Partida Rol por web

Scythia se miró los brazos y luego los golpes en la coraza. También estaba herida y no haría más que retrasar al grupo. Después de los últimos enfrentamientos necesitaba descansar tanto como Tauron.

- Yo iré con Tauron, adelantaos vosotros. Si podéis informarnos si encontráis resistencia para que nos demos más prisa, pero me temo que mis heridas me harán ir más lento. Es mejor que vaya con él. - finalizó señalando a Tauron con la cabeza.

- El Emperador provee. - añadió a modo de despedida. Confiaba en que sus compañeros fueran capaces de hacer frente a cualquier amenaza, o de al menos aguantar hasta que llegaran los refuerzos.

- Kurt observa sus armas: un cuchillo de supervivencia en la bota derecha, una pistola láser y la fiel hacha colgando del cinturón. Sobre el hombro derecho el rifle láser de la Legión Penal, sobre el hombro izquierdo una leal y sencilla escopeta de dos cañones. Finalmente descuelga y prepara su rifle láser de la Guardia Imperial. Comprueba que la batería está casi completa y quita el seguro mientras se acerca a la silenciosa barricada.

Pienso en que quizás está sucediendo algo que deberíamos interrumpir. Veo el resplandor y no puedo evitar pensar en el resplandor que producía la brecha a la Disformidad que proyectaba al demonio dentro de la mina Gorgónida. Pienso en que quizás este famoso Padre Cuervo puede estar allí manifestándose.

"No puedo darme el lujo de dejar a mis compañeros solos contra el peligro que debe estar acechándolos allá. No puedo permitir que quede sobre sus hombros toda la responsabilidad de cumplir con la voluntad del Dios-Emperador."

Recuerdo cuando estuvimos en Coscarla y tuve que abandonar a mis compañeros por culpa de mis heridas, lo que terminó con una misión fallida y un compañero muerto.

"No puedo permitir que eso se repita, no puedo abandonarlos otra vez."

Sin mirar a nadie más a mi alrededor, comienzo a subir por la barricada para llegar al otro lado, independiente de todo el esfuerzo que me supone y de todo el mal que eso puede causarle a mi cuerpo por las heridas que posee. Subo sin pensar en ello, solo pensando en atravesar ese impedimento para cumplir con mi deber.

Vistas la Fe y el Empeño de Tauron la hermana Scythia no pudo ser menos. Había dicho que iría al ritmo del sacerdote así que si el malherido Tauron atravesaba la barricada ella iría con él. Apretó los dientes y procuró no usar los brazos para apoyarse.

Las heridas dolían pero saber que podían hacer algo por la gloria del Emperador era más que suficiente para aliviar o ignorar ese dolor. Si el causante de todos los problemas estaba en la Catedral, allí iría la sororita con sus compañeros.

El exLegionario contempla en silencio el esfuerzo de aquellos dos religiosos. Ve cómo Tauron tropieza y se vuelve a levantar mientras murmura extrañas plegarias. El convicto roza su tatuaje escarificado del centro de la frente con su dedo índice.

-Qué demonios -dice después, lanzando un esputo al suelo.

Se acerca hasta el sacerdote, pasando su brazo izquierdo bajo las axilas y ayudándole a caminar.

-Descansa el peso sobre mí, padre -murmura mientras tira de él con cuidado-. Al menos hasta que se joda el asunto y empiecen los tiros. Y algo me dice que va a ser pronto.

- Con un gran esfuerzo, especialmente para aquellos que están malheridos, los Acólitos y agentes libres superan la barricada puesta por la milicia tras la destrucción de las puertas esta mañana.

- No se ve a nadie, ni rastro de la milicia. No parece haber luz en el pueblo, excepto un tenue resplandor que ilumina el contorno de la catedral sobre la colina.

- ¿Hacia dónde os dirigís?

"Hay que joderse... Diría que nunca se acaban las sorpresas, pero me temo que ya me esperaba algo así..." pensó Vladymir mientras traspasaba la barricada. Evidentemente, aquello no estaba marchando bien, y mucho se temía que pronto la verdad iba a ser revelada. Una vez llegó al otro lado, echó mano del mejor amigo de todo guardia imperial: su rifle láser. Lo dejó preparado para disparar, y lo empuñó en sus manos. 

-A la Catedral. Es evidente que lo que esté sucediendo, sucede allí-dijo el vostroyano con voz aparentemente tranquila. Quizás todos los horrores que había presenciado le habían endurecido, quizás le habían acercado a la locura, o quizás ambas cosas. Pero, realmente, no parecía muy asustado por lo que pudieran encontrar allí. 

Scythia estaba agotada tras el esfuerzo de subir la barricada pero asintió en dirección al Vostroyano. Debían acudir a la Catedral, pues a todas luces era el origen del problema. Si debían descubrir algo, sería allí.

Se encomendó mentalmente al Emperador, aferró el espadón con ambas manos y echó a andar tras Vladymir. Cuanto antes llegaran antes descubrirían qué estaba pasando.

- Bueno, parece que no tendremos que buscar mucho - dije al ver el resplandor que surgía de la catedral.

Parecía claro que aquel era el epicentro de lo que estaba ocurriendo o iba a ocurrir, si ese Padre Cuervo se manifestaba lo haría allí de un modo u otro... lo que me hacía plantearme seriamente si no habíamos estado haciendo el tonto cuando podíamos simplemente haber montado guardia en la Catedral. Tampoco tenía mucho sentido ese planteamiento, el pasado ya poco importaba, pero no pude evitar pensarlo.

Traspasé la barricada sin mucho esfuerzo y al llegar al otro lado mi rifle automático ya estaba listo en mi mano derecha. Intenté imaginarme lo que había tras las puertas del edificio y me vino a la mente la ultima vez que había visto a mi amigo Arlan.

"Arlan fue poseído por un demonio de la disformidad... Aristarchus es también un psíquico... Espero que ese Padre Cuervo no lance rayitos de fuego, son un condenado fastidio..." - pensé.

-Me da que no. Es más, le fiesta ya ha debido de comenzar y han encendido las luces -dijo Renata que descolgó el rifle de su hombro, lista para disparar a la más mínima provocación, viniera de donde viniera-. Y no sé por qué, señores y señora, que me da que vamos a conocer a ese Papá Cuervo. Así que recordemos. Ojo por ojo. Y diente por diente si hiciere falta -señaló avanzando hacia la catedral tal y como Vladimyr había ordenado.

- Tiradas de Perspicacia.

RENATA:

- Aquí no hay nada que ver, más allá de lo que es evidente.
 

VLADYMIR:

- Observas por un momento la Clota Llorona y el Priorato, pues algo indefinible atrae por un momento tu atención hacia esos lugares, pero enseguida ves que no es nada y sigues avanzando hacia la Catedral...

TAURON:

- Te sientes agotado, pero al mismo tiempo te posee una furia de pensar que un lugar que debiera ser santo pudiera estar siendo profanado o, peor aún, ser el epicentro de actividad herética de la peor calaña...

HERMANA SCYTHIA:

- Estás al borde de la extenuación, y no estás segura de si sobrevivirás a esta misión. No es que eso vaya a detenerte ni a minar tu determinación...