Partida Rol por web

Jueves, 22 de noviembre de 1984 - 12:13

Shyam citó a Lady Dahlia en la cafetería cercana al feudo. Los éxitos de la radio sonaban amortiguados por el sonido de la cafetera y de la conversación entre los presentes.

Lady Dahlia fue una aparición de ensueño entre los humanos grises y pardos del café. Su hermosa figura, entallada por un abrigo azul oscuro, se movía casi como si levitase. El pelo castaño, recogido en la nuca para evitar que le cayera en el rostro, se ondulaba como en la brisa.

Se sentó frente al Fiona sin dejar de sonreír y pidió un café con leche que revolvió suavemente con dedos finos de uñas perfectas y pintadas de blanco.

-Me alegra que me llamarais, Shyam -dijo en tono suave-. He pensado en vos estos días.

Encontró a Shyam ojeando un periódico sin mucho interés, contagiado por la Banalidad del lugar como si fuese una sombra gris del montón. Difícilmente podría llegar a serlo alguna vez, pero lo parecía por el humor alicaído que gastaba. Había dormido mal, a medias por el dolor y por tener a Rose al lado en un perpetuo silencio. La mañana no había sido mucho mejor.

-Yo también me alegro de veros -formuló con suavidad, plegando el periódico con la zurda y dejándolo a un lado. La observó detenidamente unos segundos antes de aventurarse-. Tengo noticias poco agradables, Lady Dahlia.

Lady Dahlia se percató del vendaje de la mano y perdió la sonrisa.

-¿Estáis herido? ¿Qué os ha ocurrido?

El Fiona arrugó el ceño y bajó la mano. Hubiera preferido saltarse la etapa en que todo el mundo se iba a dedicar a preguntarle una y otra vez sobre lo ocurrido. Y él a mentir en consecuencia, claro.

-Un asunto tan estúpido como desagradable que preferiría obviar, si no os importa. Podría haber sido peor -zanjó con una trémula sonrisa para quitarle hierro al asunto-. Gracias por preguntar.

Ocupó uno segundos en refrescarse la garganta con el refrigerio que había pedido.

-Veréis, hemos hallado cierta información preocupante que concierne al Feudo y su gobierno. Desconozco si estáis al tanto, pero considero que deberíais saberlo y tenerlo en consideración. El Lord es un Oba, y por lo que hemos averiguado sólo pueden reclamar el poder en las tierras natales de su linaje. Los que han intentado hacerlo fuera no han acabado bien, ni ellos ni la tierra que pretendían gobernar. Temo que esa sea la razón por la que el Feudo se encuentra tan débil. Esto... deja de ser un asunto sobre heredero legítimo o no. Podríamos perder La Baronía del Polvo, y es algo que nuestra sociedad no puede consentir. -El Fiona hizo una sentida pausa mirándola a los ojos-. Espero que os toméis en serio mis palabras.

-Oh.

La expresión de Dahlia perdió su entereza y se transformó en ansiedad casi adolescente. Sus ojos azules y cristalinos empezaron a moverse de un lado para otro, confusos y asustados.

-¿Y... y qué proponéis?

-No lo sé, la verdad. He de pensarlo y hablar con los míos, pero deberíamos encontrar la forma de que abdicase, y si es en favor del primer sucesor, mejor -comentó frotándose la mandíbula con molestia-. Pero mis conocimientos en política son más bien escasos. ¿Qué opináis vos?

-Opino que la prioridad debería ser salvar el feudo -dijo Dahlia muy seria-. Lord Schazzenan es el legítimo Barón. Es justicia. Es ley. Pero si sus propias capacidades lo inhabilitan para el puesto, podría intentar convencerlo para que lo abandonara de manera pacífica. Su Gracia es razonable a pesar de su... edad.

La Eiluned se rozó los labios con un dedo mientras pensaba. Mantuvo el gesto mientras levantaba los ojos para mirar a Shyam.

-El problema secundario es el otro... heredero. No dudo que Calandra amara a Lord Stevron tanto como vos, pero, ¿realmente creéis que es apto para gobernar? No deja de ser un pooka al que todo esto debe de parecerle una gran broma. Lord Aeon lo considerará una broma. De todos los linajes posibles, los pooka son probablemente los menos indicados para ostentar poder. -Alargó la mano y buscó la izquierda de Shyam para sostenerla entre las suyas-. ¿Me ayudaréis a buscar a un gobernante más apto? ¿Alguien de sangre noble con el corazón en el lado adecuado, con el valor y la honestidad que se espera de él?

Shyam suspiró, cansado. Entornó los ojos hacia la sidhe, y no parecía en absoluto dulce y complacido.

-No voy a buscar a nadie, Lady Dahlia. El Cetro eligió entre todos nosotros, y es un recuerdo por el que he peleado demasiado como para dejarlo caer en balde porque haya gente que no considere digna la sangre de un pooka. Calandra fue elegido en nombre del Ensueño, y si no se ajusta a vuestros planes ese hecho lo lamento profundamente. Pero me decepciona que alguien como vos no acepte, incluso rechace abiertamente una decisión que escapa a nuestra sabiduría. Si os negáis a creerlo, que se repita la prueba.

-¡Es que me niego a creerlo justo! Puede que ese cetro diese poder a Calandra, pero un pooka como ella o él o... ¡no debería gobernar sobre nosotros! ¿Tan difícil resulta de comprender?

El Fiona la miró fríamente a los ojos.

-La guerra acabó hace años, mi Lady. Quizá el Ensueño lo eligió precisamente porque es capaz de ver más allá de las diferencias que nos separan como linajes.

-Los Fiona y vuestra idealización de la plebe. ¿Qué podía esperar? Vos, Lord Stevron y otros muchos siempre optaréis por ellos antes que por vuestra propia estirpe. Stevron vendió a sus propios amigos por los delirios de amor y felicidad que le ofrecían los otros. ¿Y cómo ha acabado, eh? Envenado por la enfermedad que le transmitieron ellos. -Lady Dahlia miró a Shyam con fría ira y, de improviso, rompió a llorar.

Una réplica mordaz y doliente se le agolpó en la boca, justo a tiempo para callarla cuando ella se echó a llorar. Miró alrededor, confundido por el repentino duelo de la muchacha, y se levantó dejando un billete sobre la mesa. Le ofreció la mano escondiendo como acto reflejo la diestra tras la espalda.

-Acompañadme fuera, por favor.

Dahlia se puso en pie pero no aceptó la mano de Shyam le siguió limpiándose las manos y esperó.

Con las manos en los bolsillos, Shyam salió fuera y buscó un lugar cercano donde darle un final a aquella conversación. Aprovechó el aire frío para templarse y dedicarle unas últimas palabras con serenidad.

-Me gustaría que supierais una cosa, Mi Lady. -Buscó su mirada con profunda sinceridad-. Mi estirpe me dio la espalda cuando padecí la misma enfermedad que Lord Stevron, y nunca me han reconocido mérito alguno. Fueron los plebeyos los que me dieron cobijo y apoyo cuando regresé a estas tierras, los mismos que Juraron al momento ir en pos de una cura para el Lord. Puedo entender vuestros recelos, son comprensibles, y no haré nada por cambiar lo que sois. Pero si me aceptáis un consejo, creo que quizá deberíais intentar conocerlos antes de juzgarlos tan severamente. Ellos amaron a Lord Stevron hasta el día de su muerte. Como vos. Quizá no haya tanto camino que recorrer.

Dicho aquello, hizo una profunda reverencia hacia la dama deteniéndose un momento más en sus ojos cristalinos por si había algo que añadir.

-¿Vos tenéis... la misma enfermedad? -Dahlia lo miró desolada.

Shyam hizo una mueca, incómodo.

-Tenía. Creo -No quiso añadir más, pero encontró oportuno ofrecerle una explicación-. No llegamos a tiempo, y casi todos traíamos una cura.

Se encogió de hombros, ni alegre ni triste, como diciendo 'Es lo que hay'.

La Eiluned bajó la mirada un momento y cuando la levantó, posó sus manos sobre las mejillas de Shyam.

-Por favor, no hagáis lo mismo que Stevron. Él pudo haber sido grande, pero dio la espalda a su potencial por el amor de cuatro plebeyos que le llevaron a la muerte. No sigáis su camino. Hay... hay otras maneras. ¿Por qué no me ayudáis a reconstruir el feudo? Sir Shyam. O Lord Shyam. Sé que seríais un buen gobernante. Tan bueno como lo fue él, o más. Yo os ayudaría, Shyam. Os ayudaré. Si me lo pedís.

Una sonrisa amarga fue cuanto pudo esbozar el Fiona. Cogió sus manos apartándolas con delicadeza de las mejilla y las besó con ternura. Sus ojos delataban una profunda tristeza.

-Hay algo que no entendéis, Lady Dahlia. El Dan me ha dado una segunda oportunidad y soy tremendamente feliz con lo que he ganado: una vida. No necesito más, y desde luego no lo deseo. Quizá tengáis razón, o quizá no. Nunca lo sabremos -Soltó sus manos, imaginando que ella misma iba a hacerlo-. Espero que no me guardéis rencor por ello. Vuestro corazón ya está demasiado apesumbrado.

-No deseáis tenerme como enemiga, Shyam -siseó Dahlia-. Pero ya veo que los Fiona no atendéis a razones.

Giró sobre sus talones haciendo ondear el abrigo como si fuese una capa y se alejó de allí.