Partida Rol por web

El sátiro le miró con los ojos entrecerrados. Estaba caído de tal manera que igual podía estar muerto.

-No hay hoguera. Usé el Glamour para hacerme con esa cosa. No ha funcionado. Sigo enfermo.

Le tembló el pulso al escuchar sus palabras, haciendo un movimiento que por fortuna se quedó en un simple vacile, pero con mucho gusto le habría ahorrado sufrimiento en aquel mismo momento. Sin embargo, tras toser y encogerse bajo la armadura, tiritando de frío y enfermedad, recapacitó sobre su acción. Dejarle vivo sería incluso más tormentoso para el sátiro. Padecería lo mismo que Stevron y muchos otros consumiéndose hasta el último día en su miseria.

-Levanta. Pagarás por lo que has hecho –sentención, enfundando el arma y cogiéndole del brazo para hacerle caminar. En la zurda seguía sosteniendo aquella preciada y delicada burbuja, y podía sentir el Glamour que vibraba en ella transmitiéndole un agradable cosquilleo a través de los dedos. La miró durante un instante y se la tendió a Calandra-. Quizá todavía estemos a tiempo. Cal, ponla a buen resguardo.

Aún sollozando Calandra cogió la burbuja. La resguardó entre las manos ahuecadas y sorbió los mocos, mirando la pompa de Glamour por entre sus pulgares. Suspirando se llevó las manos al pecho y se besó los dedos.

-Vámonos a casa.

Van Doren se acercó a Eddie al escucharle y se abrazó a él con fuerza, permitiendo además que se apoyase en ella en caso de que se marease.

-Tengo algún paracetamol en el bolso, pero tenemos que ir ahora mismo al hospital a que te ingresen. Mira como estás, ¡por lo menos tienes tres cánceres! Ya está todo hecho, vamos a casa.

Ella habría matado a Rob, pero tenía otras cosas de las que preocuparse como para discutir por eso.

A pesar de que estaban dejando atrás el coche accidentado, ninguno tenía ganas de enfrentarse a las autoridades humanas y su Banalidad después de casi morir. Caminando por las pasarelas inferiores del puente llegaron al puesto de vigilancia troll que conectaba con la ciudad. Allí les dieron cobijo y dispusieron un monovolumen que pudiera llevarles a casa. A la Mansión del Polvo.

El feudo seguía frío y oscuro. El salón principal era apenas una habitación vacía.

-Estoy helado -murmuró, tiritando. Estaba empapado, como los demás, y el agua había dejado un reguero sucio por el suelo hasta la habitación-. ¿Podéis encender ese fuego de una vez?

Calandra temblaba como una hoja. Estaba empapado y seguía descalzo, y no dejaba de pensar en lo que diría Bernardette si viese las huellas de pie sucias que estaba dejando en la madera.

-Vamos allá.

Se acercó al lugar donde había estado la hoguera y, tal como llevaba haciendo cada poco desde que se marcharan de las pasarelas, comprobó que aún tenía la burbuja entre las manos. Envolviendo y reforzando la burbuja de Lord Stevron con su propio Glamour, Calandra metió ambas manos en el hogar y liberó la pompa, suplicando ver su casa de nuevo tal y como la conocía.

La pompa flotó sobre las ascuas antiguas entre brillos irisados. Muy despacio, se posó sobre las cenizas y explotó. El Glamour se arremolinó sobre el hogar. Una pequeña chispa brotó de las cenizas. Con un soplido de Calandra las ascuas volvieron al naranja. El calor era suficiente para calentarle las palmas de las manos.

Los ojos de Van Doren se empañaron. Miró a Eddie y le condujo junto al fuego para que se sentase en el suelo antes de ponerse detrás de él y abrazarle mientras miraba la hoguera.

Algo se removió dentro de Shyam al ver las débiles llamas refulgir. Seguía cansado, enfermo, y muy débil, pero nada de ello fue capaz de arrebatarle ese breve instante de felicidad. Quizá después de todas aquellas locuras hubiesen logrado recobrar su hogar. Ahora debían cuidarlo y mimarlo como el resto de sus amigos habrían hecho.

Cansado, se dejó desplomar en la que solía ser su silla durante las reuniones, contemplando las llamas que a penas iluminaban las estancia.

Por su parte Calandra se arrodilló junto al fuego y extendió las alas, que ya había sacudido al entrar para deshacerse del agua acumulada. Se cruzó de brazos sobre el hogar y apoyó en ellos la cabeza, avivando poco a poco las brasas con suaves aleteos.

Bernardette y Suri estaban muertos, y nada podía cambiar eso. Pero al menos habían podido devolver al mundo una pequeña parte de Lord Stevron y eso le daba cierto sentido a todo el sufrimiento y las lágrimas y el dolor.

El calor se intensificó. La luz de las llamas bañó el suelo y la mitad de la habitación. Al abrigo de la chimenea, comenzaron a sentirse mejor. La debilidad de la enfermedad continuaba dentro de sus cuerpos, pero el calor y el Glamour ayudaban un poco.

En algún momento entre la medianoche y la una, cuando se miraron unos a otros se dieron cuenta de que sólo sus aspectos feéricos parecían relevantes. Sus aspectos mundanos habían quedado relegados bajo la capa de realidad quimérica que lo cubría todo, desde el polvo del suelo a las lámparas llenas de telarañas.

De pie, a su lado, vieron a Stevron.

-Amigos -dijo con voz suave-. Gracias. Habéis traído mi casa de vuelta a la vida.

El sidhe se movió como un suspiro entre ellos hasta rozar a Calandra con una mano fantasmal. Su toque era más cálido de lo que podía esperarse de alguien muerto.

-Siempre estaré aquí protegiéndoos.

No se atrevía a parpadear, pues temía que en cuanto cerrara los ojos Stevron desaparecería. Ni siquiera estaba seguro de si lo estaba viendo de verdad o era una alucinación causada por la fiebre y el agotamiento, y a juzgar del modo en que trató de aferrarse a la mano del sidhe no le importaba.

-No os vayáis, Lord Stevron, por favor, por favor -suplicó-. Lo siento mucho. No llegamos a tiempo. Quedaos con nosotros, por favor...

-Pero fuisteis y volvisteis, sin dudar. Eso es lo importante. Mi feudo está a salvo en vuestras manos. -Sonrió y fue alejándose-. Yo ya me he ido. Esto es sólo la despedida que no pude daros. Pero seguiré aquí. -Observó las paredes y los altos techos-. Flotando alrededor en volutas de Glamour. Y al otro lado, como los otros fantasmas. Porque os quiero a todos.

Van Doren miró a la reminiscencia de Lord Stevron en silencio, abrazando más a Eddie sin darse cuenta. Aquel sidhe era al único que había servido sin rechistar en toda su vida, alguien que había dejado una gran marca en ella y en su historia. No sería fácil de olvidar, pero se alegraba de poder despedirse.

-El feudo resplandece, aunque jamás lo hará tanto como cuando vos os sentabais en el trono. Honraremos vuestra memoria y la de los demás manteniendolo vivo y recuperando su buen nombre. Y en mil años volveremos a encontrarnos todos de nuevo en el renacer, en este mismo sitio, cuando llegue el Verano. Lo he visto en sueños.

-Fue un honor serviros y seguirá siéndolo aunque ya no estéis entre nosotros, mi Señor. -Shyam se había levantado, conmovido por la presencia etérea del sidhe. Aunque no hiciera falta hincó una rodilla en el suelo como buen caballero-. Lo haríamos de nuevo sin dudarlo. Gracias por todo y descanse en paz, Lord Stevron.

La figura de Lord Stevron se fue tornando más y más translúcida hasta que, finalmente, desapareció.

Cuando Stevron desapareció del todo Calandra se levantó, esperando que su señor apareciera de nuevo, o tal vez que Bernardette y Suri vinieran a despedirse. Ahora que los vivos se habían quedado solos empezaba a darse cuenta de que acababa de suceder algo extraordinario, y le subió un escalofrío por la espalda. Era hora de empezar a reconstruir.

-Ay, chocho, qué impresión. Mira -dijo, levantando un brazo depilado para enseñárselo a Shyam-, como escarpias.

Shyam torció el gesto ante el comentario de Calandra, quien acababa de borrar de sopetón cualquier emoción o sentimiento de clausura. Soltó un escueto 'ya' mientras se levantaba, volviéndose hacia Eddie y Van Doren. El estado de su amigo le preocupaba casi más que el suyo propio.

-Bueno, ¿y ahora qué? -preuntó al aire, aunque su mirada terminó posándose en Calandra que había sido designado sucesor.