Partida Rol por web

Barcelona, martes 23 de enero de 2018

El día había sido gris y desapacible, caracterizado por una fina llovizna procedente de Levante, de ese Mar Mediterráneo que, en esos días, adoptaba un riguroso gris plomizo, en calma, plano, apenas castigado por la misma sólida masa de nubes que él mismo se había encargado de producir.

Eso y un notable descenso de las temperaturas que hacía que la gente se refiriera a la lluvia como aguanieve y albergara la fútil esperanza que nevara otra vez y a pesar de todos los problemas que acarrea en una ciudad poco acostumbrada a la nieve.

A pesar de todo, con el crepúsculo las nubes se disipan y la lluvia parece dar tregua a una Noche que, habida cuenta los sucesos acontecidos en la anterior, se pronostica desapacible.

Recibes un mensaje de Edgard, tan escueto y parco como caracterizan al individuo: 

Estamos listos y pendientes. Mantennos informados.

He tenido que quedarme en la cama un poco más, hasta que los numeros han sumado par.

-No es plan de empezar la noche mal.

Me levanto y estiro la espalda en un gesto heredado de mis dias pasados, me aseo un poco, teniendo cuenta de relaizar todas y cada una de las acciones un numero par de veces y me visto.
Vaqueros, clacetines, gayumbos, camiseta y jersey. Con las botas tipo Panama Jack amarillas perfecto.

-Con lo chulas que son amarillas, luego dicen de que los colores dan mala suerte...

Miro el movil y juro en arameo por primera vez en la noche.

-Estos se creen que soy el chico de los recados hostias. Entre los encuentros para fiestas de etiqueta con estacas y sangre y ir a cazar al tipo que me mató y me metió en la movida esta... Espero que el Edgar se acuerde de que algúna noche tengo que trabajar, si me quiere a tiempo completo tendrá que pagarme él la nómina.

Pillo la azadora y una bufanda, que no me hace falta porque frio ya no paso, pero queda bien, y salgo para la calle.

Camino con cuidado, que no esta la cosa para ir despistado y me dirijo a coger el transporte público para ir hasta la zona donde deberia encontrar a mi sire. Igual por el camino se cruza la oportunidad de comer algo, dos algos, comer solo de un plato me da mal rollo.

Una rápida consulta te permite saber que la estación de Metro más cercana a la confluencia entre las calles de Pallars y Badajoz es la de Llacuna así que, tras algún que otro transbordo por las entrañas de la ciudad, finalmente llegas a la salida que se encuentra a unos 50m de tu destino.

A pesar que a esas alturas del año anochece temprano y que, en consecuencia, a esas horas uno esperaría encontrar algo de movimiento o incluso animación en la calle, nada más lejos de la realidad: El ambiente frío y lluvioso contribuyen a la decadencia imperante de modo que los pocos peatones con los que te cruzas caminan apresuradamente para resguardarse en sus domicilios mientras tratan de evitar, con evidentes cambios de acera, cruzarse con los chatarreros subsaharianos que, como abatidas hormigas, trasladan sus escombros y otros cachivaches en traqueteantes carros de supermercado.

Por fin llegas al cruce y, para mayor de tus tranquilidades, resulta que la clínica dental se encuentra en la acera que alberga los números pares de la calle Badajoz.

Efectivamente, en los bajos de uno de esos inmuebles permanece, desafiando las inclemencias climatológicas y a los vándalos ocasionales, el ajado cartel que antaño anunciaba la prestación de oportunos servicios odontológicos.

Se trata de un local escaso, de a lo sumo un centenar de metros cuadrados, protegido por una oxidada persiana metálica que parece que hace meses que no registra movimiento. 

Un soslayo por la puerta que da acceso al bloque que se eleva encima del local revela la existencia de una pequeña puerta lateral por la que parece que se puede acceder al local abandonado.

Por otro lado, una vuelta por la zona indica que en la parte trasera de tu objetivo hay un solar ocupado por una cantidad indeterminada de chatarreros que tratan de resguardarse del frío mediante hogueras improvisadas en enormes latas metálicas que vaya usted a saber de donde han sacado.

Acceder a un local abandonado no debiera ser tarea complicada para un Vástago inmortal... Como mínimo aparentemente, sobre el papel, la realidad puede ser distinta...

Tras mi pequeña inspección por los alrededores parece claro que la pequeña puerta es mi mejor opción.

Pero antes un mensaje a Edgar.

Cita:

Me acerco a la puerta e intento abrir.

La puerta, obviamente, está cerrada. A pesar de no parecer especialmente sólida si que haría falta alguna argucia u otro método contundente para abrirla...

En eso te encuentras discurriendo cuando observas la llegada de un tipo en ciclomotor que estaciona en la acera, a escasos metros del portal.

El tipo viste un mono de trabajo y, al despojarse del casco, resulta tratarse de un joven de poco más de veinte años con toda la pinta de llegar a casa tras una dura jornada en un taller o fábrica.

Sin prestarte excesiva atención, al parecer bastante agotado y hastiado por su día, saca un manojo de llaves del bolsillo y, notando tu confundida presencia requiere un parco - ¿Entras? - sin mayores prolegómenos ó contemplaciones.

Veo mi oportunidad de pasar el primer obstáculo y aprovecho.

-Si, gracias!

Acompaño al muchacho hacia adentro, al el va al ascensor, tiraré por las escaleras y viceversa.

Sumido en un contagioso estado de agotamiento el tipo presta una escasa atención a tu presencia y, como preveías, llama al ascensor olvidando tu misma existencia.

Asciendes un tramo de escaleras y, al percatarte que tu inesperado benefactor se ha largado, regresas a la planta baja en la que una puerta cerrada comunica el inmueble con el local anexo que, en su día constituía una Clínica Dental y hoy consiste en el lugar en el que se supone que debes hallar a Pere Arnau...

Una vez de regreso en el portal y tras subir y bajar el tramo de escalera de dos en dos, valoro mis posibilidades.

Lo primero escucho con atención a través de la puerta.

Apoyas tu oído contra la puerta, un sólido bloque de madera; dirías que no es blindada pero aun así es evidentemente consistente.

Al otro lado nada, un silencio sepulcral en el que solo distingues la existencia de alguna abertura, en la parte trasera del local, que desemboca al solar que hay detras del edificio.

Allí si, en el solar, oyes el remor de pasos arrastrandose y la evidente presencia humana.

-Silencio... Pues que bien. Igual está ofuscado

En vistas de que no parece que la entrada por aquí sea loas fácil, decido dar la vuelta por el solar.

Salgo del portal dejando algo en el marco para que la puerta no se cierre del todo, nunca se sabe si tendré que volver a entrar, y camino unos metros mientras escribo un mensaje a Edgar.

Cita:

Me oculto en las sombras y me ofusco antes de llegar a la entrada del solar.
Me acerco con precaución y observo la escena y la posibilidad de que exista una entrada más asequible por este lado.

"Ok" responde parcamente Edgard.

Rodeas el edificio hasta llegar a una apertura entre los tablones que parece constituir la vía de entrada habitual al solar que se encuentra tras la Clínica.

Desde ese punto, debidamente ofuscado, distingues un acceso directo desde el solar a una suerte de galería o fregadero que hay en la parte trasera del local que constituye tu objetivo; el sentido común te lleva a pensar que, en caso de no poseer las llaves para entrar a la Clínica, ese lugar debe constituir el acceso natural al local.

En el solar una decena de chatarreros subsaharianos que combaten el frío mediante pequeñas hogueras dispuestas en latas de casi un metro de alto.

Entre los habitantes del solar, destaca un negro colosal, de practicamente dos metros de alto y ciento cincuenta kilos de peso que, habida cuenta su evidente superioridad física aparenta tratarse del "jefe" de las personas que allí se amontonan pobremente.

Tampoco te pasa por alto que, de alguna manera, el inmenso ejemplar parece custodiar o vigilar de alguna manera el acceso a la Clínica desde el solar.

La situación en el solar no hace si no confirmar que estoy en el lugar adecuado.

-Acceso y segurata? Bingo. Será un ghoul de esos, debería hacerme uno, pero igual más discreto que este animal.

No lo tiene mal montado mi sire, si es que está aquí.
Un refugio discreto, con seguridad y un montón de desesperados que seguro que "donan" sangre por un bien precio.

Me encamino hacia la entrada evitando al negraco.

Debidamente ofuscado, reptando invisible entre las sombras del sucio solar, te cuelas en la Clínica abandonada sin despertar las sospechas de sus presuntos custodios.

Tras cruzar lo que antiguamente era una galería que servía como cuarto de limpieza, accedes por la parte trasera a lo que sin duda, y habida cuenta la presencia de una butaca de operaciones abandonada, debía tratarse de la consulta del dentista.

Echas un vistazo general a la dependencia: Tiene una distribución cuanto menos curiosa ya que, por el costado que conduce a la parte delantera se accede a lo que debía ser la Sala de espera mientras que, en otro lado, hay una rejilla destinada a albergar algo similar a los conductos de ventilación.

Un examen más minucioso de dicha rejilla indica que últimamente ha sido abierta y cerrada con mas frecuencia de lo que cabría esperar. 

Observo la sala y me da mal rollito, ya los dentistas no me gustan, pues uno abandonado dónde se supone que vive el tío que me mató ya flipas.
La rejilla parece la opción clara, que también podría ser una trampa.

-Me estoy flipando un poco...

Tiro para allí contando los pasos y dando dos pequeños al final para que cuadren.
Escucho a ver si obtengo alguna pista y si no hay nada, intento abrir con cuidado.

No oyes nada, ni antes ni después de retirar la reja, solo el lejano goteo de alguna tubería perdida vaya usted a saber donde, a parte de eso nada más, el silencio es sepulcral.

-Joder que cague... ¿Por qué me meto en estas movidos? Bueno va, total, ya estoy muerto.

Sobrepaso la rejilla hacia la oscuridad, solo para salir marcha atras inmediatamente y volver a entrar, fundiendome con la oscuridad gracias a mis poderes vampiricos.