Partida Rol por web

Ad intra mare (Mar adentro)

PARTE III. Nuevas gentes y lugares

Cargando editor
11/02/2019, 23:58
Eguzki el Calvo

.

   Atravesé pués de lado a lado esta abadía, tras descargar sacos y manta en mi celda. Di gracias a mi desconfianza de no saber si tendriamos mantas que me arramble con una de los dormitorios antes de partir. Por un momento dude si dejar el libro y el bracamante, más como imagine que en parte estarían acostumbrados a viajeros, metí el libro en el zurrón y procuré que el bracamente no fuera demasiado visible y hacia donde me dijeron que estaba el hospital partí.  

Hermanos de la abadía   ¿Puedo ayudarle, señor? ¿está... enfermo?

   - Dios no lo quiera, hermano. - Contesto con una leve inclinación de cabeza al monje que se dirige a mí. - El reverendísimo señor abad ha comentado que algunos hermanos están enfermos, algo sé de curar heridas y de tratar dolientes, gustoso me gustaría echar una mano en lo que me sea posible para ayudar a aliviar los males de los pacientes, con su venia. -

   Si puedo echar un vistazo, los más graves atraerán mi atención primero, pues a mis cortas entendederas los veo más necesitados que los que no están tan graves.

.

Notas de juego

   Lo dicho, de equipo llevo el habitual encima zurrón y libro (el libro si entra en el zurrón), los sacos de comida en la celda, claro, no es cuestión de ir cargado. Y la manta también la dejaré en la celda, si es aparatosa, que supongo. El libro hasta que no esté al 100% seguro que no tiene nada que se pueda malinterpretar por unos cándidos hermanos... no lo dejo solo en la celda.

   A la noche cuando vuelva a la celda, leeré un rato el libro antes de irme a dormir, hasta que oiga la llamada a Maitines (sobre la una o una y media de la noche)

Cargando editor
12/02/2019, 09:15
Sebastián de la Torre Quebrada
Sólo para el director

No me esperaba una reacción tan escéptica en la figura de un abad, menos sabiendo que hablaba un caballero de Santiago y no un pícaro cualquiera, lo cual ciertamente llegó a ofenderme. Sin embargo estábamos en una casa de Dios y no dejaría que mi frustración socavara la paz de este lugar de reposo.

Con el anillo guardado de nuevo entre mis pertenencias, dirigí mis pasos a la iglesia con la esperanza de que la imagen de nuestro Señor pudiera calmar mi alma y dar respuesta a tantas preguntas.

Allí, arrodillado frente al altar, volví a sacar el anillo para ahora sí, ponérmelo y orar por nuestro viaje y seguridad.

Cargando editor
12/02/2019, 19:44
Caitán "el Largo"

Damiá, el pirata, parecía haber pensado lo mismo que yo al ver la herrería en aquel lugar...De modo que allí nos dirigímos ambos dos con nuestras armas. Al entrar sentí ese calor y olor típico de las herrerías. Aquello me resutó agradable.

Hola señor, mi nombre es Caitán, el Pardo. Tras varios días de viaje decidimos hacer una parada en la Abadía. Nos dirigimos a St. Cristofol por....por cuestiones de trabajo. Y bueno...esta lanza mia necesita algunos arreglillos. Afilar un poco la punta y si no es mucho pedir afilar también el cuchillo. Entonces saqué el cuchillo de mi zurrón, el mismo que utilicé en la cueva para cortar las raíces.

Cargando editor
12/02/2019, 23:01
Hermanos de la abadía

Bueno, señor, no sé si eso será posible... el abad Arnau... -respondió un poco balbuceante-. Aquí el dinero, bueno, si donáis generosa cantidad podría el abad asentir a vuestra propuesta. Aunque... esperad. Hoy debe regresar Imanol, un esportillero que suele venir a esta abadía. Trae mulas cargadas de fardos con legumbres, algunas hortalizas y alguna barrica de vino. Tal vez quiera venderle las suyas mulas, señor. Éstas... son para el trabajo de los huertos, como comprenderá.

Entonces se giró un poco y siguió recogiendo todo cuanto allí habían, heno en el suelo y paja de los caballos, y siguió amontonándolas. Entonces se detuvo un poco, y volvió a mirarte.

¿Qué le ha pasado a las vuestras bestias, señor? -te preguntó intrigado-. Y es que las nuevas en la abadía eran escasas, y que siempre era bueno saber de más allá de los muros de la misma.

Cargando editor
12/02/2019, 23:13
Hermanos de la abadía

¿Eso es una pregunta, señor, o una afirmación? -le dijo-. Por aquí no hay nada más que lo que ve: Dios gobernando esta buena abadía, y San Gabriel protegiendo a los hermanos, osea, todos nos.

Entonces, cuando estaba acabando de hacer el pequeño trabajo del pirata catalán, el Pardo le habló sobre su lanza.

¿Es que acaso vais a la guerra? -dijo ahora algo ofuscado-. Que no sirvo yo para dar muerte segura a nadie, ¿entienden? -el hermano estaba ahora bastante molesto-. No obstante, tomó su lanza, pensando para sí que tal vez con aquel arma Caitán pudiera cazar algún jabalí en momentos de flaqueza, o alguna mentira por el estilo como autoconvencimiento... Luego tomó el cuchillo de éste e hizo lo mismo que el del Gavinet. El caso es que, en cuestión de minutos, ya teníais las armas perfectas.

Acto seguido, el hermano cogió la tenaza y siguió con su trabajo, moldeando hierro del que parecía estar haciendo herraduras para caballos.

¿Y dónde dicen que van, señores? ¿A donde se dirigen? -os preguntó intrigado-. Y es que las nuevas en la abadía eran escasas, y que siempre era bueno saber de más allá de los muros de la misma. Tal vez os hicieran a los dos aquellos trabajos por el buen menester de contarles algo más de lo que era la vida del ora et labora.

Cargando editor
12/02/2019, 23:22
Hermanos de la abadía

Señor, pues... verá -respondió el hermano-. Ésta zona de aquí, donde están esos cuatro hermanos -señalando con la cabeza-. Son los más graves. Enfermos desde hace tiempo, y también mayores -añadió-. Sea cauto, no quisiera que contagiara vos o que hubiera de ser importunado por fiebres también. Acuda discretamente.

Y con éstas, que te acercaste a uno de los enfermos. Los cuatro estaban tumbados en camastros colocados como Dios les dió a entender, y que casi al azar te inclinaste a uno de ellos para auscultarle. El hombre estaba bocarriba, con los brazos cruzados y enmantado, y tenía un paño en la frente. Seguramente fueran fiebres altas. Además, estaba muy pálido, como si sufriera algún tipo de ictericia en ojos y blancura de piel. Notando el libro en tu zurrón, junto a tí*, viste que otro de ellos te alzaba una mano por atrás. Era un hombre viejo, muy viejo -tanto, que se diría que no eras capaz de aventurarle edad así a las bravas-; lo único que quería era reclamar tu atención. En cuanto notaste su mano en tu hombro te giraste y le miraste. Había gran cantidad de símbolos cristianos junto a él, así como relicarios, dos cruces y un par de imágenes de santo en pequeños pergamimos. Entonces te habló.

Buen hombre... -comenzó a decir-, ¿no ha venido con vos... -entonces se paró a toser unos segundos-, el caballero del jubón blanco y la enseña de Santiago como blasón? -entonces, sorprendido, supiste que se refería al caballero Sebastián-. ¿Dónde... está? -preguntó con voz lastimera, la voz enferma-.

Notas de juego

*Sí: tienes la certeza de que ese libro que tienes podría confundir a cualesquiera; y que lo podría interpretar como un objeto de culto a cualquiera... menos Dios.

Cargando editor
12/02/2019, 23:32
Osvaldo

Si hubiera sido cualesquier otro hombres harta afrenta habrías de darle por aquellas palabras; pero siendo el abad de la abadía que ahora os acogía no te quedó más remedio que agachar la cabeza, y más siendo figura eclesiástica. Acto seguido, colocándote el anillo, te encaminaste hacia la iglesia, en el centro de la abadía.

El templo era sencillo, pero aún así era el lugar más labrado en su exterior. Una pequeña imágen similar a la que había en sobre la puerta de la entrada del muro exterior, por donde accedísteis, guardaba también la puerta de la iglesia. Nada más entrar tu anillo brilló unos instantes, o eso te pareció ver durante un instante.

Una vez dentro, una fila de bancos de madera, una gran cruz detrás del altar y una hornacina con la figura de la Virgen María adornaban el interior. En uno de los bancos estaba Osvaldo, de rodillas, orando en silencio con las manos entrelazadas. Entonces se percató de una presencia, se giró y te miró. Cuando te sentanste un instante junto a él, antes de comenzar a orar, te habló.

Es el mejor alimento para el alma -dijo mirando la cruz, refiriéndose a la oración-, y hay mucho desalmado por ahí suelto... -esbozó una sonrisa, recordando a los palurdos a los que había dado justicia no hacía mucho-. Don Sebastián... ¿De qué lo conocéis? ¿A eso habéis venido todos, no? -te preguntó el caballero templario-. Entonces, instintivamente, arrugaste el entrecejo, en señal de extrañeza, pues no sabías a qué se estaba refiriendo. Él se percató de ello. Sí, a ese anciano. Uhm... Leví, creo que se llamaba. Justo antes de venir aquí he hecho una visita al hostpital. Por desgracia, hay siete enfermos allí acinados, siete clérigos bastante mayores, la verdad... Uno de ellos, me ha preguntado por tí... -quedaste harto extrañado, pues tú no conocías, que tú recordaras, a nadie ahí-. "El caballero del jubón blanco y la enseña de Santiago", fue lo que me refirió -añadió parafraseando al que se refería-. Eso me dijo, y supe que érais vos. ¿Es familia vuestra ese fraile? -Osvaldo estaba intrigado... tanto como tú-.

Cargando editor
12/02/2019, 23:46
Director

Notas de juego

Próxima actualización: viernes 15.

Cargando editor
15/02/2019, 03:07
Eguzki el Calvo

.

   Teniendo muy en mente las advertencias del hermano, y no sabiendo a que me enfrento, tomo precauciones tapándome la boca para no aspirar y evitando tocar con la piel desnuda a los enfermos, voy aquí y allá y hago lo que puedo.

   Trato de aliviar en la medida de mis conocimientos a los enfermos, pero con gran dolor, veo que me queda mucho por aprender, estoy a punto de poder dar con un remedio que alivie su mal, más por suerte que por sabiduría, pero se queda sólo en vanas promesas. Sin un diagnóstico claro, temo que mis curas no los sanen, pero al  menos, podré eso sí, aliviar sus dolores. Estoy a punto de retirarme, rojo de vergüenza por mi inutilidad, cuando uno de los enfermos anciano, llama mi atención.

   - Buen hombre, en lo cierto está, - le comento en voz baja para no molestar a los enfermos. - Está hablando con el abad, ¿desea verle? - hablo con él y le reconforto, pensando que debería buscar a Don Sebastián, más no estoy seguro de si sigue con el abad y Damiá y Caitán estaban afuera al lado en la herrería. De seguro que tardaría menos en darle aviso a ellos y podría seguir cuidando enfermos, esta vez, los leves, que no requerían tanta urgencia.

.

- Tiradas (2)

Notas de juego

   Salvo que haya bono, gasto toda la suerte y fallo, lástima, quería ayudar a sanar a los hermanos, si en vez de medicina fuera sanar, también usaría suerte, que he declarado, pero saldría y perdería un punto. Dejo tirada la de sanar por si hiciera falta.

   Si el hombre me dice algo más, escucho, si pide de ir a buscar o ver a Don Sebastián, doy aviso a Damiá y Caitán en la herrería.

Cargando editor
15/02/2019, 12:26
Sebastián de la Torre Quebrada

Encontré a Osvaldo orando y tomé asiento junto a él antes de proceder con mis rezos. Este comenzó a hablarme de un clérigo cuyo nombre ciertamente no me decía nada. Nunca habían pisado mis pies aquellas tierras por lo que no esperaba encontrarme con ningún conocido. Repetí el nombre varias veces en mi cabeza para ver si conseguía recordarme a alguien: "Leví... Leví... Leví...". Era desconcertante en cierta medida que fuera quien fuera aquel hombre, supiera de mi, pero no pareciera que su conocimiento fuera más allá de cómo vestía, al fin y al cabo un caballero de Santiago era difícil que pasara desapercibido.

- Mucho me temo, señor Osvaldo, que no conozco a ese tal Leví, ni clérigo ni villano. ¿Dijo que estaba enfermo? - agradecí que compartiera conmigo aquella información y me alejé hasta otro banco, lo más próximo al altar, para comulgar con Dios. El siguiente paso cuando acabara sin duda estaba claro: el hospital.

Notas de juego

Me dirijo al hospital tras mi tiempo de oración.

Cargando editor
15/02/2019, 15:25
Dalmau Font de Tossa

Dalmau escuchó lo que le explicaba el encargado de los establos, y asintió.
Por supuesto que haremos un importante donativo si podéis ayudarnos.
En todo caso, esperaré a la llegada de Don Imanol a ver si puede ayudarnos.
dijo, y se sentó a esperar observando los trabajos de aquella gente.

De repente, el hombre le preguntó por lo obvio; ¿dónde estaba su caballo?
Aún no me lo explico. Fui a dormir dejando mi caballo en los establos de una posada... no muy lejos de aquí.
Y entonces al despertar... estaba... era... bueno no quiero entran en detalles.
Una bestia salvaje lo atacó...
dijo, intentando no recordar aquella dantesca escena.

Cargando editor
15/02/2019, 17:22
Damiá, el Gavinet

Las armas también sirven para luchar contra el hereje, o proteger a la familia. Estos tiempos son inciertos. El frio ahuyenta a los osos en sus madrigueras pero azuza el hambre de los hombres, y el hambre es capaz de todo. Contesto el marinero. Malditos santones que viven encerados y protegidos de todo mal. Su mundo se reduce a sus confortables paredes, y para colmo se atreven a juzgar. Pensó con amargura.

Nos dirigimos a San Cristofol de Menteugue en busca de una cura para un alma enferma. ¿Hay algo de importancia en dicho camino?

Cargando editor
15/02/2019, 21:17
Hermanos de la abadía

El tratamiento de los enfermos era harto complejo. No porque no superias en esos momentos qué hacer, sino por que la enfermedad que tenían unos y otros debía ser interna, y no simples heridas o torceduras. Y aunque intentaste dar todo tu esfuerzo en empatizar con ellos, no supiste muy bien cómo reaccionar: los dolores de los que se quejaban, o eran del alma, o eran casi inexplicables. Uno parecía no muy cuerdo, otro apenas hablaba y sólo arrugaba el entrecejo de dolor... Y en toda esta situación no sabías muy bien cómo actuar. Entonces volviste a poner atención al hermano más anciano.

Sí... id... id y decidle que venga -añadió con esfuerzo y tos incluida-. Y én estas, que avanzaste a avisar a Damiá y Caitán, que estaban en la herrería junto al hospital.

Cargando editor
15/02/2019, 21:18
Director

El clérigo asintió a las razones del Gavinet, que eran ciertas, pero negó la pregunta de Damiá, pues no sabía más allá de lo que los muros por dentro le proporcionaban. Entonces llegó Eguzki, el curandero vasco, para avisaros (de alguna manera sabía que estábais allí). Por lo visto os había visto entrar en la herrería mientras él acudió al hospital (ambos edificios estaban uno junto al otro). Eguzki os pidió que era menester, por parte de un hermano de la abadía, que fuérais a buscar a don Sebastian, pues requerían de él en el hospital. Y en éstas que estábais hablando del asunto, en la puerta de la herrería, que vísteis llegar a don Sebastián y Osvaldo. Venían hacia vosotros.

Cargando editor
15/02/2019, 21:19
Osvaldo

No dijo que estaba enfermo... estaba enfermo -te aclaró-. Era uno de los hermanos que había allí, siete me parece. Era un tipo viejo, muy viejo. Jamás ví tales arrugas en la cara de un hombre.

Entonces, una vez que te acercaste a orar en el altar y regresaste, Osvaldo estaba ya de pie.

Iré con vos, si no os importa -añadió-. Y én éstas que salísteis de la iglesia y caminásteis desde el centro de la abadía hasta la otra punta. Curiosamente, mientras avanzábais hacia el hospital, vísteis que a lo lejos, a unas decenas de varas, Eguzki, Damiá y Caitán estaban en la puerta de la herrería, hablando entre sí. Vosotros los vísteis y ellos os vieron. La herrería estaba anexa al hospital. Por ello, antes de entrar, te reunistes con ellos.

Cargando editor
15/02/2019, 21:19
Director

Ahora estábais juntos los cinco: Sebastián, Caitán, Gavinet, Eguzki y Osvaldo. El caballero Dalmau no. Pareció que, en pocos segundos, la casualidad os había reunido a los pies de la herrería y el hospital. Eguzki aclaró la situación a don Sebastian: le dijo que alguien le esperaba en el hospital, un anciano que se había referido a él y que quería hablarle. Sebastián comentó que lo sabía, y que a ello iba... El caso es que, justo antes de que volviérais a dispersaros, oísteis un terrible aullido: era el grito de un monje. Procedía de las letrinas, junto al establo. Visteis a algunos soldados correr hacia allí.

Notas de juego

Vosotros estáis juntos (Dalmau no).

Próxima actualización: martes 19

Cargando editor
15/02/2019, 21:20
Hermanos de la abadía

Una bestia... -el hermano estaba intrigado, a la vez que estupefacto. ¿Qué bestia podría atacar a un caballo? ¿Es que acaso lo había engullido? Estabas sentado viendo cómo el hermano recogía el establo, así como desde el interior veías a otros a lo lejos, andando para acá y para allá de la abadía.  Entoces lo oístes; era un terrible aullido: era el grito de un monje. Procedía de las letrinas, junto al establo, donde estabas. Visteis a algunos soldados correr hacia allí.

Notas de juego

Próxima actualización: martes 19

Cargando editor
16/02/2019, 16:42
Damiá, el Gavinet

El pirata estaba contemplando su cuchillo afilado de nuevo y el espléndido trabajo del hermano herrero. Escuchaba la incansable charla del vasco pero sin prestarle demasiada atención. ¿Y qué quiere ese hermano de nosotros? Somos simples viajeros.

Entonces escucho el grito procedente de las letrinas y corrió detrás de los soldados, antes de empezar a correr como un loco, tuvo la precaución de guardar su cuchillo en su funda. También procuro llegar detrás de los soldados a la letrina, el capitán tenía malos recuerdos de las autoridades. Prefería perder pistas por tardar un poco más tardes a llegar el primero y ser  acusado por ser el primero en estar al lado de un posible crimen.

Cargando editor
18/02/2019, 08:42
Dalmau Font de Tossa

Mientras conversaba con el encargado de los establos, Dalmau escuchó un grito de horror procedente de las letrinas cercanas a donde estaba.
Sin dudarlo corrió hacia allí para ver qué sucedía.

Cargando editor
18/02/2019, 08:15
Sebastián de la Torre Quebrada

Saludé con un gesto al resto de compañeros que allí junto a la herrería se encontraban y escuché las palabras de Eguzki, corroborándome que había alguien en el hospital preguntando por mí. Precisamente continuando mi camino hacia el hospital, un gritó rompió la paz de la abadía. Pidiendo al Cielo que los funestos presagios que en mi cabeza había no comenzaran a cumplirse, corrí tras los guardias. Ya habría tiempo, esperaba, de ir a ver a quien fuera que estuviera preguntando por mi.