Partida Rol por web

Sabía que Lisette estaba alerta así que no tuve inconveniente en tenderle la mano al elfo y aceptar el saludo. No miré la bolsa de monedas. Si la miraba demasiado o la cogía en seguida para contar su contenido, podría darse a entender, como había sugerido Raha, que le habíamos engañado. Aunque él creyera que era por otros motivos, mejor no darle la razón con movimientos mal calculados.

Un placer haber podido hacer negocios contigo. Una lástima que no hay salido como esperábamos pero ya sabes, si vuelves por aquí y tienes otro trabajo, somos tus hombres.

No dejaba de pensar en las palabras del elfo, ¿Protección mágica? ¿Secretos? Aquello tenía más cosas ocultas que la búsqueda de unas cartas de agradecimiento por unos donativos caritativos.

Espero que la próxima vez, la información sea más concreta.

Todo terminó bien. Raha se despidió y su dinero alcanzó para darse la buena vida por esa noche.

El sol empezaba a despuntar por el este cuando al fin volvieron a su refugio. Era un edificio de dos plantas, abandonado, en la zona pobre de la ciudad. Albergaba a una docena de bandidos jóvenes como ustedes. Por su condición de veteranos, cada uno tenía un cuarto privado en la planta superior, mientras que abajo se amontonaban los más chicos alrededor de fogatas con leños casi apagados.

Aquella madrugada, sin embargo, había pocos chicos en la casa. La Iglesia de Eriad celebraba una vez al mes una feria de caridad que iniciaba cuando el sol entraba por los ventanales del templo. En ese momento, los más necesitados eran bendecidos y recibían regalos y comida. Había que estar temprano para no perdérselo.

Se despidieron y cada cual fue a su cuarto. Te dejaste caer en tu cama, exhausto.

No llegaste a dormir mucho. Dos personas te sacaron de la cama, te golpearon las rodillas y caíste al piso.

No era tan fácil sorprenderte así, trataste de decir algo pero ningún sonido salió de tu boca. "Magia, por supuesto".

Cuando los matones te dejaron en paz entendiste lo que estaba pasando. En tu habitación estaba Raha, acompañado de otros dos hombres de negro que tenían apresada a Lisette.

Raha hizo un movimiento con sus manos y el sonido regresó.

- Dame el cofre, o los mataré a los dos - dijo el elfo.

- ¡No lo tenemos! - se apresuró Lisette. Parecía preocupada, pero no asustada - es lo que estaba tratando de decirte cuando se te ocurrió lanzar ese estúpido hechizo de silencio -

Tenías una daga escondida en tu tobillo, los matones no la habían detectado aún. Raha ignoró por completo a Lisette y te miró, esperando que le entregaras el cofre.

Levanté la cabeza para encararme al elfo y miré a Lisette mientras la subía. Sólo una décima de segundo, pero sabía que sería suficiente para hacerle entender que había que actuar deprisa.

Te hemos dicho que no había ningún cofre en la casa. Antes de encararte con nosotros deberías rendirle cuentas a quien te dio la información porque, evidentemente, te ha engañado.

Bajé la mano hacia la bota, palpando el bulto de la daga. Sólo tendría una oportunidad, así que debía aprovecharla.

Esperé que el elfo se acercara lo suficiente y ataqué

Como guiada por el destino, la daga abrió un profundo corte en el rostro de Raha, justo debajo de su ojo izquierdo. Un fino hilo de sangre salpicó tu cara y el elfo cayó de espaldas, conteniendo la herida con sus dos manos.

Lisette leyó a la perfección tus intenciones. En cuanto la daga salió de tu mano ella golpeó a su opresor y se soltó como si fuera una serpiente. Los dos huyeron por los tejados, el terreno que mejor conocían.

Pero Raha se había adelantado. Algunos de sus hombres estaban apostados en los techos y pronto se vieron rodeados. Pelearon como gatos acorralados, y dieron cuenta de varios rivales, hasta que pronto se vieron superados en número. Los cabellos de Lisette, salvajes y libres, estaban ahora adheridos a su rostro por el sudor. Su respiración agitada te indicó que estaba alcanzando el límite de su resistencia, mas sus ojos seguían vivos y ansiosos.

Uno de los matones, vestido de negro y armado con una espada corta, avanzó amenazante.

- No hay salida, chicos. Nadie jode a la Mano Roja -

Lisette se encaró. No dijo nada. Lanzó tres estocadas y la cuarta alcanzó su objetivo. Su rival tambaleó por la herida y ella aprovechó para arrojarlo del techo de una patada. Cayó en la calle con un golpe seco. Los otros asesinos dudaron. 

Ella te sonrió.

Primero sentiste un escalofrío. Después el estruendo del rayo te hizo estremecer. No te había tocado, pero sentiste el calor abrazador de la energía mágica en tu brazo. El rayo impactó de lleno de Lisette.

Su cuerpo humeante cayó del tejado, junto con otro infeliz que estaba cerca de ella.

Los asesinos detuvieron su ataque y retrocedieron. Raha apareció a tu espalda sosteniendo una varita mágica que desbordaba de estática. El corte que le provocaste todavía sangraba, lo había desfigurado.

- Me cortaste... pedazo de basura, abriste mi carne... - estaba desencajado. Sus manos temblaban, pero no dejaba de apuntarte con su varita. Miró donde antes estaba Lisette - tú me desfiguraste, yo maté a tu chica. Última chance, dame el cofre -

Miraba con miedo al elfo y las lágrimas subían a mi cara mirando por donde había caído Lisette. Me quedé mudo. No había pensado que aquello acabara de esa manera. Pensaba que todo había salido bien, pero como pensaba al principio, era demasiado bueno para ser verdad.

No.... No la tengo. No encontramos nada en la casa. Te lo juro. No había ningún cofre. - no era el momento de cambiar la historia en aquella situación. Tenía que mantenerme firme en mi mentira o acabaría muerto como Lisette. Si aún viendo como la había matado seguía diciendo lo mismo, me dejaría en paz. O eso pensaba yo.

Ya te dijimos que no había nada allí. Posiblemente la cambió de sitio o se la llevó. ¡Qué se yo!

Raha te estudió un momento, todavía masticando las ganas de fulminarte. 

- No me mentirías, no en estas condiciones, cuando ya demostré claramente que no estoy jugando... - empezó a tocarse de nuevo la herida que le hiciste, que volvió a sangrar.

- Señor, no se toque la herida, espere a que la revise un clérigo - sugirió uno de los asesinos, pero por respuesta recibió una bofetada.

Volvió a centrar su atención en ti.

- Está bien, creo que no hay mucho más para hablar. Tomé un riesgo con ustedes y perdí. - Suspiró resignado - tengo que eliminar los cabos sueltos, pero no voy a matarte ahora, no. Voy a llevarte con vida y te usaré para mis experimentos. Y cuando ya seas una maloliente carne deforme, me desharé de ti de la forma más lenta y dolorosa que pueda. Llévenselo -

Estaban por sujetarte cuando una lluvia de flechas cayó sobre el tejado. Toda esa pelea y persecución no pasó inadvertida por los bandidos de la zona, que unieron filas contra el extranjero, como muchas otras veces habías hecho tú por ellos.

Fue una emboscada letal. Los asesinos de Raha que no cayeron con la primera volea se envalentonaron y pasaron al ataque. El elfo, ardiendo de ira, volvió a usar su varita de rayos contra los edificios cercanos, calcinando a algunos de tus compañeros y provocando varios incendios en la zona.

La refriega te dio una oportunidad para escapar, y la aprovechaste. Los ladrones no tenían esperanza de ganar ese combate, así que cuando estuviste a salvo ellos también se replegaron. 

Unas horas después, ya a salvo, trataste de organizar tus ideas. Raha era parte de La Mano Roja, el grupo criminal más poderoso del reino, y ahora ellos habían puesto precio a tu cabeza. Tenías que desaparecer por un tiempo, y el único lugar alejado donde La Mano no había llegado todavía era Sandor, tu viejo pueblo natal. Iba a ser difícil volver.