Partida Rol por web

Dark Heresy: Capítulo Primero.

Sepheris Secundus.

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13/05/2010, 20:51
Arlan Hex.

- ¿Por qué tentar a la suerte? Lo que está cerrado tal vez deba permanecer tal cual - dijo Itsua -. No sabemos qué hay más allá de esa puerta, pero sea lo que sea, dudo que vaya a ayudarnos en nada. Estos pozos y galerías ya son bastante inquietantes y peligrosos compo para buscar mayores complicaciones. Tenemos una misión que cumplir y esa es nuestra prioridad. Sea lo que sea que haya más allá de esa puerta, en la subsección cinco, no es nuestro objetivo. Tentar la suerte no siempre da buenos resultados.

Itsua se centró en el mapa, buscando el pasillo de la susodicha subsección, tratndo de averiguar dónde desembocaba.

Notas de juego

Pregunta: la mancha de sangre, ¿está por dentro o por fuera de la puerta? Es decir, ¿desde el otro lado de la puerta o desde el nuestro?

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13/05/2010, 23:23
Director

- Está en el otro lado.

- El mapa no muestra lo que hay más allá de la puerta, porque no es vuestro camino.

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14/05/2010, 03:43
Novicio Tauron Faith.

Viendo que no nos atañe tanto y que mas dificultaria nuestra mision que asegurarla, me doy vuelta en direccion al camino mientras le hablo a Arlan:

 - "Tu guias, nosotros seguimos."

Espero a que retomemos la marcha para continuar con nuestro cometido, manteniendome siempre listo y mucho mas atento despues de la perturbadora vision.

"Quien sabe que alimañas de la oscuridad se han cebado con la carne de los nobles defensores del Imperio. Me da horror pensar en sus asquerosas bocas devorando a hombres honrados y valientes. Debemos purgar el mal de este lugar a toda costa."

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14/05/2010, 08:44
Director

- Ante el silencio de la mayoría, proseguís camino dejando atrás la Subsección Cinco.

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14/05/2010, 11:43
Tercio Veridio.

Al ver que abrir la puerta e investigar no es trivial y que los demás no parecen interesados, Tercio se resigna y avanza con el grupo.

- Pues si tienes tan claro qué está pasando, cuál es nuestra misión y qué tenemos que hacer para cumplirla, por favor, Arlan, te ruego que me lo expliques, porque si no no entiendo que pases tan rápido de investigar pistas que podrían ayudarnos.

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14/05/2010, 12:12
LOCALIZACION.

- Un rato después, otro túnel se cruza con el corredor principal. Una vía férrea recorre este túnel, pero en la parte que atraviesa el corredor principal, los rieles están retorcidos y doblados, como si alguna criatura monstruosa los hubiese arrancado y sepadado.

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14/05/2010, 15:42
Hermana Scythia.

 Avanzaban por túneles oscuros, por corredores de los que no se veía más que lo iluminado por las linternas. Caminábamos sin mayor perturbación, el Psíquico había logrado descifrar, por decirlo de algún modo, el mapa, y aquello nos permitía movernos en el laberinto de túneles sin perdernos...al menos, aparentemente.

El tunel se ensancha y vemos una puerta, atrancada. Nos paramos a verla....tiene las marcas del horror en ella. Hay una huella de sangre...pobre el que murió tratando de escapar...Que el Emperador guarde en su gloria a los muertos imperiales de la Subsección Cinco...A los demonios que han hecho aquello...ojalá sean castigados en su muerte con la más terrible de las torturas.

Mientras discuten yo rezo para mi interior, pido clemencia para los desdichados muertos y suerte para nosotros...que no terminemos como ellos. El Emperador nos protege.

Retomamos el paso. Me afianzo el abrigo y sostengo mejor mi arma.

A los pocos minutos de nuevo la señal de monstruosidades nos sale al paso. Esta vez ya no está tras una puerta atrancada, esta vez está donde nosotros...esta vez...podríamos toparnos con ella de frente, y por la forma de los raíles, ni es pequeño ni es débil.

- Eso ya no está tras una puerta...Deberíamos extremar las precauciones, pues la criatura que haya hecho eso ha estado aquí antes y podría volver a estarlo. Dijo con voz calma, pausada. Solo es que aumentemos más, si se puede, el cuidado empleado en dar cada paso.

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16/05/2010, 16:01
Arlan Hex.

El psíquico asintió con la cabeza ante la recomendación de la sororita. Sí, quien fuera que había hecho aquello, demostraba una fuerza inhumana. Y estaba allí. Tal vez ya lejos. Tal vez, observándoles. Con un escalofrío recorriéndole la espalda ante sus ominosos pensamientos, Itsua escrutó el paisaje a su alrededor.

- ¿Nuestra misión? - dijo desviando finalmente la mirada y clavándola en el hombre que le había dirigido la palabra -. De acuerdo con lo que el Adepto Asclates nos señaló, responder a la llamada de auxilio del Comisario Nihilius en relación a los problemas de la mina Gorgónida. Problemas que no derivan de la insurgencia de unos rebeldes sino de la presencia, y cito, de mutantes deformes, demonios y seres aún peores. Probablemente, la corrupción ha llegado a este... lugar - dijo abarcando con la mano el espacio que les circundaba -. Pero nuestro destino no es la Subsección Cinco, sino la Escombrera. Allí es donde la situación se volvió problemática para los guardias enviados aquí. Y no te digo que no tengas razón y que, quizá, deberíamos investigar esa Subsección pero, ¿te vez capaz de abrir aquella puerta de acceso? Tal vez alguien se tomo mucho trabajo cerrando aquella puerta, a costa de su propia vida, e impideindo que sea lo que sea que haya allí saliera a las otras galerías. Aquella palma de sangre en el cristal... no lo veo más que como un augurio de lo que está por venir y a lo que deberemos enfrentarnos. Y no es bueno. Por ello creo que debemos centrar nuestros esfuerzos en llegar a la Escombrera, investigar y enfrentarnos y vencer a lo que sea que allí se encuentre. Sinceramente, hemos tenido hasta demasiada suerte en nuestro descenso, sin habernos topado con alguna de esas criaturas de las que se nos hizo mención. De todos modos, si piensas que estamos equivocados y que deberíamos retroceder, no me opondré. Ya conoces mi punto de vista. Si me dices que podrás abrir la puerta, genial. Pero te advierto una cosa, en el mapa no hay indicación alguna de hacia donde va la galería que nace en esa puerta. El riesgo de perdernos si avanzamos unos cientos de metros está prácticamente asegurado - dijo seriamente el psíquico -. Y no, no te estoy gastando una broma ni te miento. Puedes comprobarlo tú mismo, si así lo quieres - señaló tendiéndole el mapa para que lo comprobara.

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17/05/2010, 14:37
Lazerus-20-Silon.

Mientras Tercio y Arlan debatían acerca de la conveniencia o no de abrir aquella sólida puerta, Lazerus continuó caminando en silencio, vigilando la retaguarda. Cada uno de los pasos que daban les alejaba más de la única salida conocida, aquel enorme sello que atravesaron hacía ya horas.

Lazerus barría de un lado a otro los caminos que iban abandonando tras de sí, en busca de cualquier indicio de una taque. Dejar aquellos caminos, posibles rutas que los mutantes, herejes o cualquier otro adversario pudieran utilizar para rodearles, le preocupaba en gran medida, de modo que el tecnosacerdote estaba decidido a descubrir cualquier mínima pista que pudiera hallar.

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17/05/2010, 19:17
Tercio Veridio.

Arlan le respondió con cosas que ya sabía y no le respondió. Tardaron poco en encontrar unas preocupantes vías retorcidas por la fuerza de algún ser contra el que ojalá las armas que llevaban sirvieran de algo.

- ¡Por el emperador!... ¿Seguro que no cerraron esa puerta por dentro para protegerse de esto?... Por cierto, esto es una mina. Debería haber explosivos por algún sitio, y nos vendrían bien para abrir puertas o volar bichos.

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17/05/2010, 23:25
Arlesha Rais.

-¿Volar bichos? - la voz sorprendida de Arlesha contestó a la de Tercio. La mujer habia permanecido en silencio desde que cruzaran con las cuerdas, no se había pronunciado al ver la puerta con la mancha de sangre ni ante los intentos de algunos de ellos por abrir la puerta. Pero sin embargo habia estado observando todo y cuanto se habían ido encontrando, tomando buena nota de todo.

-¿Crees que todo esto es obra de unos vulgares bichos? Yo más bien creo que sea lo que sea lo que ha causado todo esto no tiene nada que ver con bichos....¿o por lo menos mi concepto de esos seres no incluye que anden por ahí matando a gente ni poniendo a todo un asentamiento patas arriba.

Se volvió a los demás. Su rostro no reflejaba prisa, ni nerviosismo, solo atención y concentración.

-Me da lo mismo si quereis abrir esa puerta o no. Creo que detrás de ella no encontrareis nada, por lo menos en el mismo momento de abrirla. Despues, lo que venga por los corredores que se encuentren tras ella ya es otra cosa. Lo que tengo claro es que no debemos entretenernos mucho, ni hacer mucho ruido. Si hasta ahora no nos hemos topado con nada aquí abajo es solo porque no nos esperaban y estamos gastando el tiempo que el factor sorpresa nos ha concedido. Y lo estamos gastando aquí arriba, cuando nuestro objetivo esta en la Escombrera. Cuando más nos acerquemos a ella sin llamar la atención, más probabilidades tendremos de salir bien de esto.

- Sigo a Lazarus, no quiero que nadie ande solo por aquí ni alejado de los demás.... –dijo a la vez que comenzaba a andar hacia él y le hizo un gesto a Itsua para que los acompañara.

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18/05/2010, 15:33
Lazerus-20-Silon.

Notas de juego

Ojo, Arlesha, que yo no me he desviado, cuando digo que vigilo los posibles túneles es cuando ya nos hemos puesto en marcha, y sin meterme sólo en ellos. Pero gracias por el apoyo :)

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18/05/2010, 21:47
Sepheris Secundus.

- Parece que finalmente estáis llegando a la Escombrera propiamente dicha, el mapa a partir de aquí parece más definido y la zona parece estar más delimitada, lo que hace que ya no sea tan fácil perderse.

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21/05/2010, 18:15
Arlan Hex.

- Parece que ya nos acercamos a nuestro destino - señaló Itsua, que veía cómo la zona conocida como la Escombrera y claramente delimitada en el plano que manejaba, era más y más próxima -. Creo que hasta el momento hemos tenido mucha suerte, pero ya hemos visto bastante como para saber que lo que esté ahí delante va a ser un hueso duro de roer.

Itsua recordaba claramente la sangre de la puerta de acceso a la Subsección Cinco, los hierros retorcidos y rotos en su trayecto, así como los rostros y el miedo de los que habían conseguido escapar de la mina y alcanzar la superficie. No, no iba a resultar fácil y menos aún para un grupo cuyos miembros no habían actuado ni entrenado juntos. Su primera experiencia de campo corría el riesgo de convertirse en la última. Miró a sus compañeros. Hombre y mujeres sin duda preparados, pero ¿lo suficiente como para lograr superar con éxito aquella misión que les había sido confiada tan solo porque eran los que más cerca estaban de Sepheris Secundus? Aún recordaba la expresión del Adeptus. La expresión de quien sabe que está cometiendo un error por encomendar un trabajo a quien era muy probable que no supiera resolverlo.

Itsua respiró hondo. Aquel no era un pensamiento que fuera a ayudarles. No. Al contrario. Aunque de algún modo, también era el estímulo con el que necesitaban contar, si reflexionaba sobre ello. Demostrar que ellos podían hacerlo. Que la elección no era errónea. Que eran aptos para aquello y para muchas otras misiones en el futuro.

- Extrememos la vigilancia. Y por nada del mundo debemos perder el contacto visual entre nosotros.

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01/06/2010, 05:25
Novicio Tauron Faith.

En pocas milésimas de segundo, mientras mi cuerpo recorre el trágico camino desde mi posición de pie hasta el suelo, los recuerdos de todo lo vivido se posan frente mío. La sucesión de acontecimientos se muestra tan vivida como si estuviese sucediendo de nuevo. El primer recuerdo precede al siguiente y en un correcto orden cronológico me cuentan todo lo que pasé dentro de la mina Gorgónida.

La Escombrera se situaba delante de nosotros al momento de cruzar las pesadas puertas metálicas que la separaban del resto de la mina Gorgónida. La barrera que contenía el mal de aquel lugar era una compuerta oxidada con el numero XII grabado. Nos detenemos delante de ella mientras notamos el asqueroso olor a podredumbre y asquerosidades inimaginables que nos rodea, impregna y causa asco más allá de lo que se puede sentir. Casi todos nos sentimos asfixiados y mareados en aquel baño público de demonios y otras clases de aberraciones. Extraños limos de colores sucios escurren por las paredes y son recorridos por inmundos ciempiés mutantes que bailan sobre las sustancias, demostrando que son productos de la corrupción presente en la zona.

Tercio Veridio se acerca a la puerta, le hace gestos a Vladymir mientras yo mismo apunto mi revolver para lo que sea que aparezca por ahí. Después de unos intentos, Tercio se declara incapaz de abrirla, momento en el que se adelanta Vladymir y logra abrirla. Apenas la puerta se separa y podemos ver a través de su marco, siento desesperanza y miedo en mi corazón. Algo espantoso se retuerce en alguna parte de este lugar y nos espera. No puedo evitar pensar en voz alta:

- "Por la luz del Dios-Emperador, ¿Que abismo pestilente habrá escupido a eso?"

Comenzamos a avanzar al interior de aquella ratonera de males a pesar de las molestias físicas y espirituales que sentimos. Pero el peso de la situación cae sobre nosotros al contemplar, estupefactos, la horrible realidad que había sucedido en este lugar. Charcos de sangre, cuerpos mutilados, pedazos de carne y vísceras aun entre las ropas de los valientes guerreros que murieron vistiéndolas. El espectáculo en el cual el actor era el cuerpo humano profanado por seres del abismo esta abierto a todo aquel que lo viese e invitaba a uno a volverse loco de horror. El asqueroso olor inunda la estancia y la oscuridad perturba. Avanzamos hacia una puerta metálica que estaba de frente a otra bifurcación del pasillo principal. Parece muy bien atascada. Tercio se acerco a revisar la puerta y en un intento por descubrir lo que la atrancaba, una sustancia corrosiva salto a su rostro, comenzando a quemarle la piel cercana a los ojos. Rápidamente me moví a su lado y le aplique lo primero que encontré del botiquín, que para suerte de Tercio eran gasas con colirios de los más potentes. Sus ojos se habían salvado por poco. Arlan nos felicita mientras señala lo que podría haber sucedido, a lo que respondo:

- "No hay problema. Podría haber sido una horrible tragedia. Mas cuidado para la próxima."

Termine de ayudar a Tercio y de guardar el botiquín, cuando Arlan, desde unos metros mas al este nos hace señas indicándonos de un enemigo mas adentro. Pocos segundos después escucho el disparo de una escopeta en el interior de una galería del pasillo del frente. Rápidamente me doy cuenta que debe haber sido la escopeta de Arlesha y camino rápidamente hacia ella, para encontrarme con una criatura deforme con ocho ojos rojos en una cara diseñada por un loco. La criatura ataca a Arlesha, corriendo desesperadamente contra la Arbitradora mientras rasga las paredes con sus garras bestiales. En el último segundo antes de ser alcanzada, Arlesha dispara en el pecho de la criatura, la que se retuerce, mira a la mujer con cara de incredulidad y luego se desploma muerta.

Miro a la criatura con incredulidad, pues noto que porta un uniforme de guardia imperial. Había oído toda mi vida de los asquerosos mutantes que plagan las zonas contaminadas del Imperio. Patéticos desgraciados que nacen siendo menos que humanos normales y que están condenados a morir para preservar la pureza de nuestra elevada especie, pero esto, esto era distinto. Este ser había sido un soldado imperial, aun utilizaba un uniforme que su superior le había dado. Había sido un fiel servidor de nuestro Dios-Emperador y ahora estaba muerto y deforme.

"Hemos hecho lo que debimos. Muerto esta mucho mejor que en ese estado. Pero como puede un hombre convertirse en eso, no se puede, no se puede, no se puede."

Salgo de mi trance para continuar revisando la zona. Me encuentro con una habitación en el sur que debía ser el comedor de la criatura, pues estaba lleno de restos humanos. Busque sin éxito alguno una barra de metal o de madera para forzar la puerta sellada. Camine pegado a Arlesha hasta la puerta de metal, pero luego me sentí atraído por la idea de acabar pronto y me acerque a la oscuridad. Allí me sentí incomodo, sentí miedo, una oscura llamada de las sombras que clamaba por mi alma y juicio y me devolví rápidamente a la puerta de metal, donde estaban mis compañeros... y las linternas.

Tras varios intentos de su parte para abrir la compuerta, intente yo mismo con mi martillo. Después de cansarme, no logre nada. Cuando nos aburrimos de sentir que no podíamos abrirla, avanzamos. Camine detrás de Vladymir, mientras que Tercio que estaba en el mismo pasillo pero en el lado oeste detecto el ataque contra nosotros. Cuatro asquerosos mutantes vestidos de mineros, portando pistolas nos disparaban. Intentamos defendernos y las balas alcanzaron a Tercio con gravedad, quien se vio en la obligación de retroceder tras recibir un disparo potente en el pecho. Me moví rápidamente hacia el norte y le disparé al mutante más cercano, quien se tambaleo con mi disparo. Uno de los mutantes huyo mientras nosotros abríamos fuego despiadado contra los engendros. En el instante siguiente me di cuenta que los mutantes avanzaban hacia mi y disparaban, fallando sus tiros. Enfurecido les grite mientras les disparaba:

- "Enemigos del Dios-Emperador, sentid la ira de sus siervos"

Fue Arlesha quien abatió al primero de los mutantes, con un tiro de escopeta que lo redujo a un cadáver sobre un charco de sangre rosácea. Los disparos se sucedían, hacia todas direcciones, mientras Arlesha nos decía que siguiéramos al mutante que huía, a lo que respondí:

- "Si estuviese menos ocupado lo intentaría"

Grito que complete antes de acertar un disparo contra el mutante que estaba más cercano a mí, a un metro de distancia. Un segundo disparo de mi parte abate al maldito mutante, dejándolo como un cuerpo inerte. Luego me fijo en el mutante que estaba a su lado, el último que queda en la habitación y de un certero disparo le asesino.
Nuestras armas humean por el calor despedido en los disparos que acababan de salvarnos la vida.
Rápidamente saque el kit de primeros auxilios y sin ninguna experiencia intente atender a Tercio, quien mostraba una terrible herida en el pecho. Mientras lo intentaba, miles de asquerosos insectos se cebaban con la carne de los mineros mutantes en un espectáculo horrible y asqueroso. Nos movimos e intente ayudar a Tercio en movimiento mientras decidía como es que se curan heridas. Recordé un poco de lo que dicen los médicos en casos como esto y viendo la lógica de eso, respondí a la pregunta de qué hacer con Tercio:

- "Ha recibido varios balazos y este no es el lugar más saludable para ponerse a extraer balas... Recomendaría una evacuación sanitaria."

Tercio se negaba a abandonar y se me presionaba por ayudarlo, un poco molesto respondí:

- "No soy médico, me temo que no puedo hacer nada más. Quizá podría inyectarle un estimulante para el dolor".

Busque en sus cosas y saque la jeringa con estimulante, la cual inyecte en Tercio para calmar su dolor.
Luego solo estaba yo, guardando el maletín y esperando a que mis compañeros dejasen de disparar al lodo. Luego esperé a que terminaran de observar los pasillos laterales antes de avanzar, aunque en realidad parecían más interesados en pelear entre ellos que contra el enemigo. Finalmente me decidí y comencé a avanzar con cautela, cuando Tercio nos llamo la atención justo hacia donde yo avanzaba. Me quede quieto para observar solo para oír un estruendoso rugido, como de una enorme bestia infernal. Me quede paralizado un momento, aquel estruendoso grito podía ser lo que nos esperaba, el demonio horrible que había inundado esta mina con su podredumbre. Finalmente volví en mí y comencé a caminar junto con la comitiva, una comitiva extraña de sujetos que extrañamente se han inflamado de valor:

"De Tercio lo entiendo, por las drogas, pero Arlesha... este es un lugar muy extraño."

Camine junto a la Hermana Scythia, retrasando nuestro paso. Cuando llegue mas cerca de Arlan pude escuchar las risas de Tercio, lo que me extraño. Arlan me paso la linterna, a lo que asentí aun extrañado. Es recién entonces que vi a Tercio riendo en el suelo. Sentí asco, que solo fue disipado por la sonora bofetada que Arlan le propino. Cuando Tercio se reincorporo, entre en la habitación e ilumine el norte con la linterna, para solo mostrar baldosas en el suelo. Luego me detuve mientras los demás se acercaban, cuando finalmente escuchamos los movimientos de Vladymir que había entablado combate con una abominación mutante. Los gritos de mis compañeros pidiendo luz me llegaron y me acerque, poniéndome detrás de Tercio, para finalmente ver a la asquerosa abominación, con sus enormes mandíbulas y sus colmillos descomunales. Vladymir se batía valientemente contra el monstruo, pero este le hirió en el brazo derecho. Arlesha se había quedado atascada detrás del monstruo, entre unos peligrosos tarros de combustible. En ese momento Vladymir le hirió con fuerza usando su sable, pero Tercio sufrió un calambre y perdió su cuchillo. Cuando todo parecía estar en el momento final de la lucha, probablemente trágico para Vladymir, Arlan le partió el cráneo con un golpe de su bastón, matándole en el acto.

La criatura había muerto y yacía en el suelo, mostrando sus asquerosas deformidades masivas. Aun no lograba comprender como un ser humano podía pasar a ser aquella bestia surrealista. Sin comprenderlo aun, meditaba sobre aquello mientras mis compañeros discutían con Tercio para que volviese a reemplazar a Lazerus en su guardia, por razón de sus heridas y su actual falta de juicio producto de los narcóticos. Comencé a retirarme de la habitación cuando justo me llamaron la atención para que atendiera a Vladymir con el kit medico. Le observe la herida y luego de un momento, pregunte a los presentes:

- ”¿Alguien sabe hacer curaciones de algún tipo? Pues yo no"

Luego Arlan me pidió la linterna, la cual le entregue. Luego de eso comencé a recargar mi revolver. Ensimismado en mi labor, perdí la noción de mi alrededor y para cuando cerré mi arma, recién note la oscuridad casi total que me rodeaba, solo atravesaba por los leves rayos de las lámparas que se reflejaban a través de la esquina por la que mi grupo había marchado. Todo estaba en silencio, un silencio abrumador que me rodeaba, me atravesaba y calla hasta el ultimo de mis pensamientos. Lo siguiente que me inundó es miedo. No supe como pero corrí mas rápido y mas hábilmente de lo jamás lo había hecho. Cuando llegue donde mis compañeros, el alivio que sentí no fue suficiente para opacar la angustia de aquel lugar oscuro y manchado por el toque de lo perverso. Adelante a los más atrasados de mis compañeros para situarme en una posición más central y saque mi martillo para usarlo con mi mano izquierda. Siempre había marchado de esa forma, pues es así como los campeones de las historias que me contaban cuando niño marchaban, mostrando su dominio en todo tipo de combate, aun mezclándolos para formar sus sinfonías de muerte. Esa era la imagen que quería expresar, ahora que estaba luchando por la Gran Inquisición en nombre del mismo Dios-Emperador, quería sentirme como uno de sus campeones invencibles.

En ese momento Arlan me susurró una confesión que me preocupó. Su habilidad psíquica lo hace mas receptivo y él sentía como un mal terrible y corrupto intentaba vencer sus barreras mentales para meterse en su cabeza. Preocupado y alarmado le respondí:

- "No te rindas Itsua, tu has hecho lo que yo solo he deseado. Tú has visto al mismísimo Dios-Emperador. La luz de su mirada esta sobre ti, báñate en ella, jamás desfallezcas. Todo el resto son corrupciones sucias de mentirosos inmundos. Mantente firme."

Aquellas palabras realmente las sentía, aun las siento, y las dije mientras le sujetaba del hombro, cuan amigo que no le deja caer. Esperaba que mis palabras le dieran fuerzas, las suficientes para resistir. Arlan me dijo que debía hacer mi trabajo y en ese momento yo me imagine matándole como a una criatura vil. Sabia que era mi trabajo, sabia que debía hacerlo y por sobre todo, sabia que no dudaría en cumplirlo. El punto es que no quería hacerlo y debía impedir a toda costa que llegase ese momento.

- "Yo haré el designio por el que fuimos elegidos. La divina tarea que el Imperio quiere para nosotros. Purgaré este lugar de todo mal. Mantente con nosotros, con la luz en tu frente hasta que acabe con el trabajo y te libere de los intrusos de tu mente."

Inflamado por un aprecio hacia mi compañero que yo mismo desconocía, me transforme en un celote, un fanático erradicador de sombras. Nada podía pararme, nada podía ponerse en mi camino y no morir por ella. Algo cambio en mi, algo que me transformo, por primera vez desde que me subí a la Negra Esperanza en lo que el Dios-Emperador esperaba de mi. Por primera vez creí ser su divino campeón.

Avance con ímpetu aun cuando la luz no me acompañaba. Aun cuando mis compañeros me gritaban que me detuviese, pero lo que realmente me detuvo fue el sonido de insectos, moscas que se arremolinaban a mí alrededor. Apunte con mi pistola y contuve los deseos de gritar insultos desafiantes. Solo me repetía a mi mismo en voz baja:

- "No tengo miedo, destruiré todo mal oculto en esta cloaca"

Avance con cautela. Sentía un choque de fuerzas, en que las hordas de Ángeles lejanos me miraban y se debatían con la asquerosidad que provenía de mi delantera. El coro lejano de los celestiales arrullaba mis emociones mientras que delante de mí, el olor de todo lo pestilente que se oculta en la oscuridad se retorcía y inundaba el ambiente.

"Los Ángeles guerreros del Emperador me protegen aun en este lugar"

Extrañas y pequeñas ramitas de fuego se mostraban a mí alrededor, en un espectáculo que tomé como un desafío de torturas y males infinitos si seguía avanzando. Escupí con desprecio a una de ellas mientras esperaba al resto de mi grupo. Ningún truco barato me haría retroceder, jamás correría para huir. Era el momento de la justicia y yo estaba dispuesto a repartirla.

Pero la oscuridad cayo a mi alrededor mas pesada de lo que cualquier roca puede ser. Sentí fuertes arcadas que intente contener con valor, pero de mi boca salió un gusano negro enorme, completamente muerto. Pensé en como el retorcido demonio tenia tanto poder y luego sentí que el Dios-Emperador era por mucho superior a aquellas bestias decadentes. Entonces note que el coro de Ángeles había callado su sublime coro y que ahora me encontraba solo, en medio de las tinieblas.

Sentí que Vladymir avanzaba y no quise ser menos, así que le seguí, asegurándome de pisar al gusano a mi paso. Inflame mi pecho con entereza y no me deje amedrentar. Note que mis compañeros temblaban de miedo y sentí que debía decir algo para subir sus morales. Tome aire con fuerza y hable:

- "No temáis compañeros, hemos sido elegidos por el mismo Dios-Emperador para patear el trasero del apestoso mal que se oculta en estas minas. Lo sacaremos de donde se retuerce y le recordaremos por que nuestro señor es el amo del Universo."

Mientras hablaba, las llamas a mi alrededor desaparecieron y mi cuerpo se lleno súbitamente de millones de moscas, asquerosas e inmundas. Se posaban sobre mis ropas y luego tocaron mi piel. El contacto me hizo estremecerme y sentí mas miedo del que jamás había sentido. Tanto asi que incluso mis siguientes palabras, orgullosas y poderosas, no sonaron más imponentes que un intento de autoconvencerme:

- "Nada nos hace retroceder, pues somos la luz que desplaza a las sombras, somos los mejores pues nuestras almas y corazones no se dejan amedrentar por trucos baratos y pestilencias. El Dios-Emperador nos sigue con su mirada de padre y jamás nos abandonará en las tinieblas."

Ante mi caída, pensé que lo mejor era reunirnos para así poder continuar. Por eso inste a mis compañeros a que me siguiesen:

- "Reúnanse para que podamos hacer la misión elevada que se nos ha encargado"

Una vez que todos estuvieron a mí alrededor, les sugerí:

- "Ya que estamos todos, debemos avanzar"

Camine de nuevo inflamado por la compañía. Pero después de avanzar tres metros, estaba a oscuras nuevamente y las moscas que me rodeaban me miraban con rostros humanos. Sentí pavor, un pavor que intente resistir, pero el horror era más grande y mi voluntad flaqueo fuertemente. El miedo oscuro que me inundaba me hacia sentir profanado, mi cuerpo estaba sucio y parte de mi espíritu estaba roto. Sentí un dolor casi físico y me debatí contra las sombras hasta que mis compañeros llegaron a mi lado, junto con la luz que me devolvió el juicio.

Extrañamente vi que la Hermana Scythia se alejaba a explorar un pasillo y comenzaba a llorar. Pensé que su voluntad también había flaqueado al contemplar algo en aquella zona. Dije a todo el mundo para que no sufriesen lo mismo que yo:

- "No se separen. Unidos somos mas fuertes"

Era lo único que podía decir, pues sabía que mis fuerzas volverían a flaquear si me entregaba a la soledad. Mientras decía mis palabras, me acerque a la Sonorita para ver que es lo que la acongojaba. Cuando llegue a su lado, ella giró el cuello en 180º y me sonrió con una cara que mostraba malicia y depravación. Impactado, intente alejarme rápidamente mientras apuntaba mi arma hacia ella. Ella volvió su cabeza a su sitio y entro en la estancia dándome la espalda. Aquello me extraño, y aun lo hizo mas el hecho de que respondiese a las preguntas de Lazerus como si nada ocurriese. Le hable al resto para que no fuesen tomados por sorpresa:

- "No creas en ella, ya no es uno de los nuestros."

Algo en mi mente me decía que debía acabarla, tal como debía hacer con Arlan si se dejaba vencer por la oscuridad que intentaba entrar en su mente. Debía entrar detrás de ella y acabar con un disparo en la cabeza. Sabia que era mi deber pero no podía hacer algo así a la ligera, debía por lo menos tener el apoyo del grupo:

"La Hermana ha sido poseída por la corrupción. Se ha adentrado en el pasillo y no debemos confiar en ella."

Avance un paso hacia ella y sabia que podía matarla sin más, pero algo me decía que no debía hacerlo, que debía estar seguro. Mis compañeros no mostraban ninguna reacción de lo que había visto y no parecía cuadrar a lo que estaba sucediendo, mas bien parecía como si estuviera solo con ella. Su imagen era perturbadora, pues estaba envuelta en miles de moscas y emitía unos ruidos bestiales e inhumanos como gemidos. Le apunte con la decisión de volarle la cabeza antes de que me atacara, mientras ella seguía avanzando hacia el fondo de la habitación. Lazerus me hablo, exigiéndome que me explicase a lo que replique rápidamente, para así obtener su apoyo:

- "Dio vuelta su cabeza en 180º y me sonrió maliciosamente"

En ese momento ella gritó que la habitación esta despejada, con una voz normal. Se dio la vuelta y camino hacia mí, pero se petrifico al momento de verme apuntándole a la cara. Extrañamente, todo el contexto no concordaba con su rostro, el que se veía con una boca asquerosa y una lengua venenosa, mostrándome su depravación.

- "Lazerus, ¿Como ves el rostro de Scythia?"

Es lo único que se me ocurrió para apoyarme, el hecho de comparar las percepciones. Lamentablemente Lazerus me contesto desesperado que solo era capaz de ver niebla. Como un acto desesperado ante la única opción que me quedaba, le dije con fuerza:

- "Hermana Scythia, si aun eres tu, dirás una plegaria al Dios-Emperador o volaré tus sesos en este lugar. ¡Clama una plegaria que un demonio jamás diría o te mataré!"

Lazerus rezo su mantra y luego me dijo que lo yo estaba viendo eran alucinaciones provocadas por la corrupción. Entonces todo tomo sentido y sabía que el mal desgraciado del lugar quería dividirnos y destruirnos. Aun reticente a negar mis sentidos, le respondí:

- "Te haré caso, Lazerus, sígueme"

Sin bajar mi arma, camine rápidamente hacia Arlan, el que ya había entrado en la ultima habitación del mapa. Mientras avanzaba, pensé en el alcance del efecto negativo al que estábamos siendo sometidos. Mi Fé es enorme, pero no podía negar que mis sentidos eran insuficientes para reponerme a tal malevolencia. Entonces le dije a Arlan, que estaba a mi lado:

- "Itsua, tu pareces entender mas de lo que sucede. No me dejes volver a caer en las ilusiones sucias de la sombra"

Cuando mire la habitación en la que estábamos, note que una extraña piedra rosácea, alta casi como el lugar, iluminaba todo el lugar con un color lavanda. Una extraña grieta en el suelo dejaba ver la roca, demostrando que todo aquello es la puerta al asqueroso infierno del que todo aquello había salido. Sentí unas nauseas horribles y sentí que la piedra intentaba profanarme para convertirme en una cosa sucia y asquerosa. Mi cuerpo luchaba contra ello con todas mis fuerzas e intentaba reaccionar rápidamente mientras grité con un poco de desesperación:

- "¡Granada, ahora!"

La habitación se lleno de pronto de olor a azufre, mientras se materializaba una criatura espantosa, con sus vísceras colgando y con millares de moscas pegadas a su carne infecta y limosa. Portaba una espada oxidada y en mal estado, más asquerosa que las paredes del lugar. El olor se volvió irrespirable de la hediondez a foso infernal que despedía el engendro demoníaco que se posaba frente a nosotros. Había que purgarle, hasta la última célula de mi cuerpo me gritaba que la acabase en nombre del Padre Soberano y de todo lo justo. La humanidad no merecía mancillar su visión con tal imagen de degeneración y yo me encargaría de limpiarla. Levante mi revolver, le apunte y disparé, pero la bala se detuvo antes de impactar, perdiendo gran parte de su fuerza.

El combate final por el destino de Sepheris Secundus había comenzado y nosotros éramos los responsables de devolver la luz a aquella cripta de sombras y muerte. Los disparos se sucedieron rápidamente mientras yo me ponía al lado de Arlan y abría fuego contra el demonio. Aquella aberración aullaba extrañamente mientras su imagen parecía parpadear. Entonces note que Vladymir estaba paralizado, así que volví a gritarle:

- "Vladymir, granadas, ¡ahora!"

Mi grito resonó mientras volvía a abrir fuego contra nuestro enemigo, pero mi bala rebotaba sin infligir daño alguno. En ese momento comencé a sentir de nuevo la inflamación de valor que había tenido cuando Arlan me había hablado y nuevamente me sentí un campeón purificador. La criatura horrible de los abismos cargo para atacarme bestialmente cuerpo a cuerpo, fallando su ataque. Eso me hizo sumirme en la ira y con ella respondí:

- "¡¿Que te has creído, hijo de puta inmundo?!"

Solté mi revolver y empuñando con fuerza mi martillo, ataque con todo mi ímpetu al demonio, acertándole con un fuerte golpe. Sentí que gran parte de la fuerza del impacto se disipaba, pero aun así sentí el daño que le cause, mas aun, sentí su debilidad. Su poder era succionado por la disformidad, la que no permitiría que él siguiese allí. Pero justo en ese momento, en un ataque con todas sus fuerzas me acertó en la cabeza. Si no fuerza por mi casco, el rasguño de mi mejilla habría significado mi muerte. El golpe me hace girar el cuello hacia atrás, pero rápidamente me vuelvo hacia el demonio, aun con una gota de sangre de mi mejilla escurriéndose por mi rostro, y le grito en la cara:

- "Vuelve al sucio abismo del que fuiste escupido, asqueroso engendro."

Mis palabras parecían tener resultado y el enemigo era cada vez mas expulsado hacia la Disformidad. Los ataques seguían, disparos y nuestro cuerpo a cuerpo. Incluso uno de mis martillazos le dio, pero el martillo se freno en el último segundo antes de dañarle. En ese momento, su espada se clava profundo en mi pierna, derramando gran cantidad de sangre desde mis venas. El dolor me recorre por completo, pero le ignoro en pos de limpiar este mundo de la maldad que en él se esconde.

Vladymir reacciono la granada que lanzo destruyo completamente la roca, reduciéndola a insignificantes trozos, mientras una bala de Lazerus le da de lleno en el pecho, desterrándolo a su inmundo plano y cerrando la fisura en el acto. El mal se ha ido y Arlan lo confirma con sus palabras. Apoye mi martillo en el suelo, mientras felicitaba al resto:

- "Hemos vencido en nombre de la Inquisición y por designio del propio Dios-Emperador. Siéntanse orgullosos porque grande ha sido el desafío y a esa altura hemos cumplido."

Me sentía todo lo digno que quería ser. Habíamos prevalecido donde muchos habían caído. Habíamos demostrado ser todo lo bueno que se esperaba de nosotros y estar a la altura de un desafió que habría destruido el cuerpo y el alma de cualquiera. Éramos héroes y eso nada podría negárnoslo. En ese momento, todo se nubló y sentí como mi cuerpo comenzaba a arder, tan solo alcance a decir unas palabras antes de desplomarme:

- "Estoy sintiéndome mal. Creo que he sido infectado por el demonio. Salgamos de aquí pronto."

Y aquí estoy, cayendo rápidamente mientras mis compañeros se acercan a atenderme. Escucho vaga y difusamente sus palabras con intenciones de salir y llevarme a alguna enfermería. Siento el terrible malestar de un invasor que quiere cobrarse mi vida y todo lo que acabo de ver, a impresionante velocidad, se reduce a dolor y la total oscuridad de la inconsciencia.

Notas de juego

Aqui esta mi post, resulto un poco largo, pero espero que no sea demasiado latoso.

Como pidio DarkMaste, esta todo narrado desde mi perspectiva y he intentado no meterme en lo que los demas sentian ni en conversaciones ni hechos que no presencie.

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02/06/2010, 10:03
Tercio Veridio.

"XII" señalaba el mapa en la compuerta a la que habíamos llegado. "La Escombrera", las ominosas pintadas rojas que la cubrían. Rojas, como los charcos de sangre que habían cruzado, como las marcas de arañazos y la huella de la mano que había en la puerta de la Subsección Cinco. Tercio no era especialmente supersticioso. Pero seguramente era una mala señal que las pintadas de la puerta fueran precisamente de ese color.

Vladymir consiguió abrir la puerta después de que Tercio lo hubiera intentado antes sin éxito.

Todo el camino hasta la escombrera, Vladymir y él habían avanzado en pareja, adelantados al resto y asegurando el camino. Tercio se sentía cómodo con él. Su marcialidad le hacía fácil de tratar, y a la hora de enfrentarse a peligros donde las armas que portaban serían la diferencia, él era en quien más confiaba de todo el grupo que se había internado en las minas.

Lazerus se quedó en la retaguardia vigilando la compuerta, y poco a poco los demás fueron pasando y encontrándose con el aire viciado del interior de la Escombrera. Ese aire perturbador, cargado de una presencia "maligna"...

Hace sólo unas semanas, Tercio aún se internaba con su escuadrón de la Guardia de Mordia en pasadizos subterráneos, tuberías de desagüe de la colmena, o de deshechos químicos, rechazando rebeldes o haciendo guardias interminables. El aire de su colmena natal era a veces igual de sucio e intoxicante que el que encontraba en la mina. Tercio sacudió la cabeza, visualizó su mundo e hizo una inspiración profunda. Pero vio cómo sus compañeros lo pasaban algo peor. Si tenían suerte, saldrían de allí pronto.

El interior de la Escombrera hacía honor a su nombre. Restos de la excavación, que casi parecía hecha a mano, se acumulaban en las esquinas. Y las paredes rezumaban un lodo químico maloliente.

Según pasaban Tercio y los otros, fueron ocupando posiciones desordenadamente. Se encontraron una puerta nada más pasar, bien cerrada. En el momento que Tercio se aproximó a examinarla de alguna forma le salpicó ese mismo lodo a los ojos.

Siendo poco más que un recluta, hacía casi diez años, Tercio obtuvo la enorme cicatriz de su espalda. En una emboscada a su escuadrón, de unos rebeldes de Mordia, tuvieron que retirarse. En la huida, Tercio cayó en un charco de un lodo químico que le quemó el uniforme y parte de la espalda. Nunca olvidaría el olor a carne quemada, a su propia carne quemada. Fue un episodio desagradable, y cuando le preguntaban por la cicatriz siempre mentía, contando una versión edulcorada de algún modo.

Aquel recuerdo, aquella sensación, le volvió a invadir cuando el lodo químico empezó a quemarle los ojos. Como un acto reflejo e ignorando el dolor Tercio abrió su cantimplora y empezó a lavarse los ojos. Tauron apareció también enseguida y le ayudó con unas gasas y colirios. De no haber actuado con rapidez, probablemente había perdido los ojos. "Un gran comienzo", pensó Tercio para sí, mientras terminaba de limpiarse.

Hasta ahora habían avanzado en orden, pero al llegar a la Escombrera parecía que entraron prisas por salir de allí. Arlesha avanzaba sola, internándose en la oscuridad sin linterna, pero tuvo la suerte de que ella descubriera al primer enemigo y no al revés. De todo esto, Tercio solamente escuchó algunos disparos, pues él se quedó en la retaguardia, vigilando el resto de pasillos, intentando compensar la caótica organización de la incursión. Quién sabe qué criaturas podrían acudir a investigar esos disparos.

Asegurar el pasillo donde habían encontrado la criatura tuvo su precio para Tercio. Contemplar en lo que se había convertido el otrora Guardia Imperial, en sólo unos días, en un ser de pesadilla, con enormes zarpas y ojos por toda la cabeza, fue traumático. Tercio ya había visto mutantes, en su colmena, niños que nacen con malformaciones, pero esto no tenía nada que ver. Las mutaciones del Caos. Ahora sabía algo mejor contra qué se enfrentaban, y eso, aunque nunca lo reconocería, le asustaba.

El siguiente paso, al menos para Tercio, era abrir la puerta que antes casi le había costado la vista. Los demás se desperdigaban hacia el pasillo principal, a pesar de que aparentemente había quedado claro no dejar zonas sin asegurar a la espalda. El sentido común parecía que les fallaba en esa mina, y en un intento por hacer las cosas en orden, Tercio tuvo que ponerse "autoritario" con sus compañeros. Tuvo cierto éxito en ello, ya que al poco estaban todos en la puerta intentando abrirla, pero el volante estaba atascado y tuvieron que abandonar.

Por fin, fueron internándose en el pasillo norte. Afortunadamente avanzaban algo más ordenados que al principio, y Tercio descubrió la emboscada que tenían preparada los compañeros del mutante que acababan de eliminar. Por desgracia para Tercio, aunque pudo disparar primero, también se convirtió en el primer, y único, herido del combate. Los disparos se repitieron en un largo intercambio, mientras Tercio, gravemente herido, buscaba cobertura. Otra herida para él sería seguramente mortal. Así que trató de cubrir la retaguardia y ocasionalmente disparar desde su posición alejada.

Tras los disparos, Tauron volvió a ejercer de médico de campaña, aunque no tenía ningún conocimiento. Nadie en ese grupo lo tenía. Tercio tendría que aguantar hasta el final, hasta que salieran de la Escombrera, con unos primeros auxilios rudimentarios y una inyección de estimulantes de combate.

Tercio nunca entró en la Guardia de Mordia por el combate. Nunca quiso permanecer allí mucho tiempo ni hacer carrera, como alguno de sus compañeros. Se conformaba con que le dieran de comer. Evitaba jugarse la vida y morir en alguna heroicidad inútil. Su sueño era dar un sablazo definitivo y dejar el ejército como había entrado. La idea de morir en un tiroteo en su primera misión fuera de la Guardia era como una pesadilla. Morir en una mina corrompida por el Caos, llena de seres mutantes y cosas peores...

Los estimulantes le vinieron bien para no pensar en ello, pero tampoco le dejaron pensar con claridad en ninguna otra cosa. Desorientado, imprudente, fuera de sí, estaba. Pero Tercio realmente se sentía "arriba", eufórico e imparable. Tercio avanzaba sin preocuparse por los otros. Cuando le decían que esperase, sentía que los demás le pedían que no les dejara atrás fuera de su protección. Al poco fueron a perseguir a una criatura que gritaba por un pasillo al este. Tercio, como los otros, fue tras ella, pero él increpándola y provocándola para que saliera a su encuentro.

Cuando la pérdida de sangre y las drogas cobraron más protagonismo fue cuando Tercio alcanzó a la bestia que perseguía. Su visión fue más de lo que su mente pudo soportar y se derrumbó, totalmente enajenado, riéndose como un loco salido de un manicomio, y así estuvo hasta que los otros le sacaron como pudieron de su estado, cuando ya habían empezado a combatir a la bestia. Recuperado de su ataque de locura temporal, Tercio se acercó a ella como pudo e intentó golpearla con su cuchillo, pero éste salió volando cuando su brazo cedió a un calambre producto de su debilidad.

A partir de ahí, Tercio solamente tenía recuerdos borrosos, entremezclados. Tercio pretendía quedarse en el combate pese a que su estado era lamentable, pero poco a poco, como a un borracho, con mano izquierda pudieron convencerle de que no le convenía. Arlesha le acompañó hasta la entrada de la Escombrera, cruzándose con Lazerus por el camino, y finalmente Tercio se desmayó, sin dejar de apretarse la herida aún sangrante en su abdomen.

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04/06/2010, 17:29
Lazerus-20-Silon.

Los minutos transcurrían silenciosos para Lazerus-20-Silon. Hacía ya bastante que habían atravesado el sello levantado por el Comisario de la Guardia Imperial, para que su variopinto grupito de inquisidores novatos investigara el problema de la mina Gorgónida.

El grueso del equipo había continuado adelante sin el tecnosacerdote, algo que éste no reprochaba en absoluto. Lazerus valoraba ante todo el trabajo del conjunto, el buen funcionamiento de todos los engranajes que desembocaría en la consecución del éxito final. Así rezaba el credo del Culto Mechanicus.

Sin embargo, el adepto no pudo reprimir los nervios cada vez que escuchaba los lejanos disparos y detonaciones en el interior de la mina. No había modo de saber si sus camaradas estaban teniendo éxito o siendo masacrados.

Por ello, cuando un haz de luz irrumpió en su campo visual, Lazerus apuntó raudo con su carabina, y por ende, con su propia linterna, contra el recién llegado. Afortunadamente, el tecnosacerdote disponía de la teplanza que proporciona la paciencia, y no abrió fuego de inmediato. Una buena noticia para Arlesha Rais y Tercio Veridio, que eran quién sin decir nada se habían acercado hasta él.

Corre, Lazerus, ve al norte, yo ocupo tu posición. le dijo sin más la mujer. lazerus comprendió, empero, cuando se dio cuenta de la grave herida que Tercio había sufrido en su vientre. Sin embaergo, el joven Veridio parecía eufórico, sin duda un efecto de los paquetes estimulantes que debía haber ingerido para soportar el dolor.

Lazerus asintió y avanzó en solitario hacia el norte, profundizando en la hedionda mina Gorgónida. A medida que dejaba atrás pasadizos, el tecnosacerdote pudo hacer se una idea de qué habían encontrado sus compañeros inquisidores. Varios cuerpos destrozados daban fe de la eficacia de las armas de la Orden, y un extraño limo movil se acercaba en cuanto notaba la presencia de humanos. Por fortuna, lazerus era mucho más que humano, y sus servoimplantes le permitieron moverse a gran velocidad por aquel resbaladizo suelo.

Una puerta quedo a su izquierda. una compuerta de hierro cerrada, repleta de sangre por el otro lado. Sin duda han decidido dejarla cerrada, para evitar que lo que haya hecho eso nos atrape. Sabia decisión.

 

Taal era la velocidad de Lazerus, que cuando se encontró con sus compañeros casi arrolló a Itsua, quien extrañamente parpadeó varias veces hasta reconocer al tecnosacerdote. Mientras tanto, Tauron parecía algo molesto con algún tipo de insecto, y Scythia y Vladimir exploraban los túneles opuestos.

De repente, Tauron avanzó en pos de la sororita, por lo que, para no dejarle a oscuras, Lazerus le siguió, incómodo por la viscosidad de la roca que tenía detrás, que le hacía sentirse sucio. Un pensaiento extraño se introdujo en la mente rígida del adepto. Sus procesos mentales comenzaron a extraviarse y a crear paradojas incomprensibles. Para ahuyentarlas, Lazerus se hundió en los clásicos mantras aprendidos durante su formación al servicio del Dios Máquina.

[El resultado de infinito elevado a infinito no es infinito sino Entropía] dijo una voz en su cabeza

[Mi lógica absoluta dicta que las imposibilidades matemáticas son producto de mentes desquiciadas] respondió Lazerus

[La Entropía parece es el destino del universo] insistió su invitado

[Afirmación falsa e imposible de computar. Reseteo del cómputo y correción de los datos con ecuaciones verdaderas aprobadas por el Culto Mechanichus en 3...2...1...] sentenció de nuevo.

 

Por su parte, y sin aviso pervio, Tauron se encaró con la sororita y la apuntó con su arma, acusándola de estar corruompida por el mal. Auque la mujer respondió extrañada, Lazerus no pudo decir qué era lo verdadero, pues de pronto su visión se desvaneció entre una extraña neblina. Por fortuna, la precaución del tecnosacerdote caló en la enajenada mente del Novicio, y éste aceptó posponer su sentencia hasta averiguar porqué todos veían alucinaciones.

El grupo se reunió instantes después. La senda estaba clara, el único camino que restaba debía guardar la razón de que la mina hubiera sido infectada por el caos. Y así era. Como saliendo de la nada, la causa de sus alteraciones irrumpió en la realidad, surgiendo de una especie de brecha originada por una extrañamente hermosa piedra de color lavanda.

El monstruo surgido de ella era vagamente humanoide, pero marcado sin misericordia por los poderes del Caos. Un Portador de la Plaga cuyas entrañas sobresalían de su rasgado vientre invitando a la muerte y a perversidades desconocidas por los puros de mente. El abominable ser cargó contra los inquisidores, haciendo que Tauron se enfrentara a él valientemente.

Sin embargo, el Emperador estaba del lado de los expedicionarios de la mina gorgónida. Aunque muchos de los disparos y ráfagas energéticas que lanzaban contra aquella aberración rebotaban indolentes, otros golpes sutían más efecto.

Lazerus, decidido a acabar con la bestia mientras Vladymir acababa a base de granadas con su enlace con este plano, alzó su carabina laser, apuntó y disparó. El haz de energía chocó contra la demacrada faz del Portador de la pLaga, abrasandola gracias a la pureza inmaclada de un arma consagrada al Dios Máquina.

El combate había terminado. La mina Gorgónida había sido purificada. Y todos ellos sobrevivieron.

[Sin duda, una máquina bien engranada]  fue lo único que se escuchó comentar al tecnosacerdote mientras regresaban al sello.

Notas de juego

JA! se me volvió a cerrar la sesión, pero esta vez había guardado!  :P

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04/06/2010, 23:29
Arlan Hex.

Ha llegado el momento de contar cuanto ocurrió en la mina Gorgónida, durante nuestra corta estancia en Sepheris Secundus. Me he resistido a ello durante todo este tiempo. No es algo que precisamente me apetezca recordar, pero en breve deberé remitir mi informe a mis superiores y creo que es preferible que aproveche mi diario para ordenar los sucesos y sobre todo mi mente.

Soy cadiano. El Ojo del Terror pende sobre nosotros cual espada de Damocles y mi planeta y mi pueblo constituimos el frente natural que frena las constantes oleadas que de allí surgen para amenazar nuestro universo, nuestro sistema y a nuestro emperador. Pero las abominaciones, el horror, el caos pueden surgir de cualquier parte, pues la disformidad abre sus propias puertas y genera sus propias ocasiones.

Mientras viví en mi planeta, fui educado como uno más, recibiendo la instrucción militar que me convertiría en soldado, al igual que lo fueron todos mis antepasados. Sin embargo, mi carrera se vio truncada y mi vida cambió totalmente cuando mis habilidades psíquicas se hicieron evidentes. Sé que mis padres se sienten avergonzados por ello. No siento pena por ello. Les entiendo. Y en su momento, presumí que su vergüenza duraría poco. O bien no superaría las pruebas. O superadas, no viviría demasiado.

Cuando se nos adjudicó la misión en Sepheris Secundus, lo que no dejaba de ser una intuición se transformó en certeza en mi mente. Un grupo mal avenido y peor organizado, novatos de ninguna batalla o misión, enviados como carnaza de segunda por ser lo que estaba más a mano en aquel cuadrante estelar. Nuestra ruina solo adquiriría el rango de purga de unos inútiles, concediendo el tiempo necesario a que un equipo en condiciones realizara aquello de lo que nosotros nos demostraríamos incapaces. La realidad de nuestra muerte y, de lo que era aún peor, de nuestro fracaso fue el pensamiento que me inundó en nuestros primeros pasos por la mina, una vez que el sello se cerró tras nuestras espaldas.

Y creo que aquel era un miedo que todos compartíamos de un modo u otro. Tal vez por ello optamos por algo que siempre da resultado, al menos, en un principio. Guardamos las apariencias. Repartimos el material entre todos nosotros y cada uno asumió, de forma casi natural, un rol, un papel. En mi caso, servir de guía, leyendo el plano que habría de conducirnos al corazón del horror. La Escombrera.

Ahora, una vez que ya todo ha acabado, y donde todo se ha zanjado con el éxito de la misión y unas heridas que sanarán con tiempo y descanso, puedo decir que nuestro mayor logro no fue acabar con la amenaza parida por la disformidad, sino el funcionar como jamás habría sospechado: como un verdadero equipo. Tal vez si el novicio llegara a leer estas líneas me acusara de hereje pero no por ello, estas líneas carecen de verdad.

Pero al margen de todo, no ha resultado sencillo.

La Escombrera. Tan pronto como puse mis pies en aquel lugar maldito, sentí un bravío mar de ondas psíquicas que se estrellaban contra nosotros. Ondas que como pseudópodos se arrastraban sobre mi mente, como olas sobre una orilla de arena, buscando el resquicio desde el cual penetrar y atacar mi cordura, mi persona y, muy especialmente, mi lealtad. Y ante tal presencia supe que debía bloquear mi mente para impedir perder la cordura. Y asumir las consecuencias que de ello se derivaban. No usar mis habilidades psíquicas. Lamentable, pero necesario. Aún así, sabía que no serviría de gran ayuda, salvo como soporte o asistencia una vez mermado el único potencial que podía proporcionarles. Tal vez debería haber sido yo quien permaneciera en guardia en la puerta de acceso a la zona, en vez de Lazerus, pero quería demostrarme a mí mismo que soy algo más que un hombre de extrañas habilidades mentales, que el guerrero cadiano sigue viviendo en mí.

Por ello me mantuve en una posición secundaria, siguiendo a Tercio, Arlesha y Vladymir, que constituyeron nuestro frente a lo largo de aquel ambiente corrupto y putrefacto, que embargó nuestras fosas con el hedor y la fetidez de la muerte y la descomposición. Un panorama de escorias, aguas estancadas y paredes supurantes, habitado por infames y fosforescentes criaturas, repugnantes al inevitable contacto. Aquel debía ser nuestro campo de batalla. Aún recuerdo el fuego en mis pulmones que jadeaban con un fuelle ante el esfuerzo de respirar el contaminado aire y la debilidad que ello me provocó. El nombre que designaba aquel lugar, nunca fue más apropiado.

Las vicisitudes no se hicieron de rogar y pronto comprobaríamos los peligros implícitos a nuestro avance. Una cámara sellada constituyó nuestro primer reto y nuestra primera derrota. Y por poco no hubimos de pagar un alto precio. Los ojos de Tercio bajo un baño de ácido vaporizado. Nadie como yo para valorar tales órganos. Pero la presteza de Tauron y la suerte vinieron en nuestra ayuda. Y Tercio puede seguir contemplando el universo con las pupilas con las que nació. Aquella puerta que hubimos de abandonar fue nuestro primer fracaso, nuestra primera derrota. Si alguien se sintió frustrado por ello, no lo evidenció. Si alguien sintió temor a que, abandonada la zona, algo surgiera de su interior para atacarnos por la retaguardia, no lo dijo. Al menso en aquel momento. En constante guardia, bajo la precaria iluminación de nuestras linternas y de las escasas y espaciadas luces que pendían intermitentes del techo, pronto descubrimos la primera bifurcación de la galería principal. Y ateniéndonos a las breves palabras que habíamos cruzado en un principio, procedimos a investigar el desvío. No pasaría demasiado antes de que la primera abominación hiciera acto de presencia.

El tiempo es relativo. O mejor dicho, la percepción del mismo es relativa. Unos pocos segundos después, la criatura yacía a nuestros pies, segundos que habían transcurrido con inusual pereza, congelados para nuestro horror. La arbitradora se había cobrado su primera pieza. Pero no había en su rostro rastro de orgullo o satisfacción. Era el trabajo que se nos había encomendado y debía ser cumplido. Y fue entonces cuando lo vimos. Su uniforme, vestigio de la naturaleza auténtica de aquella mutación. Me incliné para recoger su chapa de identificación. Un signo de humanidad en mitad de un ambiente inhumano. Mala idea. Mis dedos cosquillearon, casi crepitaron al contacto con el metal, y la mente de la criatura nacida de la disformidad me alcanzó. Levemente, pero con la carga suficiente para intuir su fuerza. Y callé. El silencio era el mejor regalo que podía hacerles a mis compañeros. Debíamos seguir adelante.

Regresamos al pasillo principal. No hubimos de recorrer mucho, antes de que Tercio obsesionado con la puerta que se le había resistido, y que se hallaba a nuestras espaldas, insistiera en intentar abrirla de nuevo. Fútil esfuerzo que acabó con nuestros intentos y con nuestra esperanza. Y cometimos un error. No sospechar que aquellas criaturas tuvieran la inteligencia necesaria para actuar como comprobaríamos poco después.

Agotados por el vano esfuerzo de violar la tenaz compuerta que se nos resistía, seguimos en nuestra trayectoria hacia el norte. Llegué a vislumbrar algo en la lejanía, un fulgor rosado que rompía la oscuridad imperante, pero no tuve opciones a concentrarme en ello. Una emboscada fue la razón de ello.

Cuatro mutantes agazapados en la oscuridad saltaron a nuestro encuentro. Una cacofonía de disparos, gritos guturales y gemidos acompañada por el baile de los haces de luz de nuestras linternas, amén de la mortecina luz de unas pocas farolas es casi cuanto recuerdo. Ello y la sangre, la sangre de Tercio, cuya carne abierta dejaba escapar el rojo icor de sus venas. Cuando todo acabó, tres cuerpos yacían a nuestros pies. El cuarto mutante, malherido, había huido para, sin duda, morir en algún rincón oscuro. Y Tercio se desangraba ante nuestros ojos. Poco podíamos hacer por él. Unas compresas para taponar sus heridas, un estimulante y sus increíbles ganas de vivir acabaron siendo su salvación. Ahora es cuestión de semanas y de atención médica adecuada cuanto necesita para recuperarse de su experiencia.

¿Qué podíamos hacer sino seguir adelante? Estábamos vivos y teníamos una misión que cumplir y algo que demostrarnos a nosotros mismos. Que éramos válidos. Avanzar hacia nuestra izquierda, era casi un imposible. Aguas estancadas formaban un pequeño estanque de aguas residuales que no invitaban a seguir. Los cañones de nuestras ramas aún humeaban y la adrenalina corría por nuestro cuerpo, chutándonos como lo había hecho el estimulante inyectado a Tercio. A nuestra derecha, solo se reveló una zona despejada, aunque el nerviosismo había hecho mella en nosotros. Casi siento vergüenza al recordar haber disparado a un charco, ante el temor de que algo se escondiera en unos escasos centímetros de lodo.

Pero nuestro destino era el norte. Y hacia él avanzamos. Nuevamente, un pasillo se abría a un lado. Algo era claro. Los enemigos al frente. Jamás atrás. La nuestra debía ser una política de tierra arrasada. Metros y metros de corredores, brazos laterales y el olor de la muerte impregnándolo todo era cuanto había de esperarnos. Y un aullido como bienvenida. Su efecto fue inesperado. Vladymir, nuestro guardia imperial reculaba y nos aconsejaba hacer lo propio. El cansancio, el miedo, el mismo aire nos afectaba cada vez más. Y la mente de aquello que todo lo gobernaba en aquel infierno seguía tanteando, tentando, burlándose. Pero mi rechazo permanecía. Fuera como fuera, conseguimos sacar fuerzas de la flaqueza y no nos  detuvimos. Sé que algo le ocurrió a Vladymir en su posición de vanguardia. Su mirada tras impedirnos entrar en una sala, era más elocuente que lo que las palabras pudieran decir. Y por mi parte, no tenía humor ni para preguntar ni para desobedecer. Mi cabeza palpitaba con un dolor punzante y progresivo y sentía como mi bloqueo mental se debilitaba poco a poco. No disponía de demasiado tiempo. Y en aquel contexto, la risa histérica de Tercio me alcanzó. Tal vez aquello fue peor que verle herido. Había algo de desquiciado en su risa, de locura, de camino en el que no hay marcha atrás. Y le golpeé. No sé si lo recordará a día de hoy, ni si de hacerlo entenderá las razones que me llevaron a ello. No importa. Solo sé que funcionó. A tiempo. Ante nosotros la que sería nuestra penúltima sala y nuestro penúltimo enemigo. Él se cobró su sangre, hiriendo a Vladymir. Yo me cobré su vida al quebrar su cráneo con mi bastón, entre tanques de combustible que nos impedían usar nuestras armas de fuego. La sangre hirvió en mis venas, llenas del orgullo militar de mi mundo. Sé que sonreí.

Es posible que intuyéramos que el final estaba próximo. Tal vez por ello conseguimos convencer a Tercio de que lo mejor que podía hacer era retroceder. En su estado, morir era una certeza, no una probabilidad. Arlesha se encargó de llevarlo a la posición de Lazerus y minutos después, este último me arrollaba en su carrera por encontrarse con nosotros.

Poco me queda ya por decir. Las promesas de un poder sin igual a cambio de romper mi lealtad al emperador, con visiones de cuanto pudiera conseguir me hacían dudar de mi propia estabilidad. Y pensar que en ese estado acudí a Tauron. No me arrepiento. Si alguien debe reventarme la cabeza como si de una granada madura se tratara, creo que es mejor darle esa satisfacción a él.

Las pesadillas cobraron vida, nuestras voluntades se resintieron mermando aún más nuestras capacidades y fue  así como debimos hacer frente a la bestia de la disformidad que se había colado en nuestro universo. Aún veo en sueños la piedra rosa palpitante, la granada que la destruyó, oigo lo disparos, huelo la sangre de las heridas del novicio y el humo de las armas y como colofón, a la disformidad succionando a su criatura infernal. Y siento el alivio, la desaparición de su presión mental y de la corrupción espiritual ante mis sentidos psíquicos. Vencimos. En nombre del emperador.

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05/06/2010, 14:32
Arlesha Rais.

Borrador de Informe Preliminar.

Grupo de Actuación
Grupo de reclutas reunido en la Negra Esperanza con destino el séquito del Gran Inquisidor Anton Zebre.
Arlan Hex: Psíquico Imperial
Lazerus-20-Silon: Tecnosacerdote
Novicio Tauron Faith: Clerigo
Tercio Veridio: Buscar información en archivos al llegar a destino.
Vladymir Ostrogov: Guardia Imperial
Hermana Scythia: Adepta Sororitas

Misión encomendada
Sepheris Secundus, reducción de los rebeldes causantes de los últimos disturbios en el planeta que han ocasionado graves daños a su economía. Último reducto de los rebeldes: Mina Gorgónida.

Contacto en Sepheris Secundus
Comisario Nihilius.

Valoración personal previa a la actuación

Grupo recien conocido en la nave de transporte hasta Scintilla. Pocos dias de toma de contacto. Se han realizado varios entrenamientos conjuntos pero insuficientes para un trabajo en equipo que garantice unas mínimas condiciones de respuesta.

Valoración personal posterior a la actuación

Como en muchas ocasiones se demuestra, las situaciones anómalas y fuera de control, muchas veces consiguen que grupos heterogéneos como el nuestro, sean capaces de trabajar juntos y en equipo. En esta ocasión, el trabajo realizado fue impecable, obteniendo como recompensa ninguna baja y la satisfactoria realización de la misión. El grupo trabajó unido, cada uno realizando lo que mejor sabia hacer. Se puso en marcha un mecanismo interior que nos hizo a cada uno guardar la espalda a los demás, aventurarnos lo justo y nunca en solitario, atacar usando táctica y fuerza conjunta sobre los enemigos. Si esta actuación ha sido realizada por un grupo de reclutas, me gustaría pensar que en un futuro formaremos parte de un mismo equipo que con formación e instrucción, podríamos llegar a ser un grupo altamente cualificado para las misiones más importantes al servicio de nuestro Emperador.


Detalles de la actuación

El sello de la mina se abrió lentamente delante de nosotros. Aire viciado, contaminado, sale por la abertura que poco a poco va aumentando, dándonos una ligera idea de lo que nos espera en su interior.
Armados con lo poco que nos han facilitado en el planeta y sin tener demasiado conocimiento de lo que nos vamos a encontrar allí dentro comenzamos a traspasar el sello. Lo que hemos visto en la superficie nos ha hecho tener una ligera idea de que, sea lo que sea lo que nos espera en las profundidades de la mina, no va a ser fácil.

Caminamos en formación, distribuidas las linternas entre nosotros, siguiendo las indicaciones de lo que podemos dilucidar del único mapa facilitado. El mapa, en el que solo está representada una parte mínima de la mina, es muy claro en el mensaje que lleva implícito “Cuidado con la mina”. Decenas de pasadizos se van abriendo a uno y otro lado del mapa, pasadizos que no están representados mas allá de una ligera línea que se pierde en el borde del papel y que indica claramente que no debemos salirnos del recorrido marcado en él: el camino que lleva a la Escombrera, último lugar en el que se tiene conocimiento de la presencia de los rebeldes.

Estoy acostumbrada a sitios cerrados, a la oscuridad si me apurais, pero la mina destila algo que la hace diferente al resto de sitios en los que he estado. Maldad. Se respira, es casi palpable.

En el camino hacia la escombrera, varias veces tenemos que detenernos y consultar el mapa, temiendo herrar nuestro camino y perdernos en el laberinto. A nuestro paso, señales de lucha, de sangre. Cuerpos desmembrados, soldados que ya no prestaran su servicio a nuestro Emperador, pero que murieron por él. Restos de su sangre esparcida por las paredes y los cristales de los pasillos adyacentes, nos van advirtiendo cada vez más del peligro al que nos estamos acercando.

Por fin, una puerta diferente, nos marca la entrada a la escombrera. El aspecto allí cambia, las paredes se vuelven más naturales y los seres vivos de las profundidades caminan por ellas despreocupados de nuestra presencia. Se arrastran en una sustancia pegajosa que destilan las paredes. Todas ellas están impregnadas, manchadas, brillantes al reflejo de nuestras linternas y de la escasa luz que aún permanece encendida en los pasadizos de esta parte de la mina. En mis pulmones siento como el aire es cada vez asfixiante y venenoso. Mi asma se hace presente con fuerza. Vamos a tener problemas y, no solo seré yo, al final todos se resentirán al respirar esta mierda.

Vladimir abre la puerta y un vaho de veneno nos envuelve. Veneno físico, ya que el aire está aún más enrarecido que en la parte de mina que acabamos de cruzar. Veneno psíquico que nos empapa hasta los huesos y hace temblar al grupo por completo. Hemos llegado, si, no hay lugar a dudas.

Vamos entrando, en formación, armas en alto, vigilantes y alumbrando el pasillo que se abre ante nosotros. La luz solo llega a alumbrar la entrada de los pasillos laterales que se abren a cada uno de los lados.

Instrucción: Nunca dejes tu espalda descubierta.

A la izquierda, una compuerta, por un pequeño ventanuco se vislumbran restos orgánicos, sangre, restos de miembros y de ropas imperiales. Una verdadera matanza. Quisimos abrir la puerta, llegar a conocer lo que nos esperaba dentro, buscar y eliminar al responsable de aquello. Pero la compuerta se negó a abrirse incluso ante los esfuerzos de nuestros más fornidos compañeros.

A la derecha una galería, oscura y serpenteante donde nos esperaría la primera sorpresa de la Escombrera. Un ser, por llamarlo de alguna forma, sediento de sangre y muerte. Allí, delante de esa abominación alumbrada por el haz de luz que la linterna de Itsua , una tiene que recordar todo lo aprendido, todo lo enseñado y abstraerse, no preguntarse a que se está disparando, sino disparar. Y disparé, disparé, hasta que aquel ser dejó de respirar. Miré a Itsua. Ya sabíamos a que atenernos. No iba a ser fácil.

Después de asegurarnos de que aquel ser no respiraba y confirmar que aquel pasadizo estaba limpio, seguimos adelante, dejando atrás a uno de los nuestros que vigilara la entrada a la Escombrera. Si la puerta se cerraba quedaríamos atrapados. Lazerus se encargó de la retaguardia.

Instrucción: Nunca dejes nada sin comprobar, nunca dejes una puerta abierta al enemigo.

Seguimos adentrándonos en la oscuridad, pero por poco tiempo. Desde las profundidades del siguiente pasadizo a la izquierda, cuatro nuevas abominaciones salieron a nuestra busca cuando penetramos un poco para investigar esa cavidad. Cuatro nuevas moles de carne putrefacta que nos hicieron retroceder un poco sobre nuestros pasos, que se acercaron peligrosamente a nosotros, que nos enseñaron varias cosas importantes que no tenemos que perder de vista para próximas misiones.

Instrucción: Atacar por proximidad al enemigo, no dejar que se acerquen peligrosamente, cubrir a los que por condiciones de sus armas o su condición física no tienen margen de actuación en ese momento.

Instrucción Importante: Nunca, nunca, dejar que un enemigo huya.

Si, nosotros no cumplimos este último punto. Una de esas cosas macabras huyó por el pasadizo. Responsable más que probable de lo último que acaeció en la mina, consecuencia directa de esa huida, de ese fallo en nuestro proceder. Una vez pasó, no pasará nunca más. Antes entregar la vida intentando evitarlo.

Tres muertos enemigos más. Mi arma caliente bajo los disparos. Su tacto tranquilizador acariciando mis manos. La extensión de mi propio cuerpo. Sigamos, aun no ha terminado el baile de muerte en estos pasadizos. Lo presiento. Lo presentimos todos. Y seguimos caminando, acercándonos, sintiendo que lo que hemos visto es solo el principio.

Oscuridad, asfixia, gusanos reptando por las paredes y armas en mano, apuntando a la oscuridad seguimos caminando hasta otra cavidad en la que si, allí si, es patente que tenemos sorpresa, sorpresa doble de la mano de Tercio que al mirar en el interior el primero reaccionó riéndose como si en su vida no hubiese proferido carcajada ninguna. Sorpresa por Itsua que lo calló cruzándole la cara. La reacción de Tercio.... entré directamente arma en mano para descubrir lo que lo habiía hecho reir.

Tenia razón, era lo peor que nos podía pasar. Depósitos y depósitos de combustible.

Instrucción: Dejar armas de fuego, pasar a lucha cuerpo a cuerpo en entornos inflamables.

Fuimos entrando todos, reconociendo el lugar y la voz de alarma resonó pronto en las paredes. No estabamos solos. En un cuerpo a cuerpo la táctica y el factor sorpresa es lo más importante. Un vistazo a lo poco que las linternas alumbraban me hizo elaborar un plan alternativo, un ataque por detrás, un intento de darle vidilla a mis compañeros. En lugar de atacar de frente encaminé mis pasos hacia la parte de atrás de los tanques, entre ellos y la pared quedaba poco espacio pero tal vez el suficiente para escurrirme entre ellos y llegar por la espalda de la bestia. Poco a poco comencé a pasar, pero pronto me di cuenta de que el sitio era insuficiente, pero ya la única salida era continuar, imposible retroceder. Detrás de los tanques escuchaba a mis compañeros y yo me maldecía en silencio por la falta de espacio. Centímetro a centímetro pude ir avanzando, un tanque, luego otro. Llegue por detrás justo cuando mis compañeros terminaban con su vida, justo para ver decidir que las heridas de Tercio necesitaban reposo y no más combates.

No había opción para el sino retirarse del combate si queríamos preservar su vida. Me ofrecí voluntaria para acompañarle hasta el punto en el que Lazerus nos esperaba, era la única forma de no enviarlo hacia allí desprotegido y de vigilar conjuntamente la puerta.

Instrucción: salvaguarda la vida de tus compañeros, ellos harán lo propio por ti en su momento. Un grupo tiene que estar unido y trabajar como un solo ente. Todas las partes son importantes.

Recorrimos solos los pasillos, alumbrados por el tenue haz de una sola linterna, pero sin contratiempos. Lazerus pidió indicaciones de cómo llegar junto a los demás y el tecnosacerdote desapareció en las sombras, en busca del resto del grupo.

Allí, en la puerta de la Escombrera, observaba la oscuridad. A lo lejos solo se escuchaba el silencio. En un momento dado, un temblor bajo mis pies me indicó que algo pasaba allí, donde mis compañeros estaban, al poco un sonido tenue llegó hasta mis oídos ¿Una explosión tal vez? En la lejanía un pequeño reflejo comenzó a iluminar el pasillo. Levanté el arma, dispuesta a todo por mantener segura aquella parte de pasillo y a Tercio. Pero reconocí pasos humanos, reconocí voces. Bajé el arma. Todos estaban vivos. Todos los rebeldes muertos. Habíamos triunfado en nuestra primera misión juntos. Eramos un equipo.