Partida Rol por web

Viendo quien estaba allí tumbado Gianna bajó la boca del lanzallamas.- Veo que ha acabado con uno de ellos. Un buen trabajo.- Más calmada, dió un paso más y tendió la mano a Skarmen para ayudarlo a levantarse.

Os perdimos por el camino. Encontramos a unos guardias que nos guiaron hasta la zona del depósito de datos arcaicos y los aposentos de la guardiana de los pergaminos. Nos encontramos con tres cambiaformas con nuestro aspecto. Deberíamos volver allí para ayudar a mis compañeros. ¿Puede guiarme?

Cuando la abominación se arrojó sobre él, Arcturus trastabilló por la impresión y el hedor. Las manos ardientes del engendro bambolearon su cabeza de un lado a otro, y luego apretaron. Se escuchó un ligero chasquido metálico, y el tecnosacerdote un pitido en su cabeza. Y le ardía. Sentía la estructura osteometálica de su cráneo dilatarse dolorosamente y chisporrotear la escasa carne de su cara. Apretó los dientes e intentó retroceder, ciego de dolor.

Isolda desenvainaba la espada de Garza justo en el momento en que el zombi se lanzaba contra su compañero. Su mentalidad se vio superada por el instinto que hizo que disparara una ráfaga a quemarropa a ese zombi con la esperanza de acabar con él antes de que este acabara con el tecnosacerdote.

La criatura había logrado agarrar a Arcturus y parecía dispuesta a llevárselo con él a la tumba. Los huesos y placas de metal de su cabeza rechinaron de forma dolorosamente siniestra mientras le aplastaba el cráneo con las abrasadas manos desnudas, como preludio a lo que parecía un terrible final para el adepto de marte.

El guardia que apoyaba a los acólitos no lograba atinar un blanco claro sobre el cadáver llameante y parecía demasiado preocupado para herir a Arcturus para disparar. Isolda descerrajó varios disparos sobre la mole de carne en un intento por alejarlo del tecnosacerdote, pero aunque le arrancó algunos trozos, no pareció preocuparse por aquellas heridas insignificantes. Por suerte el disparo de Claudius fue más eficaz, logrando que la criatura soltase a un tembloroso Arcturus que a duras penas se mantenía consciente.

La criatura dio unos tambaleantes pasos más, intentando volver a atrapar a su presa, pero su cuerpo se había deteriorado demasiado. La consumida y escasa carne de sus piernas ya no lo sostenían y cayó pesadamente al suelo mientras lo abandonaban las últimas fuerzas sobrenaturales que lo mantenían con "vida". Su cuerpo no había explotado, pero era cuestión de tiempo que las llamas terminasen por consumir lo que quedaba de él.

Una de las cejas de Skarmen se elevó unos centímetros en señal de duda, pero finalmente bajó el arma y aceptó la mano que le ofrecían. — Parece que usted no es una de estas criaturas. Debe tener cuidado, la que me atacó tenía el aspecto de uno de sus compañeros. — respondió antes de que la guardia imperial tuviera oportunidad de terminar de contar su relato y explicarle que ellos también se habían encontrado con aquellos cadáveres que imitaban su apariencia.

— ¡Tres más! Por San Drusus. Preferiría ir primero a asegurar que el juez magistrado se encuentra bien, pero no puedo pasar eso por alto, con suerte les habremos detenido antes de que alcancen sus aposentos. — exclamó. Y a paso ligero comenzó a llevar a Gianna por varios recodos de pasillos, en dirección opuesta al pasillo en el que se había cruzado con el mariscal.

En aquél breve tiempo volvió Gianna, y no estaba sola. Traía consigo a un maltratado Skarmen, cubierto de sangre y con un moratón en la sien, pero de aspecto fiero y con su envejecida pistola bólter en la mano; sin embargo, parecía que su presencía no sería necesaria.

Los 3 cadáveres yacían en el suelo, dos de ellos hechos pedazos, y el último consumiéndose entre el crepitar de las llamas que rodeaban su cuerpo. Casi todos estaban intactos, salvo Arcturus, que se apoyaba con dificultad sobre el hombro de Isolda mientras se sostenía la cabeza, cuyos abollados implantes emitían chiporrotazos nada alentadores.

Nero estaba a punto de disparar cuando de repente la criatura cayó al suelo, al parecer, las llamas habían sido demasiado para ella, por suerte para todos, sobretodo Arcturus. 

Enfundando la pistola*, Nero cogió los primeros ropajes o túnica que encontró a mano y golpeando el cadáver con fuerza, pero no parecía funcionar - ¡Rápido, apagarlo, apagarlo, necesitamos salvar toda la información posible! - dijo el arbitrador, animando a sus compañeros a ayudarle en su tarea. Intuía que allí podrían desentrañar una pieza clave de su investigación, pero tenían que ser rápidos como el viento.

No prestó atención a Gianna o Skarmen, toda su atención estaba puesta en apagar el cadáver para luego poder investigarlo bien.

Tembloroso, Arctutus se fue inclinando, despacio, apoyándose pesadamente en Isolda. Se quejaba con un gruñido sordo mientras se apoyaba contra una pared. Se palpó lentamente el cráneo, cerrando los ojos con fuerza. Poco a poco consiguió ir respirando más acompasadamente. Se miró el pulso y manoseó en su faltriquera en busca del pequeño botiquín de estimulantes que llevaba.

Abrió los ojos de repente, y los abrió mucho. Eran oscuros y amarillentos. Volvió a tocarse la maltratada cabeza, que todavía humeaba, con una ausencia de expresión escalofriante. Parecía concentrado, o en shock, una de dos. Tanteó con dedos expertos aquí y allá y hizo una leve y rápida presión en un par de puntos. Tuvo que dolerle. Parpadeó varias veces, mirando alrededor como desorientado. Por fin la mirada llegó a los demás acólitos, sus compañeros. No reaccionó enseguida, pero luego una chispa reveló que los reconocía. Se estaba situando. Recordaba que acababa de luchar, de estar a punto de morir y que ellos lo habían salvado.

Volvió a sujetarse la cabeza entre las manos, casi derrumbado sobre el suelo. Gemía sordamente de nuevo.

Claudius le había dado en toda la cabeza al hombre vacío. Había conseguido detenerle sin darle tiempo a autodestruirse (curiosamente el hombre de la autopsia de la torre arbites no tenía explosivos en su interior, ni había volado en pedazos al "desactivarse"). Ahora las llamas amenazaban con destruir su obra y su futura investigación.

Claudius dudó, dió un paso hacia el cadaver ardiente, se detuvo y finalmente y visiblemente contrariado se dirigió hacia Arcturus que se retorcía tras haberle sido aplastado el cráneo. Se arrodilló junto a él al tiempo que gritaba dirigiéndose a Nero, a Gianna, a Isolda o al guardia del santuario superviviente (o más bien a todos a la vez) - más os vale que el "testigo" sobreviva - el miedo a perderse una disección como aquella y los secretos que la no vida escondían superaban su habitual caracter apocado y le dotaron de una autoridad de la que sólo en ocasiones hacía manifestación.

Abrió el macuto y extrajo los enseres de curación y reanimación y retirando la capucha de Arcturus empezó a buscar tejido humano que reparar. Bajo sus manos el tecnoadepto se retorcía y murmuraba cosas ininteligibles (este será el secreto lenguaje binario imagino), quizás intentaba repararse él mismo.

A Claudius sin duda le vendría bien la ayuda con las partes mecánicas injertadas, así que con una idea súbita extrajo el inyector de la bolsa cargó una ampolla de estimulante y sin miramiendos la apoyó sobre la parte carnosa del cuello del tecnoadepto que dió un respingo súbitamente espabilado y apartó la máquina de su cuello antes de que Claudius llegara a apretar el gatillo inyector. Al parecer el tecnoadepto conocía los efectos adversos de aquella droga (o bien se había espabilado en ese momento por pura suerte).

- Centraos Arcturus, dejad de moveros y ayudadme con esto, luego hablaremos de todo y nos reiremos (luego vas a estar para el arrastre, pero no tienes porque saberlo todavía).

En cuanto el magus se recuperara ya sería momento de examinar los cadáveres, recargar las armas y seguir buscando a Skarmen que aún no daba señales de vida (¿tendría también él un imitador? ¿cuántos más engendros había? ¿podría descubrir Arcturus de dónde habían salido o quién los había montado y animado a la no-vida?).

Una vez todos juntos Gianna intentó ayudar a apagar el fuego que les indicaba Nero buscando algo con lo que sofocar las llamas.

Deberíamos comprobar que el juez magistrado se encuentra bien.- Les dijo compartiendo la opinión de Skarmen

Se notaba de lejos que Nero no tenía una idea clara de cómo salvar el cadáver, pero finalmente gracias a Gianna lograron conservar el cuerpo antes de que las llamas lo consumieran demasiado. Por otro lado, entre Claudius y Arcturus parcheaban las heridas del tecnosacerdote como podían. No era una solución permanente, pero al menos no estaba en peligro de muerte.

El peligro inminente había pasado y los cadáveres vivientes ya no representaban una amenaza, pero era posible que no todo hubiera terminado. Skarmen se había mantenido al margen, observando los cadáveres y la sala prácticamente destruida mientras los acólitos resolvían sus asuntos más urgentes; mientras tanto, el guardia del santuario había acudido para atender a los dos escribas que aún permanecían tras la improvisa cobertura que ofrecían unos escritorios volcados.

— ¡Falta uno! — gritó a la desesperada uno de los escribas cuando les ayudaron a salir. — Uno de ellos entró en las cámaras de Lady Eupheme, está en peligro. — Por un momento se hizo el silencio. Una de las puertas dobles estaba doblada sobre sí misma, casi arrancada, pero del interior no se escuchaba ni un solo ruido. Skarmen levantó su pistola bólter, pero después de dar un paso pareció recordar que su rango no era el más elevado con la inquisición presente. — Honorables acólitos. No podemos perder mucho tiempo. ¿Qué hacemos? —

No se detenga. Hemos de acabar con todos los suplantadores.-Contestó Giana a Skarmen.

¡Tú!- Se dirigió a uno de los guardias del santuario.- Condúcenos a las cámaras de Lady Eupheme.- La guardia imperial aún tenía el miedo dentro del cuerpo, pero sacó sus pistolas láser dispuesta a seguir a aquellos hombres mientras se decía que no volvería a fallar.

- Joder, maldito bicho. - rezongó mientras se levantaba tras apagar las llamas con la ayuda de su compañera*.

La situación parecía calmada de repente, demasiado, de hecho. Pronto uno de los guardias les dijo la razón. Sin pensarlo, Nero desenfundó la pistola y se dirigió hacia las dobles puertas forzadas, aunque el silencio que se escuchaba no auguraba nada bueno. 

- Hemos de salvarla, adelante. - contestó a Skarmen. 

Arcturus estaba recostado con los ojos cerrados esforzándose por respirar acompasadamente cuando uno de los escribas dio una nueva alarma. Abrió los ojos despacio y encontró la mirada de Claudius. A pesar de su inexpresividad, el erudito diría que la mirada revelaba gratitud a través de la neblina del shock, y que buscaba afanoso alguna seguridad de que todo estaba bien.

El tecnosacerdote resopló y levantó su corpachón trabajosamente. Apoyó la espalda en la pared y colocó su segundo lanzallamas en el rifle. Tenía los ojos de un rojo encendido, una mueca grotesca y era evidente que la cabeza le dolía terriblemente.

-Si no les importa, esta vez me quedaré detrás...

El tecnosacerdote pareció recuperar el sentido y no sólo milagrosamente vista y oido, si no que además no había quedado medio lelo, como había temido Claudius al escuchar el crujido que había hecho su cabeza bajo las manos del monstruo. Las suturas y los emplastos evitarían las peores secuelas de aquel ataque como mucho le quedarían unas cicatrices, no peores que las múltiples que cruzaban su anatomía uniéndolo con cogitadores y periféricos.

-Si no les importa, esta vez me quedaré detrás... - llegó a decir.

(No queda claro si se refiere a ir en último lugar (el teóricamente al menos el menos expuesto) o a quedarse en la sala). Como a Claudius le apetecía más esto último que exponer de nuevo el pellejo en una alocada persecución por el palacio.

- Entonces, si les parece bien, Arcturus y yo estudiaremos el cadáver y nos aseguraremos de que los dispositivos explosivos no arruinen la muestra (los explosivos serían cosa de Arcturus y una primera disección autópsica de campo, cosa de Claudius, quien tuvo el buen juicio de ir desinfectando sus utensilios (los mismos que había empleado para la disección en la torre, luego con Arcturus y seguidamente quizás con el no-muerto (ahora ya si-muerto) y de recargar su pistola por si las moscas).

Doy indicaciones al servocráneo para que siguiera a los acólitos, memorizara la ruta y volviera a informar, por si acababan su labor o por si los demás acólitos necesitaban unos (reticentes y maltrechos) refuerzos.

Isolda no podía evitar mirar sorprendida a Arcturus. Sabía de la resistencia de los adeptos de Marte, pero tener a uno a su lado, apoyado sobre ella, con la cabeza casi destrozada y que aun así intentara curarse a sí mismo... eso era algo que nadie podría imaginar.

-Sois realmente duro, Arcturus -dijo ayudando a que se sostuviera y que Claudius pudiera ayudarle a curarse.

Cuando llegó Gianna no pudo evitar chasquear la lengua y poner los ojos en blanco. Siempre había un hereje más como poco, siempre.

-Vayamos a por ese traidor. Señor Vipus, mantengan comunicación en cualquier momento. Si aparecen enemigos, escóndanse o huyan -mantuvo la espada de garza en la mano izquierda- vámonos.

La advertencia del adepto puso sobre alerta a los acólitos, que entraron sin dudar en las cámaras de la guardiana de los pergaminos atravesando la semi-derribada puerta y guiados por Skarmen. Al otro lado se encontraba una amplia sala cubierta de estanterías repletas de libros y documentos cuidadosamente etiquetados, varios de ellos ahora desperdigados por el suelo. Algunos almacenados permanentemente, otros esperando ser catalogados; pequeñas aberturas entre las estanterías daban a otros pasillos laterales, pero el camino principal era recto y amplio, tremendamente fácil de seguir.

Los gruñidos angustiados de una mujer os atrajeron hasta el centro de la habitación. Ahí había más daños. Un enorme y delicado escritorio de vieja madera pulida yacía volcado y roto contra la pared, arrojado desde varios metros de distancia, varias de las lujosas losas de mármol del suelo estaban destrozadas y, a un lado, la figura de un falso Arcturus estaba de pie frente a una estantería sosteniendo un pequeño objeto con ambas manos. Una mujer envuelta en delicadas túnicas blancas estaba tumbada en el suelo, incapaz de moverse bajo el peso de uno de los pies de la criatura por mucho que forcejease, pero el cadáver disfrazado ni siquiera se inmutaba, de hecho estaba totalmente inmóvil y ni tan siquiera había vuelto el rostro para observar a los recién llegados.

Tras apenas un instante de pausa para asimilar la situación, Skarmen se adelantó pistola bólter en ristre, carente de miedo y acercándose todo lo posible descerrajó varios disparos consecutivos contra la sien de la criatura, antes de retirarse de un salto atrás preparado para el contraataque, pero este nunca llegó.

Los explosivos proyectiles bólter habían hecho su trabajo y la mitad del cráneo de la criatura había desaparecido. El cadáver perdió aquella capa etérea de disfraz, pero permaneció donde se encontraba, paralizado cual estatua sin tan siquiera caer al suelo.

— ¿Pero, qué? — La sorpresa del mariscal era comprensible. Todavía cauteloso, el veterano arbitrador golpeó violentamente con la porra reglamentaria sobre el cuerpo sin vida derribándolo por completo, pero a pesar de todo el cadáver permaneció en la misma postura, como congelado, aún aferrando con firmeza en las manos una delicada caja de madera grabada con símbolos. — Diablos, no me esperaba que resultase tan fácil. —

Skarmen se inclinó sobre el cadáver para examinarlo, especialmente la caja que este llevaba, pero no parecía atreverse a tocarla por el momento. Mientras tanto, la mujer se incorporaba como podía, aún sentada en el suelo, jadeando de cansancio y en estado de shock. Había soltado algún grito mientras Skarmen disparaba y aun parecía lejos de calmarse del todo.

Demasiado fácil.-Coincidió Gianna que inmediatamente después activó el comunicador de la escuadra.- Acturus, Claudius, la sala parece segura, hay uno de esos cadáveres animados al que también podéis hacerle la autopsia y una extraña pequeña caja de madera con símbolos a la que deberíais echar un vistazo.

La mujer se acercó a la caja y la examinó también sin tocarla preguntándose que tendría de especial, en su vida al servicio del imperio de la humanidad había visto tantas cosas que podría ser casi cualquier cosa.

Lady Eupheme seguía demasiado asustada para colaborar, pero la guardia imperial sabía que sus palabras no iban a poder calmarla, así que prefirió dejar que alguno de sus compañeros lo intentara.

Nero entró con paso decidido detrás de Skarmen, y apuntó sin dudar a la criatura a la cabeza mientras se iba acercando, apenas dos pasos por detrás del Mariscal, pero no le dio tiempo a disparar antes de percatarse que, con los disparos del viejo, el trabajo ya estaba hecho. Enfundó su arma y se agachó al lado de la lady, apartándola ligeramente por lo que pudiera pasar. - Tranquila, tranquila...ya está. Está usted fuera de peligro, no veo heridas profundas ni nada seccionado, al menos a simple vista. ¿Puede hablar, está bien? Las demás cosas que han atacado ahí afuera están también muertas, nos hemos encargado de ellas. - le dijo mirándola a los ojos, interpuesto entre aquella cosa en el suelo y la mujer, su casco ahora mismo ocupaba toda la línea de visión de ella, impidiéndola fijarse en nada más. Aquello debía ayudar a que se tranquilizara. - ¿Qué es esa caja, y por qué cree usted que la estaban buscando? ¿Le dijo algo durante el ataque? ¿Ha recibido algún tipo de amenaza o advertencia en referencia a esa caja o alguna otra cuestión? ¿Sabe qué son esas cosas o quién las ha enviado? -  la atosigó con preguntas, desviando la atención de la mujer hacia el frontal de su casco cada vez que ella intentaba mirar hacia otro lado. 

Miró abatido Arcturus el cadáver todavía humeante del muerto viviente, y luego a Claudius. No parecía muy por la labor (ni en la plenitud de sus facultades tampoco) para trastear con unos explosivos de inmolación.

En ese momento escucharon los disparos y a Gianna. Arcturus se agarró del brazo de Claudius en dirección a las sala. -Dejemos a ese para luego, quiere, señor Vipus? No creo que se mueva de ahí.

Pero al entrar en la sala y viendo el panorama se quedó quieto, muy quieto.

Pero... Eso es una carcasa vacía! Exclamó, señalando al recién caído, que mantenía un rictus imposible para un cadáver; tieso como un palo, a diferencia de los otros engendros que habían enfrentado.

La presión sobre el brazo de Claudius se incrementó. ​​​​​​-Cuidado. Ese muerto no parece como los otros. Parece... Una estatua sin ánimo. Como si la voluntad que lo movía lo hubiera soltado ahí, de repente, cuando hemos entrado. Vigile la sala. No sabemos qué tipo de enemigos enfrentamos ni sus capacidcapacidades.

Y musitó, todavía más bajito...

-Y fíjese bien en la mujer, en su identidad, no vaya a ser que...