Partida Rol por web

Alester no llegó por el camino sobre su montura, como los demás caballeros, sino que él salió a pie por la puerta de la Fortaleza. Había llegado hacía un buen rato y, a causa de su mala suerte, no había podido aprovechar el tiempo. Pero al fin se encontraba con el castellano, quien estaba dando la bienvenida a varios jinetes, a quienes ya había visto en la posada.

Tras un saludo cortés con la cabeza, se acercó a Ser Curton. Curton. ¿No se apellidaba así el dueño de El Dragón Borracho? Y, sin duda, su aspecto es similar. Estaba por afirmar que eran familia, pero no quiso decirlo en voz alta. Al fin y al cabo, no recordaba que posadero les hubiera comentado nada de que tuviera familia en la Fortaleza. Así que o bien el parecido y el apellido eran pura coincidencia o bien la relación entre ambos no era demasiado estrecha. De cualquier modo, prefirió no tocar el tema que, además, no habría sido más que un simple cotilleo.

- Buenos días, Ser Curton, disculpe las molestias. Querría pediros un favor, si sois tan amable. He intentado visitar al maestre en su torre, pues necesito de su asistencia para mandar un cuervo a mi familia –Tenía la sensación de haber contado esa misma historia un millar de veces en lo que iba de mañana-. Pero un soldado me informó de que no puedo acceder si no es con vuestro permiso. Así que si pudierais acompañarme hasta la entrada de la torre, os lo agradecería mucho. Por supuesto, cuando hayáis terminado de recibir a los nuevos invitados.

Esperó respuesta y se apartó un poco, para dejar que el hombre continuara con su trabajo. Alester sabía que recibir a los huéspedes era una tarea más importante que escuchar los deseos de un noble ajeno a la Fortaleza, pero esperaba que no tardara demasiado en atenderle. Ya había dado bastantes vueltas por el lugar buscando la forma de acceder al maestre.

Camino abajo llegaron dos de los invitados rezagados, por un lado ser Lance Dayne que era seguido por un escueto séquito conformado por cuatro soldados con los colores de los Dayne y tres sirvientes, el dorniense había elegido llevar una indumentaria más propia de las Tierras Occidentales que las de Dorne, al fin y al cabo ser Lance parecía más un Lannister que un sureño.

Junto a él parecía haberse unido ser Edric, el cual se había unido a la comitiva Dayne, ambos mantenían una distendida charla.

De verdad os digo, ser Edric, que cuando abandoné estas tierras para hacerme cargo de mis deberes en Campoestrella las primeras semanas fueron de un tiempo inenarrable. Creía que en Roca Casterly hacía calor.. ¡Por los Siete que no sabía qué era el calor hasta ir a Dorne! exclamó con un pronunciado asentimiento. No en vano el blasón de la Casa Martell es el disco solar.

Llegando al perímetro de las puertas del castillo, Lance tiró de las riendas de su tordo deteniendo la marcha. Miró de soslayo a Edric, luego espoleó un tanto a Manchado para que avanzara un poco dejando espacio a su acompañante por si quería ir junto a él. Se dirigió a aquellos que los recibieran a las puertas de la fortaleza, desde esa posición contempló su colosal estructura, pues había escuchado su descripción muchas veces, pero esa iba a ser su primera visita, bajó del caballo.

¡Salve del castillo! Soy ser Lance Dayne, Lord Protector de la Casa Dayne, invitado por Lady Vaelys a su celebración. se presentó irguiendo la postura a quien lo recibiera, movió la mano con sutileza y un criado, un mozo de no más de doce inviernos de rasgos dornienses, corrió junto a él entregando la invitación a su señor. Solicito humildemente permiso para entrar en la Fortaleza de Sangre.

Ser Edric avanzó hacia el castillo con la comitiva de Lord Dayne, el cuál a primera vista le pareció un hombre un tanto contundente y tuvo reparos en que pudiera ser muy altivo con él por ser bastardo, sin embargo tras un poco de charla con él cambió bastante su opinión sobre él.

- No se si podría vivir en esas tierras Lord Dayne, creo que el calor extremo y las armaduras pesadas son incompatibles.- - sonrió el bastardo a su interlocutor.

Y entonces observó las murallas de la Fortaleza de Sangre. Hay que admitir que abrió bien los ojos sorprendido por la belleza de la fortaleza y sus torres y murallas.

Cuando Lord Dayne se adelantó, Edric le observó y vio como dejaba espacio a su lado, así que aceptó la invitación espoleando su caballo también para presentarse tras él.

- Mi nombre es Ser Edric Colina, señor.

Era una suerte haber podido ir acompañado hasta allí . El camino era sin duda más seguro y todas las presentaciones y demás, habían corrido a cargo de otros miembros de la comitiva, pero debía presentarse para no ser confundido con algún advenedizo o plebeyo adinerado, así que al igual que los demás y aprovechando un momento en que habían terminado las otras presentaciones, habló él:

- Soy Ser Ulrich von Liechtenstein. Os traigo los respetos de la casa de mi padre y también os pido permiso para acceder a vuestra morada.

Me doblé con una no muy reverencial inclinación: Aquel juego de falsa educación me aburría enormemente, pero también era consciente que sin aquel paso previo, no tendría nada que hacer entre los muros del castillo... Y eso si me acabaran dejando entrar.
Estaba deseando quitarme aquella incómoda ropa de viaje, así que deseé en mi más interno fuero, que aquella situación a las puertas, no se alargara demasiado.

Marvin asintió a la petición de Sir Alester, habría de acompañarlo en busca del maestre como él le pedía, pero aún tenía que cumplir sus funciones en las puertas. Afortunadamente, parecía que el flujo de invitados que llegaban iba en aumento. En breve podría dejar esa zona y seguir con preparativos para la fiesta y cumplir con el noble recién llegado.

- Sir, sólo llamadme Marvin - comentó a las palabras de Marbrand -. Soy de origen humilde, aunque cumpla las funciones de castellano - era normal que desconocidos pensasen que debía ser un caballero vasallo o un noble, algo más apropiado para su cargo -. Me  puede tomar un tiempo el recibimiento de los otros señores, no querría que vos sufrieseis la espera. Es preferible que, o bien me reúna con vos en el recibidor o, si tardase demasiado, en vuestras habitaciones. Luego buscaremos al maestre y cumpliré con vuestro encargo. Lo importante es la comodidad de nuestros invitados para la casa Vaelys.

En poco tiempo percibió a los otros invitados, Sir Lance, Ser Ulrich y Sir Edric, quienes se presentaban. El castellano repitió lo que ya había expuesto a los otros dos señores. Empezaba a sentirse como un simple portero.

- Bienvenidos, sers. Soy Marvin Curton, castellano de la familia Vaelys. Me hallo aquí para indicar el camino a los establos, donde se le dará el mejor reposo a sus monturas - de nuevo indicó el emplazamiento de las caballerizas a los caballeros, facilitando el que las encontrasen sin muchos problemas -. En el recibidor hemos situado un emplazamiento con bebidas y comida mientras se preparan vuestras estancias. Reiteró la bienvenida, señores - lanzó una reverencia hacia los nobles a modo de saludo.

Para cuando también se presentó ser Ulrich, Lance dirigió un cortés asentimiento al caballero de la Casa Liechtenstein, pero su atención permanecía sobre el castellano de la fortaleza que había salido a recibirles tras atender a otro de los invitados. Lance aguardó paciente, pero la verdad es que estaba ansioso por ponerse cómodo tras el largo viaje desde Dorne.

Castellano Curton. dirigió un somero asentimiento reconociendo su posición. Gracias por recibirnos. Ha sido un viaje largo, al menos el mío, me alegra poder ser recibido con presta hospitalidad.

A la indicación de que los acompañaría a los establos para resguardar los caballos, ser Lance hizo un gesto a uno de los sirvientes, otro dorniense mayor que el anterior que rondaría los diecisiete años, que tomó las riendas de su tordo para llevarlo a su lugar de descanso. Ser Lance se quedó junto a la entrada, pero siguió con la mirada al sirviente que llevaba a Manchado, por el mero hecho de tener localizados los establos.

Acepto gustoso el refrigerio, castellano, y esperaré paciente. inclinó la cabeza de nuevo, agradecido. Sacudió un poco la capa roja para liberar de polvo del camino la misma, un esfuerzo medianamente eficaz, porque hasta no franquear el umbral de la fortaleza y estar sobre piedra el polvo seguiría acumulándose en los bordes de la capa. Antes de entrar se volvió hacia Curton.

Me acompañan cuatro soldados de mi Casa, como puede ver, espero que pueda facilitarles un lugar donde resguardarse estos días. los miró, y de nuevo volvió su atención al castellano. Tiene mi palabras que se comportarán, los he elegido personalmente sabiendo que son hombres leales y saben comportarse en casa ajena. hizo una breve pausa. Gracias de nuevo, castellano.

Finalmente el caballero hizo el ademán de dirigirse al recibidor si es que así tocaba en ese momento.

- Muchas gracias señor. Lord Dayne, puedo acompañaros?- comentó entrando con el caballo y dejando que algún criado lo llevara a los establos.- Sería un honor poder tomar una buena bebida con vos y que me sigáis contando sobre Dorne y vuestras tierras, y si me permitís preguntar, por vuestro padre.- dijo andando hacia el recibidor.

Galbar llegó a la Puerta Principal sin problema, el breve descanso había sido reparador y era momento de hablar con el resto de caballeros y compartir sus primeras impresiones, más pretendientes llegaban a la celebración-Saludos Señores, Ser Galbart de Bosquespeso para serviros ¿habéis tenido un buen fin de viaje? éste castillo es magnífico-dijo mirando a la imponente estructura-he tenido el placer de recorrer una pequeña parte y es algo que merece ser visitado-dijo respetuosamente, no les conocía apenas, pero sería interesante conocer más sobre sus tierras y gentes.

Alester escuchó a Curton mientras asentía con la cabeza a todo lo que le iba diciendo-. No os preocupéis, Marvin –respondió el noble, llamando al castellano por su nombre, como le había pedido-. Soy hombre de paciencia, puedo esperar a que vos terminéis vuestro trabajo sin problema. De hecho, si no os es inconveniente, me gustaría quedarme aquí. Pero, descuidad, no es mi intención molestaros mientras recibís a los invitados.

Dicho esto, se apartó un poco más y, con la vista hacia arriba, contempló las murallas de la Fortaleza. Les había echado un vistazo nada más llegar. Recordaba haber pensado únicamente en lo que significaba cruzar dicha muralla, en la oportunidad que le aguardaba tras las puertas. Ahora, más relajado, admiraba su estructura. Hasta cierto punto, le recordaba a Marcaceniza, al fin y al cabo casi todas las construcciones de un mismo reino tenían un aire similar. Pero estos muros eran incluso más altos que los de su casa.

Sin duda, prefería quedarse ahí antes que deambular por los pasillos sin rumbo fijo o ir a una habitación, solo, sin nada que hacer. Y en el recibidor, Lady Vaelys estaba ocupada hablando con su servicio. Así que las murallas era el mejor lugar para esperar. Además, ahora que por fin se había encontrado con el castellano, no quería arriesgarse a perderlo.

Mientras veía pasar a los caballeros, con los que había coincidido en la posada, pensó en Jhon Kalhan. Había sido una sorpresa verlo en la Fortaleza y, sobre todo, verlo como un miembro más del servicio de los Vaelys. Alester, como probablemente el resto de gente que conocía a Kalhan y su historia, había pensado que ese hombre estaba condenado a una vida de desgracia, sin posibilidades. Sin embargo, los Vaelys habían decidido darle una oportunidad. Curioso. O, quizás, no lo es tanto, pensó, asintiendo para sí mismo.

La llegada de Sir Galbart tomó por sorpresa al castellano, no esperaba al norteño. Las palabras de éste trajeron paz al ser oídas. Era muy positivo que uno de los invitados hablase de esa manera del hogar de la casa Vaelys.

- Vuestras palabras honran nuestra humilde morada, Sir Galbart. Son muy reconfortantes - debía mostrar agradecimiento, era el representante de la casa Vaelys en ese momento -. Espero que todo sea de su agrado. 

Marbrand reafirmó su intención de quedarse con él, cosa a la que Marvin sólo pudo asentir. Si la decisión del noble era esperar con el castellano, ésta sería acatada.

- Como deseéis, Sir Alester. Y no, no es inconveniente alguno vuestra presencia - mencionó, aceptando su decisión -. Esperemos que no haya demora en el resto de invitados.

Galbart asintió ante las palabras del hombre-¿Humilde morada decís? sois muy modesto, pocos castillos he visto que puedan igual a éste-dijo mostrándole una sonrisa-Desde luego, no tengo objeción ninguna, ya he tenido el placer de visitar los jardines con algunas de las hijas y caballeros invitados y son algo asombroso. Además ya he podido visitar mis aposentos y disfrutar de un breve descanso, muy cómodo y con unas vistas excepcionales-comento sonriendo con un ligero gesto de agradecimiento.

Al parecer todos seríamos bien recibidos en la fortaleza, si bien la posición de unos y de otros, podría dejarse notar a la hora del trato del Señor del castillo... O de su castellano, para ser más concreto.

Baje de mi caballo. Me apetecía andar después de tanto tiempo a la grupa de mi caballo y de hecho en aquel momento me molestaba el trasero enormemente, así que decidí andar para desentumecerme.

Atravesé el patio y de momento me acerqué a uno de esos troncos donde se puede atar el caballo, sin hacerlo, pues esperaba poder enganchar a algún mozo de cuadras que se hiciera cargo de él. De cepillarlo y darle de comer, básicamente mientras yo luego podía ocuparme de lo propio para mí mismo.
​Miré alrededor en busca de algo que me llamara la atención, pero de momento nada destacaba sobre lo demás aparte del grupo de nobles que nos habíamos juntado un poco después de cruzar la puerta al llegar.

Al galope de su caballo, el viaje de Rowain desde la posada no parecía tan largo. Los cascos golpeaban, primero la tierra, luego los adoquines de la entrada del castillo con un ritmo casi perfecto, un paso marcial. Cuando se detuvo cerca de los abrevaderos, su palafrén soltó un bufido. Era un animal altivo, estoico, con mucho brío: no se dejaba montar por cualquiera.

Mordred bajó de su caballo dejándolo atado por las riendas para que bebiera y comiera un poco, seguramente atendido por la servidumbre de Lord Rhys, de quienes no esperaba menos que el mejor de los tratos. Echó a andar luego, sin prestar mucha atención del resto, parecía ser uno de los primeros - o últimos - en llegar, pues no veía a nadie, sino a un distante ¿caballero? que había visto en la posada, quien parecía también acabar de bajar de su caballo.

Pasó el enorme umbral que hacía las veces de entrada a la Fortaleza de Sangre, se regocijó un poco de su magnificencia. Se lamentó en vano no haber podido traer su espada, dentro de estos muros, seguramente manchado con la sangre de muchos, la resistencia sería inútil. Estar indefenso era, sin duda, una lástima.

Esperó ser atendido por el castellano, seguramente identificándolo en el acto.

A punto estaba de atender la demanda de Ser Alester cuando un nuevo invitado se presentó. Marvin respiró profundamente, dió un paso al frente y volvió a dar el recibimiento al recién llegado. 

- Sed bienvenido a la Fortaleza de Sangre, hogar de la familia Vaelys. Soy Marvin Curton, el castellano de la fortaleza. Hállome aquí para indicaros el emplazamiento de los establos - por tercera vez indicó la situación de las caballerizas -. En el recibidor se han dispuesto bebida y comida mientras se preparan vuestras estancias, cosa que se hará con la mayor de las prestezas, Ser. Si necesitáis cualquier cosa sólo habéis de mencionarlo. Queremos que vuestra estancia sea lo más placentera posible.

Dio unos pasos atrás, cediendo algo de espacio a los caballeros que aún seguían reunidos en la puerta.

- Si me disculpan, Sers. He de ausentarme ahora - pronunció con una reverencia a modo de despedida.

El castellano se giró hacía el noble que se encontraba esperando que éste acabase su cometido. Había llegado el momento de cumplir con él lo acordado. Desconocía si ya habían llegado todos los invitados, pero confiaba en que le llevaría poco cumplir con Ser Alester y que podría retornar raudo a su cometido como portero. Además, no debía permitir que un noble sufriese una espera que podía tornarse larga y aburrida.

- Ser Alester, si sois tan amable de acompañarme, iremos en busca del maestre Caelus - le dijo mientras abría la marcha hacía el castillo. Recordaba haber visto al maestre en la cocina, pero eso había sido horas atrás. Con seguridad, Caelus estaría en sus aposentos y, en caso contrario, podría preguntar a algún criado la localización exacta del hombre.

Ser Marbrand se mantenía callado, apartado, pero no por eso se aburría. Sus ojos iban pasando de caballero en caballero, de torre de la muralla a torre de la muralla. Incluso escrutaba los bosques como si quisiera guardar en su memoria cada árbol, cada hoja y cada sombra. Lo observaba todo y para todo tenía un comentario en su cabeza. Los alrededores de Marcaceniza son menos frondosos, sin duda. Pero estoy por jurar que nuestras presas sí que son mejores, remarcó para sí mismo mientras avistaba una bandada de aves a lo lejos.

Vio entonces llegar a Ser Mordred, no sin poca sorpresa por su parte. Tras la cantidad de cerveza que había bebido la noche anterior y al no haberlo visto esa mañana en la posada, Alester estaba convencido de que no vería al caballero hasta bien pasado el día.

En ese momento, el castellano se acercó a él. Alester se irguió, pues se había apoyado ligeramente contra un muro, y asintió con la cabeza-. Muchas gracias, Marvin. No os retendré mucho de vuestras obligaciones –No parecía que fuera a venir nadie repentinamente. Pero intentaría que todo fuera lo más rápido posible-. Caballeros –dijo, con una pequeña reverencia a los recién llegados-, nos veremos a lo largo del día.

Caminó junto al castellano hacia el interior de la Fortaleza- Decidme, Marvin, ¿hace mucho que trabajáis para los Vaelys? –preguntó, mientras cruzaban el umbral de la puerta, para hacer conversación hasta llegar donde estuviera el maestre.

Entre todos aquellos caballeros de familias tan importantes, me sentía como un insecto. Nadie me prestaba atención y yo pasaba desapercibido. No es que me molestara. Era normal que se prestara atención a los miembros de familias con más peso en la política del lugar.

Oí por casualidad al castellano decir que nos habían preparado vituallas en algún lugar por allí cerca, pero antes debía ocuparme de mi caballo al no ver ningún palafrenero por allí cerca, así que volví donde lo había dejado atado y pregunté donde estaban los establos... Y allí me dirigí.

Galbart al ver que cada caballero tomaba un destino diferente, decidió tomar otro camino y seguir visitando el castillo-Señores, os veré más tarde en la fiesta-dijo inclinando la cabeza para entrar de nuevo al castillo.