Partida Rol por web

Don Ramir se cubrió con un abrigado manto para salir al bosque, pero justo antes de partir, Teolfo le hizo una incómoda pregunta. La letra N estuvo a punto de salir de sus labios, pero se encontraba en la casa del señor. Había pecados más graves que otros, pero uno ya había sido cometido largo tiempo atrás, así que mejor no embrutecer aún más su alma cometiendo otro.

-Sí -dijo secamente. 

Ambos salieron de la parroquia en dirección a las afueras del pueblo, y Don Ramir no pronunció ninguna palabra más sobre el tema.

De pronto, unos golpes sonaron en la puerta. En un primer momento de pánico, era inevitable pensar que fuesen los guardias que habían llegado hasta la cabaña de Llanos, pero las dudas se disiparon al instante cuando la más afable pero gruesa voz de Don Ramir se escuchó.

-Llanos, Señorita Leonnie, ¿están en casa?

No sólo había llegado el capellán, sino también le acompañaba Teolfo, el soldado que las ayudó ayer. 

A pesar de su inicial sospecha al respecto, Teolfo se mostró sorprendido por la confirmación de Don Ramir a su pregunta. Sabía que era un tema muy personal para el religioso, por lo que volvió a preguntarle sobre ello mientras marchaban de camino a la cabaña de Llanos. El soldado se temía que alguno de sus compañeros o un aldeano le viera en compañía del capellán saliendo al bosque. Imaginaba que solo era cuestión de tiempo que el conde quisiera buscar a las dos mujeres.

Una vez que llegaron hasta la cabaña de Llanos, Don Ramir preguntó si las mujeres estaban en casa al tocar la puerta, y el soldado decidió añadir también:

-¡Somos nosotros! Queremos hablar sobre... lo de ayer...

Aquel era el día libre del soldado, no le tocaba hacer guardia, por lo que no acudía allí en calidad de soldado de Quart de Sacre, sino como un aldeano más.

El sonido de la puerta hace que de un respingo, tengo los nervios a flor de piel y aquello no ayudaba. Sin embargo, al oír voces conocidas pude relajarme. 

Me quedo sentada esperando la reacción de Llanos, después de todo es su casa, aunque suponía que abriría la puerta, después de todo uno de ellos era su padre. 

-Llanos, Señorita Leonnie, ¿están en casa?

-El que faltava... -refunfuñó Llanos, considerando activamente no abrir la puerta.

Teolfo: ¡Somos nosotros! Queremos hablar sobre... lo de ayer...

Rendida ante la evidencia, Llanos se levantó y avanzó hacia la puerta. Sin embargo, no abrió del todo la primera vez, sino que echó un vistazo por la rendija para asegurarse de que no había más personas acompañando a su padre y al guardia.
Una vez se quedó tranquila, dejó pasar a ambos.

-Supose que no hauràs desdejunat -se dirigió a su padre, cruzándose de brazos.

-Jo mai desdejuni -dijo tajantemente.

El capellán se dirigió directamente a la mesa de trabajo de Llanos, donde el misterioso brazo que encontraron ayer se encontraba tendido y rígido. Con otra persona habría pedido permiso, pero estaba claro que Llanos y él ya llevaban años de confianza. Además, el tiempo apremiaba.

Sus manos lo cogieron con sumo cuidado y comenzó a examinarlo, primero por los dedos, provistos de garras afiladas, y finalmente comenzó a observar detenidamente la zona del corte.

-Veniu aquí, si us plau -les dijo.

Cuando se acercaron el hombre se apartó un poco para que pudiesen ver el brazo mejor.

-A quant Teolfo m'ha explicat la història de el braç he hagut de venir a veure-lo immediatament. Com ja m'havia avançat, el braç no és humà, però tampoc sembla animal -dijo mirándoles decididamente-. Tinc que provar una cosa.

De sus ropajes el hombre sacó una pequeño frasco de cerámica. Quitó el tapón de corcho y empezó a verter unas pequeñas gotas sobre el brazo, dejando caer alguna sobre la palma, donde el pelo no era tan abundante. La preocupación se reflejó en su rostro cuando apareció la reacción esperada; unos pequeños hilos de humo comenzaron a brotar de los lugares donde había dejado caer las gotas.

-Açó es aigua beneïda -dijo-. Tenim un problema greu.

-Una lástima, porque les tenía algo preparado que requiere muchas energías y una mente despierta -comentó el conde-. Lo cierto es que yo ya he desayunado, sólo lo comentaba por si querían llenar la panza con las delicias que han preparado mis cocineros.

Dio unos pasos hacia atrás, disponiéndose a dar un anuncio.

-Dado que no suelo tener muchos invitados, quería invitarles a salir de caza en mi bosque. Ayer tuvimos mucha suerte, y estoy seguro de que aún no la he agotado toda. ¿Qué me dicen? será una jornada larga y no volveríamos hasta la tarde. 

Observé al padre de Llanos actuar, aquel hombre parecía saber lo que hacía y vaya que sí... si esa cosa reaccionaba así ante el agua bendita, nada bueno podía salir de allí.

- ¿Sabe a quién podría pertenecer? - pregunté haciéndome ya una idea de lo que podía ser, pero no queriendo decirlo en voz alta, si lo decía parecería más real, y si estaba en lo cierto, teníamos problemas, mucho mayores que el de poder acabar en las mazmorras unos días.

Pau no pudo siquiera responderle, ya que apenas hubo acabado de hablar, el conde apareció en la estancia, invitándolos a degustar los productos de su cocina... además de hacerles una curiosa proposición — No os preocupéis, señor conde, hace falta mucho más que una mala noche de sueño para impedir que tome parte en una cacería. Me apunto sin dudarlo — respondió poniéndose en pie — Podemos partir cuando gustéis.

Al decir aquello miró al joven monje, esperando que captara su mirada. Aquella sería una oportunidad de oro. Pau no pintaría mucho en una cacería, pero, mientras él tuviera entretenido al conde fuera del castello, el muchacho tendría vía libre para volver a entrar en el archivo y estudiar sus textos. Mientras no lo descubrieran los sirvientes, no debería tener problema alguno, y aun así, había demostrado ser capaz de salir de situaciones así con su labia antes.

Se volvió hacia el conde de nuevo, ya que acababa de caer en algo — Disculpad, señor, pero, ¿Sabéis algo del caballero de Santiago que nos acompañaba? Desde que entramos ayer al castillo que no lo hemos vuelto a ver...

Pau escuchaba con una sonrisa tranquila al conde, parecía no estar mirando a Dalmau directamente pero cazó aquella mirada al vuelo. Sabía qué era lo que tenía que hacer.

- Oh, es una idea maravillosa y es muy amable por su parte, -aduló primero al conde- estoy seguro de que vuesas mercedes tendrán una partida satisfactoria. Aunque, por desgracia, este pobre goliardo ha de declinar la invitación, no soy muy buen cazador -dijo acompañando sus palabras con otra sonrisa- y además el deber me llama. Tiene usted una biblioteca muy amplia y en condiciones delicadas, todavía no he podido localizar los documentos que busco. Así que mucho me temo que me quedaré trabajando si gozan ustedes de buena voluntad.

Todo en Pau indicaba que se tomaba muy en serio su trabajo y por su forma de ser, parecía verdad que no se le daría demasiado bien la caza. Aquello último era totalmente cierto. Tal vez pudiese comer un poco más y seguir investigando.

Teolfo observó que Llanos y Don Ramir no parecían tener una buena relación. Ahora sabía del parentesco que existía entre ellos, aunque no tenía la confianza suficiente como para preguntarles acerca de su historia.

Al observar cómo reaccionaba el brazo ante el contacto con el agua bendita, Teolfo se mostró bastante sorprendido. Aquella reacción no era desde luego natural, puesto que el agua bendita no quemaría la piel humana, lo que implicaba que ese brazo, fuera lo que fuera, debía pertenecer a un siervo del diablo.

-Si ya no tiene brazo y vive en el pueblo, será fácil de identificar -comentó Teolfo, convencido. Sin embargo, no conocía las leyes de la magia negra, si es que era eso lo que estaba viendo-. Ese ser... ¿Podría crecerle el brazo de nuevo? -preguntó, tanto a Don Ramir como a Llanos, sin saber cuál de los dos sería el más capacitado para responderle.

Llanos había tenido la mente demasiado ocupada durante la noche sobre el destino de la pobre Leonnie como para haberle prestado más atención al brazo cercenado que había sobre la mesa de su cocina. Como si fuese algo habitual en ella, se movía a su alrededor sin que la perturbara lo más mínimo. No fue hasta que aquellas volutas de humo ascendieron desde el brazo, que la bruja no decidió asomarse a ver qué sucedía.

-Si ya no tiene brazo y vive en el pueblo, será fácil de identificar 

-Qui t'ha dit que visca al poble? -Preguntó ella, encogiéndose de hombros. Podría ser una criatura cambiante, pero no de la clase que suponía el guardia.

Sin embargo, su pregunta posterior la dejó pensativa, intentando pensar en alguna criatura que pudiera tener características similares.

-No sé a qui pertany, pero està clar que no es ni home ni bèstia, i no està sota l'empara de Deu -le dijo el capellán a Leonnie-. Més aviat, tot el contrari.

Lo que comentaba Teolfo era interesante. Puede que aquel ser se disfrazase bajo una identidad humana para pasar desapercibido. 

-Si es algú del poble només tenim que preguntar pels carrers. Els rumors volen molt rápid en aquest poble, i si a algú li falta un braç, ho sabrem de seguida.

No obstante, Llanos no parecía tan convencida con aquella teoría. Sus conocimientos de bruja le decían otras cosas, y puede que estuviesen enfocando mal la búsqueda. Sin embargo, el capellán tenía un último detalle perturbador que aportar.

-Altre problema que vec es la ferida. Aquest braç no ha sigut tallat per alguna espasa o destral; aquest braç ha sigut arrancat y desgarrat.  Si aquest braç tan salvatge ja impressiona, no em vull imaginar qui li va fer això.

Llanos sabía que la cólera de Dios afectaba tanto a los demonios como a los pueblos pequeños, pero con estos últimos a menudo demostraba mayor piedad, especialmente si intervenía a través de su padre. Aquella agua bendita podía afectarle a ella, pero no quemarla de forma tan directa y violenta como le había ocurrido a aquel brazo inerte.

Fuese lo que fuese, aquel ser no venía del bosque, sino del infierno, y allí vivían miles de criaturas innombrables y malditas. Tiempo atrás había oído hablar de lobishomes, monstruos gallegos que adoptaban la forma de lobos, pero esos seres estaban más cerca de su mundo que del orden infernal.

En su bosque moraban muchas cosas, cosas de las que ella apenas lograba hacerse una idea de su poder, pero si de algo no tenía dudas, es que ningún demonio vagaba entre aquellos oscuros árboles. No era natural. No debía estar aquí, pero sin embargo, lo estaba. 

-Excelente, excelente. En ese caso tomad un buen desayuno y preparaos bien para la partida. Saldremos dentro de un rato -dijo ante la positiva de Bernat.

No obstante, el conde parecía ligeramente sorprendido de que el joven Pau se negase, especialmente con la excusa que acababa de darle. Sus cejas, muy expresivas, se catapultaron hacia su frente como si hubiese un resorte detrás de ellas. 

-Pero mi biblioteca está llena de libros inútiles y poco provechosos. Ya la visteis anoche, no hay mucho que buscar ahí. Si no encontrasteis lo que veníais a buscar, es probable que ya no se encuentre allí -dijo con una voz melosa y decepcionada. 

El conde dio una palmada, como si fuese a decir algo que acababa de decidir. Sus manos eran grandes y largas, como las extremidades de un arácnido.

-No obstante, si lo que deseáis es seguir buscando, no seré yo quien os lo impida. Buscad cuanto queráis, aunque ya os digo que no hay mucho más donde buscar. Tendréis a un siervo a vuestro servicio para atender vuestras peticiones.

Justo cuando parecía que iba a retirarse, Bernat le preguntó por el paradero de Don Rodrigo. El conde se giró con un ligero destello de tristeza en su mirada.

-El caballero Rodrgio partió esta mañana. ¿No os lo dijo? creía que había venido con ustedes. Marchó hacia Toledo con las primeras luces del amanecer. De no ser porque me gusta despertarme pronto, ni siquiera me habría percatado. Una lástima; estoy seguro de que se habría unido a la caza.

Si no tenían más que decirle, el conde se retiraría para prepararse para la partida de caza.

Las palabras de Don Ramir tomaron por sorpresa a Teolfo, pues el religioso tenía razón. Si el brazo no había sido cortado por una espada, sino arrancado, eso implicaba que la criatura que lo había hecho era mucho más grande que un posible hombre lobo, lo que no era nada bueno para Quart de Sacre.

-Què podria ser prou gran com per arrencar-li un braç a una criatura tan gran com un ésser humà? -inquirió el joven soldado, mostrándose un tanto extrañado, pues era muy poco probable que se tratase un oso y no conocía animales más grandes que pudieran rondar por la zona.

La verdad era que me temía algo así, pero había estado demasiado ocupada preocupándome por mi propio bienestar después de lo acontecido, que había olvidado todo lo relacionado con aquel extraño brazo arrancado. Si el padre de Llanos tenía razón, estábamos ante algo incierto y a la vez muy preocupante, se me ocurrían demasiadas cosas, y ninguna era agradable.

- ¿Qué sugerís entonces? Yo no siquiera sé si podré permanecer mucho tiempo aquí, ya sabéis que me buscan... Y no quiero meter en problemas a Llanos, bastante agradecida le estoy con haberme acogido hasta ahora.

-Aquí es donde más a salvo estás -le advirtió Teolfo a Leonnie, sabiendo que la cabaña de la bruja sería el último lugar al que irían los hombres del conde al estar dentro del bosque-. Si el conde no ha enviado guardias de inmediato al bosque para atrapar a Llanos, ya no los enviará. Es el primer sitio donde yo buscaría.

El soldado pensó, apenado, en qué le depararía ahora a la curandera, dado que su mejor movimiento era quedarse en la casa de Llanos o huir de las inmediaciones de Quart de Sacre mientras pudiera.

-También puedo darte cobijo en mi casa -se aventuró a proponer, aunque sabiendo que era arriesgado para ambos-. Aunque será peligroso llevarte hasta allí, pero al menos nadie sospecharía donde te escondes. Ayudaste a mis padres con tus ungüentos más de una vez, por lo que somos muchos en el pueblo los que estamos en deuda contigo.