Partida Rol por web

De pronto, unas voces vienen de la plaza:

- PASO-AL-CARRUAJE-DEL-ALCALDE-KENITHER!!!, con una voz chillona y atropellada que solo puede corresponer a un gnomo.

En un momento, el corrillo se deshace, como la bruma con los primeros rayos del sol, y un carruaje de factura antigua, pero bien pintado en pintura azul oscuro con ribetes dorados, se acerca a la carrera, tirado por dos caballos de tiro adecentados con dilgencia, mientras un gnomo, con casaca del mismo azul oscuro, y un alto sobrero de copa, latigo en una mano, y las riendas en la otra, maneja con presteza el vehículo, que se para con un: SOOOOOO...!!!!, del gnomo, al lado de vuestra carreta, dejando ver el blason que muestra en su puerta: estrellas blancas alrededor de una medialuna con los bordes hacia abajo, sobre fondo tambien azul oscuro.

Antes de que el gnomo haya hecho incluso ademán de dejar la fusta y bajarse, la portezuela de vuestro lado se abre, y un anciano con largo pelo blanco sujetado con un especie de tiara de cuero, y una túnica color gris de elegante factura y acabados sin duda de calidad, se apea no sin cierta dificultad, apoyado en una vara de bella factura, con un zafiro azul engarzado en la cuspide. Antes incluso de que seais capaces de articular palabra, os dice:

- Sin duda sois los extranjeros!! Si vuestros compañeros están dentro, seguidme, no hay tiempo que perder!!!, tras lo que, apoyado en su vara, se gira, y se dirige, lo que le permite su cojera de pierna derecha, hacia la puerta de la fonda.

El gnomo, a estas alturas, ha saltado del pescante, con cierta soltura, y saludandoos, mostrando su calva al hacer una leve reverencia quitandose el sombrero de copa ante vosotros, sigue los pasos del anciano humano hacia la entrada de la fonda.

El escudero de la corona sabía que el superior estaba ahí sentado, pero saberlo y comprobarlo son cosas distintas, su porte, su edad, su seguridad, convertía una posada alegre y distendida en un ambiente militar automático. No me gustaría habérmelo encontrado durante el periodo de instrucción, tendría que ser temible.

Leviathan siente debilidad por las antiguallas como esas. Comandantes de la vieja escuela, que solo saben tratar con el látigo, sin embargo son los más fáciles de llevar. Simplemente haz aquello que te ordenan. Siempre que no contradiga La Medida claro está.

Así que resueltamente el guerrero se acerca al comandante de la localidad y levanta la cabeza frente a él. Obediente y orgulloso por igual.

- Señor, mi intención sólo era aplacar un poco los ánimos, ya que estamos todos en el mismo bando- digo mientras voy sacando el cuidado pergamino y se lo entrego- Leviathan de Sharkenar, Escudero de la Corona y miembro de esta discreta comitiva- no me presento como lider, ni presento a los demás, ya que todos tenemos el mismo derecho a hablar que a guardar silencio, que cada uno decida.

Sacude un poco la manga de Tarben y le susurra -acabo de ver un grupito de hombres que me parecen, como poco, sospechosos, te miran un tanto asustados, deberíamos ir a ver, si tu entras con los demás iré yo sola a investigar- lo mira

Baigron ya tenia una garra en la empuñadura de Fleshrend antes de que uno de los parroquianos se acercara a Kartag con pinta de querer iniciar algo, por suerte el minotauro ya hizo acto de presencia y puso algunos puntos sobre las ies de toda la conversacion.

Sin embargo, la entrada del capitan de la guardia hizo que Baigron torciera el gesto, se estaba empezando a hartar de que una panda de monos sin pelo de un pueblo perdido de la mano de los dioses se creyeran el mayor regalo del Unico a la humanidad desde la invencion de la espada.

Un gruñido se escapo de sus fauces ante la estampa, aunque logro mantener el resto de su expresion impasible e indiferente.

Una mano lista en su espada, solo por si las moscas, adecuadamente preparada para ser desenfundada en un parpadeo y una palabra de poder para que lo que quedada de su poder divino lo hiciera mas letal en batalla.

Baigron no queria acabar la reunion con violencia, pero por todos los diablos que responderia a ella.

- _{No te dejaré sola.}

Dijo Tarben intentando darse prisa en tono cálido y agarrando lo primero que pillase de Desdémona para invedir su "fuga"

- Gracias, Señor Alcalde, pero lo lamento, mi deber me impide separarme de este carro con éstos prisioneros (dije señalando a los Trasgos) Cinco de mis compañeros están dentro, y todos deseábamos poder tener un encuentro con usted, quizás en algún sitio más intimo...

Dijo expresando su dicotomía de querer hacerle caso pero no poder dejar a los goblins a la merded de los pueblerinos que se aremolinaban.

El viejo levanta una ceja ante el comentario de "… discreta comitiva…", y, con una mirada dura recoge el escrito, demorándose un rato en el sello lacrado. El silencio, a excepción del siseo de Baigron, es total, algo aparentemente imposible hace sólo unos segundos.

El alguacil levanta la mirada a los ojos de Leviathan, que le aguanta la mirada, orgulloso, mientras rompe el lacrado...

Con la mano posada en la puerta de la fonda, el alcalde gira su cabeza, al parecer fijándose por primera vez en los goblins, y con cierta impaciencia, dice: - Bien, caballero, no quiero interferir en sus obligaciones. De todas formas, en efecto, nos reuniremos en otro sitio, todos juntos..., tras lo que se gira, y empujando la puerta, entra en el edificio, seguido del estrafalario gnomo.

Los 5 labriegos que salieron a la carrera de la fonda ya han llegado al grupusculo de gente, que se ha vuelto a reunir a la entrada de la plaza, tras el paso del carruaje, y están contando algo que parece agitar los que lo oyen...

Entrecierras los ojos, fijandote bien en la reaccion de la gente al escuchar a los 5 labriegos, que se giran, mirando en vuestra dirección... o en la de la "Fonda del Jabali" , de la que han salido, y te parece ver en los contertulios que los escuchan, miedo, sí, pero también excitación, esperanza...

Le susurro a Tarben -Esto... se nos esta yendo de las manos- se agarro a su brazo -¿Que quieren? los están agitando me temo...- canturreo nerviosa

_{- Tranquila, hay mucha agitación, pero parece que es....buena. Mira a los cinco Labriegos de ahí, se puede ver esperanza en ellos.}

Dije bajando la voz para tranquilizarla. Parecía que todo podría llegar a ir bien.

... justo en ese momento, la puerta se abre, y entra un humano alto, también anciano, con un pelo largo y cano, así como una perilla y bigote cortos, y arreglados. En la frente, presenta una tiara de cuero, con un pequeño zafiro en el centro. Viste una túnica ancha, de color gris, sin duda de calidad, y con acabados en hilo de plata. Nada mas entrar podeis apreciar una ostensible cojera de su pierna derecha, que trata de paliar apoyandose en una vara de madera oscura, de bella factura, en cuya cúspide, engarzada en el muñon de la madera, hay un zafiro de mayor tamaño.

Tras él, entra correteando un gnomo vestido de cochero, con una levita de cuero azulado, y botones dorados, y el mismo emblema que presentan los guardias en su sobrevesta: estrellas blancas alrededor de una medialuna con los bordes hacia abajo, sobre fondo tambien azul oscuro. Corona su atuendo un sombrero de copa, que cala en su cabeza, de la que salen, hacia los lados y atrás, mechones de un pelo también blanco, como el de aquel al que sirve. No porta armas, mas que una fusta de la mano, y látigo enrollado agarrado a la cintura.

El momento coincide con la apertura de la carta por parte del anciano guerrero de la mesa. Ambos ancianos se miran, con caras serias pero orgullosas en ambas personalidades, y es el nuevo en llegar el que habla en primer lugar:

- Buenos dias tengan todos!!, dice, sin quitar los ojos del alguacil, abriendo los brazos a modo de saludo, Lord Griwett, veo que ha atendido a nuestros visitantes con premura. Se lo agradezco, pero creo que no es necesario que se atribuya mas funciones de las que ya ostenta. Así que, si me permite, y estos caballeros no han trasguedido ley alguna, seguiré yo con la reunión. Seguro que, ahora que las fronteras del pueblo están transitables, sus hombres habrán de protegerlas de posibles amenazas...

Pese a las palabras educadas, el tono de voz es neutro, endurecido, incluso. Mientras el cochero gnomo se queda junto a la puerta, con gesto adusto, el humano recien llegado, con pasos decididos, golpeando con la vara en cada paso en las planchas de madera del suelo, pasa la posición de Leviathan, y se acerca a la mesa, donde extiende la mano iquierda, esperando a que el alguacil le de la carta que aun no ha leido.

El silencio vuelve a hacerse ostensible, mientras el duelo de miradas se extiende uno, dos, tres segundos...

Tras un minuto en que nada ocurre, el guerrero sentado a la mesa esboza una inquietante sonrisa, y dice:

- Alcalde Kenither, como es que nos honra con su presencia...?? No, simplemente preguntaba a los jóvenes por sus motivos aquí, en Delembert, verdad, Caballeros...??, pregunta, girando levemente la cabeza hacia sus hombres, que continúan detrás de él, los cuales murmuran "Sí...", "Por supuesto...", "Claro...".

- No os metais en problemas, jovenes, y no tendremos que volver a conversar..., dice, barriendo la mirada sobre cada uno de vosotros, con una voz fría como el hielo, mientras, con la servilleta, se limpia los labios.

Al ver que el Alcalde no se mueve de su posición, esperando que le ceda vuestra carta, el tal Lord Griwett mira el rollo de pergamino, como si lo acabara de ver, y dice, con falsa sorpresa:

- Ahhh, esto..., y acercando el brazo al alcalde... lo deja caer al suelo, mientras mira, divertido, como el este se agacha con cierta molestia, y lo recoge.

Tras incorporarse, saluda levemente con la cabeza al alguacil, y se gira hacia vosotros, con la risita de fondo de los guardias a su espalda, mientras el alguacil continua con su almuerzo, como si nada hubiera pasado.

- Señores, si me hacen el favor de acompañarme, nos reuniremos en un lugar mas propicio..., dice, mirando de soslayo hacia atrás. Creo que han traido monturas, si no, estaré encantado en que me acompañen en mi carruaje..., tras lo que os invita, con un movimiento de la mano, a seguirle. Al llegar a la puerta, con el gnomo mirando como un perro de presa a la mesa de los guardias, se gira, y se despide con un aseptico:

- Que tenga un buen dia, Lord Griwett... y abre la puerta, saliendo, con el gnomo detrás.

La garra de Baigron apretó la empuñadura de Fleshrend con mas fuerza, el draconiano podía practicamente oler la agresividad y el desprecio del guardia hacia el alcalde.

Baigron era de una raza guerrera, podía entender como la casta militar parecía siempre tener un pie en el liderazgo, pero había algo en el humano que escamaba a Baigron, algo en su postura, en sus formas.

Quizás fuese su arrogancia, un chiste en comparación con lo que había vivido en las profundidades de la Infraoscuridad pero aun así peligrosa, pues no tenia ni idea de cuan diestro era el guerrero y solo un idiota se lanza a una batalla sin conocer al enemigo.

Vamos asintio Baigron moviendose de la barra, le hubiera gustado comer y beber algo pero su naturaleza era frugal y tampoco le dio demasiada importancia

 Seguí a los demás en silencio, manteniéndome en un discreto segundo plano, asegurándome de que la gran capa marrón que llevaba ocultase mi sencilla túnica blanca. Hasta no saber más del destino de los ocupantes de la torre, lo mejor era mantener mi identidad en secreto todo lo posible...

El gigantón se gira cuando entra el que, tras presentarse, es el alcalde del pueblo, figura política que manda en el asentamiento. Perfecto, así todo será más rapido. Piensa mientras lo ve caminar hacia el capitán, observa su cayado y sus gemas, quizás sea sus prejuicios, pero me huele a magia por todos lados. Sin embargo el capitán se muestra tan despectivo que automáticamente me resulta desagradable, poniéndome del lado del alcalde en esta clara lucha de poderes. Dice que estabamos charlando, pero miente y eso me hace pensar que quería informarse de nuestra llegada para su propio interés, curiosidad o algo más que soy incapaz de adivinar.

El colmo fue dejar caer el documento al suelo, primero faltándome el respeto a mí y segundo faltando el respeto a ese anciano hechicero, Leviathan ya ha decidido que es un conjurador, haciendo que se agache con la cojera manifiesta que tiene.

Aguanto la posición pero algo en mi gesto cambia. Sigue siendo de marmol, pero una fina arruga en mi entrecejo se empieza a formar. Cuando el alcalde nos pide que le sigamos a un sitio mejor para hablar, está claro que está poniendo tierra de por medio con la guardia de la ciudad. Y eso puede ser una complicación. Me dan ganas de despedirme del capitán con la sorna del pequeño gnomo. Los draconianos están tensos y no quiero que el ambiente se recrudezca.

-Capitán- me despido sin añadir más, ya lo creo que hablaremos viejo amargado. Me doy la vuelta sobre mis talones y al pasar por la barra le doy unas monedas, generosas, al posadero- reservenos 10 camas para esta noche, por favor- así consigo dos cosas, que sepan que no nos dan miedo y que parece que somos cinco más de los que han visto aquí.

Salgo detrás de Baigron, mientras le guiño un ojo para quitar un poco de la tensión de combate de la sala. Alargo la mano y cojo a mi Enorme Espadón, ajustándomelo a la espalda.

Kartag con paso seguro, siguio al resto hacía la salida! El que parecía ser el alcalde del lugar por lo visto tenía más tino que esos rufianes que hacían llamarse guardias.

Si bien era cierto que el alguacil y sus lacayos merecían una gran lección, intentaría mantenerse al margen, de momento.

Sentía curiosidad por ver que pasaría a continuación!

Bien compañeros, veamos que nos espera! Dando gracias a Majere, por hacer que la cordura prevalezca.

Todo el respeto que pudiera haber sentido por aquel veterano se esfumó de un plumazo ante el comportamiento ofrecido ante aquel humano cojo.

Sin dejar de echar un último vistazo desafiante al carapocha, el minotauro decidió darse la vuelta y seguir a los demás.

Segun las monedas que deja Leviathan caen sobre la barra de madera desgastada, veis como el hombre, aunque casi temblando aun por el momento de tension vivido, recoge las monedas con precisión, mientras emite un leve: - Por supuesto, mis señores!! Reabriremos de nuevo las habitaciones para ustedes. Estaran preparadas despues de mediodia..., que apenas es un susurro, mientras nerviosamente, retuerce con la otra mano el trapo con el que secaba los barros, y no deja de mandar miradas preñadas de miedo hacia el grupo de guardias...