos a reunir aquí.

--- ¿Maese Jalebar suelto por ahí?, ¿solo...? Creo que no ha sido una decisión demasiado sabia, no es que la discrección sea lo suyo, ¿no cree?, y nuestra situación actual requiere mucho de eso... Bueno, en ese caso venga aquí y écheme una mano, tal vez podamos hacer algo con este motor.

Fue entonces cuando Moreau vió cómo Julius se sacaba una de sus sortijas y arrancaba de ella lo que en un principio había supuesto era una piedra para luego reclinarse sobre el interior del bloque motor.