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Desapariciones en Puerta de Plata (Finalizada)

Capítulo II: La ciudad de Puerta de Plata

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09/04/2014, 21:19
Director

El tiempo pasó muy lento una vez que Margueritte se despidió, con muchas ínfulas y cierta grandilocuencia. Aunque la sensación de que cabía la posibilidad de que fueran sus últimas horas, incluso después del alivio que había supuesto la llegada de la estirada heredera, hacía más llevadero aquel tiempo que podía ser el último y ayudaba a sobrellevar el hambre que les había vuelto a entrar a pesar del banquete que les habían llevado a la prisión en las primeras horas de encierro.

En ese plazo que pasaron encerrados, incluso vinieron los soldados para llevarse a uno u otro preso común o traer nuevos prisioneros a aquellas primeras celdas del pasillo. Ninguno de los hombres del Conde volvió a acercarse a ellos, ni siquiera a hacer caso de sus demandas.

Finalmente, sin duda después de muchas horas, vinieron a buscarles otros soldados, más bien caballeros a pie, de semblante serio y muy parcos en palabras, parecían decididos a no hablar más allá de las instrucciones necesarias para que se dejasen engrilletar para ser llevados a juicio. Vestían con armaduras completas con sobrevestas de Puerta de Plata y estaban equipados con espadas y escudos con la misma heráldica, les escoltaron en parejas a cada uno hasta el exterior.

El barracón, que volvieron a cruzar en su camino al exterior, estaba particularmente lleno de soldados fuera de servicio que les miraban interesados, pero serios y silenciosos. Había tensión en el ambiente. Apenas les sorprendió, cuando salieron a las ricas calles pavimentadas, lo bajo que estaba el sol. No podían quedar más de dos horas para anochecer; eso explicaba que el tiempo se les hubiera hecho tan largo: habían pasado más de un día encerrados.

Fueron conducidos hasta la fortaleza de Puerta de Plata, cuya campana argéntea tocó un único tañido en el mismo momento que atravesaban los portones interiores. No pudieron ver demasiado del inmueble, tan sólo un impresionante recibidor, de techos altísimos y abovedados ornamentado con armaduras, jarrones, tapices, cuadros y adornos de plata en profusión. Desde ahí atravesaron los grandes portones, desde los que les llegó un voz, tamizada por la madera que la aislaba, pero aún clara y profunda anunciando a “los acusados”.

Les hicieron entrar a lo que debía ser la sala de audiencias del Conde, una sala aún más recargada de adornos que la entrada y presidida, a lo lejos y sobre un estrado, por un trono que bien podría estar hecho de plata maciza.

A ellos les habían reservado una bancada corrida para los ocho hecha de madera, sin mesas, acolchados ni respaldos y situada a la derecha de la entrada. Frente a ella había una silla con cojines de seda y escritorio donde les esperaba Margueritte, vestida con sus sedas y terciopelos blancos y verdes, les dirigió una sonrisa confiada y segura. Los guardias se situaron tras ellos, en posición de guardia.

A la izquierda de la entrada había una cómoda butaca almohadillada donde estaba el Justicia de la ciudad, espléndido en su armadura recién bruñida, con ropas regias, capa de marta cibelina y joyas de plata suficientes para armar a una leva contra los hombres lobo. Se le notaba visiblemente nervioso, con el gesto torcido por la furia y expresaba en voz queda lo ultrajante de la situación.

En el trono reposaba, aparentemente tranquilo y sereno, una versión treinta años más vieja del Justicia, pero con el mismo aire de dignidad y regio porte. No llevaba armadura pero sus ropajes eran aún más recargados y ornamentados que los de – tenía que serlo – su hijo, el Justicia.

Pero no parecía ser él quien presidía aquella audiencia, en el centro de la sala había una sencilla banqueta de madera con asiento de cuero. Hubiera podido pasar desapercibida, o tal vez, haber sido una llamativa mácula en lo por lo demás ostentosa y regia sala. Pero en ella había una figura que atraía la atención, un hombre (probablemente) enfundado de pies a cabeza en una armadura tan bruñida que parecía de platino en lugar de acero. Su único adorno era, colgando de su cuello, el símbolo de una rama de la iglesia de San Cuthberth dedicada fanáticamente a la justicia. El individuo tenía un aura intangible de autoridad y poder que hacía imposible no mirarle y generaba una sensación extraña cuando clavaba en uno su casco, como si pudiera ver dentro de su alma todo lo que ocultaba.

Notas de juego

Prefiero dejarlo aquí para no aburrir ni agobiar con más texto del necesario, además de dar la oportunidad a todos de compartir una charla de camino al juicio o sus impresiones y pensamientos con la situación, para el fin de semana seguimos con el inicio del juicio.

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12/04/2014, 03:02
Jagg Hafferil

Vosotros habéis entendido algo de qué va todo este tema.- Dijo a todos y a nadie a la vez. -Un juicio en el que hay acusación, defensores, pruebas... y todo delante de un juez, ¿de dónde se han sacado todo eso?.

Al entrar en la sala, observa al justicia sentado con su aire altivo. -Que hermoso es. Tan bello y a la vez tan víl. Ojalá tuviese aquí mi arco para vengarme. Aunque sería una verdadera lástima perder a alguien con un pelo tan bonito.

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13/04/2014, 10:11
Gogri Grimhammer

Gogri, sabedor de que sus palabras en esas circunstancias eran como un golpe de hacha desafilada y frágil, calló. Apenas dejó que unos pocos gruñidos y murmuraciones enturbiaran el oscuro silencio en el que andaba envuelto. Se escudaba lo que podía en su armadura. Observaba con desconfianza tanta ostentación. La grandeza de la arquitectura enana no tenía nada que ver con el brillo de metales, aunque los pocos humanos que la conocían bien confundidamente lo popularizaban.

Tanta plata le resultaba molesta, un brillo innecesario aunque estuviera a punto de anochecer.

Para no ser más molestia, el enano se colocó cerca de Jagg, y esperó que fuera suficiente para no llamar la atención.

-Jagg - requirió -, esta pelea no se ajusta a ninguna de nuestras habilidades. Si hablamos, no podemos hacer otra cosa que mal, así que yo estaré callado a menos que me pregunten. Y si lo hacen...bueno...ya veremos.

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14/04/2014, 01:04
Alexandra

No les des motivos para tacharte de escoria—le murmuró Alex a Gogri a modo de sugerencia cuando el enano terminó la frase—. Es más divertido ver cómo se vuelven locos de frustración por no poder hacer algo. Te lo aseguro.

Y hablaba la experiencia. Aunque en aquel momento su mente estaba ocupada tratando de encontrar de nuevo la teoría que había tratado de encontrar cuando había visto al Justicia por primera vez, y dicha teoría radicaba en cómo era posible que el conde no se desconchase todas las mañanas al intentar afeitarse. O al menos eso le sugería su aspecto.

Quería observar primero de qué iba a ir todo aquello. Ponerse a parlotear como un coro de gallinas no ayudaba nada y como no tenían nada que ocultar, tampoco había urgencia por inventarse nada. Eso era lo importante.

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14/04/2014, 21:16
Justicar de San Cuthbert

Una vez que estuvieron sentados, la figura acorazada se levantó sin más ceremonia y con una voz potente y profunda, que sonaba enlatada dentro de su yelmo, pero clara y precisa dijo:

-“Soy el Justicar, imbuido por el sagrado San Cuthbert con la gracia de la justicia universal, y así reconocido por el Duque de éstas tierras. Se me ha llamado y he acudido para otorgar justicia en ésta cuita. Mi voz dictará sentencia con voluntad divina. El Conde heredero de Puerta de Plata actúa como acusación. La Duquesa heredera Delacoure du Lis actúa como defensa.” – había señalado a ambos, uno por uno. Luego dirigió su mano enguantada en dirección de los aventureros – “Se acusa a éstos hombres y ésta mujer de estar relacionados, de alguna manera criminal, con las desapariciones y secuestros que se vienen sucediendo en la comarca en los últimos tiempos, y que se han agravado en los meses recientes. Por ello han sido sentenciados a muerte en la horca.” – durante ese discurso había ido dirigiendo su yelmo a cada uno de ellos, un gesto frío e inhumano, que transmitía pura determinación y ninguna emoción. Hizo una pausa para darse tiempo a mirar al Justicia, antes de seguir hablando, aparentemente refiriéndose al futuro conde – “Consecuentemente se juzga también la orden de ejecución de ocho inocentes sin pruebas ni motivos reales.” –

Al oír las últimas palabras, el Justicia empezó una encendida protesta, acalorado y encendido; también Margueritte pareció sorprendida. Pero la mano del Justicar al abrirse en dirección del noble protestón, a la vez que clavaba la mirada de su yelmo en él, exigente y envarado, le hizo callar. Todos pudieron notar un escalofrío por la espina dorsal cuando el elegido hizo aquello.

El Justicar se sentó y miró a Margueritte, sin hielo en la apostura ésta vez, y dijo.

-“Proceda” –

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14/04/2014, 21:20
Futura Duquesa Delacoure du Lis

La joven noble así lo hizo, se levantó con un revuelo de faldas y se fue acercándose a cada uno de ellos, haciéndoles las mismas preguntas a todos, con el tiempo justo entre medias para darles tiempo a responder a cada uno. De vez en cuando, interrumpía la narración para llamar la atención sobre los aspectos de las declaraciones de los aventureros que evidenciaban más claramente su inocencia. Las preguntas siempre eran las mismas:

-“¿Tienes, has tenido, vas a tener o ibas a tener alguna relación con las desapariciones que han acontecido, trágicamente, en ésta comarca? ¿Estás, has estado o estarás relacionado con las personas culpables de las mismas, directa o indirectamente? ¿Tenías intenciones criminales o ilegales cuando entraste ayer en Puerta de Plata? ¿Conoces a alguien implicado en dichas actividades, relacionado con ellas o relacionado con alguien relacionado con ellas? ¿Hay algún motivo por el que debas ser ahorcado por los acontecimientos mencionados?” – antes de dejar contestar a cada uno, le susurró muy bajo, con notables nervios provocados claramente por la intimidante presencia del Justicar:

-“Recuerda responder con la verdad, no te vayas por las ramas, no des sospecha de estar eludiendo preguntas o distrayendo con tus respuestas.”

 

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15/04/2014, 02:18
Hugh Triond

Incomodo ante la situación y las miradas que sobre ellos se clavaban, realizaba inspiraciones profundas. Intentando así mantenerse calmado.

El juicio comenzó. Y con él, tras una tensa situación entre el justicia y el justicar en la que se pudo apreciar el poder moral y respeto que aquella figura ostentaba, la retaila de preguntas.

La tengo, mi señora. Mi hermana Lea Triond es una de las jóvenes desaparecidas. Es el motivo de mi venida a esta ciudad.- Le desagradaba emplear “esa” terminación con alguien de alta cuna. Pero no era tonto. Salvar el pellejo un día más y poder rescatar a Lea era mucho más importante que el orgullo. -Desconozco la identidad de esas personas, mi señora. Pero la única relación que guardaré con ellos, cuando la descubra, será la de llevarlos ante la justicia para hacerles pagar caro lo que han hecho.- Su voz era calmada, pero la sinceridad que pareció salir de ellas hacía pensar que su artífice no guardaba la menor duda en cumplir su palabra. –No, mi señora. El motivo de mi llegada, como ya dije antes, ha sido la desaparición de mi hermana.- No le gustaba hablar tanto. Tampoco tener que dar tantas explicaciones. Pero parecía vital en esa situación. - No, mi señora. No conozco a nadie.- Hugh no supo que más añadir en esta pregunta. –No soy culpable de la desaparición de nadie. Creo que he sido apresado por el único hecho de ser extranjero. Así que, salvo que esto último sea delito en esta ciudad, considero que no existe motivo alguno por el que deba ser ahorcado. Mi señora. - Sentenció.

El turno de preguntas paso al siguiente compañero. Hugh notaba como su pulso se había acelerado. -Me temo que esto solo acaba de empezar.

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15/04/2014, 04:43
Alexandra

A Alex empezaba a caerle bien aquel tipo enlatado, más que fuera por haber hecho callar de una soberana vez al condenado Justicia. Ella no podía en aquella situación, o al menos no como le gustaría.

Lo siguiente fue una avalancha de preguntas que tenía la sensación de haber respondido ya un millón de veces pero como supuso que aquella vez en concreto era la "oficial" pues se limitó a contestarlas. En momentos como aquel, la seguridad en si misma que le proporcionaba el saber que no tenía nada malo que esconder era el mejor de los apoyos con el que se aliviaba enormemente de contar.

La parte mala es que tendría que usar formalismos. Pero era lo que tocaba.

No soy culpable de la desaparición de nadie, mi señora. La única relación que tengo con las desapariciones acontecidas es que he sido víctima de ellas: mi hermana es una de las personas que se han esfumado—dijo para responder de la forma más completa pero concisa posible. Luego continuó con la misma tónica en la segunda pregunta:

No, no estoy, he estado, ni estaré relacionada con las personas culpables de las mismas.

Y en la tercera:

No, no tenía intenciones criminales ni ilegales cuando entré ayer en Puerta de Plata. Sólo vine buscando noticias de mi hermana.

Y en la cuarta:

No, no conozco a nadie.

Había contestado con sinceridad y sin dudas. La última no fue una excepción:

—No, considero que no hay motivo alguno para que deba ser ahorcada por los acontecimientos mencionados.

Llegados a este punto, tenía la sensación de ser una especie de gólem de manufactura gnoma que respondía de forma automática... pero le dio igual. Ahora la ronda continuaba con el siguiente compañero.

Si querían escuchar una declaración de inocencia, la iban a escuchar por octuplicado. Al margen de que existiese o no esa palabra.

Notas de juego

Como dijo el jefe, damos por sentado pues que Xelaver corrobora lo que digo yo.

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15/04/2014, 14:18
Gogri Grimhammer

Gogri resopló cuando comprobó que la mujer se dirigía hacia ellos y, uno a uno, realizaba las mismas preguntas. Al no ser el primero y al no tratarse de un combate, su mente revoloteó en busca de respuestas, como quien busca entre los frutales una pieza madura para comer en el momento, y desecha todas las que ve porque, aunque no se de cuenta, busca una tan perfecta que no existe. Así ocurría con el enano, que de tanto amagar posibles respuestas se encontró sin ideas y con la mujer delante de su cara.

-¿Tienes, has tenido, vas a tener o ibas a tener alguna relación con las desapariciones que han acontecido, trágicamente, en ésta comarca?

Gogri se tragó un salivazo que iba dirigido a las brillantes baldosas.

-Vengo, como ellos, buscando a alguien que ha desaparecido en esta localidad. En mi caso, su nombre es Luna, la hija de un amigo humano. Ella había heredado el cabello rojo de su madre y el entendimiento de la piedra de su padre, un entendimiento que bien podría haber sido verdadero...es decir, enano. No tengo otra relación con el asunto. Quiero encontrar a Luna y, para vuestro evidente placer, sacarla de la ciudad en cuanto pueda.

-¿Estás, has estado o estarás relacionado con las personas culpables de las mismas, directa o indirectamente?

-Yo no veo el futuro como hacen los magos y esas gentes. No sé con quién me relacionaré mañana. Sé que hoy conozco a este grupo que viene afligido por los mismos motivos que yo, y que voy en busca de Luna. Ya lo he dicho. Es de suponer que, cuando encuentre a Luna, tendré algo que ver con sus captores. Yo y mi hacha, se entiende.

-¿Tenías intenciones criminales o ilegales cuando entraste ayer en Puerta de Plata?

-No - Gogri miró muy fijamente a la mujer, con los ojos entornados y casi ocultos bajo las tupidas cejas.

-¿Conoces a alguien implicado en dichas actividades, relacionado con ellas o relacionado con alguien relacionado con ellas?

-Aún no, por los mismos motivos...lo del hacha, señora.

-¿Hay algún motivo por el que debas ser ahorcado por los acontecimientos mencionados?

Gogri se encogió de hombros.

-Eso depende de vuestras leyes, mujer. Si abordar a alguien que os espía es motivo de horca, será mejor que no pongáis un pie en mi tierra, pues os extrañaría descubrir que en nuestras ciudades los habitantes e incluso los extranjeros tienen derecho a preguntar por qué se les está siguiendo.

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15/04/2014, 18:33
Hank Daggerfell

Entrar en la fortaleza ya me había parecido sobrecogedor, pero la sala del juicio me hacía sentir como un mono de feria entreteniendo a un publico sediento de sangre. Nunca me había visto en esta tesitura (siempre he corrido más que mis perseguidores), y la novedad hacia que el pulso me tamborileara en las sienes. Afortunadamente no estabamos solos en esta liza. Era la primera vez que conocía de juicios con defensor y un juez justo que incluso hacía callar al acusador por muy noble que fuese (casi me dan ganas de aplaudir al Justicar), pero la idea me gustaba y espero que un día se actúe igual en el resto del continente.

En estos pensamientos estaba cuando me di cuenta que la sala entera estaba en silencio, y noté todas las miradas fijas en mi ¡Joder, mis compañeros ya habían hablado y esperaban mis respuestas! Algo azorado y rojo como un tomate, trato de recomponerme mientras hago memoria de las preguntas de la dama. Veamos...

¡Ejem! Bien, mi relación con la tragedia que se cierne sobre esta ciudad es tan sencilla como triste: una de las desaparecidas es una allegada mía. Su nombre es Mara, y antaño fué mi mentora y casi una madre para mi.- Recuperando algo de compostura, prosigo en un tono más tranquilo.- No mi señora, no tengo ninguna relación con los desgraciados que están llevando a cabo estas atrocidades.- Al escuchar la siguiente pregunta, me quedo pensativo unos segundos antes de contestar.- Mi intención al llegar aqui es encontrar a mi Mara y apresar a los culpables de este crimen. Aunque también os puedo asegurar, que emplearé cualquier medio a mi alcance para cumplir mi objetivo.- Las respuestas a las ultimas preguntas vinieron solas.- No, no conozco a nadie implicado en todo este asunto. Y no, considero que no he hecho nada para merecerme la horca, aunque esa decisión final depende de él.- y señalo con la cabeza al hombre de la armadura.

Terminado, miro sereno al Justicar mientras mis otros comnpañeros prosiguen.

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16/04/2014, 16:17
Aiden Stendahl

Aiden se mantuvo calmado. La presencia del Justicar le tranquilizaba. El podría ver la verdad, y la verdad era todo lo que necesitaba decir para que aquello se resolviese. Sus intenciones en aquel lugar eran honestas, por tanto nada tenía que temer.

Escuchó su discurso, sorprendiendose de la mención al conde. Aunque si lo que el Justicar buscaba era justicia, en su forma más pura y equilibrada, aquello encajaba. Quien mandaba ejecutar a inocentes sin motivo alguno merecía ser castigado.

Escuchó las preguntas de la señorita Delacoure y con calma empezó a responderlas.

-Mi única relación con las desapariciones es a través de Gina Caro... - trató de mantener la compostura al decir su nombre, siempre se le atragantaba pero aquel no era lugar para hacer evidentes sus sentimientos - sacerdotisa del templo de Pelor en la ciudad de Velkoměsta, del que soy guardián. Se encontraba en visita a esta ciudad cuando desapareció. Encontrarla es mi tarea. No soy causa de ninguna de las desapariciones, ni sabía de la existencia de la tragedia que tiene lugar en esta ciudad.

La segunda pregunta tenía una respuesta evidente una vez dada la primera. No era más que una redundancia, pero no era su cometido cuestionar los metodos de la futura duquesa, o de la cámara, sino responder.

-No conozco a ninguna de las personas implicadas en las desapariciones. Como ya he dicho, no sabía del problema hasta mi llegada a la ciudad. Mi única posible relación futura con los implicados es la de descubrir de quienes se trata y colaborar en llevarlos ante la justicia.

Pasó a la siguiente, la pregunta acerca de sus intenciones.

-Todo lo que buscaba al entrar en la ciudad era esclarecer el futuro de Gina Caro, y el de el resto de mujeres desaparecidas. Nunca tuve intención de violar ninguna ley ni de realizar actividad criminal alguna.

Entonces llegó la primera pregunta complicada. Pues no podía responder por las actividades de Lilya, pero se trataba de alguien con quien tenía no una, sino muchas deudas de gratitud. Sin tener idea de que había estado haciendo en los ultimos tiempos la conocía bien, era mucho más que probable que estuviese metida en algo, y no era aquel momento para mentir. Pero tampoco para delatarla.

-Conozco a una persona, cuyo nombre no voy a revelar pues no veo la implicación que puede tener con el caso que nos concierne, cuyas actividades en el pasado han sido cuestionables y a día de hoy se encuentra en Puerta de Plata. Mas por cuestionables que hayan sido nunca han tenido nada que ver con nada similar a lo que este juicio está tratando, y ocurrieron hace mucho tiempo y muy lejos de aquí – se decidió por decir simplemente la verdad, tuviese eso las consecuencias que tuviese – Solo declaro esto porque no quiero ocultar ninguna información que pueda entorpecer la visión del Justicar, no porque piense que es relevante para el juicio.

Pasó entonces a la ultima, el resumen de lo occurrido. Pese a no haber sido preguntado directamente decidió mencionar la escaramuza que había tenido. Si no lo hiciese el Justicar podría dudar del resto de su testimonio, y no era el momento de arriesgarse por algo menor.

-No existe motivo alguno que justifique llevarme a la horca. No tengo participación alguna en las desapariciones. No tengo conocimiento de los implicados y no me he reunido ni he colaborado con ninguno de ellos. Admito conocer a una persona que puede haber cometido, o no, algún tipo de delito, pero no relacionado con esta causa. - se detuvo un momento – Mi experiencia en la ciudad se reduce a haber entrado, dirigirme hacia el distrito inferior en busca de pistas sobre la muchacha desaparecida a la que busco, ser asaltado y defenderme intentando no causar daño alguno, y a continuación ser detenido sin explicaciones. Eso ha sido todo.

 

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22/04/2014, 00:58
Rislân del Valle

Rislân había tamborileado con los nudillos sobre la banca de madera todo el rato. Era extraño que los nervios cabalgasen sin pudor sobre su alma, atravesando la coraza que le habían otorgado la experiencia y la fe. La palabras "Los acusados" fueron un latigazo que le recordó que tal vez sus amigos, aquellos jóvenes valerosos, estaban allí en parte por su culpa y su incompetencia para domeñar su ira ante la injusticia. Paso a paso, hasta llegar a su asiento, el viejo se había ido apagando, haciendo pequeño y grisáceo, temeroso no por su destino sino por influir en el del resto.

Ni siquiera escuchó las declaraciones de sus siete amigos, que uno a uno fueron desgranando la espera bajo la atenta mirada de aquel Justicar, la gente y la propia conciliadora Duquesa. El monje confiaba en la palabra de San Cuthberth, en su enseñanza... pero no en su iglesia. ¿Qué fe tenía que escudarse en una armadura que no dejaba ver el rostro amable y humano del que impartía justicia? Aquello no hacía más que obligar a temer a la verdad, incitar a mentir, recelar de la religión. Por eso él no seguía más que su propia doctrina, ajeno a cualquier rigor clerical, falsos preceptos creados para falsos reyes que usaban la doctrina como herramienta.

"No mientas", se repitió a sí mismo, en un mantra interno. Nunca mentía ¿por qué iba a hacerlo aquella vez? El rostro de su esposa, frío, desgarrado, aparecía en su mente cuando cerraba los ojos. La cara del muchacho al que había colgado, tirado entre los orines y cerveza rancia del suelo de la taberna le atormentaba. Lo buscó entre el público ¿habría sobrevivido? Lo que no sobrevivía nunca era la mentira, que nunca vive lo suficiente para llegar a vieja.

Cuando sintió el perfume avainillado de la Duquesa abrió los ojos y se forzó a vestirse una sonrisa conciliadora. Aparentar una paz que no tenía. Notaba el peso de las miradas de la muchedumbre. ¿Cuánta gente había allí? ¿Trescientas? A partir de cierto punto, las cifras dejan de importar, y lo único que queda es la masa sin rostro de una multitud. 

Al hablar, el anciano no adoptó un porte orgulloso. Tampoco se mostró arrepentido. El Justicia, aquel joven, estaba ridículo, plantado cerca del centro con actitud petulante e impaciente. Tenía los brazos cruzados y sus labios componían una leve sonrisita. El monje desvió la mirada, dándole a entender que su presencia no le preocupaba lo más mínimo.

"La verdad, no te vayas por las ramas, no des sospecha de estar eludiendo preguntas o distrayendo con tus respuestas." 

— Mil trescientos setenta días me unen con las desapariciones, Duquesa Delacoure. Mi esposa, mi hija... - dijo con cierta nostalgia pero sin perder la compostura o denotar tristeza - fueron atacadas en esta comarca cuando se dirigían al mercado. No sé si fue la primera o había habido otras muertes desgraciadas en los alrededores, fruto de la misma rabia, pero no cabe duda que desde aquel día comenzó mi relación con Puerta de Plata. 

Tomando aire por la nariz, Rislân continuó:

— Y mi intención es averiguar el paradero de Melissa antes de morir. Veréis que ella no es mucho más joven que vos, mi señora, pero siempre fue una chica lista, despierta y con alma de luchadora. Su madre murió protegiéndola, y estoy seguro que mi hija sigue viva, sufriendo cada día. Así que sí, tendré relación con las desapariciones.

Salvado el primer escollo, atendió con la misma sonrisa conciliadora a la Duquesa ante la segunda cuestión.

— En lo que respecta a mi relación con los culpables... no puedo decir si la he tenido o no. Siento la mirada inquisidora de la muchedumbre sobre mí y eso me hace pensar que quizá es probable que el culpable de estas desapariciones está entre nosotros, regocijándose de que, de nuevo, inocentes sean culpados sin razón. - hizo una pausa dramática, observando a los curiosos, los guardias y la propia Duquesa - Pero aún no tengo rostro ni nombre para el que causa tanto daño, por tanto no, no he tenido relación con él.

Las últimas cuestiones eran más delicadas aunque Rislân se sentía más a gusto cada frase que decía. Sabía que la gente esperaba que terminara de hablar para continuar con aquella pantomima de juicio, por eso decidió contestar con tranquilidad, dejando bien claras las intenciones de sus amigos y las suyas:

— Mis intenciones siempre son hacer el mayor bien posible, pues una sonrisa de un pobre, una herida sanada de un noble o un agradecimiento de un dios, valen lo mismo para mi. Es trasmitir bondad. No conozco ira que se cure con más ira. Por tanto no pretendía dañar ni causar inconvenientes a la justicia de este lugar, ni hacer nada ilegal. Si he causado dolor es porque no se me ha dado la oportunidad de reparar el daño. Lamento mucho mi actitud si no ha sido la esperada de un hombre como yo, pero la injusticia es algo que, como el Justicar podrá apreciar, superior a las fuerzas del que cree que se comete. En cuanto a si conozco a alguien implicado en dichas actividades la respuesta es no. Los únicos amigos, compañeros, son estos jóvenes que me acompañan en el banco - dijo señalándolos con una mano casi imperceptiblemente nerviosa - a los que no deseo ningún mal y no tienen culpa de nada. Respetad la flor de la vida. Si hay que ahorcar a alguien, que sea a mi, pero no veo motivo por el cual ninguno de los acusados sean culpables más que de seguir los designios de su corazón ¿hay algo más bonito y loable que eso?

Miró fijamente a los ojos inexistentes en la máscara del hombre o mujer que impartían justicia y luego se sentó, bajando los párpados y recluyéndose de nuevo en sus pensamientos. No podía fallarle a Melissa ahora que había encontrado almas afines, unidas por el dolor de perder a seres queridos, y que podían ayudarle a encontrar a su hija y que el alma de su esposa descansase en paz.

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22/04/2014, 22:33
Justicia Puerta de Plata

El yelmo completo del Justicar había ido girando para posar su “mirada” en cada uno de ellos según hablaban. No dijo nada y ningún gesto le movió, como si fuera una estatua de metal.

El Justicia Puerta de Plata, en cambio, no cesaba de bufar y dirigía miradas de odio a cada uno según hablaban. Sonrió con suficiencia cuando Hugh dijo haber sido acusado por ser extranjero, pero tuvo que mirar incrédulo cómo ni Mageritte ni el Justicar expresaban el más mínimo rechazo a dicha situación. Mostró una cierta ira en la mirada cuando Alex mantuvo una compostura perfecta, sin perder los papeles. Su sonrisa se curvó con satisfacción cada vez que Gogri hablaba de emplear su hacha, pero su gesto mostró una torpe incomprensión unos segundos con sus palabras finales, aparentemente lento de entender si se había inculpado en algo o no. El odio de su mirada creció cuando Hank no dio pie ni a al más mínimo pero en su alocución. El mismo odio que estaba usando contra Aiden hasta que mostró debilidad ocultando el nombre de su contacto, momento en que su mirada se tornó aviesa y su sonrisa astuta, algo que obviamente distaba de ser realmente. Pero donde la sonrisa tomó una aire auténticamente lobuno y su mirada se hizo de depredador fue cuando el anciano Rislân terminó sus propias palabras.

Con aire digno se levantó y carraspeó. Iba a comenzar su discurso, cuando el Justicar le interrumpió para concederle la palabra y que expusiera su versión de los hechos, ahogando sus primeras sílabas con su propia voz, mucho más segura, potente y grave.

-“Si, claro. Con la venia, por supuesto. Que un extranjero ha de ser el culpable resulta obv…” – las palabras parecieron atrancarse en su boca, a la vez que el puño del Justicar se cerraba en el aire, lo que hizo que sus ojos se desorbitasen por la sorpresa y el miedo – “probable. Ser extranjero debe, por tanto, ser considerado un motivo de acusación. Todos lo son, varios lo han reconocido explícitamente, otros de forma implícita. Desde que se ejecuta a los extranjeros problemáticos las desapariciones han descendido notablemente y todos éstos vándalos entraron en mi… quiero decir, nuestra ciudad con armas y armaduras de guerra o esgrimiendo magia. Han conjurado y hechizado contra ciudadanos ¡incluso contra mis soldados!” – el Justicia relató cómo había recibido una denuncia de un ciudadano de bien, informador del ejército, de que había sido conjurado de alguna forma por Xelaver para verle con buenos ojos. Hizo una pausa dramática

– “Lejos de ser la única prueba. Este hombre” – señaló a Rislân con el dedo – “atacó a mis soldados, y no sólo con magia, cuando fue apresado y uno de ellos hubiera muerto, si no llega a ser por la diligencia de sus compañeros al atender sus heridas fatales. Tal es el tipo de personas que aquí se defienden.” – hizo otra pausa antes de continuar.

-“Y esas, aunque innegables y grandes, no son todas mis pruebas. Puesto que desde que éstos extranjeros están en prisión no se ha producido ni una sola desaparición más, ni en la ciudad, ni en la campiña cercana.” – ahora fue Margeritte quien lanzó una risa despectiva, seguida de una queda disculpa dirigida al Justicar.

-“Claramente podríamos saber, preguntad, Ilustrísima, si es que lo dudáis. Que todos ellos han matado hombres con anterioridad, apuesto a que varios son incluso delincuentes…” – era obvio que pensaba continuar, pero la elegante pelirroja le interrumpió, tras recibir un gesto del Justicar al dirigirle una exigente mirada de súplica.

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22/04/2014, 22:38
Futura Duquesa Delacoure du Lis

-“¡Alto! Recuerdo a todos los miembros de éste juicio que aquí lo que se juzga es la implicación de éstas personas en las desapariciones, que es el motivo por el que se les va a colgar. Sus posibles o inexistentes pendencias anteriores o si han tomado un tomate sin permiso de puesto callejero o si conocen a un ladrón o sólo a santos varones no tiene importancia aquí.” – su tono de voz, chillón de por sí, se había agudizado con un punto de histeria, pero el Justicar asintió lo que hizo que su gesto, serio y seguro también adquiriese serenidad para continuar – “Así que, si su Excelencia tiene algo más de provecho que añadir, puede continuar. Pero no para sacar trapos sucios de mis defendidos que no tengan que ver con demostrar su implicación en las desapariciones y/o secuestros de la comarca Puerta de Plata.”

El Justicia, con odio en la mirada, hizo un gesto displicente dando a entender que había terminado de hablar y transmitiendo desprecio por aquellas normas.

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22/04/2014, 22:39
Justicar de San Cuthbert

Con ello el Justicar se levantó, se apoyó en su inmenso espadón, casi de verdugo, plateado brillante y sentenció:

 

-“Escuchadas las partes, resuelvo que los acusados son claramente, insultantemente añadiría, inocentes de participar en las desapariciones acontecidas. Antes bien parecieran víctimas de ellas. No se sustentan los argumentos de acusación. Habrán de ser indemnizados con 50 monedas de oro por apresamiento indebido, aunque el conocido como Xelaver incurrirá en una multa de 15 monedas de oro por hechizar a un ciudadano sin riesgo ni menoscabo para el mismo y el conocido como Rislân con la totalidad de la indemnización por asalto a la autoridad en defensa propia. Respecto al Conde heredero de Puerta de Plata es culpable de ocho intentos de…” –

Su parrafada de sentencia fue interrumpida por los alaridos histéricos del Justicia.

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22/04/2014, 22:40
Justicia Puerta de Plata

-“¡No! ¡Inaceptable! ¡Yo soy la ley en ésta ciudad! ¡Mi palabra es la ley! Exijo un juicio divino. ¡Como noble es mi privilegio!” – el Conde, padre del Justicia, en su trono elevado crispó sus manos en los reposabrazos hasta quedarse con los nudillos blancos, pero no hizo nada más. La duquesa heredera lanzó un sonoro “¡Oh!” antes de quedarse sin palabras, por primera vez desde que la habían conocido.

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22/04/2014, 22:41
Director

- “Concedido” – la única palabra del Justicar resonó, atronadora, impersonal y sin sentimientos, por una sala que se había sumido en el silencio más sobrecogedor.

Notas de juego

Disculpad la secuencia de post, es por avanzar un poco en ésta parte que tiene poco margen de maniobra.

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22/04/2014, 22:42
Director
Sólo para el director
- Tiradas (6)

Motivo: Sabiduría Aiden

Tirada: 1d20

Dificultad: 10+

Resultado: 14 (Exito)

Motivo: Sabiduría Alex

Tirada: 1d20

Dificultad: 10+

Resultado: 1 (Fracaso)

Motivo: Sabiduría Alex

Tirada: 1d20

Dificultad: 15+

Resultado: 16(+1)=17 (Exito)

Motivo: Sabiduría Hank

Tirada: 1d20

Dificultad: 10+

Resultado: 6(+2)=8 (Fracaso)

Motivo: Sabiduría Hugh

Tirada: 1d20

Dificultad: 10+

Resultado: 3(+1)=4 (Fracaso)

Motivo: Sabiduría Rislân

Tirada: 1d20

Dificultad: 10+

Resultado: 6(+3)=9 (Fracaso)

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22/04/2014, 22:46
Director

Ninguno de ellos conocía apenas nada de leyes, más allá de que los nobles hacían lo que les placía y uno que robase, violase o matase se enfrentaría a penas crueles. De modo que no entendían nada de lo que pasaba allí

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22/04/2014, 22:47
Director

Gogri no sabía mucho de leyes humanas. Bueno, tal vez no sabía apenas nada de leyes humanas. Pero aquella era la excepción, esa tradición de los juicios divinos estaba también arraigada ente los honorables enanos, que dirimían en duelos las afrentas al honor entre dos enanos que no podían encontrar un punto en común en cuestiones de vida o muerte.

Un juicio divino era un combate a muerte entre alguien y aquel que le ofende o acusa o a quien acusa para que los dioses diriman quién dice la verdad. Ahora cualquiera de los aventureros – y, tal vez, el Justicar – podía aceptar un combate a muerte con el Justicia o éste quedaría exonerado… Y probablemente ellos vistos como culpables.

Notas de juego

Señalar que este post es sólo para ti, es probable que algunos de tus compañeros no lo sepan, por si decides que quieres advertirles de un modo u otro.