Partida Rol por web

Lenia miró a Galbart, casi le estaba rogando que se fueran, pero no podía hacerlo, no ahora. Debía saber que estaba pasando con sus hermanas, porque Astrid era la única que no sufría ningún mal, porque su madre se había vuelto tan ... prefirió no pensarlo.

Aflojó la fuerza con la que rodeaba el antebrazo de Galbart y lo acarició con disimulo pidiéndole disculpas si había apretado en exceso. Volvió a mirarle a los ojos con ternura pero sin sonreir, quería irse de allí y quería irse con el.

Galbart sintió como Lenia le apretaba con fuerza el antebrazo, sin duda se había percatado al igual que todos cómo su hermana había salido corriendo y la cara de preocupación era patente.

En ese instante miró al norteño dibujando con su boca un mudo "lo siento" aliviando la presión de su mano. Sus ojos de disculpa eran preciosos y comprimían el pecho del norteño, a lo que él la sonrió intentando animarla. Desvió por un momento la mirada en la dirección por la que desapareció su hermana e inclinó su cabeza para susurrarle al oído con total privacidad-No te preocupes Lenia, seguro que es una pequeña indisposición y volverá en breve-Galbart aprovechó la oportunidad que se le brindaba y apoyó su otra mano sobre la de Lenia en señal de consuelo y la acarició con suavidad.

Volvió a sentir la calidez de su tersa piel deslizando su pulgar con disimulo a lo largo del dorso de la mano, para luego apartarla de nuevo, había que mantener las apariencias, aunque el deseaba todo lo contrario, quería volver a abrazarla y besar sus dulces labios, pero de nuevo el protocolo mandaba, Galbart tensó su mandíbula durante un instante con frustración, reprimiendo sus deseos y esperando a que pasase la comida lo antes posible.

Cuando Merol salió a los Jardines ayudando a acarrear una de las bandejas con alimentos estuvo a punto de derramar por el suelo todo el contenido de esta cuando vio el gran número de invitados que estaban allí reunidos. Cuando anteriormente había estado junto junto con Kalhan, el antiguo maestro de armas dándoles la bienvenida, los había visto de uno en uno o en pequeños grupos a lo sumo, sin embargo, al verlos ahora reunidos en el jardín pudo apreciar la verdadera magnitud del evento que el señor Vaelys estaba organizando.

Haciendo un gran esfuerzo de pura voluntad, consiguió controlar el temblor de sus manos y avanzó con paso lento pero seguro hasta poder apoyar la bandeja en una de las mesas, no sin sufrir cuando manos ansiosas cogían algunos de los productos que transportaba.

Una vez que consiguió librarse de la bandeja Merol decidió retirarse un poco de la zona central del bullicio y con disimulo, intento localizar a las hijas de su señor entre el gentío...

Cuando Ser Lance se incorporó de su leve inclinación a Lady Mira y Ser Tyler, vio a un ángel cerca suya que con leve gesto de su elegante falda que elevó con sus hábiles manos como si de un abanico se tratara. Dejando ver sus elegantes zapatos que se entrecruzaban en una elegante posición solo propios de las damas. Dejó anonadado al caballero al ver tanta hermosura que reflejaba y una mirada que se perdía como si estuviera concentrada en su yo interior. Como si fuera presa de un hechizo o un encantamiento que la mantenía adentrada en su propio mundo interior. Que provocó en ser Lance una ola de sentimientos que no había sentido hasta entonces a la vez como una extraña tristeza que le embargaba por ver una mujer tan delicada que se había criado en un mundo de lobos. 

Todavía quedándose perplejo por Lady Mira, Ser Tyler se le acercó, y vio como se había quedado ser Lance como si la punta de una flecha hubiera perforado su corazón. Estrechó la mano del caballero cabizbajo por lo que acababa de sentir e intentó ordenar sus pensamientos y no presentar tal grado de vulnerabilidad a su oyente. - Encantado mi señor, le habló ser Lance correspondiendo más con la respuesta de un bastardo que la de un caballero de noble linaje. - Ser Lance Dayne de la tierra de Dorne. - Dijo cuando encontró a un hombre que sabía apreciar la belleza de las flores. - Siento la muerte de su hermano es algo de lo que tanto mi madre como yo estamos arrepentidos de lo que hizo mi padre. Y creo que ahora que el yace muerto puedo otra vez tener buena amistad con la familia Risefeller. - Dijo al hombre como algo que había tenido guardado en su interior y que quería soltarlo en cuanto se le presentara la ocasión. - A Ned Stark le debo el ser reconocido como hijo de mi padre y por tal heredero de mi linaje aunque no soy el primero en la línea principal. Tengo a un hermano que está por encima de mí pero todavía es muy joven para ocupar el cargo de señor de nuestra casa, y por tanto soy yo el que ahora la administro hasta su mayoría de edad. 

- Me gustaría presentarle a su difunto hermano mis respetos visitándolo en su tumba y dedicándole unas palabras como recordatorio. - Le dijo otra vez con aquellos ojos claros y piel suave que acompañaba unos labios gruesos y de color rojizo. Todo ello envuelto en una cabello rubio cortado en la parte de la nuca pero que sembraba un cierto revoltijo en los días de aire en su parte frontal. Se llevó una mano al pecho e inclinó la cabeza como símbolo o gesto de respeto después se fijó otra vez en la flor que acababa de tocar. - Sí son bellas y delicadas y exhalan una dulce fragancia si sabes mirar. - Dijo esta vez con una leve sonrisa en sus labios demostrando con ello querer ser más comunicativo con ser Tyler. 

Mientras se presentaba y entablaba conversación con el caballero de finos modales aunque desconocido para Tyler sucedieron un par de cosas que dieron un giro al ambiente distendido de los jardines. Hasta ese momento, a pesar del hambre, todos se habían estado comportando, por la cabeza de cada uno cruzarían las ideas y opiniones personales, más o menos de acuerdo con lo que estaba sucediendo, sin embargo de cara a fuera todos guardaban educación y paciencia. 

De pronto, Alyra cruzó como un rayo el jardín, pasando al lado de ambos caballeros y las flores, las manos de la dama cubrían su rostro y Tyler creyó que con toda probabilidad la intención era ocultar unas lágrimas que no pudieron ser contenidas. ¿Quién habría osado desencadenar aquello y ofender así a la doncella? El semblante de Tyler se tornó un poco más serio. Al mismo tiempo lady Myriah ponía en cintura a John. Si por un lado la huida de Alyra le había provocado un sentimiento negativo ahora las palabras de Lady Vaelys al sirviente le proporcionaron satisfacción, aunque no pudo exteriorizarla demasiado, pues la visión de la cuarta hija abandonando desolada el jardín le tenía preocupado.

Y a pesar de todo aquello, de tantas emociones intensas sucediéndose en un tan breve instante, la peor de todas estaba por llegar. La estocada fue directa a su pecho y ejecutada directamente hacia él.  

Ser Lance: 

- Ser Lance Dayne de la tierra de Dorne. Siento la muerte de su hermano es algo de lo que tanto mi madre como yo estamos arrepentidos de lo que hizo mi padre. Y creo que ahora que el yace muerto puedo otra vez tener buena amistad con la familia Risefeller. - 

 Aquel desconocido al que se había acercado a saludar. Aquel caballero con el que le había parecido que compartían gustos y virtudes no era otro si no el hijo de quien mató a Richard Risefeller,  Ser Arthur Dayne. A partir de ese momento la voz de Ser Lance le llegaba lejana, el resto de voces y sonidos del jardín simplemente habían desaparecido. El rostro de Tyler había quedado ensombrecido, serio, sus ojos perdidos en una oscuridad infinita, pues a su mente regresaron todas aquellas imágenes: el momento en que trajeron el cuerpo inerte de su hermano mayor, al que admiraba y adoraba más que a nadie. El día del entierro y todos los días que le sucedieron, llenos de lágrimas y un dolor que nunca sanaría del todo. 

Ser Lance:

- Me gustaría presentarle a su difunto hermano mis respetos visitándolo en su tumba y dedicándole unas palabras como recordatorio. - 

 Le hubiese gustado ser capaz de hacer lo que su educación demandaba. Ser el caballero cordial y amable que solía ser siempre. Mas en su interior miles de preguntas y rencores se agolpaban. Saber que Ser Arthur Dayne había fallecido le complacía en parte, pero ¿habría tenido una muerte lenta y dolorosa o habría muerto con honor?. En su fuero interno sabía que Richard Risefeller había muerto por la espada en combate, no había habido traición ni cobardía por parte de ninguno, simplemente Dayne había sido mejor. Pero Richard no debería haber muerto, no ya al final de la guerra ni con tanto futuro por delante. 

Los ojos de Tyler no volvieron a mirar directamente a Ser Lance, sin brillo alguno, es más, con la sombría y fría tristeza de las heridas por subsanar que muy posiblemente reclaman venganza, sus pupilas clavadas fijamente en un horizonte inalcanzable, sumido en un silencio sepulcral que finalmente fue roto por una frase pronunciada en un tono solemne respondió:

-No creo que debáis visitar la tumba de mi hermano-

No aguardó más explicaciones ni respuesta alguna, simplemente se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia algún rincón del jardín buscando la soledad.

Oberyn se sintió extrañado ante la forma tan rápida en que Lady Alyra había decidido marcharse, aunque después de haber contemplado de cerca el estado en el que se hallaba su rostro, entendía que la muchacha no pudiera soportar que sus posibles pretendientes la contemplaran de esa forma.

"Aunque eso hubiera demostrado quiénes son merecedores de vuestra mano" se dijo el dorniense. No podía evitar sentir la lástima por la situación que atravesaban varias de las hijas Vaelys, y la afección que Alyra sufría le resultaba sin duda una de las más preocupantes. Aquello no hacía sino aumentar todavía más sus sospechas.

Por fortuna, la Señora de la Casa ya había acudido a los jardines y estaba dando órdenes a sus sirvientes. El dorniense no creía que la espera del banquete fuera a tardar mucho más y, por lo que parecía, tendría que producirse en ausencia de Lord Rhys. ¿Serían ciertos los rumores acerca de su salud?

Oberyn decidió aproximarse a Ser Edric Colina, quien había llegado a los jardines mientras el príncipe conversaba con Lady Astrid.

-Bienhallado, Ser Edric -le saludó la Víbora Roja de Dorne, en tono cordial, aproximándose al bastardo de la Casa Lannister-. Espléndido día, ¿no creéis?

El dorniense se había aproximado lo suficiente al bastardo Lannister como para poder hablar en voz baja sin ser escuchados por el resto de los presentes.

-¿Os encontráis bien esta mañana, Ser Edric? -le preguntó, intrigado-. Corre el rumor de que alguien está extendiendo toda clase de males de lo más diversos sobre los herederos de la Casa Vaelys. Lady Lenia ha perdido la voz, un fuerte hedor acompaña a la pobre Lady Tabitha allá donde va y Lady Alyra... Bueno, diría que es la que se ha llevado la peor parte. Por no mencionar los rumores de que Lord Rhys se encuentra agonizando en estos momentos. No me extrañaría que vos también os hayáis levantado con alguna extraña afección. Sois Lannister, es cierto, pero también sois un Vaelys. Puede que el Vaelys que esta Casa necesite al frente.
 

Ser Edric entró en los jardines con una sonrisa en la cara, para variar, con las manos tras la espalda y disfrutando del día. En cuanto pudo, buscó una jarra de agua y se sirvió una copa. Ya habría tiempo para beber. Se quedó en un segundo plano, observando como los caballeros ya empezaban a juntarse con las hijas Vaelys, lo que hizo que, mirara al cielo y resoplara.- Joder, quién no corre, vuela.- y volvió a bajar su mirada.

Observa la copa cuando todo ocurrió en unos pocos instantes. La señora de la casa trató de manera humillante a John Kalhan, lo produjo en Edric sentimientos encontrados, por un lado, había puesto en vereda a un sirviente que no estaba cumpliendo con su cometido, pero por otro, aquél hombre había servido a su señor bien en tiempos pasados, no debería haberlo degradado a esa posición.

Después, vio como Lady Alyra echaba a correr con las manos en la cara, ante lo cuál negó con la cabeza, pensando que era cosas de niñas.

Mientras negaba, Oberyn se le acercó dándole los buenos días, al cuál sonrió e inclinó ligeramente la cabeza.

- Bienhallado seáis vos también, Ser Oberyn. Para algunos es un espléndido día, y para otros no tanto.- asiente con la cabeza, acercándose un poco para escuchar lo que le tenía que decir el dorniense y contestándole. Al principio asintió y sonrió, pero llegó un punto en que su cara empezó a ponérsele roja y a hinchársele la vena del cuello, claramente se estaba alterando un poco, pero sin levantar la voz.

Ser Edric asintió ante lo que le decía el dorniense, asimilando lo que le contaba:

- La verdad es que estoy bastante bien, pero tened en cuenta que no he pasado la noche en el castillo, si no en la posada, así que si hay algún tipo de  mal que esté dirigido hacia los herederos Vaelys, que sea el mismo castillo o los criados, o lo que diablos sea, puede que surta sus efectos mañana cuando despierte.- comentó tomando aire y dando un trago- Pero la verdad es que lo que está ocurriendo es muy extraño, pobres muchachas. Sin embargo, veo que a Lady Astrid no le ocurre nada, si, la dama con la que hablabais.- asintió sin dejar de mirar al frente. - Será una coincidencia.

Y lo que le ocurre a Lord Rhys, sin duda, serán achaques de la edad, algo normal en un hombre que empieza a acercarse a la muerte. Pero bueno, espero que se recupere pronto, tengo una conversación pendiente con él, y no quiero que se me vaya antes de tiempo.

Cuando dijo lo del Vaelys que la casa pudiera necesitar al frente, Edric calló y tomó otro sorbo de agua, mirando la copa pensativo, haciendo que el agua que quedaba se moviera. Al final, dijo, más serio:

-  No puedo deciros nada ante eso Príncipe Oberyn, de momento quiero recuperar lo que es mío, mi apellido, y creo que mi causa es bastante justa. Creéis que podría ser válido para dirigir una casa en la que todos mis familiares, me odian o me repudian, un servicio que no me conoce, y un pueblo al que le costará reconocer que lo gobierne un antiguo bastardo?- le dice acelerándose un poco, hinchándosele la vena del cuello, pero sin faltar al respeto al Príncipe en ningún momento.

-Sois agudo, Ser Edric -comentó el dorniense, ante la mención de Lady Astrid, la única de las hijas Vaelys que no había mostrado públicamente signos de haber sufrido algún percance durante la noche-. Tengo la sensación de que, al igual que yo mismo, no creéis en las coincidencias.

Oberyn escuchó en silencio las palabras del caballero y no pudo evitar sentir cierta lástima sobre su situación. Pensó en sus propias hijas y en lo distintas que habrían sido sus vidas de haber nacido en uno de los otros Seis Reinos, siendo hijas de un vasallo de los Lannisters. Como sobrino de Lord Rhys, Edric tenía los mismos derechos que cualquiera de sus hijas a convertirse en señor de la Casa Vaelys, pero su condición de hijo ilegítimo siempre sería un obstáculo. El príncipe dudaba que Lord Rhys fuera a otorgar a Ser Edric la condición de llevar el apellido Valeys.

-Creo que seríais perfectamente válido para dirigir esta Casa -declaró el dorniense, en un tono más relajado-. Por desgracia, ambos sabemos que no vivimos en un mundo justo -se formó una mueca amarga en el rostro de Oberyn-, ni considero que Lord Vaelys quiera legitimizaros como miembro de la Casa Vaelys. A menos que realizaseis una acción tan importante para la Casa Vaelys que Lord Rhys se viera obligado a legitimizaros para evitar ofrecer una mala imagen frente al resto de sus vasallos e invitados.

La Víbora Roja de Dorne sonrió, pensativo, mientras una astuta idea pasaba por su mente.

-Quizá, si halláseis a la persona que está tratando de sabotear los compromisos de las hijas Vaelys, pondríais a Lord Rhys entre la espada y la pared, obligándolo a reconoceros como un Vaelys. Puede que el señor de la Fortaleza de Sangre ni aun así os legitimizara, aunque es una posibilidad a tener en cuenta. Sinceramente, creo que uno de los invitados de Lord Vaelys es quien ha orquestado todo este complot. Alguien que conoce esta fortaleza lo suficiente como para haber recibido ayuda de uno o varios de  los sirvientes, capaces de envenenar las copas de las hijas de Lord Rhys o entrar en sus aposentos en plena noche. Alguien que aspira a desposarse con Lady Astrid para convertirse en el señor de la Casa Vaelys, e incluso -Oberyn sonrió, al comprender la totalidad del plan del saboteador- tratar de dirigir todas las sospechas hacia vos. ¿Por quién apostáis, Ser Edric? ¿Alester Marbrand? ¿Mordred Rowain? ¿Tyler Risefeller?

Astrid inclinó levemente la cabeza hacia Oberyn cuando su conversación se terminó. Había sido seria, en ambos rostros se podría leer. Se giró lentamente para ver a los invitados, contabilizar aquellos que aún faltaban, y de paso controlar cómo iba la preparación de la mesa y la comida. Apenas tuvo tiempo de dar instrucciones cuando Alyra salió corriendo, cubriéndose la cara con el brazo como podía. Pero era complicado ocultar lo que la pasaba.

Frunciendo el ceño, y siendo consciente de Lenia, aunque sin saber qué había hecho en ese momento para ese desprecio, se acercó a uno de los sirvientes.

Deja lo que estás haciendo. Ve a buscar al maestre, que vaya en busca de Alyra inmediatamente. Seguramente vaya a su cuarto dijo, con tono seco y distante, dando una orden muy precisa.

Se quedó quieta contemplando cómo el sirviente hacía su encargo, cuando apareció su madre. Esa mujer de carácter dulce pero estricto, severa en lo necesario, pero también piadosa y consecuente, parecía haber desaparecido. Los ojos de Astrid se abrieron de par en par unos instantes hasta que pudo recuperar la compostura ante la actitud de su madre. Se acercó lentamente hasta ella. La hubiese gustado preguntar si la ocurría algo, qué mal acosaba sus pensamientos, pero no era el momento adecuado. Decidió atacar al problema que tenía en mente.

Madre, si la noche se anuncia despejada, ¿no cree que sería mejor celebrar la fiesta aquí, en el exterior? Creo que a los sirvientes les dará tiempo a prepararlo todo fuera no quería decir que era por el mal olor. Pero era obvio que era por eso.

El norteño permanecía al lado de Lenia, los caballeros habían desviado su atención para mantener nuevas conversaciones dejando a ambos ligeramente separados unos pasos, permitiéndoles un pequeño grado de intimidad cosa que agradeció Galbart en extremo y le hizo sentir más cómodo.

No obstante él no iba a correr el riesgo de que alguien le oyese y acercándose a la joven Vaelys se inclinó para susurrarle al oído-Esta espera se está tornando en un pequeño infierno Lenia, ahora mismo te llevaría corriendo a los establos para coger los caballos-la miró con intensidad, con una complicidad secreta que nadie más conocía, para seguir susurrándole al oído-Ojalá estuviéramos solos de nuevo, al igual que en la biblioteca-sonrió guiñándole un ojo y cerciorándose de que nadie se fijaba en ellos, aprovechó la protección de la enorme capa que cubría a Lenia para rozar de nuevo su mano de manera distraída-debemos tener paciencia,
pero tras la comida, la tarde será nuestra- prometió.

Tanta hipocresía, intenciones ocultas, mentiras cubiertas por falsas sonrisas.. Galbart quería adentrarse en el bosque dejar atrás a todos y a todas las presentes, menos a ella, en ese momento, cuando la miró de nuevo a los ojos, un ardor volvió a atravesar su corazón y se juró a sí mismo que saldría de ese castillo con Lenia, sólo con ella y la llevaría ante el Árbol Corazón al que había jurado promesa.

Alester estrechó la suave mano que le ofrecía la joven, cerrando así el trato-. Podéis pensar cuanto queráis, por supuesto.

Alzó su copa, como pequeño brindis dedicado a ser Galbart cuando este le invitó a Bosqueespero-. Os lo agradezco mucho. No dudéis de que recibiréis mi visita. El Norte es un lugar completamente desconocido para mí. Y, faltaría más, vos podéis pasaros también cuando queráis por Marcaceniza. Mi tío es un anfitrión de primera. Venga un simple caballero o el Lord de estas tierras, no para de obsequiar a sus invitados.

La siguiente pregunta de Lady Lenia hizo que la copa de Alester se quedara a medio camino y no llegara a la boca- Mi señora, no os andáis por las ramas –Y lo dijo, no como reproche, sino con aprobación. Él era el primero en cumplir todos los protocolos, pero llegaba un momento en que le gustaba hablar más directamente. Así que ¿por qué la muchacha no iba a preguntarle eso? Al fin y al cabo, ese era precisamente el tema de la fiesta, en algún momento tendrían que abordarlo-. Podría ser que alguna de las Vaelys haya encantado a mis ojos. Pero, por supuesto, al corazón se llega conociendo. Y apenas he podido compartir tiempo con vosotras.

La respuesta era totalmente honesta, pero, al mismo tiempo, su mirada algo evasiva avisaba de que era posible que hubiera dejado algo sin decir.

De fondo escuchó dos conversaciones. La de Lady Myriah con Kalhan le confundió enormemente. Y más le extrañó que la señora de la casa no se preocupara por su hija, que acababa de salir corriendo. Por otro lado, la de Ser Lance con Ser Tyler, que hizo que en su cara apareciera una mueca de preocupación. Se giró para observar a Riserfeller. El caballero se alejaba de la multitud y Alester se quedó preguntándose a sí mismo si debía acercarse a hablar con él. Tras un minuto meditándolo, decidió seguirlo. Se dirigió hacia Ser Galbart y Lady Lenia-. Si me disculpan un momento. Siento mucho cortar esta conversación, no duden que volveré para continuar con ella. Y, por supuesto, para que la dama me dé su última respuesta al "acertijo" –Con una reverencia a ambos, se alejó.

Alester se acercó a Ser Tyler, aunque se mantuvo a unos pocos metros de él-. Ese Dayne es apenas un crío. Probablemente no se dé ni cuenta del daño que os puede hacer ese comentario y solo quiera caeros bien –La verdad es que el chico, al que había conocido el día anterior, no le había resultado muy agradable en ningún momento en que habían coincidido. Pero imaginó que una posición conciliadora era la más indicada en este caso-. ¿Queréis que me vaya? Solo tenéis que decírmelo. Pero, si queréis hablar, un viejo camarada es tan bueno como cualquier otro.

Tyler caminaba lentamente con la mirada ligeramente baja, perdido en sus pensamientos y con toda seguridad enfrentándose de nuevo a dolorosos recuerdos. Al escuchar la voz de Ser Alester se volvió para mirarle.

-Para nada, agradezco vuestra compañía- Le respondió invitándole a acercarse mientras una leve sonrisa triste se dibujaba en sus labios. -Hemos sangrado juntos, eso no se puede olvidar- Un compañero de armas con el que se había luchado espalda contra espalda no volvía a ser jamás uno cualquiera. El mero hecho de jugarse la vida juntos y el cuidar unos de otros no significaba que, de repente, se fuese incondicional en todo, pero desde luego sí otorgaba un cierto rango personal. 

- Tenéis razón en cuanto a Ser Lance - El apellido se le atascaba en la garganta, incapaz de pronunciarlo - Es poco más que un niño, no debería hacerle responsable de las acciones de su padre. Sin embargo no puedo perdonarlo. Cuando le miro veo al hombre que dio muerte a mi hermano mayor, veo como el muchacho ha crecido y goza de todos los privilegios. Sin embargo, Richard yace bajo tierra, se acabaron los torneos para él, nunca tendrá un hijo al que ver crecer. En la guerra todos perdimos algo, algunas de esas pérdidas pesan demasiado- Confesó a Ser Marbrand reconociendo que a pesar de que su mente le decía que debía ser cordial con el joven Dayne su corazón era incapaz de ello.

John recibió las palabras de Lady Myriah con semblante serio e inmutable, como el que lucía siempre, a pesar de que hacía rato que había ido a las cocinas precisamente a ordenar que se sirviese la comida no respondió nada, no hubiera estado bien visto, y menos aún en presencia de toda aquella gente. Hace tiempo ese mismo acto hubiera sido humillante para él, pero después de un tiempo haciendo las labores de ayudante del mayordomo se dio cuenta de que no podía caer más bajo, ya le importaba poco o nada lo que los presentes pensaran de las duras palabras de Lady Myriah.

Pero tendría que hablar con los sirvientes que hoy estaban a sus órdenes, no se podía tolerar tanta tardanza; desde luego Evan era capaz de sacar todo el potencial de la gente, era mucho mejor en ese trabajo que él.

De pronto Alyra salió corriendo dirección al castillo y por un momento John pensó en seguirla, sabía que algo la había pasado, la conocía demasiado bien y para hacerla abandonar un lugar así en un momento como ese era algo serio; pero por supuesto su lugar estaba allí con los invitados, se colocó discretamente en un lugar algo alejado de los invitados para no molestar pero disponible por si alguien requería sus servicios.

Allí escuchó las conversaciones que estaban teniendo los caballeros, a algunos parecía irles mejor que otros, y también estaba Lenia, a la que había visto crecer junto a sus hermanas desarrollando un cariño por ellas. Solo esperaba que en la fiesta encontraran a un hombre que las hiciera justicia.

Ser Lance respetó el comentario del caballero y le hizo una inclinación de cabeza cuando marchó. La disculpa se había hecho pero veía que los sentimientos estaban a flor del piel y que el rencor se podía guardar de padres a hijos. Ser Lance aunque era una persona educada, sentimental y a la vez tímida en algunos aspectos no podía seguir insistiendo sobre ese asunto. Miró hacia el comedor viendo cómo hablaban unos con otros mientras habían traído algunas bebidas. Su paso fue lento mirando a las flores mientras pensaba y meditaba hasta que un suceso le llamó la atención Lady Alyra con la cara cubierta y yéndose hacia el interior de la casa. El caballero seguía pensando en todo lo que estaba sucediendo intentando encontrar una explicación a todo ello. Quizás escuchase algún comentario al respecto y así se fue acercando a la mesa hasta encontrarse como uno de los comensales. 

La presencia de Lady Myriah y su reprimenda al sirviente del cual ahora conocía su nombre gracias a su señora, y que hacía por encargo el servicio de mayordomo hizo que su mirada se centrara en aquel hombre. Se interrogó del porqué no había organizado todo aquello sin la intervención de la señora, aunque sabía que el nauseabundo olor había cogido de imprevisto al servicio del castillo el mayordomo debía de ser en esos casos imaginativo. También cabía la posibilidad de que no tuviera licencia para trasladar a la comitiva a otro lugar pero debía de haber aligerado el servicio de encomiendas de las que se hacía cargo. Un ligero asentimiento dejó ver en la afirmación de su cabeza cuando otra vez miró a Lady Myriah percatándose de que iba dando más información sobre aspectos que desconocía. Entre ellos el abastecimiento de vino por parte de la familia Risefeller del cual dejó al descubierto los nombres de sus miembros. 

Entró un nuevo caballero al jardín, Ser Edric, el cual había estado hablando momentos antes en el gran comedor, y vio el saludo del Príncipe que también observaba las idas y venidas de los presentes. La víbora roja le apodaban aunque no sabía el porqué pero desde luego se le veía observador y cauteloso como una serpiente. 

Lenia se había perdido una vez más en sus pensamientos, la marcha de Alyra había despertado en ella un sin fin de sentimientos y miedos que habían atrapado su consciencia, hasta que la voz de Ser Tyler la sacó de ellos.

Tyler -No creo que debáis visitar la tumba de mi hermano-

Lenia miró como Tyler se alejaba también, por inercia, Lenia miró a Astrid, luego nuvamente a Tyler y por último a Lance. ¿De que estarían hablando para que la conversación llegara hasta el difunto hermano de Tyler?. 

Lenia -Bienhallado, Ser Edric -Espléndido día, ¿no creéis?

Lenia sonrió formalmente a modo de saludo a Edric, pero su mirada volvió a como Tyler se alejaba, Lenia sintió algo de tristeza por el, su hermano era un gran hombre, más de lo que muchos podían presumir y Astrid iba a ser afortunada por tenerle de marido pero ... no fue así. 

Astrid : Madre, si la noche se anuncia despejada, ¿no cree que sería mejor celebrar la fiesta aquí, en el exterior? Creo que a los sirvientes les dará tiempo a prepararlo todo fuera 

Lenia miró a su hermana incómoda, ¿como podía estar tan tranquila hablando de la fiesta cuando Tyler estaba de ese modo?. Lenia apretó la pizarra que tenía en una de sus manos, no sabía porqué, Astrid se le había cruzado desde por la mañana y no tenía ningún tipo de tolerancia hacia ella en esos momentos.

Galbart se inclinó para susurrarle algo y Lenia se relajó. Asintió suavemente y sonrió.

Alester : Podéis pensar cuanto queráis, por supuesto.

Lenia le miró y recordó el trato que habían echo, asintió también, indicando que se tomaría un tiempo antes de quemar su última oportunidad.

Alester : Mi señora, no os andáis por las ramas –

Lenia alzó las cejas y puso cara de inocente, ¿porqué debía andarse por las ramas? ambos eran conscientes de lo que hacían allí, jugar a parecer que no se sabía era quizás, el juego de la mayoría, pero no de ella. Negó con una sonrisa divertida aunque distraida.

 Alester : Podría ser que alguna de las Vaelys haya encantado a mis ojos. Pero, por supuesto, al corazón se llega conociendo. Y apenas he podido compartir tiempo con vosotras.

 Así que Alester se sentía "atraído" por alguna de sus hermanas, Lenia miró por donde se había ido Alyra, sin duda era preciosa y servicial ... Mira era demasiado joven, ¿pero eso le resultaría atractivo a los hombres? Astrid era la heredera, eso, por si solo, ya era un gran atractivo. Por último, Lenia pensó en su querida hermana Taby pero ... dada la situación, descartó la idea.

 Alester : Si me disculpan un momento. Siento mucho cortar esta conversación, no duden que volveré para continuar con ella. Y, por supuesto, para que la dama me dé su última respuesta al "acertijo" –

Lenia estaba pensando en ir tras Tyler, como amiga, le preocupaba su estado, pero como mujer no podía permitirse ir tras el, porque su madre la regañaría seguro, así que cuando Alester marcó su intención de ir tras el, Lenia le miró como si fuera su salvación. Hizo un gesto agradecido y asintió disculpándole. Sonrió e hizo un gesto para que marchara. Le diría su respuesta al acertijo más tarde. 

Lenia miró a Gal con cierta preocupación, estaba agobiada por la situación de su afonía, por el mal humor de su madre, por el retraso de los invitados, la ausencia de su padre ... pero tenerle cerca hacía que se relajara un poco.

Esta espera se está tornando en un pequeño infierno Lenia, ahora mismo te llevaría corriendo a los establos para coger los caballos

Lenia le miró a los ojos con tal deseo de escapar que casi le faltó llorar, fue consciente de que sus ojos se aguaban así que respiró de forma profunda intentando calmar sus nervios.

Ojalá estuviéramos solos de nuevo, al igual que en la biblioteca

 De forma inconsciente, Lenia entrelazó su mano con la de Galbart durante unos segundos, hasta que se dio cuenta y le soltó, sin dejar de mirarle a los ojos, el era tan dulce, tan comprensivo, tan protector ... quiso abrazarle y refugiarse bajo sus brazos pero no era el momento, ni el lugar. Sonrió al recordar la escena de la biblioteca.

debemos tener paciencia, pero tras la comida, la tarde será nuestra-

Lenia miró de reojo a su madre para ver si había visto el gesto de la mano y luego miró a Gal sonriendo y asintiendo con energía, quería marcharse con el, cuanto antes. Siempre había adorado su casa, su familia, su vida, pero desde la mañana algo extraño pasaba, quería huir de ahí, desde que conoció a Galbart supo que el sería quien la salvaría de aquella vida que empezaba a odiar.

" Gracias "

Lenia trato de respirar nuavemente y centrarse, tenía hambre, dolor de garganta y los nervios a flor de piel, pero haría gala de su educación y resistiría. 

A Alester le alegró que, por lo menos, Ser Tyler no rechazaba toda compañía. Se acercó a él, recordando a su hermano. O, al menos, las historias sobre él, porque aunque lo había conocido en batalla apenas recordaba la cara de Ser Richard. ¿Le pasaría siempre así? ¿Se iría la gente poco a poco y sus rostros se desvanecerían de su mente? No, sabía por experiencia que no siempre era así. Había rostros de los que uno siempre se acordaba.

- Es lógico que penséis así. E imagino que él también lo entenderá. Supongo que es el precio que pagamos todos al pertenecer a una familia. Estamos orgullosos de nuestro apellido, y a veces eso también conlleva que, junto a dicho apellido, cargamos con errores pasados que ni siquiera son nuestros –reflexionó Alester cuando Risefeller le contó que no podía perdonar a Ser Lance.

- No puedo saber cómo os sentís, lo único que yo perdí en la guerra fue la ingenuidad de pensar que la batalla era tan fácil como entrenar en tu propia casa -Aunque su familia había participado en ella, a ninguno le había tocado una misión tan peligrosa como la de Richard Risefeller. De hecho, su hermano Wex ni siquiera llegó a entrar en batalla-. Pero os puedo decir algo. Vuestro hermano no podrá tener esa vida, por desgracia. Pero vos sí. Vividla, conseguid gloria para vos y vuestra familia y, de esa forma, honráis a los que ya no están. Ahora os toca pensar en vuestro futuro. Con suerte, tras estos días no volveréis a ver nunca a ese muchacho.

Giró la cabeza hacia donde estaba Ser Lance y lo vio tranquilo, paseándose entre la multitud. No hablaba con la gente, no había parecido preocupado por el efecto de sus palabras. Sin duda un joven sin experiencia.

- Puede parecer un tópico vacío o que para vos no signifique nada, comparado con lo que habéis perdido, pero a vuestro hermano se lo recuerda como un héroe –le recordó, aunque para la familia podía ser de poco consuelo-. Ser Arthur Dayne fue el mejor espadachín de los Siete Reinos. Ser Richard, a pesar de haber perecido, se encuentra entre el grupo de hombres que se enfrentaron a él y finalmente lo abatieron. Murió vencedor y eso es más de lo que muchos otros pueden decir.