Partida Rol por web

Wade Sallow se encontraba francamente molesto con el mercenario. No quería problemas y, por culpa de las mentiras de otros, probablemente fuese a tenerlos. Estaba muy harto de tonterías y decidió imitar la postura de Nuño, con los brazos en jarras y acercando a su vez, disimuladamente, las manos a sus armas.

- El elfo está en el bosque, como bien ha indicado la chica. - Repuso Wade y, sin el mayor reparo mirndo en la dirección por donde le había visto desvanecerse, aspiró aire fuertemente para llamar al elfo para que se acercase. - ¡Arahan! ¡Ven!

Al escuchar a Gwyl, supo cuál era el nombre del mercenario, o cómo éste se hacía llamar y armándose de sus habilidades para vender y venderse bien, se volvió a dirigir a él.

- Don Nuño, creo que hemos empezado con mal pie. - Comenzó a decir. - No tiene el más mínimo sentido comenzar una lucha en la que ninguna de las partes saldrá beneficiada. La información, como el oro, es un bien preciado y nosotros queremos que ésta llegue intacta a Cregan. - Continuó. - En cuanto a lo que transporto en mi carro... Eso no deja de ser algo que sólo compete a la casa Sallow de Altairea. Ahora, si nos disculpáis, buen señor, debemos continuar viaje y llevar la información a su destino lo antes posible. Deseo que la suerte os acompañe al igual que cada día lo hace el Sol, aun cuando el cielo se encuentre cubierto de nubes.

El comerciante creía que sus palabras serían suficientes para hacer que el mercenario cambiase de parecer. Tenía que ser suficiente con eso y, si así era, podrían continuar su camino, les llevase a donde les llevase.

Nuño escuchó a Gwyl y a Wade con aparente desinterés, todavía en la misma posición. Y cuando esta terminó de hablar, el lucerano solo hizo que levantar los brazos hasta que las manos le quedaron a la altura de la frente... y entonces se encogió de hombros y se hecho a reír.

- ¡Pero si nadie está hablando de pelearnos! ¡Aquí todos somos amigos! - respondió entre risas mientras bajaba los brazos. Apenas fue perceptible el cambio, pero los hombres que lo seguían también se relajaron, al igual que los Gorriones - Hablas como una verdadera mercenaria, muchacha. No os falta razón, y que el Creador me ponga el culo del revés si fuera un perro viejo de Lucere el que se interpusiera entre un hombre y su justa paga, que para algo nos la trabajamos como nadie - mencionó sonriente - Adelante pues, no tiene pérdida - dijo mientras señalaba con el dedo hacia su lado del camino.

El mercenario terminó de reír y pasó la mirada por las hileras de árboles que flanqueaban el camino - Así que vuestro amigo el elfo está en los árboles, ¿Eh? - Nuño se llevó las manos a la boca para que hicieran de altavoz - ¡Salga a conocernos, señor Arahan, no sea tímido! Le prometo que los ballesteros que tengo ocultos no van a haceros nada ni a vos ni a sus amigos.

Mientras esperaba a que el elfo hiciera o no caso de la invitación, los mercenarios se hicieron a un lado del camino para permitir pasar a los caballos y al carro de Wade - Así que Altairea, ¿eh?- dijo Nuño cuando el carro empezó a moverse de nuevo y pasó por su lado - Ya decía yo que algo así tenía que ser obra de esa tierra de petulantes...

Cuando casi hubieron pasado del todo a la patrulla de mercenarios, oyeron de nuevo la voz de Nuño - ¡Ah! Un segundo - lo oyeron exclamar - Si esa información es tan importante y me interesa tanto que la oiga el rey, supongo que no os importará que os acompañe. Si se van a hacer planes de batalla quiero estar presente, y de todas maneras se está agachando el sol, no tardarán en montar campamento y vamos a tener que regresar de todas maneras.

De modo que, tras la pequeña pausa, siguieron su camino hacia el ejército de Cregan, acompañados ahora del alegre lucerano, que se puso a silbar una melodía de su tierra.

Cuando llevaban un trecho del camino hecho, Logan se separó de los suyos y se acercó a Gwyl y a Yriel para hablarles en privado - La última vez que hablamos con el rey Cregan, bueno... Estabais allí cuando pasó. Sería mejor si, cuando nos volvamos a encontrar con él, hablarais vosotros primero y lo hicierais entrar en razón, antes de que intervengamos nosotros - lo que menos necesitaban ahora era tener que lidiar con un rey cabreado que podía meterlos en el mismo saco que a los Gorriones.

Cuando Nuño elevó los brazos y se encogió de hombros, Arahan vio como los ballesteros dejaban de apuntar y apartaban sus letales armas del camino. Otra señal de su líder, sin duda alguna. No obstante, cuando Gwyl y Wade terminaron de delatarlo, los tres mercenarios que tenía delante empezaron a mirar hacia todos lados, sorprendidos, aunque si levantar las ballestas.

El grupo volvió a ponerse en marcha, y eso le dio al silvano dos opciones. Podía salir al camino y unirse a los demás, o seguir por el bosque hasta que este se acabara, que no tenía pinta de ser pronto de todas maneras. Claro que aquello lo obligaría a pasar por delante y entre los ballesteros, aunque en un principio no tenía por qué haber hostilidades de ningún tipo.

Habían sido tres meses de viaje desde Viavenna hasta el Norte. La travesía no duraba tanto, pero por el camino había tenido que hacer varias paradas para conseguir algo de dinero, y conforme se fue acercando a la frontera, a esperar que alguna caravana o grupo se atreviera a cruzar el Macizo de Tar y a dejar atrás las "tierras civilizadas". Y una vez vio lo que la esperaba en los Pequeños Reinos, Saffiya tuvo que preguntarse si realmente había valido la pena el esfuerzo.

La tierra era hermosa, completamente distinta a la de su tierra natal. Si en Muqtar imperaban la arena, la tierra seca y el calor, allí todo estaba cubierto de un brillante verde ahora que las nieves invernales se habían derretido. Frondosos bosques a los que no estaban acostumbrada cubrian buena parte del territorio, y las montañas que podían verse a lo lejos tenian sus picos cubiertos algo completamente nuevo para ella, nieve.

Pero aparte de la belleza paisajística, poco más era de alabar en aquella tierra. Las poblaciones se limitaban a aldeas pobres y dispersas, y a los igualmente pobres pero más grandes asentamientos principales de cada reino, apenas un poblado rodeado de una empalizada que habían surgido alrededor de unos pequeños castillos de mota y liza. Los habitantes eran hoscos entre sí y aun más con los extranjeros, apenas podía sacarles las palabras justas para entenderse, y muchas veces casi parecía que lo hicieran de mala manera. Los primeros días no habían sido fáciles, pero había conseguido apañarselas. Después de todo, el lenguaje que Saffiya hablaba era uno entendible a lo largo y ancho del continente.

De una charla a otra, se había ido enterando de cual era la situación en la zona. Los reinos más cercanos a la frontera, los de Odrin, Cregan y Penda, estaban a punto de declararse la guerra. El año anterior, Odrin había logrado una gran victoria y se había hecho con parte de las tierras de Penda, que ahora se había aliado con Cregan para tratar de recuperarlas. Se rumoreaba también que la causa de la victoria era que aquél año pasado, una mujer había llegado desde el sur, y que de alguna manera se había acabado convirtiendo en la esposa del rey Odrin. Algunos hasta aderezaban el rumor con brujería, pero aquello poca cuenta le traía a la muqtarí.

Ella había llegado primero al reino de Cregan, pero no había tenido mucho tiempo para acostumbrarse a él. Había llegado en un momento agitado, cuando las fuerzas del rey se estaban reuniendo para le inminente conflicto. Aquello, en realidad, había jugado en su beneficio, puesto que los soldados son un cliente que nunca fallaba, como atestiguaba su bolsa casi llena de aquellas extrañas monedas con forma de barrita, hechas de plata pura, como Vittorio le había asegurado.

Pero el tiempo de ocio había acabado, y a los pocos días el ejército de Cregan se puso en movimiento, buscando reunirse con el de sus aliados de Penda, sabedor de que, por separado, no tendrían posibilidad alguna contra Odrin. Así que allí estaba Saffiya ahora, marchando detrás de la tropa junto a demás seguidores de campamento variados. A los guerreros norteños no había tardado en unírseles una compañía de mercenarios sureños que se habían puesto al servicio del rey Cregan y que este había utilizado de avanzadilla. Se hacían llamar los Bravos de Rojas, por el apellido de su líder, y el centenar y medio de mercenarios que la formaban procedían todos de la Liga de Lucere.

Tras un nuevo día de marcha, y con el sol descendiendo, por hoy se había decidido levantar campamento. En una explanada al lado del camino de tierra se había levantado otro bosque, uno de tiendas. La mayoría eran las toscas tiendas de pieles de los norteños, entre las que destacaba únicamente la del rey por tener mayor tamaño, pero un tanto apartadas del resto también podían verse los pabellones de lona de los luceranos. En su caso, también uno mayor que el resto señalaba cual era la que ocupaba su jefe.

Por todo el campamento empezaron a encenderse hogueras, los hombres se prepararon para descansar, se sacaron la bebida y los juegos, y los seguidores del campamento se internaron en el mismo para empezar a hacer su trabajo, habiendo llegado su momento. Saffiya no era la única meretriz ni mucho menos, pero sí la única muqtarí no solo de entre ellas, si no de todo el lugar con toda seguridad. Aquello le había hecho ganar una pequeña reputación, y no eran pocos los que buscaban pasar una noche con ella, incluso entre los luceranos, a pesar de la conocida rivalidad entre sus dos pueblos. La cosa es que clientes, y dinero, no tenían pinta de que fueran a faltarle.

Con el combate terminado y la adrenalina que este despertaba disipándose, los guerreros pudieron tomarse el lujo de relajarse. Aunque aquello no había acabado todavía, como bien demostró la salida de Erin, Gorsha y Korben del bosque, para alarma incial de los enanos. Los guardias aprestaron sus armas de nuevo, y Therm apunto estuvo de apretar el gatillo, pero el grito de Erin lo hizo detenerse. El enano adulto, Thorskar, alzó una mano para detener a los suyos ante la mención a Thánur, y se giró para observar al arquitecto.

Los pocos norteños supervivientes se pusieron a rematar heridos contrarios, ver si podían hacer algo por los suyos y saquear lo que pudieran de entre los cadáveres, dejando el asunto en manos de los enanos. A pesar de la buena disposición de Gorsha, los otros seguían recelosos. Belandir sin duda parecía inamovible en su falta de confianza, que no tenía problemas en ocultar tan directo como era él, mientras que Thánur abogaba por una mano más blanda. Ambos enanos se enzarzaron en una discusión en su idioma que nadie salvo los otros enanos pudieron entender, aunque podía adivinarse por qué derroteros iba.

Therm se bajó del carro de un salto y guardó el trueno de mano en su interior, con pinta de estar algo avergonzado por un comentario que había hecho Belandir, aunque no respondió. Ante los ataques del viejo general, Erin saltó para defenderse de sus imprecaciones, pero Thorskar se puso entre ambos, deteniendo a la muchacha alzando la mano y dejando que la pareja de enanos siguiera discutiendo - Calmemonos todos - dijo, con voz tranquila - Os recuerdo - señaló a Erin y a Gorsha - al menos a vosotras dos - miró ahora a Korben - Desconozco que os puede haber pasado en vuestro camino para que ahora aparezcáis acompañados de nuestros enemigos... y con una compañía distinta a con la ibais cuando nos separamos. Pero aunque vuestra acción no haya sido... honorable, nos habéis ayudado. El resultado podría haber sido distinto de no haber sido así, de modo que tenéis nuestro agradecimiento.

El enano pasó la vista por el campo de batalla, los norteños estaban terminando de hacer lo suyo y apilaban a los muertos en un montón una vez despojados de lo que pudieran tener de valor. Thorskar se volvió hacia los tres aventureros - No sé que tendréis pensado ahora, pero si en los alrededores hay más grupos como en el que estabais, no será seguro ir por vuestra cuenta, no habiendo escapado algunos de Odrin. Os sugiero pues que nos acompañéis, al menos por el momento. No tardaremos en ponernos en marcha.

Tras aquello, Thorskar dio unas órdenes a sus guardias, que se dispusieron a preparar el carro para la marcha de nuevo, y a dar al enano que había caído en la lucha los apropiados tratamientos funerarios que la ley enana dictaba para los guerreros que caían en combate sin posibilidad de ser llevados a su tierra natal. Luego se acercó hacia la pareja de enanos que seguía con su discusión.

Cuando acabaron de hablar con el enano, el hombre y el muchacho que lo seguía se acercaron entonces a Erin, Gorsha y Korben para decirles algo.

El líder de la caravana de enanos se acercó a Belandir y Thánur, todavía enfrascados en su discusión para hablarles en privado - Entiendo tu postura, Belandir, pero hemos perdido más de la mitad de la escolta, incluyendo uno de mis guerreros. No puedo correr riesgos con la bombarda, y estos mercenarios, si bien han cometido un acto deplorable según nuestros códigos de honor, han demostrado estar dispuestos a luchar contra Odrin, o simplemente se habrían mantenido al margen - explicó Thorskar.

Antes de seguir, puso su mano sobre el hombro del viejo general, en un gesto conciliador - Además, me niego ejecutar a nadie a sangre fría a los que nos han ayudado, y si nos acompañan, será más fácil tenerlos controlados. Los míos no les quitarán ojos de encima, lo prometo - aseguró el enano.

Luego se volvió hacia Thánur - Si hay más fuerzas de Odrin buscando por los alrededores, realizar la prueba ahora no es seguro. Lo mejor será regresar con el ejército de Penda y esperar un momento mejor... o a que tenga lugar la batalla para ver si funcionan correctamente las runas.

El hombre, aunque mayor, no llegaba ser un anciano, debía de rondar la cincuentena. El muchacho, por otra parte, apenas debía de tener la mayoría de edad*, no mucho más mayor que eso, y no apenas era un poco más alto que Erin. El adulto iba vestido con una larga túnica de buena calidad, con una capucha cayéndole por la espalda. Un libro encuadernado y con decoraciones en dorado sobre la cubierta colgaba de su cinto mediante una hebilla. El joven, por otro lado, vestía con ropas más adecuadas para viajar, con botas, unos pantalones y un camisón anchos, y un capote también con capucha sobre los hombros.

- Si no tengo mala memoria, y no la tengo, diría que nos vimos en El Descanso del Guerrero hace unos días - dijo mirando a Erin - En ese momento, jamás me habría imaginado que nos volveríamos a encontrar en estas circunstancias. O que nos volveríamos a encontrar siquiera.

El hombre hizo una pausa, pensando en como decir sus siguientes palabras - Ahora os habéis metido en esta guerra, hasta un punto de no retorno a mi parecer - volvió a centrarse en Erin - He visto volar tu flecha. Has fallado, pero estabas dispuesta a matar a ese hombre - frunció el ceño, como si estuviera algo decepcionado - ¿Qué edad tienes? No puedes sacarle muchos años a Philip - dijo refiriéndose al muchacho que lo acompañaba, dos pasos por detrás de él - El camino del mercenario es uno de ida, joven. No me esperaba que lo eligieras. De tí al menos. Sin ánimo de ofender - dijo mirando a la orca, con la que no hacían falta palabras para entender a qué se dedicaba, y a Korben, que tampoco tenía pinta de ser un novato en lo que al uso de las armas respectaba - Mi nombre es Nimrod, por cierto.

Duque vagó por los bosques durante unas horas, hasta que estuvo seguro de haberse alejado lo suficiente de la cantera. Pese a no haber estado en esas tierras y mucho menos en aquella zona, no tardó mucho en encontrar otra extensión del camino, y además contaba con ayuda de Max para encontrar algún rastro familiar. En un momento dado, el mastín empezó a ladrar y al poco echó a correr en una dirección aparentemente aleatoria, pero en cuando Duque lo siguió vio que el perro había dado con los pocos guerreros de Odrin que habían logrado escapar.

Estos lo saludaron con respeto habiendo visto que era el único que había seguido de su lado y se había lanzado de cabeza contra un guerrero tan duro como aquél enano. Entre los cuatro no les costó hacer la hoguera que tenía pensada, aquella humareda sería visible desde cualquier punto a la redonda, por lo que alguien acabaría por acuidr allí a ver de qué se trataba. Solo había que esperar un poco, y rezar por qué los atraídos fueran del bando correcto.

Apenas media hora después, con el sol ya empezando a ocultarse por poniente, escucharon ruidos de caballos acercarse. Los guerreros y Duque se apostaron entre los árboles, para poder ver primero quiénes eran los que acudían, pero suspiraron con alivio al reconocer la insignia de las tres gotas rojas y la capa de pieles negras de los Buscasangres. Eran media docena de jinetes, aunque llevaban el doble de caballos que de hombres, y algunos estaban heridos. Cuando salieron del bosque, los guerreros de ambas partes se reconocieron como aliados.

El jinete que iba en cabeza era inconfundible por su cabellera y su barba rojas, aunque ahora lo parecían más aún al tener buena parte de la cabeza manchada de sangre que le había salpicado - A tí te reconozco yo - dijo Skule mirando a Duque, apuntándolo con aquella espada corta de hoja ancha, pero no dijo nada más sobre su primer y accidentando encuentro - ¿Y los demás? ¿También os habéis encontrado con problemas? - era evidente que el grupo de Skule había topado con alguna patrulla enemiga, aunque con mejor resultado que aquella de la que el lucerano había formado parte.

Mildred le sonrió una última vez al tiempo que se levantaba de su asiento y la despedía con un gesto de la mano - No, esto es todo. Habéis prestado un gran servicio, tenéis libertad para moveros por el castillo - dijo, mientras ella misma se dirigía a abandonar la sala por una poterna lateral.

Ussia, por su parte, fue hacia donde le habían indicado. No había pasado mucho tiempo en el castillo y no había podido familiarizarse con él, por lo que deambuló un poco antes de llegar a dónde tenía pensado. De todas maneras, el lugar no es que fuera especialemente grande y desde la partida del ejército no había mucha gente habitándolo aparte de los guardias, por lo que apenas se cruzó con nadie en su travesía hasta los pisos superiores. Al llegar a su destino, se encontró con la puerta cerrada, aunque no lo parecía con llave, y nada que indicara que alguien hubiera pasado por allí en bastante tiempo.

Aelirenn se dejó hacer cuando Syndra empezó a hablarle en aquél tono y a acariciar su mano, al principio como si no notara lo que estaba sucediendo o como si no le importara. Cuando los labios de la hechicera se posaron en su mano, la silvana giró levemente la cabeza hacia Syndra, todavía con la mirada perdida, pero algo más receptiva ahora - Quizás... sí, sería lo mejor... - dijo, sin rechazar lo que hacía la sombría, como si no acabara de creérselo.

En ese momento Syndra obró su encantamiento, sintió como la fuerza la abandonaba por un segundo pero con aquél hechizo a Aelirenn le resultaría imposible resistirse a su sugestión. No hubo nada ni en la expresión de la montaraz ni en como se movía que reflejara que acababa de ser vícitma de un conjuro, pero este había tenido lugar sin duda y sobrepasado la debilitada voluntad de la pelirroja.

Esta se siguió dejando acariciar por Syndra como si nada - Sí... debería salir de aquí... no puedo estar encerrada... - dijo casi en un susurro, ladeando la cabeza de manera casi automática cuando la sombría fue a por su cuello. Le devolvió la mirada cuando esta tomó su rostro entre sus manos, y aunque parecía tan perdida como antes, ahora no era tanto por el haberse visto encerrada en aquél lugar sintiendo lo que emanaba del sótano del castillo, como por el hechizo que Syndra había lanzado.

Al principio quedó paralizada, pero pronto Aelirenn empezó a responder al beso de la sombría con la misma intensidad que le ponía esta, imitándola, pero siempre dejándose guiar por la otra, pero sin tratar de hacer nada por su cuenta.

Era el momento de poner sus encantos en marcha, así que tras adecentarse lo máximo posible y seleccionar unas ropas más sugerentes del arcón con el que viajaba se dirigió a los lugares donde los hombres apostaban y bebían, esperaba que algún afortunado se levantase de la mesa para hacer rendir esas barritas de plata en forma de carne que pudiera amasar con sus rudas manazas de norteño. Incluso si fueran luceranos, tampoco tenía problemas en acercarse a estos e insinuarse con gestos más que con palabras; deslizaba las ropas a lo largo de su oscura piel para mostrar más de esta y a veces jugaba con sus pechos en presencia de los soldados para luego guiñarles un ojo, tratando de captar su atención. Aunque ese era su ingreso básico, también estuvo atenta a rumores y a lo que comentaban las otras meretrices; se había interesado por los jefes, seguramente más adinerados, y por los gustos de estos, así como la posibilidad de que los soldados tuvieran alguna fantasía o “encargo especial” que las meretrices no se atrevieran a realizar. Ella estaba aquí para hacer dinero rápido, y ya tenía la reputación de ser exótica, así que solo tenía que buscar hacer cosas que otras no hicieran y cobrar más que ellas.

Gwyl miró a Wade ante el comentario de Nuño sobre la petulancia de los altaireanos y se encogió de hombros dedicándole una sonrisa. Tampoco iba a contradecir al lucerano. Los altaireanos eran petulantes, y Wade lo debía de saber también. También era una forma de explicarle su cambio de modales tan abrupto, y su paso de ser una chica educada y bien portada a una mercenaria gamberra.

"Siempre es bueno dominar más de un registro del habla" le había dicho una vez Emer "Lamentablemente la gente no te va a escuchar por lo que digas, sino por quién seas, cómo te veas y cómo transmitas tu mensaje. Tú eres una chica, muqtarquí en Altairea, y a parte, una huérfana bastarda criada por forajidos, así que tienes tres cosas muy en contra. Eres guapa y carismática, pero eso no siempre te va a servir, así que debes aprender a expresarte de todas las formas posibles, y ser capaz de mantener conversaciones con todo tipo de gente. Por eso te digo que estudies, cabeza hueca" había agregado haciendo un mohín taimado mientras le daba una colleja suave en la nuca "Y ahora, quiero que me analices las cinco primeras estrofas del Cantar de los Danaan, incluyendo sintaxis y métrica, ¿me has oído? Y lo quiero terminado antes de que Jay llame para la comida. " había concluído para dirigirse hacia la puerta mientras dejaba una Gwyl de doce años, enfurruñada, sentada delante de un pergamino, pluma y tinta, con un libro pesado y viejo abierto en un atril. Sin embargo, antes de marcharse del todo, con la puerta ya abierta frente a él, el viejo enano se volteó, haciendo rechinar su pierna de madera al pivotarla. "Y que se entienda la letra Gwyl. No me sirve de nada que hagas un análisis si no se entiende un carajo de lo que has escrito. " 

La muchacha recordó aquella instancia con calidez, pero, como siempre que recordaba a Emer, sintió una punzada en el pecho. "Pronto, prontó podré vengarle pensó"

¿Aunque era eso lo que el enano quería en realidad? ¿Por qué se había esmerado tanto en su educación cuando, por ejemplo a Dargo, no se había preocupado ni de enseñarle a leer? A veces Gwyl tenía la sensación de que su tutor había tenido planes para ella, y por eso se había esmerado, no solo en que supiera defenderse y sobrevivir si no en que fuera culta, curiosa, crítica... De todas formas aquel misterio era una de las muchas cosas que nunca iba a poder preguntarle, y que quedarían por tanto sin respuesta.
 

Gwyl se apartó para escuchar lo que Logan y no pudo evitar alzar una ceja algo incrédula al oirle. Miré a Yriel un segundo dubitativa, porque no estaba segura de que nos fuera a ir bien si el rey Cregan la tomaba con nosotros. Pero al mismo tiempo sabía que los Gorriones eran unos buenos aliados para desenvolvernos en el norte, y sobre todo si en algún momento teníamos que ir contra Odrin y cabía alguna posibilidad de rescatar a nuestra compañeras.

- A ver.... - dijo despacio, cambiando su peso de una pierna a otra - Es que nos pones en un compromiso. ¿Qué pasa si Cregan la toma también con nosotros? - inquirió la muchacha, para luego soltar un suspiro. -Al menos cuéntanos bien toda la historia, por qué peleaste, que te traes con esa chica tan guapa, quien es, que es lo que sabéis... etc. Para que podamos valorarlo digo, creo que es justo. Nos caes bien, pero no queremos arriesgarnos, entenderás que es lógico... - dijo Gwyl con un tono conciliador...

Lo habían delatado y no una vez, sino varías. Aquellos humanos demostraron a Arahan que eran más cortos de miras de lo que se imaginó. El elfo silvano salió practicamente cuando los mercenarios emprendieron la marcha para irse de ahí, por lo que en cuanto rebasó a los ballesteros los miró con los ojos entornados antes de salir hasta el camino, donde miró primero a los viajeros con los que iba para luego centrarse en los mercenarios, en ver como se iban distanciando cada vez más. 

Arahan se mantuvo justo en el borde entre camino y bosque, y cuando se quedó satisfecho con la distancia que había quedado entre ellos y el tal Nuño abrió la boca - sois más imbéciles de lo que creía - respondió con una hostilidad nada disimulada y con los ojos entornados - ¿sabéis que por mucho amigo vuestro que fuera mandó a los ballesteros que os apuntaran desde el bosque? eran tres, y os aseguro que de la primera andanada alguno de vosotros hubiera caído - no miraba a nadie en particular - si voy por el bosque y no me ven soy vuestra mejor opción en un enfrentamiento - son más de cuatro siglos de mala hostia se estaba sintiendo bastante estúpido al explicar lo que el consideraba obviedades de facto. Se llevó una mano al puente de la nariz - el próximo grupo que nos encontremos, sino me han descubierto, absteneos de nombrarme, porque os juro por las raíces de mi madre que en ese momento os habréis ganado un enemigo... - escupió al suelo - kimorien ¡Si con tanto mencionarme hubieran sido capaces de buscarme me habrían acribillado! - bramó enfadado volviéndose al bosque, para seguir la búsqueda de setas y haciendo de "avanzadilla". No esperó a que nadie le respondiera, aunque sabía que los insultos por parte de alguno de ellos no tardarían en llegar, le dieron igual.

Wade esperó a que los mercenarios se hubiesen alejado de ellos para volver a subir a su carro. La palabras de su jefe se le enquistaron en el cerebro. No se encontraba del humor necesario para aguantar a un paleto con espada y cuadrilla. Y habría respondido algo a la alusión del hombre a su carro si el silvano no hubiese aparecido, a su vez, dando voces.

El altaireano miró a Arahan de hito en hito. Nunca en su vida le habían hablado de esa forma y esperaba que tamaña afrenta no volviese a repetirse jamás. Al elfo no le faltaba razón. No se habían percatado de cuáles eran sus intenciones. Y ése había sido su error como compañeros de viaje.

- A decir verdad... - Pensó Wade. - Parecía que simplemente quería ir por el bosque porque no le interesaba nuestra compañía. Y me parecía más que comprensible.

Con todo, no consentía esa clase de comportamiento de cualquiera y menos de un elfito vagabundo y borracho. Todo cuanto había conseguido se lo había labrado con mucho esfuerzo. Su familia había recuperado algo de su fama y estaba camino de recuperar el resto únicamente por lo que él había hecho por ella. Y, ¡¿Qué demonios?! ¡Venía de Altairea! ¡Y de una familia que llevaba generaciones y generaciones en esas tierras!

- Claro, buen Nuño. ¡Sois más que bienvenidos! - Exclamó el comerciante. - El viaje será más entretenido con vos.

Sallow llamó con un gesto a Kam, que volvió animado a su hombro y el hombre, más tranquilo con él a su lado, esbozó una ligera sonrisa. El viaje se presentaba... Curioso.

- Claro, buen Nuño. ¡Sois más que bienvenidos! - Exclamó Wade Sallow. - El viaje será más entretenido con vos.

El comerciante altaireano dijo esas palabras al mercenario de forma mecánica y metódica, cuidando el tono para que sonasen amables. Llamó a su cuervo con un gesto mientras comenzaba a trazar un plan para, si la ocasión lo requería, acabar con la vida de Nuño. Ese hombre no le gustaba y le daba muy mala espina.

El viaje sería más entretenido, eso sin duda alguna. Podría incluso recabar algo más de información sobre los enanos, pues el hombre venía de esa dirección y cabría esperar que se los hubiese cruzado. Mas, cuando Wade dijo esas palabras, estaba pensando en cuán divertido sería degüellar a ese completo imbécil.

El tono de los enanos reflejaba claramente una discusión. Las palabras del más joven habían sonado atronadoras tras la calma de la batalla. Pero el resto se habían mostrado bastante calmados, sorprendentemente para él, cosa que llegó a admirar en silencio, valorando cómo había terminado todo tras los acontecimientos inesperados, hasta para él.

- Agradezco vuestra comprensión. Y reconozco no haber cometido un acto heroico sino más bien lo contrario. - Se mantuvo un tanto pensativo al decir esto.- Nada nos unía a este grupo de guerra, y diría que ellos mismos se buscaron su perdición tomando decisiones arrebatadas, pero sin duda no lo esperaban. No ha sido noble pero si sensato.

Volvió a meditar las palabras de los enanos.

- Me temo que tenéis razón, nada tenía que ver con el norte... hasta ahora. - Miró a su compañeras y corrigió. - Tenemos. Porque esto llegará a la reina, y nos buscarán, o al menos seremos tachados como enemigos. En algún momento nos pasará factura.

- Mi nombre es Korben, os saludo. Nada tengo contra los hombres de Penda, pero si contra los de Odrin, o al menos contra sus dirigentes. No soy mercenario, pero con gusto viajaré con vosotros si eso me acerca a ellos y puedo ayudar a que las tropas lleguen al castillo.

- Pero siempre que ellas dos nos acompañen, han demostrado ser buenas compañeras y su caracter es noble pese a lo ocurrido hace un momento. - Cruzó su mirada con Erin y Gorsha para conocer su decisión.

- Os doy también mi palabra de que si viajo con vosotros no debéis temer nada, podéis contar con mi ayuda bajo juramento si vuestro objetivo es acabar con el reinado de Odrin. - Sabía que podrían no confiar en él, no les reprocharía nada, pero sus palabras eran sinceras y claras.

Miró a Nimrod, su tono sonaba amable. Sin embargo su atuendo dejaba claro que se trataba de un mago, y las experiencias que había tenido con ellos no habían sido del todo agradables, aunque tampoco se había involucrado demasiado con gente de su gremio.

No obstante el hombre le daba confianza, nada que ver con la elfa oscura con la que se habían encontrado o con Duque, al que aún valoraba por no haberlos traicionado pero no tanto por su comportamiento.

No hacía falta volver a presentarse porque ya lo había hecho y el hechicero lo habría escuchado (recordó su reticencia a hacerlo delante de Syndra por miedo a ser descubierto y en cambio ahora sentía un gran desahogo) y precisamente esta sensación es la que le hizo hablar.

- Son sabias palabras las que pronunciáis, pero todos los caminos son de ida si hemos de ser justos. Cada decisión que tomamos no tiene vuelta atrás, o al menos pocas veces, incluso las más vanales.

- No os parecéis a ningún hechicero que haya visto hasta ahora, permitidme que os lo diga, vuestro semblante y vuestro lenguaje es el de aguien en quien parece poderse confiar, cosa no muy común tratándose de magia. Pero igual es mi falta de experiencia la que habla.

- Es un placer conoceros.

Belandir seguía molesto, y con razón, pero parecía haber dicho todo lo que tenía que decir al respecto. Entonces Thorskar se pronunció, aceptando la sugerencia del arquitecto y luego se acercó a ambos. El líder Wedrun era un enano sensato y pragmático, no le sacaría un ojo de encima a los recién llegados pero los aprovecharía para defender el carro y atacar Odrin. Era una buena solución, sin pecar de ingenuo, le sacaría provecho a la situación, sólo esperaba que Belandir no estuviese en lo cierto y no los traicionasen, de lo contrario aquello podía resultar suicida.

- Me hubiese gustado realizar las pruebas y grabar las runas sobre las esferas de piedra, pero tienes razón, no podemos arriesgarnos a otra emboscada, y tampoco a revelar nada sobre la bombarda a los recién llegados, al menos hasta que hayan demostrado su fidelidad - las palabras de Belandir aún resonaban en su cabeza, una cosa era ser amistoso y otra estúpido, y Thánur sabía cuando terminaba uno y empezaba el otro.

- Belandir, lo que has hecho llegará a oídos de Penda, estoy seguro que Fronar le hará saber tu potencial y Thorskar hará lo suyo también. Si te interesa ejercitar tu talento y dirigir el ataque a Odrin, creo que podremos convencer al Rey de que te de un buen puñado de hombres al mando luego del liderazgo que hoy mostraste, que dices? - dijo a su compañero en un tono amistoso, sabía que la idea le gustaría, lo admitiese o no - Mientras tanto, asegurémonos que éstos tres no metan sus narices en el carro- miro a ambos enanos, y luego prestó atención a las palabras del hombre que había disparado la flecha.