Partida Rol por web

El camino hasta la atalaya de Kaz-Umzur se les hizo más largo de lo que habían esperado. Al abandonar la sala de la puerta mágica, la patrulla del capitán Urri les condujo de nuevo a través del lugar en el que descansaban los artefactos enanos, de vuelta al mercado abandonado y a partir de ahí, se internaron en un túnel que descendía en espiral durante al menos doscientos peldaños. Después, llegaron a una grieta en el muro de piedra, y al cruzarla se encontraron en los Caminos Enanos que Strumni conocía tan bien.

Los Caminos eran una ruta casi recta y bien conservada, iluminada por lámparas de aceite de roca. Caminaron casi dos horas por aquél sendero subterráneo hasta alcanzar una gruta muy amplia en la que había una construcción que se internaba en la tierra. Parecía una torre que se hubiera incrustado en el subsuelo, y la cavidad en la que se encontraba le servía como patio de armas. Dos haces de luz diurna entraban a través de dos huecos naturales en el techo, y el grupo pudo distinguir la vegetación del exterior.

Era la parte subterránea de Kaz-Umzur. Habían llegado a la atalaya.

Estaban aún admirando aquél fascinante lugar, cuando Astrid alzó un brazo para señalar algo por delante de ellos. La guerrera esbozó una media sonrisa.

—Mirad, conozco a esa "cervatilla" —dijo.

Cuando se fijaron en la dirección que la guerrera señalaba, pudieron ver a una niña humana con una larga mata de pelo dorado recogido en una coleta. Era Ylva, estaba junto a un enano de barba rubia, y parecía que también les había visto.

Uwa se rió ante la turbación de Glyrhel, e incluso Merial sonrió divertida. La maga enana negó con la cabeza mientras hacía un gesto con una mano para tranquilizar al chico.

—No te preocupes —dijo—. Es algo típico de los magos novatos que no saben canalizar correctamente sus poderes. Se descontrolan, y producen efectos diferentes a los que pretenden. No es malo, pero...

Dio otra vuelta al trozo de diente que sostenía.

—... es sorprendente. Lo normal hubiera sido que el diente hubiera temblado o se hubiese caído al suelo. Pero estallar así... Está claro que tu magia es potente, chico. Aún no la dominas, pero apostaría algo a que cuando lo hagas, serás un mago de talento.

Sonrió a Glyrhel con sinceridad, y luego se guardó el fragmento de diente.

—Probaremos otra vez más tarde, no es bueno forzarse demasiado al empezar. Pero tal vez pueda enseñaros algo un poco más sencillo y que también pueda seros útil. ¿Qué os parece?

Merial ensanchó su sonrisa al escuchar aquello, y asintió con fuerza.

—¡Sí, por favor! —dijo, mirando a Glyrhel para saber si él estaba tan entusiasmado como ella por seguir aprendiendo de Uwa.

Había fumado en el transcurso del viaje hacia la atalaya todo lo que no había fumado con anterioridad. Cabizbajo y alicaído Strumni no habló en todo el trayecto salvo para lo indispensable. Antes de salir, tal y como había prometido, Strumni había cambiado las armas de alta calidad por sus antiguas herramientas de combate. Guardó la imagen de aquellos divinos objetos en su cabeza pues era consciente del privilegio que había sido para alguien como él empuñar esas armas, aunque fuera por un breve lapso de tiempo.

La llegada a Kaz-Umzur sirvió de bálsamo para el desconsuelo de su fracaso. Era reconfortante estar en un lugar conocido, su tarea había terminado. Allí había gente más capaz que defendería la atalaya y coordinaría lo que había que hacer, gente que no hubiera perdido a la princesa Ingelyn. Enfrascado en tales pensamientos poco apetecibles se mantuvo pipa tras pipa hasta que Astrid señaló algo que llamó su atención. Reconocía esa cabellera rubia y por fin tras aquel largo periplo algo le despertó una ligera alegría. No dijo nada pues no quería enturbiar el encuentro, él al fin y al cabo no era más que un casi desconocido para los humanos. Sin embargo miró a Gunnar con cierto descanso e inclinó su cabeza con algo de felicidad.

—Voy a ver si en todo este montón de roca hay un poco de cerveza decente que beber, llevo tiempo sin un trago y me vendrá bien.

El enano se internó dejando tras él un rastro de humo.

Era inevitable sentirse orgulloso después tantos halagos como los que consideró que le habían dedicado. Por ello, y aunque con cierto rubor en las mejillas y una sonrisa nerviosa y agradecida, intentó alzar la cabeza e hinchar el pecho porque creía que era lo que le correspondía a alguien que podía terminar convirtiéndose en un mago de gran talento.

Aquella pose no le pegaba y no duró mucho tiempo, dando paso a un juvenil entusiasmo que acompañó de enérgicos cabeceos.

- ¡Sí, sí! ¡Claro! ¡Por supuesto! Por favor...

El hecho de que no pudieran hacer nada para traspasar la puerta, y seguir a la princesa, no hacía que Runi se sintiera mejor. Al igual que Strumni se mantuvo callado durante el viaje a la fortaleza enana. Repasaba en su mente todo lo sucedido y se culpaba de no haberse dado cuenta antes de que algo iba mal. Su cuerpo no era joven, pero su mente todavía estaba lúcida. Era su arma. Y le había fallado. Y lo que es peor, por culpa de ello le había fallado a su Rey, y a su princesa.
No. Desde luego el viejo skaldi no estaba contento. No podía estarlo.

Una vez en la Atalaya había cosas buenas. Los otros jovenes estaban vivos y a salvo. Eso aliviaria bastante a Gunnar, pues aunque sabía que se sentiría también mal por no poder encontrar a la princesa, estaba más que preocupado por su hija. Lo cual era normal.

Trató de sonreir ante la llegada de la joven. Pero desde luego dejó espacio al guerrero para que pudiera abrazar a su pequeña.

Uwa sonrió ante el entusiasmo de los chicos y se sentó en el poyete de piedra para empezar su lección. Durante los siguientes minutos, estuvo explicándoles cómo concentrar su poder mágico a su alrededor para formar una barrera protectora que les protegiese del daño físico. Era un hechizo relativamente sencillo, de los primeros que los magos enanos aprendían para defenderse de las amenazas mundanas. Merial había oído hablar de cosas parecidas, pues en sus tierras se enseñaban algunos conjuros similares, y no le costó empezar a manejarse bien con ese.

Pero para Glyrhel fue toda una experiencia. Cuando siguió las indicaciones de Uwa, imaginándose que una burbuja invisible le rodeaba como si fuera un capullo de cristal, no notó nada especial. Pero la maga enana insistió en que se concentrara en aquella idea, mientras cogía una piedra de buen tamaño del suelo. Entonces, se la lanzó al chico con fuerza en dirección al pecho. La piedra le golpeó, sí... pero lo hizo tras haberse frenado en seco al acercarse a él, y le alcanzó en el estómago, rozándole sin hacerle daño.

Mientras se preguntaba cómo era posible, Merial sonrió mucho y aplaudió entusiasmada. Uwa asintió con firmeza, muy satisfecha.

—Enhorabuena, jovencito —dijo con una amplia sonrisa—. Acabas de realizar un hechizo con éxito por primera vez en tu vida. Ya puedes decir con toda justicia que eres un mago. Novato, sí... pero mago al fin y al cabo.

—¡Muy bien, Glyrhel! —Merial dio un par de rápidos pasos hacia él, entusiasmada, como si fuera a abrazarle... pero se contuvo y enrojeció un poco. Le dio una tímida palmadita en el hombro—. Er... Lo... lo has hecho genial. Casi no puedo creer que hace un día no supieras nada de magia.

La joven elfa sonreía y parecía decirlo muy en serio. Y tratándose de alguien para cuya raza la magia era algo habitual, aquello no era poco elogio.

Ylva estaba mirando a la pequeña arbórea, cuando el movimiento de Mormnir le hizo levantar la cabeza. Al ver a su padre su rostro se iluminó y corrió a abrazarle de un salto.

—¡Padre! ¡Papá! —la niña apretó con fuerza al guerrero enterrando momentáneamente la cabeza en su ropa. Por algún motivo, y aunque las prendas de la chica estaban muy rasgadrasgadasa, no parecía asustada o preocupada y, por supuesto, seguía igual de inquieta que de costumbre. Cuando se separó, la sonrisa de Ylva era tan amplia y brillante como la calva de Runi— ¿Estáis todos bien? ¡Astrid! ¡También estás aquí! ¡Y Runi!

La niña abrazó también a la guerrera, e iba a hacer lo mismo con el viejo mago, pero algo le hizo echarse atrás... antes de decidirse a abrazarlo también y hubiese hecho lo mismo con Strummi si no fuese porque ya se había alejado de ellos. 

—¡Es increíble Runi! ¡Glyrhel es mago! Ya sabía yo que era genial. Por eso... Bueno. Eso —dijo mordiéndose la lengua para no decir nada más —Nos despertamos juntos en ese túnel tan raro, pero ahora está con Uwa.

Ylva estaba acelerada, pero a pesar de lo que pudiese parecer, aquella hiperactividad no le hacía perder detalle de lo que pasaba a su alrededor. Tenía tantas cosas que preguntar y contar... ¡Quería contar a su padre como habían vencido al troll y saber si Astrid le había contado como había acabado con el no muerto! Pero también tenía muchas cosas que preguntar. Una de ella de vital importancia

—¿Dónde está Ingelyn? ¿Y el resto? —Los ojos de la niña miraron a su padre y al mago con preocupación antes de posarse en la guerrera pelirroja— Anda... ¿Eres de skald? No te conozco... Soy Ylva. Ah, y ella es Mawi. Es una amiga que conocí aquí abajo y estamos buscando también a dos de los suyos. Y también a una elfa ¿No los habréis visto? ¿Y qué es eso de que la princesa iba con una espada de hielo?

Cuando Ylva la mencionó en mitad de su atropellada explicación, una pequeña criatura un poco más baja que la propia joven skaldi asomó desde su espalda. Vestía con prendas muy sencillas, a la manera de los pueblos primitivos, y su piel era verde, moteada de manchas oscuras. Tenía una mata de hojas tiernas en lugar de pelo, y enormes y redondos ojos anaranjados.

La arbórea que se llamaba Mawi esbozó una leve sonrisa y saludó con una mano, pero no dijo nada y continuó oculta detrás de Ylva, observando cómo se desarrollaba la conversación.

Urri, que había llegado liderando el grupo de escolta, no cambió su acostumbrado gesto pétreo cuando Ylva soltó todo aquello. Se adelantó un paso y se volvió hacia los skaldi.

—Iré a informar a Uwa de que estáis aquí —dijo—. Según sus órdenes, sois todos huéspedes en Kaz-Umzur y podéis ir y venir con libertad... pero os agradecería que esperáseis aquí a que ella baje. Sin duda querrá hablar con vosotros lo antes posible.

Y se alejó en dirección a la torre, dejándoles para que pudieran ponerse al día entre ellos.

Sus pasos fueron detenidos por las palabras del capitán Urri. Si no tenía permiso para adentrarse en la atalaya, no lo haría. A la espera de las palabras de Uwa, Strumni se quedó donde estaba. Su resignación fue demostrada en forma de una espesa voluta de humo que zigzagueó por el aire hasta perderse. No le preocupaba esperar, ya no era un imberbe jovencito, era un enano paciente y esperar nunca había matado a nadie.

Deshizo sus pasos  y volvió a juntarse con el resto del grupo. Llegó a tiempo para escuchar hablar a Ylva, descontrolada y emocionada, lo que produjo que una suave sonrisa apareciera en el rostro del enano. Bendita juventud pensó el montaraz mientras escuchaba a la muchacha relatar las novedades que había vivido desde que se separaron. ¿Más magos en el grupo? Aquello no le alegraba especialmente y miró a Runi de forma directa esperando su reacción, él era el que sabría si aquello era bueno o no.

Por lo que escuchó el enano el viaje de los jóvenes había sido todavía más extravagante que el suyo, una mujer o niña arbórea y una elfa. Decidido a salir de algunas dudas Strumni apartó la pipa a un lado y preguntó.

—Me alegra ver que estás bien Ylva. ¿Recuerdas qué os sucedió antes de llegar al túnel? ¿Qué es eso de una elfa?

—¡Hola Strumni! —Ylva le saludó también con alegría— Pues una elfa... Astrid la conoció ¿verdad? Se llama Ilwen, y también es maga. Es la hermana de Merial, que está con Glyr y Uwa ahora mismo. Las conocimos después de lo de los esqueletos, supongo que Astrid os lo haya contado ¿Qué ha ocurrido?

No podía creérselo. No podía llegar a imaginarse que podía llegar a ser tan feliz como lo hacía en aquel momento. Quería saltar y gritar con todas sus fuerzas. Quería correr por todos y cada uno de los túneles enanos para mostrárselo a todos. Quería ver a Ylva y hablar con ella, decirle cómo había sido, qué había sentido. Estaba embargado por tal cantidad de emociones y a la vez quería controlarse tanto para no hacer algo inapropiado, que todo gesto mostrado se redujo a un exagerado rubor y a una vibrante contención que amenazaba con explotar dejando al descubierto toda la ilusión que sentía en aquel momento.

- Sí... Ya... Yo… Jo… Mola…

Miró a Merial y el sonrojo que mostraba tras el abrazo frustrado y, sin espacio para pudor alguno en su cabeza, se acercó a ella y con profunda sinceridad le dio un fuerte abrazó. Después hizo lo mismo con Uwa.

- Gracias. Muchas gracias. De veras. A las dos.

Poco a poco el torbellino de emociones se fue apaciguando y tras la tormenta afloró la curiosidad. Deseaba saber más, seguir aprendiendo, y tras aquella pequeña muestra de lo que podía llegar a realizar, toda paciencia quedó en un segundo plano.

- Yo… Quiero aprender más- dijo con cautela, no tanto por vergüenza como temor a una negativa.- Eh… ¿Es posible? Y este hechizo, ¿sirve para caídas? Si me caigo… Esto… ¿Me hago menos daño?

Tressa aún sentía el ambiente decaído de hace rato, se preguntaba qué iba a suceder ahora mientras seguía al grupo. Una voz aguda la hizo salir de sus pensamientos y segundos más tarde vio a una niña lanzarse a los brazos de Gunnar, esa debía ser su hija.

La niña hablaba mucho y muy rápido, apenas podía procesar lo que decía cuando se dirigió a ella.

- H-Hola, soy Tressa, encantada. - Reaccionó como pudo ante esa niña acelerada. Había sido un cambio de aires algo brusco y no estaba preparada para alguien que desprendía un estado de ánimo tan alegre, pero en ese momento era lo que necesitaban, sabía que los demás habían estado preocupados por el grupo de niños y al menos ahora podrían liberar algo de tensión que habían acumulado durante todo el viaje.

La llegada de Ylva sin duda era un agradable cambio de estado. La alegria y la intensidad que irradiaba hacia querer a uno sentirse igual. Y sus noticias fueron muchas y muy interesantes. Decidió que era mejor que su padre le dijese lo de la princesa. Seguramente sabría como hacerlo con más tacto.

-¿Glyrhel mago? Eso es cuando menos...interesante. Me gustaría hablar con él. Mucho.-

El viejo skaldi estaba sorprendido de las noticias, aunque trató de disimularlo un poco. Después de lo que habían hablado suponía que el joven era especial. Pero no hubiese imaginado que tanto.
El tema de la chica arborea, y de la elfa sí que hicieron que Runi abriera mucho los ojos.

-Estamos viviendo tiempos interesantes sin duda. ¿Qué más nos deparará el destino?- Rumió el anciano sacudiendo la cabeza.

Merial y Uwa se sorprendieron un poco por los dos abrazos que Glyrhel les regaló, pero las dos se rieron divertidas ante la emoción del chico. Uwa escuchó su pregunta y se pasó un dedo por el mentón.

—Bueno... supongo que sí, aunque la verdad es que nunca lo he probado de esa mane...

Se interrumpió al ver que un enano subía hasta la azotea de la torre. Era el capitán Urri, que se acercó con rapidez a Uwa y le informó de algo. La maga enana se irguió al escucharlo.

—Las lecciones tendrán que esperar —dijo—. Tus compañeros de viaje están aquí, jovencito. Vamos, veamos qué nos cuentan.

Y sin perder tiempo, se dirigió a las escaleras para descender al subsuelo una vez más.

Runi acababa de decir aquello, cuando justamente en la distancia pudieron ver que Urri regresaba, acompañado de una enana ataviada con una túnica de rica factura y una capucha cubriendo su espeso cabello. A su lado, un niño y una niña caminaban a buen paso. El niño les resultó conocido al momento, pues no era otro que Glyrhel, y la niña era sólo un poco más bajita que él, de pelo corto y rubio y delicadas facciones élficas.

Cuando los cuatro hubieron llegado hasta el grupo de aventureros, la enana se adelantó y les saludó con deferencia.

—Sed bienvenidos a Kaz-Umzur —dijo—. Mi nombre es Uwa, soy sobrina del Rey Grummdar y por lo tanto la persona al mando de la atalaya en este momento. Vuestros jóvenes pioneros nos avisaron de las dificultades que habían surgido en vuestro viaje, y enviamos patrullas a peinar esos extraños túneles para encontraros lo antes posible. Urri me ha informado de lo ocurrido con la princesa, siento que no llegásemos a tiempo de evitar que quedara fuera de nuestro alcance...

Hizo una pausa, mientras su rostro se ensombrecía un poco.

—Sobra decir que os ayudaremos en todo lo que nos sea posible —continuó—. Pero primero, será mejor que pongamos en claro los hechos que conozcamos. Contadme por favor lo que os ha ocurrido antes de encontrar a Urri y a su patrulla.