Partida Rol por web

La paladín estaba desorientada. Tanto, que seguía al resto, cerrando el grupo. No sabía lo que estaba sucediendo, y los combates en los que había participado, a pesar de ser herida, habían salido medianamente bien. Lo malo, es que parecía que tenían un tiempo limitado, y este corría sin cesar. Lo bueno, era que encontraban pistas y ayudas por el camino, que aunque les relentizaran, les abrían puertas y les daban conocimientos para dar el siguiente paso. 

- Había que seguir caminado, así que este es un paso más.

Boff no entendia mucho lo que pasaba pero seguia al grupo sin chistar, sabia que cualquier movimiento o cosa que se dijera podria ser mal entendido y no queria generar problemas. Sentia como que su grupo sabia lo que hacia. Asi que se mantenia tranquilo pero asertivo.

El camino de las antorchas era el correcto, pero sin la ayuda de los Uthgardt que habían conocido y les acompañaban se habría convertido en una trampa mortal. Todo apuntaba a que estaban teniendo una buena porción de suerte de su parte. Y Tume pensó para sí que posiblemente todos los héroes de leyenda también habrían tenido la suerte de su parte para completar sus heroicas hazañas, aunque de ello no se hablará en las odas que les escribían. Sólo esperaba que la fortuna no les abandonara cuando más la necesitarán. 

Mas de momento no parecía que tuvieran que preocuparse por ello. Es más, la sorpresa que les esperaba era mucho mayor de lo que se podía haber imaginado. Cuando una figura hizo su aparición y se dio a conocer como la líder del grupo de bárbaros, Tume se preparó para lo peor. Les habían avisado del rechazo con el que podría recibirles. Sobre todo por el hecho de llevar a una Sombra con ellos. Y nada de eso pasó. Al contrario. Más bien les recibió con los brazos abiertos. Pero también con un enigma. Conocía a Hardem y le trataba como un viejo conocido.

La mandíbula inferior del elfo pareció liberarse por un momento de su unión con la superior y chocó contra el pecho del pícaro. Su sorpresa no podía ser más evidente y miró a su compañero esperando que este pudiera explicar lo que significaba todo aquello.

La matrona, los Uthgard también estaban tras el Pastor de Calazabas quizás, quizás fuera ese el gran peligro que había presagiado y que instantes más tarde confirmaron. Pero, ¿Para que necesitaban la driade? Aquello era un misterio que puede que pronto resolvieran pero lo más importante era que la tribu también estaba dispuesta a acabar con aquella amenaza.

Siguieron tras los bárbaros y tomaron el camino iluminado que antes habían evitado, por suerte al parecer, ya que entre los árboles había un montón de arqueros con cara de pocos amigos. Les detuvieron e incluso amenazaron a la sombra pero allí no corrían peligro. Una joven se hizo paso entre ellos y le llamó por su nombre directamente. Incluso sabía de Cecil que asomó su hocico de entre los ropajes al oir su nombre. ¿Qué ocurría allí? ¿Volver con los tuyos? Aquello le abrumó, ya no sólo era la amenaza que suponía el Pastor de Calabazas sino que además temía enfrentarse a algo que cambiaría su mundo. Sus padres nunca le habían hablado de esto. 

- ¿Co..Como sabéis mi nombre y el de Cecil? ¿Volver con los mios? No entiendo nada. le dijo apabullado.

Una vez la cosa se hubo calmado con los dos bárbaros, en nuestro encuentro en el bosque, los seguimos hasta llegar al camino con antorchas que anteriormente habíamos descartado, accediendo hacia su poblado, allí nos recibió la Matrona, la Druida de los Uthgardt, la líder suprema de aquella tribu, y sus palabras nos dejaron, a todos, totalmente desconcertados... No sólo conocía a Hardem, sino que daba a entender que el hechicero era uno de los suyos...

En ese momento miro a mis compañeros y comento en voz alta, - bueno, creo las explicaciones se asimilarán mejor con algo caliente en el estómago y en un sitio donde podamos entrar un poco en calor...-

-Pobre, no sabe nada -rió. -¿Nunca te has preguntado por qué tienes esa facilidad con la magia? ¿Nunca te has preguntado quién era el hombre que te enseñó a encantar? ¿No te has preguntado nunca por qué... -Cecil, la comadreja del joven mago saltó de su bolsillo y trepó rápidamente a los hombros de la druida.

-¿No te has preguntado nunca que hace Cecil mientras duermes? -el animal parece hablarle a Zanzaluth. -Ya veo. En fin Hardem, la respuesta a todo está en tu sangre: tu eres el nieto del nieto de la unión entre un archimago y una druida Uthgardt. Técnicamente, somos familia. Bienvenido a casa -dijo con una sonrisa al tiempo que su cara parecía cambiar y parecerse al hombre que había enseñado magia al joven hechicero.

Todos se quedaron helados. Hacía tiempo que no nacía un Uthgardt hechicero, parte de la maldición impuesta por el Pastor de Calabazas siglos atrás. Un mago no se hace, se nace, y la furia que desató en el pasado el poderoso druida loco perjudicó así a la tribu. No solo acabó con casi todos si no que además desposeyó a la tribu de habilidades mágicas para el resto de su existencia. Tan solo la druida suprema, la Matrona, continuaba teniendo esa magia.

Hardem parecía haber visto un fantasma. Estaba pálido y sin palabras, pero necesitaba tener más respuestas. Aquello no había hecho nada más que empezar.

Los Uthgardt os invitan a pasar al pueblo, incluso a la sombra.

El corazón de Hardem dejó de latir un segundo que pareció una eternidad. Primero preguntas que no tuvieron respuesta ante la atonita mirada del chaval, cuando Cecil salió de sus ropajes directo hacia la matrona la boca se le abrió de par en par. No entendía nada. Finalmente las respuestas chocaron fuerte en él, era descendiente de aquella tribu y de un archimago. Nunca le habían dicho nada sus padres, nunca.

- No .. No sabía nada. confesó el muchacho mirando con ojos incredulos primero al grupo y luego a la matrona con Cecil. Seguía sin saber si estaba soñando estaba en shock. - Cu...cuentame más sobre mis raíces. Me lo habían ocultado.

Estaba tan ansioso de saber más sobre si mismo, sobre de donde procedía la magia que tenía sobre Cecil, que casi había olvidado para lo que habían llegado allí. Si ninguno de los compañeros lo frenaba pasarían las horas con su ansia de saber.

Os invitan al poblado y os meten dentro de una cabaña. El frío aumenta a medida que la noche se cierra más. Parecen muy amables, demasiado amables para alguien que ha ahuyentado a la principal presa para un ritual importante. Hardem está demasiado intrigado con las palabras de Zanzaluth pero los demás comenzáis a estar intranquilos. No queréis interrumpir a la druida y su conversación con el mago pero tenéis la convicción de que halgo pasará. 

Los Uthgardt no serán tan hospitalarios como los orcos. O al menos esa es la sensación que tenéis.

-Cecil es un familiar, un animal que sirve a un mago. Al igual que los druidas y su compañero animal, vosotros también tenéis uno. Pero este animalito de aquí es especial. Su linaje se remonta a los años en los que se combatió al Pastor de Calabazas. Uno de los archimagos que envió Cormyr para ayudarnos llevaba uno de éstos, completamente rojizo. Si te fijas éste tiene un toque rojo en su pelaje -Hardem parecía esperarse lo que venía a continuación. -Tu eres descendiente de un archimago de Cormyr, hijo. Por eso tienes un talento innato para la magia. Pero voy a sorprendente más. Al igual que el ancestro de Cecil se emparejó con una comadreja blanca, compañero animal de la Matrona Uthgardt de la época.

Hardem intentó interrumpir pero no hizo falta. La sonrisa de Zanzaluth lo dijo todo

-Yo soy trastataranieta de esa Matrona al igual que tu. Somos "primos", Hardem.

Los demás también se quedaron helados. Tras una breve carcajada Zanzaluth continuó.

-El señor que pasó por Laderafría a enseñarte magia debía ser un siervo de Cormyr. No se hace un mago, se nace, y alguien con la sangre de un archimago no pasa desapercibido de nadie. El País de los Bosques tiene escasez de magos y demasiados frentes donde luchar. Estoy segura que de no haber pasado todo esto ahora mismo estarías ya en alguna Torre de Magia. Cuando la batalla contra el Pastor acabó, la relación entre un archimago y una druida Uthgardt era algo inaceptable, por lo que el fruto de aquella relación fue dado en adopción en algún lugar de las Marcas Argénteas y de allí, los hijos de sus hijos llegaron a Laderafría. Y junto a ellos, nuestros espías. Nuestros pequeños y peludos amigos -acarició a Cecil, que aun estaba en su hombro. -Sabíamos que algún día, el Sangre Mezclada volvería para ayudarnos a ser la tribu más poderosa del bosque y bien: ya has llegado.

La druida se levantó y, en lo que se tarda en parpadear, pasó de ser la joven sensual que les había recibido a una delgaducha anciana medio encorvada.

-Con el Sangre Mezclada tenemos poder suficiente como para hacer el ritual que nos dará tanto a ti como a mí un poder inimaginable. Pero para hacerlo necesitamos un ser feérico, un espíritu del bosque y da la casualidad que tus amigos lo han ahuyentado. Hardem, sangre de mi sangre, ¿qué debemos hacer? Sin la dríade nos será imposible devolver el poder a esta tribu. Sin la dríade nos será imposible vencer al Pastor de Calabazas si de verdad ha vuelto. Y sin la dríade no podremos ayudarte a salvar a tu familia. Te repito ¿qué debemos hacer con tus amigos?

Los demás escucháis el sonido de los arcos al tensarse y veis sombras proyectadas por el fuego de la gente que está alrededor de la tienda.

A medida que Zanzaluth explicaba a Hardem lo que estaba sucediendo, las sorpresas iban en aumento. Si creían las historias de la druida, el mago del grupo, su compañero, era un descendiente directo de un archimago que hizo frente en su día al poderoso druida.

– La historia se repite – pensó Tume –. Y ahora dos familiares de los que lucharon entonces contra el Pastor de Calabazas vuelven a juntarse con la misma tarea.

Así que, en un primer momento, todo apuntaba a que habían tenido otro golpe de suerte. Primero los Orcos y ahora los Uthgardt. Al parecer todos temerarios y temibles, pero al final dispuestos a unirse a aquella lucha. Mas la hospitalidad de la raza a la que Hardem pertenecía, aunque sólo fuera en parte, resultó ser engañosa. Zanzaluth estaba interesada solamente en ganar más poder y para ello seguía convencida de necesitar a la dríade. Y ahora, en lugar de agradecerles a todos por haber traído al hijo pródigo de vuelta a casa, les acusaba de haber espantado a su ofrenda y amenazaba con acabar con sus vidas.

La primera reacción del elfo quiso ser acercar la mano al arma, para estar preparado para lo que pudiera pasar. Pero, cuando tienes a varios arqueros apuntándote con sus armas cargadas, poco puedes hacer, y un movimiento falso puede hacer que alguno pierda los nervios y todos ellos acabarán como un alfiletero. Por eso descartó su primera intención y en su lugar abrió los brazos, queriendo mostrar que no eran una amenaza, y esperando que su amigo el mago arreglará aquel desaguisado. Sus vidas dependían ahora de el joven mago.

Era un chantaje. Chantaje en toda regla y eso enervaba a la paladina. Su forma de solucionar las cosas era otra. De otra manera, y esta no era la suya. Se preparó para combatir y miró al resto, prestos para ver si alguien le hacía la señal para empezar a pelear. Le daba igual ayudar. A pelear, e incluso a morir, si era necesario. Su dios le pedía luchar con cabeza, y hacer por vencer. Ellos habían usado sus artes. Ella preparaba las suyas.

Si le obligaban a hacer algo, mediante coacción, mediante chantaje, obligada, en lugar de voluntariamente ... lucharía contra ello, fuera con ayuda o sin ella. Y moriría por sus ideales. 

Cecil, su familia, él mismo, todos eran descendientes de aquellos grandes luchadores que lucharon contra el pastor de Calabazas. No cabía dentro de su asombro y todo aquello le abrumaba, escuchaba con atención las palabras. Primos, aquello le revolvió la cabeza, no entendía como había caído todo en el olvido o porqué se lo habían ocultado. Si lo hubiera sabido de antemano quizá hubiera estado mejor preparado para lo que se avecinaba.

Sangremezclada, aquel nombre no le gustó y menos el propósito de aquel nombre. Hacer a la tribu más fuerte. Aquello le sacó del ensimismamiento que tenía con toda la información que había recibido y lo puso alerta. Las palabras que vinieron a continuación no le gustaron, el no quería poder a costa de algo que sabía le iba a doler por el resto de sus vidas, el quería hacerse poderoso a través de las aventuras, con sus amigos.

Sin embargo, llegó la amenaza a la vida de sus compañeros, había llegado el momento de poner un poco de cordura a aquella situación.

- Prima, si a alguien tenéis que matar por ahuyentar a la driade es a mí. Fue mi magia la que produjo que el combate se parara y la driade escapara. Sangre de mi sangre, si mi magia hizo que escapara significa que no necesitamos a la driade para vencer al Pastor de Calabazas. Contamos con la ayuda de los elfos y los orcos, juntos podemos derrotarlos. Mis amigos y yo somos los únicos que superamos el hechizo del pastor, por tanto, si acabáis con nosotros vuestras posibilidades de vencer son nulas. Buscar ahora a la driade nos haría perder un tiempo valioso que haría más poderoso al pastor. Debemos partir ya a Laderafría. dijo con convicción, entendía que aquella mujer buscaba el poder por encima de todo, incluso antes de aparecer él, pero si la convencía de que la amenaza era superior a sus ansias de poder quizá pudieran conseguir algo. Incluso llamó telepáticamente a Cecil para que volviera junto a él dentro de su ropa.

Zanzaluth escuchó las palabras de su pariente y por un momento pareció convencerle. Hizo un gesto y el sonido de los arcos al destensarse alvió a los aventureros.

-El grito de la driade al ser sacrificada alertará al Pastor. ¿No lo entiendes? ¿No sabes nada sobre la historia del Pastor? Él estaba enamorado de una driade y cuando estalló la guerra con los enanos, al lanzar éstos la Plaga Verde, los trents y las driades murieron rápidamente. Su amada también. Fue eso lo que le volvió loco y le volvió en contra de nosotros, los orcos y, por supuesto su pueblo, los elfos del bosque, a los que consideró los principales traidores. Aun hay tiempo de capturar al espíritu y sacrificarlo para atraerle y una vez allí, tu y yo podemos vencerle. Durante generaciones nuestra familia ha ido preparándose, estudiando las artes oscuras que empleó por si volvía. Juntos, podemos hacerlo. Si no, no os mataré, pero no contaréis con la ayuda de los Uthgardt. Os iréis al amanecer. La decisión es tuya Hardem, háblalo con tus compañeros. 

Y dicho esto la Matrona se levantó y salió de la tienda. Estabais en una encrucijada. Capturar con vida a un espíritu inocente a cambio de la promesa de la victoria ante el Pastor o rechazar la ayuda de los Uthgardt y contar solo con los orcos y, si lo consiguen, los elfos del bosque.

A Boff le subió un calor  al escuchar la tensión de los arcos, comenzaba a entrarle nervios y al ver a Inovaz prepararse para combatir lo desesperaba aun mas. Luego su cuerpo se relajó al ver la reaccion de Zanzaluth al escuchar las palabras de Hardem. Nunca habia sentido tanto estres como en aquel momento. 

Luego se estiró sin ningún movimiento brusco, como para tratar de decirle algo a Hardem y tratar de convencerlo de que no hiciera ninguna locura a lo que él entendia.- Hardem! creo que mejor nos quedamos con los orcos.

Mi mirada oscila entre mi compañero Hardem y la Druida cambia-formas, sentí un escalofrío al escuchar los arcos tensarse en las sombras y no pude evitar encogerme un poco y mover la mano hacia mi propio arco, pero mi prudencia me hizo dejar de moverme instintivamente y volver a centrarme sobre los dos interlocutores.

Más de una vez abrí la boca pero no pude articular palabra alguna, ¿Que podría decir? Solo estoy aquí para ayudar... Decidí permanecer cayado y escuchar que camino tomaban mis compañeros, ya pensaría yo que hacer a partir de ahí.

La amabilidad inicial de los Uthgardt se terminó pronto, nos acusaron de haber evitado la captura de la driade, la cual sin duda hubiera matado a aquellos dos salvajes que quedaban en pie, y nos amenazaron con matarnos; gracias a las palabras Hardem, la cosa no había terminado de forma sangrienta, pues todos estábamos preparados para morir luchando, nos hubiéramos llevado algunos por delante, sin duda...

Una vez que termino de hablar la druida, quedo claro que teníamos pocas opciones; o capturábamos a la driade y se la entregábamos a nuestros "anfitriones" o no nos ayudarían... Capturar a la driade nos llevaría mas tiempo del que realmente teníamos y si lo lográbamos, de que nos valía su ayuda si lo único que querían es aumentar su poder, posiblemente tendríamos que luchar con ellos una vez venciéramos al Pastor... 

Le expuse mis pensamientos a mis compañeros una vez nos encontramos solos en la tienda, no me fiaba de esos malditos salvajes y menos después de apuntarnos con sus flechas... 

- Creo que nos deberíamos ir de aquí cuanto antes...- dije para terminar   

Siguió escuchando con atención lo que la druida contaba. No daba crédito a sus oídos al escuchar que sacrificando a la driade, y más viniendo de una druida, consiguieran atraerle. Lo único que conseguirían era enfurecerle y hacerle más poderoso. Qué podría hacer él ante aquella situación. Nada. Confiaba más en el orco con el que había hablado que con la sangre de su sangre. Parecía ciega a la razón, tanto como para realizar un sacrilegio para con su naturaleza. Por suerte la convenció para no matar al joven grupo de aventureros.

- No hay mucho que hablar. Nos volvemos en cuanto podamos. No me ha gustado nada de lo que he oído. dijo una vez se quedaron a solas y con aparente tristeza. - Le ciega el poder y eso nunca es portador de buenas noticias. Espero que con elfos y orcos podamos vencerle.

– Sí esa es la forma que tenéis de tratar a los invitados en vuestras reuniones familiares, mejor no nos invites a ninguna más, Hardem. – comentó a su compañero entre bromas, pero llevándose la mano al cuello en señal de que se alegraba de que siguiera sujetando su cabeza. Tume entendía que se habían librado por los pelos.

Escuchó a los demás y asintió a cada uno de sus comentarios.

– A mi tampoco me gusta nada la idea de sacrificar a una criatura que no tiene culpa ninguna. Eso nos convertiría también a nosotros en asesinos. Si ese es el camino que nos ofrecen los Uthgardt, yo pienso seguirlo. – Se quedó un momento pensativo y entonces les comento algo, sin estar del todo seguro si esa idea podría ser de alguna ayuda o no –. Pero… No sé. Si el Pastor de Calabazas se enamoró de una dríade y el asesinato de esta fue lo que le hizo enloquecer, quizás la solución a todo esto este realmente en la dríade. Pero no como sacrificio, sino como respaldo a nuestras fuerzas. Quizás la dríade pueda convencerlo para que abandone su deseos de venganza.

Dicho esto abandonáis la tribu entre abucheos y caras largas. Zanzaluth os mira con cara de desprecio aunque os teméis que volveréis a saber de ella en un futuro próximo.

Hace frío, mucho frío por lo que tenéis dos opciones, resguardaros en alguna cueva como hicistéis la última vez o continuar hacia al Este, hacia la linde del bosque, donde habéis quedado con los orcos dentro de unas 20 horas aproximadamente.