Partida Rol por web

18 de Agosto de 2005

Arnau, Conrad, Eduardo y Negro acuden a la convocatoria misteriosa en el hotel Ritz Cunia, a las 18:00

Cada cual por su lado hace acto de presencia a las puertas del hotel Ritz Cunia. Su entrada suntuosa empequeñece al más pintado. La recepción, a medio camino de la modernidad y un estilo clásico, da a entender al huésped que puede ofrecer la calidad y detalle de antaño y las más modernas necesidades en uno.

En estos días de verano, el trasiego de gente por la calle y en el hall es bastante notable. Los botones se desviven llevando equipajes y los huéspedes hacen gala de una distinción, a veces mal entendida, que les hace permanecer con el gesto hosco y arruguen la nariz ante cualquier signo de vulgaridad que les pongan por delante.

Os encontráis los tres en este lugar. Eduardo no ha llegado aun, pero faltan cinco minutos para la hora acordada.

El ir y venir de la gente me hace estar alerta. Observo con cuidado y me fijo en el comportamiento de la gente buscando algo sospechoso. En un hall como este, lleno de rincones y recovetos, me obliga a observar todas las esquinas y todos los reflejos, asi como las salidas alternativas. Estoy nervioso

- Sabeis? Esta seria la escena ideal para que nos tendieran una emboscada con la policia. Os imaginais que de repente salgan polis de detras de las macetas? No olvideis que nos estan buscando.

Dejo la moto en casa y agarro una chaqueta para ir medianamente arreglado, maldiciendo la etiqueta de los sitios pijos donde nos toca ir. Bajo al garaje para coger el coche y escondo la pistola bajo el asiento. ¡Vete tú a saber si en el puto Ritz tienen detector de metales en la entrada! Aunque me pitaría la puntera de acero de las botas de todas formas.

Aparco a un par de manzanas del hotel y agarro la chaqueta. La llevo en la mano prácticamente hasta la puerta y me la pongo sobre la camiseta a escasos cinco metros de la entrada. Entro en el hotel mirando con cara de mal humor al botones de la puerta, como desafiándole a impedirme la entrada. Al fin y al cabo no es más que un guardia de seguridad con un traje ridículo, pero está allí por la misma razón que yo en la puerta del Orión.

Observo la recepción con la impresión de que me van a cobrar sólo por mirarla y me acerco a Arnau y Conrad que al menos no parecen tan fuera de lugar aquí. ¡Joder! Esta peña no ha pisado el barro ni una puta vez en su vida... pienso mirando a alguno de los clientes que pasan por allí. ¡Vaya, no hay detector de metales!, me digo imaginándome que la mitad de los huéspedes tendrán guardaespaldas armados hasta las cejas.

- Sería lo que nos faltase... - contesto a Arnau imaginándome a la pasma apareciendo de repente. - Pero de momento no tengo muy claro que nos estén buscando. Sento era el único que podía relacionarnos con el despacho de Zafra y no sé si diría algo antes de que su coche se estampase.

Sea como sea, si nos estamos metiendo en una trampa, tendremos que apañárnoslas para salir de aquí aunque sea a hostias.

Miro la entrada del espectacular hotel, sin duda alguna una obra maestra de la arquitectura del pasado. Con cierta indiferencia observo el personal deambulando por recepción, fijándome en algun que otro rostro conocido del casino.

Negro y Arnau, juntos de pie, me parecen ahora las únicas personas en las que podría confiar tras estos dos días de locura. Y Eduardo... donde andará?

- De perdidos al río, no? De algún modo me siento mas seguro aquí que en el piso de Zafra. Aún así no esta de mas tener los ojos bien abiertos... y algo con que defenderse. - saludo dando un encaje de manos a ambos.

Con un gesto de mano confirmo la presencia de mi vieja amiga, fría y discreta. Quien sabe si volverá a rugir.

El gesto de Conrad me recuerda que yo tambien voy acompañado esta vez. Procuré no olvidarme de ello al bajar del coche. Fue curioso tambien ir a sacar dinero en el cajero al lado del Ritz con eso en el bolsillo. 

Eduardo parece no llegar a tiempo. Y a tiempo estáis ahora de no llegar tarde, pero de aquí a pocos minutos serán las seis y poco sabéis de la conveniencia de hacer esperar a quien sea que os ha invitado.

Sospecho que no nos haran ningun tipo de comitiva en la recepcion y a la vista de todos. Asi pues, me acerco a la recepción a preguntar.

- Hola, buenas tardes. Tenemos una reunión con el señor Amador, cliente de este hotel. Le importaria avisarle que ya hemos llegado y que lo estamos esperando en el Hall? Gracias.

La recepcionista os recibe con una sonrisa tan amplia como artificial, absolutamente protocolaria.

- Por supuesto. - Responde casi de inmediato - Tengan la amabilidad de esperar un momento mientras aviso que han llegado.

Toma el auricular de un teléfono y marca algún número, que no podéis ver por encontrarse en la zona no visible del mostrador.

- La visita del señor Amador ya ha llegado. - Escucha - Sí. Por supuesto, señor.

Cuelga el auricular y regresa la mirada a Arnau, extendiéndola a los otros dos que le acompañan.

- Enseguida vienen a recibirles.

Al cabo de un par de minutos, en los que no podéis hacer mucho más que admirar la recargada decoración del lugar y donde no encontráis signos más o menos evidentes de estar siendo observados, hacen acto de presencia dos tipos, uno caucásico (blanco) y otro etiópico (negro), con evidente pinta de ser profesionales de la seguridad.

En cuanto llegan a vuestra altura, se cuadran formalmente y no hacen ademán de presentarse de ninguna forma. Muy al contrario, van directo al grano.

- El señor Amador les espera. Hagan el favor de acompañarnos.

Miro a mis compañeros y sonrio sarcasticamente

- Esto va a ser divertido, como mínimo

Siguiendo las instrucciones de los gorilas de negro, me dispongo  a seguirlos

Instintivamente miro las chaquetas de los dos hombres trajeados, buscando el abultamiento que indique que guardan un arma de fuego bajo ellas. Me quedo un momento quieto, esperando que reparen en que no soy yo quien está invitado, sino Eduardo. No dicen nada, así que imagino que ellos no conocen personalmente a los invitados del señor Amador.

Devuelvo la mirada a Arnau y me encojo de hombros, esperando un momento más a que nos indiquen el camino y poniéndome a la altura del último de ellos mientras caminamos. Puede que luego no me quede otra opción, pero de momento no tengo la más mínima intención de darles la espalda a estos tipos.

Procuro ocultar en lo que se pueda el arma, pero la rapidez de los hombres de seguridad me coge por sorpresa.

Me doy cuenta de que el arma no pasaría un cacheo de reconocimiento, pero al fin y al cabo es mi arma reglamentaria.

Sin preocuparme en demasía, sigo a los gorilas, junto a Arnau y "Negro".

El caucásico os hace un gesto para que sigáis al otro, que comienza a caminar. La reticencia de Negro en dejar que uno de los dos vaya tras el grupo se ve superada con una insistencia en el gesto del tipo trajeado, con la expresión impasible. Pronto todos estáis en marcha, en silenciosa procesión, por las escaleras y pasillos del suntuoso hotel.

Al cabo de un par de minutos de pisar alfombras y moquetas de las que más vale no imaginar su precio, llegáis a las puertas de una sala privada de reuniones. Un cartel de "Reservado" luce en la puerta.

Al observar a ambos tipos, unos bultos sospechosos bajo sus brazos os hacen pensar en sobaqueras con pistolas escondidas bajo las chaquetas.

Llaman a la puerta con tres toques concisos. Alguien entreabre y, un instante después, acaba por abrir completamente. Los tipos que os han acompañado hasta aquí, os hacen pasar dentro. El lujo de la sala os deslumbra por unos instantes.

Dentro hay otros dos tipos, también con aspecto de hombres de seguridad, aunque con un aire algo diferente a los primeros.

El del pelo algo largo sonríe, los demás permanecen serios. Los otros dos cierran la puerta a vuestras espaldas y os encontráis rodeados por los cuatro tipos.

- Bienvenidos. Disculpen este dispositivo de seguridad, pero al señor Amador no le gustan las sorpresas y prefiere que sigamos el más estricto protocolo. - Os dice el tipo de la sonrisa, con acento sudamericano. - Así pues, nos vemos obligados a cachearles.

Al ver el gesto nervioso de más de uno, el otro tipo interviene - No se apuren. - También con acento sudamericano - Todos sabemos que las calles son peligrosas. Si llevan armas, se las devolveremos al acabar la reunión.

Los otros dos tipos, los que os han traído hasta aquí, permanecen impasibles tras vosotros, en la puerta.

La situación no da mucho juego como para intentar nada. Me abro la americana y les indico claramente donde guardo el arma, con calma y sin gestos bruscos, no se les vaya a disparar la testosterona