Partida Rol por web

Volver a Kalaman y olvidarnos de todo esto. Del pantano, de los cultistas fanáticos, de lo que robaron a las buenas gentes de Belleria... Todo eso suena maravillosamente en mis oídos, pero dejar solo a nuestro amigo Kylian con esos fanáticos no es una opción para mí y menos cuando Thorwyn y Enrielle nos confiesan que el asesinato de Briand siguen sin vengar. Nos hemos equivocado y hemos matado a quienes no eran.

Miro los cuerpos abrasados, asaeteados, alanceados... y no puedo evitar vomitar al darme cuenta que ahora yo también soy una asesina. Con lágrimas en los ojos, me arrodillo junto a mi víctima, rogándole a Sahanahráy-iiná que lo traiga de vuelta mientras la culpa y la rabia crecen en mi interior. Si mis compañeros sabían que estos hombres no eran responsables de la muerte de Briand, ¿por qué me han hecho creer que sí lo eran?

Miro mis manos manchadas de sangre y echo a correr hacia la orilla del fangoso pantano para frotármelas con desesperación, tratando de borrar la marca de mi crimen.

—Si pensáis torturar y ejecutar a alguien más, no será con mi colaboración —sentencio, dolida—. No pienso convertirme en lo mismo que combato. Y ya basta de secretos. ¿Qué son esos túneles de los que hablas?

La conversación se desarrollaba con rapidez, mientras Lowen se movía discretamente entre los cuerpos acuchillados y abrasados de los cultistas. Se sentía mal por no haber estado en primera línea, por no haber compartido su plan, y haber permitido que sus aliados se expusieran a los cuchillos enemigos. Sentía un sabor agridulce por no haber sido él quien arrancase el cráneo de aquel miserable de un mangualazo. Pero todo había salido bien y daba gracias por ello.

La nueva confirmación del destino de Briand no causó mayor pesar en Lowenherz del que ya había sentido en primera instancia, cuando Enrielle se lo contase. Solo hizo que observase con cierta satisfacción la matanza que habían provocado, justa venganza por aquella muerte cruel y traidora. Su misión les había obligado a separarse, y eso había dejado a la noble expuesta a una muerte solitaria, sin la ayuda de sus camaradas. Tras aquel breve combate, Lowen sospechaba que, incluso sin Thorwyn, aquellos miserables habrían sido un escaso rival para ellos.

- No creo que continuar infiltrado entre los nerakanos sea la mejor idea. - dijo Lowen, en respuesta a la sugerencia de Kylian - La situación es demasiado obvia: partisteis en clara superioridad numérica, y ahora volvéis malheridos y masacrados, y siendo tú el único que ha visto lo que ha pasado. Si yo fuese un cultista, te pasaría a cuchillo solo por precaución.

Lowen no tenía intención de regresar, eso desde luego.

- Creo que, como sugiere Thorwyn, deberíamos interrogar a los prisioneros. Ejecutarlos es algo que no nos corresponde hacer a nosotros, sino al Consejo, tras haberlos juzgado acorde a la ley.

En su fuero interno, deseaba que estuviesen todos muertos. Que viviesen le provocaba un dilema moral que solo entorpecería su misión. Pero entonces Lluvia se arrodilló junto a uno de ellos, invocando sobre él su magia curativa. El cultista volvió en sí, y Lowen se apresuró a alejar de él cualquier arma, agarrándole de un brazo para voltearle y apoyarle contra el barro.

- Pasadme algo para atarlo. - dijo a sus compañeros - No lo podemos dejar suelto.

Sin duda, las dificultades aumentaban con el errático comportamiento de Lluvia. Lowen sentía una gran atracción por ella, y quizá aquella faceta extraña de su carácter la aumentaba. Pero tenía la sensación de que sus amigos no pensarían igual.

Enrielle escuchaba con atención mientras retorcía su capa para escurrirla. Se le empezaba a poner la nariz roja del frío de estar empapada a medianoche.

En ese momento estaba mirando a Lluvia Estelar agachada rezando unas palabras extrañas a ese matón que, en su opinión, no merecía. Entonces vio que el tipo se empezó a mover, y Lowenherz apartó sus armas apresuradamente.

— ¿Por qué no lo has dejado morirse? Ahora será todo más difícil... — dijo Enrielle con mala cara — Aunque eso nos da otro al que podemos apretar antes de... —  hizo un gesto de cortar el cuello con un dedo. No le gustaba en absoluto la idea, pero había demasiado en juego. Muchas vidas inocentes habían ya sido arrebatadas. Demasiadas. La situación requería ser tajante. — Por lo demás estoy de acuerdo con él. — dijo refiriéndose a Lowenherz — Si yo fuera uno de ellos y te viera llegar, monje, no dudaría en rajarte el gaznate en cuanto pudiera. Estaban muy seguros, sabrán que tuvieron ayuda y no creo que te consideren tan imprescindible. ¿Qué son esos túneles secretos, Thorwyn? Tal vez ya no necesitéis fingir nada, si volvemos y entramos hasta el fondo de todo este asunto. — dijo golpeándose el puño con la palma de la mano.

- Creo que no entendéis nada... - Les dijo a sus compañeros. - Voy a volver sí o sí. Esto no es una democracia y no va por votación. - Aclaró muy serio. - Tenéis a este cultista para ser interrogado y yo me iré con el otro que todavía no sabe nada de lo sucedido. Parecerá que le he salvado la vida y que hemos podido escapar. - Afirmó rotundamente. - Han visto lo bueno que es Lowen en combate y con un arcano traidor de su lado, fácilmente podrían haber vencido al grupo contra el que nos hemos enfrentado. De hecho, así ha sido... - Negó con un la cabeza. Estaba cansado de repetir lo mismo. - Si vuelvo con Valev y le explico que Thorwyn nos ha traicionado, me creerá. - Hizo una breve pausa. - Podemos debatir si es mejor o es peor decir que Runavieja nos ha traicionado, pero no me convencereis de que no vuelva con el alférez. Aún queda mucho que descubrir. - Sentenció y en cuanto a eso tenía una postura inamovible. - Los túneles de los que habla son los que hay en el interior del almacén del semiogro. Es por donde sacan las mercancía robadas. Tenemos que averiguar a dónde lo llevan todo. Debo volver. No hay otra. Vosotros podéis informar al consejo. Yo sigo adelante...

Suspiro aliviada al traer de vuelta a la vida a mi víctima. Sahanahráy-iiná el Vivificador me lo ha devuelto para evitar que me convierta en una asesina, aunque no protesto cuando Lowen lo desarma e inmoviliza. Puede que este individuo no haya sido el ejecutor de Briand pero desde luego tampoco es alguien inocente. Es un fanático peligroso al que hay que mantener controlado hasta que nos diga todo lo que sabe.

En contraste con mi alivio, noto a Kylian cada vez más nervioso, como si nos estuviera ocultando algo y solo quisiera escapar de nosotros. De sus amigos.

—Está bien, Kylian, tranquilo, nadie va a retenerte aquí contra tu voluntad —le aseguro de corazón—. Si crees que lo mejor es que regreses a Robann sin nosotros, me parece bien, yo siempre he respetado tu criterio. Nosotros también queremos hacerlo y descubrir a dónde conducen esos túneles de los que los dos nos habéis hablado. Si es verdad que los usan para llevar las mercancías robadas hasta su campamento, ya no necesitamos para nada a ninguno de estos hombres y tampoco a ese malnacido de Abrena, pero entiendo que quieras reunirte con él para darle su merecido. Solo me preocupa que te pongas en excesivo peligro porque, por lo que habéis dicho, ese sujeto ya ha demostrado que es un asesino despiadado. En cualquier caso, no creo que vayamos a movernos de aquí esta noche, ¿no? Hagamos planes, averigüemos lo que podamos de nuestro "invitado" —sugiero, señalando a nuestro prisionero— y descansemos un poco, que buena falta nos hace a todos. Y mañana por la mañana volveremos a la posada de la forma más discreta que podamos, ¿os parece bien?

- Así lo creo. - Le dijo con sinceridad a Lluvia. - Regresar junto con Valev es en mi humilde opinión, la forma más adecuada de abordar el asunto. - Asintió con la cabeza. - Si Gilean así lo quiere, saldré victorioso en esta empresa y de no quererlo así, me reuniré con él muy pronto, por lo que nada has de temer. - Le sonrió a la ruda mujer. - Partiré esta noche en dirección a Robban. - Desveló. - Quiero llegar cuanto antes ante Arbena y ver su reacción ante las noticias...

Kylian lo tenía decidido, iba a marchar hacia el encuentro del alférez y esperaba que Gilean le fuera favorable. Por ello, regresó junto al carruaje donde había depositado el cuerpo del cultista. Aquel pobre diablo seguía inconsciente, aunque respiraba con normalidad. El sacerdote se agachó ante el resto de los cuerpos sin vida de los cultistas y los registró por encima en busca de cualquier cosa que pudiera serle de utilidad. Si encontraba algo que pudiera darle alguna pista sobre a donde llevaban todo lo que robaban, como un mapa o una libreta con indicaciones, mucho mejor.

Una vez registrados los cuerpos, se montó en el carruaje y dio media vuelta. Viajar de nuevo hacia Robban de noche podía ser complicado. Lo haría a muy poca velocidad y si veía que le iba a ser imposible llegar sin accidentarse, se detendría a un lado del camino. No obstante, lo importante ahora para él era que su coartada siguiera intacta.

- Deshaceos de él cuando le hayáis interrogado. - Les dijo con gran pesar. - Si escapa o le dejáis marchar, podría poner en peligro mi tapadera y eso sin duda alguna, supondría mi inmediata ejecución como espía y traidor... - Sonrió amargamente. - ...y eso con mucha suerte. Añadió. - Tragó saliva. Ciertamente se estaba metiendo en la boca del lobo, pero creía realmente que era necesario para llevar a buen puerto el curso de la investigación. - Suerte a todos. Espero que nos volvamos a ver. - Se despidió. Acto seguido azuzó a los caballos para seguir con el camino de regreso a Robban.

Thorwyn, eficiente, le pasó rápidamente una cuerda a Lowen para atar al nerakano al que Lluvia había devuelto la consciencia.

─Lluvia, esos hombres no se merecen tu piedad, son asesinos y contrabandistas. Ellos no habrían dudado en acabar contigo. De hecho, ¿por qué crees que os "atrajeron" hasta aquí? Querían mataros a ti y a Lowen sin testigos de su fechoría. O más bien a Lowen, porque creían que era un espía, y tú eras un daño colateral ─dijo dirigiéndose a la bárbara que-shu el enano en tono amable, casi paternalista─ Y no creas que no hubieran dormido bien esta noche al acabar todo. Pero no participes en el interrogatorio si no lo deseas.

De todos los componentes del grupo la mística que-shu era la que más apreciaba. Era una excelente persona, atenta, discreta, amable, siempre dispuesta a ayudar. Ponía al servicio de extranjeros a sus costumbres el poder de sus espíritus ancestrales y cuidaba siempre de ellos. Incluso acudía al combate en su ayuda a pesar de aborrecer la sangre y la muerte. Y hoy, tal vez, le había salvado la vida quitándole de encima a aquel sicario nerakano.

─Tú, en cambio, deja de lloriquear por tu amiguito ─añadió mucho más brusco apuntando con el dedo al clérigo de Gilean─ ¿Cuándo vas a reconocer el lado del que debes estar? ¿Acaso no atendiste en la reunión en la que te comprometías a ayudar a descubrir a dónde llevaba esta escoria el fruto de sus saqueos a gente pacífica? ¿O acaso es más importante para ti el comfort personal, la comodidad y el que te traten a cuerpo de rey que lo que está bien? Porque bien cómodo se te veía con ellos y con ese... Valev. ¿Qué pasa, que crees que no ha matado a nadie, que no es un criminal? ¡Pregúntale si acaso no sabia a qué se dedicaban sus compañeros! Además, ¿por qué esas prisas? ¿por qué esta misma noche? ¿nos quieres traicionar? Ni se te ocurra dar un paso más, no lo consentiré. ¡Alto!

Thorwyn tenía pensado todo un discurso apaciguador a continuación, para centrar al grupo de héroes, para calmar las cosas y concentrarse en la misión, para sacar las cosas adelante lo mejor posible, pero el clérigo de Gilean no atendía a razones. Se estaba comportando como un traidor. ¡Demonios, bien podía ser un traidor!

─¡Detenedlo, nos condenará a todos! ─exclamó hacia el resto del grupo.

Aquello no era conciliador, pero Kylian estaba decidiendo por todos por razones que no estaba revelando, ojalá se equivocara, pero todo apuntaba a lo contrario.

Lowen escuchaba estupefacto la conversación mientras terminaba de inmovilizar al sectario herido. Escuchó la perorata de Thorwyn, y vio la actitud despectiva e individualista de Kylian. Su mente ató cabos: Kylian no se había unido al resto en la refriega cuerpo a cuerpo. Había preferido quedarse entre los cuerpos abrasados de los cultistas, mientras ellos terminaban de derrotarlos. ¿Qué habría hecho si la batalla hubiese tomado otro cáriz? ¿Habría combatido contra los cultistas? Lowen empezaba a dudarlo.

Cuando el clérigo de Gilean se separó y se dispuso a marcharse, Lowen saltó como un resorte, interponiéndose en su camino.

- ¡Detente Kylian! - gritó, con una voz que iba a medio camino entre la imploración y la orden directa - ¿Desde cuando actúas por tu cuenta? Siempre hemos decidido juntos el siguiente paso. ¿Ahora vas por libre? ¿Qué te ha pasado, Kylian?

Lowen le miraba directamente a los ojos, pero sus manos se deslizaron para recoger el mangual. Si el clérigo intentaba algo, tendría que desarmarlo.

- No me obligues a detenerte por la fuerza. - dijo. Era evidente que el clérigo había perdido el norte, aquella misión le había corrompido de alguna forma. ¿Qué era lo que le había ocurrido? ¿Había tenido una visión? ¿Dónde estaba el neutro sacerdote, lleno de sabiduría y equilibrio? Lowen no le reconocía.

La expresión de Enrielle se avinagró por momentos, pero no era por la insistencia del clérigo. La joven había pensado que simplemente era idiota por querer ir sólo. Los clérigos solían ser idiotas e insistentes, al fin y al cabo. No, lo que le hizo apretar los labios fueron las palabras de Thorwyn. Además, la actitud de Lowenherz le confirmaba que el tipo había cambiado, lo que le daba más peso, a sus ojos, a que podía ser un traidor.

— ¡Eh, tú! — vociferó a Kylian. Echó mano de su arco, aunque sin apuntarle. Aún. — ¡Ya has oído, ni un paso más! Vas a hacer maldito caso a esta mujer — señaló a Lluvia Estelar — y vas a sentar tu culo junto a la hoguera para pasar la noche. Pero antes nos vas a explicar tranquilamente qué pasa aquí, porque no me gusta un pelo.

Observo a Kylian tomar las riendas de su carro y me apena no haber sido capaz de convencerle para que espere hasta el amanecer, pero me apenan más las comprensibles reacciones de algunos de mis compañeros.

—¿Qué nos está pasando? —pregunto a mis compañeros, preocupada por si acaso los vapores nocivos del pantano están envenenando nuestro juicio— No vamos a detener a nadie. Si hemos conseguido sobrevivir hasta ahora es porque hemos aprendido a confiar los unos en los otros, nos ayudamos y nos protegemos entre nosotros.

Miro alternativamente a Kylian y a Thorwyn.

—El viaje desde Kalaman hasta aquí ha sido todo un desafío y para nadie ha sido más desafiante que para vosotros dos, que os habéis arriesgado infiltrándoos entre nuestros enemigos. Todos reconocemos esa valentía y ese sacrificio personal y comprendo que después de tanto esfuerzo, Kylian tema que se malogre si ese individuo que viaja con él despierta y le ve confraternizando en nuestra compañía. ¿Cómo no vamos a entenderlo?

Le dedico una sonrisa triste.

—Yo solo puedo aplaudir tu heroísmo y tu entrega a la causa y disculparme si te he fallado de algún modo al dejar que te las vieras en solitario con esta gente despreciable. Y te pido por tu propia seguridad que reconsideres el marcharte sin demora, pues seguro que este pantano no estará exento de peligros y más viajando de noche. Juntos somos más fuertes. Pero si decides irte, no vamos a retener a un amigo contra su voluntad ni a pelear entre nosotros. Solo puedo desearte buen viaje y rogarte que tengas cuidado. Creo que a nadie le sorprenderá que confiese que me dolería más perderte a ti de lo que me dolió perder a Briand.

Entiendo el exceso de celo de Kylian por su misión y también las suspicacias que este comportamiento pueda generar en los demás, pero si no aprendemos a confiar en nuestros compañeros, estamos perdidos. Bastantes enemigos tenemos ya.

Kylian se sintió indignado ante las dudas ofrecidas por Lowen y Thorwyn. Del enano podía comprenderlo, pues le conocía desde hacía relativamente poco tiempo, pero no podía creer que Lowen también desconfiara de él de esa manera. No, no le gustó que le echaran en cara su actitud cuando bajo su punto de vista, la única manera de seguir adelante era la que el proponía. 

Por supuesto se detuvo y no, no agarró su bastón con intenciones hostiles. No iba a pelar con ellos, pues no les consideraba enemigos. De hecho, hasta ese momento les había considerado amigos y quizás tras aquellas dirás palabras eso iba a cambiar. Parecía que al fin y al cabo no eran las que un grupo de agentes infiltrados en líneas enemigas y poco más. 

Por suerte, Lluvia salió en su defensa. Parecía que ella si había entendido lo que pretendía hacer y se lo agradecía. Estaba siendo duro para él vivir bajo la presión de que si le descubrían, acabaría sus días de forma dolorosa y esperaba por Gilean, que al menos fuera rápida. Y por supuesto, tener que escuchar que le llaman traidor a la cara le dolió mucho. 

- Gracias Lluvia. - Le dijo descendiendo del carruaje y acercándose hasta ella hasta fundirse en un abrazo, aunque no duró demasiado. 

Miró entonces a Lowen y a Thorwyn, lo que pensara la otra mujer le daba un poco más igual. A ella no la conocía de nada y podía juzgarle por lo que había visto y de ella si entendería que pudiera sospechar de sus intenciones, pero no de sus otros dos compañeros . 

- Nunca consideré que fuerais estúpidos... - Les dijo a ambos. - ...pero actuareis como tal si frenáis ahora mi marcha. - Les dijo muy seriamente y de forma alfo sombría, pues estaba terriblemente decepcionado. - Si me deteneis cómo habéis dicho que vais a hacer, espero que me llevéis ante las autoridades solámnicas de inmediato, pues tendré que contarles cómo habéis echado a perder toda la infiltración entre las líneas enemigas. - Negó con la cabeza. - Todavía no hemos descubierto ni la punta del iceberg. Si volvemos ahora, Arbena y el semiogro sabrán que hemos vencido a sus hombres. Podrán deducir que sabemos cosas que els comprometen o que hemos podido interrogar a los supervivientes. - Resopló. - Cambiarán las rutas y nadie estará entre ellos para saberlo. - Tragó saliva y miró de arriba abajo a los dos hombres que pretendían apresarlo. - No seáis estúpidos. Dejad que me vaya y que pueda seguir con la misión que el consejo nos encargó. ​​​​

─¡Por las barbas de Reorx, no puedo, no soy capaz! No puedo obligarte a parar y cumplir la amenaza última. Desde luego no hoy, después de... todo esto ─dijo el enano haciendo un gesto que abarcaba la matanza de aquella noche, en buena parte perpetrada por él mismo─ ¡Maldición, Kylian, reflexiona! Imagina por un momento que tu dios no te sonríe o que les sonríe a ellos el suyo. Te descubren. Te interrogan. ¿Qué será de nosotros? ¿Cuánto más duraremos? Hemos conseguido llegar hasta aquí porque hemos logrado permanecer juntos. Briand no lo hizo, fijaos lo que le pasó.

Thorwyn era con diferencia quien más había conocido a la noble Lebesco, la que más había podido hurgar bajo la casi impenetrable coraza de buenas maneras y altivez que ocultaban su buen corazón. Su muerte pesaba en su corazón más que en el del resto. Él sí la echaba de menos.

─Decidme qué queréis hacer, pero que sea un plan en el que quepamos todos ─dijo dirigiéndose al grupo entero─. Quiero regresar a la posada, encontrar los túneles secretos y recuperar las cosas de Briand¹. Me encantaría dar una buena lección al semiogro de la posada, pero puedo pasar sin ello. Kylian, juradme por vuestro dios que no hay nada más detrás de vuestra intención de volver con Valev e, incluso si queréis llevar a cabo ese plan suicida vuestro, lo aceptaré.

- Entiendo vuestras dudas, maese Runavieja, las entiendo. - Sonrió más tranquilo. - Sé que lo que propongo parece un suicidio, pero no lo es Gilean me guía. - Asintió con la cabeza. - Sé que estoy haciendo lo correcto y no debéis preocuparos por mí, ni por vosotros. No me descubrirán y si lo hicieran, nada que ya no sepan podrán sacarme. - Se encogió de hombros. - ¿Queréis que os jure por Gilean que no hay ningún ápice de traición en mis intenciones? Lo juro. - Dijo con determinación. - Sí, lo juro. - Repitió. - Pero debo marcharme ahora o todo habrá sido en balde. No espero que lo entendías ahora, pero si espero que cuando veáis el resultado seáis conscientes de lo importante que es nuestra misión y de que ahora sólo yo pudo seguir adelante en esa dirección. Vosotros informad en Kalaman, creo que es lo más oportuno. Y si creéis que es mejor otra cosa, adelante. Yo confío en vosotros.

Lowen negó con la cabeza. Siempre había sentido reticencias por los métodos de sus amigos, pero aquello estaba llegando demasiado lejos.

- ¿Estúpidos? - murmuró, negando con la cabeza, sin poder creer que Kylian les hablase de ese modo - ¿Tan seguro estás de tu plan, Kylian? ¿Tal es la sabiduría de Gilean, que no te permite dudar?

Le miró con dureza. Lowen no era un sabio, pero sabía que no había certezas en nada de lo que hacían.

- No vamos a irnos de vuelta a Kalaman con medias noticias y un prisionero sin valor. Nuestro deber está aquí, en el hallazgo de esos túneles. Así que, si te descubren, nos descubrirán a todos. ¿Crees que eres inmune a la tortura? Te sacarán todo lo que sabes, y sabes muchas más cosas de las que pareces recordar ahora.

Señaló la jaula de Gilyasí.

- Con nosotros viaja un ser que es quizá más importante que toda esta misión. Lo llevamos porque no confiábamos en nadie para su cuidado. Tú sabes qué hay en esa jaula realmente. Y, si te torturan, se lo dirás. - hizo una pausa - No Kylian, no estás arriesgando solo tu vida. Estás arriesgando mucho más que eso.

Miró hacia el negro y cenagoso horizonte. Resoplando con desesperación. ¿En qué momento habían llegado a esos términos? Lowen había perdido los nervios, dudaba de Kylian, de su fe y su convicción. La transformación que había sufrido acompañando a los nerakanos era excesiva, algo le había sucedido, Lowen lo sentía así.

- Reconsidera tu posición, Kylian. Podemos escoger el momento, entrar en Robann en la noche y acceder a los túneles. Hay otros métodos para continuar las pesquisas. Tu retorno será sospechoso. Demasiado.

Lowen hizo un gesto, espantando un mosquito que le zumbaba cerca del oído.

¿Qué era lo que había en esa jaula realmente? Nadie hablaría así de un gato grande. De pronto Enrielle estaba muy interesada en ello, pero tendría que esperar. Al menos hasta que el clérigo se marchase de una vez. Se había alarmado en un principio por la posibilidad de que realmente fuera un traidor, pero con las intervenciones de unos y otros ya le estaba quedando claro que solo era un necio. Las palabras conciliadoras de Lluvia Estelar le apuntaron que era un necio de confianza, hasta cierto punto. Lamentablemente, aunque ganas no le faltaban, no podía darle una buena tunda para hacerle entrar en razón y meterlo en la jaula.

En la misma jaula que señalaban tanto y que cada vez miraba con mayor curiosidad.

— Bah, dejad que se vaya. Con esa carreta y de noche tendrá suerte si no se pierde y se mete en un pozo. Es probable que lo alcancemos mañana, y en cualquier caso iremos a investigar esos túneles aunque no quiera.

Estrecho a Kylian entre mis brazos y tengo la certeza de que es el mismo de siempre. Quizá más preocupado y consciente del peligro que corremos todos. 

─Creo que aquí todos estamos de acuerdo en la necesidad de regresar a Robann e investigar a dónde llevan esos túneles de los que nos habéis hablado. Si los usan para transportar las mercancías robadas, seguramente bastará con que lo sigamos para llegar hasta el nuevo campamento de fanáticos. De haberlo sabido antes, nunca hubiera venido a esta emboscada que nos ha hecho perder dos días preciosos, uno de ida y otro de vuelta a la posada.

Personalmente pienso que viajar de noche por el pantano es muy peligroso y que deberíamos regresar todos juntos mañana y entrar en el almacén del semiogro, por las buenas o por las malas. Pero, Kylian, si insistes en adelantarte y llegar hasta allí antes que lo demás, estás en tu derecho de hacerlo. Trataremos de reuniremos contigo allí en algún momento de mañana, así que intenta sobrevivir hasta entonces porque si te perdemos la pista me temo que no nos quedará más remedio que continuar sin ti asumiendo lo peor...

Yo montaré la primera guardia esta noche durante un par de horas. Decidme quién quiere que le despierte después, por si acaso.

Tomando las riendas del carro en el que has estado viajando toda la jornada, con Valev acomodado entre las pieles, pones rumbo en solitario hacia Robann. O al menos, hacia donde tú recuerdas que debería estar Robann, dado que orientarte por la posición de las estrellas te resulta imposible tanto por el cielo encapotado como por tu desconocimiento de la astronomía.¹

Aunque la incesante llovizna resulta un incordio, esta noche de finales de primavera es particularmente cálida y tu ropa lo suficientemente abrigada como para no cogerte una pulmonía.

La oscuridad es total y te ves obligado a avanzar muy lentamente, confiando más en la intuición del caballo que tira de tu carro que de tus propios ojos. Que Lunitari esté en fase de luna nueva podría ser interpretado como un mal augurio de que los dioses de la neutralidad no están de tu lado esta noche, pero tú estás convencido de que tu deber es seguir adelante a pesar de las dificultades y de que saldrás triunfante de todas ellas.

Como si el destino quisiera poner a prueba tu convicción, al cabo de lo que te parecen unas pocas horas desde que te alejaste de tus compañeros, tu vehículo se queda atrapado en un lodazal. Cuanto más fuerte tú y tu caballo tratéis de tirar de él para liberarlo, más profundamente parece hundirse. No es algo inédito, pues ha ocurrido varias veces a lo largo del día, solo que entonces contabas con la ayuda de los cultistas de Takhisis y ahora estás solo, en compañía del inconsciente Valev.

El repentino relincho de tu caballo te sobresalta y un instante después le ves caer a tierra, arrastrado por algo que tardas unos segundos en reconocer como un gran caimán. No tienes ocasión de ir tras ellos antes de que un potente coletazo te golpee en las piernas y a punto esté de derribarte a ti también. El chasquido de un segundo par de poderosas mandíbulas muy cerca de ti te advierte de que tienes cosas más urgentes de las que preocuparte que del corcel condenado.

- ¿Y ahora qué...? - Se preguntó sobresaltado al ver como el caballo era arrastrado hacia el pantano. - ¿Cocodrilos? - Chasqueó la lengua. - Mierda... - Miró un instante hacia arriba, de reojo. - Voy a necesitar tu ayuda... - Resopló. 

Esperaba estar a salvo en lo alto del carruaje. Allí no creía que esos malditos reptiles pudieran alcanzarle. Pero por su acaso, extrajo un pergaminos de su estuche de pergaminos y lo alzó para leerlo a la luz de la antorcha.

- ¡Oh Gilean, haz de este carruaje un santuario que me libre de todo mal! - Pronunció en alto.  

Insatisfechos con el curso de la conversación, con la decisión de Kylian de partir de inmediato en solitario y recelosos de sus auténticas intenciones, le veis partir sentado a las riendas de su carro hasta que desaparece rápidamente en la oscuridad.

Un rápido vistazo a las pertenencias de los cultistas os confirman que todas sus mercancías de valor se las han dejado en la posada. Solo llevan algo de equipo de batalla bastante corriente y unas cuantas monedas que llevaba vuestro prisionero. Posiblemente el dinero que le queda de su pago por llevar el botín desde Kalaman hasta Robann y ocuparse de Lowenherz. Viendo la cifra, uno casi podría sentirse insultado.

Los demás no tienen ni un miserable cobre y si llevaban algo de valor, se lo ha debido quedar el clérigo de Gilean, que anduvo registrando los cuerpos mientras los demás estabais entretenidos debatiendo acerca de si Lluvia Estelar hacía bien o no en revivir al cultista.

El infeliz fanático ahora que está solo, con todos sus compañeros muertos, saqueados y arrojados a las aguas del pantano, ya no parece tan valiente pero tampoco tiene demasiado que deciros. Sí os confirma que todos ellos se limitaban a seguir las órdenes de sir Guiler Abrena, alférez de los Caballeros de Neraka, y que su cometido terminaba en El Susurro de la Ciénaga. Desconoce por completo qué ocurre con el botín almacenado allí y asegura que no sabe dónde tienen los seguidores de Takhisis su campamento, ni tiene más órdenes que regresar a la posada para que el suboficial nerakano le de otras nuevas. Está claro que no es más que un peón.

Aunque la incesante llovizna resulta un incordio, esta noche de finales de primavera es particularmente cálida y la agradable hoguera encendida por los cultistas lo bastante cálida como para que ninguno se coja una pulmonía.

Thorwyn se retira a su propia tienda de campaña mientras que Lowen y Enrielle, que carecen de una, no tardan en improvisar un refugio con la carreta volcada que les proteja algo del chirimiri. Lluvia Estelar, en el interior de su pequeño tipi permanece despierta, alerta a cualquier ruido hasta que el agotamiento de la jornada empieza a hacer presa en ella. Lowenherz es quien la releva al cabo de un par de horas de guardia tranquila.

El caballero de la Corona deambula por el campamento, patrullando marcialmente y atento a cualquier amenaza que pueda surgir, pero durante la siguiente hora todo permanece tranquilo. Sin embargo, durante la siguiente...

Los ruidos del pantano enmascaran los pasos que se acercan sigilosamente a vuestro campamento y Lowen solo escucha el sonido de succión de una pisada despegándose del barro cuando su atacante se encuentra directamente sobre él, a su espalda.

Antes de que tenga ocasión de darse media vuelta para encarar a su enemigo, éste le clava una espada corta en el costado y le propina un buen mordisco en la oreja derecha. El sorprendido alarido de Lowen os despierta a todos de vuestro sueño ligero.

Lo que descubre el caballero de Solamnia al girarse para enfrentar a su atacante es no a uno, sino a tres draconianos. Dos son similares a los que escoltaban a Lizbet Valanta, la sacerdotisa de Zeboim, en la Guardería de Dragones de las Astivar, pero el tercero es tan alto como el propio Lowenherz, tiene escamas más oscuras y un par de cuernos como de cabra a ambos lados de la cabeza.

Enrielle se despertó de un salto ante el alarido, al igual que su halcón, que dormitaba con la cabeza metida entre sus plumas. Tras secarse junto al fuego, se había quedado dormida dándole el culo a Lowenherz, con la dura mochila de almohada y abrazada a sus armas. Apenas gruñó cuando éste salió del refugio que compartían para el relevo de guardia.

Parpadeó varias veces, ubicándose a sí misma y a los otros. Pensó primero en el malnacido del prisionero, pero Lowenherz no era tan inútil como para que ese menguado le hiciera berrear de esa forma.

Agarró su arco y se levantó, intentando discernir qué mierda estaba pasando ahora, joder.