Partida Rol por web

Astrid se había quedado un instante mirando el cadáver de Sven, que todavía humeaba mientras se consumía por dentro. Su mirada era de repugnancia pero también de cierta compasión. Ese hombre había traicionado al Rey y a Skald... pero no por voluntad propia, y su último acto había servido para restituir en cierta forma su honor. Después, la guerrera se volvió y caminó hasta Runi.

—Creo que Strumni tiene razón —dijo—. Hay que encontrar a la princesa. Pero, Runi... ¿para qué puede querer Lognar ese Brazal de Oro? Entiendo que quiera capturar a Ingelyn, pero el Brazal no debería servirle de nada. Ha estado en Skald durante siglos y nunca ha demostrado ser más que un trozo de oro, ¿no?

Runi se quedó mirando como el cuerpo de Sven se consumía, aunque ahora no podría sufrir por ello. Al menos se había ganado eso con su último acto.
Suspiró de cansancio y asintió al comentario de Strumni y Astrid sobre lo que lo importante era la princesa. Le sorprendió, y le alegró, que el enano se mantuviera con ellos en ese momento de necesidad en lugar de ir cuanto antes a avisar a la atalaya de Kaz-Umzur. Podría haberlo entendido, era su gente. Así que lo mejor que podían hacer en agradecimiento es encontrar cuando antes a Ingelyn y así poder ir enseguida a Kaz-Umzur.

-Sí. Es lo mejor, gracias por tú ayuda en todo esto Strumni.-

La pregunta de Astrid era buena, lastima que él no tuviera todas las respuestas.

-Que nosotros no supieramos, o hayamos olvidado, para qué sirve el Brazal no significa que no sea útil para alguien con esos conocimientos. Le fue dado al pueblo Skaldi en su momento, si era para custodiarlo o para usarlo ya no lo sabemos. Pero si Lognar lo quiere es porque le sirve para algo, y ese algo seguro que no es nada bueno para nosotros. Ni para los enanos. Así que tenemos que recuperarlo junto a la princesa.-

Ya antes se le había pasado por la cabeza que necesitaba ambos, el brazas y la princesa, para algún tipo de ritual. Sobretodo habiendo tanto no muerto. Pero no tenía ni idea de para qué podría ser. Lo cuál le fastidiaba sobre manera.

Gunnar se quedó mirando el cadáver de Sven con gesto apesadumbrado y muy, muy preocupado. Todas y cada una de las palabras que habían brotado de la boca del consejero eran alarmantes, y un hombre muerto como él tenía pocas razones para mentir, así que ya podían jurar que todo lo que habían dicho era cierto. El capitán suspiró. Le hubiera gustado que Sven enfrentase la justicia del Rey Thorann (aunque probablemente la sentecia hubiese sido la misma), pero aquello ya no era posible.

Gunnar intentó recordar algún momento en la corte en el que Sven no hubiese estado al lado del rey, pero no pudo. A pesar de su traición, aquella sería una baja sensible para el reino. Gunnar volvió a suspirar, contrariado, pues sentía cierto resetimiento hacia el consejero (todo aquello era su culpa, después de todo), pero también algo de lástima. Hasta cierto punto había sido obligado. Por tercera vez, el capitán suspiró. Luego miró a sus compañeros.

— Se supone que el Brazal de Oro confiere poderes increíbles a aquel que lo use, siempre y cuado éste tenga el mismo linaje de los primeros señores enanos —comentó Gunnar—. Estoy seguro de que alguien tan... ladino como ese Murgin habrá encontrado la manera de aprovecharse de dicho poder. No creo que lo hayan incluido basándose únicamente en rumores —el capitá se masajeó el puente con el índice y el pulgar de la mano derecha—. Por el futuro de Skald y por el de Krar Umgar, ya no sólo el nuestro, debemos detener a ese enano... y al bastardo traidor de Lognar.

Gunnar miró a Tressa, Astrid y Runi.

— Al menos ya tenemos una mejor idea de lo que está sucediendo aquí, aunque esa sombra demoníaca sigue siendo todo un misterio. Supongo que si seguimos avazando también desenmarañaremos ese secreto... Lo mejor será continuar cuanto antes—les indicó.

El guerrero miró a Astrid para asegurarse de que, a pesar de sus heridas, pudiese seguir avanzando. Luego miró a Runi y a Tressa con preocupación. Después empezó a seguir a Strumni.

Tressa observaba el cadáver de Sven, tuvo suerte de que su sufrimiento acabara de forma rápida, la opción de que la maldición que le habían echado acabara con le parecía una muerte mucho más horripilante.

Tressa soltó un suspiro, de nuevo volvía a no entender ni la mitad de lo que estaba pasando. Secuestrar a la princesa, el brazal, Lognar vivo... ¿Realmente todo esto estaba sucediendo? Todo parecía tan irreal... Aunque pensándolo bien desde que se unió al grupo no recordaba ningún momento en el que las cosas hubieran parecido ni medio normales. Una cosa estaba clara, necesitaban a la princesa para algo y seguro que no era para nada bueno.

- Mencionaron que había más gente por aquí, deberíamos estar atentos. - Dijo mientras empezaba a seguir al resto. - Lo último que queremos es una emboscada o algo parecido.

El semblante de todos se había vuelto sombrío tras escuchar la última confesión de Sven. Aquello se había vuelto mucho más complicado y oscuro que la simple misión diplomática en la que todos habían creído embarcarse al principio. Pero Strumni tenía razón, no podían quedarse ahí parados y todos lo sabían. Sin perder tiempo, siguieron las huellas de la princesa y de quien quiera que la estuviese acompañando.

No tardaron en llegar hasta uno de los muros de la gran sala del mercado. En él, una puerta de metal abierta en la que no habían reparado daba acceso a un corredor oscuro. Las huellas de Ingelyn se entremezclaban con un montón de huellas enanas que parecían recientes y estaban encima de las de la princesa. Un grupo de enanos la había seguido después de haber entrado allí.

Se asomaron al oscuro corredor, y descubrieron que había curiosos destellos dorados en él. Había objetos metálicos dentro, pero desde donde estaban no podían distinguir bien de qué se trataban. Entraron con cuidado, y no tuvieron que dar demasiados pasos hasta encontrarse en una sala llena hasta el techo de toda clase de artefactos enanos. Corazas, armas, ballestas y virotes, además de objetos variados como platos, almádanas, herramientas de construcción, copas y adornos fabricados con metal y esa habilidad que sólo los mejores metalúrgicos enanos podían lograr. Esos objetos eran antiguos y valiosos, sin ninguna duda.

Incluso Astrid, que normalmente tenía una expresión seria y ruda en su rostro, miró alrededor sorprendida. Jamás había visto una colección de objetos tan exquisitamente manufacturados. Casi como acto reflejo, se acercó a la pila que tenía a su derecha y tomó un hacha enana más grande que la que ella misma llevaba. La blandió y dio un golpe al aire con ella, haciendo que la hoja silbara.

—Increíble... —dijo—. Un hacha así costaría una fortuna en los mercados de Skald. Ningún artífice humano sería capaz de esta perfección.

A Strumni le bastó un vistazo a aquella sala para saber que Astrid estaba en lo cierto. Y aún se quedaba corta. La riqueza y la exquisitez de aquellas armas y objetos no sólo estaba fuera del alcance de cualquier herrero humano... si no de muchos enanos. El montaraz pocas veces había visto armas y armaduras de aquella calidad, y siempre en posesión de oficiales enanos, nunca de guerreros menores. Cerca de él había una ballesta que no hubiera podido esperar poseer ni en sus mejores sueños.

A cada paso que daban, a cada sala que descubrían, Strumni estaba cada vez más seguro de que aquella fortaleza enana no era una fortaleza normal. ¿En qué increíble lugar había logrado meterse Ingelyn?

Runi no pudo por menos que entender la reacción de Astrid. Aquella sala era para quedarse boquiabierto. Ni siquiera el viejo mago, con todo lo que había visto en su larga vida de skaldi, hubiera podido imaginar lo que iban a encontrarse ahí. ¿Estarían llenos aquellos pasillos y salas con más objetos maravillosos como los que ahora contemplaban?

Aunque no pudo evitar fijarse en el polvo y la mugre del suelo, y se dio cuenta de que estaban cubiertos de huellas de goblins. Aquél lugar debía haber sido un almacén de una de las tiendas del mercado en otro tiempo, y los goblins seguramente lo habían utilizado como depósito para guardar todo lo que habían rapiñado en las ruinas. Esa debía de ser la razón de que tantos objetos estuvieran reunidos en un lugar tan pequeño.

Tressa estaba tan asombrada como Astrid. Ella era una guerrera y por lo tanto era experta en todo tipo de armas y protecciones para la batalla. Pero nunca en su vida había contemplado armas de aquella calidad. Bastaba un vistazo a la espada que tenía más cerca para darse cuenta de que su metal era más duro y templado que la mejor de las espadas que un skaldi pudiera llevar. Aunque eran más cortas, su filo era terrible, lo cual era aún más sorprendente teniendo en cuenta que debían de llevar siglos ocultas en aquél lugar.

Pero no fue eso lo único que llamó la atención de Tressa. Casi escondido en un rincón bajo un par de corazas, la guerrera distinguió un objeto curioso. Parecía una cajita de cristal con aristas de grueso metal enano. En su interior brillaba una luz azulada. Era como una especie de lámpara, pero al agacharse para cogerla, estuvo segura de que se trataba de un objeto mágico. ¿Para qué debía servir? Ella tenía muy poca idea de magia, sólo sabía realizar un par de trucos útiles en el combate. Los objetos mágicos de los enanos estaban mucho más allá de su experiencia.

Aquel lugar era una sala del tesoro, desde luego, y aunque estaba igual de asombrado que los demás algo le decía a Runi que no lo habían hecho los enanos.

-Fijáos en el suelo. Hay huellas de goblins. Apostaría algo que esas sucias ratas han estado rapiñando todo esto y dejandolo aquí como almancen.-

Miró al enano, que seguramente estaría preguntandose cómo había llegado todo aquello allí. Aunque era más lógico pensar que Strumni había llegado a la misma conclusión que el viejo skaldi.

-Supongo que no querrás dejar todo esto aquí así. Podríamos tratar de cerrarlo y así podrías volver más tarde con tú gente a recuperarlo.-

Pero tendrían que hacer algo que no tardara demasiado, ya que no podían perder el rastro de la princesa.

Tressa contemplaba los objetos apilados en el suelo como un niño miraría una montaña de dulces, ni en sus mejores sueños creyó poder llegar a ver armamento de tal calidad, ¿estaría bien si se llevaba algo?

Recorrió con la mirada cada cachivache que veía hasta que algo llamó su atención, una pequeña caja con algo brillando en su interior se asomaba entre el enorme montón. Al recogerla vio un brillo azulado salir de ella, parecía mágico, de hecho estaba segura de que lo era.
Sostuvo el objeto e iba dándole vueltas entre sus manos hasta que llegó a la conclusión de que no iba a averiguar nada por ella misma.

Se supone que es un objeto enano, quizá Strumni sepa algo, aunque había dejado bien claro que no le tenia mucho aprecio a la magia... En ese caso a lo mejor Runi era una buena opción, él parece ser el que tiene más conocimiento sobre magia y puede que conozca este tipo de objetos.

Con la pequeña caja en sus manos se acercó al anciano.

- Runi, he encontrado esto - Dijo mostrándole la cajita. - Creo que es mágico pero no tengo ni idea de que es o que hace, quizás tú puedas saber que tipo de objeto es este.

Agradeced guerreros enanos

a los maestros de la forja,

pues su sabiduría preserva

las vidas de vuestros hermanos.

Aquellos versos que tantas veces había oído recitar a su padre en tiempos pretéritos cobraron valor para Strumni en aquel momento. Sus ojos se abrieron tanto que las bolsas de éstos casi desaparecen. En sus años viviendo y recorriendo diversas fortalezas enanas no había podido estar en una sala como esa. Él que no era de los suyos el más interesado en la artesanía de las armas, no podía más que admirarse al ver todo lo que encontraba a su alrededor. Como un niño pequeño el día que recibe los regalos de su cumpleaños, el enano se permitió unos segundos para olvidar su misión y embargarse del placer contemplativo que le suponía aquel lugar.

Aunque aquello no duró mucho, de natural práctico como era se dispuso a comentar con sus compañeros las conclusiones a las que había llegado en el rápido vistazo que había dado. Retomando las palabras de Astrid contestó.

—Ni siquiera muchos de los mejores herreros enanos podrían forjar armas de tal calidad. Estas no son herramientas de guerra fabricadas para unos cualquiera, son armas para los grandes guerreros de mi pueblo. Ante vuestros ojos están muchas de las mayores exquisiteces que el arte de los enanos puede lograr.

Aunque renegaba de ciertas actitudes de los suyos, le fue imposible no trasmitir cierto orgullo a sus palabras. Realmente aquella era una vista maravillosa, pero él no había ido allí para eso. El deber seguía llamando a su puerta y no podía desatenderlo. Con cuidado Strumni posó sus manos sobre una excelsa ballesta y la tomó. La observó con fijación mientras sus manos la acariciaban con el cuidado que se deposita en una pieza de orfebrería.

—No soy el más diestro y hábil de los enanos, tampoco corre por mis venas la sangre más noble de todas. Por eso mismo no soy digno de estas armas mas uno de los nuestros está sembrando el caos y la destrucción. La fortuna o los dioses han querido ponerme a mí en su camino y pretendo impedir sus planes para salvar todas las vidas posibles. Pido perdón a los artesanos que trabajaron con esmero para que estas armas fueran empuñadas por manos mejores que las mías. Prometo devolverlas pero ahora necesito toda ayuda posible.

Habló en tono bajo hacia las armas, era audible pero casi siseante. Acto seguido, y con un leve asentimiento de cabeza en señal de respeto, Strumni intercambió la ballesta que estaba allí guardada por la suya tras comprobar que se encontraba en perfecto estado para su uso.

—Si necesitáis algo tomadlo sin avaricia. El peligro es grande y nuestras ayudas son pocas. En cuanto estéis listos reemprenderemos la marcha.

Con sus ojos buscó alguna otra cosa que le pudiera ser útil, como un hacha de mano con que intercambiar por la suya.

Astrid escuchó lo dicho por Strumni, y aunque inicialmente dudó, se ciñó el hacha que acababa de encontrar al cinto. No pensaba quedársela, la devolvería cuando todo aquello hubiese terminado. Pero el montaraz enano tenía razón, debían ser pragmáticos, y cuanto mejor equipados estuvieran, más posibilidades habría de que ese viaje terminase bien.

Una vez que se hubo asegurado el arma, se acercó con curiosidad a Tressa y a Runi. Ella tampoco tenía ni idea de qué era aquél objeto, pero si alguien allí podía saberlo, ese era el viejo mago.

Lo que Tressa le tendía era sin duda un objeto mágico. No sólo lo parecía, si no que además, Runi podía notarlo. Era una especie de dodecaedro del tamaño de un puño, con aristas de grueso metal enano entre las que se habían colocado placas de un vidrio muy resistente. En su interior, una luz azulada que Runi había visto antes. Era el aspecto que tomaba la esencia mágica cuando se acumulaba.

Aquello debía ser un recipiente para guardar el poder mágico que era la fuente de la que los hechiceros se servían para utilizar sus hechizos. Runi sabía que había objetos capaces de acumular y conservar ese poder, su propio bastón era uno de ellos. Pero el que Tressa había encontrado era mucho más antiguo, y también sin duda, mucho más poderoso.

Al acercarle la joven el objeto a Runi, éste lo examinó. En verdad era todo un tesoro para cualquier mago, o usuario de magia.

-Es un recipiente. Almacena la energía mágica, la esencia que potencia tus conjuros. Es algo impresionante desde luego. Y tiene una gran capacidad. He visto algunos objetos parecidos en mis años, pero desde luego ni uno que se acercase a este en cuestión de poder.-

Después de explicar aquello escuchó al enano. Su pragmatismo era comprensible. Iban a necesitar toda la ayuda que pudieran contra lo que se les venía encima. Por lo que buscó por el lugar algún objeto parecido al que había encontrado Tressa.

Pese a que estaba concentrado en la tarea de búsqueda que estaba llevando a cabo, el enano no pudo evitar escuchar la conversación que estaban teniendo sus compañeros acerca de un objeto mágico. Su conocimiento sobre esa disciplina era prácticamente nulo así que habló de forma escueta.

—Si pensáis que podéis usar algo así en nuestro beneficio llevadlo, si tenéis dudas lo mejor es dejarlo aquí.

No prestó mucha mayor atención al objeto. No era algo de su interés y tampoco creía que pudiera aportar demasiado a la sabiduría de Runi por lo que se concentró en su búsqueda.

Tras una duda inicial, se vio obligado a descartar el tomar una de las espléndidas armaduras que adornaban la sala. Pese a la pulsión juvenil que le pedía vestirse con una de esas magníficas piezas de artesanía y al deseo infantil de sentirse como un poderoso rey de la antigüedad, Strumni debía ser práctico. La mayor baza de su grupo era seguir operando en las sombras y era imposible no llamar la atención con alguna de esas armaduras. Por eso mismo se vio obligado a descartarlas.

Sus objetivos eran claros un hacha de mano que fuera más efectiva que la que ya portaba y quizás un escudo manejable que no le restara demasiada movilidad. Con esa idea en mente comenzó a rebuscar intentando no tocar nada que no fuera necesario.

Tras las palabras de Runi, Tressa seguía mirando la cajita. Así que aumentaba el poder mágico, ¿Y cómo se supone que se usaba? Oh bueno... ya lo averiguaría más tarde. Guardó el objeto, quizá más adelante le fuera útil, por el momento volvió a acercarse a la montaña de objetos apilados.

Según había dicho Strumni podía llevarse lo que quisiera, ¿cierto? En ese caso se dispuso a buscar una espada con la que pudiera intercambiar por la suya, también sería genial encontrar un escudo de mejor calidad pero principalmente su búsqueda iba encaminada a encontrar una espada.

- Espada... Espada... - Iba murmurando mientras curioseaba y apartaba todo tipo de chismes que iba encontrando y que creía que no le serían de utilidad.

Runi tuvo que rebuscar un poco, pero finalmente tuvo éxito. El Receptáculo Mágico que la guerrera había encontrado no era el único que había en la sala, aunque el que él halló era ciertamente más pequeño que el otro, por lo que su capacidad sin duda sería menor.

Pero no fue eso lo único que llamó la atención del mago. En un estante casi derruido, descubrió un libro encuadernado en piel y repujado con el mismo metal enano que el resto de objetos. Lo tomó y lo abrió, y al hacerlo tuvo una sensación muy rara. Sus páginas gastadas estaban escritas con las mismas runas que los enanos utilizaban para todos sus textos, y era incapaz de leer lo que contenía... pero de algún modo, sintió que deslizar sus ojos por encima de aquellos símbolos incomprensibles tenía algún efecto en él, aunque no entendía muy bien cuál. Sin duda, aquél no era un libro normal y corriente...

Mientras reflexionaba sobre aquello, sus ojos se posaron en una espada de color cobrizo de muy bella factura y con una larga inscripción rúnica en uno de los lados de su hoja, que podría irle como anillo al dedo a Tressa. Si ella no encontraba ninguna mejor, tal vez le sirviese para proponerle un cambio...

Tressa buscó cuanto pudo, intentando mover los objetos de aquella enorme pila sin que se le vinieran encima. Pero por más que buscó, no encontró espadas. Había mazas, hachas, ballestas y porras... pero las espadas y dagas no parecían ser armas muy utilizadas por los enanos. Aquello era un problema, pues aunque Tressa podía manejarse con varios tipos de armas de mano, era una experta en el uso de la espada casi desde que era niña.

Sin embargo, sí encontró un escudo redondo de tamaño muy parecido al suyo, aunque sin duda más resistente. Pesaba un poco más, pero seguro que se acostumbraría a ello. Y la protección que un metal como ese debía ofrecer no era nada desdeñable...

Strumni, equipado ya con aquella magnífica ballesta, buscó algún hacha que pudiera servirle para ir mejor armado en combate cuerpo a cuerpo. No tardó en encontrar una que le venía como anillo al dedo, pues era del mismo tamaño y peso que la suya, pero indudablemente de mucha mayor calidad y mucho más afilada.

Encontró también escudos... pero todos eran bastante grandes y pesados. No serían demasiado prácticos para cargarlos a la vez que se movía como estaba acostumbrado, pero tal vez si no cogía uno más tarde se arrepentiría de ello. Debía decidir, y pronto.