Partida Rol por web

A Partir de Ahora.

Capítulo IV

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04/11/2009, 20:39
Mary Ann Windsor-Hancock

- Disculpado queda, pero CORRAAAA dije mientras tiraba de él de nuevo... Jajajaja esto es lo más emocionante que he hecho nunca... Total no estamos seguros de que pasemos de esta noche, disfrutémoslo entonces. En vez de sentir miedo, seamos el mismo miedo... Corra caballero mío y si sale de esta, nunca olvide esta carrera por su vida. dijo Mary Ann sin dejar de sonreír.

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04/11/2009, 23:43
Jean Antoine Lésdiguièrs

Abandonó aquella iglesia en la que había perdido lo único que tenía en Inglaterra, apenas lo conocía, apenas había intercambiando algunas palabras con él, ni siquiera le caía bien, y sin embargo tenía una incómoda sensación de vacío en su estómago. Bueno, tampoco había comido demasiado, y tal vez fuera esa la causa. La razón sobre el corazón, definitivamente la poesía nunca llamaría a mi puerta.

El instinto de supervivencia llamó a filas a los presentes, un arma, una bestia, poderosas razones para darle el control, los llantos y lamentos estaban bien para los velatorios en hermosas iglesias o casas de campo. Aquí solamente valía escapar a toda costa.

Así lo hicimos, separándonos, deseándonos suerte y pensando interiormente en que aquella cosa fuera a por los otros, pero no era correcto expresarlo, de ahí lo silencioso de nuestra primera parte del camino hacia la casa Windsor. Pero la suerte nos fue esquiva y aquel monstruoso sonido nos devolvió a nuestra situación real, por si alguien era corto de memoria.

Casi me había olvidado de mi compañía, y observé desde mi discreta posición aquella joven con la que había discutido, había reído y había ayudado. Se refugiaba esperanzada en las promesas de aquel cuya alcurnia estaba a su mismo nivel, no iba a ser yo quien recelara de sus buenas intenciones, desde luego, pero sí que me permitía la licencia de dudar de sus afirmaciones, sobre todo las relacionadas con nuestra conservación. Hablar de amor estaba bien, en elegantes salones, y también en callejones oscuros a la sombra de la noche, pero hacerlo en nuestra situación me parecía tan desafortunado como nombrarlo en una alcoba nupcial.

Por suerte la mayor de las Windsor interrumpió la susurrante conversación, provocando un pequeño conato de enfrentamiento fraternal, y el soldado aprovechó la coyuntura para hacerse el héroe. Purgación de penas, sentimiento de culpa, todo eso está muy bien, el arrepentimiento es una buena cosa, sobre todo si beneficia nuestra actual situación. El desconocido compatriota, el señor de Murvile propone un plan, coherente y cauteloso, presto a seguirlo me dispongo, pero es entonces cuando una vez más, la situación se precipita…

Los ataques de locura son comunes en situaciones extremas, los vi más de una vez en París, pero los de idiotez eran más escasos, de ahí que me sorprendiera presenciar uno. Hice además de ir tras aquella dama, pero por suerte, el otro caballero fue más rápido e hizo honor a ese título que yo corría el riesgo de ser desposeído.

La valentía se confunde demasiadas veces con la estupidez dije más para mismo sin moverme ni un ápice, me encogí de hombros con un leve suspiro, mirando interrogativamente a Claire, pero hablando a gritos, un perfecto reclamo, que bien VUELVAN Y DEJÉNSE DE TONTERÍAS era todo cuanto iba a hacer, que no se diga que no respetaba a los demás.

Notas de juego

ignoren el ultimo post de mi pj, pedi a la jefa que lo borrara

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06/11/2009, 01:17
Francis P. Spencer

Tras las palabras de Collins, Sir Fracis volvió su mirada de nuevo a la negrura insondable de la noche, como distraído.

-Sí...

Dejó pasar unos segundos absorto en sus reflexiones. Finalmente bajó la vista hacia el suelo, suspiró sonoramente y hablo con voz contenida.

-Sí, sin duda. Debe ser nuestra prioridad. Iremos a Oxfordshire.

No deseaba llevar a sus posesiones los muy posibles peligros de los que bien hablaba Collins, pero él tenía razón. El lugar era seguro. Podía entender la preocupación de Collins, quien era al fin y al cabo un hombre enamorado. Pero también había sido siempre un buen amigo y compañero, y no sería Francis quien fallara ahora a su larga amistad. Volvió su mirada hacia su compañero y puso una mano sobre su hombro, tratando de reafirmar sus convicciones. Pero su voz no lograba ocultar su perturbación.

-Partiremos al amanecer. Informaremos al resto cuando proceda.

Notas de juego

Bueno, aún ando un poco perdido, así que si he cometido algún fallo, rogaría que se me hiciera saber con el fin de editarlo.

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06/11/2009, 02:29

Notas de juego

francis, 10 puntos, nada que acotar. Los demás pueden interactuar hasta el sábado (obvio los nuevos también) el sábado o domingo pongo el nuevo turno para todos (por eso los marqué a todos ahora pero cada grupo siga marcando a los que corresponde) Bsos

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06/11/2009, 02:39
Patrick Collins

Al amanecer... Eso requería ponerse en movimiento de inmediato.

La vida es dura, y más la vida de un lacayo. Había pasado unas semanas sin ejercer su condición, pero ello no le eximía de serlo. Sin dormir y tras un entierro, volvería solo a la mansión a por cocheros dispuestos a transportarles. Ya habría tiempo de dormir durante el camino. Sea como fuere, lo primero era ponerlas a salvo.

-Milord -dijo, con una pequeña inclinación.

Abandonó la estancia, no sin antes coger su abrigo y el fusil. Si tenía que salir fuera de noche, le iba a hacer falta aquello. Quizá se encontrara con el lobo, quizá no. Solo Dios sabía aquellas cosas, y era mejor no tentar a la suerte. Fue a buscar a alguna de las hermanas en la planta inferior, a ver si estaban despiertas.

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06/11/2009, 19:00
Ethan Byron

  Aquellos gritos fueron como un golpe para Byron, un buen puñetazo en la mejilla que hizo que recuperase parte de su color pues se encontraba pálido.

 

 Aquella palidez por el temor no era buena, no era como la piel blanca como la luna, como una perla que sustenta dos piedras preciosas, no era aquella hermosa e inocente pureza de la que gozaba Claire, la misma que lo dejó atontado unos segundos, con sus ojos sobre los suyos en una mirada complaciente.

  Sus labios se vieron recorridos por la punta de la lengua para humedecerse antes de hablar, y su garganta estuvo a punto de temblar, pero...finalmente no lo hizo.

 - Vayamos. Su hermana estará bien. - Dijo, asintiendo con convencimiento, como si fuese una promesa a la que no faltaría, aún cuando escapaba completamente fuera de su poder, un poder limitado e inutil contra las fuerzas de la naturaleza, un poder...ahora se daba cuenta, que lo había consumido, haciendolo hosco y despreocupado. Veía la luz al final de un tunel, veía un ángel en la Tierra, veía a Claire.

  Tendió sus dos manos, con las palmas hacia arriba y los dedos ligeramente flexionados, ansiando el roce de la piel de la dama, de las yemas de sus dedos, para tomarlas ambas o una sola, y salir de allí, andando, corriendo o con ella a cuestas si fuera necesario aún cuando el joven Byron no se reconocía, y se veía estúpido allí parado, mirando a una mujer que jamás podría sentir nada por un insensible y un posesivo varón que había pensado toda su vida tan solo, unicamente en si mismo.

  ¿No era aquello una venganza del destino? ¿No sería que estaba pronta su muerte y la propia vida, sino Dios le castigaba con la visión de un nuevo mundo inconquistado al que jamás podría acceder? Se sintió pomposo, se sintió por una parte traicionado a sus principios más básicos, unos principios oscuros y venenosos. Era refinado, recatado, caballeroso cuando debía serlo, blandía las palabras como estoque en su ironía y su mordacidad, era hipócrita por naturaleza, se hubiese sentido superior...y todo aquello, ahora ya no lo sentía, y se sumergía en una crisis de valores, en la que todo...vale nada...y lo único que merece la pena, reflexionando, pasando su vida ante sus ojos en segundos, son aquellos segundos, arrebatados por una bestia o quizás entregados por la misma, aquellos segundos...que contienen el rostro de una joven, la única mujer que jamás despertó pasión en el corazón del uraño Byron, de aquel joven odioso, una pasión que no podría sino transformarse en un pecado.

  - No permitiré que os pase nada. - Reafirmó, sin pensar sus palabras, que brotaban entre sus labios desde su corazón y se ponía en marcha, ignorando al mundo, o quizás reduciendolo a una sola persona. Podría estar equivocado...podría ser que aquel mundo descubierto sólo llevase, como un camino pedregoso a la muerte o peor aún, al sufrimiento eterno.

  Pero Byron, sentía, se podría decir que sentía por primera vez, y teniendo miedo a darse cuenta de ello, no podía sino imaginarse acariciando aquellos labios con los suyos.

  Vamos. No te tortures más alma maldita, que tus pasos, como tu suerte ya está escrita. Que no es amor lo que sientes sino despecho por la vida que se escapa a regañadientes, que te aferras a lo que nunca tuviste y te engañas pensando que alguna vez lo tendrás. Que Byron, tu naciste para el mando, para el mando de tu propia vida, para surcar el océano que te separa de la muerte y encallar con el timón entre tus manos...negandote por abandonarlo.

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06/11/2009, 20:52
Claire Windsor-Hancock

Temblaba mientras mi hermana me hablaba de aquella manera, temblaba porque tenía más miedo que nunca; porque imaginaba lo que iba a hacer y no podía detenerla, mi cabeza daba vueltas, aquello era demasiado para nosotras y cuando vi sólo su espalda desde mi posición y a aquellos dos caballeros yendo tras ella y entonces supe que no iban a salir bien las cosas, que como siempre la vida me arrebataría a las personas que amaba porque se ensañaba siempre conmigo de una u otra manera y yo tenía que aguantar. Lo mejor habría sido morir en aquel mismo momento, lo mejor habría sido no haber ido nunca a aquel maldito funeral donde ni siquiera agradecieron el que estuviéramos allí pero el hubiera no existe y por más que uno se lamente, las heridas están allí y no hay manera de echar el tiempo atrás.

La voz de lord Byron me trajeron de vuelta a aquel camino donde el viento jugueteaba con mis cabellos, donde el dolor era casi tangible y se clavaba en mi corazón como una amenaza de la realidad, como el calor de verano que te obliga a esconderte bajo una sombra y vi sus manos levantadas hacia mí, era una cuerda a la seguridad, a la libertad, una oportunidad de no terminar siendo carne de festín y en realidad aquello no tenía precio, el nudo de mi garganta era cada vez mayor y titubeante acerqué mis manos a las suyas, de haber sido de otra manera, otra la situación incluso me habría ruborizado pero la situación era esa y había que vivirla o morirla, según se viera.

-Gracias...

Sujeté sus manos con fuerza mientras le seguí sin más preguntas, creía en sus palabras o quería creer en ellas; si iba a morir, iba a hacerlo sabiendo que había hecho algo por alguno de nosotros, sabiendo que al menos lo había intentado. El viento frío golpeaba mi cara pero la calidez de su mano en la mía me hacía sentir deseos de ser, de estar, de no desaparecer; el resto del mundo si había desaparecido al menos momentaneamente, mientras sólo esperaba encontrar un refugio para los tres porque estaba segura que el soldado nos seguía de cerca o al menos eso quería creer. Quizás me estaba equivocando y esperaba demasiado de Byron, como de Demian y de Jean, del soldado pero creía que realmente sobreviviríamos a la bestia. Por el momento ya no tenía ganas de morir.

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06/11/2009, 22:59
Edmund Banks

Apenas se empieza a mover por el piso de abajo el señor Collins, Edmund abre los ojos.

- Buenos dias señor Collins. Parece que hemos tenido la noche tranquila, gracias al cielo. ¿Va usted a alguna parte? Se levanta, desperezándose, mirando amistosamente al otro, y dirigiendo una breve mirada en dirección a las habitaciones donde descansan las hermanas.

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07/11/2009, 09:12
Elizabeth Cornwell

Para Elizabeth Cornwell la noche no había sido más que otro suplicio añadido a todas las cosas vividas en tan poco tiempo...

Tantas cosas sucedidas, tantas palabras dichas a la ligera...
La joven no había podido casi dormir con todo eso en la cabeza, por lo que, al mostrarse los primeros signos de claridad, la pequeña de las Cornwell se arregló, y decidió bajar a la cocina a hacer algo de "utilidad".

En silencio, para no despertar a nadie, Liz bajó las escaleras.

Su sorpresa fue agradable al ver que no era la única que no dormía...

-Buenos días...-murmuró con voz suave, casi imperceptible al ver a Collins y Edmund allí.-¿Necesitan algo, caballeros...?-señala, al ver tan "preparado para salir" al primero...
Aguarda, atenta... Si no era así, se dirigiría a la cocina... Podía poner agua para el té, y hacer algo para acompañarlo... Quizás una tarta... Era lo único que se le daba medianamente bien...

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08/11/2009, 07:20

No había opiniones unificadas sobre la situación dentro del grupo: algunos querían esconderse, otros preferían adelantar el paso e ir directamente a la mansión y el soldado simplemente deseaba terminar con esta bestia loca, aunque con ello se le fuera la vida. Mary Anne había gritado y Jean junto con Damien la instaron a callarse. Nadie iba a arriesgar su vida ese día, al menos no más de lo estrictamente necesario. Había que salir de la persecución de la criatura, llegar a buen puerto era la primera, única, excesivamente necesaria prioridad.

Entonces...

El sonido claro del fusil llenó el aire y todos viraron hacia la dirección del soldado. Éste temblaba como una hoja delante de una criatura de más de 1.90 metros de altura. El cuerpo cubierto de pelo abundante y negro y la boca terminando en un largo hocico que asomaba todos sus dientes. Los ojos llenos de furia. El animal, un lobo gigante de forma humana ahora había cambiado... ¿O era otro? Todos recordaron la cabeza que había entrado por el vitró hacia un poco y no tenía la misma fisonomía, era una cabeza humana con pelo, con mucho pelo; pero esta criatura ahora no tenía nariz sino un hocico prominente y anguloso.

- ¡Corred!- gritó el soldado. -id a la mansión, le he pegado al bastardo.

El animal se tambaleaba, una herida se abría en su pecho. Sin embargo, no se detenía, seguía avanzando. Alguien recordó lo de las balas de plata. Fue el doctor Robins.

-Tienen que ser de plata. ¡Salga de ahí!

Tres pasos separaban a la bestia del militar.

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08/11/2009, 17:02
Patrick Collins

El irlandés no había reparado en el pequeño gran detalle de la hora. Solo veía a dos personas despiertas, pero quizá hubieran más. De todos modos, no necesitaba mucho, solo algo de ayuda para conseguir un par de cosas en las que había pensado mientras bajaba las escaleras.

El señor Banks estaba allí. No le conocía más de que del rato que habían pasado en la iglesia, y no creía tener tanta confianza con él como para tener una comunicación fluída. Le hizo una pregunta, y él respondió con la levita todavía en la mano, y el fusil a la espalda colgando de su correa.

-Mi señor me ha dicho que tengo que salir. Es algo importante.

No supo si decir más. No sabía si él estaría entre los que se fueran, o solo serían las hermanas. Era mejor no darle ilusiones por si acaso, y en previsión de una posible reacción hostil por su parte. No dejaba de ser un hombre, y la situación podía volverse desesperada.

La señorita Elizabeth acudió entonces, preguntándoles si deseaban algo. No es que fuera la más comunicativa de las tres hermanas, pero no dejaba de ser un miembro de la familia. Si su hermana mayor no estaba despierta, podría hablar con ella.

-Sí, puede hacer algo... -comenzó a decir- Si no es molestia. ¿Está el fuego de la chimenea encendido?

Reflexionó un segundo, y decidió que podía preguntar más cosas sin resultar grosero.

-También me gustaría saber si su hermana Anabel está despierta, ya que necesito hablarle de un tema bastante privado e importante.

Parpadeó.

-Supongo que en el cobertizo de esta casa tendrán cuerda, soga o algo similar... -añadió- Creo que la necesitaré.

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08/11/2009, 18:10

Notas de juego

Faltan 2 horas para el amanecer aún. Antes de postear para el grupo necesito la respuesta a la pregunta de Collins sobre la soga por parte de Anabel o cualquiera de las hermanas, más si tienen algún consejo. Al otro grupo ya le coloqué respuesta ayer. Bueno, entre hoy a la noche y mañana coloco a éste.

Bsos!!

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08/11/2009, 18:44
Damien Louis de Murvile

-¡Muévase insensato!- espetó Damien reforzando la exclamación del doctor Robins, el cuál fue el primero en empezar a correr por su vida. Según parecía era uno de los pocos que seguía conservando la cordura en ese extraño páramo, pues estaba claro que la actitud de las damas y del propio soldado distaba mucho de ser normal para su gusto.
-Llévesela de aquí, asegúrese de que no vuelve a escabullirse- indicó al aturdido Jean acercando a Mary Ann con él, tirando de su mano de ser preciso.

En una situación normal nunca hubiera sido tan exigente ni brusco con una señorita, pero por desgracia no era el momento adecuado para delicadezas y su mente estaba concentrada en la bestia en esos momentos.
-Intentaremos darles algo de tiempo- dijo en dirección a la espontánea pareja formada por Byron y Claire, a los cuáles apremió con gestos para que también corrieran mientras él se quedaba junto al soldado unos instantes más.

Quizá no le matarían pero si conseguían que se tambaleara y quedara herido sería suficiente para que el resto pudiera resguardarse. Al menos esa era su esperanza.

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08/11/2009, 19:23
Anabel Cornwell

Desde la cocina procede el sonido de algunos platos y las tazas que Anabel todavía se afana en limpiar y secar para seguidamente colocarlos debidamente en sus respectivos armarios hasta que toda la cocina está limpia y ella suspira hondamente, agotada. Se frota entonces los ojos, falta de sueño, y distingue que a pesar de todo todavía hay gente hablando en el salón aunque ella probablemente opte por acostarse ahora que parece haber cierta tregua.

Aún así, se asoma a la sala, y comprueba con extrañeza que se trata del señor Collins. En realidad no es su presencia lo que la sorprende, si no la de su arma.
-Claro que tenemos cuerdas... Las de tender la ropa, incluso el columpio cerca del establo que montamos emm...- opta por no terminar ese otro ejemplo y se limita a carraspear -¿Para qué la necesita?- pregunta con interés mientras le mira inquisitivamente.

Tiene que ser algo importante para que haya decidido dejar a Susanne a solas, a menos que las órdenes de su Señor estén por encima de eso... pero quiere creer que no, al menos por el momento.

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08/11/2009, 19:47
Patrick Collins

La señorita Anabel apareció, y él no pudo sino inclinarse brevemente en señal de respeto. Su rostro se mostraba sombrío, duro. Parecía preocupado, o quizá preparado para lo peor. Centró su atención en ella, sin ser descortés con los demás.

-Señorita Cornwell. Agradecería poder hablar con usted.... en privado.

Aguardó su respuesta, impetérrito.

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08/11/2009, 20:12
Anabel Cornwell

-Oh- deja escapar un corto sonido de cierta perplejidad y su expresión se vuelve más sombría. Una conversación privada a bien seguro que no augura nada bueno, sobretodo teniendo en cuenta el tono y la expresión empleados por Collins. "Más malas noticias no, por Dios..." piensa para sus adentros compungida. ¿Cuanta desgracia se puede acumular y soportar en tan poco tiempo? Desde luego ella ya empieza a sentirse algo desbordada.

Al final se sobrepone e invita al caballero a pasar delante de ella con un gesto de su brazo.
-En la cocina estaremos solos y tranquilos, si lo desea- dirige una última mirada de desconcierto a su hermana menor y después se internan en la sala en cuestión, en la cuál cierra la puerta con cuidado. Es probable que Liz acabe con la oreja pegada en la misma.

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08/11/2009, 20:54
Patrick Collins

Ella cerró la puerta, y él estuvo mirando la cocina un momento. Era humilde, pero bonita. Era algo que podía definir por añadidura a las hermanas Cornwell, su hogar y todo lo que las rodeaba. No recordaba haber estado en muchas cocinas como aquella, salvo en su niñez. Los recuerdos de su madre cocinando en su cuchitril con sus hermanas, las largas faldas y el cabello recogido en blancas cofias mientras comía un pedazo de paz con manteca, se mostraban ya tan lejanos que cualquier persona habría opinado que formaban parte de la vida de otra persona.

Escuchó la puerta cerrarse suavemente, y parpadeó, exhalando una respiración larga y tranquila. Procuró acostumbrarse al hecho de que estaba a solas con ella, con la mujer que hasta hace muy poco tiempo se sentía extrañamente atraído. Entonces, se dió la vuelta y la miró. Había algo en sus ojos, algo que todavía...

-Señorita... -comenzó a decir, parpadeando- Tenemos un grave problema.

Se dió cuenta de que todavía llevaba el fusil encima, asi que lo descolgó y lo apoyó en un mueble cercano. Pensaba cogerlo en poco tiempo, pero no quería resultar violento ni cohercitivo.

-Con hombre lobo o sin él, hemos violado de hecho una órden de cuarentena de la reina, además de que han desaparecido los soldados que debían custodiarnos. Y eso es grave.

Parpadeó de nuevo, apartando la mirada un momento. No había estado con demasiadas mujeres, y menos a solas. Una mirada como aquella le hacía sentirse incómodo, tan fija y enigmática.

-He visto otras veces, en otros lugares, que pasa cuando el poder del imperio británico es cuestionado por meros individuos. Quizá le parezca un acto inconsecuente, pero en el país de donde yo vengo, por mucho menos que esto fusilan a familias enteras, después de hacerles cavar la zanja donde acaban enterrados.

Pensó que no debía ser muy macabro en las descripciones. Con un ejemplo, bastaría. Ellas no dejaban de ser unas dulces muchachas de la campiña inglesa, para las que la guerra y la crueldad quedaban lejos, y nunca llegaba a sus oídos. Leían bonitas novelas escritas por tipos que podían perfectamente haber viajado como turistas a alguna capital europea y decir inspirarse en su particular idiosincrasia. Sea como fuere, la cruda realidad no estaba al alcance de todos. Y casi era mejor así.

-Ignoro que medidas tomarán los mandos, pero la cosa puede acabar muy mal. Sin duda habrá gente que habrá aprovechado para irse de aquí, y el gobierno estará nervioso. Intentarán detener la enfermedad, y apuesto a que mandarán soldados, muchos, para cerciorarse de que ninguno de nosotros salimos de aquí. Y si lo hacemos, sería para ir a un lugar mejor... en una perspectiva religiosa de la frase.

La miró de nuevo.

-Se lo he dicho a mi señor, y estamos de acuerdo en que parece prudente poner tierra de por medio, entretanto. Se que ustedes son chicas autosuficientes y orgullosas, y esa es una de las cualidades que me hacen admirarlas, quererlas y respetarlas. Se que posiblemente no lo acepten, y que creen que su deber es permanecer en su casa y defenderla hasta el final, por ser el lugar donde crecieron y jugaron, donde amaron y padecieron.

Miró un momento sus manos, las manos de ella. Hace no mucho, había logrado tocar una de ellas. Es extraño, pensó, como cambian las cosas, las vueltas que da la vida. Y él era todo un veterano en esas mudanzas. Solo lamentaba que personas tan buenas como las hermanas Cornwell estuvieran sometidas a tan dura prueba.

-Creemos que lo más prudente es prepararse para lo peor, y llevarlas cuanto antes y provisionalmente a la casa de campo de mi señor en Oxfordshire, poniéndolas a salvo hasta que termine esta locura.

Miró un momento por la ventana, girando el rostro.

-Para eso tengo que salir ya de la casa, y todavía no ha amanecido. Esa cosa me puede estar esperando, e iré yo solo por el campo. Por eso necesito la cuerda, y fundir una bala con la plata de la pequeña cruz que me dió el señor Varsatof. Toda precaución es poca.

Controló la respiración para no parecer nervioso. La gente decía que era imperturbable, pero eso no era cierto. Era tan humano como cualquier otro, solo que había aprendido a vivir con sus emociones, a hacerlas parte de si mismo. Sacar fortaleza de la debilidad. Por un momento, se planteó ir más allá, pedirle disculpas, explicarse. Pero alguna extraña fuerza le retuvo, de momento.

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08/11/2009, 23:57
Anabel Cornwell

-¿Sólo uno...?- la mayor de las hermanas toma asiento con cierta lentitud en su silla habitual, sacudiéndose un poco el vestido, todavía sucio después de todo lo acontecido, para después fijar la mirada en la que su madre solía desayunar, aunque rara era la ocasión en la que lo hicieran todas juntas pero aún así cada una tenía su lugar propio y reconocible incluso simbólico.

Sus hombros caen un poco más con el peso de los recuerdos, pero aún así opta por prestar su atención a la explicación del caballero dejando reposar las manos sobre su regazo con tranquilidad. En apenas un par de frases se da cuenta de que probablemente Liz también debería de estar presente pero ahora ya es tarde así que se lo explicará lo mejor posible cuando terminen.

-Creo... creo que éramos muchos testigos, incluyendo el párroco, el doctor Robins y el soldado que sobrevivió. Quizá podríamos convencer a las autoridades de que lo hicimos por necesidad... Aunque yo no entiendo de esas cosas- se encoge de hombros, algo resignada. Después de la explicación tan explícita de Collins resulta difícil imaginar que realmente haya muchas opciones, pero no podría permitir que sencillamente les pasara algo a sus hermanas... No, de eso ni hablar.

-Supongo que hace esto porque somos las hermanas de Susanne... sin embargo tiene razón. Somos orgullosas y tercas, si cree que yo lo soy es porque no conoce bien a Liz- al admitir esto dibuja una sonrisa algo traviesa pero después prosigue algo más seria -Creo que es adecuado que ella se traslade con ustedes como su futura prometida y esposa, pero tendré que hablar con mi hermana menor, no estoy segura de que queramos movernos de aquí... hmmm- se queda pensativa entonces y se levanta de su asiento, aprovechando que Collins observa a través de la ventana para pasearse un poco por la cocina, inquieta.

Ha visto en varias ocasiones las extrañas miradas del Lord y Liz, contrapuestas a sus palabras, por eso debería hablar con ella del asunto pero quizá habría una pequeña oportunidad de que cediera. Con Susanne está claro que no habría problema, ¿y ella? Desde luego sobra en ese cuadrado casi perfecto así que tuerce ligeramente la boca. No importa, la felicidad de sus hermanas es mucho más importante que la suya propia.
-Intentaré convencerla- acaba por decir deteniendo sus pasos para mirar nuevamente al irlandés con su habitual expresión neutral y distante para él.
-Sigo sin entender de qué puede servirle una simple cuerda contra esa bestia, pero... Le prohíbo que salga de esta casa solo. ¿Quién se cree que es?, ¿alguien prescindible? Mi hermana ya no podría concebir una vida sin usted y mucho menos después de todo lo que ha padecido estos días. ¿Qué sucederá si realmente ese animal le ataca?, ¿le destrozará la vida? No, usted se queda aquí hasta que consiga más voluntarios o nos vayamos todos juntos, no me convencerá de lo contrario señor Collins- su tono resulta tan definitivo y autoritario como cuando habla con sus hermanas, sin embargo sabe que él no está ligado como ellas -Me lo debe- espeta al final cómo si escupiera esa afirmación. Él sabe a lo que se refiere, no necesita más detalles.

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09/11/2009, 00:16

Notas de juego

susanne si posteas ahora te aviso que en el salón falta Anabel y Collins que están en otra habitación hablando.

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09/11/2009, 04:57
Susanne Cornwell

Cerró los ojos. El cansancio y a la vez la tranquilidad que le daba el estar en casa, sabiendo que todos estaban bien, en especial sus hermanas y Patrick hicieron que apenas apoyar la cabeza en la almohada aquello ocurriera.

Se sentía segura, saberlo allí, con ella, hacía que se sintiera así y aún cuando los motivos para estar inquieta eran muchos y muy poderosos, egoístamente o no se sentía en paz.

La voz de él, cálida, fue para ella como un dulce arrullo y se mantuvo con su mano entre las suyas hasta que se durmió profundamente. No lo oyó marcharse de la habitación, mucho menos supo o se imaginó siquiera cuáles eran las preocupaciones que en ese momento pasaban por la cabeza de Collins porque quizás de haberlo sabido habría hecho algo para que éstas desaparecieran o cuando menos alivianarlas.

Notas de juego

Lo dejo nada más así, porque si apenas han pasado 20 minutos y Sue se ha dormido imagino que exhausta, dudo que 20 minutos de sueño sean para ella suficientes.