Lunes por la noche.
La decepción de Dean por no haber podido apresar a Aisha es más que evidente en su rostro, más aún al comprobar la altura y la falta de medios que existen para descolgarse hasta la calle. Su mente, cerrada ante lo imposible, trata de encontrar una respuesta lógica a todo aquello. Lo único que se le ocurre, es que la mujer sea una experta en Parkour, eso ayudaría a explicar el haber sido capaz de colarse en el puerto sin ser vista, así como su misteriosa desaparición del edificio.
Sea como sea, al menos disponen de varias pistas que seguir y nuevas pruebas que analizar. Dean parece de acuerdo con el plan de O´conner. Después de todo no es la primera vez que prepara un escenario. Tal vez eso no sea legal, pero en un mundo dominado por la corrupción, los buenos policías a veces tienen que retorcer un poco las reglas para llevar a los criminales ante una justicia que en muchas ocasiones, es demasiado ciega con los deplorables actos de los criminales. Habitualmente Dean no se arriesgaría tanto con ningún compañero al que apenas conoce, pero de alguna manera ve en O´conner un gran aliado. Alguien que al igual que él, sabe lo que significa ser un policía y que si ellos no detienen a los malos, nadie lo hará. Por ello decide otorgar su plena confianza a su nuevo compañero y encargarse de lo que el veterano inspector le ha pedido. Con la ayuda de Xia, todo será mucho más sencillo y tan pronto como cortejen las muestras encontradas, O´conner será avisado.
---
En su viaje en coche, el veterano inspector de homicidios se plantea toda clase de escenarios posibles. Las amenazas veladas siempre pueden estar presentes, pero duda mucho que Martelli se arriesgue a ir más allá. El restaurante está situado en la zona más importante de la ciudad. La policía posee una fuerte presencia y pese a que muchos puedan estar comprados, no se arriesgarían a permitir que le pasase nada a uno de los suyos. Al menos no en el corazón de Paradise City y ante tal cantidad de testigos. Además, los más ricos y poderosos hacen lo posible para que sus zonas favoritas estén lejos de los peligros que acechan en los lugares menos afortunados de la ciudad. No quedaría bien que un inspector de policía sufriese cualquier tipo de altercado en aquella zona de la ciudad.
El restaurante en cuestión, es considerado uno de los mejores de la ciudad. Situado en lo alto de una torre, las cristalinas paredes ofrecen una visión única de la ciudad. De hecho es el lugar elegido por decenas de parejas para comprometerse, pues la vista de la ciudad bajo un cielo en atardecer, resulta una visión de los más romántica.
Desde aquella altura, se posee una gran visión de la ciudad, el mar, las playas y en especial, el Golden Park. Un enorme parque de unas dimensiones casi cercanas al propio Central Park de NY. Un paraje de relax y aire puro en medio de una jungla de cristal y hormigón.
El restaurante dispone de una amplia barra con escenario, donde los clientes pueden degustar toda clase de bebidas, mientras se deleitan con actuaciones de los mejores cómicos o músicos de la ciudad. Las mejores actuaciones se desarrollan los fines de semana, momento en el que el local suelte estar lleno.
Alejado del bullicio de la zona del bar, se encuentra el restaurante en si. Un lugar tremendamente elegante donde tan solo los más selectos camareros y cocineros son elegidos para servir y atender a los clientes. Sus precios son un tanto elevados, aunque no lo demasiado como para impedir que los miembros de la clase trabajadora, puedan permitirse de vez en cuando el lujo de degustar los mejores manjares de su vida. Por desgracia conseguir una mesa resulta extremadamente complicado y la lista de espera suele ser de tres o cuatro meses.
Al extender su voluntad y revisar el lugar, O´conner puede ver que el local está casi repleto. Hombres de negocios, familias adineradas y jóvenes parejas ocupan casi todas las mesas. Reconoce algunos rostros entre la multitud, entre ellos el de un Juez que en aquellos precisos instantes, está conversando alegremente con Martelli. El juez va acompañado de su esposa y de su joven hijo, quién parece disfrutar ante las ocurrencias de Martelli y su amplio sentido del humor.
Revisar tantas mentes sería complicado y tampoco reconoce a nadie ligado realmente con la mafia. Así que decide echar un vistazo a las mentes del personal. Por lo percibe, Martelli tan solo suele ir acompañado por Jean-Pierre Leblanc, quién actúa como su chofer, guardaespaldas y amigo. Todos poseen en gran estima a Martelli debido al buen humor del abogado, sus generosas propinas y por la amabilidad con la que trata siempre a quienes le rodean.
Un escrutinio más profundo, ayuda a comprender a O´conner que efectivamente, no hay hombres de la mafia allí. El único que vela por la seguridad del abogado, es Leblanc, quién muestra en su sereno rostro una gran nobleza. No parece un mal tipo, aunque O´conner también percibe en él una fuerte determinación. Está seguro de que si alguien trata de hacer daño a Martelli, aquel hombre de aspecto tranquilo puede transformarse en un peligroso enemigo.
---
Al presentarse en el restaurante, O´conner es recibido rápidamente por el Maître, quién le saluda por su apellido y con muy buenos modales, le invita a seguirlo hasta una de las mesas. Sentado ya en ella, Martelli se encuentra ojeando la carta de vinos. Aunque ante el anuncio del Maître, el abogado alza la vista, sonríe ampliamente y se pone en pie para extender la mano a O´conner.
[color=#FF4000]
-¡Buenas noches inspector O´conner! Me alegra mucho que haya decidido aceptar mi invitación y así poder conversar tranquilamente. Sé que es un hombre terriblemente ocupado y por ello no me pasa por alto el esfuerzo que ha hecho para acudir hoy aquí, algo que le agradezco profundamente. [/color]-Con un gesto de la mano, a la par que realiza una pequeña reverencia, invita al inspector a tomar asiento. [color=#FF4000]-¿Desea tomar una copa? Poseen un Château Mouton Rothschild de 1982 que es toda una delicia para el paladar. Una exquisitez que todo buen amante del vino debe de al menos probar una vez en su vida. [/color]
Tras la agradable sonrisa de aquel hombre, O´conner percibe una vivaz inteligencia. De alguna forma parece estar evaluándolo y midiendo. Como si tratase de hacerse una idea general de cómo es.
[color=#FF4000]-Debo admitir que hasta esta misma mañana no sabía nada sobre usted. Recuerdo haber leído su nombre en los periódicos, pero realmente no le conocía, inspector O´conner. Pero se puede decir que soy un hombre con recursos y me han informado sobre usted. No debe preocuparse, todo lo que he escuchado sobre usted es realmente bueno. Es tal como se dice en la jerga policial, si no me equivoco claro, un verdadero sabueso. Un hombre que siempre hace lo correcto y que no se detiene hasta meter entre rejas a los criminales. Algo de lo más admirable y heroico...pero a su vez, peligroso.[/color]
Interrumpidos momentáneamente por el camarero, quién les hace entrega de la carta, Martelli aprovecha para pedir las bebidas que O´conner crea oportunas en caso de que no desee aceptar su recomendación. Tan pronto como el camarero desaparece, Martelli vuelve directo al grano. Normalmente es un hombre muy elocuente capaz de hablar de mil cosas diferentes, pero sabe bien que el veterano agente de policía no estará de humor para conversaciones triviales.
[color=#FF4000]-Me han informado que está llevando el caso del puerto. Debo admitir que por muy desalmado que pueda sonar, me alegro de lo que le ha sucedido a ese carnicero. Si la mitad de los rumores que corren sobre él son ciertos, demasiado tiempo ha vivido esa comadreja. Sé que mis palabras pueden sonar mal, en especial proviniendo de un abogado defensor, pero existen elementos en este mundo que no deberían de haber nacido jamás. [/color]
Salvo que Martelli sea un excelente actor, la repulsión que siente hacia el fallecido parece ser totalmente honesta. Aquel hombrecillo no parece poseer ningún tipo de simpatía hacia Carlo Ranieri.
[color=#FF4000]-Comprendo que se trata de una investigación un tanto complicada y no estoy aquí para intervenir en ella ninguna forma. Tan solo para prevenirle y ofrecerle mi ayuda. Verá, Carlo Ranieri era un ser despreciable, pero tenía muy buenos amigos que ahora mismo andan tras la cabeza de su asesino. Usted se ha convertido en alguien que puede guiarles hasta su objetivo, así que tratarán de seguirlo, comprarlo o incluso, amenazarlo. Los Cleruzio no van a tomar cartas en el asunto en lo referente al señor Ranieri, después de todo, no era oficialmente uno de los suyos. De hecho su aptitud violenta lo estaba alejando cada vez más de la familia, quienes no le contemplaban con muy buenos ojos. Pero eso es algo que pocos saben, pues para muchos, Ranieri estaba asociado estrechamente con los Cleruzio. Pese a la orden extendida por Pietro Roselli, los amigos de Ranieri parecen decididos a vengar a su camarada asesinado. Si ellos logran dar con el asesino o los asesinos antes que la policía, las calles se teñirán de sangre. Eso es algo que no creo que ninguno desee, por no mencionar que podrían provocar una guerra entre bandas. Si descubren o sospechan que por ejemplo, fueron los Nine los causantes de la muerte de Ranieri, no dudarán en atacarlos y como bien sabe, los Nine no tardarán en responder y atacar a los Cleruzio y antes de darnos cuenta, la ciudad será un campo de batalla.[/color]
Mientras Martelli habla, O´conner se fija que Leblanc se encuentra sentado a un par de mesas de distancia disfrutando ya de un bistec, con una gran cantidad de patatas fritas. El guardaespaldas lanza en ocasiones alguna que otra mirada hacia los alrededores e incluso cruza la mirada con O´conner en una ocasión. Quién le saluda cortésmente con la cabeza, antes de continuar con su comida. Desde luego aquel hombre no está allí para enfrentarse a O´conner. Años en el cuerpo de policía han ayudado a O´conner a despertar un sexto sentido que le ayuda a descubrir cuando las cosas se van a torcer, aquella no parece ser una de esas ocasiones.
[color=#FF4000]-Son cinco, los amigos de Ranieri que ahora mismo están ocultos en la ciudad. [/color]-Prosigue Martelli.
[color=#FF4000]-Pero que sin duda estarán haciendo lo imposible para dar con el o los asesinos. Mucho me temo que su mejor baza es usted, inspector O´conner. No voy a decirle como debe hacer su trabajo, pero le pido que sea discreto con la investigación y que tan solo hable con personas de su absoluta confianza. Una vez tenga al sospechoso o sospechosos, si lo desea, puedo ayudarle. Si me informa de cuando y donde va a realizar las detenciones oportunas, podré enviar a hombres que sin duda disuadirán a los amigos de Ranieri. Comprendo que no me conoce y que vivimos en un mundo de traiciones y engaños, así que si no acepta mi ayuda lo entenderé. No obstante, me he visto en el compromiso de avisarlo para que tome las precauciones que crea oportunas. A su vez y esperando que esto le facilite un poco las cosas, le he preparado un dossier con toda la información que he podido reunir sobre esos cinco. Son figuras peligrosas que no dudará en usar la violencia para lograr lo que quieren, así que le repito, por favor tome todas las precauciones que crea oportunas. [/color]
Tomando su maletín, extrae del interior una carpeta que entrega a O´conner. En su interior hay tal y como ha prometido, nombres, apellidos, fotografías y varios datos más de interés sobre los colaboradores de Carlo Ranieri. Básicamente todos ellos le resultan familiares, aunque la información es mucho más detallada de la que dispone en su cabeza. Pase lo que pase, al menos ahora dispone de información extra de cinco peligrosos criminales.
[color=#FF4000]-Con el tiempo espero que vea que no soy de los malos y que mi única intención es ayudar a mejorar esta ciudad. Mis puertas siempre van a estar abiertas para usted inspector. Soy alguien con una...digamos amplia capacidad para recolectar información. Por lo que tal vez pueda ayudarle en futuros casos. Hay algo más que me gustaría entregarle, un gesto de buena voluntad. Aunque debo añadir que puede provocar una reacción negativa en usted. Sé que es mucho pedir, pero al menos me gustaría que me ofreciese el beneficio de la duda y no piense que estoy tratando de manipularlo o algo por el estilo. [/color]
Hasta el momento, el abogado parece haber sido totalmente sincero. El olfato de Mike para captar a los mentirosos no ha percibido nada. ¿Se tratará de un verdadero maestro del engaño o realmente el abogado dirá la verdad? Algo difícil de adivinar tras aquel primer encuentro. Pero sea como sea, la verdad es que el tono de Martelli se torna mucho más serio e incluso sombrío al recitar las siguientes palabras.
[color=#FF4000]-Conozco su trágica perdida y lamento muchísimo todo por lo que pasó. Como supongo que sabrá, poseo una buena relación con Pietro Roselli. Es un hombre...peculiar al cual se le pueden atribuir muchos defectos, pero la mentira no es uno de ellos. El señor Roselli me ha dado su palabra de que los Cleruzio no tuvieron nada que ver con su trágica perdida. De hecho condena semejantes métodos y los tacha de cobardía extrema. Por lo que me ha ayudado a conseguir cierta información. No es demasiado, pero tal vez usted logre darle un significado que le ayude a encontrar al verdadero culpable. Se trata de la última hoja de la carpeta, es un informe sobre el explosivo que usaron para el atentado. El C4 fue robado de una base militar rusa un mes antes del atentado. Por lo que hemos logrado averiguar, usaron a una especie de contrabandista para colarlo en el país. No hemos tenido mucho tiempo para reunir más información, pero según parece se trata de uno de los mejores del mundo. Se hace llamar Apophis y me temo, que no tenemos nada más que ese nombre.[/color]
En todos los años que Mike llevaba en aquella ciudad nunca había ido hasta ese lugar. No es que no pudiera costearlo, era otra cosa. Él no sentía que perteneciera a lugares como aquel, donde todo era tan plástico, tan superficial y tan vanal. El prefería los pozos oscuros donde uno conocía a todo el mundo, no porque fuesen célebres magnates o porque saliesen en la televisión, sino porque eran habitués del lugar, conocidos. Sea como sea, aquel lugar parecía atraer a todo tipo de gente y aquello era a que en gran parte a que si bien era caro, no era inaccesible. Prácticamente cualquier asalariado se lo podía permitir si una ocasión especial lo ameritaba. Sólo se debía previsor y reservar con varios meses de antelación... A menos, claro está, que te llamases Martelli y fuese el abogado más rico de toda la puñetera ciudad. En ese caso, Mike estaba bastante seguro de que la casa podría hacer alguna excepción a la regla.
Ya arriba, Mike se topó con el maître, quien muy amablemente la bienvenida, saludándolo por su nombre. Aquello fue extraño y sorprendió al viejo sabueso, pero rápidamente llegó a la conclusión que debía de haber sido anunciado previamente.
Tras seguir maître por el salón y llegar junto al abogado, Mike extiende su mano y lo saluda con un fuerte apretón de manos mientras no deja de mirarlo directo a los ojos. No había dobles intenciones en aquello, pero hacía muchos años su padre —aquel irlandés borracho y bueno para nada— le había enseñado que así era como los hombres se saludaban.
—Encantado de conocerlo, señor Martelli —dijo decidido y cierto impuesto formalismo.
Tras el breve saludo Mike coge la silla y, tras invitar al abogado a imitarlo, toma asiento.
—Le agradezco mucho, pero no soy un gran admirador del vino. Soy más del whisky —dice mientras esboza una sobria y modesta sonrisa
Cuando Martelli comenzó a hablar, Mike lo escuchó atentamente mientras se mantenía callado e impasible. El había ido allí para escuchar, a medir a su adversario, no había ido sembrar amistades, ni a mendigar migajas. Además, el mantenerse cerrado para con el exterior, le permitía aprender de los demás, revelando de sí mismo lo mínimo posible.
Poco después, cuando el abogado le indica que hasta hace esa misma mañana no lo conocía, Mike no se sorprende. Martelli estaba en lo más alto de Paradise City y él era un mero servidor público. A medida que la conversación avanzaba y el letrado comenzaba a adularlo innecesariamente, permaneció con la cabeza fría. No era porque Mike fuera humilde, que en realidad lo era, sino que en realidad no se veía como alguien heroico. El solo hacia lo que tenía que hacerse, lo que le pagaban para que hiciese. No más, no menos. No porque fuera lo correcto, ni porque se considerase mejor que los demás, sino porque había que hacerlo y alguien tenía que hacerlo. Sin embargo, tras tanta falsedad, el abogado se permitió deslizar una amenaza ¿Qué otra explicación había sino? ¿Qué necesidad tenía de remarcar que aquello era peligroso? Mike estaba totalmente al corriente de que su trabajo era peligroso. Maldición... Lo sabía como pocos.
El arribo del camarero y el silencia de Martelli fue lamentable. Le hubiera gustado que desarrollase su encubierta amenaza, que hubiera mostrado sus cartas. Sin embargo no fue lo que pasó, así que ¿Por qué no reconfortarse con un buen whisky irlandés?
—Un whisky doble y que sea un Kilbeggan, por favor —pide amablemente, mientras que continúa observando a Martelli.
Tras la salida del camarero el abogado parece deliberadamente interesado en cambiar el tenor de la conversación, dejando las amenazas atrás y mostrándose aún más encantador. Pero había algo que tenía que reconocerle, no era de esos que se enredaba en estupideces sin sentido. Parecía ser uno de esos tipos que tomaba el toro por las astas y que iba directo al grano.
Durante todo lo que vino a continuación, Mike permaneció callado y se limitó a tomar nota mental de todo lo que se decía. Si lo que decía el abogado era cierto, Pietro Roselli y el mismísimo Don se veía a sí mismo como figuras mesiánicas y no como lo que eran, simples criminales. Pareciera que el tiempo de jugar en barro había pasado, pues bueno, ya no les hacía falta. Después de todo, ya sea directa o indirectamente, controlaban toda la maldita ciudad.
Pero de ninguna manera los Cleruzio era dignos de ser alabados. Podía ser cierto que su nivel de violencia fuera menor que el de sus competidores, pero, de ninguna manera eran bebés de pecho. Los Nines eran violentos y peligrosos en extremo, las Rosas eran despreciables y su negocio le daba mucho asco a Mike, pero los Cleruzio, los Cleruzio eran lo peor que le había pasado a Paradise City. Eran como una sanguijuela gigante que chupaba la sangre de la ciudad y que sólo dejaba para los demás las sobras. Mas ellos no eran los únicos culpables, había muchos más culpables. Todos los que, por ejemplo, les ayudaron a pavimentar el camino hacia el poder, todos los que le había permitido que se convirtiesen en la terrible hidra en la que finalmente se había convertido. Todos ellos eran culpables y todos deberían pagar por lo que, por acción u omisión, hicieron.
Para cuando Martelli comenzó a revelar información sobre los amigos de Carlo Ranieri, no no hizo más que confirmar lo que Mike ya sospechaba. No sólo tendría que encontrar a la muchacha, sino que además tendría que protegerla y hacerlo sin llamar la atención. Tendría que cuidarse de los Cleruzio rebeldes y también tendría que cuidarse de la misma fuerza policial, de sus mismos compañeros. Tendría que cuidarse de todo el jodido mundo. Cómo extrañaba los buenos viejos días cuando uno sólo tenía que preocuparse de combatir el crimen, cuando había buenos y malos y estaban bien delimitados. Ahora todo era más difícil y, los límites, mucho más borrosos.
Un momento después, cuando el abogado saca el dossier y lo deja sobre la mesa, Mike le echa una rápida y únicamente posa su dedo índice sobre aquel informe, mientras que en ningún momento deja de mirar al abogado.
Pero cuando el abogado añadió que tenía algo más para el y anunció que podría llegar a tener un impacto negativo, Mike lo miró inquisitivo ¿Qué se traía entre manos? ¿Con qué está a punto de salirse?
Para cuando Martelli insuna cuál su as bajo la manga, Mike levanta ligeramente la mano indicando al abogado que se detenga.
—El beneficio de la duda —dice, mientras acalla una corta y amarga carcajada—. El beneficio de la duda es un muy lindo concepto, pero usted está frente a un maldito Irlandés prejuicioso al que, gente como los Cleruzio, le han quitado todo. Un Irlandés que no confía ni en su maldita sombra, a pesar de llevar poco más de cincuenta años junto a ella. Así que no. No confío en usted, ni en sus promesas de oro, mirra e incienso. Sin embargo y a pesar de mi desconfianza, le agradezco la información. Mas antes de aceptarla le pediré que me responda una simple pregunta ¿A quién se supone debo darle las gracias por el gesto? ¿A usted, o Pietro Reselli?
Bueno, básicamente Mike interrumpe a Martelli antes de que éste le brinde la información acerca del explosivo que usaron para el atentado. Así que tendremos que resolverlo más adelante.
Haciendo gala de su educación, Martelli guarda silencio cuando O´conner le interrumpe para exponer sus pensamientos. Tras escuchar detenidamente sus palabras, ahora es Martelli quién suelta una pequeña y sincera risa. La abrumadora sinceridad que el viejo detective le ofrece, es algo refrescante para él. Casi como un soplo de aire fresco en un mundo en donde la mentira y el engaño, son el día a día en su vida.
Haciendo un gesto de agradecimiento al camarero que regresa con los dos whiskys, aguarda a que se retire para tomar su vaso, agitarlo suavemente y contemplar el líquido ambarino de su interior. Después alza el vaso a modo de brindis por O´conner y toma un pequeño sorbo.
[color=#FF4000]-Demasiado tiempo sin escuchar la dura franqueza de un Irlandés. El marido de la hermana de mi padre, es decir mi tío, era Irlandés. Era un hombre honrado que se levantaba mucho antes del amanecer para ir a trabajar al puerto. Allí ayudaba a descargar los barcos de pesca, después cargaba su propio camión y se pasa el día haciendo repartos. Era un hombre sencillo con unos valores molares muy altos. Para él la familia lo era todo y si se pasaba el día trabajando, era para intentar dar lo mejor a sus tres hijos. [/color]
Por la forma en la que habla y por la emoción que brilla en sus ojos, está muy claro que sentía un profundo afecto hacia su familiar y que recordar tales tiempos, le traen a la mente muy buenos momentos.
[color=#FF4000]-Mi tío era conocido como "El Clavo" Puesto que era alto, delgado y duro como el acero. ¿Ingenioso mote, no cree? En fin, en todo el tiempo que pasé con él, no recuerdo ni una sola ocasión en la que levantase la mano a sus hijos o ni tan siquiera les alzase la voz. Pero era capaz de expresar con la mirada toda su decepción y/o enfado. Era algo terriblemente abrumador y una vez sufrías una de esas miradas, hacías cualquier cosa para enmendar tu error y no volver a ser víctima nunca jamás de una de esas miradas. [/color]
Por lo que O´conner está comprobando, los rumores sobre Martelli y sus historias son ciertos. Pues según tiene entendido, el abogado es famoso por contar toda clase de historias sobre sus vivencias. Nadie sabe si son todas ciertas o simplemente es alguien con una prodigiosa imaginación, pero la verdad es que las historias de Martelli son interminables.
[color=#FF4000]
-Recuerdo que no tendría más de doce o trece años. Llevaba varios días casi sin aparecer por el colegio y menos aún por mi casa. Supongo que ya sabe como son las cosas a esas edades, más aún si te crías en uno de los barrios más pobres y humildes de la ciudad. Uno pasa tanto tiempo en la calle que acaba creyendo que lo sabe todo y que no necesita seguir estudiando. [/color] -Martelli lanza un suspiro de fastidio al recordar sus propios errores del pasado. [color=#FF4000]- Las chicas, el tabaco y el alcohol eran todas nuestras preocupaciones. Mi tío nos pilló fumando y bebiendo de una botella de licor que uno de mis amigos había robado a su padre. Aquella fue la primera y única vez que sufrí una de sus abrumadoras miradas. En aquellos momentos, toda esa valentía propia de la edad me abandonó y sentí que el pánico me ahogaba. ¿Se lo dirá a mis padres? ¿Me soltará un rapapolvos? Aunque más temía que alzase sus manos, duras como rocas y me cruzase la cara. Después de todo me lo tenía más que bien merecido. Pero la verdad es que no hizo nada de eso en absoluto, simplemente me pidió que lo acompañase. Pasamos el resto de la noche visitando los peores garitos de la ciudad. No decía nada, así que simplemente me limité a observar a mi alrededor. Todo lo que veía era algo...devastador. Contemplaba impotente los estragos en las vidas de aquellos que habían dejado a un lado sus responsabilidades, para sumergirse por completo en un mundo de vicios y desenfreno. Es difícil explicar todo lo que vi aquella noche, pero sin duda me hizo recapitular. Pero su lección no terminó ahí, me hizo acompañarlo al puerto y ayudarlo en su trabajo. Pasé tooooodo el día a su lado soportando un trabajo terriblemente agotador y sin duda, mal pagado. Para cuando el día terminó, mis manos estaban cubiertas de ampollas y no podía ni moverme. Comprendí que sin estudios, aquello sería a lo máximo que podría a aspirar. Eso contando de que tuviese suerte. El resto, tal y como se suele decir, es historia. [/color]
En un brindis privado, Martelli alza la copa por su tío y tras sostenerla durante unos instantes en el aire, vuelve a tomar un pequeño sorbo. Después deposita su vaso sobre la mesa, se recuesta en su silla y entrelaza los dedos de sus manos, mientras agita los pulgares tranquilamente.
[color=#FF4000]-Le tomo por un hombre perspicaz, inspector. Vivimos malos tiempos, la ciudad en la que crecimos es un pozo de oscuridad lleno de bilis y ponzoña. Me atrevo a suponer que usted piensa que yo soy parte del problema y no de la solución. Seguramente las compañías que frecuento le hagan desconfiar, pero hay algo que debe de tener muy en cuenta. Mi aviso y mi ofrecimiento de ayuda no es por usted, ni por los Cleruzio, ni tan siquiera por mi. Actualmente, no hay fuerza que sea capaz de acabar con los Cleruzio. Las Rosas poseen un enfermizo negocio, pero se limitan a cumplir con los acuerdos con los Cleruzio. Los Nine poseen más de lo que usted se imagina y no les interesa para nada perder lo que han conseguido con una guerra abierta contra los Cleruzio. Así que existen solo dos posibilidades en lo referente al señor Ranieri. La primera es que haya sido asesinado por una pequeña banda que desea hacerse con un nombre o que haya sido un acto de venganza por alguna de sus despiadadas fechorías. Sea cual sea la verdad, si no actúa con cautela es probable que existan víctimas inocentes. [/color]
En cierto modo O´conner sabe que Martelli tiene razón. Una banda importante y con gran poder, habría asestado un golpe demoledor y contundente a los Cleruzio desde el primer momento. Desde luego no iban a perder el factor sorpresa matando a un gusano tan insignificante como Ranieri. Cierto es que si los amigos del fallecido se vengan, pueden provocar una nueva respuesta. Aunque Roselli duda que sean realmente tan insensatos de atreverse a atacarlo. Ya que simplemente se limitaría a aplastarlos como a meros insectos. Después de todo, es quién posee más hombres armados, políticos y agentes de policía en su bando.
[color=#FF4000]-Esto no se trata de un intercambio de favores, inspector. Tampoco busco que esté en deuda conmigo. Puede tacharme como a un monstruo debido a mis compañías, si eso le place . Pero presiento que usted es lo suficientemente astuto como para ver más allá. Puede tomar la información que le ofrezco y usarla para algo productivo o puede rechazarla. Sea como sea, al menos ahora sabe que hay varios hombres siguiendo sus pasos y que si usted no lo evita, habrá una nueva carnicería. No me entienda mal, no importa lo más mínimo que los criminales se despedacen entre ellos...pero mucho me temo que tales enfrentamientos siempre dejan víctimas inocentes. [/color]
Martelli toma la carta y comienza a examinar meticulosamente que nuevos manjares han añadido a la carta. Parece que hablar tanto sin duda le hable el apetito. Además han quedado precisamente para cenar ¿No?
[color=#FF4000]-Creo que esta noche me decantaré por el menú degustación. Sus sabores son apasionantes y es casi como lanzarse al mar y recorrerlo es como un estallido en su paladar. Siempre comienza con finas lonchas de sashimi de atún, la cuales son presentadas sobre finas rodajas de foie gras y baguettes tostados con cebolleta y aceite de oliva. Habitualmente se sirve acompañado por un Riesling, para así apreciar aún más los contrastes de sabores. El menú prosigue con una vieira apenas cocinada con mantequilla, la cual es toooooooda una delicia y una verdadera experiencia gastronómica. Seguido se puede disfrutar de cangrejo y caldo de algas con un champán, francés cuyo nombre mucho me temo que jamás logro recordar. Por último un salmón salvaje casi crudo, con emulsión de espárragos, guisantes y habitas con un Sauvignon Blanc austriaco, completa el festín. Le invito a probarlo ya que como he mencionado, es algo que deja a uno sin palabras. [/color]
Imitando a Martelli, Mike, levantó su vaso y tras ofrecer una modesta sonrisa, bebió un pequeño sorbo de aquel maravilloso whisky irlandés. Resulta curioso que siendo Irlanda la cuna del whisky, se le conociera simplemente como scotch... —pensó, mientras su mente divagaba—. Más si uno tenía en cuenta que el escocés no era otra cosa más que una mala copia del verdadero whisky irlandés. En fin. Sea como se encontraba bebiendo un maravilloso y auténtico whisky.
No fue ninguna sorpresa cuando el abogado desempolvo una de sus tantas historias, el viejo Mike ya estaba al corriente sobre la afición de Martelli por las viejas historias y por lo que había escuchado hasta el momento, era bastante bueno contándolas. Seguramente se necesitase de semejante elocuencia, por no decir histrionismo, para enfrentar a sus colegas en un tribunal o incluso para llegar llegar al nivel desde donde Martelli observaba a todos los demás.
Sin embargo resultó extraño escuchar del tío de Martelli. No porque Martelli no pudiera tener un tío, que obviamente podía, sino porque al contemplar el metalenguaje del abogado resultaba evidente que se sentía movilizado. Pero ¿Era aquello verdad? ¿Era todo mentira? Bah ¿Qué importa? —se respondió a si mismo—. Realmente importaba muy poco que lo contaba estuviera basado en vivencias o construido a base de puras patrañas. Lo realmente importante era el mensaje y uno no debía perder el foco indagando en búsqueda de detalles innecesarios. De alguna extraña y retorcida manera aquello era como disfrutar de un buen espectáculo de magia, donde uno tenía que dejarse llevar por el mago y confiar, confiar como confía un niño.
Sea como sea, Mike no tuvo problemas en dejarse llevar y revivir aquella vivencia, ni para sentir lo agobiante que debió resultar para un muchacho en edad escolar, ya que él mismo había sufrido una serie de interminables martirios junto a su padre. Para ser claros, Mike odiaba a su padre. Odiaba todo de él, desde su manera tomar, hasta su propensión por la violencia. No es que él mismo fuese abstemio, ni que tuviera un temperamento encantador, pero su padre carecía de toda mesura. No había nada encantador en él, era un maldito matón y se volvía aún más violento cuando estaba borracho, cosa que solía pasar casi todo el tiempo, vale aclarar.
Pero como todo en la vida nada es así porque es así, no se nace vil, ni se es intrínsecamente malvado. Y si algo le había enseñado todos sus años de servicio era que hasta los más sádicos mafiosos tienen un costado, por así decirle, bueno. Es que nadie se veía a sí mismo como un hijo de puta sádico. Todos se justificaban de alguna u otra manera. Todos necesitaban creerse mejor de lo que eran. Todos. Sin excepción alguna. Desde el policía que aceptaba un soborno porque se consideraba mal pago, hasta el juez que favorecía a los mafiosos endulzado por generosas dádivas. Si el mundo actual fuese árbol —vaya hermosa metáfora— ese árbol estaría podrido desde las más profundas raíces y sus frutas estarían cochinamente enfermas.
Volviendo sobre sus pensamientos, Mike se volvió sobre uno especialmente recurrente. Nadie se ve a sí mismo como alguien malvado, ni como un ser despreciable. Su padre, sin ir más lejos, había trabajado para Hughie Mulligan, el gran Hughie Mulligan. tal vez el último mafioso Irlandés con algo de cerebro y mesura. Allí había estado codo a codo junto Micky Spillane y demás pandilla. Para que no queden dudas, eran todos unos malnacidos, unos tíos realmente peligrosos con los cuales era mejor no cruzarse. Pero en algún punto conoció una muchacha que hizo temblar las raíces mismas de su mundo, un mundo que era violento, nocivo y tóxico. Esa muchacha —la madre de Mike— se enamoró perdidamente de Shawn O'Conner y dio todo de sí para hacer de Shawn un hombre mejor. Así que para cuando estalló el conflicto con los italianos él ya estaba afuera. Había sentado cabeza y hasta había conseguido un trabajo en el puerto. Pero toda aquella violencia nunca lo abandonó, no por completo al menos. Todo eso, con lo bueno y con lo malo había sido su padre. Mike ya no lo odiaba, pero aún estaba lejos de poder reconciliarse con él.
Aunque odiara tener que admitirlo, Martelli no parecía tan mal tipo. Tal vez ni siquiera infringiera la ley, hasta tal vez fuera un tipo realmente recto, Paradise City estaba lleno de gente con buenas intenciones que, o miraban para el costado, o bien eran apenas un pequeño engranaje en una maquinaria mucho mayor. Lo cierto era que ni los Cleruzio ni ninguna otra de las grandes pandillas podrían funcionar sin esos pequeños engranajes. Todos pequeños engranajes eran necesarios para que la picadora de carne siguiera funcionando. Era triste, sí. Pero todos, desde los que eran víctimas hasta los que miraban para otro lado, eran necesarios para que pudieran operar. Pero volviendo al hilo original —acotó, mientras volvía concentrarse en Martelli—. Y así, el muy zorro, había logrado que Mike se identificase con él. Definitivamente Martelli era un hombre astuto, alguien que seguramente podía maniobrar y clavarte una daga por la espalda sin dejar de sonreír.
Para cuando Martelli terminó de exponer su historia sobre su tío y realizó un brindis privado, Mike pudo ver lo que se avecinaba aquello que el abogado estuvo preparando.
—Verá señor Martelli —comenzó tranquilo y con gran parsimonia—. Ya que pregunta, permítame responderle. Sí. Creo que usted es parte del problema. Pero de ninguna manera creo que usted sea el problema. Tampoco creo que los Cleruzio, los Nine, o los Rosas sean el verdadero problema. El verdadero problema, si es que tal cosa existe, es mucho peor porque está enquistado dentro del corazón mismo de Paradise City. El verdadero enemigo tiene muchos aspectos pero, al mismo tiempo, carece de un rostro significativo. Porque el verdadero enemigo es la sociedad enferma que permitió que la gente equivocada tuviera el poder. No nos engañemos, ninguna de las pandillas que hoy rigen la ciudad llegaron a donde hoy están de un día para el otro sin que nadie lo notase, su ascenso fue lento y sus bases se cimentaron gracias a la acción u omisión de todos nosotros —respondió ante la afirmación de que seguramente Mike lo consideraba parte del problema. Luego añadió—. De todos modos, lo que yo crea es intrascendente, ya que como funcionario público todo lo que debo hacer es ceñirme a la ley que, aunque en estos días esté tan bastardeada y desprestigiada, he jurado servir y proteger. Puede que sea la cochera o que, finalmente, me haya convertido en un viejo carcamán. Pero ¿Sabe algo? Esa ley, con sus fallas y falencias, es lo mejor que tenemos contra la barbarie.
—Además, si hay algo que esta vida me ha enseñado es que en este mundo nadie es irreemplazable —dijo, mientras sentía como el recuerdo de su Irene le pinchaba el alma—. Si no fuera usted quien defiende a la nefasta cúpula de los Cleruzio sería otro. Y ya conoce el dicho, más vale malo conocido que bueno por conocer... Por lo menos usted se ha labrado un reputación de hombre honesto y si bien usa los vericuetos de la ley a su favor, siempre se mantiene dentro de ella, no por encima, ni al costado. Eso, en los días que corren, es un anacronismo tan grande como yo mismo —dijo mientras se permitía una breve sonrisa cómplice—. Puede que hace dos o tres décadas la regla fuera que los abogado se ciñeran a la ley, pero hoy en día hay un sinfín de inescrupulosos dispuestos a hacer lo indecible para satisfacer a sus clientes y usted lo sabe tan bien como yo.
Algo después, cuando Martelli deslizó lo peligroso que podría llegar a ser un enfrentamiento de bandas, Mike asintió. El abogado tenía razón. Él mismo había llegado a la misma conclusión y por eso es que aún no había pedido ninguna orden de arresto, ni deslizado ninguna información. Estaba bien al corriente de que los Cleruzio tenían ojos y oídos en todos lados y él quería evitar toda posible filtración tanto tiempo como resultase posible. De todos modos, ahora que sabía a ciencia cierta que lo estaban siguiendo tendría mucho cuidado.
—Tiene razón. Si no actuásemos con cuidado podríamos generar un baño de sangre y, al igual que usted, mi intención es evitarlo a toda costa. No por las pandillas, ni los malditos pandilleros, sino porque me preocupa el daño colateral que algo así podría traer acarrear. Pero de momento no tiene por qué preocuparse, lo estamos tratando con el máximo de los reparos y de momento sólo las personas de mi mayor confianza están al corriente de la investigación y sus avances —finalizó sin agregar ningún otro detalle y marcando posición, aquello sería todo cuando dijera al respecto.
Finalmente cuando Martelli pone las cartas sobre las mesa y aclara que no se trata de un intercambio de favores, Mike coge el dossier y lo deja a su lado.
—Muy bien, Martelli. Le agradezco mucho la información, le daré un buen uso —afirmó, aunque omitió responder si lo creía o no un monstruo. Ya había contestado eso y, al viejo Mike, no se le daba bien repetirse.
Para cuando Martelli toma la carta y comienza a nombrar platillos que Mike ni siquiera conoce, Mike se mantiene inmutable. Pero cuando por fin termina de nombrar un sinfín de manjares, Mike lleva su cuerpo hacia adelante y mientras apoya sus antebrazos sobre la mesa dice —Es usted el anfitrión así que por qué no permitirle que sea usted quien elija los platillos. Además, me he perdido a la mitad de la lista —finaliza, mientras que, al mismo tiempo, hace un gesto dando a entender que está perdido.
---
Ya finalizado el encuentro con Martelli, Mike, volvió a su volvió a su departamento conduciendo. Pese a estar cansado, demasiado cansado, todavía podía hacer frente el breve trecho que lo separaba de su cama.
El viaje le permitió a Mike para hacer un rápido balance de todo lo que había pasado aquel día. Había sido un día largo, demasiado largo y raro. Pero era difícil de definir ese "raro" y Mike no estaba del todo seguro de poder hacerlo aunque quisiera. La asesina cambiaformas, Sara (que había desaparecido sin más), la mujer capaz de dominar mentes y lo último de aquel peculiar día... El encuentro con Martelli. Pero sin lugar a dudas, lo más notable de aquel notable día era la pieza de información que el abogado le había proporcionado.
Tras aquel breve repaso, Mike cambió de parecer. Aquel podría haber sido un largo y agotador día, pero había sido un muy buen día. Por delante tenía varias líneas que seguir y otras tantas cosas que valía la pena investigar.
Mientras seguía intentando acomodar sus ideas, Mike se encontró subiendo a su departamento. Tras abrir la puerta ni siquiera se molestó en prender las luces y se dirigió directamente a su escritorio. Ya allí prendió la lámpara y dejó caer el dossier. Allí, en ese preciso instante, el tiempo pareció congelarse por una eternidad. Y como si todo aquello no fuera suficiente para hacer temblar todo su mundo, fue Martelli, amigo íntimo de Pietro Roselli, quien le echó una mano y le brindó aquella información. Mike estaba simplemente estupefacto, no sabía qué hacer ni qué pensar.
Mucho tiempo después —ya con el alba colándose entre los edificios— y sólo después de haberlo intentado miles de veces, Mike tuvo el coraje de abrirlo y dirigirse hacia la última página, la página donde Martelli había puesto la información sobre el atentado.
Pocas veces Martelli siente verdadera fascinación al conocer a nuevas personas. Pero debe de reconocer que el inspector de homicidios le ha sorprendido gratamente. En una ciudad corrompida hasta la médula, aún existe un policía que pese al cinismo y el peso que porta sobre sus hombros, trata de hacer lo correcto. Muchos otros en su posición se habrían rendido años atrás sucumbiendo a las drogas, las mujeres, el alcohol, el juego o cualquier otro vicio que pudiese ayudarles a lidiar con el rostro que cada día, les devuelve la mirada al contemplarse al espejo. Pero de alguna manera, O´conner parece mantener la entereza y pese a las dificultades que encuentra en su camino, aún sigue avanzando. Sin lugar a dudas, era un hombre de lo más interesante.
[color=#FF4000]-Creo que me concede demasiado crédito, inspector. ¿De verdad cree que yo soy el eslabón que impide que la cúpula de los Cleruzio acabe en prisión? Me temo que mi labor para con ellos es más bien la de actuar como asesor en todos los aspectos legales de sus negocios. La verdad es que mucho me temo que la cúpula de poder los Cleruzio no necesite realmente los servicios de un abogado. Primero se deberían de conseguir pruebas en su contra, lo cual ya es de por si bastante complicado. En segundo lugar, se necesitaría un fiscal y un juez con el coraje suficiente como para llevarlos al estrado. Algo que actualmente resulta prácticamente impensable. [/color]
Lo que dice Martelli es algo que O´conner sabe bien. Una cosa es llevar a un miembro de cierta importancia de los Cleruzio al estrado, pero otra muy diferente intentar ir a por el propio Don o Pietro Roselli. Seguramente nadie en su sano juicio se atrevería a contrariarlos, pues si el dinero no logra comprar su favor, lo hará el miedo o el dolor.
[color=#FF4000]-La ciudad pasa por su época más oscura, aunque no debemos desfallecer. Lo único que Paradise City necesita es esperanza, inspector. Mire donde mire estoy seguro que lo único que ve, son almas aplastadas por la oscuridad de la ciudad. Millones de vidas que caminan sonámbulas sin atreverse a soñar, pues saben bien que los sueños son rápidamente aplastados por la cruda y retorcida realidad que hoy gobierna la ciudad. Pero si lográsemos crear aunque tan solo fuese un pequeño rayo de esperanza, entonces tal vez lográsemos despertar a los habitantes de la ciudad y conducirlos a una nueva era donde los sueños sí sean posibles. ¡Ains! Me temo que vuelvo a desvariar, las palabras fluyen sin parar de mis labios y que puedo decir, poseo un alma soñadora que pese a lo que usted pueda opinar, desea un futuro mejor para Paradise City. Bien, creo que ya le he aburrido demasiado por esta noche, ahora disfrutemos de una agradable cena.[/color]
El resto de la velada Martelli mantiene una conversación alejada de los asuntos de la ciudad. Los asuntos que debían de tratarse ya han sido más que hablados y supone que O´conner preferirá acabar la velada lo antes posible. Así que tan solo lo entretiene el tiempo suficiente como para que ambos disfruten de la exquisitez que ofrece el restaurante. Finalizada la velada, le ofrece la mano y le hace entrega de una tarjeta en cuya superficie tan solo hay un número de teléfono. En caso de que el inspector necesite cualquier cosa, podrá localizarlo en aquel número a cualquier hora del día, cualquier día de la semana.
------------------
Ya en la soledad de su apartamento, con el sol alzándose entre nubes y edificios, O´conner parece reunir por fin el coraje suficiente como para abrir el dossier entregado por Martelli. Las primeras páginas son información sobre los hombres del fallecido. Nombres, direcciones, familiares, contactos habituales y demás información útil que puede servirle para adelantarse a ellos.
La última parte del dossier trata sobre el fatídico día en el que la vida de O´conner cambió para siempre. Apenas dos días después del atentado, Leo Smith, un inspector de homicidios corrupto con quién O´conner apenas ha tratado a lo largo de su carrera, apareció por uno de los locales de los Cleruzio haciendo gala de poseer una pequeña fortuna. Tras invitar a varias rondas a las chicas, decidió divertirse con algunas de ellas. Nadia, una de las chicas de los Cleruzio, informó más tarde de que el inspector había recibido una buena paga por hacer desaparecer ciertas pruebas del atentado. En aquel momento, los Cleruzio no le dieron mayor importancia, pensando que todo se debía a un ajuste entre policías.
El asunto quedó olvidado hasta que Ranieri apareció muerto. Los Cleruzio descubrieron que O´conner sería el encargado de llevar la investigación, así que lo investigaron un poco. Fue entonces cuando uno de los Capos, recordó lo del atentado e hizo llamar a Nadia. La joven apenas recordaba gran cosa, pero aquello fue más que suficiente como para incentivar a los Cleruzio a reunirse con Leo.
Leo Smith confesó a los Cleruzio que había robado pruebas sobre el tipo de explosivo utilizado. Según su versión, le contactaron y pagaron tres mil quinientos dólares por hacerlo. Pero no se deshizo de las pruebas por si en un futuro le podían servir. Motivado por las educadas peticiones de los Cleruzio, accedió a entregarles las pruebas. Quienes a su vez, se la hicieron llegar a Martelli. El abogado no tardó demasiado en descubrir que el c4 utilizado en el atentado, se había introducido en el país de forma clandestina y que solo un hombre podía ser capaz de ello. Un contrabandista que se hace llamar Apophis y al que se le contrata a través de la Darknet.
Los servicios de Apophis no son precisamente baratos, pero es considerado el mejor contrabandista que existe. Según dicen, es capaz de transportar cualquier producto donde sea y todo en un periodo máximo de 72 horas. Su sistema de actuación es bastante peculiar, acuerda con sus clientes el punto de recogida y después les llama para informarles donde pueden recoger la mercancía. Jamás lleva la mercancía hasta el punto de destino fijado por el cliente, si no que lo deja a una distancia máxima de 3 kilometros. Debido a ello, nadie sabe con exactitud cual es su apariencia, aunque se cree que es un hombre.
El dossier también dispone del número de cuenta que se utilizó para pagar a Leo. Pero Martelli no ha podido aún investigar ese número, debido a la falta de tiempo y la precipitación de lo acontecido. Por último, hay una llave pegada con celo al informe. La llave abre la puerta de un guardamuebles donde están las pruebas que Leo robó. Por si O´conner decide hacer algo con ellas.
Un zumbido sorprende al inspector, quién tan enfrascado estaba en la lectura que no se ha percatado que le llamaban por teléfono. Tras comprobar el número, descuelga.
[color=#cc0099]-Buenos días inspector, espero no despertarte.[/color] -Xia parece estar de buen humor, aunque la joven en realidad siempre lo está. [color=#cc0099] -Tengo los análisis que me pediste. La sangre de la navaja que encontramos en la escena del crimen, coincide con la del cigarrillo y con la sangre de la toalla que me habéis traído. Pero en la toalla también hay sangre de la victima. En pocas palabras, tu sospechosa estuvo en la escena del crimen. Aunque aún no estoy muy segura del arma homicida, todas las pruebas que se me ocurren me llevan siempre a la misma conclusión. La victima murió bajo el ataque de un dragón de komodo.[/color]
Tras escuchar lo que Martelli tenía para decir, Mike aseveró asqueado. Aquello ya no lo sorprendía, pero aún lograba asquearlo. Todo lo que había dicho, aunque triste, era verda. Puede que alguno de los rangos medios pudiera ser llevado a un tribunal, pero ni el Don ni Pietro Roselli serían arrastrados a un tribunal. Punto final. No es fuera difícil, sino que era lisa y llanamente imposible. Porque para que existiera dicha posibilidad tendrían que tener suficiente material como para el fiscal de distrito siquiera pensara en qué hacer y eso ya de por sí era algo harto improbable. Ambos ocupaban las más altas esferas ya no del hampa, sino de la crème de la crème. La mismísima élite que controla el rumbo de la sociedad misma. Pero si ni Richard Nixon pudo con el escándalo del Whatergate ¿No cabía albergar esperanzas de que la cosa mejorase?
Mike solo atino a responder en voz baja, más para sí mismo que para Martelli.
—Entonces será sólo cuestión de buscar.
Apenas un momento después, cuando Martelli comenzó a hablar de esperanza, Mike sonríe satisfecho.
—Nadie perdura en el poder in aeternum, señor Martelli. El poder es efímero y cuando alguien intenta retenerlo por demasiado tiempo puede acabar dándose cuenta que se ha embarcado en una inacabable y fútil empresa. Ni siquiera Julio César, que logró hacerse del poder absoluto, pudo retenerlo por demasiado tiempo y esto no es ni será una excepción —dice haciendo un gesto que daba a entender que no se refería a nada en particular, pero que al mismo tiempo intentaba abarcar todo—. Sólo es cuestión de tiempo. Porque cuando el pueblo despierte y se de cuenta que hemos acabado en fondo del abismo, en el más profundo y sórdido de los agujero, ahí no tardaremos en entender que el mundo está repleto de personajes como Bruto y Casio y, cuando lo hagamos, ya nada podrán hacer para detener su caída.
En ese punto, Mike suelta una breve e involuntaria risa, acaba de darse cuenta de algo.
—¿Es qué éste lugar no se llama Roma? —pregunta, aún divertido— Vaya paradoja... ¿Será así cómo Cayo Casio Longino y Marco Junio Bruto concibieron y luego urdieron su intrincado plan? —preguntó, aunque realmente no esperaba respuesta alguna. Y ahí, en ese preciso instante, Mike extendió su voluntad y tocó por primera vez la mente del abogado. Fue un toque sutil, apenas un leve contacto que le permitiera leer los pensamientos más superficiales. Quería saber con cuánta sinceridad había hablado el abogado y si realmente estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario cuando fuera necesario.
Algo después, cuando Martelli propone pasar a charlar de temas tanto más banales, Mike acepta de buen grado. Ya había tenido suficiente charla política y no creía que seguir mostrando su mano fuera una gran idea. Aún no terminaba de decidir que tanto se podía confiar en aquel abogado.
Ya finalizada la cena, Mike recibe la tarjeta del abogado de buen gusto y le entrega la suya. En ella sólo indica Michael O'Conner, Detective y su número de teléfono.
—Así si alguna vez necesita hablar conmigo, puede pedirle a su secretaria que me contacte. Ahí está mi teléfono. Eso le ahorrará el enviar a uno de sus empleados y yo podré disfrutar de un almuerzo libre de interrupciones —dijo mientras estrechaba la mano de Martelli.
—Ha sido un placer conocerle, señor Martelli.
---
Con la luz ya colándose por la ventana, Mike por fin logró abrir el dossier. Sólo le dedicó una fracción de segundo al informe sobre los hombres de Ranieri, ya se ocuparía de ellos. Así que sin más preámbulo, Mike, se dirigió al informe de índole personal y lo leyó. Lo leyó una, otra y otra vez. Sólo tras memorizar cada palabra, cada trazo, cada imperfección en la impresión, sólo allí se sintió satisfecho y se detuvo. De pronto se encontró destilando odio. Por todos. Todos y cada uno de los involucrados. Desde Leo Smith que por una míseras migaja había entregado evidencia que podría resultar crucial, hasta el tal Apophis que fue quien puso los explosivos a disposición de sus más atroces enemigos.
Y allí permaneció callado un largo rato destilando odio mientras su mente divagaba fantaseando en cómo les haría pagar por lo que habían hecho, en cómo les arruinaría la vida. Sólo pensaba en equilibrar la balanza y hacerles pagar.
Pero de pronto, algo lo sacó del lugar donde estaba y lo bajó de nuevo a la realidad. El teléfono sonó, era Xia.
—Oh, no, descuida Xia. Llevo ya bastante tiempo despierto, así que no te preocupes —dijo cordial—. Te agradezco la información Xia. Te pido por favor no la divulgues con nadie, y que si te ves obligada a informarlo me pongas al corriente ¿vale? —pidió cortésmente, para luego despedirse y colgar.
Rápidamente Mike se dispuso a urdir un plan de acción. Tendría que cobrar unos cuantos favores. El primero de ellos implicaría seguir el rastro de la cuenta bancaria, para ello pediría ayuda a John Smith, su amigo y jefe seccional en la DEA. Luego, tendría que intentar averiguar algo de ese tal Apophis, lo que fuera. Pero en lo inmediato tenía que intentar localizar a varias personas... La primera, pero no la única de ellas era Sara. También estaba la muchacha Aisha y los malditos hombres de Ranieri. Todo eso mientras peleaba para no caerse dormido a la mitad del jodido día... Aquel sería un maravilloso día.
---
Tras finalizar con todos los negocios pendientes, Mike miró la hora ¡Ya era tiempo de ir a trabajar! Todo el día había sido una locura y, lo peor de todo, es que no pareciese que el día que estaba a punto de empezar fuera a mejorar en absoluto. Por suerte aún le quedaba tiempo de pasar por el bar y meterse una dosis mortal de cafeína. Así que, tras bajar del departamento, Mike cogió el móvil y llamó a Dean.
—Oye, muchacho. Te veo en treinta minutos en el bar ¿Vale?
Al extender su voluntad para tocar la mente de Martelli, O´conner puede percibir que el abogado posee excepcionales defensas mentales. Aquella sensación ya la había vivido en su primer encuentro con Sara, pero a diferencia de aquella vez, su poder logra penetrarlas sin dificultad para ver lo que hay tras aquella barrera.
Pese a que en apariencia Martelli continúa degustando su comida y saboreando la bebida, los pensamientos que cruzan por su mente comienzan a ser percibidos por O´conner.
No puedo evitar recordar aquella fría noche en Chicago hará unos dieciséis o diecisiete años. Debido a ciertos conocidos, descubrí un lugar donde jugadores expertos, se reunían cada noche para apostar en el poker. Recuerdo que había un hombre llamado Steven que pese a ser un pésimo jugador, poseía una suerte endiablada que le hacía ganar todas las manos.
En mi arrogancia pensé que podría poner fin a su racha ganadora, pues desde hacía semanas, nadie había sido capaz de ganarle ni un solo dolar. Por supuesto se le había acusado de realizar trampas, pero hasta el momento, nadie había logrado descubrir su método. Cambiaban la baraja de forma constante e incluso, se le impidió tocar sus propias cartas. Aquello era algo asombroso, había más de una decena de personas allí, con los ojos como platos observando cada movimiento y cada jugada sin comprender cómo lo hacia.
En aquellos tiempos, debo reconocer que me creía más inteligente de lo que realmente era. Así que decidí sentarme en la mesa dispuesto a arrebatarle toda su fortuna. Fue entonces cuando sentí por primera vez aquella extraña, perturbadora y horrible sensación.
Imagine por un momento que se encuentra en su hogar, totalmente solo y decide darse una ducha. Embriagado por lo relajante de la situación, decide ponerse a cantar. Sabe que desentona y que es un pésimo cantante, pero aún así lo hace. Después de todo, no le hace mal a nadie y se encuentra disfrutando de un momento de intimidad. Pero de pronto, la cortina de la ducha se corre y te percatas de que la ducha ya no está en tu hogar, si no en medio de un gran teatro, donde cientos de personas te contemplan en un momento de suma delicadeza y vergüenza para ti.
Un momento atroz donde por mucho que lo intentes, sabes que no tienes donde huir. Sin duda es una sensación aterradora y que sin duda comencé a sentir nada más sentarme en la mesa. Al principio pensé que tan solo se trataba de que me estaba poniendo enfermo, tal vez la comida o bebida que había ingerido durante la cena. Pero lo más extraño era que aquella sensación iba y venía por momentos. Fuera como fuese, la verdad es que Steve era imbatible jugando al poker. No importaba si iba o no de farol, de alguna manera siempre lograba anticiparse a mis jugadas.
Así que allí estaba yo, siendo humillado en la mesa y presa de una extraña sensación de vergüenza hasta que por fin, me percaté de un pequeño detalle. Sentada a pocos metros de Steve, se encontraba una preciosa niñita de enternecedores ojos de color oliva. La joven era supuestamente, la hija de Steve, la cual siempre llevaba a sus partidas pues según contaba siempre, no tenía donde dejarla.
Lo más extraño de todo, es que descubrí que aquella sensación del teatro se producía tan solo cuando ella posaba su mirada sobre mi. En mis viajes había adquirido una mente de lo más abierta, así que comencé a darle vueltas a un asunto y decidí poner en práctica un descabellado plan. Después de todo, no tenía nada que perder y de equivocarme, nadie lo sabría jamás.
La siguiente vez que aquella encantadora niñita me miró con su expresión triste, comencé a pensar en diversos chistes. En especial, en aquellos que recordaba que por alguna extraña razón, siempre eran los favoritos de los niños. Cual fue mi sorpresa al descubrir que la pequeña comenzó a sonreír hasta que llegado un punto, no pudo evitar romper a reír con una risa dulce e infantil.
Con la concentración de la joven rota, fue terriblemente sencillo arrebatarle hasta el último dolar a Steve. El muy canalla usaba a la niña para leer la mente de sus oponentes y para que después, le comunicase las cartas que tenían. Pero lo más atroz de todo, es que la pequeña había sido comprada por Steve. Aquella pequeña criatura había sido testigo de la muerte de sus padres por las Rosas, quienes después la vendieron por quince mil dolares.
Poco después de terminar la partida, sorprendí a Steve golpeando brutalmente a la pequeña. En aquellos momentos no conocía toda la historia, pero aún así era imperdonable lo que le estaba haciendo. Así que intervine y pese a no ser un hombre de naturaleza violenta, debo admitir que disfruté enormemente al golpear a aquel indeseable.
La pequeña me contó todo lo que había sufrido y aquello me partió el corazón. Así que no me detuve hasta que Steve estuvo entre rejas. No quiso delatar a las Rosas y prefirió cargar él con la muerte de los padres de que la chiquilla. Murió dos años después de estar en prisión. En lo referente a la pequeña, me hice cargo de todo para que tuviese un buen hogar y jamás la faltase de nada.
Con el paso de los años, sus capacidades fueron creciendo y me ayudó a desarrollar una fuerte barrera mental. Logré y no sin gran esfuerzo, hacer que penetrar en mi mente fuese algo prácticamente imposible para ella. Pero en cambio, aquí está usted inspector, sentado en primera fila del teatro, contemplando mi escuálido y viejo cuerpo saliendo de la ducha. Un acto aterrador pero sin duda, más que admirable.
Debo añadir, que mi respeto hacia usted es aún mayor. Alguien con sus capacidades podría haber llegado muy lejos en la sociedad. Pero en cambio, decidió convertirse en policía y convertir las calles en un lugar mejor. Le admiro realmente inspector y voy a mostrarle lo que me atrevo a suponer, desea ver.
Los pensamientos de Martelli fluyen rápidamente hacia las reuniones que ha tenido a lo largo del día, que sin duda deja bien presente que las intenciones del abogado siempre han sido honestas para con O´conner. La información que le ha otorgado es cierta, pues puede ver incluso el breve encuentro de Martelli con Pietro Roselli y como este último, se muestra asqueado por lo sucedido a la mujer de O´conner y cómo asegura que él no dio ninguna orden para semejante acto.
Como ya he mencionado, inspector O´conner, puedo ser un aliado de gran valía para usted. Pero no resulta agradable que se paseen por mis pensamientos. No dispongo de forma ni manera de impedir que continúe hurgando en mi mente, pero si continúa, me marcharé de inmediato y me temo que romperé cualquier posible relación que pudiésemos tener en el futuro. Su condición será un secreto que me llevaré a la tumba, puede ver en mi mente que soy un hombre de palabra, así que puede estar seguro de que no lo delataré.
Por otro lado y a sabiendas de su condición, debo advertirle que no es el único con talentos especiales. Hay otros en la ciudad conspirando desde las sombras y mucho me temo que sus intenciones no son para nada agradables. Los actos de las Rosas son aún más crueles de lo que pueda llegar a imaginarse, así que le advierto, sea especialmente cuidadoso al tratar con ella, en especial a la hora de usar sus talentos. Pues si descubren su condición, me temo que se convertirá en un blanco para ellas.
En el preciso instante en el que, Mike, alcanzó la mente de Martelli, supo que aquel no era un hombre ordinario. Puede que no estuviera a su mismo nivel y que sus defensas mentales no fueran las más fuertes, pero ciertamente estaba muy por encima de la media. Casi al mismo tiempo, cuando Martelli, pese a que en apariencia seguía degustando la comida, dio forma a sus pensamientos y comenzó a darle forma a una historia, Mike supo que lo había pillado. No sabía cómo se lo tomaría, pero seguramente no se lo tomaría para nada bien. ¡Maldición! —se dijo—. ¡Tendría que haber sido más cuidadoso!
Sin embargo, Mike ya estaba allí y ya había roto la ventana. No escondería la mano intentando simular que el no había sido, porque además estaba seguro que el dueño de la casa lo había pillado infraganti, así que ¿Para qué salir corriendo de allí, si de todos modos ya sabían que había sido él? Enfrentaría la situación y se encargaría de ella, no se comportaría con un borrego asustado que sale corriendo temeroso tras tirar una piedra y romper una ventana.
Un momento más tarde, cuando Martille le hubo mostrado todo lo que quería mostrarle, Mike aseveró calladamente y esbozó una breve sonrisa.
—Esta ha sido la primera vez pillan, señor Martelli. No me disculparé por lo que he intentado, pues si no me hubiera pillado no lo hubiera hecho y no le ofreceré una disculpa por algo de lo que no me arrepiento. Tantos años como policía me han convertido en alguien desconfiado y cínico, no voy a intentar negarlo. Sin embargo le hablaré con la verdad y con honestidad, mi única intención era asegurarme cuáles eran sus verdaderas intenciones y lo que he visto es suficiente para confiar en usted —dijo, y en aquel preciso instante salió de la mente del abogado.
Sin embargo y pese a haber abandonado la mente del abogado, Mike continuó hablando telepáticamente.
—Así que por favor, permítame que sea yo quien, esta vez, le cuente una historia. Eh ¿Qué dice?
—Después de que aquella bomba explotase estuve en coma por meses. Cuando desperté, muy contrario a lo que uno suele escuchar, no sentí aquella experiencia como un abrir y cerrar de ojos. No, nada más opuesto que eso. Pues durante todo el tiempo en el que estuve en coma, retuve un estado de semi-conciencia. Allí me sentía como si estuviera levitando en la nada misma, pues no sentía el piso, ni el peso mismo de mi viejo cuerpo. Allí todo era oscuridad. Una oscuridad como nunca antes había conocido. Una oscuridad tan absoluta que llegue a considerar que me encontraba más allá de la omnisciente mirada de Dios y de toda su La Creación. Llámeme hereje, apóstata, o como más le guste, pero en aquel momento y lugar, todo aquello parecía endemoniadamente cierto —hace una breve pausa, dejando lugar a que Martelli pudiera acotar algo— No sé cuánto tiempo permanecí en aquel onírico estado. Pero en algún punto, tras haber pasado lo que parecía una eternidad, algo cambió. De pronto comencé a escuchar una suerte de zumbido. Con el tiempo ese casi imperceptible zumbido fue in crescendo, se convirtió en murmullo y por fin llegó a convertirse en algo coherente y comprensible. Me tomó algún tiempo comprender lo que estaba pasando. Parecía que allí, con la oscuridad como único testigo, comencé a escuchar los pensamientos de personas a las cual no podía ver. Me llevó bastante comprender y asociar aquellos incesantes pensamientos con personas específicas, pero con el tiempo me hice una idea de lo que estaba pasando, quiénes eran aquellas personas y qué relación tenían conmigo. Resultó que eran médicos y enfermeros que se encontraban a mí cuidado, pues había sufrido un tremendo accidente y había terminado hospitalizado —en ese punto Mike se tira hacia atrás en la silla y da un buen trago al exquisito vino que Martelli había pedido.
—Allí mismo también comprendí que aquel supuesto accidente había sido un bomba. Una bomba, un artefacto explosivo. No había sido ni una explosión de gas, ni siquiera el caprichoso destino el culpable de aquello, no. Lo que se llevó la vida de mi amada fue un artefacto explosivo, un arma esgrimida en mi contra y que tomó la vida de mi amada esposa. Tras arribar a dicha conclusión mi mundo de desmoronó. Me sumí en la desesperación, el odio me invadió y un rencor como nunca antes había sentido se apodero de mi. Me había perdido. En aquel momento hubiera sido capaz de cometer las peores atrocidades, los más cruentos y despiadados actos de venganza. Estaba dispuesto a tirar todo por la borda. Estaba dispuesto a quemar todos los barcos. Ya nada importaba. Lo único que importaba era dar con el responsable y hacerlo pagar de la manera más agónica y dolorosa posible. Tras haber imaginado incontables maneras de cobrar venganza, cuando ya estaba listo para condenar mi alma, ahí, sólo ahí vi la más brillantes de las luces. Era un fulgor incandescente que ardía blanco e impoluto. No puedo explicar lo que vi con palabras, pero estoy seguro que era un ángel. Pero no era cualquier ángel, era Irene, mi esposa muerta. Me miró con el amor que sólo ella podía hacerlo y posó su mano mano aquí, sobre mi corazón. No sé a ciencia cierta qué es lo que pasó allí y ya no intento buscarle explicación, pero en aquel preciso instante me desperté y todo aquel odio, toda aquella desesperación y sed de venganza simplemente desaparecieron.
—Vale aclarar que hasta antes del atentado yo era un hombre normal, un policía, que pese a todo, trataba de mantenerse limpio y hacer lo correcto. Estoy seguro que usted está al corriente de que un policía está completamente rodeado por inmundicia, lo más bajo de la sociedad. Allí todas las tentaciones y corrupciones están al alcance de la mano. Allí uno rápidamente puede convertirse en lo mismo que se supone debe combatir. Sin embargo me mantuve al margen de todo eso. Me mantuve firme y no perdí mi dignidad ni me manche en el camino. La decisión siempre fue mía, siempre fue mía. Ahora tengo este don y, en muchos aspectos, es similar a lo que me pasó cuando era policía. Uno decide que hacer con el poder que tenga. Se es lo que se es, no importa el poder que uno tenga.
—Puede que con el atentado hayan logrado sacarme del juego por un tiempo, pero al mismo tiempo me ha dotado de todas las herramientos que necesito para dar y acabar con ellos. Lo que, en su afán por sacarme del juego, no han calculado es que al sobrevivir sería un hombre con un único propósito y una misión. Mi norte ahora es inamovible y no conoceré descanso hasta que haya encontrado a todos y cada uno de los involucrados en el incidente que acabó con la vida de esposa. Pero no seré yo quien haga las veces de policía, juez y jurado. Ningún hombre debiera serlo.
—Imagino que mucha gente en mi posición sucumbiría a los excesos, o cobraría una rápida y ejemplificadora venganza. Yo también podría e incluso he fantaseado con la idea. No soy un santo, ni mucho menos. Pero pese a todos soy de principios y han sido ellos los que por cincuenta años han guiado mi vida. Si sucumbiese y abusase de este don ¿Qué me haría mejor que los animales que mataron a mi esposa? Puede llamarme estúpido si lo desea. Pero estoy seguro que si mi amada esposa estuviera aquí no le gustaría que me convirtiera en un carnicero ni en un asesino desalmado... Ella siempre abogó para que yo sea una mejor persona y no insultare su recuerdo convirtiéndome en un monstruo. Créame cuando le digo que podría sacudir los cimientos mismos de esta enferma ciudad sin moverme de esta misma silla. Podría hacer muchísimas cosas nefastas si me lo propusiera. Incluso podría sucumbir ante la sensación y hacerme rico... ¿Pero para qué? ¿Qué ganaría? Sí, podría tener una casa lujosa, podría tener un coche cara, podría tener muchísimas cosas. Pero si hiciese todo eso ¿Estaría más cerca de recuperar a mi esposa muerta? No. No lo estaría y de hecho, cada uno de dichos actos me iría alejando cada vez de ella. Soy un hombre simple, no necesito tener una vida de lujos y excesos. Sólo quiero justicia, señor Martelli, y estoy dispuesto a dar mi vida para conseguirla.
—Respecto a su comentario de que no soy el único, lo sé. Aunque no lo parezca, lo tengo presente —agregó con cierto tono amargo—. Hoy mismo me he topado con varias personas cuyas habilidades no se pueden explicar bajo lo que hasta hace una década considerábamos normal. Los tiempos están cambiando y los peligros se están haciendo cada vez mayores. Así que ahora, más que nunca, esta ciudad necesita gente comprometida y dispuesta a dar todo de sí para hacer de esta una ciudad mejor. Sin embargo, lo que no necesitamos son vengadores. No necesitamos gente enfurecida que intente hacer justicia por mano propia, porque allí, con el castigo del primer inocente, todo se irá por el excusado.
Martelli mantiene toda su atención en cada palabra que O´conner le transmite directamente a la mente. Cualquier otro habría sentido aquello como algo extraño e inquietante, pero el abogado parecía sentirse muy cómodo con aquella forma de comunicación. Por otro lado, también sabía como dominar sus propios pensamientos para no transmitírselos a O´conner de forma involuntaria.
La trágica historia del inspector le conmueve y no puede evitar sentir un respeto aún mayor hacia él. Aquel hombre había tocado fondo y se le había otorgado un poder aterrador con el que podría lograr lo imposible. Pero lejos de aprovecharse de ello, había tratado de seguir siempre el camino de los justos.
De nuevo, permítame ofrecerle mi más profundo pésame. Le ha tocado vivir una de las pruebas más duras que la vida puede lanzarnos y pese a todo ello, se ha mantenido recto. Es un hombre con principios y mucho me temo, que ya no quedan muchos como usted. Le admiro, inspector, de verdad. Ha demostrado una entereza que seguramente a mi, se me habría escapado.
Me gustaría poder ayudarle. Como ya he mencionado, dispongo de una amplia red de informadores y de contactos que podrían ayudarnos a esclarecer la identidad de quién estuvo detrás del atentado. De ser posible, me gustaría tener acceso a los casos en los que participó seis meses antes del atentado. Si no encontramos nada ahí, ampliaríamos el plazo del tiempo. Buscaré a cualquiera que pudiera desear vengarse de usted aunque sinceramente...
Lo que viene a continuación es un tema realmente delicado. Desea ofrecerle toda su ayuda a O´conner y pese a que se ha establecido un círculo de confianza entre ambos, lo que tiene que decirle puede ser tomado como algo poco oportuno.
Estoy seguro que con sus dones, habrá buscado a los culpables. En su lugar, habría escaneado la mente de todos aquellos que por una u otra razón, podían desearme algún mal. Pero tras dos años, aún no ha logrado ningún avance en su investigación. Me gustaría plantearle todo este asunto desde otra perspectiva...¿Y si usted no fuese el objetivo del atentado, si no más bien, un daño colateral? Lo que le estoy planteando inspector, es que tal vez la bomba no fue dirigida hacia usted, si no hacia su esposa...
Martelli le concede unos instantes para que O´conner se plantee aquella posibilidad, pero no los suficientes como para que pueda llegar a conclusiones erróneas.
Tal vez ella fue testigo de algún acontecimiento o estaba en posesión de cierta información, que alguien no deseaba que saliese a la luz. Piénselo inspector, tal vez no encontró nada en todo este tiempo por que estaba buscando en donde no debía. Tal vez debería de investigar cuales fueron los últimos movimientos de su esposa y si me lo permite y le parece correcto, yo le ayudaré en esa tarea.
Martelli deseaba ir con pies de plomo en aquel asunto. Su único deseo era ayudar al inspector a cerrar aquel capítulo de su vida. Pero sin duda era un tema muy delicado y O´conner podía tomarse a mal su deseo de ayuda, después de todo, podía verlo como una forma de remover su pasado y lo que era peor aún, el de su esposa.
¿Puedo preguntar a que se dedicaba su esposa o si tenía algún enemigo?
Cuando Martelli comienza a adularlo por su supuesta rectitud, Mike hace oídos sordos. El abogado era un hábil orador y era capaz de llevar la conversación de un lado para otro con increíble facilidad. Pero él no había contado aquello para parecer un mártir ni un héroe. Lo había contado para el abogado entendiera el porqué de su inquebrantable voluntad.
—Yo no soy un ser excepcional, ni un extraterrestre, señor Martelli. No puedo explicar por qué tengo esta capacidad, pero puedo asegurarle que no ha cambiado mi vida en absoluto. En todo el tiempo que llevo de policía nunca necesité de poderes mentales para hurgar en la mentes de las personas. Estoy seguro que usted está familiarizado con conceptos como el metalenguaje, el lenguaje corporal y todo lo que éstos son capaces de revelar. Puede que ahora, con este nuevo poder, pueda hurgar directamente en la mentes de las personas. Puede también que pueda alcanzar profundidades imposibles hasta para la misma persona, pero ¿Para qué habría de hacer? ¿Qué me llevaría a gastar tiempo y esfuerzo en buscar algo que realmente no necesito?
—Dado el grado de entrenamiento que tiene su mente, estoy seguro que sabe que la mente está compuesta por capas. Las capas exteriores son las que manejan los pensamientos superficiales, lo que uno está pensando en el momento. Llegar a dichos pensamientos es relativamente fácil y requiere poco o ningún esfuerzo. Pero a medida que uno quiere ir más y más profundo, la cosa se empieza a complicar y la intrusión es cada vez más invasiva. Imaginemos que la mente es como una casa. Con mirar por la ventana o escuchar tras la puerta uno estaría escuchando los pensamientos superficiales ¿Es eso una violación a la privacidad? Sí, lo es. Pero es una violación menor. Ahora bien, si la intención de uno fuera llegar a más profundidad ya no bastaría con mirar por la ventana. En ese caso uno tendría que ir personalmente a la casa, forzar la puerta, allanar la morada y poner todo patas para arriba. Eso no sólo es complejo, sino que además lleva tiempo y deja profundas marcas.
—Ahora bien, tiene razón cuando dice que en estos dos años he avanzado muy poco. Pero como ya le he explicado, el hurgar en la mente de las personas es un tema delicado. Sin ir más lejos usted mismo ha manifestado su desagrado por tenerme en su mente y apenas estaba mirando la capa más externa de su mente. Dígame ¿Qué tanto le agrada la idea de tenerme dentro de su mente, sin ningún apuro y dispuesto a desenterrar cada uno de sus secretos, sus miedos y todos sus trapos sucios? La perspectiva de que existan personas con tales capacidades es escalofriante. Nadie debería tener tal poder. Al menos, en lo que a mí respecta, hago un uso responsable de mis poderes, pero ¿Todo los que tienen poderes similares lo hacen? No. La respuesta es no. Hay poder ocultos, reptando en las sombras que están dispuestos a hacer cuanto haga falta para hacerse con una cuota de poder.
—Es que ahí es donde está el quid de la cuestión. El poder no cambia a las persona. El poder sólo acentúa los rasgos existentes, haciéndolos más evidentes, pero de ninguna manera nos define como personas. Lo que nos define son nuestras propias acciones y omisiones.
—En los días que corren resulta absurdo pensar que nuestro destino ha sido hilado en el momento mismo de nuestro nacimiento y que nada podemos hacer para alterarlo. Poderes tales como Las Parcas que, con lana e hilo de oro, son capaces de tejer nuestro destinos, son conceptos muy pintorescos pero arcaicos. Todo eso es apenas otra forma para creernos víctimas de un poder superior, otra forma de desligar responsabilidades y de no hacernos cargo de nuestros acciones. Los verdaderos demonios somos nosotros y el infierno está en nuestras mentes y corazones.
—Vea usted, la vida es, al menos en algunos aspectos, como la física. Para toda acción hay una reacción y el atentado no ha sido más que un ejemplo. Yo podría haber hecho como muchos, podría haber tomado el camino fácil, podría incluso haber aceptado dinero y tener una vida mucho más holgada de la que hoy en día tengo. Podría haber hecho muchas cosas que no hice. Podría, sí. Pero no lo hice. Y no lo hice pese a las amenazas, pese a los problemas que he tenido, pese a la falta de apoyo, pese a todo... Aún así, yendo contra la corriente me mantuve firme. El atentado no ha sido casual, sino una consecuencia directa de mis acciones, pues como he dicho antes, para todo acción hay una reacción de igual fuerza pero opuesta. Puede que yo no haya puesto una bomba, ni cometido una masacre de inocentes, pero indudablemente era un grano en el culo. Un grano que no estaba dispuesto a hacer la vista gorda y que estaba dispuesto a llegar al final pese a todo.
Pero lo cordial de Mike se acabó cuando el abogado incorporó a su Irene en la ecuación.
—Siendo un servidor público debo responder por cada una de mis acciones, así que si usted quiere investigarme adelante. En lo que a mi respecta lo ayudaré en todo cuanto esté a mi alcance, o, si lo prefiere, me apartaré para no convertirme en un obstáculo. Pero bajo ningún concepto consentiré que mi esposa sea víctima de sospechas o de sus investigaciones. No puedo exigirle que la deje en paz, pero de ninguna manera lo ayudaré a cuestionar o mancillar su persona.
Ya expuesto su punto, Mike se relajó y dejó de estar a la defensiva. No creía que Martelli fuera tan temerario para abiertamente oponerse a su pedido
— No soy uno de esos parlanchines elocuentes que hablan sólo por hablar, ni de esos se esmeran en ser condescendientes y creeme, no empezaré esta noche. Sin embargo me gustaría agradecerle por la información que me ha brindado. La usaré y llegaré al fondo del asunto, puede estar seguro de que así será. Pero dejemos ciertos asuntos personales de lado y enfoquemonos en hacer de Paradise City un lugar mejor ¿Qué dice?
Martelli continuó atendiendo las palabras de O´conner con gran interés. Existían muchos puntos en los que sin duda compartían opinión, por lo que cada vez era más evidente, que O´conner sería un gran aliado para sus planes.
[color=#FF4000]-Me disculpo si pensó en algún momento que trataba de mancillar el buen nombre de su difunta esposa. Para nada fue mi intención, tan solo deseaba expandir su mente ante la posibilidad de que algún desalmado, pudo ir contra ella por algún motivo. Pero no se preocupe inspector, le he dado mi palabra y me gusta poder afirmar, que soy de aquellos que la cumplen. Por ello me limitaré a investigar los casos en los que participó por si descubro alguna otra evidencia que pueda ayudar a descubrir la identidad de quién estuvo tras el atentado. [/color]
La cena había llegado a su fin, era mejor dar aquella conversación por zanjada. En otra ocasión ya tendrían tiempo de poder tratar otros asuntos. Por lo que poniéndose en pie, tendió la mano al inspector ofreciéndole un fuerte apretón de manos.
[color=#FF4000]-Mis recursos están a su entera disposición, inspector. No dude en llamar si puedo ayudarle en algo, para mí será un placer poder ayudarle. Gracias por su tiempo y esperemos que juntos, logremos aportar nuestro granito de arena para hacer de Paradise City una ciudad que de honor a su nombre. Buenas noches inspector y gracias por todo. [/color]