Partida Rol por web

Barcelona, martes 23 de enero de 2018

El día había sido gris y desapacible, caracterizado por una fina llovizna procedente de Levante, de ese Mar Mediterráneo que, en esos días, adoptaba un riguroso gris plomizo, en calma, plano, apenas castigado por la misma sólida masa de nubes que él mismo se había encargado de producir.

Eso y un notable descenso de las temperaturas que hacía que la gente se refiriera a la lluvia como aguanieve y albergara la fútil esperanza que nevara otra vez y a pesar de todos los problemas que acarrea en una ciudad poco acostumbrada a la nieve.

A pesar de todo, con el crepúsculo las nubes se disipan y la lluvia parece dar tregua a una Noche que, habida cuenta los sucesos acontecidos en la anterior, se pronostica desapacible.

Tras acicalarte como acostumbras te desplazas de nuevo a la Plaça de Sant Jaume. Al llegar, no puedes evitar sentirte ligeramente apesadumbrado por el recuerdo de todo lo acontecido durante la noche anterior.

Gaudencio Sanz - como ya parece ser una costumbre, Sergi te sorprende desde tu retaguardia, dándote una amistosa palmada en el hombro -. Me habían dicho que era usted un hombre de posibles, lo que es indudable es que a parte de eso también tiene usted un gusto exquisito - alaba admirando tu coche.

Oh, si! Las veladas en El Liceu son interminables y cualquier minucia sirve de distracción a esos corrillos de Marujas - aclara el origen de los rumores acerca de ti.

En fin, me imagino que querrá ser usted el que conduzca - se monta en el deportivo tras tu tácito consentimiento -. Vayamos a Provença con Villarroel - requiere -. Lo primero que debemos hacer es tener una agradable charla con los muertos - te guiña el ojo de manera cómplice.

Atendió a Pons con la sobriedad y elegancia que otorgan no sólo las décadas vivo sino también la ambrosía de la muerte. Una vez en el coche, que claro está conducía él mismo, se dirigió hacia las señas que le fueron dadas. Había observado a Pons de reojo, y por mucho que se hablara de su Clan parecía alguien con quien se podía tratar. Posiblemente, a pesar de las diferencias obvias, tuvieran muchos temas de conversación en común

Pero no era la trivialidad la que los había unido al inicio de aquella noche...
-¿Cuál es el plan, señor Pons? -preguntó, sin andarse con ambages, pero desviando fugazmente la vista de la carretera para sonreír al cainita. Además con relativa sinceridad, pues una cuestión tan directa no dejaba lugar a dudas, y admitía sentirse (de momento) a gusto con la compañía. Ignoraba las capacidades del vástago, pero si el Príncipe le había otorgado la potestad de la investigación asumía que poseería talentos más que de sobra

Sergi te devuelve la sonrisa, impregnando el habitáculo del vehículo de cierto ambiente de camaradería.

No me llames de usted, te lo ruego - requiere amargamente -. Prefiero reservar las formalidades para las intrigas del Liceu, aquí y entre nosotros no hacen más que entorpecer - añade.

En cuanto a los Planes - aborda -. Vamos a ir poco a poco, en función de lo que vayamos teniendo. No me gusta especular así que veamos: Tenemos a un Chiquillo Tremere extraviado en las cloacas, Luque, que aparece muerto. Lo único que conservamos de ese Vástago es una calavera supuestamente identificada por su Sire, Eduard Pi-Sunyer, Primogénito Tremere y, en realidad, ni siquiera disponemos de ese cráneo ya que se lo llevaron los miembros de su Clan - argumenta mientras repasa mentalmente los acontecimientos.

Obviamente, se impone un exhaustivo interrogatorio a Pi-Sunyer, pero no antes de haber recabado cuanta mayor información nos sea posible ya que el Primogénito no se muestra... especialmente... colaborador con la investigación... Eso es algo que ya de por si debe darnos que pensar: Algo turbio oculta - determina -. Como cualquier Vástago que se precie en la ciudad - murmulla de manera inquietante.

Qué tenemos, pues? - reflexivamente - De qué hilo podemos tirar??? - sigue -. Ahora mismo diría que prácticamente solo contamos con el cadáver de Claudio, el ghoul que nos trajo los restos de Luque, así que no nos queda otra que empezar por ahí, examinar a fondo ese cadáver a ver qué nos cuenta acerca de sus últimas horas en vida - concluye.

Y efectivamente la dirección indicada por Sergi os conduce al Hospital Clínic de Barcelona. Te encargas de estacionar y, ya a pie, Sergi te conduce hasta una puerta lateral en la que os recibe un tipo gris y con aspecto de cansado funcionario, que viste una raída bata blanca y os guía, sin prácticamente mediar palabra, por los interminables pasillos del hospital, hasta llegar a una Sala de autopsias en la que el cadáver de Claudio reposa, cubierto por una sábana de color verde, encima de una aséptica mesa de operaciones de acero inoxidable.

Este es el informe, Señor - indica el funcionario que entrega un dossier a Sergi que empieza a hojearlo detenidamente.

Ignoraba si el médico que les había entregado el informe era ghoul de algún miembro de la ciudad, o si no era más que un humano pagado a base de billetes. Por si acaso esperó a que se marchara, o a comprobar su afiliación si Pons le dirigía la palabra, para proceder a examinar el cuerpo. Sus conocimientos sobre lo sobrenatural no eran excesivos, aunque de modo informal se había dedicado un tiempo, pero es posible que si el cuerpo mostraba algún tipo de marca, tatuaje o parecido, pudiera discernir si se trataba de algo más allá de lo aparente

En cualquier caso, el ghoul descansaba bajo esa sábana verde, y Gaudencio no hizo movimiento alguno. Simplemente mantuvo la mirada en Pons y esperó

El funcionario que venía actuando como vuestro mudo anfitrión se ausenta de la Sala, dejándoos a solas con el cadáver.

Sin dejar de estudiar el Informe, con un elocuente arqueo de cejas, Sergi reclama más que autoriza que destapes el cadáver y lo examines.

Sin dudarlo, puesto que era algo que tu mismo deseabas hacer, atiendes a su reclamación y descubres los despojos de Claudio: Más allá de lo obvio, de la devastación original de su organismo, del hecho de que da la sensación de haber sufrido algún tipo de hemorragia interna masiva que se ha desbordado por todos y cada uno de sus orificios y que presenta quemaduras y síntomas de haber sido chamuscado o achicharrado en todo su cuerpo. 

Más allá del suplicio al que, ya fallecido, se ha sometido a su cuerpo, abierto en canal y con sus principales vísceras y elementos extraídos para ser debidamente pesados y calibrados...

Más allá de todo eso buscas algo más, algo que haya escapado al riguroso y analítico control clínico al que ha sido sometido... y encuentras algo, tal vez sea una tontería, quizás no: Casi oculta por el pelo, tiene una marca detrás de la oreja, parece un símbolo, de formas redondeadas con aspas; no tienes la más mínima idea de cual es su significado.

-Tiene una extraña marca aquí. ¿Sabes qué significa? -señaló Gaudencio, moviendo la cabeza del muerto hacia un lado para hacerla más visible a Sergi. Ignoraba qué podía ser, pero fuera lo que fuera que Pons respondiese memorizaría el símbolo para también buscar por su cuenta. Era consciente de que entre vástagos nunca se contaba todo, y supuse que de ser algo especialmente importante Sergi se guardaría parte de la información

Por lo demás, el cuerpo parecía no tener nada más -aparte de lo obvio-. Frunció el ceño. No sabía si esperaba algo más, pero tampoco tenía suficientes conocimientos de anatomía, y aún menos de la biología de tejidos muertos animados por la sangre de un hijo maldito de los Primeros Padres

Tras ponerse unos guantes de látex, y con ojo clínico, Sergi examina meticulosamente la marca.

Se trata de una quemadura - anuncia -, parece hecha al rojo vivo, algo reciente sin duda alguna - determina -. En la línea de lo que se apunta el Informe forense - regresa a las hojas de las que habla, esgrimiéndolas con la clara intención de sintetizarte su contenido:

Según el Informe, la causa de la muerte fue un colapso nervioso, hay múltiples heridas por la parte del torso. Quemaduras en su mayoría, se podría pensar, anota el forense, que Claudio simplemente fue víctima de torturas, de algún grupo de desalmados que se dedicaran a acercarle antorchas a la gente para oírles gritar - relata.

El análisis toxicológico ha resultado negativo - sigue -, no había ninguna sustancia en su cuerpo que pudiera inflamarse al margen de su propia grasa corporal. La carbonización fue instantánea, menos de diez segundos de exposición - niega con la cabeza -. Es como si alguien hubiera encendido un soplete en mitad de sus entrañas - aclara.

El informe no es concluyente al respecto, nadie podría demostrar nada acerca de la muerte de la víctima, solo que ardió por dentro hasta morir aunque ni siquiera murió por las heridas, sino más tarde, debido al trauma producido por la pérdida de los órganos... es algo... sumamente interesante ¡Una persona normal se hubiera derrumbado con la primera llamarada! - exclama.

No tengo ninguna idea acerca del significado del símbolo - dice regresando a tu descubrimiento -. Aunque todo esto me lleva a sospechar algo... - medita un instante, la mano firme en el mentón en actitud reflexiva - Te planteo un acertijo. ¿Quién maneja el fuego como si fuera una amante en la cama y odia a los vástagos tanto como para torturar y quemar por dentro hasta a sus sirvientes? - te mira inquisitivo, retándote a que averigües lo que parece que ha concluido.

El aragonés frunció el ceño, pensativo. Conocía muchas historias, pero sólo de pasada; el ocultismo era un hobby, pero uno al que no había dedicado excesivo tiempo. Es más, en la era de la información y el acceso a internet, y más aún con la cantidad de datos que se manejaban, cualquiera con un teclado y conexión superaría sus conocimientos. La parte buena es que sus fuentes eran escritas, de libros añejos de incluso siglos de antigüedad. Y, quizá por la manía de un viejo eviterno, les otorgaba mayor valor

-Demonios -respondió, con la mano sobre la barbilla y gesto preocupado, observando a Pons para corroborar su aserto. Había oído cómo esas criaturas, que de facto existían (como los vampiros) otorgaban poderes a cualquiera con suficiente ambición, pero a un coste muy alto. Y la prueba, si estaba en lo cierto, era el cadáver sobre la mesa
Aprovechando que se acordaba de las nuevas tecnologías, decidió sacar su móvil y tomó una fotografía de la marca. Sí, él ignoraba totalmente qué significaba, pero quién sabe si podía consultar a especialistas o a miembros de su Clan

No, un demonio no... - descarta gestualmente - ...como mínimo espero que no, vaya... - duda un instante ante la posibilidad que has abierto -. No pensaba en eso, por ahora tenía en mente algo más mundano, más próximo - aclara.

Cazadores - afirma tras un leve circunloquio de pasos agigantados -. Hacía tiempo que no teníamos problemas con ellos pero esto - se sitúa al lado de la mesa que aloja a Claudio - este asesinato lleva su rubrica - determina convencido.

Permíteme una breve charla sobre historia local - reclama -. Para ponerte en antecedentes - añade -. Recuerdas los sucesos de La Setmana Tràgica??? Si? Seguro que en el colegio te los explicaron, cualquier libro de Historia los relata... - apunta - ...pese a hacerlo a la manera en que nosotros deseábamos que se presentaran ante el Mundo - corrige secreta e inquietantemente -. Deja que te explique lo que realmente ocurrió:

Los hechos, tal y como se contaron, fueron consecuencia de una revuelta anarcosindicalista - explica -, había algo de eso pero hay mucho más de fondo: Hacía décadas que la Camarilla vivía hostigada por los enfrentamientos y rencillas internas, luchas entre Clanes de las que el atentado en el mismísimo Liceu es una evidencia de esos problemas que emergieron y vieron la luz el verano de 1909... fue entonces que se desencadenó una auténtica Guerra urbana por tomar el control de los Vástagos. Ese conflicto no pasó desapercibido ni para el Sabbath ni para la Inquisición que vieron en ese conflicto interno la posibilidad de destruirnos - la mirada de Sergi se evade, sin duda rememorando una época que lo marcó profundamente.

Fue en ese contexto que apareció Montoya - sigue -, hasta ese momento nadie lo conocía pero fue capaz de reagrupar a La Camarilla en torno a su persona y rechazar al Sabbath... - recuerda -. En cuanto a los Cazadores, la situación era más complicada, no resultaba prudente atraer la atención de la Santa Sede sobre Barcelona así que Montoya suscribió un pacto con ellos, un armisticio según el cual nosotros nos comprometíamos a no causar ninguna muerte entre el ganado mortal y ellos... en fin, ellos debían convivir en paz con nosotros - concluye.

La marca que has encontrado no me consta como símbolo inquisitorial, aunque los métodos me recuerdan a los empleados por Los Cazadores... lo que no entiendo es el motivo por el que ahora han roto el pacto... quien sabe, de ese acuerdo hace más de un siglo, nosotros seguimos siendo los mismos pero en sus filas se han sucedido un par de generaciones... - de repente los ojos de Sergi brillan sobresaltados ante la evidencia de algo que hasta ese momento no había tenido en cuenta - ...excepto en un caso singular, alguien con quien sin duda deberíamos hablar y pedir consejo - te mira intensamente, tal vez confiando que debas ser tu el que acceda a esa reunión.

Enarcó una ceja, inquisitivo. -¿A quién te refieres?
La lección de historia le había venido bien, aunque en aquellos años ni había nacido. Y nunca estaba de más absorber información sobre los posibles peligros que su vida, supuestamente eterna, conllevaba. Tenía en principio muchos años para aprender bien los entresijos de esa extraña relación entre cazadores y vástagos, pero no tenía prisa. Lo primero era lo primero...

Sergi enfrenta gravemente tu mirada, como si se dispusiera a revelar la identidad de alguien sumamente trascendental:

Se trata del Cardenal Martínez-Sistach - afirma sin atisbo de duda -. No te dejes engañar por su condición de simple humano - advierte -. Se trata, probablemente del último de su casta, es el fundador del Arcanum y, al parecer, la persona idónea a la que pedir consejo acerca de lo que está ocurriendo - indica -. Se trata de un anciano con un poder a su disposición que rivaliza con el del Príncipe, y el Sol está de su parte; él debe estar enterado de los últimos movimientos de los mortales y también podría saber cual es el significado de la marca en el cuerpo de Claudio - informa -. Solo hay un problema y es que ni yo ni ningún Vástago de edad tiene acceso al lugar en el que se encuentra y, además, esa ubicación es, precisamente la fortaleza de los Cazadores...

Un zumbido vibra en tu bolsillo, se trata de tu teléfono móvil, Sergi te dedica una mirada con la que autoriza que atiendas la llamada y resta importancia a tan inoportuna interrupción.

Se trata de Ignasi Busquets:

Estás con Sergi, ¿si? Necesito hablar con él... ha habido un problema con el asunto de los cadáveres del Sabbath, aquellos a los que dieron muerte cuando capturaron a Joey, ¿recuerdas? Uno de los cadáveres ha desaparecido... creo que sería oportuno que Pons viniera donde me encuentro a echar un vistazo al asunto, puede ser grave...

Pasas el teléfono a Sergi que atiende a la información facilitada por Sergi con el semblante grave y circunspecto del que se encuentra en medio de una crisis en la que no paran de surgir nuevos frentes y cabos sueltos...

Si... si, claro... por supuesto... dónde estás... de acuerdo, subiré de inmediato... - concluye poniendo fin a la llamada y devolviéndote el teléfono.

Pues ya lo ves, Gaudencio, tal vez sería oportuno que mantuvieras esa reunión con el Cardenal mientras yo trato de recabar información en lo que al frente descubierto por Ignasi respecta... - propone cubriendo el cadáver de Claudio con la sábana y disponiéndose ya a abandonar el lugar para enfrentar las novedades que acabáis de recibir.

Asintió en silencio, pensativo. No iba a poner en duda su modo de actuar, aunque dividirse no lo considerara oportuno. Y tampoco le hacía especialmente gracia -en verdad, ninguna- el hecho de tener que reunirse con un cazador, por mucho que hubiera una tregua entre ambas facciones. Darse a conocer a él significaba señalarse como miembro de la Estirpe, y si ya lo sabían facilitar aún más esa tarea

En cualquier caso, nada podía hacer. Ignasi quería ver a Pons, así que en ese aspecto estaba cubierto. Y su sire, en caso de que encontraran algo de relevancia, seguro que le mandaría un mensaje o lo llamaría. Así pues, todo quedaba en localizar y concertar una cita con ese tal...
-¿Cómo localizo al Cardenal Martínez-Sistach? No es que me apetezca especialmente buscarle en iglesias, aunque supongo que no será en ellas donde esté. Ya sabes, acercarme a la zona de los cazadores sin que sean conscientes de mi presencia. Podrían tomarlo como una amenaza -la información que le diera Pons, por escasa que fuera, le valdría para ponerle en la pista. Y si no, siempre podía hacer un par de llamadas o simplemente buscarle

Regresáis a la calle y Sergi te acompaña hasta el lugar en el que dejaste estacionado tu elegante deportivo.

Mucho me temo que el único lugar en el que es posible entrevistarse con el Cardenal es... - tuerce una sonrisa ante lo paradójico de la situación - ...una iglesia; concretamente la de Santa María del Mar en el barrio del Born, diría que hace décadas que Martínez-Sistach no se mueve de allí... - duda un instante - ...o por lo menos yo no tengo constancia de esos desplazamientos - hace un gesto con la mano, logrando que uno de los típicos taxis negros y amarillos interrumpa su marcha para recogerlo.

Recuerda que sospechamos de Los Cazadores con los que guarda una estrecha relación... es complicado, y arriesgado también, para qué negarlo, pero nos interesa desvelar lo mínimo que podamos y recabar el máximo de información posible, él debe estar enterado de lo que hacen los mortales en la ciudad... - asciende al taxi, dando por finalizadas sus advertencias - ...otra cosa es que quiera decírtelo o tengas la suficiente habilidad para que lo haga... sobretodo ten mucho cuidado y sé prudente - añade como última apreciación, justo antes de darle una indicación al taxista para que emprenda la marcha sumándose al tráfico que, todavía a esa hora, discurre incesante por esa zona del Eixample.

No le gustaba, dada su nueva incorporación (no tan nueva, realmente) al grupo de malditos de Caín, el tener que tratar con una facción enemiga, creada directamente para exterminarlos. No sabía mucho de ellos, salvo lo obvio, e ignoraba los intrincados vericuetos que probablemente gobernarían esa asociación. En cualquier caso no tenía otra opción, pues el Príncipe ordenaba y los demás obedecían...

Pulsó el botón del coche, entró y tecleó el número secreto de desbloqueo. Lo arrancó con un ligero zumbido apenas audible e introdujo en el navegador de la pantalla el lugar al que quería ir. Después soltó el pie para ganar velocidad

Conduces.

El coche prácticamente te lleva solo hasta el Born. No es un recorrido largo, solo cruzar el centro de Barcelona por la Gran Vía de Les Corts Catalanes hasta la Plaça Tetuán; bajar por el Passeig de Sant Joan hasta Arc de Triomf y de allí internarse en el Born hasta alcanzar Pla de Palau donde consigues estacionar sin excesiva dificultad.

Tan buen punto desciendes del coche, y a la que vas callejeando el escaso centenar de metros que te separan de la Basílica, una creciente sensación de desasosiego se va apoderando de ti hasta alcanzar su clímax en el momento en que doblas una esquina y la ves ante ti, menuda pero majestuosa a la vez, una joya del gótico que se levanta, sólida y compacta en el centro de la ciudad.

Las desgraciadas circunstancias que acompañan a la cruel existencia en la ciudad hacen de ese lugar un centro de peregrinación de almas desesperadas que acuden a ella en busca de consuelo a todas horas del día. Incluso a esa hora intempestiva, próxima a la medianoche, el trajín de feligreses es continuo.

La sensación que te acompaña desde tu llegada a las cercanías de la iglesia se vuelve ahora un quemazón insoportable consciente, como eres, de estar frente a un lugar en el que se predica una Fe en Dios de una autenticidad difícil de describir... La Bestia, dentro de ti, se revuelve intranquila y, en cierto modo, puedes llegar a comprender la dificultad que debe suponer para un Vástago más antiguo, y en consecuencia más alejado a la mundanal existencia mortal, acercarse a un templo como este...

Lo cierto es, que dudas y te resulta difícil decidirte a aproximarte más o internarte en la Basílica que se alza imponente, infundiéndote un respeto dirías que reverencial.

Gaudencio pertenecía a esa generación, ya casi extinta en la sociedad española, en la que se crecía aprendiendo y practicando los valores intrínsecos del cristianismo: bondad, humildad, caridad...

No era ya una cuestión de fe, la más noble virtud, sino de dogmatizar esas otras virtudes menores que independientemente de las creencias se podrían establecer en cualquier comunidad civilizada. Bastaba simplemente con utilizar el sentido común. Lógicamente sus padres y abuelos trataron de que Gaudencio creyera de por sí, sin cuestionarse el Uno y Trino. Y si el aragonés no había rechazado jamás esa visión era porque creía en sus valores. No en un cristo de madera, ni en construcciones de piedra

Sin embargo su proximidad a Dios, por mediación de Caín, le había hecho replantearse todo ese sistema de creencias. ¿Era cierto, puesto que existía Caín, que hay un Dios que lo maldijo? Había tantas preguntas interesantes que plantearse que podría pasarse noches enteras debatiendo con los miembros de su Clan, pues dudaba que ningún vástago fuera tan viejo como para haber visto con sus propios ojos al Padre. Pero esa no era la cuestión...

La cuestión era por qué simples piedras, colocadas con argamasa unas sobre otras, le impedían avanzar atenazando sus vísceras como si una mano en puño se las retorciera sin piedad. Apretó los dientes. Era consciente de que su animal interior, lo que los vástagos llamaban Bestia, se revolvía inquieta y ávida por liberarse. La contuvo, temporalmente, y con sumo esfuerzo siguió avanzando
 

Si fuera de Santa María del Mar la sensación era de desasosiego, cuando entras a la Basílica esa impresión asciende a mucho más que una simple incomodidad: Sientes físicamente La Bestia rugir dentro de ti, quemarte por dentro como jamás habías sentido...

Te sientes evidentemente observado, tanto por la veintena de feligreses que se reparten por las bancadas, dedicándote agrias miradas de soslayo, como por alguno de los monaguillos que recorren la planta aparentemente ocupados en sus quehaceres...

Incluso las imágenes de los Santos y Vírgenes estratégicamente dispuestas en la edificación parecen mirarte de manera inquisitiva, acusadoramente...

Y a pesar de ello, del ambiente que se te hace irrespirable, encuentras consuelo en la incomparable belleza del interior de milenarias y frías piedras labradas que te contemplan desde su impertérrita presencia. 

Como reconocido agnóstico, si bien este planteamiento requería de decenios de pensamiento profundo y nueva observación, no entendía por qué se sentía así. Supuso, en un delirio imaginativo, que algún tipo de magia estaría actuando sobre las criaturas sobrenaturales, pero ni entendía nada del arte antiguo ni sentía necesidad alguna de entenderlo. Sólo sabía que cada paso era una auténtica tortura para su -todavía humana- alma

Nunca había estado en aquel lugar, pero intuyó que la sacristía estaría al fondo. Al menos era donde solían estar en la mayoría de iglesias y catedrales. Se apoyó sobre los bancos de madera, expuestos en perfectas hileras, para avanzar con paso trémulo. Observaba a un lado y otro, y aunque veía rostros poco halagüeños ninguno de ellos parecía identificarlo correctamente (o eso creía), pero sobre todo no se dirigían a él

En cualquier caso, avanzó hasta una distancia prudencial del altar, pues por pura reluctancia y simple cortesía entendía que no debía hollar sin permiso las zonas privadas del recinto, y esperó...
Si alguien debía acudir a él, le daría tiempo. Tiempo para que se supiera que un hijo maldito de su Dios estaba entre sus muros. Tiempo para retener a esa Bestia que pugnaba por librarse de su férreo control. Y tiempo, a fin de cuentas, que era la única libación moral que podía permitirse ante lo que se suponía en las tierras de Occidente que era el Creador de todas las cosas

Señor... - un monaguillo te descubre, lastimosamente apoyado en uno de los bancos de pulida madera de roble, resistiendo estoicamente y como buenamente puedes la inquietante presencia que te rodea inquietantemente, amenazando con provocar tu combustión espontánea - ...se encuentra usted bien??? - detectas una sincera preocupación en el rostro del niño -. Puedo ayudarle en algo??? - francamente interesado.

Unos ojos ensangrentados se alzaron para observar al niño. El agotamiento espiritual comenzaba a hacerle mella, y Gaudencio ignoraba cuánto podría aguantar. Se negaba en rotundo a liberar a la Bestia, pues si perdía el control ignoraba qué podría hacer; es posible que simplemente saliera huyendo de allí, pero aquellas personas eran inocentes y en el camino muchos podrían morir. Sin contar con la violación de la Mascarada que eso supondría...

-Busco al cardenal... Martínez-Sistach -masculló, haciendo un amago de sonrisa que se transmutaba sin quererlo en un gesto de auténtico dolor. -Es urgente