Partida Rol por web

Orsi se acerca y lee el contrato y asiente de forma respetuosa. Cuando la baronesa nota que todos estáis a favor, asiente en reconocimiento. -Bien, si todos estáis de acuerdo, entonces procederéis a firmar.- y luego añade con su voz dulce y su aire sereno -Por favor, en cuanto os dirija la pregunta adecuada, responded "lo juro por..." y añadid algo que sea de valor para vosotros. Recordad que es el Ensueño nuestro testigo. No tengo palabras para agradecer lo que haréis y os aseguro que una vez encontremos a Alice, seréis liberados de esta obligación- dice. Acto seguido se aclara la garganta.

-Yo, la Baronesa Bán del feudo de Goldtree, os entrego los términos de este juramento de protección.- a medida que habla, la mujer parece emanar luz, su altivo porte parece amplificarse, mientras la luz que refleja se descompone en pequeños arcoiris que se sobreponen a su sombra. Es imposible no escuchar su voz, que ahora resuena con un eco místico, y no sentir el mero poder de su presencia y su grandeza, inhumana, hermosa y elegante. Su piel parece resonar con ecos luminiscentes, sus ojos se nublan como una tormenta, y la temperatura de la habitación desciende dramáticamente y sólo existe en medio del místico silencio invernal, el eco de sus palabras. -Tomaréis en vuestras manos esta pluma de una cría de ave Roc, cuyo pico es incapaz de mentir. Usaréis tinta fabricada a base de la hiel de las flores amantes que nuestros ancestros cultivaban para celebrar el florecer de un juramento de amor, y escribiréis vuestro nombre sobre un pergamino hecho del tronco de un árbol que creció en el valle de las promesas. El Ensueño está ahora alrededor de nosotros.- y podéis sentir el crepitar fuerte del fuego a vuestra espalda, el viento místico que sopla desde más allá de las tierras mortales, y los olores que acompañan siempre a la caprichosa naturaleza de vuestro verdadero hogar. Todas las criaturas y lugares que menciona, son lugares en el Ensueño, lugares míticos que existían en las historias mortales y feéricas, y cuya ubicación era una aventura en sí misma. Potentes y valiosos artefactos eran aquellos que estaban en aquel escritorio -¿Juráis cumplir con este contrato, letra por letra, palabra por palabra?- dice mientras observa primero a Orsi.

-Yo, Guillaume Piedevent, os doy mi palabra. Cumpliré este contrato, letra por letra, palabra por palabra. Lo juro por mi espada y por mi reputación- dice mientras toma la pluma en su mano y escribe su nombre en el pergamino. Alrededor de él, el aire gira con gran vértigo, y podéis sentir la magia asentándose lentamente sobre él. El Boggan lanza una mirada a la baronesa y hace una venia, al tiempo que la Sidhe, deja escapar una sonrisa tan sincera, tan cálida, que desencaja con aquel ambiente. Sus ojos tienen un brillo, pero pronto desaparece al fijarse en el siguiente.

El contrato me parecía correcto, para mí no había razón para no firmar. Si la baronesa se quedaba más tranquila, lo firmaba, tampoco es que fuera a hacer nada en contra de ellos. Nunca levantaría la mano a un niño, eran graciosos. Y los adultos, bueno, eran adultos, no tenía razón para meterme con nadie. Prefería no comenzar ningún conflicto en general.

Miro a mis compañeros ante aquel juramento tan solemne, en realidad me sentía como formando parte de algo muy especial. Muy emocionada. La voz de la baronesa comienza a causar sensaciones en mí que no hacen sino acrecentar ese sentimiento. No puedo evitar curvar hacia arriba ligeramente las comisuras de mis labios con una sonrisa.

Cuando Orsi ha pasado, yo no me puedo contener y quiero ser la siguiente. Cojo la pluma incluso antes de jurar en voz alta, tomando el testigo de nuestro mentor.

^{_{-Yo, Leonore Walsh cumpliré el contrato}}- asiento ligeramente para reafirmar mis palabras. ^{_{–Respetaré hasta el último signo de puntuación que hay en él, letra por letra y palabra por palabra. Lo juro por Sarah, por papá e incluso por Alya la araña.}}

Sabía que Alya quizás no estaría contenta con ello, pero yo solo decía la verdad. Escribo mi nombre en el contrato, como Orsi hizo.

Neakail presencia impertérritamente el inicio del juramento. Todo se vuelve solemne y cada rincón del cuarto se torna majestuoso y mágico a sus ojos. La pose superficial no deja ver la fascinación que le embarga en ese momento, extrayendo de su memoria retazos pasados de la elegancia y poder de la anfitriona. 

El primer turno le corresponde a Orsi, pues es en él donde Lady Ban deposita la mirada como inicio. Después la irritante Leonore hace lo propio, sin pregunta quien quiere ser el siguiente o sin dar oportunidad a la boronesa quien desea que sea el próximo en hacer el juramento. ¡Siempre tan fastidiosa!

Espera que acabe y toma después en manos propias la pluma, plasmando en el pergamino su nombre, tal y como anteriormente han hecho sus compañeros.

- Yo Neakail McDoughall, prometo no fallar a este contrato y respetarlo en nombre de todas las cosas que os debo a vos, Baronesa. Lo juro por Orsi y por mis herramientas. -comienza a recitar serio y comprometido con sus palabras.

Los ojos amarillos de Kyran tomaron cierto brillo de admiración al contemplar a la sidhe mientras explicaba los términos en que firmarían el contrato. No sólo era hermosa de esa forma fría y delicada, también era fascinante. Su voz, su porte, su piel... Toda ella parecía imbuida con el glamour del Ensueño y el sátiro se pasó la punta de la lengua por los labios, preguntándose a qué sabría. ¿Sería su aliento un hálito helado? ¿Podría derretirse el hielo del que parecía hecha? Se colocó el pelo y pasó la mano por uno de sus cuernos con descuido cuando ella terminó de hablar y empezaron a hacerlo Leonore y Neakail. 

Kyran estaba dispuesto a firmar aquel contrato, no por ella o por los niños, sino por Orsi. Sin embargo, había cosas por las que no estaba dispuesto a jurar, bajo ningún concepto. No pensaba faltar a su palabra, pero tampoco tenía intención de poner en peligro a Gwyneth o su Ensueño. Sus dedos se enredaron en la cadenita que colgaba siempre de su cuello y sonrió, encontrando en ella la respuesta que buscaba. 

Cuando el nocker terminó, fue él el que alzó su voz para hacer el juramento. 

—Yo, Kyran Ó Conaill, juro que cumpliré este contrato, letra por letra, palabra por palabra —dijo, repitiendo las palabras de ella con una media sonrisa que se volvió solemne cuando llegó al final—. Lo juro por la memoria de la vieja Morag. 

Apretó al decir aquello el colgante por encima de la camiseta y con la otra mano tomó la pluma y firmó el pergamino con su nombre, el mismo con el que aquella mujer lo había conocido. 

Las pupilas de la pooka se convirtieron en finas líneas verticales, y sus ojos heterocromos, desmesuradamente abiertos, a penas pudieron apartarse de la efigie de Lady Bán, al mismo tiempo que el Ensueño parecía tomar forma a su alrededor, y su viva belleza parecía revelarse ante la vista de todos ellos. Tal como lo hiciera la belleza de la bruja que buscando cobijo en pleno invierno y con una rosa en su mano, desvelaba sus bondades ante el atónito rostro del príncipe despótico que había menospreciado su aspecto. 

Un jadeo involuntario escapó de sus labios, mientras, en su mente, el deseo ferviente de tocarla, de comprobar que en efecto se encontraba tal ser precísamente delante de ella, la aturdía. Engrandecida aquella profunda curiosidad, aquella necesidad, a cada palabra que pronunciaba la sidhe, para cuando los demás hubieron pronunciado su juramento y se hizo patente que era el turno de la propia Deanna, ésta no pudo evitar tocar primero la mano helada de la baronesa, comprobando su tacto en un gesto rápido, antes de retroceder, asustada, y tomar la pluma, con evidente apuro.

- Yo, Deanna O'Connor, juro que cumpliré este contrato siempre que los niños de Goldtree sean niños, tal y como está expuesto en éste pergamino obtenido del árbol de las promesas, escrito con la tinta de la hiel de las flores amantes, por medio de esta pluma de cría de ave de Roc, cuyo pico jamás miente. - indicó, solemne y nerviosa, antes de añadir- Lo juro por el sol, por mis gatos, por las flores, por las historias que me contaba Bella frente al fuego y por Orsi. 

-De buen agrado, recibo vuestra palabra- dice finalmente la baronesa mientras lentamente toma vuestros contratos y los enrolla con suavidad. A medida que cada pergamino termina como un elegante rollo con una cinta, podéis ver como lentamente el efecto de su gloria feérica va disminuyendo en intensidad, hasta que la habitación vuelve a su atmósfera, mística, pero no desbordantemente mágica como al principio. 

Cuando el último pergamino está en sus manos, la Sidhe sonríe amablemente. -Os agradezco sinceramente. ¿Vais a comenzar con la clase de Alice? Están en el primer salón que encontráis al girar a la izquierda y pasar la cafetería. Si necesitáis más guías, Stephen os podrá ayudar. Es el profesor que está afuera. Cid está cuidando al grupo- explica con suavidad. Cuando está a punto de decir algo más, un ave pequeña, con una larga cola, como una aurora boreal en miniatura, fría, y con pequeñas motas brillantes, entra volando por la ventana con un mensaje amarrado a su pata. La baronesa lo recibe en su mano con suavidad, y acaricia su barbilla, para luego desatar el mensaje. Mira luego a Orsi.

-El feudo de Fothracha ha confirmado que vendrán...- dice la Changelings, para luego mirar a Orsi y asentir. El Boggan le responde y se acerca hacia vosotros.

-Muy bien chicos. Me quedaré con la baronesa. Si descubrís algo de valor, venid a verme.- dice el gruñón. -Trataré de coordinar a los otros Kithain para cubrir más terreno. Entre más pronto sepamos algo, más pronto podremos actuar en consecuencia. Recordad que estáis entre niños- dice mientras asiente.

-Y si encontráis problemas, no dudéis en usar todo lo que sabéis. Nuestra prioridad es encontrar a la pequeña, cueste lo que cueste. Y si los Thallain están de por medios, no os midáis. Ellos no tendrán reparos en hacer lo posible para perjudicaros, vosotros no tengáis reparo en hacer lo posible para defender al feudo y a sus residentes- aconseja con una palmada en la espalda para Kyran.

La mirada de Kyran se distrajo por un momento con el ave que hizo aparición, pero enseguida sus ojos regresaron hacia la baronesa y, desde ella, a Orsi. Asintió a las indicaciones y consejos del viejo y, con aquella mención a los Thallain, su sonrisa se afiló un tanto, dándole un aura de peligro a su aspecto. Sin duda no tenía intención de medirse si se encontraban con uno de ellos. Finalmente dio una palmada.

—Bueno, pues en marcha. Baronesa... —Inclinó la espalda levemente ante la baronesa a modo de despedida, sin llegar a bajar la mirada, y luego apretó el hombro de Orsi con cariño—. Suerte con eso, viejo. 

Y, sin más, se encaminó hacia la puerta con intención de seguir las indicaciones de la baronesa hasta llegar al aula donde estaban los compañeros de Alice. 

Por fin de llegó la hora de que comenzaran a movilizarse. No tenían mucho tiempo, la situación de emergencia apremiaba de tal forma que ya parecía que llegaban tarde. Neakail estaba nervioso, era su primera misión importante y la incertidumbre de que pasaría le abrumaba un poco. Pese a eso, no permitió mostrar titubeo de puertas para fuera.

En ese momento aparece otro ave, que confirma la llegada de de los miembros de otro feudo. Pese a que había aprendido muchas cosas con Orsi, el nombre no le sonaba. No le dio mas importancia.

- Si, vamos - dijo firme, siguiendo a Kyran cuando este salió. 

Deanna asintió ante las palabras de Orsi, un tanto sobrecogida, diciéndose a si misma que aquello de hacer Juramentos podía ser necesario, pero daba... Un poco de miedo. Aunque sus intenciones no fuesen otras que tratar de recuperar a aquella niña y ponerla a buen recaudo. 

Suspiró, y siguió a sus acompañantes, buscando un rincón en el que efectuar su peculiar cambio. Después de todo, necesitaba su olfato. Aunque temía ser una mascota a la que los críos pudieran atosigar cuando se presentase ante ellos en su forma más felina y adorable. Posó la mirada sobre Kyran, antes de perderse durante un instante- No dejes que se me echen encima, por favor. Soy totalmente alérgica a los niños cuando se apelotonan para tocarme las orejas. Y si me tiran del rabo no paro de estornudar.-indicó, un tanto preocupada. 

Miro a la baronesa con lo que dice, sabía más o menos la teoría de los feudos, así como sus límites, pero nunca había conocido a nadie de lo que decían los libros. Me sentía emocionada. También por conocer otros Kithain, aparte de Orsi, Mr. Clock y el grupo, no conocía a nadie más. Todo el mundo era ordinario a mis ojos cuando lo veía, aunque divertidos a su forma. Eso era lo importante, que todo tenía su parte divertida, solo había que buscarla.

-Nos vemos en un ratito- asiento a Orsi y voy saliendo con el resto. -¿Los niños te dan alergia? Si son muy divertidos, mucho mucho. ¿Nunca jugaste con niños? Se les ocurren los juegos más chulos. Una vez jugamos a que las sillas eran planetas y teníamos que ponernos de pie en nuestro planeta, porque en el suelo había dragones que podían comernos. Una vez hice de dragón, pero los niños corren más que yo- explico a mis compañeros, porque no entendía esa alergia a los niños.

Una vez fuera de la oficina, el aire parece más cálido, y aunque se puede sentir el Glamour en el aire y la magia en el lugar, no se compara a la sensación del otro lado de la puerta en donde la Baronesa tiene su despacho. Allí mismo también está Stephen. Un hombre de no más de cuarenta años, con lentes en marco gris, con una franja de canas a la altura de la sien y una disposición agradable. A diferencia de muchos mortales, tocados hasta cierto grado por la Banalidad y completamente ajenos a la realidad de los Kithain, sus ojos os transmiten aquel interminable asombro que sólo viene con los encantamientos de los Changelings, y que otorgan a personas como él, la posibilidad de otear la magnificencia increíble e interminable del Ensueño, de sus habitantes y de sus hijos.

En cuanto os ve, parece enderezarse. Hay cierto respeto inherente hacia vosotros, después de todo, vuestro linaje y vuestra verdadera naturaleza venía más allá de la humanidad y tenía una historia tan antigua como el mundo mismo. -¿Cómo puedo ayudaros? ¿Por dónde vais a comenzar?- Pregunta. Su tono es lento, sus palabras y su acento parecen minimizados para pronunciar con cierta delicadeza, propio de un maestro que sabe debe modular la velocidad y la dicción, en especial si de por medio estaban pequeños aprendiendo y entrenándose en el lenguaje.

Además de él, no había nadie en el vestíbulo. Los ecos de niños se escuchan desde otros rincones de la casa, junto con pasos y risas. El aire carga ilusiones y juegos, esencias que de seguro, con algo de concentración, también seríais capaces de seguir por vuestra cuenta hasta encontrar el origen. Definitivamente aquel lugar parecía canalizar y ofrecer refugio a toda suerte de energías creativas y vibrantes que a través de vuestros sentidos, podéis percibirlas con el agrado con que se reciben los aromas de una cena deliciosa justo antes de un banquete. 

Neakail sale con el resto, sintiéndose tentado a contestar a Deanna en uno de sus comentarios. Le encantaba chinchar, llevar la contraria.

- Será gracioso ver eso, quizá dejamos que los niños se diviertan contigo - no pudo evitar decir, mientras llegaban al vestíbulo donde el tal Stephen se les acercó con amabilidad.

A este también tendrían que tantearlo, siguiendo la petición de Lady Ban. Pero si no estaba equivocado habían quedado en hablar primero con los niños e intentar sacar de ellos algo de información. Así lo expresó.

- Los niños, hablaremos con lo niños - aclaró para el tipo, que le corrigiera algún compañero de estar equivocado o si en el último momento consideraban otra cosa.

—Por supuesto, gatita —respondió a la petición de Deanna, estirando un poco su sonrisa de medio lado—. Si te atosigan demasiado quédate cerca de mis patas. 

Aún seguía esa sonrisa en sus labios cuando se encontraron con el Kinain en el pasillo. Dejó que Neakail hablase antes que él y después alzó un poco las cejas al matizar un poco sus palabras. 

—Podrías guiarnos hacia los compañeros de Alice. Vamos a hablar con ellos en primer lugar. 

Esperó a que el hombre les llevase, pero lo cierto era que estaba seguro de poder llegar sin ayuda alguna, simplemente siguiendo el rastro que casi podía paladear. Se humedeció los labios. Después de la noche pasada se había sentido saciado, pero aquel lugar parecía tan delicioso que sentía todos sus sentidos vibrar en aquella frecuencia que despertaba su apetito.

Pensaba que Orsi iba a acompañarnos, pero parece que no. Si hubiera podido elegir, hubiera cambiado a Orsi por Neakail. Estaba demasiado gruñón últimamente, es como si no hubiera tomado suficiente azúcar o no se hubiera echado su siesta. Sí, es lo que le pasaba a la pequeña Laure en la biblioteca. Cuando no dormía su siesta le tiraba libros a los otros niños a la cabeza, porque estaba irritable. Y cuando eso pasaba, sacaba la mantita de emergencias y la escondía tras uno de los estantes para que nadie la molestara mientras descansaba. Neakail necesitaba una siesta.

Stephen parecía interesante y divertido, para ser un señor viejo. La verdad es que se ponga tan serio me hace sonreír de buen humor. Es como si nosotros fuéramos los adultos y él el niño que no quiere parecer travieso.

_{^{-Necesitamos un montón de hojas en blanco y rotuladores de todos los colores}}- le pido, siguiendo con mi idea del dibujo. Nadie me había dicho que no podía pedir un dibujo a los niños, así que me parecía la mejor manera de saber qué forma tenía lo que buscábamos. -_{^{¿Llevas mucho trabajando aquí? Porque es un trabajo, ¿no?}}- digo de buen humor. _{^{-¿Conoces a todos los niños? ¿Y a otros no tan niños?}}

Me palpo con suavidad los bolsillos, encontrando las galletas. Solo se había perdido una niña, así que tenía galletitas de sobra para mí, o para compartir. En este caso pienso que compartir una con Stephen es lo correcto. Le tiendo una galleta y sonrío levemente, sin mostrar mis dientes. No quería que se asustara tampoco.

-^{_{Están ricas… Las hizo Orsi, creo}}- le animo a que se coma la galleta. ^{_{–Ahora, por dónde íbamos… ¡Rotuladores!}}

Deanna se sonrojó profusamente al escuchar la contestación de Kyran, y frunció el ceño, cruzándose de brazos, enseñándole la lengua a Neakail tras oírlo hablar- Ya has oído. Me quedaré cerca de las patas de Kyran... - indicó, dedicando una sonrisa traviesa al sátiro, que se mantuvo al contemplar al hombre que parecía esperar, dispuesto a ayudar y dar indicaciones, descruzando los brazos para acercarse y observarlo, con curiosidad y cierta malicia- Sí, eso. Rotuladores. Cientos de rotuladores. Y un baño. ¿Dónde está el baño de las chicas? Tengo que ir. Cosas de gatas... Digo, de mujeres.-explicó, mientras se acariciaba distraidamente las orejas, olisqueándolo, y torciendo el morro- Almizcle... - dijo, con un suspiro.

Stephen parece a punto de decir algo cuando Neakail comenta, pero la aclaración de Kyran es suficiente. Asiente de forma respetuosa y sonríe. -Por supuesto, es por aquí- dice mientras camina hacia la habitación a la derecha de la entrada (ahora a vuestra izquierda). Este amplio espacio tiene ahora varias mesas y sillas, y una hilera de pequeñas loncheras coloridas alineadas contra la pared, todas marcadas con colores. Hay adicionalmente una puerta hacia la esquina, justo al girar a la izquierda al entrar, y una ventana cerrada de vidrio corrugado que impide otear el interior. -Es la cocina- explica el mortal encantado restándole importancia -Y este es el comedor-

Asiente ante la petición de la Sluagh. -Por supuesto. En el salón hay suficientes materiales.- responde amistosamente. A la siguiente pregunta sólo asiente. -Sí, es un trabajo, en parte, con la fortuna de poder ayudar a la baronesa. Goldtree es un lugar único. Siempre quise entrar a enseñar a un lugar así, en donde tuviese la oportunidad de ayudar a los chicos que no encajan con... ya saben, los estándares educativos del ministerio y esas cosas. La verdad, hasta antes de entrar pensaba que era imposible...- luego os observa y se sonroja un poco. -Perdonaréis mi franqueza. Estoy seguro de que no queréis escuchar estas cosas viniendo de un mortal. Lo principal es encontrar a Alice- añade carraspeando. -Conozco a la mayoría de los chicos, sí. Y a los... profesores, supongo que a es a eso a lo que te refieres. No somos muchos, pero tratamos de llevarnos bien. Todos trabajos por los niños...- la oferta de la galleta lo toma algo por sorpresa. Sonríe y asiente -muchas gracias- dice mientras da un mordisco al ver que la Sluagh espera precisamente eso.

Llegáis a un pasillo lateral con varias puertas, y os detenéis en la primera a la derecha, cuyo aviso lee "Salón D". Stephen ahora responde a Deanna. -Esta puerta del frente aquí- dice señalando al final del pasillo, en la esquina -Es un baño. También en el salón hay uno, aunque es más pequeño. Es para los niños- explica mientras abre la puerta.

Abre entonces la puerta y revela un salón acogedor, con una enorme ventana, con las paredes llenas de dibujos y artesanías hechas por niños con todo tipo de colores, con el inconfundible olor a pegamento, madera y plástico. El sitio palpita con glamour, mientras pequeños destellos coloridos flotan alrededor y toda suerte de flora quimérica coexiste en la realidad ante aquel fertil ambiente. Hay al menos una docena de niños allí, en el centro del salón, pues las sillas y mesas están corridas hacia los lados, todos enfrascados en una dinámica que a simple vista parece involucrar canciones, levantar la voz y una o dos pelotas.

El único adulto en la sala es un Kithain, grande y azulado, más de dos metros de altura, imponente y de anchos hombros, con dos cuernos adornados con anillos dorados. Sus facciones son algo duras, como talladas en una piedra de extraño color. Su cabello tiende a ser gris y sus ojos brillan con un color similar. Sus orejas están adornadas con tres anillos en filas, y sus vestiduras incluyen una capa negra elegante, que recubre una armadura plateada brillante. Podéis ver una espada en su espalda, unas botas fuertes en sus pies y cuando mueve su mano derecha para dar indicaciones a los niños, notáis lo más extraño: No se trata de una mano azulada como su piel, sino un antebrazo y una mano de piedra grisácea y fuerte, algo agrietada y reseca. Este maestro Troll, cuyo aspecto humano es el de un hombre de raza negra no tan alto como su verdadera identidad, pero alto sin lugar a dudas se detiene a seco observándoos en cuando Stephen abre la puerta.

-Profesor Cid, disculpe las molestias. Tenemos... invitados. Los animadores que mandó a traer la directora- dice mientras la mayoría de los niños, que hasta ahora habían ignorado la puerta, empiezan a guardar silencio y a observar con curiosidad hacia donde estáis.

Bien era cierto que Leonore había lanzado una pregunta, pero para el gusto de Neakail el mortal se excedía en la amplitud de sus explicaciones. Sopesó por un momento si era una mera poco objetiva apreciación personal, o si de verdad la verborrea del tipo resultaba de lo mas innecesaria. El nocker no dijo nada, por supuesto. Estaba donde estaba, en los dominios de según qué persona, y lo último que deseaba era ofenderla, decepcionarla o algo mucho peor. Por eso dejó a Stephen con la Sluagh, siempre tan curiosa y hacedora de cosas estúpidamente estúpidas. 

Una vez en el aula, Neakail no pudo sino maravillarse por lo que sus ojos contemplaban. Los niños eran energía pura, derroches de glamour e imaginación. Era una sensación que nunca dejaría de sobrecogerle. Inmediatamente después, su atención se centró en el profesor que parecía estar con la muchachada infantil. Había escuchado muchas cosas acerca de ese Troll y su presencia aquí un completo honor.

- Señor... - acabó saludando con respeto, acompañando una leve inclinación de cabeza.- Sentimos la interrupción... -añadió, pues habían interrupción la clase.