Partida Rol por web

La idea de meterse alli dentro no parecia tan buena cuando al internarnos el rastro de huesos y cadaveres parecia aumentar, por lo que intente agudizar todos mis sentidos por lo que pudiera pasar.

- Esto no me gusta, señores... - Habló Knox. - Parece el vertedero de un oso o una criatura peor. ¿Hay osos en Perú? Tengo entendido que no... - Se encogió de hombros. - ¿Qué criatura peor que un oso debe vivir aquí?

Se agachó para examinar los restos óseos. Esperaba no encontrar restos humanos, pero entre tal cantidad de huesos era difícil descifrar a que clase de vertebrados pertenecían. Si encontrase una calavera humana se desvelaría inmeditamente el misterio, aunque no estaba seguro de querer resolver ese enigma. 

Roger tenía mucho frio, pero busco todo el calor que le quedaba para entregárselo a su hermano en aquel abrazo. Sus brazos no buscaban calentarle sino devolverle la estabilidad que había perdido con aquellos horrores. Hay vínculos entre personas que son extraordinarios y que superan cualquier adversidad. Como el que unía a Roger con su hermano. Juntos se habían apoyado y superado los peores días de su padre Thomas. Juntos estaban preparados para aquello que les deparaba aquel terrible viaje de descubrimientos. Roger sintió que Kenneth se tranquilizaba un poco.  

Roger se reincorporó y se sintió también el más animado. Camino junto a Knox, y se unió en la búsqueda de una calavera humana entre los restos. 

Sigo a mis compañeros con una intranquilidad creciente dentro de mi.

El ¿animal? que se haya estado alimentando de todo esto no debe ser, precisamente, pequeño y, dado del aumento progresivo en la cantidad de restos debemos estar acercándonos a un sitio que dicho ¿animal? frecuenta.

- Señores, no sé a ustedes, pero me da la sensación de estar adentrándonos en una especie de madriguera. ¿Están seguros de querer continuar?

Las palabras de Roger subieron el ánimo de Kenneth. Sobre todo se trataba de sentir que no estaba solo en aquella aventura sobre su padre, aquel gran desconocido que había resultado ser.

- No es que me haga mucha gracia, pero el señor Wrigth va armado. - Dijo Konx. - Me gustaría saber si vamos a pernoctar junto a alguna criatura peligrosa. Es por seguridad más que por curiosidad. Si nos ataca mientras dormimos... - Meneó la cabeza ante el súbito escalofrío que le sobrevino. - No quiero ni pensar lo que nos podría suceder...

No hicieron falta palabras. El simple hecho de que su hermano se acercara y lo mirara de aquella manera fue suficiente para que su espíritu se recompusiera. Ambos estaban pasando por ese infierno, pero todavía se tenían el uno al otro, y se seguirían teniendo, pasara lo que pasara. Devolvió el abrazo, con fuerza, en agradecimiento mudo, y cuando se separaron, ya parecía tener otra cara.

Se unió al grupo que se disponía a internarse más en la cueva. Pero entonces se paró y, rápidamente, levantó las manos para llamar la atención del grupo.

- Esperad. ¿No podéis olerlo? - Se llevó una mano a la nariz - Huele a orines, justo como anunció aquel hombre, y después de todo lo que estamos viviendo, que exista un monstruo no me parece díficil de creer. ¿Estamos seguros de que queremos y podemos internarnos más ahí dentro?

Las palabras de Kenneth fueron proféticas. De pronto, del interior de la grieta surgió una criatura parecida a una anguila, aunque apenas podíais ver más que la boca, llena de dientes negros como la obsidiana.

Su cuerpo parecía haber atravesado la dura roca del lugar como un gusano la tierra. No tenía ojos, al menos que distinguierais, pero parecía ser capaz de captar vuestra presencia.

Además, parecía lanzarse directamente hacia Kenneth, olvidándose de los demás.

Las palabras del joven Fell, se procesaron rápidamente en mi cerebro junto al olor de orines que citaba, rápidamente  eche la mano a mi arma reglamentaria, justo a tiempo para ver como un ser  extraño, se abalanzaba hacia el propio Kenneth.

La imagen de aquel ser era repulsiva y demoniaca, aquella especie de gusano gigante  sin ojos haría tambalear la estabilidad de muchos pero me aferre a viejos recuerdos de guerra, duros pero que me mantenían en la realidad.

Había estado en escenarios peores arrastrándome rodeado de cadáveres  mientras que balas volaban sobre mi cabeza, al fin y al cabo aquello solo era una bestia sin documentar que protegía su madriguera, por lo que apunte mi pistola con la intención de disparar para evitar que atacara a mi compañero

- ¡Cuidado Kenneth! - Exclamó el señor Makepeace antes incluso de saber lo que les estaba atacando. 

Al ver aquellas fauces abalanzarse sobre ellos, casi se le sale el corazón por la boca al profesor. Sin embargo se repuso enseguida y agarró con firmeza su cuchillo de cocina. ¿En serio iba a pelearse con aquel ser salido del averno? El señor Wrigth tenía un arma de fuego, lo lógico era que le vaciara el cargador. Norman había estado en la guerra y sin duda se había enfrentado a los horrores de la muerte, estaba preparado para aquello, mucho más que él al menos.

- ¡Dispara señor Wrigth, dispare! - Le imploró Knox.

¡Como me fastida tener razón! Sumido en mis pensamientos estaba cuando esa criatura sale de la grieta hacia nosotros. ¿Pero qué? ¿qué es esto?

La criatura me sobrecoge de tal manera que no logro reaccionar. El verme desarmado me altera aún más. Un sudor frío recorre mi cuerpo. Retrocedo espantado sin lograr hacer nada de provecho.

Kenneth abrió mucho los ojos. Gracias a su hermano, sólo hacía un momento se había sentido mucho mejor, pero cuando tienes a una aboominación dentada apunto de lanzarse a por ti es bastante díficil mantener la entereza. Su primera respuesta fue la de quedarse quieto, como un conejo ante el peligro, pero después empezó a retroceder, alcanzando el cuchillo que había tomado de la cocina, con el pulso temblando, y levantándolo en dirección a la criatura mientras seguía intentando hacer distancia entre los dos. Pero estaba tan nervioso que tropezó de espaldas y quedó sentado en el suelo, todavía con el arma alzada.

- ¡Joder!

Esa exclamación fue lo único que llegó a pronunciar. Temblaba como un flan, y en ese momento tenía muy pocas esperanzas de poder defenderse por su cuenta.