Partida Rol por web

Cómo fue que se conocieron, se enamoraron, y se casaron, es algo que sólo ustedes saben. Lo que es más conocido, al menos en el bajo mundo de la capital, Avalon, es que Zenuri era una campeona de los pozos de pelea y Gerard, su esposo, no estaba de acuerdo.

Con cada pelea que Zenuri ganaba, más peligrosas eran las consecuencias de defraudar a sus inversionistas. Gerard hacía un gran esfuerzo por mantener a su esposa fuera del ambiente más turbio de las apuestas, pero tarde o temprano, como también suele pasar, se iban a topar con La Mano Roja.

La Mano Roja es una organización criminal. Su alcance y poder es difícil de determinar porque, además del secretismo que los rodea, abundan los rumores sobre sus líderes, su influencia y su ejército de matones. Algunos dicen que controlan al Gremio Marítimo Vneff, y que tienen espías infiltrados en el Imperio Nogardiano y en el propio trono de Avalon. Otros dicen que La Mano es sólo una banda de ladrones que invirtieron una fortuna en promover rumores grandilocuentes. La verdad es que la gente común no suele mezclarse con asuntos de La Mano Roja, sólo aquellos que llaman la atención por su fortuna o renombre.

Aquella noche iba a ser una noche especial. Zenuri tenía pactada una pelea en el Círculo de Hierro, la arena más famosa entre los nobles de la ciudad. Iba a ser la primera vez que peleara profesionalmente, de manera legal.

También fue la noche en que Gerard le planteó a su esposa el futuro de su vida juntos.

Tras una vida en peleas clandestinas, me había acostumbrado a reirme de las peleas oficiales. Entre otros luchadores era habitual bromear diciendo que los más débiles debían probar a ir por lo legal. Sin embargo, cuando te piden para un combate para la nobleza, tenía claro que "no" sería una mala respuesta. Molestar a los peces gordos era la forma en la que conseguías que la guardia dejara de mirar hacia otro lado.

Por otro lado, aquel día tenía cosas más importantes en la cabeza. Los de la Mano Roja se me habían presentado para amañar el combate. Normalmente les habría mandado a la mierda con unos cuantos huesos rotos como mensaje, pero ahora tenía a alguien más en mi vida. Alguien que, a diferencia de mí, no aguantaría lo que le echaran. Alguien que se oponía a mi forma de ganarme la vida no por despreciarla, sino por apreciarme. Alguien que estaba junto a mí antes del combate para tratar de disuadirme por última vez. Y si bien aquel combate sucedería, con un anillo consiguió que fuera el último.

Momentos más tarde tras un largo e intenso beso, aún estaba sujetando a Gerard, el cual no tocaba el suelo con los pies.

- Pensaba que no me lo pedirías nunca. ¿Sabes qué? Tienes razón, no merece la pena seguir con esto. Hoy es mi último combate, mañana mismo nos vamos a la iglesia para hacerlo oficial.

—No sólo no merece la pena, no es sano para ti —respondo inmediatamente, luego de que me baja al piso—. Por ahora ibas bien, sí, pero, ¿qué pasa si algún día aparece alguien mejor que tú? A ti te descartan como ropa vieja, ¿y después? O mira si eventualmente alguien arregla las peleas en tu contra, para quitarte de encima, como estos de la Mano que lo intentan hacer ahora. Si la mafia amaña los combates legales, imagínate lo que estarían los del bajo mundo.
Doy un suspiro, mezclando la preocupación que tenía hasta hace unos días y el alivio de que al menos eso ahora es cosa del pasado.
—No, mujer, eso no es vida. Pero te garantizo que no dejarás de hacer lo que tanto te gusta. Existen mil formas de que sigas disfrutando tu pasatiempo, pero sin hacerme sacar canas verdes.

En realidad me las seguirá sacando, cada corte y moretón que le meten es como si me los hicieran a mí, pero qué se le va a hacer, no voy a tenerla encerrada en una jaula a la pobre. 

—¿Sabes? Mis padres se partieron de risa cuando leyeron la carta, respondiéndome con que en qué lío me metí. Yo en realidad lo veo como una aventura. O tal vez sí, tal vez me haya vuelto loco de estar tanto tiempo encerrado en esa biblioteca con mi mentor. Pero ese no es el punto. Tengo un plan para nosotros, algo que no dudo que te dejará feliz. —Cruzo los brazos, asintiendo, sonriente—. Espero...

Sólo una pelea más, y todo terminaría.

Aunque las peleas oficiales fueran menos violentas y reguladas, después de todo Avalon era una ciudad civilizada, eran peligrosas por otros diferentes motivos. Las apuestas eran más altas, la fama más extensa, y las consecuencias más graves.

En su debut oficial, Zenuri tenía que perder.

Ya se había corrido la voz. Nadie quería a una mujer salvaje, sin patrocinador, sin respaldo, compitiendo en la liga profesional. No podían negar que Zenuri peleaba bien, así que querían invitarla y obligarla a perder. La Mano roja había sido muy clara al respecto.

Estaba cayendo el sol, era la hora. El Círculo de Hierro los esperaba.

- Confío en tí, cariño. Y ahora, si me disculpas, tengo que disputar mi último combate.

Con ese comentario, me guardé el anillo en un bolsillo, me afiancé los guanteletes y me dirigí a la arena de combate. No me hacía mucha gracia perder un combate a propósito, pero no me perdonaría lo que pudieran hacerle a Gerard en consecuencia, pues no es que nos hubieramos esforzado en mantener nuestra relación en secreto. Además, iba a sacar tajada por ello, no es como si hubiera accedido sin obtener nada a cambio. Y tener un público que no estaba acostumbrado a verme pelear hacía más fácil fingir que la derrota era legítima.

—Tú sólo haz lo que te hayan dicho y ya está —le digo, estirándome para darle una palmadita en el hombro—. Que todo esto acabe lo más pronto posible para no volver a saber nada de ellos. Evitemos los líos.

Con una sonrisa que demuestra tranquilidad y confianza la veo alejarse, totalmente seguro de que todo irá bien. Sólo quiero una vida tranquila, donde pueda desarrollar mi escritura y hacer algo de dinero. Con suerte en aquel pueblo nuevo consiga eso, un nuevo aire, menos gente.

El Círculo de Hierro era un enorme edificio de piedra, con capacidad para albergar cientos de espectadores. En el centro una jaula de hierro daba nombre al estadio. El piso de arena estaba limpio, pero en los barrotes de la jaula podía percibirse algunos salpicones de sangre seca que los sirvientes no habían limpiado.

El bullicio era apabullante. Zenuri esperaba a su rival en su extremo de la jaula. Había escuchado algo de él, un humano barbudo, enorme, del muy lejano norte. Se hacía llamar "El Toro de Kamia", y gozaba de cierto renombre.

Un elfo vestido de gala se adelantó hasta el centro del ring y sacó un pergamino. Lo leyó en el lenguaje de la magia y su voz resonó en el estadio con la fuerza de una tormenta.

- ¡ESTIMADOS ESPECTADORES! ¡BIENVENIDOS UNA VEZ MÁS AL CÍRCULO DE HIERRO! -

Aunque todos parecían nobles, comerciantes o gente de dinero, gritaron y celebraron como lo hacían los borrachos y apostadores de los tugurios ilegales. La excitación del combate no diferenciaba clases sociales.

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Un poco más lejos, en la casita que compartían, Gerard terminaba de organizar el próximo viaje. Tenían dinero suficiente para viajar cómodos en una carroza hasta Treva, aunque había escuchado que Marikest era un lugar muy bello en esa época del año y podían quedarse unos días.

Un golpe en la puerta rompió su ensoñación. 

No fue necesario abrir, porque el segundo golpe arrancó la puerta de sus goznes. Dos hombretones con garrotes y cuchillos entraron a la casa.

- Calma - dijo el más grande, un semiorco descomunal - Sólo venimos a acompañarlo hasta que su linda esposa termine la pelea. Traemos la recompensa acordada. -

Otro de los matones levantó la puerta y la apoyó contra su marco, tratando de enmendar el daño.

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No por nada le decían "El Toro". Zenuri sabía que no podía dejarse caer al comienzo de la batalla, así que intercambió golpes con su rival pero, cuando recibió el primero de sus puños, supo que no podía bajar la guardia con esa bestia.

De un salto el Toro invadió el territorio de Zenuri y lanzó tres puñetazos seguidos y un rodillazo directo al estómago. La mujer esquivó los tres puños pero tuvo que bloquear con los brazos el rodillazo. La potencia del impacto no le hizo daño, pero la desestabilizó.

Otros tres puñetazos esquivados y Zenuri golpeó su espalda contra la jaula. Sin salida, se enfocó en bloquear. Cada golpe de su rival tenía el poder para quebrar sus brazos, pero la técnica de Zenuri era perfecta.

Al fin encontró un espacio y lo aprovechó. La semi orca lanzó su puño y alcanzó la mandíbula del hombre. Toda la audiencia quedó en silencio. Ese golpe había sorprendido tanto al Toro como a todo el público.

No cayó, apenas sirvió para cortar con su embestida, pero entonces todo el estadio estalló en vítores para Zenuri.

Pese a que el combate estaba amañado, teniendo en cuenta lo duro que pegaba el Toro parecía que yo era la única de los dos que conocía el resultado por adelantado. Cuando por fin este se decidió a atacar, tuve que ponerme a la defensiva, sin embargo al estar acorralada y verme a forzada a bloquear, me sirvió para fingir que sus puños eran más efectivos de lo que realmente eran, fingiendo retroceso y señales de dolor.

"Es una lástima, alguien que pelea tan bien se merece una pelea de verdad."

La furia que corría por la sangre de Zenuri clamaba por liberarse y girarle las tornas al combate. Sabía que aquello bien podría conseguirle la victoria, y por eso la tenía que contener. Un golpe bien apuntado a la mandíbula y conseguí cortarle el ritmo por un segundo, mientras el público empezaba a vitorearme.

"No puedo decir que echare eso de menos, es la mejor parte del trabajo."

Me preparé para otro embiste, lista para responder con una patada. Después de eso, crearía una apretura para que pudiera meter un par de golpes de verdad para mayor verosimilitud, un poco más de desgaste por cansancio, y ya podría fingir que me dejaba KO con un último golpe.

De pronto, Zenuri notó algo extraño. Los golpes del Toro empezaron a hacerse más débiles. Su ataque menos implacable. ¿Acaso él también tenía la orden de perder la pelea? No, era algo más, parecía enfermo.

El hombretón cayó sobre Zenuri lanzando tristes golpes que la mujer detuvo con facilidad. Le dio un empujón para sacárselo de encima y el Toro, el enorme guerrero del norte, cayó desmayado en la arena.

Un silencio sepulcral se apoderó del estadio.

Luego, los murmullos empezaron a crecer hasta desbordar al Círculo de Hierro. La gente enojada gritaba y arrojaba cosas a la jaula. El elfo presentador entró a la jaula y trató de aplacar los ánimos.

- ¡QUÉ MARAVILLOSA SORPRESA!, NUESTRA JOVEN NOVATA DERROTÓ EN UNA MAGNÍFICA PELEA AL TORO DE KAMIA. ¡FELICITACIONES A ZENURI! -

Aquellos que habían apostado por la mujer, los menos, celebraban haber ganado una pequeña fortuna. Los que tenían que pagar gritaban ¡FRAUDE!.

El presentador se puso de puntillas y le susurró a Zenuri: - Será mejor que te vayas, muchacha. Tu patrocinador tendrá que resolver este entuerto. Has molestado a gente que no pierde tiempo escuchando explicaciones -

Y luego volvió a sonreír, levantando la mano de la ganadora.

El repentino golpe a la puerta me da un sobresalto, seguido de otro cuando la hunden y se meten dentro. Me hallan frente a la cocina, con un delantal con estampado de patitos, haciendo tostadas en un hornillo.
—¿Siempre son así de violentos? —pregunto con una sonrisa tranquila—. En fin, da igual, no me respondan. Asumí nada más verlos que tendrían que ver con esta gente, sí. Los iba a recibir igual, así que no era necesaria esa impetuosidad.

Por no decir que no me importan lo que le hagan a la casa, ya la vendí y todo esto ahora es problema del nuevo dueño. Obviamente no lo diré, porque de lo contrario se pondrían a buscar el dinero para robármelo.

—¿Les sirvo algo de té? Justo estaba por prepararme uno para mí. Ah, y pueden dejar el dinero ahí sobre la mesa, luego lo guardo.
Por supuesto que no tocaré eso mientras preparo la merienda, a saber por dónde habrá estado.

Los dos brutos se sentaron, pero no aceptaron el té. Esperaron en silencio mientras Gerard preparaba todo y se sentaba con ellos.

Los minutos pasaron lentamente. Uno de los brutos jugueteaba con su cuchillo, y el otro tenía la vista clavada en Gerard, aunque a simple vista no lograba intimidarlo.

El cuervo de Gerard aleteó y graznó llamando la atención de su amo. El mago notó que uno de los brutos estaba recibiendo un mensaje mágico.

Cuando terminó, el hombretón tomó la bolsa de dinero y la guardó.

- Tal parece que su mujer no pudo contenerse y ganó la pelea - dijo con una ligera sonrisa cruel - Ya debería estar muerta, pero no se preocupe, pronto se reunirá con ella... -

- No - murmuró Zenuri -. Nonononono, levántate maldito bastardo, los dos sabemos que eso no era suficiente para tumbarte.

Mi rostro se mostraba completamente aterrorizado ante aquella situación. El presentador ya estaba anunciando mi victoria, nada bueno en el horizonte.

- El tío parecía drogado, hacedle pruebas o algo - le respondió entre susurros al elfo de forma muy apresurada -. O inventados que he hecho trampas, me da igual si voláis mi reputación por los aires, yo no he ganado este combate.

Tras aquellas palabras, salí corriendo de la jaula y el edificio, directa hacia la casa de Gerard. Tenía que llegar antes que los matones. O como mínimo antes de que hicieran nada grave.

—¿Ganó...? —pregunto, alzando las cejas. Doy un suspiro. Imagino que luego me lo explicará, algo raro debe haber pasado ahí, porque ella no me mentiría así—. Oh, bueno.

Viendo cómo está el panorama, al principio finjo no enterarme de nada, para luego, sin previo aviso, lanzarle una taza de té a la cara a uno de los matones. Con un silbido indico a mi cuervo que le pique los ojos al otro.
—Saben, me resulta cómico que unos matones brutos me traten de usted.
Con un pequeño ademán y murmurando un ensalmo pretendo dormirlos para ganar tiempo.

Zenuri corrió como perseguida por dragones, pero al doblar una esquina se cruzó con cuatro hombres armados.

- Muy mal chica, nadie jode a La Mano Ro... - nunca termina la frase. Zenuri no sólo no se detuvo, sino que aprovechó el impulso para darle un golpe justo debajo del ojo izquierdo. La potencia lanzó al pobre infeliz al piso, y dejo a los otros tres boquiabiertos.

De una patada dobló a otro, lo tomó por la cintura y lo lanzó como un almohadón de plumas contra el tercero. El cuarto reaccionó y logró cortarla con su cuchillo, pero se llevó la peor parte. Zenuri sujetó la muñeca, quebró el brazo, y lo desmayó de una trompada.

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Haciendo gala de su confianza, Gerard lanzó el conjuro justo un instante antes de recibir un garrotazo en la cabeza. Los dos hombres cayeron dormidos, incluso el que estaba gritando de dolor por la herida en la cara que le había causado su cuervo.

El ave se posó en el hombro de Gerard y graznó una vez más, como celebrando la victoria.

No tenía mucho tiempo. El plan para salir de la ciudad iba a tener que adelantarse. Ató a los matones y terminó de preparar todo. Cuando estaba por terminar Zenuri entró de golpe.

—Shh, no hay tiempo —le digo a Zenu, poniendo una mano delante—. Me explicarás en el camino. Estos tipos pueden despertar en cualquier momento, aaa menos que quieras asegurarte de que no lo hagan, pero no es necesario.

Voy recorriendo la estancia, metiendo todo lo que pueda servir para un viaje en carrera dentro de un petate que me echo al hombro. También voy a por el dinero de la venta de la casa, que permanecía escondido bajo una tabla salida en el piso de mi cuarto.
—¿Sabes si hay más de estos energúmenos persiguiéndote? —le pregunto, con inusitada calma, mientras voy saliendo, procurando no pisar a los que descansan en el suelo—. Porque se me hace que acabaremos robándonos un caballo. Qué emoción, ¿no?
Finalizo con una sonrisa, tratando de ver lo positivo de la situación. Al menos nos estamos divirtiendo.
—Parece como si las peleas se hubieran puesto celosas de que las hayas dejado y ahora te buscan. Te va a tocar cuidarme si aparecen otros matones, así que disfruta.

- No, matarlos solo nos traerá más problemas. Igual que si nos llevamos el dinero del soborno, hay que joderse.

Zenuri chasqueó con la lengua y cargó sobre su hombro todas las cosas que había puesto su futuro marido sobre la mesa para el viaje. También sacó el hacha que tenía escondida en la casa por si alguna vez se colara un intruso. Nunca le había dicho a Gerard que estaba ahí, pero parecía el mejor momento para sacarla.

- No creo que haya nadie más persiguiéndome ahora mismo - respondió -, aunque no tardarán en enviar a alguien más, ya despaché a los cuatro que tenían esperando por mi en la arena.

Se detuvo entonces un momento antes de salir para abrazar al mago.

- No creas que sea fácil disfrutar cuando tengo que preocuparme de lo que te pueda pasar.

Tras aquella breve pausa, retomó el camino hacia la ruta de huída. No le gustaba la idea de tener que dejar las cosas de su casa abandonadas, en particular el cinturón de campeona que se había ganado en la arena clandestina, pero corría prisa y podía vivir sin ello.

No hizo falta robar el caballo, el dinero que los matones traían fue suficiente para pagar por un carro de cuatro ruedas y dos burros. Tuvieron que pagar casi el doble de su valor, pero eso fue por la urgencia y porque el hombre de los establos no estaba feliz de que lo sacaran de la cama.

El primer tramo lo hicieron de noche, tratando de ganar la mayor distancia posible entre ustedes y la ciudad. Mientras uno dormía, el otro guiaba los animales. Estaban cansados y algo ansiosos, así que no pudieron disfrutar mucho del viaje. Entrada la tarde hicieron una parada fuera del camino. Improvisaron un fuego y comieron una frugal cena.

El Camino Real era una extensa carretera de piedra que conectaba Avalon con el reino vecino de Birmania, pasando antes por la segunda ciudad más grande: Treva. Todo ese tramo estaba bien vigilado por patrullas de caballeros y otros comerciantes. Era bastante seguro y pudieron permitirse dormir bajo las estrellas sin temor.

La noche, la brisa fresca, el calor de la fogata, el coro disonante de insectos y otros animales, el olor de la hierba húmeda... todo conjugaba un ambiente reconfortante. Mañana llegarían a Marikest y podrían pasar la noche en una posada, y después dos o tres jornadas en la espesura hasta Treva, donde podrían reabastecerse y emprender el último tramo hasta Sandor. Nadie los buscaría allí. Estaba tan alejado de la civilización que las garras de la Mano Roja no podían alcanzarla, y a su vez tan cerca de las Tierras Salvajes que habría ocasión para la aventura y la emoción. 

La luna brilló sobre ustedes. El fuego crepitó por última vez antes de extinguirse. Abrazados en la oscuridad, estaban listos por empezar una nueva vida.