Partida Rol por web

Rolo sintió que se encontraba de nuevo en la misma situación, y pensó que sería una buena oportunidad para enmendar el error que cometió al dejar marchar a ese tal Nikos.

Esperó al mejor momento y, aprovechando el factor sorpresa, saltó desde los arbustos entre los que se había ocultado hacia las dos figuras, arremetiendo contra la que se encontraba más cerca de él, apuntando a su rodilla. Esta vez hablaría con los dos, y más les valdrá que le tengan las mismas respuestas.

- ¡¡AAAAH!! - gritó el bandido más cercano, su rostro líbido de terror. Se trataba de Nikos, el mismo que había huido anteriormente, que recibió un impacto del hasta de la lanza de Rolo en la rodilla y cayó al suelo arrastrándose - ¡¡Socorro!! ¡¡Socorro!! - gritaba.

Rolo se recompuso presto a enfrentarse a su segundo oponente, pero al volverse observó que realmente había dos figuras, una de ellas bastante grande, armado con una gruesa vara de madera y la otra de talla normal, portaba una antorcha.

El bandido grande dio un grito y se abalanzó contra Rolo con todo su peso intentando derribarle, pero este reaccionó con rapidez y se echó a un lado en el último momento.

El bandido que portaba la antorcha la soltó y agarró la lanza de Rolo. Antes de que este pudiera reaccionar le había arrebatado el arma de la mano.

El bandido que se había abalanzado contra Rolo casi instintivamente en primer lugar, echó un vistazo rápido a la situación. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando vio a Nikos arrastrándose con la pierna doblada en un ángulo antinatural, pero cuando dirigió su mirada a Rolo ese escalofrío se transformó en auténtico miedo, pues la presencia ya de por sí imponente del hoplita se magnificaba más aún por la proyección inestable de la luz que radiaba la antorcha.

El bandido grande encaró la mirada de Rolo y vaciló, luego dio un paso atrás.

- ¡Vamos! ¡Id a por ese desgraciado! ¡Mirad lo que me ha hecho! - chilló Nikos azuzando a sus compañeros, que no parecieron hacerle caso.

El grandullón miró a su compañero y pareció reparar en que eran dos contra uno. Además vio que se había hecho con el arma de Rolo y el temor desapareció de sus rostro y volvió a avanzar un paso.

El tercero volteó la lanza sobre su cabeza y dirigió la punta hacia Rolo, asestando un rápido lanzazo que resbaló sobre el escudo del hoplita.
 

Aprovechando que tras intentar asestarle un golpe, el bandido que le había quitado la lanza descubrió su defensa, Rolo le lanzó un potente golpe a la cara con el canto del escudo.

El golpe impactó en su objetivo y el hombre dio un par de pasos hacia atrás mientras se llevaba la mano a la zona dañada.

Nikos seguía gimoteando y arengando a sus compañeros desde el suelo, pero daba la impresión de que les molestaba más de lo que les ayudaba.

El bandido corpulento descargó un golpe con su porra que esta vez sí acertó de refilón en uno de los hombros de Rolo. Era una magulladura sin importancia, pero todas las energías contaban.

El que portaba la lanza trazó un arco con ella para hacer caer a Rolo, pero este la saltó sin problema.

Aprovechando el salto para sortear el barrido, Rolo lanzó un golpe de escudo al bandido que tenía su lanza según caía. Esta vez describiendo un arco de arriba a abajo, intentando acertarle de plano en la cabeza con el hoplón.

El movimiento funcionó según lo esperado y el que portaba la lanza cayó al suelo inconsciente, o quizá muerto. Nikos seguía gimoteando en el suelo tratando de arengar a su compañero, pero no encontraba fuerzas más que para quejarse. Ya sólo quedaba un bandido en pie, que aprovechó que Rolo no llevaba un arma en la mano derecha para cargar sobre ese lado y apresarle con sus brazos.

Inmovilizado firmemente en un abrazo, Rolo tensionó tanto sus músculos que parecía haberse vuelto de piedra. Entre forcejeos llevó su mano hacia el cuchillo que le había quitado a Nikos en su primer enfrentamiento para clavárselo al bandido lo más cerca de la ingle que pudiese.

Pero el bandido era demasiado fuerte. Rolo se retorció en su abrazo sin encontrar un ángulo propicio para poder agarrar el cuchillo. Con las mismas, el bandido movió uno de sus brazos y empezó a estrangularle. El hoplita intentó resistirse sin éxito, el abrazo del hombre se cerró sobre su cuello.

Nikos había dejado de hablar y sólo se retorcía sujetándose la pierna.

Agobiado por el sentimiento de asfixia, pero algo más libre ya que ahora el bandido le sujetaba el torso sólo con un brazo, Rolo intentó de nuevo alcanzar el cuchillo.

Rolo acarició el mango del cuchillo con los dedos pero el bandido rápidamente volvió a bloquear su mano y siguió apretando su cuello, aunque esta vez con menos tino. Su presa se movía demasiado, claramente no estaba acostumbrado a encontrar tanta resistencia.

Rolo no conseguía alcanzar el cuchillo, pero durante el forcejeo notaba cómo respondía el bandido, dónde aplicaba más fuerza, hacia dónde distribuía el peso, cómo variaba su centro de gravedad...

Rolo agarró fuertemente los antebrazos del cuatrero, pero en lugar de tirar de ellos los apretó contra su cuerpo, y cuando sintió que el bandido perdía estabilidad, hincó su rodilla derecha en el suelo mientras giraba su cuerpo, intentando tirar al bandido por encima de él.

El hombretón no se esperaba la llave y salió despedido por encima de Rolo, dando con sus costillas en el suelo y quedando tendido a los pies del guerrero.  Empezó a levantarse pero Rolo lo pateó y volvió a caer al suelo.

Acto seguido, Rolo sacó el cuchillo para cortarle al bandido los tendones de Aquiles.

El hombretón vio la luna reflejarse en el cuchillo y empezó a patear con fuerza, intentando defenderse de la fiera hecha hombre que se le echaba encima, sin éxito. Dos cortes certeros. Ya no volvería a andar.

El hombre gimoteaba en el suelo mirando a Rolo con el miedo en los ojos, mientras el que le había quitado la lanza seguía tumbado sin moverse y el que se llamaba Nikos había empezado a huir de nuevo hacia la luz usando los brazos y la pierna sana.

Rolo agarró a Nikos por la pierna herida y tiró de él, arrastrándole mientras gritaba de dolor. +Ahora vamos a volver a charlar tú y yo -Iba diciendo mientras apartaba al bandido de la escena +Y esta vez será mejor que no me mientas, porque también voy a hablar con tu amigo el grandote, y espero que me cuente lo mismo que tú. -Los gritos del bandido ahogaban sus palabras, seguramente no le oía pero Rolo ni siquiera reparó en ello.

Soltó a Nikos a unos cuantos metros, y regresó para comprobar si el que parecía el cabecilla estaba muerto. Limpió el cuchillo y se lo acercó a la nariz. +Aún respira -dijo Rolo en voz baja al ver el vaho en la hoja. Le quitó la porra al grandote de una patada y le agarró por los brazos, mientras gimoteaba y forcejeaba como un niño preso del miedo, y le arrastró para tumbarlo encima del bandido desfallecido. Registró a ambos, desarmó al bandido desmayado que tenía otro cuchillo, y se quedó con un trozo de pescado seco y un total de 15 monedas.

Rolo recogió su lanza, sacó el pan duro y el queso y se sorprendió de lo sabroso que le resultó. Era increíblemente reconfortante sentir el estómago lleno. Echó un vistazo a Nikos y con la comida en la boca le gritó +Voy a charlar con tus amigos, y en seguida estoy contigo. Te estaré mirando así que no te vayas. -Clavó su lanza amenazantemente cerca de la cara del grandullón, engulló el bocado, y dijo +Tengo algunas preguntas...

El interrogatorio fue como la seda, aquellos hombres no eran estrategas de mente afilada. Nikos se reafirmó en lo que había dicho antes y su corpulento compañero corroboró lo que decía. Eran simples rateros, salteadores de caminos, ladrones poco afortunados. Vivían en un bosquecillo hacia el norte y habían ido a por los despojos de la batalla. El grandullón era el jefe, a todas luces porque no había nadie más fuerte que le disputase ese papel.

No tenían nada que ver en aquel conflicto más que el intento de rapiñar algo de valor. Respecto a los esclavos, pretendían venderlos a un conocido de un conocido, que llevaba por mar a esclavos de dudosa procedencia desde esas tierras hasta norte de África.

Rolo observó que no había rastro alguno de culpabilidad o arrepentimiento en él. Fue el propio Nikkos quien se sentenció a muerte junto a sus compañeros, desde el momento en el que fue a pedirles refuerzos para emboscarle.

El hoplita limpió el cuchillo en el zurrón y lo guardó en la vaina, recogió la antorcha que aún ardía en el suelo, y se dirigió hacia el lugar donde debían estar los esclavos.

Rolo avanzó con cuidado hacia la luz donde, según habían indicado los bandidos, deberían estar los esclavos. Seguía sin saber cómo había llegado allí ni, en general, apenas nada anterior al momento en el que despertó. Aún le dolía la cabeza. En general era soportable, pero de vez en cuando sentía una punzada de dolor que le atravesaba de una sien a otra y le hacía apretar los dientes. Temía haber perdido la memoria para siempre.

No tardó demasiado en ver una antorcha encendida clavada en el suelo y, a su alrededor, una serie de cuerpos tumbados. Algunos no se movían y otros parecían retorcerse como si estuvieran atados e intentasen liberarse. Vestían las mismas ropas que él. Se acercó para verles mejor pero en ese momento una violenta cuchillada de dolor le azotó el cerebro y tuvo que apoyarse en la lanza para no caerse. Comenzó a escuchar un pitido agudo que aumentaba rápidamente en intensidad y en frecuencia mientras apretaba los párpados.

Lo siguiente fue un destello de luz que lleno todo su campo visual.

Abrió los ojos y vio lo que parecía un lago, liso como un espejo, que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, con un tenue resplandor grisaceo iluminando la casi total oscuridad de alrededor. Sentía a sus compañeros al lado. De la superficie del lago surgía un resplandor amarillento. Quería sumergirse en el lago para alcanzarlo, pero al acercarse a la orilla cuatro enormes tentáculos cromados surgieron de ella. Su corazón bombeaba a toda velocidad.

Otro destello de luz.

Corría por una llanura anormalmente lisa, salpicada de montículos extraños con formas angulosas. Todo estaba iluiminado con una luz azul oscura. Estaba herido y sus compañeros habían muerto. Pero aún había esperanza, por eso corría.

Otro destello de luz.

Estaba sentado mirando a un cielo oscurecido por las nubes. Sentía a sus compañeros cerca. Viajaban a toda velocidad. Una luz azul brillante salpicaba las estructuras que pasaban a su lado como una exalación. Les estaban persiguiendo. Estaba exhausto.

- ¿Tienes el mapa? - preguntó una voz familiar a su espalda

Asintió

Otro destello de luz.

Algo les golpeó y salió despedido por los aires, lejos de sus compañeros.

Otro destello.

Chocó contra algo, rebotó y siguió cayendo. Sintió cómo perdía el mapa en el impacto.

Otro destello.

En algún lugar, una puerta se cerró con violencia.

Otro destello.

Despertó en el campo. Era de noche y le dolía la cabeza.

Otro destello.

Abrió los ojos. Tenía la una rodilla apoyada en el suelo y los dedos crispados sobre la lanza. El dolor de cabeza empezaba a desvanecerse y sus oídos volvían a funcionar con normalidad. Apretó los dientes y se incorporó de nuevo. La escena no había cambiado. Recogió la antorcha y se acercó a los prisioneros. La elevó para ver sus caras y se le cortó la respiración al darse cuenta de que reconocía a la mayoría de los cautivos. No recordaba sus nombres, ni quienes eran...pero...eran de lo suyos, eran sus compañeros. No sabía por qué, pero algo le decía que podía confiar en ellos. No estaba solo en el mundo, ya no. Quizá ellos supieran qué había pasado. Aún había esperanza.