Jamie "Bull Terrier" Brooks es uno de esos bastardos que contribuyen a que la ciudad sea un inmenso pozo putrefacto lleno de desesperación y miedo. Posicionado como uno de los lugartenientes de los Nine, Bull Terrier goza de una fama y un respeto, que se ha ganado gracias a la sangre derramada. Su locura, sus deseos de poder y su necesidad de ser temido, lo han llevado a cometer toda clase de crímenes. Aunque sin lugar a dudas, el peor de todos los cometidos, ha sido el de tomar vidas rotas por la sociedad y arrastrarlas hasta lo que el llama vulgarmente como "la jaula"
Tratados como meros trozos de carne, los reducía a poco más que esclavos que utilizar en su enfermizo negocio. Obligados a luchar hasta la muerte para el divertimento de las más depravadas figuras de la ciudad, pocas son las almas que logran sobrevivir durante más de unas pocas semanas. Rafaela, arrastrada por un error a aquella vida de luchar o morir, ha logrado llamar la atención de Bull Terrier. Fascinado por su belleza, su destreza marcial y el fuego interior que arde en la joven, la ha liberado de "la Jaula" y vestido con los colores de los Nine. Eso le ha otorgado cierto prestigio y respeto en el barrio, pero en el fondo sabe que Bull Terrier tan solo la exhibe como un trofeo, como un pedazo de carne bonito y mortal que domina a su antojo. Sin duda, una forma más de demostrar su poder. Pero como bien saben las pobres almas que habitan en Paradise City, todo diablo tiene un amo y Bull Terrier, pese a ferocidad, no es más que otro perro con collar y bozal.
Durante los últimos cuarenta minutos, Rafaela ha permanecido en completo silencio sentada en la parte trasera de una pequeña carnicería. Bull Terrier se encuentra pálido como un cadáver, con una mano esposada a una mesa metálica, con la cabeza agachada y guardando un silencio sepulcral. En la estancia también se encuentran tres Nine más, todos ellos portando con orgullo las chaquetas o chalecos de color violeta de la banda, con el número nueve marcado sobre ellas. Aunque a diferencia de Bull Terrier, todos ellos se encuentran relajados, charlando entre ellos y comentando el partido que están televisando.
Trabajando sobre la mesa metálica con una destreza que tal solo el tiempo otorga, Dwight "El carnicero" (Uno de los cinco Nine originales y uno de los nueve líderes de la banda) trabaja con sus cuchillos deshuesando y troceando la carne que después, envuelve con mimo y entrega a unas encantadoras ancianas que pacientemente, aguardan en la tienda. Tan solo cuando las ancianas abandonan el local, el Nine original regresa a la parte trasera.
Con esmero pero con calma, limpia sus manos y se desprende del grueso delantal que porta. Tras comprobar que su traje y su corbata no han sufrido ningún desperfecto, decide por fin hacerse cargo del problema que ha surgido. Bull Terrier permanece en completo silencio, sabe que si pronuncia una sola vocal, El Carnicero le cortará la lengua, la troceará y se la hará tragar.
La presencia de Dwight, con su metro ochenta y cinco resulta de lo más imponente. Aunque son los rumores que corren sobre él, lo que sin duda lo convierten en alguien tan aterrador. Según cuentan, su maestría con los cuchillos es tal, que no son pocos los enemigos que han sido destripados sin tan siquiera percatarse de ello.
-Bajar eso, tengo asuntos importantes que tratar.
La voz de Dwight es poderosa, autoritaria y de alguna forma, afilada y mortal como uno de los cuchillos que tiende a empuñar al entrar en combate. Aunque Rafaela está segura de que unos meros cuchillos no suponen un verdadero peligro para ella, el mero hecho de aplastarle la cabeza con sus manos, pese a otorgarla cierto estatus en la ciudad, seguramente la acabaría convirtiendo en una presa para todos aquellos que deseen comprender su poder o utilizarla de alguna forma. Aún deberá de plantearse que hacer con sus nuevos poderes, pero por el momento y dado su reciente descubrimiento, aún no ha logrado responde a tales preguntas.
-Soy Dwight, uno de los nueve Nine originales. Lo más probable es que no tengas ni la más remota idea del motivo por el que formamos esta banda. Muchos creen que fue por poder, pero en realidad fue por protección. Los Nine nacimos y crecimos en estas mismas calles y durante años, tuvimos que sufrir los abusos que los blancos ejercían sobre nosotros gracias a la riqueza que poseían. Las raíces del racismo están fuertemente arraigadas en las almas de los habitantes de la ciudad. Fueron pequeñas cosas las que finalmente nos empujaron a actuar, pero cuando por fin lo hicimos, decidimos no parar hasta obtener el control de nuestro distrito y poder mantener a nuestra gente a salvo.
Tomando una silla metálica, la deposita frente a Rafaela para instantes después, tomar asiento y poder así, mirarla a los ojos
-Las calles se llenaron de sangre durante lo que denominamos, la purga de los amos. No fue bonito ni agradable, pero hicimos lo que tuvimos que hacer para liberar a nuestra gente de las garras de nuestros supuestos amos. Verás muchacha, sé que eres nueva en la ciudad, pero pronto comprenderás que aquí no existe el bien o el mal, ni el blanco ni el negro. Todos estamos perdidos en un mar de tonalidades grisáceas. Hacemos lo que tenemos que hacer para proteger nuestro territorio y a las personas que viven en él. Las dos ancianas que has visto ahí fuera, no tienen nada. A la ciudad no le importan absolutamente nada, para el alcalde y demás figuras de poder, solo son dos ancianas que nadie echará de menos si mueren mañana mismo. Pero ellas son de los nuestros, una de ellas me regalaba caramelos cuando era pequeño y la otra, remendaba mi ropa estropeada. Ahora yo cuido de ellas, ahora...yo cuido de mi gente. Eso es ser un Nine...algo que algunos parecen haber olvidado.
Bull Terrier se remueve inquieto, pero continúa guardando silencio. Resulta casi imposible comprender cómo un hombre capaz de hacer frente a diez enemigos sin acobardarse, se encuentra dominado por un pánico tan palpable como el que desprende cuando lanza una rápida mirada al Carnicero.
-Ofrecemos protección a los comercios a cambio de una pequeña comisión, la cantidad es tan ridícula que ninguno pone objeción alguna en pagar. ¿Saber por qué? Por una sencilla razón, saben que con nosotros están seguros. La policía no entra aquí, nosotros actuamos como jueces, jurados y si es necesario...verdugos. La justicia de la policía solo es un para unos pocos privilegiados, la nuestra es simplemente...implacable.
Poniéndose en pie, camina lentamente hasta colocarse una vez más en la mesa metálica. La cual ahora resplandece tras haber sido limpiada por uno de los Nine presentes. El Carnicero toma un estuche de tela y lo desenvuelve sobre la mesa dejando a la vista diversos cuchillos de acero inoxidable. Hay al menos diez de ellos y todos y cada uno, diseñado para un uso concreto.
-Nosotros hacemos del combate un espectáculo. Localizamos a grandes luchadores por todo el mundo y les ofrecemos la posibilidad de participar en nuestro torneo. La policía cree que secuestramos y amenazamos a los luchadores, pero la verdad es que simplemente les hacemos una oferta. Algunos deciden participar por la gloria de la victoria y las grandes sumas que se embolsan. Otros, para reducir sus condenas o incluso, liberarse de la prisión. Somos como una escuela de gladiadores, que preparan desafíos para llevar al límite la fuerza, la velocidad, la resistencia, la astucia y la inteligencia de los luchadores. Ante un espectáculo así, existe un amplio sector capaz de invertir inmensas fortunas por tener simplemente el privilegio de poder ser testigos de los espectáculos que ofrecemos.
Con un gesto de la mano, invita a Rafalea a ponerse en pie y acercarse hasta la mesa metálica a la cual está encadenado Bull Terrier.
-Este perro rabioso te ha convertido en una Nine, pero no te ha enseñado lo que eso significa. Pero además, ha hecho algo imperdonable. Te ha convertido en una esclava y te ha obligado a combatir a muerte contra tu propio deseo. Somos muchas cosas, muchacha, pero no esclavistas. Así que ahora van a pasar dos cosas. La primera es que decidirás el destino de Jamie Brooks, la segunda, es que desde ahora estarás a mi lado. Yo te enseñaré lo que es ser un verdadero Nine y qué representamos. Ahora elije... -El Carnicero toma un enorme machete, un cuchillo tremendamente fino, que casi parece un punzón y una pequeña llave para las esposas. -Te ofrezco cuatro alternativas. La primera es cortarle la mano y convertirlo así en lo que más odia, un tullido. La segunda, es hacerle caer en el olvido de la muerte. La tercera, dejarlo en libertad pero exiliándole para siempre de los Nine y nuestro territorio, convirtiéndole así en un paria sin absolutamente nada. La cuarta y última opción, es enviarlo al complejo, donde se formará como gladiador y participará durante los doce siguientes meses en las competiciones más mortales y duras. Será prácticamente imposible que sobreviva, pues carecerá de representante y no se le ofrecerá más que lo estrictamente necesario. Será una muerte lenta y agónica...Ahora, muchacha, elije su destino y libera así tu alma de los pesares con los que te han marcado.
El alivio que había sentido cuando había visto a Bull Terrier sometido por sus hermanos contra el suelo de su propio apartamento, se había ido desvaneciendo durante el viaje en la camioneta, al comprender que su destino estaba ligado al suyo irremediablemente. Ël la había hecho lo que era, ella le servía y si él caía…
Cuarenta largos y tortuosos minutos de espera después, la incertidumbre la carcomía y volvió a presionar su mano contra la rodilla que subía y bajaba rebotando en su talón sobre el piso blanco de la carnicería. Sus manos sudaban y se buscaban la una a la otra mientras su mente se revolvía tratando de encontrar una salida, una que no implicara matarlos a todos para salvar su vida y proteger su secreto.
Finalmente algo sucedía. Siguió con atención lo que parecía un ritual del que a todas luces era la autoridad allí, sorprendida y casi desesperada por la parsimonia en sus movimientos antes de que se acercara. Cuando al fin lo hizo ella se encogió un poco mas ocultándose, agachada sobre sus manos entrelazadas que colgaban entre sus rodillas, murmurando una corta oración a sus ancestros, solo para enderezar la espalda luego, dejando el sudor de sus manos en en los jeans al frotarlas en sus muslos, creció un poco y se preparó para enfrentar lo que fuera que viniera.
Con la espalda apoyada en el frío muro del local encaró a esta imponente figura de ébano que, tenía que admitirlo, la impresionó solo con su presencia. Sus palabras no hicieron menos; estaba lista para luchar, no para que alguien como él le hablara así, no sabía como reaccionar y solo pudo escucha, confundida.
Poco a poco sus manos se habían ido relajando y por un momento hasta se había olvidado de Jamie, hasta que el sonido de las esposas le hizo mirarlo de nuevo y revivir el odio que había reprimido por tanto tiempo, ahora cebado por la realidad que Dwight le revelaba. Obediente, se levantó y se acercó cuando él se lo indicó, clavando en el cautivo una mirada tan fría y afilada con las hojas desplegadas sobre la mesa, escuchando y aún guardando silencio un poco después de que Dwight pusiera en sus manos el destino de uno de los suyos.
-Hice cosas… me convenció de que no tenía otra opción, de que así debía ser…-
Apretó las mandíbulas incapaz de hilar el torbellino de pensamientos, de oscuros y sangrientos recuerdos. Bueno, la realidad era que se había convencido a sí misma pero no sería capaz de reconocerlo cegada por la rabia y aunque ya no podía identificarla, la culpa. Con los puños apretados, se acuclilló frente a Jamie para mirarlo a los ojos al hablar.
-Él me convirtió en su perrita y me exhibió como a una mascota bien entrenada.-
Con una sonrisa tensa en el rostro y los ojos cristalizados, pero con mucha calma, desabrochó la pesada cadena plateada de gruesos eslabones que llevaba al cuello, obsequio de su amo tras matar a su primer contrincante.
-Quiero verlo pasar por lo que me hizo pasar, quiero verlo sangrar y luchar por el derecho a vivir solo para seguir peleando. -
Dijo mientras le devolvía el regalo, abrochándolo alrededor de su cuello, luego se levantó, irguiéndose frente a la figura empequeñecida del condenado.
-Este perro no merece otra cosa que no sea morir en la jaula.-
Sin poder contenerse pateó de lleno el rostro oscuro de Bull Terrier, escupió a sus pies y luego apartó la mirada con desprecio para no volver a mirarlo, en cambio, encaró a quien tanto la había impresionado. Tomó de su mano las llaves y la lanzó hacia otro de los hombres que estaban allí para que lo liberara. Si tenía siquiera que tocar de nuevo a Jamie, lo despedazaría así que mejor se concentró en Dwight.
-El me hacía llamarlo "amo" ¿Como debería llamarte a ti?-
A pesar de que tener que alzar la mirada para verlo a la cara su actitud se había vuelto desafiante, producto de la tensión, de la rabia, que se acumulaba en su cuerpo y de ya no saber donde estaba parada realmente.
El crujido que produce la nariz de Jamie al quebrarse bajo la fuerza del golpe recibido, sin duda proporciona un placer inigualable a Rafaela. Pues no solo ha quebrado el orgullo de su captor, sino que acaba de romper el eslabón de la cadena que la mantenía esclavizada. Pese a todo, el instinto de aplastarlo...de destruirlo por completo, arde con intensidad en su interior. Pero a diferencia de lo que Bull Terrier creía, ella no es un animal. Así que dominando sus instintos más primarios, le otorga un castigo ejemplar. Bull Terrier será arrojado a un lugar donde las probabilidades de supervivencia son, en el mejor de os casos, prácticamente nulas. Se enfrentará a un aciago destino y vivirá cada segundo que le quede de vida sin saber cuando le llegará su hora.
Con aquel asunto arreglado, nada queda ya que tratar en aquel lugar, así que tomando su chaqueta, Dwight invita a Rafaela a acompañarlo hasta el exterior. Una vez allí, alza la vista para contemplar el cielo grisáceo que los envuelve, se ajusta su chaqueta, se sube el cuello de la misma y guarda las manos en el interior de los bolsillos.
-Todos los Nine disponen de dos nombres, el primero es el más obvio y es aquel que obtienen al nacer. El segundo, es el que reciben de parte de sus hermanos. Habitualmente, antes de la ceremonia de iniciación, el nuevo miembro ya es conocido por algunos de los nuestros, quienes le otorgan un apodo. Dicho esto, yo soy Dwight el Carnicero. Así que puedes llamarme por mi nombre, mi apodo o simplemente, D.
El aire frío y fresco parece ser del agrado del Carnicero, quién toma varias bocanadas de aire disfrutando del momento. Pero tras un breve lapso de tiempo en silencio, se acerca hasta un mercedes de color negro que hay aparcado a la entrada de la carnicería y tras montar en él, de nuevo invita a Rafaela que le acompañe.
-Ser un Nine tiene sus privilegios, pero también sus obligaciones. Las reglas son sencillas, pero el castigo por incumplirlas es bastante desagradable. Somos una gran familia, todos cuidamos de todos y ningún Nine deja a nadie atrás. Nueve somos los líderes, aunque Marcus es quién tiene la última palabra en todo a lo referente a los Nine. Aunque no creo que sea buena idea atosigarte sobre quienes somos o lo que representamos.
El viaje en coche no es muy largo por lo que no tardan demasiado en regresar a un lugar que Rafaela conoce bien. Dwight detiene el coche frente al club que poco antes, estaba en posesión de Jamie. Con el motor aún en marcha, vuelve la vista hacia Rafaela, mostrando en todo momento un aspecto relajado y tremendamente serio.
-Ser una Nine fue algo que te impusieron, no fue algo que elegiste. Así que debes de elegir si realmente deseas pertenecer a un lugar, si realmente deseas tener una familia o si simplemente prefieres dejar atrás este capítulo de tu vida. En la guantera del coche tienes dos sobres. El de la derecha tiene dinero suficiente como para que puedas abandonar la ciudad y comenzar de nuevo donde tu quieras. El segundo, tiene las llaves del club.
-Jamie apenas obtenía beneficios del club, jamás le importó lo más mínimo puesto que se llenaba los bolsillos con las peleas ilegales que desarrollaba en el sótano. Ahí dentro hay dos de los nuestros, dos buenos hermanos que te enseñaran más sobre nosotros. También estará Nancy, ella no es una Nine, pero es del barrio, así que es una de nuestras protegidas. Es una chica lista que ahora mismo está revisando las cuentas, se le da bien gestionar locales, por lo que si decides quedarte con nosotros podrá ayudarte a convertir el club en algo mucho más rentable. Podrás quedarte con el 20% de los beneficios que consigáis, por lo que si eres una chica lista y trabajas duro, podrás conseguir una buena cantidad de dinero. Por último, la casa de Jamie estaba sobre el club. No es ningún paraíso y mis chicos ya se han encargado de sacar toda sus pertenencias, por lo que podrás quedarte en ella. Los Nine cuidan de los suyos, muchacha, pero también somos rápidos en impartir justicia cuando la situación lo requiere. Te sugiero que tomes ambos sobres, entres en el club y aprendas un poco más sobre nosotros antes de precipitarte en una decisión.
Lo siguió sin dar una segunda mirada a Jamie, aunque aún quedaba mucho antes de que pudiera hacer lo mismo con su pasado. El espacio abierto y el aire fresco logran traerle un poco de calma, suficiente para escuchar a Dwight presentarse con mas detalle. Junto a él respira mejor, compartiendo con él aquel momento, el primero de auténtica libertad en mucho tiempo, aunque tal vez la libertad siguiera siendo una ilusión, en ese momento poco importaba, se sentía bien, se sentía liberada.
Una vez en el auto aquella sensación se dispersa con el discurso, continuación del que D había empezado en la carnicería. Parece propaganda barata y sin embargo algo, un vacio viejo, ignorado por mucho tiempo dentro de ella punza ante la posibilidad de llenarse. Una familia, es lo que describe, una violenta pero unida familia es lo que le describe.
Con la mirada perdida en algún punto lejano en la distancia, en su slencio Rafaela se debate entre las promesas del Nine y sus anhelos. Una cosa parecería imposible de encajar con la otra, en otro tiempo, en otra vida, pero ahora es lo que queda para ella o al menos es lo que pareciera restar.
Finalmente al sentir la mirada pesada del fundador sobre ella se volvió para mirarlo y no ocultó su sorpresa al escuchar que tenía opciones, podía decidir, algo muy nuevo desde que había entrado en este mundillo oscuro y sangriento, y no era fácil, no sabía que hacer con ese poder de decisión.
-Esto es lo que soy, en lo que me he convertido. No sabría ser otra cosa…-
Pero eso en lo que se había convertido ¿era una Nine? Este pensamiento le hizo detenerse antes de continuar con una respuesta que por impulso estuvo a punto de dar. Aún con la boca entreabierta sus ojos se movieron inquietos y finalmente asintió volviéndose hacia la guantera y tomando los dos sobres estiró, la espalda, tomó aire y volvió a mirarlo.
-Si todo lo que me has dicho es verdad, cuando vuelvas por una respuesta la tendrás junto a mi lealtad incondicional. Si no, solo dejaré las llaves y rezaré por no volver a cruzarme con ningún Nine.-
La gravedad con pronunció aquello flotó en el aire un momento mientras ella se aseguraba de que aquello pesara en las profundidades de los ojos de Dwight como una advertencia. obviamente no esperaba que se sintiera amenazado, pero quería sentar precedente por lo que pudiera suceder. Al menos le debía eso a quien le había dado oportunidades.
Con clama bajó del auto, cerró la puerta y de pie frente ella esperó a que dijera algo mas o arrancara.
Las palabras de Rafaela son recibidas con una sonrisa lobuna por parte del Nine Original. Si algo sabe el carnicero, es que para ganarse la lealtad de los nuevos miembros de la banda, se les debe de adoctrinar de la forma apropiada. Por ello no pronuncia palabra alguna, simplemente la guiña un ojo y arranca el coche para perderse entre las calles de la gran ciudad.
De no tener nada y ser poco más que una esclava, ahora posee la opción de elegir su futuro...o al menos esa es la ilusión que el carnicero le ha hecho ver. Por otro lado, de no tener absolutamente nada, ahora es quién controla un club que pese a no ser nada especial, quizás pueda convertirse en una excelente fuente de ingresos. La vida en Paradise city es así, un día estás de mierda hasta el cuello y al siguiente, te encuentras descansando en una cómoda habitación de un lujoso hotel. Claro que lo que la espera no es ningún hotel, pero sin duda es un cambio más que significativo a su anterior condición.
Con ambos sobres en la mano, se dirige hasta el club. Utiliza la puerta lateral, la entrada que el servicio suele usar para evitar abrir la entrada principal, la cual es un tanto más engorrosa.
El local no ha sido remodelado desde los años setenta, por lo que posee un aspecto antiguo. De no estar tan dejado, podría hasta ser bonito. Pero sin duda necesita urgentemente una mano de pintura y alguna que otra reforma. Sin duda requerirá de bastante trabajo para conseguir sacar una buena tajada de él, a no ser que se la ocurra alguna brillante idea para conseguir dinero, sin tener que invertir en el local.
Mientras avanza entre las viejas mesas de madera acercándose hacia la barra, no logra dar con los Nine o con la mujer que el carnicero le había dicho que estaba ya en el local. Duda que estén en el sótano, lugar donde tan solo hay una gran jaula que ella conoce a la perfección, pues era allí donde la hacía luchar. Tampoco cree que estén en el apartamento, así que la única opción que la queda, es mirar en el antiguo despacho de Jamie.
Unas discretas escaleras llevan hasta la segunda planta del local, la cual en realidad, es bastante pequeña y tiene prohibido el paso a todo el personal no autorizado. Allí arriba, se alza el despacho Jamie. El lugar donde cerraba sus acuerdos, contaba el dinero que obtenía y sobretodo, el lugar desde donde contemplaba el club. Un gran cristal cubría gran parte de una de las paredes, lo cual le permitía observa todo lo que sucedía en sus dominios. Aunque desde el exterior, el cristal actuaba como un espejo, por lo que él podía verlos a todos, mientras que nadie podía verlo a él.
Apenas Rafaela se dispone a ir a buscar a sus compañeros Nine, el caos estalla sobre ella. El sonido de cristales rompiéndose, se funden con el desgarrador grito de un hombre presa del pánico y dolor. Una lluvia de sangre y cristales se produce cuando un cuerpo (un afroamericano bajo y delgado, con los colores de los Nine) atraviesa el cristal-espejo de la segunda planta. El grito es ahogado rápidamente quedando reducido a unos suaves balbuceos.
Una fina soga de acero se encuentra enrolla alrededor del cuello del Nine, quién parece haber sido atropellado por un camión. Su mandíbula está rota y uno de sus ojos no es visible debido a la inflamación y la sangre que cubren parte de su rostro. Rafaela necesita tan solo un único vistazo para saber que le han propinado una paliza brutal.
El único ojo visible del Nine, se torna ensangrentado y busca sin mirar a su alrededor alguna forma de liberarse. Pero el cable de acero no solo está asfixíándolo, sino que se está clavando en su carne provocándole profundas heridas. El Nine se agita y trata de liberarse de la soga, pero su tiempo se agota y sus esfuerzos son en vano.
Otro quejido de dolor llega desde la oficina, cuando un enorme Nine (Otro afroamericano, pero este tremendamente alto y obeso) es arrojado contra el marco de la ventana. Un hombre, ataviado con equipo táctico militar de color negro y que oculta su rostro tras un pasamontañas, mantiene una mano sobre el cuello del Nine, mientras que con la otra, lo amenaza con un sacacorchos, el cual acerca peligrosamente cerca del Nine.
-Sacáis a adolescentes del instituto, ponéis armas en sus manos y les enviáis a matar por vosotros, todo a cambio de unos pocos dolares. Jugáis con ellos y los desecháis como si fuesen mera mercancía. No sois más que una que voy a exterminar. No vas a salir vivo de esta, pero si me proporcionas la información que busco, te daré una muerte rápida e indolora. En caso contrario...la palabra dolor alcanzará un nuevo significado para ti y te aseguro, que nadie reconocerá tu jodido cadáver para cuando haya acabado con él.
El enorme Nine está aterrorizado y no es tan siquiera capaz de pronunciar ni una sola palabra. Algo que sin duda, va a costarle un ojo de la cara...al menos de momento.
Las palabras de Rafaela son recibidas con una sonrisa lobuna por parte del Nine Original. Si algo sabe el carnicero, es que para ganarse la lealtad de los nuevos miembros de la banda, se les debe de adoctrinar de la forma apropiada. Por ello no pronuncia palabra alguna, simplemente la guiña un ojo y arranca el coche para perderse entre las calles de la gran ciudad.
De no tener nada y ser poco más que una esclava, ahora posee la opción de elegir su futuro...o al menos esa es la ilusión que el carnicero le ha hecho ver. Por otro lado, de no tener absolutamente nada, ahora es quién controla un club que pese a no ser nada especial, quizás pueda convertirse en una excelente fuente de ingresos. La vida en Paradise city es así, un día estás de mierda hasta el cuello y al siguiente, te encuentras descansando en una cómoda habitación de un lujoso hotel. Claro que lo que la espera no es ningún hotel, pero sin duda es un cambio más que significativo a su anterior condición.
Con ambos sobres en la mano, se dirige hasta el club. Utiliza la puerta lateral, la entrada que el servicio suele usar para evitar abrir la entrada principal, la cual es un tanto más engorrosa.
El local no ha sido remodelado desde los años setenta, por lo que posee un aspecto antiguo. De no estar tan dejado, podría hasta ser bonito. Pero sin duda necesita urgentemente una mano de pintura y alguna que otra reforma. Sin duda requerirá de bastante trabajo para conseguir sacar una buena tajada de él, a no ser que se la ocurra alguna brillante idea para conseguir dinero, sin tener que invertir en el local.
Mientras avanza entre las viejas mesas de madera acercándose hacia la barra, no logra dar con los Nine o con la mujer que el carnicero le había dicho que estaba ya en el local. Duda que estén en el sótano, lugar donde tan solo hay una gran jaula que ella conoce a la perfección, pues era allí donde la hacía luchar. Tampoco cree que estén en el apartamento, así que la única opción que la queda, es mirar en el antiguo despacho de Jamie.
Unas discretas escaleras llevan hasta la segunda planta del local, la cual en realidad, es bastante pequeña y tiene prohibido el paso a todo el personal no autorizado. Allí arriba, se alza el despacho Jamie. El lugar donde cerraba sus acuerdos, contaba el dinero que obtenía y sobretodo, el lugar desde donde contemplaba el club. Un gran cristal cubría gran parte de una de las paredes, lo cual le permitía observa todo lo que sucedía en sus dominios. Aunque desde el exterior, el cristal actuaba como un espejo, por lo que él podía verlos a todos, mientras que nadie podía verlo a él.
Apenas Rafaela se dispone a ir a buscar a sus compañeros Nine, el caos estalla sobre ella. El sonido de cristales rompiéndose, se funden con el desgarrador grito de un hombre presa del pánico y dolor. Una lluvia de sangre y cristales se produce cuando un cuerpo (un afroamericano bajo y delgado, con los colores de los Nine) atraviesa el cristal-espejo de la segunda planta. El grito es ahogado rápidamente quedando reducido a unos suaves balbuceos.
Una fina soga de acero se encuentra enrolla alrededor del cuello del Nine, quién parece haber sido atropellado por un camión. Su mandíbula está rota y uno de sus ojos no es visible debido a la inflamación y la sangre que cubren parte de su rostro. Rafaela necesita tan solo un único vistazo para saber que le han propinado una paliza brutal.
El único ojo visible del Nine, se torna ensangrentado y busca sin mirar a su alrededor alguna forma de liberarse. Pero el cable de acero no solo está asfixíándolo, sino que se está clavando en su carne provocándole profundas heridas. El Nine se agita y trata de liberarse de la soga, pero su tiempo se agota y sus esfuerzos son en vano.
Otro quejido de dolor llega desde la oficina, cuando un enorme Nine (Otro afroamericano, pero este tremendamente alto y obeso) es arrojado contra el marco de la ventana. Un hombre, ataviado con equipo táctico militar de color negro y que oculta su rostro tras un pasamontañas, mantiene una mano sobre el cuello del Nine, mientras que con la otra, lo amenaza con un sacacorchos, el cual acerca peligrosamente cerca del Nine.
-Sacáis a adolescentes del instituto, ponéis armas en sus manos y les enviáis a matar por vosotros, todo a cambio de unos pocos dolares. Jugáis con ellos y los desecháis como si fuesen mera mercancía. No sois más que una que voy a exterminar. No vas a salir vivo de esta, pero si me proporcionas la información que busco, te daré una muerte rápida e indolora. En caso contrario...la palabra dolor alcanzará un nuevo significado para ti y te aseguro, que nadie reconocerá tu jodido cadáver para cuando haya acabado con él.
El enorme Nine está aterrorizado y no es tan siquiera capaz de pronunciar ni una sola palabra. Algo que sin duda, va a costarle un ojo de la cara...al menos de momento.
Muy buenas!
Hice el post el día 1, pero hasta hoy no me he dado cuenta de que solo lo podía ver yo. Lo jodido, es que no me dejaba modificarlo, así que he tenido que volverlo a postear. Vaya cosa más rara.
Ya lamento el jaleo este, pero te aseguro que no ha sido por no querer postearte. Te puedo pasar incluso una captura de pantalla donde se ve la fecha y hora de cuando postee. Estoy flipando con el foro, revisaré el resto de post a ver si me va haber pasado con alguien más.
Un saludo!