Partida Rol por web

La mujer proponía batallar... y la mirada se me extrañó cuando acudió a su voz... cómo lo hizo el gesto... que inclinaba la cabeza sorprendida, que replegaba los ojos miel con desconfianza... Atacar a los ejecutores?....

El gracias y los pasos apresurados del muchacho hakhim se entremezclaron con la voz de Moalim... y yo... erguida entre aquellas sombras... les miraba con el miel preocupado... con el pesar en el rostro...Curioso... Qué hacían allí? Dispuestos a morir... ambos... Y el gesto de la cabeza fue breve y suave en su saludo... en el reconocimiento... Eran sus decisiones... Las mías estaban claras...

Sin querer mirar atrás giré sobre mi misma iniciando el paso cadencioso... con la opresión de aquellas dos muertes inútiles en el pecho... con la urgencia de alejarme de allí oprimiéndome aún más...

Se me detuvo el paso...la mirada miel se entornó sobre el hombro obligada por la voz de la gladiadora... Deseo... y por un segundo observé su pelo... su cuerpo contorneado y fuerte... el filo mortal de su guadaña... Deseo... curioso nombre... en todo caso... muy acertado...

Las pupilas se clavaban en en las de ella... con el orgullo y el fuego de mi sangre... y con el gesto serió negué con la cabeza... apenas evidenciado el movimiento por el oscilar del azabache del pelo... Aquella mujer no lo entendía...

No es sitio este para hablar... Somos los hakhim un pueblo con una sola llama... un solo dios... un solo corazón... Y es por ellos que velo y temo... Toda mi gente será arrasada de esta tierra si se me encuentra aquí... Sí se sabe de mí aquí... la mirada dorada buscó la de Parnassus... que se hundía en las tinieblas destellando con un nuevo brillo salvaje... No te parece eso suficiente prenda de confianza?.... alcé la barbilla orgullosa... alcé la luna de mi frente a la Diosa que ya despuntaba en el cielo... Mañana. Y entonces... todos tendremos nuestras... respuestas...

Me incliné en el saludo suave de mi raza... y las manos buscaron la capucha mientras la mirada volvía a alzarse orgullosa... La tela blanca ya caía sobre mi frente... Mis pasos serenos me alejaban de allí...

Aún es pronto... el miel se entornó de nuevo para buscarles en las sombras... Y ahora se me espera en... otro lugar... Debo pagar una deuda...

Parnassus sostuvo la mirada de Anat mientras hablaba, y cuando esta hizo un amago de irse, el guerrero le poso una mano en el brazo, con delicadeza. No para retenerla, sino para conminarla a esperar un instante:

-Deseo, tu decides.- dijo el luchador miando a la fatua pelirroja.

-De acuerdo. Mañana será.

Y envolviéndose en su capa, saludó con una inclinación de cabeza, y se adentró en las sombras, desvaneciéndose en ellas.

Su mano se poso en mi brazo... lejana ahora de la fiereza y la letalidad... y de nuevo el paso se detuvo... y de nuevo el miel se cruzó con el miel para escuchar su voz.. para seguir su mirada hacia la gladiadora...

Quién sufrirá... ? apenas fue un susurro... apenas un aliento vertido en aquellas sombras que eran pobre escudo para nuestras vidas... Quien será castigado por una ofensa tuya... Parnassus...? o por una tuya... Deseo...? Las pupilas se enmarañaron con las de Ricardo... él comprendería... Los norteños son torturados y asesinados por un una sospecha... por una mentira... Qué ocurriria con mi pueblo si supiesen que una Sierva penetró en esa casa...?

Retiré el brazo despacio... clavando mi dorado en el suyo...

Uno tiene el privilegio de ser más osado cuando solo su destino le pesa en la conciencia...

La gladiadora roja... parca en palabras y movimientos superfluos... se fundió en unas sombras que la envolvieron hambrientas... Y yo la vi marchar mientras observaba a los dos hombres... mientras involuntarias las pupilas acechaban la casa y los movimientos de los ejecutores...

Bien... Mañana....

La expresión de Parnassus, repentinamente entre amigos, se tornó en una sonrisa franca y tierna. Sus ojos brillaron tras la máscara, mientras su mano abandonaba el brazo de Anat y se posaba con el dorso sobre el costado de su mandíbula, dibujando un mimo casto, mientras la miraba:

-Ninguno de los tuyos sufrirá hoy, Anat; al menos no por ti... no mientras esté en mi mano. Como tú...- añadió descendiendo de la caricia y aferrando los dedos de la hakhim entre los suyos -Sin embargo ambos tenemos palabra, y escuché de alguien que dijo que estaría allí cuando su cita llegara.- la sonrisa se acentuó, aunque las palabras se perdieron en Ricardo instantes después, si bien no el miel de su mirada, aún enlazado con su hermana, rodeando las pupilas de la Doncella del Profeta -Nos vemos, Ricardo. Ya me explicarás lo ocurrido en el coso, sin Angkortak escuchando tan de cerca. Si esto era lo que tan en secreto creías llevar, como ves, no hubiera marcado diferencia alguna incluirme... salvo la de tener mis escudos a tu lado.- objetó.

A pesar de las palabras, sonó cálido y cercano, y no escatimó un gesto afectuoso en el hombro de su compañero, con la mano sobrante, antes de avanzar en la noche y perderse con Anat en un callejón. La dirección no era la del Coliseo; eso sin duda. Pero estaba claro que su compañía... bueno... bien podría considerarse de más.

Deseo partía hacia la joya de la Arena, mientras Anat y Parnassus se dirigían al mercado...

Ricardo no pudo más que asentir a sus compañeros mientras observaba atentamente la casa. Apenas les escuchaba preocupado por un hehco importante acontecido dentro.

Idiota, idiota, idiota

Ricardo accedió a encontrarse mañana en la arena con los tres.
Un escalofrio le recorrió la espalda mientras les veia alejarse cada uno en una dirección distinta.
No pudo evitar mirar hacía la casa una vez más antes de marcharse él.

Ricardo... La voz, tenue, llega a los oídos del norteño desde algún lugar de la calle. Débil.

El norteño se sobresalta al oir su nombre. Se encara hacía la voz mientras desenfunda uno de sus puñales.

Con paso vacilante, despacio, y muy atento, se acerca a comprobar quien le ha llamado.

Girando un par de calles, Ricardo encuentra al fin al anciano Adrian, tirado en el suelo. Su pecho tiene una enorme abertura, con forma del filo de un hacha. De su boca mana un hilo de sangre. Los pulmones estaban llenandose con rapidez.

-Ricardo... musita de nuevo.

ADRIAN

Ricardo sale corriendo hacía el anciano olvidando toda precaución.
Al llegar hasta él se arrodilla y examina sus heridas, parecen muy graves.

Adrian, ¿qué ha pasado? ¿Quién te ha hecho esto?

Mierda ¿qué hago? Creo que no debería moverle pero parece muy malherido, no se si aguantaría hasta el coliseo.

Adrian, que miraba al frente, gira la cabeza hacia el norteño. ¿Ricardo? Parece ido, como si no le viese realmente. Llevo buscándote... mucho tiempo... El Elfo... El Alto Elfo... buscaba el orbe de Khurgle. Intenté... una tos le lleva más sangre a los labios. Si hay otra muerte... nuestro pueblo...

No durará mucho.

Aguanta, aguanta. Yo también te he estado buscando. No te preocupes, he estado en la casa de Khurgle. ¿Qué es ese orbe del que hablas? ¿Quien es ese Alto Elfo?

Ricardo apretaba sus manos contra la herida de Adrian tratando de detener la hemorragia, pero era inutil. Los ojos se le empezaron a humedecer.

Nonononono, no te puedes morir, no ahora.

Lorethien... busca el orbe. Su magia corta la carne como el acero. Él... mató a Khurgle. Nuestra gente... Te necesita... Ricardo. Protégeles.

Sus ojos miraron al infinito, y Ricardo comprendió que había muerto. El vacío de sus ojos era algo que había visto una y otra vez a lo largo de su vida. Pero esta vez... la sensación de impotencia era abrumadora.

Ricardo retiró sus manos del cuerpo de Adrian, y las miró.

Estaban manchadas de sangre.

Si no le hubiese dicho nada a Adrian, posiblemente estaría vivo.