Partida Rol por web

A la mañana siguiente el grupo se reunió en la salida este de Sandor. Davor y Bregolin habían conseguido burros equipados para el viaje. El resto llevaba equipo normal salvo Traek, que viajaba más ligero.

El primer tramo del viaje era sencillo, revisar el lugar donde Bregolin había sido atacado. El Camino Real pronto se torcía al norte y a pocos minutos de caminata ya podían divisar las primeras granjas. Al este del camino el bosque daba comienzo, y sólo bastaba con internarse un poco para encontrar un territorio virgen y salvaje. La gente de Sandor usaba madera de los bosquecillos del sur y del este, que también estaban salpicados de nuevos retoños, dos por cada árbol cortado para leña y construcción. En esta zona sólo se aventuraban los cazadores buscando conejos, ciervos y hierbas medicinales.

Algunos campesinos los saludaron al verlos pasar. Algunos chiquillos corretearon junto a los aventureros curioseando sus armas, o haciendo algunas preguntas tontas. Sin duda el viaje de los aventureros era lo más interesante que había pasado en los últimos años.

Bregolin indicó el lugar donde tenían que desviarse del camino. Aunque todavía el terreno en esa zona era llano, ya podían percibirse pendientes. Los árboles crecían distanciados los unos de los otros, lo que facilitaba mucho el viaje. Había pasado menos de una hora cuando llegaron a la primera parada.

A simple vista no se distinguía ningún rastro. Sin embargo el elfo parecía recordar casi a la perfección los eventos del día anterior y pronto localizó un pequeño rastro que se internaba más al este, al bosque profundo.

Davor empujaba y tironeaba de su recientemente adquirido burro cuando el animal, que debía de ser el ejemplar más tozudo de su especie (y no le sorprendía que la gente del pueblo se lo hubiera vendido a él), se detenía y rebuznaba como si se negase a dar un paso más tras su mestizo dueño. Aparte de ese detalle, y de los niños que les incordiaron durante su partida, el día transcurría con calma mientras avanzaban por el Camino Real y el Bosque de los Alerces comenzaba a espesarse a su alrededor. Con ánimo de viajar ligero, había dejado casi todo el equipo más pesado en las albardas, junto a su armadura. No creía que fuera a necesitarla durante la primera jornada, mientras estuvieran cerca del sendero al este de Sandor, pero si mantenía su hacha a la espalda.

No tenía mucho que hacer, así que viajaba tras los pasos que les marcaba el elfo. Se limitaba a canturrear por lo bajo, en un dialecto orco, un himno de marcha habitual entre los guerreros de dicha especie. Tampoco conocía un amplio repertorio de tonadas, así que sus compañeros tendrían que aguantarse si aquel idioma basto les ofendía.

- ¿Deberíamos pertrecharnos para una emboscada o crees que podemos seguir ligeros aun por el bosque, Bregolin? - Había hecho una pausa antes de mencionar el nombre, pues a punto había estado de llamarle simplemente "elfo". En todo caso, echó una mirada precavida a su alrededor, por sí algo se le escapara al resto.

Caminaba tranquilamente por el camino, sonriendo internamente al ver los problemas de Davor con el burro. Me algré de viajar siempre ligero y no llevar tanto equipaje como para necesitar un animal de carga. Eso dificultaba el esconderse si aparecía algún peligro durante el viaje.

Cuando Bregolin indicó el lugar donde le habían atacado, me adelanté a mirar si veía algo además del rastro que se internaba en el bosque, pero la palabra "emboscada" me detuvo al instante. No había muchos lugares donde esconderse en aquel lugar, pero en la entrada del bosque podrían estar esperando los goblins a que pasaran viajeros despistados.

¿Crees que esos goblins aún andarán por aquí? Si están en la entrada del bosque, ya nos habrán visto llegar.

Bregolin avanzaba con aspecto sombrío, sin duda concentrado en pensamientos poco agradables. Fuera como fuera, aquello acabaría en derramamiento de sangre, muerte y dolor. Esperaba que fuera la de los goblins, pero aún así el asunto no le hacía ninguna gracia. Eran una raza sintiente, cruel, pero sintiente. Pero había cosas que había que hacer, por el bien de Sandor. Su bestia de carga, apenas cargada, caminaba tras él, tal vez sintiendo el poco ánimo de tener que bregar con una persona malhumorada.

─Hay goblins merodeando y se comen a los niños traviesos. Haced caso a vuestras madres y no os metáis en el bosque ─sentenció el elfo con absoluta seriedad.

Aquello no era una broma. Las madres a menudo advertían a sus hijos de no jugar en el bosque, por la existencia de bestias feroces, típicamente lobos. Pero mientras que los lobos tendían a rehuir a los humanos, los goblins eran taimados, sigilosos y gustaban de la carne humana, en especial de los jóvenes, igual que a los humanos les gustan las crías de los animales que se comen, como las terneras o los cochinillos. Y que hasta el momento no hubieran causado bajas en la gente del pueblo no significaba que no fuera a haberlas en breve.

Al llegar al lugar del encuentro con los goblins, Bregolin suspiró, mirando toda la escena, fresca en su mente como si sólo hubieran pasado unos minutos. Se agachó donde sabía que había impactado a uno de sus atacantes y encontró la sangre. Ahora sólo faltaba seguir el rastro que dejara el herido hacia la guarida de los goblins. "Sólo". Podía ser toda una proeza, en realidad.

─Avanzaremos lentos siguiendo el rastro, Davor, y si nos atacan por sorpresa no te servirá de nada llevar una armadura que tardas varios minutos en ponerte... ─sugirió el elfo sin siquiera mirar al semi-orco─ No tengo ni idea de qué habrán hecho, Traek, sólo sé lo que debemos hacer nosotros: ir con mucho cuidado.

No es que le desagradara su compañía, en cierta medida era reconfortante contar con alguien como él en el grupo, pero se notaba la diferencia en experiencia entre ambos. Quieras que no seguramente se llevarían al menos 50 ó 60 años.

Bregolin miró alrededor en busca de huellas. No supo hallar ninguna. Ninguna. ¿Tan livianos eran los pasos de esos pequeños reptiloides? Por fortuna le pareció ver una rama partida un poco más adelante. Tal vez todavía podría encontrar huellas...

Zenuri vestía de forma completamente distinta a como la habían visto el día anterior. En lugar de su atuendo de camarera habitual en esta ocasión iba con una armadura de escamas que contaba con algunas manchas de sangre seca que no había sido capaz de limpiar. Estas manchas se concentraban sobretodo alrededor de los guanteletes, los cuales presentaban unos amenazadores pinchos que atravesarían fácilmente la carne de goblin. Sin embargo no parecía que esa fuera su arma de elección, pues descansando sobre su hombro se hallaba una enorme hacha que definitivamente podría partir por la mitad incluso un ser humano, la cual estaba impoluta salvo por alguna marca de óxido.

Cuando los niños se alejaron asustados por Bregolin, la mujer se giró hacia ellos y posó como si estuviera ante público, sacando músculo para animarlos como un gesto de seguridad.

- Ahora que caigo, muchacho - dijo Zenuri cuando llegaron al lugar de los hechos -. ¿Había algo raro con los goblins? ¿Por ejemplo, se comportaban de forma poco habitual cuando los encontrasteis o llevaban mejor equipo del que cabría esperar?

Independientemente de la respuesta que obtuviera, decidió encabezar el grupo a la hora de seguir el rastro. Puede que ella no fuera la mejor para seguirlo, pero era más seguro si ella era quien estaba lista para todo lo que decidiera lanzárseles de frente. Aún así mantendría a Gerard cerca, para poder interponerse ante cualquier cosa que le lanzaran.

El "muchacho" se giró hacia Zenuri, un tanto perplejo.

─Cumplí 100 años el otoño pasado ─aclaró, puesto que su aspecto juvenil a veces parecía confundir al resto de razas─ Y no, no me pareció que fueran equipados de forma inusual o que se comportasen de forma extraña. Aunque mi experiencia con los goblins es limitada.

Sí, los goblins que había visto encajaban a la perfección con los goblins de los cuales siempre le habían hablado. No recordaba ningún detalle que se saliera de aquellas descripcciones estereotipadas, nada relevante.

Luego vio que la semi-orca tomaba la delantera, a lo que el elfo chasqueó la lengua.

─Zenuri, si vas antes que yo podrías estropear el rastro. Permanece todo lo alerta que quieras, pero ya me cuesta bastante seguir esas huellas tan livianas como para que alguien las pise sin darse cuenta...

Bastó con dar unos pasos hacia el bosque y el barullo de los niños y el pueblo desapareció. Ahora estaban en la espesura y sólo se escuchaban pájaros y el susurro del viento entre los árboles.

Bregolin los guió hasta el lugar de la pelea. Un goblin yacía muerto, un olor hediondo lo cubría. Tenía una flecha clavada en la pierna (idéntica a las que llevaba Bregolin) y una herida en el cuello. Sólo los carroñeros más desesperados buscaban alimentarse del cuerpo de un goblin muerto y no había muchos así en esa zona del bosque, por eso el cuerpo estaba casi intacto. No llevaba nada encima, salvo un puñal algo oxidado, un arco corto y algunas flechas. Nadie pagaría ni un centavo por esas piezas.

El elfo se abocó a la tarea de encontrar un rastro. No le fue difícil, un par de huellas se alejaban hacia el este.

El resto del grupo aprovechó el momento para buscar otras pistas. Casi al mismo tiempo todos ubicaron algo extraño: un retazo de tela verde, algo deshilachado. Estaba muy cerca del cadáver y no estaba cubierto de hojas o tierra, como si hubiera caído allí recientemente.

Un poco más adelante, siguiendo el rastro, encontraron otra flecha de Bregolin, ensangrentada y partida. En este punto el rastro se hacía más sencillo de seguir, porque el número de pasos se incrementaba. El elfo no era un experto, pero podía calcular alrededor de una docena de huellas.

Aprovechando que en los alrededores no se veía nada sospechoso y confirmado el paso lento que seguirían para rastrear, Davor se preparó para vestir su cota de escamas.

- Eso sólo quiere decir que has tardado cien años en llegar hasta donde otros lo hemos hecho en la quinta parte. - Comentó, socarrón, mientras pugnaba por sacar la cabeza del embrollo en que su armadura se había convertido. Maldijo internamente el no haber desabrochado bien un correaje, deshizo los pasos hasta el punto en que podía abrir bien la hebilla y reanudó el proceso de vestir la cota una vez más. No es que el grupo tuviera mucha prisa como para esperar unos minutos a que se ajustase el peto debidamente.

- Por cierto, ese trozo de tela verde... O se le ha caído al cuerpo del trasgo o alguien recientemente ha estado cerca del cadáver. - Señaló al resto deshilachado de tejido con la mano del brazo libre que emergía de la cota de escamas. Confiaba en que alguien menos atareado que él le echase un vistazo para comprobar si su teoría era cierta.

- Y pese a tus 100 años de "experiéncia" a penas eres un adulto, no creas que no se lo lento que crecen los tuyos - la mujer entonces se encogió de hombros y se hizo a un lado -. A mí no me parece tan complicado de seguir - dijo mirando el enorme rastro que tenían delante -, mas bien lo complicado es saber de cuantos se tratan. Pero si quieres tú la delantera no te la voy a quitar, me resultará más fácil proteger a mi marido así.

Zenuri se acercó entonces al trozo de tela verde que había señalado Davor y se agachó para mirarlo mejor, aunque sin llegar a tocarlo por si Bregolin se quejaba de que iba a estropear otro rastro.

- Sep, definitivamente es reciente, ni una hoja encima ni tierra arrastrada por el viento, aunque parece deshilachado, así que quizá se lo han arrancado a alguien. Aunque a falta de otros testigos a parte del "señor" Tulcapengrion y su compañero, no auguro nada bueno para el propietario original, de ser el caso. Esperemos que sea solo una coincidencia.

Si nadie decía nada al respecto, Zenuri guardaría el trozo de tela en su bolsa de viaje.

Lo más sencillo para averiguar algo es seguir el rastro, así que, no nos paremos aquí y entremos en el bosque.

Hablaba mientras me arrodillaba junto al cadáver del goblin muerto. Si la herida de su cuello no era de una flecha eso implicaba que había combatido con alguien. Si había sido después de ser herido en la pierna, la suerte del goblin había sido pésima. Poco podría haber hecho contra su rival.

¿Quién más puede estar detrás de esos goblins? El alcalde no nos comentó que hubiera otra partida de caza tras ellos.

Bregolin aguantó la pulla de la semi-orca sobre la velocidad de envejecimiento de los elfos con dignidad, sin hacer mueca alguna. Al fin y al cabo ¿qué podía saber ella de ese proceso sin haberlo vivido?

─Compañera ─corrigió sin embargo el elfo antes de darse cuenta de lo que eso revelaba y empezar a ponerse rojo─ Ejem. El combate fue caótico pero esa flecha fue extraída ─dijo Bregolin señalando la flecha partida─, supongo que alguno de sus compañeros goblins lo hizo. El rastro va hacia allí. Son en torno a una docena ─añadió finalmente con su lacónica forma de expresarse.

Dicho esto, el elfo encabezó la marcha, siguiendo con decisión el numeroso rastro que habían localizado. Si el terreno se mantenía de ese tipo y el grupo no se disgregaba no serían difíciles de seguir.

Ahora que Bregolin había sugerido que lo había acompañado otra persona, el trozo de tela podía identificarse como parte de un vestido, no de los harapos de un goblin.

El grupo tenía un rastro y un objetivo: avanzar hasta que empiece a caer la noche. Aunque no había senderos, las pendientes eran suaves y los árboles distantes entre sí. Algunos pequeños rodeos fueron necesarios para facilitar la vida a los burros, pero sin ocasionar retrasos.

Una colina ligeramente más empinada que las demás los dejó algo agotados cuando la sortearon. Ya era pasado el medio día y las sombras de la tarde empezaban a alargarse. El grupo notó que el rastro se volvió algo errático, como si la banda de goblins se separara. Mientras recuperaban el aliento y analizaban el terreno, pudieron distinguir el humo de una fogata, a unos 300 metros al este.

Uno de los rastros iba en esa dirección. Otro se torcía algo más al sur.

300 metros hasta el enemigo. Eso era muy cerca, sobre todo si tenían a algún vigía.

Bregolin hizo seña de parar y se giró hacia ellos para comentarles entre susurros lo que había descubierto:

─El rastro se divide. Uno va hacia el sur y el otro va hacia allí ─dijo señalando con el dedo gordo hacia atrás, hacia el este─ Parece un campamento. Si vamos con cuidado podemos sorprender a sus guardias y atacarles por sorpresa, al menos ahora que todavía es de día.

El elfo clavó su mirada en Davor, para a continuación observar a Zenuri. No parecían precisamente el summum de la discreción. Si se acercaban seguramente les descubrirían sin más. La siguiente mirada fue hacia Traek. Él y Bregolin posiblemente podían hacer de exploradores y sorprender al guardia sin demasiadas dificultades. Y si daban la voz de alarma, el resto del grupo no estaría muy lejos...

Asentí a Bregolin. El campamento podía ser la mejor opción de momento. El rastro seguiría allí, pero no me sentiría seguro sabiendo que por nuestra espalda podrían aparecer en cualquier momento los que estuvieran en el campamento.

Bregolin tiene razón. Podemos incluso acercarnos al campamento desde 2 puntos diferentes por si tienen guardias en todo el perímetro.

Saqué una de mis dagas y jugueteé con ella en la mano haciendo una serie de movimientos con ella que había hecho centenares de veces.

Ocupado como había estado con la armadura, Davor acabó por reanudar la marcha cerrando la retaguardia del grupo, con su tozuda bestia de carga haciendo lo propio con la suya. La marcha fue relativamente fácil durante las primeras horas pero, pasado el mediodía, el terreno se volvió más accidentado a cada paso. Hasta que el rastro pareció separarse, al menos en palabras de Bregolin. El humo que se elevaba hacia el cielo y la afirmación de elfo parecía concordar con la idea de un campamento o, al menos, con un punto de acampada. De lo que ya no estaba tan convencido era del plan de acción.

- ¿Queréis jugar a hacer el trasgo con trasgos? Perderéis y saldréis escaldados. Casi mejor sí me acerco directamente y sin subterfugios, exhorto a los guardias a que me digan dónde está su jefe o su guarida y asunto concluido. - Habló en un susuro. En parte, sentía curiosidad por saber cómo reaccionarían las alimañas a la visión de un clérigo de Gurmash, quizás para descartar que tuvieran que ver con Kumash y su absurdo plan. Y, en parte, porque la confrontación directa con los trasgos les servía a los orcos, aunque él no tenía en aquellos momentos un clan que le cubriera las espaldas... sólo una semiorca, cuya valía era incuestionable, y un elfo y dos humanos quienes, con suerte, sumarían un combatiente. Combatiente y medio sí les estuviera subestimando demasiado.

Zenuri se mesó la barbilla pensando en sus opciones durante unos segundos. Le dedicó una mirada a cada uno de sus acompañantes antes de volver a dirigirla al humo que venía del campamento.

- Los trasgos suelen ser serviles con los orcos, y no creo que tengan suficientes luces para darse cuenta de que nuestra sangre "no es pura" - comentó, manteniendo la voz baja para no llamar la atención -. Si Davor y yo vamos solos, será fácil sonsacarles información. Además, serviremos como distracción para que podáis acercaros por otro lado, y si la cosa se tuerce podréis actuar como refuerzos rápidamente. Aún así, no creo que cueste demasiado asustarles lo suficiente como para que ni se planteen el combate.

Anticipando el enfrentamiento, casi como si lo deseara, la mujer empezó a crujir sus huesos, lista para adentrarse en el campamento y sacar algunas respuestas.

De acuerdo. Así que yo me voy por el lado derecho del campamento. Bregolin por el izquierdo. Tú y Davor de frente.

Miré uno por uno a mis nuevos compañeros esperando una confirmación.

¿Correcto? Estaremos lo suficientemente lejos para no ser detectados, pero lo suficientemente cerca como para escucharos y poder reaccionar a tiempo.

El plan había quedado trazado así que era hora de ponerse en marcha sin perder más tiempo si querían aprovechar las horas de luz.

Vamos.

─De acuerdo ─asintió simplemente Bregolin.

Zenuri parecía tener bastantes más luces que Davor, que sólo se planteaba un ataque directo, sin más. Acorazado como estaba, seguramente confiaría en su armadura para librarle de todos los golpes de los goblins. Pero siempre había un riesgo y no era propio de los elfos el correrlos si no era completamente necesario.

Siguiendo el plan de la semi-orca, la aproximación al campamento de los dos semi-orcos llamaría la atención, distrayendo a los ocupantes del campamento de los dos acechadores de los costados. Si pasaba algo, ellos podrían reaccionar y ofrecerles una ayuda que los golbins no se esperarían.

El elfo tomó el arco en su mano y se preparó para avanzar entre los árboles, en silencio, con discreción. Sería como viento moviéndose entre la maleza...