Partida Rol por web

Sábado, 24 de noviembre de 1984 - 19:40

Tras recuperar Glamour con las promesas a los niños humanos, el grupo trató de dar alcance a los Oscuros que habían atacado y destruido el feudo. Intentaron utilizar Piréticas para seguirles la pista, pero las bolas de fuego eran tan perezosas como inútiles a la hora de encontrarlos. Las tres veces que lo intentaron se perdieron en la brisa, fueron atropelladas por coche o, directamente, se negaron a moverse, como si no hubiese nada que encontrar. Los Oscuros se habían escondido bien.

Van Doren los encontró en los alrededores del hospital. La noche era ya cerrada del todo y no llovía, pero hacía una brisa fría que obligaba a arrebujarse bien en los abrigos. Tomaban chocolate caliente de un puesto callejero donde también vendían perritos y patatas fritas, y por algún motivo, ambientadores de coche.

Van Doren se aproximó a ellos arrebujándose en un abrigo largo y oscuro. Saludó a todos con un movimiento de cabeza pero volvió la vista hacia el pooka.

-Calandra, tengo que hablar contigo.

Calandra estaba muy cansado de ir todo el día de un lado para otro, de estar furioso sin poder hacer nada al respecto y de pasar frío. Se había hecho con un chal de lana en algún momento de la tarde y se frotaba el antebrazo con la mano libre haciendo pausas para dar sorbos de chocolate.

Miró a Van Doren con cautela. Se le había olvidado que se había enfadado con ella, porque el enfado no le había durado más de un minuto y medio. Miró a Shyam y a Damara y se encogió dentro del chal.

-Vale. ¿Aquí o...? ¿No quieres un chocolate? -preguntó, señalando el puesto.

-Si, por qué no.

Van Doren suspiró y miró al vendedor mientras le servía un vaso.

-Me alegra ver que no habéis ido de compras todavía. Llego a tiempo, ¿no? Aunque vuestra idea sea la más precipitada, la más absurda y la más suicida del universo no me parece apropiado que me dejéis tirada. No creo que pudiera soportar el rechazo. Si queréis ir al mercadillo a comprar ropa interior al menos dejad que os señale los puestos más higiénicos.

-Todavía estás a tiempo. No ha habido manera de encontrar a nadie, y mira no que hemos dejado lentejuela sin remover en esta cochina ciudad. -Calandra dejó el vaso de plástico vacío encima de un banco y se arrebujó en el chal-. ¿Sabes algo de Craig? -preguntó con timidez.

Van Dore frunció el ceño al escuchar el nombre de su vecino. 

-No. ¿Por qué? -preguntó moviendo el vaso entre las manos para no quemarse-. ¿Debería preocuparme por algo?

-Pues no sé. No sé nada de él, pensaba que tú sí. ¿Debería preocuparme yo?

-No se, ¿DEBERÍAS? -dijo mirándole inquisitivamente. La pooka le dejó su vaso en las manos-. Perfecto, ahora tengo que llamar a la policía. 

Van Doren hurgó en su bolso buscando monedas para ir a la cabina de teléfonos y llamar a Korah.

Calandra sostuvo el vaso caliente entre las manos y le señaló con las antenas una cabina telefónica. Dio un paso atrás, dejando claro que no iba a seguirla si no la invitaban, y levantó el chocolate para sentir el calor en la cara.

-¿Sí? ¡Ah, eres tú, Anne! Estarás contenta -dijo en tono reprochador. Luego cambió a verdadera preocupación-. ¿Estás bien? Se ha armado un lío tremendo en tu casa y no dejo de ver a la policía adelante y detrás. -Volvió a sonar el reproche-. ¡A mi niño a una de tus fiestas de gente sucia! No me lo quería decir, pero se lo he sacado. ¿No te da vergüenza? ¡No es más que un crío y le rodeas de esa perversión!

Van Doren se separó del teléfono y tapó el auricular para gritarles.

-¡Craig está bien! ¡Pero jamás va a volver a salir de casa! Y si lo hace le voy a matar yo personalmente... Será chivato... -exclamó y volvió a acercarse el teléfono a la oreja-. Todo bien, si. No, no tenía ni idea de que estuvo allí. Despediré al gorila, no te preocupes. ¿Pero está bien? ¿Está en casa?

-¿Ah, no? Pues me ha jurado que te ocupaste de que nadie se metiese con él ni le dijera nada indebido -gruñó Korah-. Me estás mintiendo y sabes que has hecho mal, Anne, me parece fatal. Craig está bien pese a tu mala influencia, si eso es lo que te preocupa tanto.

Mientras Van Doren hablaba a gritos y susurros con Korah a través de la cabina, se percató de que se le acercaba flotando una bola de luz azulada...

Van Doren volvió a tapar el auricular.

-Voy a matar a Craig -canturreó-. Puede que si le viera.. Un poquito. Pero no le pasó nada, todos mis empleados y los guardas estaban avisados. Lo siento Korah. No volverá a pasar. 

-...y ha pasado la noche con ese zarrapastroso, ese Cal. Ese amigo tuyo. -Korah suspiró-. No sé qué le da, que le ha vuelto loco. Craig está rebelde, parece un chiquillo. Me ha dado un ultimátum. Un ultimátum, Anne. ¿Dónde está ese niño dulce que era? Que tengo que dejarle salir con Cal o que se va de casa. ¡Créetelo! ¡Se ha puesto hecho un basilisco! Ay, Señor, qué voy a hacer...

-Pues... ¿Dejarle salir con ese zarapastroso? Si haces eso va a ser el mismo de siempre -suspiró. Van Doren fulminaba a Calandra desde la distancia-. Es mejor tenerle en casa que viviendo debajo de un puente.

-Sí, ya me dirás. Cuando seas madre comerás huevos. Ya querría verte a ti viendo cómo tu hijo sale con un bala perdida que ni siquiera sabe ponerse la ropa que pertenece a su sexo. En fin, me va a salir una úlcera. Ya hablaremos, que me tienes que contar lo que ha pasado. Me han dicho que ha muerto un tipo en la casa y que a tu ex se lo han llevado al hospital. Espero que no sea lo que estoy pensando porque me muero del disgusto. Lo primero que te dije es que quería vivir en un barrio decente... Pero espero que estés bien y sana y salva, y ven a casa si necesitas dormir en alguna parte, que ya sabes que tienes la cama de invitados para ti cuando quieras.

El sidhe sujetaba el vaso de chocolate cerca del rostro, aspirando el aroma cálido que le mantenía las mejillas y la punta de la nariz templadas. Parecía tan cansado y magullado como el resto, pero tuvo una sonrisa amable para la pooka cuando está llegó, y se apartó un par de pasos para darles privacidad por si querían hablar algo importante que no les incumbía. Acariciaba la posibilidad de tener éxito gracias a la ayuda de Van Doren, aunque el fuego rabioso de aquella mañana se había ido extinguiendo con los sucesivos infortunios hasta no saber muy bien si de verdad tenía ganas de ir allí a manchar de nuevo el filo de su espada.

Cabizbajo y meditabundo, apenas se dio cuenta de aquella bola azulada hasta que la tuvo delante. Arrugó el ceño y levantó la mirada en busca de quien quería dar con él. No tenía sentido que fuese el Corby, y su pensamiento se dirigió a la sidhe desaparecida de la que casi se habían olvidado.

Shyam vio llegar a Lady Dahlia por lo alto de la calle envuelta en una capa con capucha. Supuso que era ella por el modo que tenía de caminar, porque su rostro estaba oculto por las sombras y una trenza era lo único que asomaba por debajo. La sidhe se ocultó detrás de un escaparate, pero le miró desde su posición como esperando que fuese él quien se acercara.