Partida Rol por web

El hombre te despide con un gesto de mano y una mueca de fastidio y se vuelve para dedicar su golosa atención a una fuente de lionesas.

Tu por tu parte vuelves a salir al patio y notas un pinchazo de hambre.

Con rugidos en el estómago y el recuerdo de haber estado dos veces a punto de lograr el objetivo del día, solo me queda probar suerte intentando llegar al tercer patio. "¿Por qué no? Voy a volver hambrienta a la posada, pero si me voy ahora quizá no me dejen volver a entrar, así que...".

Mientras intento moverme sin llamar mucho la atención entre los criados y nobles que pasan a mi alrededor, suspiro. "Esto no es lo mío; debí haber forzado algo menos la situación con el jefe de las cocinas, debería haberme quedado allí". Aunque, si conseguía preguntar al otro lado, seguramente encontrara un trabajo mejor y para el que esté más cualificada.

Avanzas hacia la puerta que da paso al tercer patio y hacia la mole del Alcazar de Maegor. Pero cuando llegas a la puerta te encuentras que esta esta guardada no solo por dos guardias Capa Dorada si no por un imponente caballero metido en una armadura blanca.

Esto no va a ser tan sencillo como cruzar la primera puerta.

Me fijo rápidamente en el hombre de la armadura blanca. "¿Estará a cargo de la puerta? Posiblemente no, pero primero deberé hablar con él...". Es un contratiempo más: las capas doradas podrían ser la autoridad pero yo soy hija de una noble y estoy algo por encima de la ley; pero un caballero no tenía porque refrenarse delante de una bastarda.

Me acerco hasta él y cuando me vea, le digo:

- ¿Perdone, ser...? Soy Paula Piedra, y deseo acceder a la torre para hablar con el encargado del servicio.

El caballero niega con la cabeza. Te contesta que si tienes asuntos que tratar con el mayordomo real acudas a la Gran Sala o a las cocinas. A partir de este punto no hay motivo para que pases si no tienes nada que tratar con la familia real.

- ¿Y dónde queda la Gran Sala, ser? -le pregunto cortésmente. Sigo sus indicaciones (si me las da, sino busco o pregunto a alguien que vea solo) para llegar al lugar donde de nuevo probaré fortuna.

La Gran Sala se encuentra en el primer patio al fondo a la derecha dejando la Puerta de los Traidores a tu espalda. Pero desgraciadamente cuando llegas ahí te encuentras con que dos guardias te impiden la entrada. El rey Aerys se encuentra indispuesto y las audiencias han sido canceladas así que más vale que te largues del palacio si es que no trabajas aqui.

Decaída, emprendo el camino de vuelta a la posada con el ánimo bastante bajo. "Bueno, al menos sé donde tengo que venir mañana...", pero eso no llega a ser ni un consuelo mínimo. Lo primero que haré al llegar (espero saber volver, y no tener contratiempos) es pedirle a Vane una buena cena.

"... Ahora que lo pienso, mañana tengo que devolver el vestido a Meera, lo que ya me da una excusa para volver". Con algo más de fuerza, pero aún bastante desmotivada, me dirijo hacia El Dragón Furioso.

Llegas finalmente a "El Dragón Furioso" y cuando llegas la luz del corto dia invernal ya empieza a decaer. La sala principal ahora ya está mas animada pero encuentras un lugar donde sentarte al fondo de una mesa, algo lejos del fuego pero tranquilo. Finalmente tras dejar unas jarras de cerveza en una ruidosa mesa Vane se acerca y te pregunta si quieres comer algo.

- Si, no he comido nada más que el desayuno. Tráeme la cena que más llene... a un precio modesto -añadí finalmente. De todas formas no podría comer tanto como un hombre hambriento, y aún no sabía cuando encontraría trabajo, por lo que no estaba fuera de lugar comenzar a contabilizar mis gastos.

Ya que iba a cenar en el salón principal y no en mi habitación, aproveché para echar el ojo a los ocupantes de mesas cercanas...

Vane vuelve al cabo de poco con una sopa en la que flotan un par de trozos de tocino y algunos vegetales. Es un caldo consitente y consigue ahuyentar el frio de tus huesos. La taberna está llena de artesanos que se van emborrachando progresivamente, gente modesta, oficiales de talleres y pequeños coemrciantes.

Pago la cena y la devoro. No parece haber gente interesante con la que charlar en la posada, así que cuando acabe subo a mi habitación, lavo el vestido con el que llegué a Desembarco del Rey y me voy a dormir.

Al día siguiente, limpio el traje que Meera me dejó, bajo a desayunar y me preparo para volver a la Fortaleza Roja y seguir con mi búsqueda de empleo.

Vane pone delante tuyo un plato de gachas y una jarra de vino templado. Como hay poca gente en la taberna te dedica un momento.

Vaya un animo mas alicaido que tienes esta mañana. ¿Algún problema?

- No ha sido un buen día. Pero es mejor para El Dragón Furioso: contra más tarde en encontrar mi sitio, más semanas tendré que pagar por mi habitación -digo en tono amable, haciéndola cómplice de la broma-. ¿Es difícil cocinar bien? Tal vez tenga que dedicarme a ello en breve, y eso si me aceptan después de irme orgullosamente por considerarlo mal pagado...

Le pague la cena y una pequeña propina, por la amabilidad.

Vane se rasca la barbilla pensativa.

Cocinar no es dificil, aunque no se.... supongo que los gustos de la Corte serán más elevados. Aunque dejadme pensar... ¿sabeis contar? Quiero decir numeros grandes, y hacer sumas y restas de muchos numeros, e incluso divisiones. Ayer oí que en una tienda de especias en el Garfio buscan a un dependiente que sepa hacer cuentas. No tiene el brillo de un empleo en la Corte pero el comerciante que posee la tienda es un hombre importante que despacha a varias casas nobles y al mismo palacio real.

- Suena a gran oportunidad, aunque de ciencias sepa lo justo. Si mañana por la mañana no consigo nada, pasaré a ver -era un buen consejo, aunque si el trabajo no incluía alojamiento debería seguir desembolsando cada semana aquí. Quizá ha sido casualidad, o tal vez Vane sea más inteligente de lo que parece...-. ¿Tendré más oportunidades si digo que vengo de tu parte o de la posada? -pregunté con mi característica media sonrisa. Le dejo seis estrellas sobre la mesa-. Pago también el desayuno de mañana, y quédate con el resto.

Lo dudo, a fin de cuentas no soy más que una moza de taberna. Pero bueno podeis probar, supongo que la paga será incluso mejor que en muchas cocinas lavando ollas.

Coge las monedas y desaparece hacia la cocina

Termino de comer el plato de gachas (que no de degustar, pues aún no creo que se hayan hecho gachas que sirvan para algo más que llenar la barriga) y de beber el vino. Antes de acostarme, me aseguraría de lavar el vestido con el que vine a Desembarco, embarrado de camino a la posada.

Y por la mañana limpiaría el de Meera, con intención de ir a devolvérselo después de desayunar.

Termino de comer el plato de gachas (que no de degustar, pues aún no creo que se hayan hecho gachas que sirvan para algo más que llenar la barriga), pues necesitaré toda la energía que pueda conseguir para hoy, pero sin embargo dejo algo de vino en la jarra: mejor no presentarme a pedir trabajo demasiado avispada.

Se me presentaba entonces una incógnita en la que no había pensado: ¿debería coger el caballo esta vez? Ahora ya sé el camino y evitaría ensuciarme el traje; sin embargo, ¿dónde lo iba a dejar? No creo que me permitieran entrarlo dentro de la Fortaleza Roja. Opté finalmente por volver a caminar con el vestido de Meera doblado entre mis manos.

Pienso en intentar dar con ella durante un rato, y como posiblemente no lo consiga, podría dejarle a algún criado en recado, para seguir con mis asuntos. "Pero entonces no recuperaré mi antiguo vestido, y habré perdido uno. De hecho, si ella no saca el tema, no sé si me atreveré a decirlo yo: dijo que estaba hecho un desastre, a lo mejor lo ha tirado y todo...". Llego a la puerta de la Fortaleza e intento entrar para buscar a Meera.