Partida Rol por web

Dark Heresy: Capítulo Segundo.

Iocanthos: Desesperanza.

Cargando editor
30/04/2014, 21:21
Inquisición.

CAMBIO DE ESCENA:

- Seguimos en: ¡Acólitos, a la batalla!

Cargando editor
16/05/2014, 18:48
Kurt Brokenbone.

La bruma. La luz en la bruma.

¿Qué había antes de la bruma? Rabia. Eso sí logra recordarlo. Rabia, y también odio por…

¿Por qué? ¿Cómo podía nadie odiar dentro de aquella bruma de pía contemplación, de amor, de perdón?

Odio por una blasfemia que… No, no una blasfemia. La blasfemia. El Emperador había sido

(Mátalo)

insultado, escupido a los ojos por parte de él, de

(los ojos. Mátalo)

él, pero él era San Drusus. ¡San Drusus! Lo había visto. Alzarse, abotargado a causa de la fe y del amor, un milagro vivo, un verdadero santo. Poder. Esencia que

(sácale los jodidos ojos)

se hundía en la bruma, en lo profundo de ella, junto a todas aquellas mentes hermanadas en una sola, llorando de alegría, temiendo por la vida del Santo a quien aquellos ¿herejes? trataban de malherir con sus

(despierta de una puta vez. Mátalo. Mátalomátalomátalomátalo)

armas de pecados hechos cuerpo que escupen hierro y fuegomalditoporsuatrevimientoysuabsolutafaltadelaverdaderaaaaaaaaaafeeeeeeeeEEEEEEEEEEEEEEE

 

El ex legionario, arrodillado en el suelo, comenzó a levantarse con dificultad. Sudaba por cada poro abierto en su piel, incontables las lágrimas vertidas. Se acercó trastabillando hacia el cuerpo tendido del Abad, sintiendo… sintiendo…

-Maldito hijo de puta -murmuró-. Jodido cabrón.

Kurt lanzó un esputo sobre el cráneo del abad, volviéndose después hacia Tercio, quien ahora trastabillaba a causa del dolor y las heridas. Dando un paso adelante, Kurt sujetó el cuerpo del proscrito, deslizando su musculado brazo derecho por debajo de las axilas sujetando así su peso.

-¿Hay algún médico? -gritó hacia la conmocionada concurrencia que, como él, acaba de despertar de su sueño de fe-. Aquí hay un héroe que necesita un jodido médico, ¡no quiero tener que repetirlo!

Cargando editor
16/05/2014, 23:51
[RIP] Hermana Scythia.

En el centro de la catedral, sobre un altar recubierto de flores de fuego fantasma, se hallaba un Aristarchus ensimismado por las luces de las cartas del Tarot.

Cuando Vladimir entró en la catedral y gritó al Vidente, éste abrió los ojos y vomitó un torrente de palabras enrevesadas. Scythia no entendió ni una a pesar de que conocía el idioma. Más atrás distinguió la figura del abad Skae. Claramente ya no era el mismo, su sombra se distorsionaba, sus miembros se estremecían espasmódicamente, tenía la cabeza gacha y todo su cuerpo temblaba. Para la sororita estaba tan claro como la resplandeciente luz del Emperador que había una fuerte aura demoníaca en el interior de la catedral. Y todo apuntaba al Abad.

Por encima de ella ya no se divisaba el techo de la catedral. En su lugar una masa de oscuridad disforme intentaba abrirse paso al mundo. Y en opinión de Scythia sólo Aristarchus se lo impedía.

La hermana superó el miedo que amenazaba con paralizarla y se sintió tan furiosa que ignoró la fatiga que recorría su cuerpo. Sentía la influencia mental demoníaca pero había sido entrenada para enfrentarse a ello. Apretó los dientes con furia, sujetó el espadón y trató de cargar en dirección al Abad.

Éste comenzó a hablar con voz gutural y distorsionada. Arrastraba los pies de un modo engañosamente lento, pero en realidad era rápido pues distorsionaba el tiempo y el espacio a su alrededor. Clavó en los compañeros sus ardientes ojos blancos. Unos ojos difíciles de olvidar.

Tras unas palabras del Abad, que Scythia ignoró pues obviamente iban destinadas a distraerles de su objetivo, la hermana cayó en trance y soltó el espadón. Comenzó a avanzar en dirección al Abad sin ningún control sobre su cuerpo. Y algunos de sus compañeros igual.

Scythia se sentía hipnotizada pero al mismo tiempo le consumía la rabia y le hervía la sangre por  la justa ira de la fe. Sabía que Skae o lo que fuera ese ser estaba jugando con su mente. Y había sido entrenada para hacer frente a esas amenazas. Tras un instante de lucha, finalmente la sororita se liberó del influjo maligno de la Subyugación del milagro de San Drusus, y bastante furiosa retrocedió para recuperar su espadón.

Escuchó de fondo la voz de Tauron que parecía comenzar una letanía de expulsión; y la sororita sonrió cayendo en la cuenta de que ella también conocía esa letanía de la época en que estudió en la Catedral de Tarsus. Eso les daría al resto una oportunidad. Trató de avanzar de nuevo pero se detuvo al percatarse de que Tauron ya no estaba continuando con la plegaria. La había interrumpido y la sororita miró en dirección al sacerdote levantando una ceja interrogativamente. ¿Habría caído bajo el influjo del Abad?

Desde luego no lo parecía. Tauron comprendió la mirada de la sororita y se puso a cubierto para continuar con la plegaria. La joven aferró de nuevo el espadón y avanzó hacia lo que en su día fue Skae.

Estaba agotada y las múltiples heridas anteriores no habían sanado todavía. Sólo su fuerza de voluntad mantenía a la hermana en pie. Sopesó sus posibilidades. Prácticamente nulas.  No encontró nada alrededor que pudiera servirles y parte de sus compañeros seguían bajo el influjo del ser. Enfrentarse a él sola sería una locura pero debía ganar tiempo para sus compañeros. Por el Emperador. Quizá ganara unos segundos preciosos, suficientes para que Kurt y Renata se liberaran de la subyugación. Quizá incluso pudieran abatirle disparando.

Vio venir al demonio a toda velocidad. Scythia esperó. Cuando consideró que estaba lo suficientemente cerca se acercó y golpeó con todas sus fuerzas. Falló.

Skae no. La criatura que fue el abad golpeó con sus manos a la sororita. El primer golpe impactó en el duro caparazón que usaba como armadura, lo que la salvó de morir dolorosamente. Pero con el segundo golpe no tuvo tanta suerte. El abad le agarró de la pierna izquierda y desgarró su carne con un horripilante sonido de rasgar, salpicándolo todo de sangre. Scythia ahogó el estremecedor grito de agonía que cualquiera en su lugar hubiese proferido, pero no logró detener la hemorragia.

No tenía miedo. No había lugar para el dolor. La luz del Emperador le esperaba al otro lado.

En silencio la hermana sororita cayó al suelo y murió en medio de un gran charco de sangre. Sus últimos pensamientos fueron de autoconsuelo. Había logrado algo de tiempo para que sus compañeros acabaran su obra. Y sólo le esperaba la gracia del Emperador.

Cargando editor
17/05/2014, 00:33
Sacerdote Tauron Faith.

Los extraños cánticos en lenguas que llegan a mis oídos procedentes de la Catedral me indican que algo malo está sucediendo. Es ese el momento en el que vemos la profana escena donde el Vidente Aristarchus está abriendo alguna clase de portal a la Disformidad, muy similar a lo que vi en Gorgónida cuando derrotamos al demonio.

La batalla ha comenzado pero el miedo es enorme y me paralizo al ver lo que ocurre, intentando que mis piernas reaccionen pero estoy completamente inmovilizado de terror:

"¡No puedo quedarme así! ¡Soy un siervo del Dios-Emperador! ¡Soy su voz y su puño, su insignia y su baluarte, su morral y su cayado! ¡Él me carga y yo lo elevo, yo le represento y le guardo, por él hablo y lucho! ¡NO PUEDO TEMER EN SU NOMBRE!"

Logro dar el primer paso de valor al momento que un disparo me muestra que Vladymir ha comenzado a atacar, aunque de forma fallida. Habla al Vidente y este le responde en lo que me parece es algún dialecto antiguo de Gótico Clásico, algo más allá de mi entendimiento. Veo al Abad que se acerca de forma completamente antinatural, al igual que el ambiente dentro de toda la estructura, que no es sino una blasfemia completa con un fantasmal público que nos rodea de forma muda.

Un poco confundido grito a nuestro Líder:

 - "¿A quien disparamos? ¿Aristarchus o Skae? ¿Quien es Padre Cuervo?"

Escucho las palabras impías que profiere el Abad y entiendo donde está el foco del mal. Me muevo rápidamente hacia las bancas más cercanas para ganar algo de cobertura por si comienzan a disparar de alguna forma a esa criatura de la Disformidad que acecha en los muros de nuestra dimensión, abriendo una grieta por la que colarse.

Entonces, algo maligno comienza a subyugar a todos. Resisto el impulso de acercarme y adorar a la oscuridad solo con la fuerza de voluntad que me brinda el ser un sirviente devoto, probablemente más devoto que quienes ahora son enemigos. Miro a mis compañeros pero todos ellos han caído en el influjo de las sombras y sé que el fin se acerca si no hago nada. No puedo luchar solo y mucho menos vencer con las heridas que tengo. La ira ruge con poder dentro de mi ser pero con eso no bastará. Es entonces que la Fe vuelve a mí como la esperanza mayor, ese amor al Dios-Emperador que sé que me protege y me mantendrá libre del mal.

Las palabras brotan de mi boca en un susurro al principio, uno que pronuncio para calmarme y concentrarme, pero pronto se vuelve el mayor sonido de la sala, siguiendo un recuerdo aprendido en la Catedral del Esclarecimiento en Scintilla, donde las letanías se pronunciaba de forma continúa como forma de librarnos del mal:

 - "Señor, por favor, líbranos del mal. Dios-Emperador, no dejes que caigamos en las garras de lo impío. Gran y único Señor de las almas de la Humanidad, no dejes que tu fruto sea robado por el Caos. Dios-Emperador, que la gracia sea tuya y nuestra la Fe..."

Entonces veo que varios de mis compañeros han oído mis palabras y han logrado reaccionar para comenzar la batalla por Desesperanza. Me muevo rápidamente hacia adelante para así prepararme para el combate pero veo entonces que aún quedan compañeros míos obnubilados por la herejía que tienen enfrente. Veo que la Hermana Scythia va a seguir mi ejemplo, pero ella es una guerrera mucho más hábil que yo y no podemos perder su ayuda. Le grito para guiar sus pasos:

 -  "Hermana, usted es el puño armado del Ministorum, yo soy su voz. Acabe con el Abad en nombre del Dios-Emperador".

Luego de eso continúo pronunciando una letanía ritual de expulsión para proteger el alma de todos mis compañeros de caer en el vacío de la tentación oscura:

 - "Dios-Emperador, alabado sea. Dios-Emperador, que sea tu luz la que nos guíe por siempre. Dios-Emperador, que nuestra alma se funda en tu gloria. Dios-Emperador, que nuestra carne sea el cimiento de tu grandeza. Padre Soberano de toda la Humanidad, que la gracia caiga sobre nuestras cabezas e ilumine nuestro espíritu. Siervos del Imperium, que nuestra lucha sea constante y nuestra muerte gloriosa. Te adoramos, Dios-Emperador. Aleja los pesares lejos de nuestra vida y el deshonor lejos de nuestra muerte. Dios-Emperador, amo de todos los hombres, que tu luz inunde nuestros ojos para ver con claridad al mal. Dios-Emperador, que tu furia llene nuestros puños para luchar en tu nombre."

Mis ojos siguen completamente abiertos de dolor y asombro cuando veo como el otrora Abad mata a la Hermana de Batalla, dejando su cadáver tirado sobre el suelo de este lugar impío. Escucho el grito de Vladymir y disparo mi revólver contra el Abad mientras le grito con una furia que nunca he tenido antes:

 - "¡Esquiva esto, hijo de puta!"

Mi disparo se incrusta en su carne, pero no parece afectarle demasiado. Es entonces que veo que Kurt sigue siendo dominado, de una forma cada vez más patética y dudosa de su pureza real. Continúo pronunciando mis palabras para intentar hacerlo entrar en razón pero este sigue sin reaccionar hasta que Tercio acaba con el demonio y una enorme explosión sacude toda la Catedral, volando por los aires su techo al cerrarse el paso a la Disformidad.

Me logro cubrir para no ser dañado por la explosión en mi posición, obteniendo un poco de cobertura de las bancas. Levanto la cabeza para ver que tanto el Abad como el Vidente han muerto. Me acerco al cadáver de Scythia para rezar a su lado después de constatar que su vida ha terminado para siempre.

Cargando editor
17/05/2014, 13:08
Sargento Vladymir Ostrogov.

Desde luego, allí se habían lucido. En el rostro de Vladymir su ceño se frunció, pero a la vez una sonrisa feroz asomó en su rostro. Era evidente que no era la primera vez que era testigo de esta clase de acontecimientos, y no se iba a dejar amedrentar. El vostroyano había estado casi seguro de que irse era un error, pero órdenes eran órdenes, y no iba a desobedecerlas. Le parecía cada vez más evidente que Aristarchus estaba detrás de todo esto, pero la sororita tenía razón. Aún debían asegurarse antes de disparar. Con la mano en el gatillo, el guardia imperial dio un par de pasos y, con el rifle apuntando al vidente, habló con voz potente, sin molestarse en reparar si el disparo de Renata le había dado o no.

-¡Vidente Aristarchus! ¡Explícate o afronta la justicia del Dios Emperador!

Sin embargo, lo que recibió como respuesta no fue más que un chorro incongruente de palabras en una forma de gótico refinada. Nada útil, desde luego. Se mantuvo apuntando, y ya iba a disparar cuando el abad abrió la boca y empezó a expresar algo que sólo podía ser una herejía... Pero, apenas un segundo más tarde, su mente se vio nublada, y pensó que realmente asistía a un milagro... Dejó caer su amado rifle láser de la guardia, y avanzó para contemplar aquella obra del dios Emperador. 

Pero una voz interrumpió el sueño, creando una especie de cortocircuito que alternaba la ilusión y la realidad. Finalmente, con un rugido de furia, el vostroyano se vio libre de aquello, y comprobó que todo había sido alguna especie de hechicería. Una hechicería que, si mucho no se equivocaba, había iniciado el abad, o lo que estaba dentro de él. Una pregunta de Tauron, al que pertenecía la voz que le había liberado con la verdad del Emperador, había quedado sin respuesta. Y, mientras Vladymir empuñaba su láser largo y disparaba contra el abad, le dio respuesta en un grito de furia.

-¡Skae debe morir!

Sin embargo, aquel condenado ser era terriblemente esquivo... Aunque, en un inicio, no lo suficiente. Movido por la furia justiciera que le embargaba, Vladymir acertó con un buen disparo a aquella cosa... Un disparo que parece que apenas le hizo nada. Desde luego, quedaba claro que la Disformidad se había cobijado en el abad, y que debía ser eliminado con la mayor rapidez posible. El siguiente disparo, debido a la engañosa velocidad a la que se movía, falló. Pero la siguiente vez que abrió fuego, el guardia compensó aquello y volvió a acertarle, aunque el resultado fue muy parecido. 

"Que duro eres, hijo de puta..." pensó con amargura, mientras volvía a disparar, aunque la frustración se le notó al fallar de nuevo. La frustración fue sustituida de nuevo por la ira al ver como aquel bastardo se enfrentaba a la sororita y lograba hacerla pedazos con con unas manos de aspecto totalmente antinatural.

-¡Al abad! - Grita el vostroyano con furia al ver caer a Scythia. - ¡Matad a Skae!

Mientras él repetía aquellas palabras, como si por sí solas tuvieran el poder de acabar con aquel ser, volvió a disparar a lo que fue en otro tiempo Skae, consiguiendo otro impacto inútil.

"¡Joder! ¡¿Por qué cojones no te mueres?!"

Sin embargo, sí que se moría. La ráfaga de proyectiles sólidos de Tercio consiguió reventar uno de sus ojos, y parece que cabrearle. El vostroyano ignoraba si la falta de efecto de sus armas estaba relacionada de algún modo con el hecho de que fuera daño de energía, pero iba a seguir intentando destruirle con su láser largo. Un disparo que acertó, pero de manera muy pobre, siendo consciente de que no le iba a causar ningún daño. La cercanía de aquella aberración, que se empeñó en atacar a Tercio, le obligó a retroceder unos pocos pasos. Quedó a la distancia perfecta para un buen disparo, apuntando para lograr el mejor blanco posible y no herir a su compañero. Sin embargo, el de Mordia fue más rápido, y con su pistola destrozó el otro ojo que le quedaba.

A juzgar por lo que pasó a continuación, parecía evidente que Kurt había dado en el clavo. Los ojos que tanto le gustaba sacar eran la clave para acabar con ese cabronazo. Vladymir escupió con desprecio a un lado, mirando con asco los restos del abad y el vidente, y con terca resignación los de Scythia. Había dado su vida por el Emperador, pero era una lástima. Podría haber luchado muchas más batallas en su nombre. Echándose el rifle largo a la espalda, y avanzando para recuperar su rifle estándar, el vostroyano alzó la voz para hacerse oír, suscribiendo las palabras de Kurt.

-¡Quiero un médico para mi hombre herido y lo quiero ya! Y conseguid también algo de combustible, debemos quemar los restos de la herejía. 

Cargando editor
19/05/2014, 14:18
Renata Canaglia Garibaldi.

Una lluvia de cascotes y polvo acompañó la caída de Renata que acabó de rodillas en el suelo, con una expresión atónita, incapaz de comprender qué había ocurrido en los minutos precedentes. En el umbral de la catedral no recordaba sino el terror que la había inundado, llenando su cerebro de una oscuridad sin igual, negándole el derecho a reaccionar, a comprender qué estaba ocurriendo en su derredor. Ni siquiera había sido consciente de la muerte de la sororita cuyo cadáver ahora reconocía en el suelo. Gimió, impotente, sus ojos azules virando de un lado a otro buscando a Kurt. Lo vio, en pie, sujetando a Tercio y trastabillando se acercó hasta ellos, esquivando los restos sanguinolientos de quienes habían sido Aristarchus y Skae.

Por primera vez había mirado cara a cara al caos, a la oscuridad informe y había sucumbido a su terrorífico influjo. Pero allí, ante ella, se alzaban los miembros de la célula inquisitorial que secretamente había despreciado y que, sin embargo, con su actuación habían conseguido vencer. A un precio muy alto, como mostraba el cuerpo sin vida de Scythia.

-Túmbalo, Kurt -señaló Renata-. Será lo mejor para él. Si lo mantenemos en pie, acabará muriendo.

Apoyó una mano sobre el poderoso brazo de su hombre, mientras con la otra se secaba una furtiva lágrima.

Cargando editor
20/05/2014, 00:01
Tercio Veridio.

Seguros de que el mal que andábamos buscando se encontraba en el interior de la catedral, corrimos hacia ella preparando las armas para la batalla. Recuerdo que el resto consiguió traspasar el umbral, pero el aura de maldad que rodeaba el edificio no me permitió continuar. Sin duda el lugar había sido profanado, seguramente por aquella entidad conocida como Padre Cuervo, y era aquel fulgor lo que se apoderó de mi corazón y me impidió moverme.

Lo que ocurrió a continuación resulta difícil de explicar. Recuerdo haber dejado caer mi arma, pensando que ya no la necesitaría, y después dos fuerzas luchaban en mi interior intentando salir victoriosas: la que me impedía entrar y otra nueva que me empujaba inexorablemente hacia el interior. Estaba confundido, por un lado decidido a entrar, pues allí me esperaba algo grande, pero por otro intimidado por el aura de corrupción de la catedral. Así me mantuve un tiempo que se me hizo eterno, sitiéndome como un juguete de trapo que caído en las manos de un par de muchachos. Cada uno de ellos tira con fuerza hacia si y ninguno consigue el juguete, sin embargo, no es más que un muñeco de trapo y amenaza con romperse.

Me sentía a punto de partirme en dos cuando aquel cántico llegó hasta mis oídos, el salmo que me sacaría al fin de aquel maldito trance. No lo supe hasta más tarde, pero se trataba de Tauron, y a él estaré siempre agradecido por sacarme de mi ensoñación. Una vez liberado, recuperé mi arma y entré a toda prisa en el edificio. El miedo seguía ahí pero no podía permitirme vacilar. La escena que presencié no me cogió por sorpresa, era lo esperable teniendo en cuenta lo que habíamos averiguado, aunque es cierto que siempre había pensado que sería Aristarchus y no Skae el que fuera poseido por la criatura.

Trató de abrir fuego contra Skae, pero la Hermana Scythia estaba trabada en combate con él y no quería arriesgarme a fallar. De modo que puse la vista sobre el otro objetivo: Aristarchus. No sabía qué estaba haciendo, pero desde luego no parecía nada bueno. Al mirar al techo de la catedral comprendí que estaba intentando traer algo que no era de este mundo. Disparé hacia él pero al parecer el movimiento frenético de las cartas de la baraja consiguió desviar la bala.

En ese momento, el engendro en el que el Abad se había convertido consiguió derribar a la Hermana. La sangre brotó por todas partes y la criatura pareció disfrutar con ello. Estaba tan cerca que seguramente yo sería su siguiente objetivo, pero me decidí a vender muy cara mi piel y descargué toda la furia de arma contra él. Recordé las reflexiones de Kurt acerca de lo que habíamos leído en el libro, y decidí que al menos debía intentarlo. La ráfaga hizo explotar uno de sus ojos y dejó escapar un hilillo de luz azul que se dirigía hacia aquella especie de portal que Aristarchus estaba abriendo.

"¡Por el Emperador! ¡Kurt tenía razón!" - Pensé, vislumbrando una posibilidad de victoria.

Recargué el arma a toda prisa, pero no fue suficiente y enseguida las garras de la criatura se clavaron en mi cuerpo causándome un dolor terrible... pero yo no podía parar, tenía que acabar con él como fuera.

"Un poco más, Tercio... un poco más..."

A la velocidad del rayo desenfundé la pistola, el rifle se había vuelto inútil a esa distancia tan corta. Creo que la criatura volvió a herirme aunque yo ya estaba inmerso en una especie de frenesí, buscando desesperadamente el otro ojo con mi pistola. Apreté el gatillo y no lo solté hasta que todas las balas del cargador atravesaron el ojo de la criatura.

- ¡Arghhhhhh! - Grité, aunque ya no era yo el que estaba allí, me alejaba poquito a poco, como si unas alas invisibles tirasen de mi hacia el cielo.

Cargando editor
21/05/2014, 12:36
Iocanthos.

- Los habitantes de Desesperanza comienzan a volver en sí poco a poco, parecen completamente confundidos y desorientados. No parecen guardar ningún recuerdo de lo transcurrido en el asentamiento en las últimas horas, lo que seguramente sea una suerte para ellos en cualquier caso.

- Tampoco reaccionan ante la petición de un médico para Tercio, aunque algunos de ellos parecen heridos y podrían necesitar también atención médica.

- Las heridas de Tercio son graves, pero como siervo del Emperador que es, ya está acostumbrado a ese sufrimiento. Al cabo de un rato de descanso y de recuperar el aliento, se siente capaz de moverse y de caminar por sus propios medios sin mucha ayuda.

- Hay algo en el suelo junto al altar, en el sitio donde murió Aristarchus.

Cargando editor
21/05/2014, 12:42
Sargento Vladymir Ostrogov.

Aquello no debería sorprender a Vladymir, aquellos que estaban aquí no tendrían ni idea de nada, estarían confundidos, y lo mismo ni siquiera contaban con un sanador entre ellos. Tendrían que apañárselas y esperar tener más suerte en Puerto Amargura cuando volvieran. Pero había algo cerca de donde había estado Aristarchus, y dado que era el líder de la célula, y uno de los menos heridos y confusos actualmente, se acercó a investigar, con el rifle láser estándar de nuevo en sus manos y una expresión ceñuda en el rostro. 

Cargando editor
21/05/2014, 15:58
Insignia Inquisitorial.

VLADYMIR:

- Las cartas de Aristarchus explotaron y se hicieron pedazos cristalinos que después se licuaron en la debacle resultante de la oleada de llamas y tinieblas que destruyeron la cúpula central de la catedral. Sin embargo, en el suelo ha quedado una solitaria carta del Tarot Imperial: el Mago Sin Rostro, del palo Executeria.

- Tirada de Perspicacia +20 de cualquiera que coja o examine la carta. Tirada oculta.

Cargando editor
21/05/2014, 16:50
Sargento Vladymir Ostrogov.
Sólo para el director
- Tiradas (1)
Cargando editor
21/05/2014, 17:31
Kurt Brokenbone.

Kurt contempla la solitaria carta del tarot abandonada en el suelo. Al cabo de unos segundos escupe y devuelve su atención a donde debe.

-Ama -dice hacia Renata-, ¿todo bien?

Notas de juego

No pienso tocar esa carta ni aunque me lo ordene el mismísimo Emperador.

Cargando editor
21/05/2014, 17:40
Insignia Inquisitorial.

VLADYMIR:

- Examinas la carta, es un Arcano Menor del palo de Executeria (Espadas), el Mago Sin Rostro, a veces también llamado el Extraño.

- Te das cuenta de que ha sufrido daños que han dejado al descubierto unos intrincados circuitos cristalinos internos. Eso está más allá de tu conocimiento y, te temes, de la del resto de miembros del equipo.

Cargando editor
21/05/2014, 23:13
Sargento Vladymir Ostrogov.

Vladymir miró con desconfianza la carta, con un gesto pensativo en  su rostro. Finalmente, llegó a la conclusión de que se iban a llevar aquello, como prueba. Pero no estaba dispuesto a tocarla directamente, por lo que pudiera pasar. Empezó a rebuscar en su mochila, y finalmente dio con lo que buscaba, sacando su manta de campaña. No era la mejor protección del mundo, pero tendría que valer. 

Usó el sable para levantar la carta del suelo, y la recogió con la mano envuelta en la manta, para después colocarla en uno de los bolsillos para cargadores de su uniforme. 

Cargando editor
21/05/2014, 23:56
Sacerdote Tauron Faith.

Me acerco a Vladymir a la vez que guardo mi revólver. Una vez a su lado le hablo con voz tranquila:

 - "¿Me permites examinarla? Nada me pasará pues el Dios-Emperador está conmigo."

Le tiendo la mano para ver si me la concede y averiguar qué secreto esconden esas extrañas cartas.

Cargando editor
22/05/2014, 00:07
Sacerdote Tauron Faith.
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Notas de juego

Hago la tirada en caso de que Vladymir decida pasarme la carta.

Cargando editor
22/05/2014, 00:10
Sargento Vladymir Ostrogov.

-Sospecho que no sacarás nada en claro, mi intención es llevarla de prueba y que sea analizada. Pero cógela si quieres-respondió el vostroyano. 

-Por cierto, una vez descansemos un poco, debemos volver a Puerto, para conseguir un transporte e informar del resultado de la misión. Renata, Kurt, vendréis con nosotros. 

Cargando editor
22/05/2014, 12:28
Renata Canaglia Garibaldi.

Renata asiente, aunque ahora que la tensión del momento ha pasado se siente casi sin fuerzas. Suspira sonoramente, mostrando su agotamiento físico y mental en su expresión.

Cargando editor
22/05/2014, 12:29
Insignia Inquisitorial.

TAURON:

- Examinas la carta, es un Arcano Menor del palo de Executeria (Espadas), el Mago Sin Rostro, a veces también llamado el Extraño.

- Te das cuenta de que ha sufrido daños que han dejado al descubierto unos intrincados circuitos cristalinos internos. Eso está más allá de tu conocimiento.

Cargando editor
22/05/2014, 12:31
Iocanthos: Forst, dueño de la Clota Llorona.

- La Catedral comienza a vaciarse, aunque la gente no recuerde con claridad lo que ha pasado, la mayoría entiende a nivel intuitivo que algo malo ha ocurrido en este lugar. La visión de los cadáveres del Abad y el Aristarchus no contribuye a tranquilizar a nadie.

- Forst, el dueño de la Clota, está entre los supervivientes y se ofrece a ayudaros, ya sea ayudando a los heridos a llegar a la Clota Llorona o ayudando a trasladar un cadáver al Priorato.