Partida Rol por web

Die Glocke

Un mundo nuevo (Capítulo I)

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06/03/2017, 01:17
Damien Krieg

Posiblemente por el maldito terreno blando, no había de clavar bien las piquetas, no podía lograr esta vez montar la tienda de campaña..

- Maldito Terreno... - decía por lo bajo, mientras insistía en clavar y asegurar las piquetas, soltándose de nuevo cuando iba a tensar las cuerdas.

En ese momento , se acerco aquel soldado donde estaba, lo poco que había montado se fue abajo, el soldado tenia claros síntomas de que le pasaba algo malo..

- ¡¡ DOCTORA, DOCTORA, SEÑORA DIETRICH NECESITO DE SU AYUDA !! - Krieg intenta ayudar al soldado, mas no sabe que hacer, se limita a quitar los trastos alrededor del soldado, para despejar la zona y que la doctora haga su trabajo.

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06/03/2017, 02:24
Fritz Oldenkamp

Tratando de no quedarse atrás, Fritz bufaba cada vez que tenía que apurarse para ponerse junto a Hagall. Fueron muchas las veces que tuvo que limpiarse la frente con la gorra, se notaba a simple vista que no estaba acostumbrado a estos climas. Quitando la vez que estuvo en el frente Oriental y en Dinamarca, jamás había salido de Austria. 

La niña hablaba en ese idioma tan desconcertante para él, aunque lejos de parecer confuso le dedicó una sonrisa. Tomó un puñado de las bayas que le ofreció y las observó con detenimiento. ¿Sería alguna clase de droga?

Miró entonces a Hagall, señalando las bayas que tenía en la mano.

Disculpe, señorita Wirth, ¿Cree que sería seguro probarlas? Parecen... Zarzamoras... ¿No? Mi... Mi madre solía hacer pastel de zarzamoras en verano, yo y mi hermana solíamos... Ejem... Se le había ido la lengua, echaba de menos charlar, pero tampoco quería pasarse de la cuenta. Al fin y al cabo, era su escolta.

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06/03/2017, 05:52
Hagall Wirth

La arqueóloga se quedó de piedra con la actitud que gastaba el sargento y le hizo gracia lo lenguaraz del doctor. En general parecían todos allí, incluida ella, bien servidos de carácter. Apreció también como la enfermera pese a mostrarse silenciosa no perdía ripio de cuanto sucedía.
Cuando Topf desoyó su petición de llevarse a Meiser tomó nota mental ¿No le gustaba que una mujer tomara decisiones? ¿Encasquetarle a Oldenkamp era un “castiguito” por decirle donde tenían que acampar? Fue correcta no obstante pues soltar un estufido no solo no serviría de nada si no que contribuiría a la escalada de tensión. Y puesto que tenía que ausentarse no convenía alimentar el fuego. Además Fegelein pondría orden al día siguiente. Así que no discutió la asignación del acompañante y mientras este se preparaba ella volvió a acercarse a Bernstein y Krieg arqueando las cejas como gesto de complicidad.
-No desesperen, mañana llegará el teniente. Parece más cabal aunque no deja de ser un uniformado…- dijo en petit comité para que solo le oyeran ellos dos –y descuide doctor, prometo un informe completo- sonrió. Evitó bromear como se estaba acostumbrando a hacer con él, era un comportamiento anómalo en ella y como no lo comprendía prefería evitarlo. Miró a un lado para ver como iban los preparativos de Fritz –Ya me contarán que tal ha ido todo en mi ausencia. Paciencia…- les guiñó un ojo a modo de despedida. Al cabo de unos pasos se giró –Doctor! Cuide de mi moto… por favor- y se alejó de ellos uniendo sus pasos a los del soldado que la acompañaría.

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06/03/2017, 09:32
Hans Topf

Dejó la discursión estúpida para otro momento mejor, quedando allí plantado el señor Heltmul. Palmeó la culata, para afianzarla y salió disparado para buscar al bicho que había atacado a uno de los soldados. - JODER. Pensó para sus adentros.

No contestó al pobre Fritz. Era soldado y sabía que tenía que portar si no se le ordenaba lo contrario.

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06/03/2017, 10:27
Helmut Bernstein

Helmut se quedó de piedra ante la reacción agresiva del sargento. Se sintió muy amedrentado ante la clara invasión de su campo personal. ¿Sería capaz de matarlo? No. Pero tenía claro que si alguien se lo ordenaba, sí. Y parecía que el soldado iba a pagar por su salida de tono.

Lo siento, sargento. Sólo era una broma. No me malinterprete. Soy consciente de mis limitaciones. Todos las tenemos. No soy un hombre de guerra. Si en una situación de combate usted ordena correr, yo correré.

Dijo con un hilo de voz. Estaba claro que ese hombre vivía por y para la disciplina. Había conocido cafeteras más emotivas. Era un hombre con su utilidad, por supuesto. Y seguro que era muy competente en su campo, sino no estaría allí. 

No sabía qué hacer ni como proceder. Por fortuna (o mejor dicho, por desgracia) un soldado empieza a gritar. Kireg se pone a gritar pidiendo ayuda a la srta. Dietrich. El sargento sale hacia allí disparado. El científico detrás. Hay un bicho aplastado y el joven estaba francamente mal.

En aquellos momentos se siente como un niño. Allí le puede pasar de todo. Ya no se siente como un audaz aventurero. Busca por todas partes, con mirada ansiosa, a la joven y discreta enfermera.

 

 

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06/03/2017, 10:52
Hans Topf

Como mando de tropas. Mando directo, que trataba con ellos, estaba acostumbrado a dar órdenes. - ¿Gente de ciencia, comentó señalando al bicho espachurrado mientras se arrodillaba a la carrera junto al muchacho, saben de un contraveneno para ayudarle? ERa un hombre práctico, y sabía que muchas de las bestias de allí, tendrían contrapartida en la tierra, con detalles ... parecidos, pero otras muchas alimañas no. Deseaba que no fuera algo mortal. Algo que sólo le hubiera dado un buen susto ... pero no tenía esa esperanza. Enseguida recordó la instrucción básica en la montaña. " - Hay que mirar antes de meter la mano, y mejor que un bicho te muerda la bota a que te muerda a ti. Muchachos, poden el pie". Era cierto, en aquella época era un muchacho; menos de veinte años. Aquellos recuerdos le decían como tenía que actuar ante la situación que el muchacho enfrentaba, pero nadie le había adiestrado a qué hacer, cuando estaba en su posición. Si, sabía algo de primeros auxílios. Estaba también en su adiestramiento. Pero ... mucho hombre y mujer medicina por allí cerca, y él era el que menos conocimientos disponía sobre el tema.

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06/03/2017, 19:44
Ilse Dietrich

Si había que mover todas las cosas de lugar para plantar el campamento en otro sitio lo haría. Ilse no era de las personas que, aunque estuviera en desacuerdo, fuera a llevar la contraria a gente más autorizada y preparada que ella. Por ese motivo, recogió las cosas que ya se habían sacado en silencio, dispuesta a trabajar como el que más.

Tenía que reconocer que el nuevo emplazamiento parecía mucho mejor, más seguro, aunque tenía el inconveniente del terreno más blando que el que acababan de abandonar. Empezó a sacar sus cosas del vehículo, teniendo especial cuidado con su maletín de primeros auxilios y, justo antes de colocarlo con delicadeza en un sitio seguro donde pudiera tenerlo a mano, escuchó las voces llamándola.

Sin pensarlo dos veces, agarró el maletín que aún no había tocado el suelo, y se dirigió en dirección a las voces. No hizo falta que le explicaran lo sucedido pues estaba viendo con total claridad la reacción que la picadura de aquel insecto, que ahora reposaba inerte en el terreno, había hecho en la mano de aquel pobre soldado.

Será mejor que te sientes muchacho.

Sin prestar atención a los hombres que la rodeaban, Ilse observó con atención la picadura y el insecto, aunque nunca había visto uno igual que aquel, le recordó a un par que había estudiado, así que arriesgándose a considerar aquel animal de la misma familia a la de los que conocía, abrió su maletín buscando en él todo lo necesario.

Ató una goma fuertemente al brazo del joven soldado antes de preparar una jeringuilla llenándola con un líquido que recordaba al agua turbia y, dándole un par de golpecitos, se dispuso a inyectársela.

Ya está. —Dijo mientras retiraba la jeringuilla y limpiaba la zona con un algodón empapado en alcohol—. Te escocerá un poco pero ya verás como dentro de nada te encuentras mucho mejor. —Le dirigió una sonrisa confiada al joven mientras se levantaba, girándose al resto de espectadores. Había llegado el momento de ser ella la que diera las órdenes—. Le conviene descansar ahora. Será mejor que le preparen un lugar protegido y a la sombra donde pueda echarse.

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06/03/2017, 23:21
Hagall Wirth

Echó un último vistazo al campamento antes de tomar un recodo en el camino. “Militares… malditos seais” ¿Qué era aquello? ¿Preocupación? ¿Empatía? ¿Qué le estaba pasando? Alzó los ojos al cielo intuyendo la silueta de la enorme luna difuminada en el cielo azul “¿Eres tú?” preguntó al astro reparando en que aún no le había puesto nombre –Urd…- dijo sintiendo el eco del universo resonando en su alma, grave, impasible pero cálido…
Lejos del erial en el que había caído la campana la primavera se adueñaba del mundo, irónico. La caminata resultaba vivificante para Hagall, perderse en la naturaleza era su medio de experimentar algo parecido a la felicidad. Fotografiaba, dibujaba y anotaba de todo, todo era nuevo, interesante, bello (hasta unas caquitas de algo que debía ser parecido a un conejo a juzgar por el tamaño).
Los pastores la miraban de reojo de cuando en cuando con recelo, sin duda preocupados por las posibles complicaciones que les acarrearía llevar extraños al pueblo. Cosas de las sociedades muy rurales. A su vez ella echaba vistazos periódicos al soldado, que estaba sudando la gota gorda cargando con el armatoste, se acercaba y le ofrecía agua.
La niña revoloteaba pizpireta haciendo un alarde de energía asombroso. Hagall no estaba acostumbrada a… bueno, a tratar con la gente, y esas cosas le causaban resaca social pero de momento el paseo le ayudaba a sobrellevarlo.
La vegetación y la flora la tenían cautivada, seguían marcados esquemas áureos, como en la tierra, pero de una simetría tan perfecta que otorgaban una belleza exuberante y a la vez extraña. Hubo una flor cuyo perfume le llamó la atención, olía parecido al galán de noche*. Cortó una con cuidado porque parecía muy delicada, cualquiera hubiera dicho en ese momento que Hagall parecía toda una damisela. Sonrió inspirando hondo su perfume.
-Las flores de Jat, las vendemos en el mercado. Son muy buenas para hacer ungüentos y curar, sí- dijo la niña. Entonces se dio cuenta de que efectivamente era una flor muy jugosa y de hecho se había mojado la nariz con el líquido que rezumaba el grueso estambre. Ahora olería todo el rato a flores… se untó con el dedo un poco más en el cuello y las muñecas en un ademán lleno de coquetería, y como la niña le miraba esperando no sabía muy bien que le manchó a ella también la nariz. Ara rió arrugando su naricilla y salió corriendo para volver con las manos llenas de unas bayas azules. Iba a comer una cuando la niña explicó todo aquello –estupefacientes… no podían faltar…- dijo para sí –Ciertamente lo parecen- respondió a Oldenkamp –solo que si hiciéramos un pastel con estas… digamos que tendría unos efectos de lo más… divertidos ¿Ha probado alguna vez el bizcocho de bongui?*Ara dice que las usan para fabricar una bebida con ciertos efectos, no se si alcohólicos o psicotrópicos, pero incluso crudas inducen un estado alterado del comportamiento. Por eso no deja que las ovejas se las coman. Guardeselas, no le haga el feo a la niña- por su parte se echó una a la boca, total las drogas y ella eran viejas compañeras de viaje. Metió las manos en los bolsillos y siguió caminando disfrutando de la brisa que levantaba el atardecer. Gawhar lanzó una mirada reprovatoría a su hija pero Hagall levantó la mano desenfadada indicando que no pasaba nada. Era una fuente inagotable de información y despierta, grandes puntos a su favor, no soportaba a los típicos críos ñoños y bobalicones.
-Se llaman jodhpurs*- explicó al verla fascinada con los pantalones –con esa forma voy fresca y me puedo mover con más libertad- hizo unos cuantos movimientos  gimnásticos sin parar de andar que divirtieron a la pequeña “¿Otra vez? ¿Pero que?... Hagall ¿Qué mierda te pasa? ¿Serán las bayas? ¿Cansancio?” La verdad es que llevaban ya una buena pateada y empezaba a notar los efectos de la larga jornada venusiana -¿Cómo va soldado? Debemos estar cerca del poblado, en unas horas se hará de noche y dudo que esta gente quiera pernoctar por ahí con el rebaño- partió otra barrita de turrón y le dio la mitad –para que tome energías- la otra mitad se la dio a Ara. Ya que empezaba a hablar de lo interesante…
-¿Nuestra ciudad?- contestó –Sigfrido- el corderito adorable del medio día se les acercó de nuevo y caminó a su lado como si las acompañara –es el nombre de un antiguo héroe. “Doichlan”* es que está muy lejos, es normal que se vean a pocos de los nuestros por aquí. Pero ya puedes decir que has visto a un par- desplegó una sonrisa encantadora –Rajpur… es como la capital no? Será muy grande…¿Está muy lejos? Me gustaría visitarla- nunca había que perder la oportunidad de sondear. Se inclinó y cogió a la ovejita en brazos para rascarle la cabeza –La gente de “Doichlan” que dice tu abuelo… sirve a los amos? No se quienes son- nada como hacerse la tonta.

Notas de juego

*Galan de noche: https://es.wikipedia.org/wiki/Cestrum_nocturnum

*Bongui: https://es.wikipedia.org/wiki/Psilocybe_semilanceata

*Jodhpurs: https://en.wikipedia.org/wiki/Jodhpurs

*Doichlan: Hagall imita su forma de decirlo

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07/03/2017, 00:36
Ernst Schumman

La fiebre estaba bajando, y la mano estaba menos hinchada. Él volvió un poco en si, aunque todavía seguía algo mareado. Creía que iba a morir, por que la picadura de una abeja extraterrestre no era moco de pavo. Por eso miró a la enfermera con un gesto de agradecimiento.

-Ya... creo que estoy mejor. Gracias, creí que no lo contaba.

Mientras tanto, Krieg intentaba clavar algunas piquetas, pero dió con la roca viva. Quizá no era el mejor lugar para montar la tienda, después de todo. Topf sacó la bayoneta de su fusil y fue comprobando la capa de tierra en toda aquella "meseta". Finalmente, dió con la tecla. Obviamente, cuanto mayor la pendiente, menor la profundidad de la capa de tierra. Movieron algunas tiendas más arriba y la tarea fue infinitamente más sencilla.

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07/03/2017, 00:44
Director

Atardecía languidamente en Venus cuando el campamento quedó montado. Todavía no había noticias de la señorita Wirth, pero Topf sabía que debían comunicar por radio la posición del campamento para que se orientaran sus refuerzos. De hecho, plantaron un poste con la bandera del Reich para resultar más visibles en la lejanía.

Estaban cansados tras tan larga jornada, y pensaban solo en la cena. A diferencia de la comida, en la que se habían limitado a comer unos cuantos ingredientes, ahora disponían de leña abundante para hacer fuego y con él, cocinar algo más decente. En el largo anochecer del planeta, con aquella luz anaranjada tan melancólica, cada uno se sumió en sus pensamientos y actividades, aunque todos sintieron la necesidad de descansar. Topf organizó las guardias, mientras Krieg ayudaba a la enfermera a cocinar un guiso con la carne de ternera con arroz y unas verduras. Bernstein estaba montando su telescopio, que usaría al caer la noche para seguir investigando los cielos venusianos y aquella extraña luna.

El herido ya había recobrado gran parte de sus fuerzas, aunque tendría la mano con una picadura fea que supuraría durante casi dos días más. Un precio bajo para casi haber puesto un pie en la tumba.

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07/03/2017, 01:01
Director

Calibraba el telescopio y preparaba la caja que usaría como mesita para desplegar sus cartas astrales. Así que le dió por mirar el paisaje, la lejanía, el cielo. Se distrajo, mirando la hora en su reloj, y cuando volvió a mirar a través del telescopio vió una figura pasar por el cielo. Una figura maciza, que lo recorría rápidamente, con una forma similar a un cono o una pirámide. Algo que no parecía un animal.

Se frotó los ojos, creyendo que soñaba, y volvió a mirar. El objeto ya no estaba allí, aunque quiso buscarlo en los cielos. De repente, se había puesto algo nervioso.

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07/03/2017, 01:09
Ara

Observó lo que la señora rubia del extraño pantalón hacía con uno de los corderillos. Eso la hizo sonreír, casi al borde de la risa. ¡Que tonterías hacían esos extranjeros de Doichlan! Le resultaban simpáticos y fascinantes, ya que en su corta edad no era consciente del peligro que podía suponer un contacto de aquella naturaleza, entre pueblos tan distintos y desiguales.

-Rajpur es la ciudad de nuestra reina, si. No está en un sitio, si no en muchas partes.

Cogió una flor e hizo un gesto, como si levitara o volara en el aire.

-Cuando es la época del mercado, la ciudad se acerca. Nosotros llevamos el lagaan y ellos nos dan muchas cosas, cosas necesarias, a cambio.

Parpadeó. No se sabía muy bien si lo que decía eran locuras de niña o encerraba alguna verdad. Sin embargo, Hagall se resistía a pensar en el concepto de "ciudades que deambulaban". Imaginaba que se refería a una corte o un campamento grande que cambiaba de sitio, al estilo mongol.

-¿Los amos? Pues los amos son... son los amos. El abuelo los llama Nuaki. Nosotros hablabamos su idioma para comerciar con ellos. Con suerte, cuando sea mayor podré vivir en Rajpur. Abuelo dice que si hablo bien su lengua podría trabajar allí, o casarme con alguno de los artesanos... o sirvientes... de la reina.

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07/03/2017, 01:17
Farah

La madre se detuvo al oírla hablar de aquellas cosas. No le gustaba nada que lo hiciera, y más teniendo en cuenta quienes eran ellos y las historias que había escuchado sobre la gente de Doichslan de boca de su suegro. Se giró a mirarla con una expresión de enfado, hablando en aquel otro idioma que Hagall no conocía. La niña bajó la cabeza y apretó el paso, separándose de ella.

Durante un momento, ambas mujeres se miraron. Era la segunda vez que la esposa del pastor tenía un gesto hostil hacia ella y Hagall estaba con la mosca detrás de la oreja. Sin embargo, la escuchó hablar por primera vez en védico, aunque no hablaba tan bien como su hija.

-Disculpe a la niña. Habla mucho, es entrometida. No se preocupen, estamos cerca de Jat ya.

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07/03/2017, 01:25
Director

El valle daba espacio a una meseta. Los aldeanos habían ganado tierras a la montaña construyendo terrazas para cultivos, algunas de las cuales tenían suaves pendientes. Se toparon con más personas a medida que se iban acercando al pueblo, la mayoría de ellas mujeres que trabajaban en el campo. La familia saludó a algunas de éstas personas al pasar, aunque ellas se quedaron mirando a los extranjeros con harta curiosidad.

Finalmente, llegaron al poblado, que estaba en la parte baja de un pequeño valle que discurría entre dos montañas llenas de cultivos. Lo primero que notaron fue el fuerte olor a animales, ya que casi todas las casas del pueblo tenían cercados para guardar al ganado. Tenían ovejas de aquel tipo, y animales autóctonos de Venus, pero también vacas como las que habían visto en la sabana. ¡Vacas francesas! La incógnita estaba en el aire: ¿Desde cuando estarían las vacas en aquel planeta? Quizá los científicos no sabían calibrar tan bien la campana como ellos creían, o quizá los rusos habían cambiado la fecha de su viaje con aquellas vibraciones de la artillería.

Atardecía con aquella luz melancólica y anaranjada cuando penetraron en Jat. Vieron a hombres, mujeres y niños recogiéndose a sus casas tras una dura jornada de trabajo, alimentando a sus reses o limpiando sus casas con hojas de lo que se parecía a la palmera, pero no terminaba de serlo. Algunas miradas se giraron hacia ellos, y las viejas del lugar se acercaron con más desvergüenza que recato. Los niños fueron detrás, por que la voz se corrió rápidamente. Pronto, se vieron rodeados por más de una docena de niños que les hablaban en un idioma que no entendían, que querían robarles sus cosas o tocarles la ropa, aunque no supieran muy bien cual de las dos cosas iba a suceder primero.

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07/03/2017, 01:40
Gawhar

El pastor levantó su cayado como una amenaza, soltando una retahila de insultos en su idioma. Los niños se rieron, y algunos de ellos retrocedieron unos pasos, prudentes. Uno de ellos, sin embargo, se acercó a Oldenkamp para imitar sus pasos encorvados debido a la radio. Le estaba haciendo burla.

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07/03/2017, 01:42
Ara

La pequeña se acercó, zafándose de otros niños, y se lo quedó mirando muy mal. Compartieron unas palabras en su idioma, mientras el niño sonreía socarronamente y ella le desafiaba con la mirada.

-Kai es mi primo, es un tonto. Su padre tendría que azotarle más, si.

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07/03/2017, 01:43
Kai

El niño retrocedió unos pasos, pero solo para coger una pella de barro y tirársela a la niña cerca de la cara. Ella se abalanzó sobre él y quiso pegarle, pero él huyó entre risas. Luego, desde la distancia, les señalaba y comentaba cosas supuestamente graciosas. A veces, imitaba el gesto de llorar y otros niños se reían.

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07/03/2017, 01:45
Director

A pesar de aquel extraño recibimiento, la familia llegó pronto a su casa. Madre e hija se dedicaron a meter a las ovejas en su cercado, mientras él les insistió en que le acompañaran dentro. La pequeña Ara estaba enfadada, y la gente del pueblo se asomaba de vez en cuando para mirar en su dirección. Los ancianos lo hacían sin disimulo, incluso acercándose. Ya estaban formando corrillos en el pueblo.

Dentro de la casa, las comodidades eran casi inexistentes y rozaban lo esencial. Una gran estancia donde había un pesebre de cerámica para contener un fuego, aperos de labranza y objetos cotidianos colgando de las paredes o en estanterías. Una parte de la casa parecía un depósito de grano, y la otra una suerte de almacén. Imaginaba que dormían en esterillas sobre el suelo, en las que colocaban una especie de colchones rellenos de lana.

Y lo sabía por que un hombre mayor, casi un anciano, estaba sentado en uno de ellos, disfrutando de uno de esos "tés de bayas" que humeaba sobre las ascuas del pesebre. El hombre, sentado en posición de escriba egipcio, habló con su hijo pero no se levantó hasta que él terminó de explicarle lo esencial, que fue para largo. Finalmente, el anciano se levantó solo para indicarles con un gesto que tomaran asiento. A tal efecto, Gawhar les trajo dos pequeñas banquetas de madera. Farah y la niña ya entraban en la casa, y se pusieron a preparar las cosas para la cena.

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07/03/2017, 01:58
Rahuti

Parecía un hombre educado, aunque rústico. Su hijo fue a ayudar a su esposa a sacar cosas de la despensa. Tenían carne allí, carne desecada con un tratamiento parecido al bucán. Iban a usarla para hacer la cena. El viejo les sonrió e hizo un gesto a Farah, que finalmente les trajo unos pequeños cuencos de cerámica para beber, iguales al que él estaba usando.

-Bienvenidos a Jat, gente de Doichslan. Hace mucho tiempo que se vaticinó vuestro regreso. Los pioneros lo anunciaron, se sabe y yo lo escuché. El día en que una nueva ciudad vendrá de los cielos y la gente de Doichslan se asentará en éste mundo. Bienvenidos.

Les ofreció té con una sonrisa, aunque sabían que olía a aquellas bayas, y no sabían muy bien si debían o no "colocarse".

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07/03/2017, 02:05
Fritz Oldenkamp

Fritz escuchó las palabras de Hagall acerca de las bayas y luego miró a la niña haciéndole un gesto de agradecimiento. Guardó las bayas en el bolsillo delantero de su chaqueta y volvió a acomodar la radio a su espalda. Ese maldito aparato estaba matándolo, iba a acabar andando como un viejo de ochenta años.

-Bueno... Voy tirando, señora Wirth... La verdad es que esta radio no me hace el camino mas sencillo...-

Se le estaba haciendo tan largo el viaje que ya no portaba el rifle con ambas manos, si no que se limitaba a tenerlo agarrado con una mano mientras con la otra luchaba con las correas de la radio cada X tiempo. A veces intercalando ambas manos.

-No... Señora, nunca he...- Hizo una pausa para tomar aire. -Nunca he tenido el placer de probar el pastel de mongui ese...- Se pasó la mano por la frente y se tomó unos merecidos cinco segundos antes de proseguir la marcha.

Al menos durante el camino se reconfortaba observando la única fotografía que había logrado traerse, era pequeña y le cabía perfectamente en los bolsillos de su guerrera. La imagen de su prometida era como un pedazo de la Tierra.

-¿Cree que...? ¿Cree que nos encontraremos con la anterior expedición, señora? Comienzo a... Pensar que moriré antes de acabar esta caminata, ha... ha...-

Al llegar al pueblo se vio forzado a volver a activar sus defensas. La gente que los observaba con miedo y curiosidad no ayudaban para nada a calmar el ambiente, y para colmo los niños. A mas de uno llegó a apuntar con el fusil antes de que se dispersaran. Salvajes.

Una vez dentro de la rústica cabaña no dejó pasar el tiempo y se descolgó el pesado aparejo, sintiendo un alivio casi instante.

-¡Oh! ¡Mein gott! Por la virgen santísima...- Apoyó el fusil contra la pared y se sentó en la banqueta de madera. Tomó el té que le ofrecían y miró a Hagall, confuso. Por una parte no quería ningún tipo de encontronazo cultural, pero lo suyo no era meterse drogas durante el servicio, o... en general. Por lo que esperó una respuesta de la que en ese momento era la única intelectual con dotes para tratar con los indígenas.