Partida Rol por web

Evan observaba atento la escena mientras intercambiaba palabras con Kyle. 

Cuando su señor les habló directamente cambió el semblante, se puso más serio. Dijo unas últimas palabras a Kyle y empezó a caminar hacia Swann y su grupo. Claramente Evan no había pensado aquella mañana en verse en una situación así, ninguno lo había hecho. Esperaba a que realmente aquellos extranjeros fuesen preparados para la batalla por puro desconocimiento de las costumbres de Poniente. Si no era así...

Hizo de tripas corazón hasta que se puso lo suficientemente cerca de Swann, el tipo parecía crecer a medida que uno se acercaba. 

Menuda mole, solo con dejarse caer ya me dejaría fuera de combate

Hizo una leve reverencia y después les pidió que le siguiesen con un gesto. Mientras se giraba, cuándo los extranjeros no le veían, dedicó una mirada a su señor, su expresión era seria, y con la cabeza hizo un asentimiento casi imperceptible. 

Estaba aseguro de que Lord Rhys lo habría comprendido, no le fallaría.

294

Casi todos los hombres se encontraban en la recta final de la guerra. Las criadas llevaban aquel barco llamado Fortaleza de Sangre a flote, logrando ingeniárselas tan bien que las pequeñas damas no notaban las aguas turbulentas que amenazaron la estabilidad del servicio. Todos los vestidos se encontraban confeccionados y remendados al punto, la comida siempre estaba caliente, los caballos siempre alimentados y los pisos siempre limpios.

Ginevra se abocaba a ello con una energía que desconocía que tenía dentro de ella misma. Lejos de resentir por su cuna noble, llevaba la carga con orgullo, sintiéndose un miembro útil para la familia que tanto había hecho por ella rescatándola del hambre. ¿Como quejarse por tener la comida ajena siempre caliente y la propia fría por sus múltiples tareas diarias, cuando gracias a ellos tenía pan y carne que llevarse a la boca? ¿Como no sentirse orgullosa de lucir aquellos platos a sus tíos y primas con la miel desbordante y las papas nadando en mantequilla?

Lo que necesitaba en la ingenua inocencia romántica de sus quince años era solo las horas finales del día, cuando podía disponer de sí misma y perderse en el trote del negro corcel de raza española. Bañarse y flotar en un lago cercano.

Aquellos días, había cuidado de lord Rhys, pasando el suave paño de seda por su frente y brazos para alejar la fiebre y guiando a lo que permanecía del servicio en mantener la olla al fuego para humedecer el ambiente y facilitarle la respiración, y servir la comida en sus habitaciones. Ahora que estaba mejor pudo excusarse a sí misma y perderse de nuevo, en esas horas breves pero merecidas de libertad.

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Voz y canto. 

Anhelo y deseo.

Sentir y percibir.

Rugir y dormir.

Sólo tenía un nombre "Ginevra" cómo no lo pude ver llegar ni percibir a tiempo todo fue tan rápido... tan fugaz como el lobo que acecha en el camino, la serpiente con su veneno que corroe todo el cuerpo antes de que puedas acudir al sanador. Ya no había defensa ni cura no existía el honor ni la lealtad.

Igual al latido del corazón, era un retumbar interior parecido a la adrenalina que surgía en la batalla. El guerrero el furor el latido subía lo podías sentir podías escucharlo eso era lo que estaba sintiendo por "Ginervra" Era algo que sucumbía a mis fuerzas, no podía controlarlo un veneno que se extendía en mi cuerpo y no podía rechazarlo. 

Era un deseo un impulso un arrebato que me hizo sanar, salir de mi encerrona en la fortaleza, abrirme hacia el exterior no preocuparme por mi vida. Olvidar la descendencida, mis otros sentimientos, mi herencia, a mi sangre todo se olvidó desapareció ya no existía de repente todo aquello lo suplantó "Ginervra" Era la diosa y la doncella, la princesa y la dama, el sol y la luna, el amencer y el atardecer, lo era todo en mi vida.

En esta noche sin día el bosque se mezcló con su presencia, y la figura que cabalgaba pasó por los árboles que circundaban mi fortaleza hasta el claro donde mi corazón por un espacio pareció que no latía cuando vio aquella hoguera en el claro.       

Se dejó flotar en el agua en una bruma sin tiempo, sintiendo el tacto frío de aquel lago de plata por su piel, entre sus dedos y elevándola antes de sumergirla. Había lavado su ropa y nadado, limpiado su piel y cabellos. Al salir se envolvió a sí misma en el trozo de sábana que usaba para esos fines.

Antes de vestirse fue a sentarse en la hoguera puesta para secarse a sí misma y su ropa. Se sentó envuelta en aquella sábana, cerrando los ojos y disfrutando del calor del fuego. En su naturaleza soñadora era tan fácil para ella ser feliz con tan poco.

En algunas cosas ya era una mujer. Desde el sentido de independencia a las formas que ya acusaban la belleza que alcanzaría pronto, abandonando casi del todo las formas otrora infantiles. De la niña que llegó a la Fortaleza de Sangre ahora quedaba una joven de finas caderas y cuerpo moldeado por la equitación y el constante trabajo. La buena alimentación la había hecho desarrollarse sanamente, alcanzando ahora las formas de una auténtica doncella.

Notaba el cambio en sí misma, y gustaba de arreglarse frente a un espejo, pero no consistía el centro de su vida. Aun no tenía la consciencia de sí misma y la vanidad necesaria para sacar provecho de una belleza que era en su modo de ver las cosas meramente decorativa. Había pasado rato contemplándose al agua, aun acostumbrándose a ser una mujer. Pero una que podía disfrutar los placeres simples de la vida.

Un crujir de hojas la alertó. Temiendo haberse propasado de imprudente abrió los ojos asustada, afinando el oído para buscar la fuente del ruido. En aquellos momentos pudo sentir los latidos de su corazón retumbando contra sus sienes, impidiéndole escuchar más. Se abrazó a sí misma, a punto de correr a su caballo, pero el miedo había entorpecido sus pasos, hasta que pudo distinguir a lord Rhys.

Al darse cuenta de ello sus mejillas enrojecieron, atinando solo a cubrirse más.

- Mi señor... - no supo que agregar. Estaba segura de que le esperaba una reprimenda... hasta recordar el estado en que se había encontrado esos días. ¡Si ella misma había velado por sus noches! la preocupación y la sorpresa se mezclaron en una combinación que nubló su otrora ingeniosa lengua.

Después de darle la carta, esperaba que la mirara y no se la llevara, me extraño que cuando pedí pan y sal el señor de la casa no me dijera nada, debía de ser que no yo no era digno de eso 
مسٹر رب Rhys کی Vaelys معذرت، لیکن میں نے اس خط کی ضرورت ہے  y extiendo la mano, cuando de repente uno de mi guardia personal se pone firme y hace chocar sus pies metalicos y empieza hablarme 
میرے رب لگتا ہے کہ آپ کو ہماری زبان میں بات کر رہے ہیں ایک چھوٹا سا مسئلہ یہاں کوئی نہیں بولتا اور تو ہماری سمجھ میں نہیں آتا ہے miro a mi guardia para ver que pasa y responderle تمہیں انتباہ لئے صحیح شکریہ ہیں..

- soy Swann Grizzly el señor de la gran casa Grizzly, traigo una invitación de Lady Myriah Vaelys, llevamos más de 2 meses de viaje, hace 2 semanas un grupo de unos 50 bandidos nos asaltaron por el camino y 2 de nuestros mozos resultaron heridos en el combate, ahora están acampados con el resto de mi sequito a unos 50 metros de una posada, esperando ordenes, yo me he acercado hasta el castillo para hacer acto de presencia y solicitar pan y sal.-hago una pequeña pausa- señor Rhys Vaelys en cuanto a las armaduras estas NO son armaduras de guerra, son armaduras de viaje, las armaduras de guerra son de otra clase más robusta, me gustaría mandar un mensaje a mis hombres de que estoy bien y que pueden acampar en esa zona, tienen ordenes de no mezclarse con la población, si no es una emergencia, TAMBIÉN me gustaría hablar con usted a solas

El señor no podía dejar de mirarla engalanado de ricas vestiduras de seda que convergían en un regio color azul oscuro, con profusos bordados de oro en sus puños. Sus dedos estaban embellecidos por ricas diademas, su cinturón de seda ceñía su atuendo mostrando su robusta figura. Un señor muy osado de ir sin arma ni armadura, con tan ricas prendas y joyas esmeradas que hacía peligrar su vida sin soldados que le custodiaban.

Lord Rhys quería mirar hacia el fuego pero no podía aquel cabello rubio mojado aquellos ojos azules y su faz de rasgos proporcionados, finos y esmerados. Provocaban no dejar de mirarla y le recordaba a la mujer que tanto amaba pero en su juventud.

Sintió su corazón palpitar a tanta velocidad que tuvo que respirar profundamente para calmar sus sentimientos, en cambio la joven doncella que se había percatado de su presencia se quedó conmocionada. Pero el señor no podía dejar de mirarla saltándose todo el protocolo para cortejar a una dama sólo quería tener presente que Ginevra no escapaba de aquel encuentro tan buscado. 

No había secretos para el señor de los lugares que frecuentaba la joven dama, conociendo cada uno de sus movimientos ya que por un tiempo su vida se había esfumado para convertirse en un ser hechizado por la presencia de su criada. 

Ella le llamó por su rango un tanto confusa por el encuentro tan inoportuno. El señor movió su mano y sacó uno de sus anillos y lo puso en su palma extendiendo el brazo hacia Ginevra.

- ¡Cógelo! - Le ordenó con aquella mirada que desprendía un deseo desproporcionado. 

En lugar de ropas de campaña o protección, lord Rhys vestía tan magníficamente como quien ha de ir ante la presencia de los reyes. Temió en un primer momento haber desatado una alarma que hubiera hecho a otros buscarla, y se sintió avergonzada de ello.

- Disculpadme. Volveré de inmediato, mi señor...

Se disponía a recoger su ropa, sin saber bien como por tener que seguir sujetando la sábana que cubría su desnudes y aun se pegaba en algunos puntos a su cuerpo todavía mojado. Era tal su sorpresa por el giro de los acontecimientos que no atinaba a decidirse sobre como actuar más que cubriéndose, sin despegar la mirada del suelo y sintiendo arder sus mejillas usualmente pálidas y más tras un baño de agua fría.

El lord sacó uno de sus anillos y con una voz tan ronca como fuerte y brusca le ordenó tomarlo.

Aquello la confundió. Alzó la vista, encontrándose directamente con la de su señor. Otros hombres le habían dirigido miradas incluso descaradas, y ella en tres comentarios mordaces los ponía en su lugar. Pero ante lord Rhys, alguien de otro rango mucho más alto, y cuya presencia sola imponía, de nuevo no supo como actuar.

Alargó su mano, tomando el anillo con su propia mano temblorosa. Parecía un felino hipnotizado, sin poder bajar la vista atrapado por la mirada fija de un cazador. Una inusitada sensación de peligro volvía a hacer latir su pecho con violencia, y volvía a escuchar los propios latidos de su corazón contra sus oídos.

Nunca imaginó siquiera semejante situación, y era tan lejana otrora que sonaba imposible. Un malentendido, algo que pese a ser evidente no podía ser real. Esa mirada de deseo y esa aura masculina, intentando dominar la suya.

Se avergonzó de ello, y de esa forma rompió parte del trance. Intentó tartamudear una excusa, bajar la vista y volver a retroceder.

La doncella al extender la mano... el señor pudo ver de cerca su piel blanca y al tomar el anillo sentir su tacto. Cerró los ojos intentando sentir el momento del contacto pero fue tan breve que tuvo que abrirlo al instante, y tomar fuerzas para la proposición que le iba a hacer a su bella dama.

- Póntelo Ginevra- Le ordenó aunque vio en su mirada la misma mirada felina de una mujer que se sentía presionada.

- Debes de ayudarme a romper el hechizo que me tiene atrapado en tu presencia - su voz sonaba sin autoridad su mirada de puro deseo empezó a menguar.

- Para romper el hechizo debemos de bañarnos juntos y unir nuestros cuerpos... - soltó el aire que parecía haberlo contenido demasiado rato. - Este mal atenaza a todo mi feudo si vos no aceptáis nunca podré desprenderme de vos, y será la ruina para mi familia y para todos mis vasallos.

- ¿Es lo que queréis Ginevra o por el contrario romper el hechizo?- su mirada era de súplica y su voz amansada por su criada se convertía en una demanda sin fuerza.

Esperó la contestación de Ginevra, era inútil forzar la situación la amaba demasiado para saber que si la obligaba podría provocar un gran mal en su joven criada, y él entonces se volvería loco si eso pasara.

Todo los trámites se habían cumplido si se ponía el anillo aceptaría la proposición de su señor, sería como un desposorio pero sin validez alguna solo para ellos. Para el señor de la casa que necesitaba quitarse de la mente a la bella Ginevra.

Lord Rhys hablaba de hechizos. No pudo romper el contacto visual, intentando comprender sus palabras. Tomó con una especie de ceremonioso respeto el anillo, sintiendo el tacto de este en sus dedos sin poder colocarlo aun en su dedo. Comenzó a entender parcialmente lo que estaba sucediendo conforme hablaba el señor.

¡Por supuesto que no deseaba la ruina de los Vaelys. Jamás se perdonaría dejar que... dejar que algo así sucediese si pudiera evitarlo. Pero iba en contraposición a todo lo que le fue enseñado, y no entendía que podía ocasionar su negativa.

Por unos tensos segundos meditó las palabras del lord. Nunca había notado los sentimientos que despertaba en él. ¿Como podría dejarle sufrir? 

Pudo bajar la vista, ahora al anillo entre sus dedos. Comprendió lo que ello significaría. Nunca pensó o deseó ser amante de su señor, pero él estaba siendo considerado con ella. Había conocido en Thunderstruck la crueldad de los hombres que no respetaron a su señora madre. Ella había salido intacta por poco. ¿Y si los dioses la habían cuidado para ese momento? ¿Y si fuera peor no acceder?

Con los dedos temblorosos  se fue colocando el anillo. Sabía que, incluso antes de unirse a lord Rhys, algo cambiaría a partir de ese momento para siempre. Pero jamás provocaría ningún mal a propósito.

El anillo fue colocado con firmeza pese a su propio nerviosismo e incertidumbre en su dedo. Miró nerviosa al río, luego al lord. No sabía que hacer. Se dejaría guiar por él. Sintió las piernas de lana y un nuevo calor, pese a que aun escurría de agua.

Disculpad, pero es importante no narrar nada que comprenda entre la noche anterior a la fiesta o durante la fiesta. Al menos no que resulte relevante, empezaremos la partida la noche de antes. Y no se llega al castillo hasta la fiesta.

John había recibido un encargo especial al que no podía negarse, la instrucción en armas de una de las niñas de la casa. Al principio pensó que era una especie de broma, despues creyó que el señor de la casa quería que la niña comprendiera algún tipo de lección moral que se le escapaba, pero no. Iba en serio.
Kalhan paso la noche anterior pensando como enfocar un tema tan masculino en una niña de su edad. Con un varón no tendría problemas, una niña y mas siendo hija de Lord Rhys, se convertía en un tema complicado.
No podía ser demasiado duro y dejar que se lastimara, tampoco podía ser demasiado blando y que pensara que aquello era un juego. Pensó que tal vez la niña estuviera allí por un capricho pasajero y se le pasara cuando empezara a sudar en serio.
Los primeros días de la instrucción la tuvo corriendo por el patio y haciendo ejercicios físicos, levantando cubos con agua para fortalecer sus brazos y asegurándose de que entendiera la seriedad de su instrucción. Cuando tenia que reprenderla la corregía con voz enérgica pero nunca le gritaba, aveces corría a su lado y la retaba a seguir su ritmo. En algún momento entendió que la niña no iba a rendirse, que se lo tomaría en serio. Eso hizo que se ganara su respeto y decidiera dejar que tocara una espada.

Así llego una mañana con un par de espadas, reales pero desafiladas a posta.- Sopésela.- le pidió poniendosela en las manos. Estaba seguro que semanas atrás no habría sido capaz ni de mantenerla un minuto en alto pero, aunque pesada para su constitución, podía con ella.
- Hoy sera su primera lección con la espada. No se emocione demasiado, aun le quedan muchas vueltas al patio para alcanzar la forma requerida pero quiero ver como se desenvuelve.

Kalhan dejo un momento para que la niña sostuviera el arma mientras el hacia crujir su cuello moviendo la cabeza a un lado y otro para desentumecerse.
- Las armas no son juguetes. Si las blande debe estar dispuesta a usarlas y a matar si es necesario. La duda no existe con un filo en las manos, la duda es la muerte.
Dejo que las palabras asentaran en su cabeza y levanto la espada de entrenamiento en su dirección.- Debe convertir la espada en una prolongación de su cuerpo, no pensar que es un objeto ajeno. Es parte de su brazo ¿Comprende?.- pregunto y seguidamente añadió.-Bien, cuando este preparada trate de atacarme.

Maestre Caelus
 

Cuando estás revisando los cascos del caballo de una de las hijas aparece el Maestre, que se te acerca haciendo todo lo posible para no pisar ninguna de las enormes plastas que cubren gran parte del suelo del establo.-¡Muchacho! Por fin te encuentro. Espero que no te tomaras a mal mi comentario de antes.-Caelus sabía que no era así ya que Evan conocía de sobras el clasismo salvaje que imperaba en los castillos de la zona, pero siempre es mejor ser cortés.-Muchos de los invitados son distinguidos nobles de importantes Casas de poniente, entiende que se molestarían si acudes a la recepción como uno más de ellos, o si creen que tienen que competir por la mano de las doncellas con un plebeyo. Estoy pensando en algo para que puedas acudir sin que haya demasiadas quejas por su parte, ven a verme a mis aposentos antes de que empiece la fiesta y te explicaré los detalles.

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Evan Ross

Evan nunca sabía qué pensar del anciano maestre. Era como si fuese repartiendo una de cal y otra de arena, pero no podía negar que había verdad en sus palabras. El verle meterse entre los excrementos, sorteándolos con tanto cuidado le había hecho sonreír, creía que el maestre había hecho un esfuerzo por encontrarle, y eso también lo valoraba.

- No me he ofendido maestre, aunque debo reconocer que me sorprendió ya que el señor y yo estábamos manteniendo una conversación privada, o eso nos pareció - Observó la expresión del anciano, como tratando de adivinar si estaba siendo sincero de corazón.

-Pasaré a veros para que me expliquéis cómo podremos hacerlo. Espero que tampoco os haya sabido mal cumplir con esta voluntad de Lord Rhys. Nuestro señor es particular en muchas de sus formas de enfocar distintos asuntos, a eso debe en gran parte su grandeza ¿no creeis? -

Maestre Caelus
 

-Afortunadamente para ti, así es.-Admite el anciano con solemnidad.-La historia ha demostrado que el honor no tiene por qué ir ligado a ningún título nobiliario, pero no me corresponde a mí juzgar tales cosas.

-No te preocupes, no es ningún inconveniente para mí conseguirte un hueco en la fiesta pero necesito saber con cuál de las doncellas Vaelys tienes mejor relación, tendré que hablar con ella para pedirle un pequeño favor.

 

Evan Ross
 

Evan miró al maestre fijamente por unos segundos. 

Después volvió a atender a la yegua para terminar de limpiarle los cascos, mientrastanto habló al anciano.

- No sabría decirle. Quizás las que más suelen montar sus caballos son Tabitha y Alyra. No puedo asegurarle que hagan el favor que precisa para lograr que acuda yo a la fiesta, sin embargo diría que son ellas dos con las que quizás tenga más trato. -

Dio unas palmaditas en el hombro del animal y guardó las herramientas que había utilizado. Después acompañó a la yegua a su box. 

- Ese favor del que habla, espero no les suponga un compromiso a las damas -

¿Lo narrado con "oso erguido" no cuenta entonces?

Era un día caluroso. En el cielo no había ni una nube que diese tregua a aquel sol de justicia. Evan había estado trabajando toda la mañana al aire libre con los caballos. Su piel había tomado un color tostado tirando a rojizo. Evan había optado por echarse un cubo de agua por la cabeza para aliviar las altas temperaturas de su cuerpo. Los cabellos le goteaban y la camisa se le había pegado al cuerpo mientras seguía revisando los herrajes y duchando a los animales de nobles y caballeros.
Los mozos de cuadra habían recibido un pequeño descanso para ir a comer y refrescarse. Evan lo haría después, no le gustaba dejar los establos desatendidos por completo durante el día.

Alyra podría pasar horas mirando como Evan atiende a los caballos, a dedicación y cuidado que le da a cada bestia es algo que admiraba de él, aunque con ello se despreocupara de su propio bienestar.

-Debería prohibirte que te exhibas así, cual semental fornido, podrías despertar el interés de las criadas o de mis hermanas…- comento desde la espalda de Evan, apoyada en la cerca del corral.

La piel enrojecida no era nada bueno y sabia lo molesta que se volvía después. -Terminas con Indómito y luego vienes al establo, traeré unas hojas de aloe para refrescarte la piel…- Alyra movía la cabeza de un lado al otro, como algo molesta por aquello, aunque Evan la conocía bien y solo era preocupación; desde que su amistad se había vuelto más cercana Alyra cuidaba de Evan muy bien.

Estaba tan concentrado en lo suyo que oír la voz de Alyra a sus espaldas le sorprendió y dió un pequeño brinco.

Rió un poco ante el comentario comparándolo con un semental.

-Ya pueden interesarse lo que quieran, este cuerpo ya tiene dueña- dijo mirando a Alyra disimuladamente, por si podía apreciar su reacción sin que ella se supiese observada.

Indómito jugaba a sacudirse la cola chorreante por el baño contra el jefe de caballos, lo que no contribuía mucho a que se secase.

- Estoy seguro de que esto también se lo has enseñado tu- dijo bromeando.

Escurrió el agua del cuerpo de Indómito y lo dejó en un cercado con sol y sombra para que pudiese secarse sin resfriarse.

Miró a Alyra, estaba nervioso y todo con la promesa de quedarse a solas con ella en los establos. Eso del aloe vera le sonaba a pringue, pero si era el medio para sentir sus caricias, pues ¡bendito pringue!

La chica no tardo mucho en regresar, Evan ya estaba en los establos e Indómito a la sombra, admiro al corcel un instante, era una criatura hermosa, el mejor regalo que su padre le ha hecho últimamente, silbo para llamar su atención y el corcel relincho respondiéndole, sin duda eran buenos amigos.

Alyra entro en los establos buscando a Evan, le encontró limpiando el cubículo de su caballo.

-Mira cómo has quedado…- le recrimino acercándose para tocarle la piel, observaba atenta buscando alguna herida o algo más grave que el enrojecimiento de la piel, cruzo una mirada seria con el rubio, se inclinó para recoger de una cubeta una de las hojas de Aloe que trajo, las corto por la mitad la hoja y por la parte viscosa y babosa comenzó a frotar el pecho de Evan, se distrajo un momento acariciando su tonificado pecho, dejando escapar un suspiro, las manos de Alyra eran delicadas y suaves, pese al duro entrenamiento que recibía.

-Sabes que la fiebre del sol podría ser peligrosa, por favor, la próxima vez hazlo bajo un árbol- su rostro paso de serio a preocupado y algo afligido.

El corazón de Evan latía tan rápido y con tanta fuerza que temía que ella lo notase al pasar sus manos. Le cruzaban miles de ideas por la cabeza, impulsos que debía reprimir. Debía conformarse con esto y a la vez esto le parecía muchísimo. Tan solo supo asentir con la cabeza mientras miraba directa e intensamente a los ojos de Alyra.

Si ella se fijaba un poco descubriría un moratón en sus costillas izquierdas, un moratón estrecho y alargado. Pero Evan estaba tan pendiente de otras cosas que ni recordó aquella contusión.