Partida Rol por web

Martes, 20 de noviembre de 1984 - 21:00

La luz de la ventana de Shyam estaba iluminada. Silveth la había visto al llegar. Tras subir las escaleras y llamar a la puerta, los dos Fionas se miraron y se saludaron.

-¿Listo para salir de fiesta? No sé si me vas a poder seguir el ritmo, gruñon.

Shyam abrió la puerta. No tenía muy buena cara.

-No creo... -musitó con un hilo de voz, apoyándose en el marco de la puerta-. He ido a ver a un amigo al hospital. Tiene sida y... creo que no va a salir de esta. -Se encogió de hombros mirando al suelo, intentando que las emociones no traslucieran mucho-. Creo que me van a hacer falta muchas copas esta noche.

No puedo evitar quedarme congelado, como si me hubieran lanzado un jarro de agua fría. La sonrisa con la que me había presentado temblaba en mi rostro, sin saber como reaccionar. 

-Uau.-Al principio no sabía ni que decir, por suerte nunca había sido torpe con las palabras.- Bueno, ya sabíamos que esto se estaba extendiendo muy rápido, solo puedes intentar hacer que sus días sean lo más agradables posibles. Aunque destruyamos la quimera asociada a la enfermedad, ya es real, nada va a poder eliminarla. Solo podemos seguir adelante y ser felices con todas nuestras energías para poder hacer felices a los demás, aunque estén en una situación tan mala. No te pidas lo imposible, Shyam, ni te eches culpas que no te corresponde cargar.-Intento consolar al caballero.- Bueno, y... ¿donde esta tu... amiga?.- Pregunto con picardia esperando poder cambiar el tema y devolverle la sonrisa que la mención de esa chica parecía hacerle aflorar. 

El sidhe esbozó una sonrisa amarga y asintió. Le cambió la mirada cuando mencionó a su chica, y pareció recobrar el ánimo un poco.

-¡Ah! Sí, pasa. Está haciendo no se qué en la habitación -dijo, apartándose de la puerta y señalando el pasillo-. Habías estado por el Terciopelo, ¿verdad? Es Rose, que es... bueno, es la hija de Van Doren. Me enteré cuando volvimos del Ensueño. No le sentó nada bien la noticia, así que se ha venido a vivir conmigo un tiempo, entre que se arregla con su madre y eso.

-¿Cómo?-pregunto sorprendido.- Pero...¿Ella es Fae?- entro siguiendo el gesto de amabilidad de Shyam.- ¿Esta bien? No se, ¿No debería estar muy contenta por saber quién es su madre?

El sidhe puso cara de compromiso.

-Supongo que no... Tienen una historia complicada -dijo, bajando la voz un poco-. Está dolida, y la verdad es que no es para menos. Pero creo que ya se han arreglado bastante bien. Aunque si se queda aquí yo no tengo ningún problema.

Alzó las manos declarándose inocente, dibujando una media sonrisa con picardía.

-Está bien ver algo diferente en el piso. Ven, que te la presento -Le hizo un gesto-. Por cierto, es Kinain. Se lo notarás enseguida. ¡Rose, cielo! Ha llegado mi amigo.

-Ella... ¿Sabe que... no es una simple mortal?.- Pregunto antes de que aparezca la chica en cuestión.

Shyam alzó la mano en horizontal y la movió giró varias veces de un lado a otro.

-Sabe que algunos no lo somos.

La puerta de la habitación se abrió, pero tras ella no salió ninguna joven pelirroja, sino un redcap de hombros anchos y pelo rojo vivo al que Silveth conocía de vista. Ed el Rojo había forrado sus antebrazos con clavos, cristales y puntas y las manos, enguantadas, se dirigían crispadas hacia él. Sus pasos retumbaron como truenos, las punteras de las botas reforzadas con metal. Y su sonrisa dura y correosa no indicaba nada bueno.

En el momento en que escuchó la puerta, Shyam se quedó mirando a Silveth con una media sonrisa y la mano en la cintura, bien cerca de la empuñadura y listo para saltar cuando empezase a hacer tonterías.

Detrás de Ed El Rojo apareció Van Doren, que miraba a Silveth con la boca abierta y enseñando los colmillos de forma amenazadora.

-Hola, encanto.

Saco el revolver friamente mientras doy un par de pasos hacia atrás antes de que shyam toque la empuñadura de su espada y le apunto a un metro de la cara.

-Quietos o muere.

-Si aprietas ese gatillo -dijo Eddie, lívido-, no tendré piedad.

Van Doren agarró a Eddie del brazo con fuerza y le retuvo junto a ella. Más le valía estarse quieto.

-Por dios, dejaos de juegos. Hemos venido a negociar.

puedo usar la sinestesia entonces? no recuerdo el nombre del cantrip