Partida Rol por web

La confusión se apoderó del grupo ante lo que acababa de ocurrir. Todos hablaban al mismo tiempo, tratando de entender lo que había pasado, lo que habian visto o sentido. Que hubiera sido algo común, dejaba muy claro que ninguno de ellos se lo había imaginado. Uwa alzó los brazos, pidiendo calma.

—¡Tranquilos, amigos! —aunque ella misma parecía confusa y sin saber muy bien cómo controlar aquella situación—. Eh... vayamos poco a poco. Yo no he visto nada, pero está claro que vosotros sí. Y no hace falta ser muy listo para saber que hay magia muy poderosa influyendo en los sucesos de estos días. Intentemos aclarar lo que ha pasado...

Respiró hondo y trató de recordar todos los detalles que los skaldi habían compartido casi por acto reflejo.

—Según parece, habéis visto a la princesa Ingelyn. Iba a hacer algo, algo importante. Estaba acompañada, o al menos vigilada por otros... dos seres. Y estaba cerca de algún tipo de maquinaria, que se asemejaba a las venas de un ser vivo... ¿Te dice algo eso, Edrin?

La maga se volvió hacia un enano que había llegado en algún momento de la conversación, silencioso como una tumba. Ylva y Glyrhel ya lo conocían, y también Strumni por supuesto, pero el resto de skaldi no. Era muy anciano, tanto que tuvieron la impresión de que nunca habían conocido a nadie tan viejo. El memorizador de Krar Umgar permaneció en silencio unos segundos, y despues negó con la cabeza, pero no como si no supiera nada. Cuando habló, parecía sorprendido, algo que para los que le conocían no era algo habitual.

—Las venas de un ser vivo... —repitió—. No es posible...

Murmuró algo ininteligible, pero Uwa lo apremió para que les contase más. El anciano carraspeó y alzó el tono.

—Algo sé de eso que nuestros invitados cuentan. Pero no es historia de nuestro pueblo, si no más bien una leyenda. Una leyenda muy antigua... Se cuenta que en tiempos tan remotos que nadie sabe apenas nada de ellos, ni siquiera nombres o fechas, existieron cuatro grandes reinos, uno por cada gran raza de Ormund. Humanos, elfos, enanos, y una raza que nadie recuerda... cada una de ellas gobernó un reino diferente a su albedrío. Los cuatro reinos fueron prósperos y poderosos, tanto que incluso los más grandes de hoy en día palidecen en comparación. Pero un cataclismo del que nada se sabe acabó con ellos, y fueron borrados de la faz del mundo.

Edrin hizo una pausa. Casi ninguno de los presentes había escuchado antes aquella historia, y todos atendían casi sin pestañear.

—No se recuerda casi nada de aquellos reinos —continuó el anciano—. Pero los enanos tenemos gran memoria, y sí guardamos algún detalle del nuestro. Se dice que sus galerías se extendían a lo largo de miles de kilómetros bajo la tierra, y que sus estancias vieron innumerables tesoros de gran valor, incomparables incluso con los más exquisitos de los que ahora se guardan en nuestras fortalezas. Los enanos inventaron muchos ingenios y artefactos maravillosos, pero el más increíble de ellos fue lo que conocieron como el Corazón de Cobre. No se sabe mucho sobre este artilugio, pero se cuenta que su poder se extendía a lo largo de todo el reino, "como las venas de un ser viviente que alimentan todo su cuerpo". Sin embargo, el Corazón era tan poderoso que sólo el monarca del reino podía manipularlo... para lo cual se servía de otro objeto mítico conocido como la Llave Maestra, que podía abrir cualquier sello o puerta del mundo. La Llave y el Corazón eran patrimonio exclusivo del rey enano, y son los dos objetos enanos más poderosos que nunca han existido.

Edrin volvió a quedarse en silencio. Una vez más negó con la cabeza, como si a pesar de haber relatado todo aquello, no pudiera creer que lo estuviera diciendo en serio.

—Es todo una leyenda... —murmuró—. Una de tantas que tiene nuestro pueblo. Es imposible que algo así sea verdad.

A Runi la historia del enano Edrin le sonó tan fascinante e inverosímil como las que se contaban junto a los fuegos de Skald desde que él había sido un muchacho, y que hablaban de princesas de hielo y dragones que volaban hasta las lejanas islas del norte. El anciano enano tenía razón, aquello era imposible...

Y sin embargo, él había visto aquellas venas metálicas con toda claridad. Y no se le había escapado un detalle. En Skald también existía un viejo mito que hablaba de cuatro antiguos reinos, uno de los cuales era efectivamente humano y bajo el cual habían vivido en un tiempo todos los seres humanos de Ormund bajo el mando de un rey único e inimaginablemente poderoso. Quizá sólo fuera una leyenda más, pero la coincidencia era muy llamativa.

Strumni escuchó aquella fascinante historia que recordaba vagamente. Le sonaba, como a muchos de su pueblo, pero era una leyenda más entre tantas miles. Sin embargo, Edrin era uno de los mejores memorizadores de Krar Umgar, y su función era precisamente esa: recordar. Si él no conocía más detalles, es que nadie los conocía.

Y sin embargo, el punto de la Llave Maestra había sido hasta entonces desconocido para él. Un objeto tan maravilloso... ¿sería posible que existiera de verdad?

No había duda de que la historia del enano parecía inverosimil. Y seguramente no le habría hecho ningún caso si no fuera porque él también conocía leyendas parecidas en la propia cultura skaldi. Demasdiado similares para pasarlas por alto. Sobretodo en un momento así.

Es más. Con todo lo que estaba pasando, y con el objeto que llevaba la princesa, uno no podía dejar de preguntarse algunas cosas.

-En otro momento y lugar seguramente diría lo mismo que tú Edrin. Que todo eso no son más que historias antiguas para no dormir. Pero lo cierto es que estamos en tiempos interesantes, y lo que antes podía ser una anecdota a pie de página en un libro de fantasia. Hoy podría ser la verdad de Perogrullo.-

Rumió un momento antes de continuar.

-Según esa leyenda que hablas, los enanos teníais dos artefactos legendarios. El Corazón y la Llave. Una llave que puede abrir cualquier puerta. Como por ejemplo las puertas infranqueables que ha traspasado la princesa. Estmaos hablando de hace mucho, mucho tiempo. Y los nombres antiguos pueden haber sido acomodados a la historia. Lo que antes era una llave puede ser en realidad otro objeto. Otro objeto que el pueblo enano perdió hace siglos, tantos que no se recuerda qué hacia exactamente. Un objeto que tanto Lognar como Murgin parecen querer. Un objeto que portaba Ingelyn.-

Dejó que lo que contaba calara en los demás.

-Estamos hablando de leyendas y hechos que nadie puede saber a ciencia cierta si son verdad o fantasia. Pero diría que es posible que el Brazal de Oro de los enanos sea esa Llave Maestra. O como mínimo esté relacionada.-

Si le hubiera importado lo suficientemente poco lo que los demás pensaban de él y si las circunstancias hubieran sido más adecuadas, Glyrhel no hubiera dudado en soltar un largo y sonoro "¡¡guaaaau!!". No sabía si con el evidente movimiento de fuerzas tan poderosas, incomprensibles y siniestras, además de la precaria situación de los presentes y de la misma princesa, era correcto sentirse excitado ante historias tan apasionantes.

No era tan arrogante como para considerarse uno, nada más lejos de la realidad, pero se preguntaba si así se sentían los héroes de las leyendas que había escuchado desde pequeño.

- Pe... ¿Pero y si es verdad? ¿Y si como dice Runi no es una leyenda? ¿Qué podríamos hacer? ¿Cómo podemos ayudar a Ylva y evitar que esa cosa, el corazón ese, no caiga en malas manos?

—Perseguí leyendas de joven y nada bueno me trajeron esos viajes aparte de la certeza de que el tiempo deforma las realidades y las adorna de tal forma que hace imposible que se sepa que sucedió en realidad. —Hizo una pausa deliberada entonces y tomó aire antes de continuar—. Sin embargo esta vez no perseguimos algo irreal. He visto con mis ojos esos objetos de tiempos inmemoriales y casi legendarios. Sujeté un hacha de ese porte en mis manos, debería haberla traído para que fuera estudiada pero no creo que fuera digno. El caso es que hay indicios y nuestros enemigos piensan lo mismo como poco. Murgin y Lognar no se aliarían si no fuera por algo importante.

Su cabeza comenzó a dar vueltas y a maquinar, eso conllevó a que de forma automática el enano sacara la pipa que había guardado hacía escasos minutos y volviera a colocársela en los labios para volver a fumar. No tardó en aparecer el humo flotando por el ambiente mientras el pie derecho del enano repiqueteaba contra el suelo con un ritmo cada vez más rápido.

—No podemos arriesgarnos, si Murgin o Lognar llegan a la princesa Ingelyn tendremos todos un problema enorme. Tenemos que ayudarla pero si os soy sincero no tengo ni idea de cómo. La idea de Runi me parece acertada teniendo en cuenta lo que sabemos ahora mismo. El brazalete es clave y tenemos que conseguirlo junto con la princesa.

Una amplia voluta de humo salió de Strumni y su mirada la acompañó por el cielo. Aprovechando ese gesto recorrió la atalaya en la que se encontraban, cerca de casa y lejos de el trabajo finalizado. El enano bajó la cabeza y volvió a hablar.

—Estoy listo para partir ahora mismo si es necesario pero antes de hacerlo ¿quizás ese objeto que encontró Tressa y que era un recipiente de magia podría tener algo que ver?

—¿Ayudarme? ¡Yo estoy bien! El arco está un poco roto, pero yo estoy perfectamente. ¡Podría enfrentarme a otro troll si hiciese falta! A quien hay que ayudar es a Ingelyn!* ¿Quienes son Murgin y Lognar?

Ylva saltó como una liebre al oír la historia de Edrin y los comentarios de Runi y Strumni. Pero no solo por lo apasionante que era, sino porque la ansiedad recorría las venas de su cuerpo y necesitaba darle salida. Y porque tenía que ayudar a Ingelyn. En aquel momento, una luz brilló en los ojos de Ylva y se giró hacia el anciano mago, esperando poder convencerlo a él. Y por supuesto, también a su padre, que seguía pensativo.

—¡Runi, tenemos que intentar atravesar la puerta! GLyrhel y yo prometimos que estaríamos con ella. Y las palabras tienen poder, las palabras atan o al menos eso dicen las historias. Además, tenemos "eso" que nos une. Quizás nosotros podamos pasar.

Nada más oír las palabras de Runi, el anciano Edrin alzó las cejas sorprendido, aunque no lo suficiente para que sus ojos se hicieran visibles.

—¿El Brazal de Oro? —exclamó—. ¿Vuestra princesa tiene el Brazal de Oro? 

Se había quedado boquiabierto bajo la poblada barba. Estaba claro que no esperaba aquello, y al igual que Runi, ató cabos al instante.

—El Brazal de Oro es una de las reliquias más veneradas de Krar Umgar. Se perdió mucho antes de que incluso yo naciera... pero si decís que la princesa de algún modo lo lleva consigo, creo que es bastante probable que, efectivamente pueda ser lo que le ha permitido abrir esas puertas mágicas. Siempre se ha dicho que el Brazal tenía poderes de algún tipo, pero según la historia, nadie llegó a saber cuáles...

Meneó la cabeza, asombrado.

—Pero aún así... que el Brazal pueda ser la Llave Maestra... sería algo increíble.

Uwa escuchó al grupo y a su anciano consejero, y asintió.

—Creo que Strumni tiene razón —dijo—. La historia puede sonar demasiado fascinante para ser cierta... pero lo que contáis sobre la princesa... y vosotros mismos sois una prueba. 

Señaló las armas que habían obtenido en la sala del mercado abandonado.

—Esa panoplia que lleváis deja claro que las leyendas tienen algo de verdad. ¿Cuánta? No lo sabremos hasta que lo hayamos comprobado. Pero esas visiones que tenéis, ese ser oscuro que merodea por ahí, la alianza de Murgin y Lognar... Está claro que esto es mucho más importante de lo que hubiésemos podido pensar en un principio. Ylva y Glyrhel tienen razón. Debemos actuar.

Se giró hacia los dos chicos.

—Si de verdad queréis intentar cruzar esa puerta... —suspiró—, supongo que tenéis derecho a intentarlo. Quizá Ylva tenga razón y ella pueda hacer algo que nosotros no hayamos podido. Pero las noticias de que Murgin y Lognar rodean la atalaya son preocupantes. Los corredores pueden no ser seguros, de hecho creo que Kaz-Umzur es el sitio más seguro ahora. Al menos podemos fortificarlo hasta que lleguen refuerzos. ¿Queréis intentar...?

Pero algo interrumpió a la maga enana. Algo que todos pudieron sentir. Al principio, no estuvieron seguros de qué era, pero cada uno de ellos pudo notar una sensación rara. Algo estaba a punto de ocurrir, aunque ninguno de ellos hubiera podido decir cómo lo sabía. Y efectivamente, dos segundos más tarde algo ocurrió.

Del corredor por el que habían llegado desde los Caminos Subterráneos, una especie de hilos luminosos que parecían avanzar pegados al suelo llegaron hasta donde ellos estaban y treparon por paredes, techo y rocas. También el patio y la propia atalaya parecieron iluminarse con aquellos curiosos hilos de luz anaranjada. La parte subterránea de Kaz-Umzur pareció un lienzo cubierto de pinceladas rectas y finas, y cada pincelada brillaba como el sol al atardecer. No hubo ningún ruido, ningún temblor. Pero a cada uno de ellos el vello de la nuca se le erizó a causa de la energía invisible que pareció inundar todo. Ninguno de ellos había vivido nunca algo parecido.

Merial, la joven elfa, fue la primera en lograr salir de su mutismo y murmurar unas palabras.

—Esto... es mágico —dijo—. Muy, muy mágico. Es... como si todo este sitio hubiera cobrado vida...

Y todos se sorprendieron al comprobar que, en efecto, notaban algo muy parecido a lo que Merial había descrito. Cada piedra labrada del lugar se había iluminado con aquellas brillantes venas lineales y bullía de algún modo sobrenatural.

Y de nuevo, cuando menos lo esperaba, el rubor azotó las mejillas del joven con inusitada fuerza. Se había equivocado, y lo peor de todo es que la única que parecía haberse dado cuenta del error era la que menos le hubiera gustado que se diera cuenta. La razón de ello, quizá, era la misma por la que había cometido el error.

- Eh... Ya, ya. Esto... Yo... Yo quería decir Ingelyn. O sea, eh, la princesa. La princesa Ingelyn. Eso.

Por un momento deseó con todas sus fuerzas que la tierra le tragara, y poco después temió que su deseo se hubiera cumplido, pues a medida que venas y arterias de luz alimentaban la piedra que les rodeaba, sintió que se encontraba en el interior de un organismo vivo.

- ¿Qué... Qué ocurre?- formuló la pregunta que probablemente todos se realizaban.- Ha sido Ingelyn, ¿no?  O sea, la princesa. El Corazón. Lo ha despertado. ¿Eso es bueno o malo?

Ylva, que no podía parar quita ni un segundo, se quedó paralizada por aquella extraña sensación. La niña agarró el brazo a Glyrhel y, confusa miro al suelo. Si las rocas habían cobrado vida... ¿Se sentirían molestas por estar caminando sobre ellas? Después miro a Mawi... precisamente había estado interesanadose sobre como saber si molestaba o no a los árboles y ahora tenía que preocuparse de las piedras. En silencio, musitó una leve disculpa hacia las losas antes de levantar la cabeza y mirar fijamente a aquellos adultos que tanto hablaban y tan poco hacían.

—¿Y por qué no dejamos de hablar y hacemos algo?

Runi sabía a lo que se quería referir Ylva, aunque no creía que fuera suficiente. Pero lo cierto es que al igual que la joven él no se sentiría tranquilo si no intentaban hacer todo cuanto pudieran por rescatar a la princesa. Ya habían venido hasta la atalaya enana y avisado. Ahora tenían que buscar un modo de continuar su busqueda. Iba a agradecer a Uwa su disposición cuando la tierra "cobró" ¿vida? Eso era algo imposible. O tal vez no. La elfa estaba muy segura, y su raza era muy notable para la magia.

-Está claro que algo acaba de suceder, justo después de la visión sobre la princesa. No puede ser una coincidencia. Mi señora Uwa, por más peligroso que sean los túneles ahora mismo, seguro que es peor no hacer nada. Todo esto tiene que estar relacionado y la princesa es la clave. Dejenos intentarlo.-

Sonrió parcamente cuando Uwa le dio la razón, no era algo frecuente para él. No se detuvo en los halagos vanos y escuchó a todos los presentes hablar, incluso a la elfa cuya presencia le sorprendió más que ninguna. Su desconocimiento acerca de la magia era público y notorio, no lo había escondido y aquellas palabras a él le sonaban a idioma orco. Sin embargo tenia claro algo, había que actuar.

—Soy enano de palabra Uwa para mí no hay opción. Prometí traer a la princesa Ingelyn a la atalaya y lo cumpliré, salvo que muera en el transcurso. Estoy listo para salir y dispuesto, además conmigo allí abajo será más fácil encontrarla —dijo Strumni mientras apuraba la pipa en largas caladas, tenía la sensación de que no iba a poder fumar en un buen tiempo.

Entonces las sorpresas volvieron a tomar el control de la situación. El suelo comenzó a brillar y el enano dejó de entender nada de lo que estaba pasando. Miró a los lados extrañado como si de algún lugar fuera a brotar una respuesta coherente a aquella imposibilidad teórica.

—Salgamos ya antes de que el mundo explote. Vendremos a tiempo para ayudar en la defensa de la atalaya. No lo dudéis —dijo con total sinceridad.

Todos estaban deseando partir en busca de Ingelyn, cuando aquél suceso les dejó a todos sorprendidos. Sin embargo, no duró mucho. Apenas un minuto después de haberse iluminado con aquél rectilíneo espectáculo, la luz de las piedras se atenuó y apagó una vez más.

En ese instante, un enano montaraz de barba y pelo rubios llegó a la carrera. Glyrhel e Ylva lo conocían ya, y también Strumni. Era Trondni, otro de los exploradores de Krar Umgar... y parecía muy preocupado.

Trondni se cuadró frente a Uwa, sin detenerse a dar la bienvenida a nadie más. Parecía muy apurado.

—¡Mi señora! —exclamó—. ¡El capitán Snorri os reclama! ¡Están atacando las defensas exteriores!

Uwa chasqueó la lengua contrariada.

—Maldita sea... ¡aquí está el asalto de Murgin y Lognar! —dijo—. Tenéis razón, el tiempo apremia, y mucho. Si creéis que debéis intentar cruzar la puerta mágica... adelante. No perdemos nada por probar. ¡Pero daos prisa! Si lo que habéis contado es cierto, tenemos muy poco tiempo y no sabemos si podremos resistir el ataque de esos traidores. Pero os cubriremos la espalda tanto tiempo como nos sea posible para que podáis buscar a la princesa.

Se volvió hacia Trondni.

—Di al capitán que iré enseguida —ordenó y después se volvió hacia el grupo una vez más—. Si alguno de vosotros quiere quedarse... cualquier ayuda que podáis prestar será buena. No nos vendrá mal cualquier guerrero curtido que esté dispuesto a blandir su hoja a nuestro lado.

Gunnar fue el primero en dar un paso al frente. Miró a sus compañeros, y en último término a su hija. Una leve sonrisa asomó a sus labios cuando sus ojos se encontraron.

—Juré defender a la princesa Ingelyn con mi vida —dijo—. Y eso haré. Ylva, encuéntrala cueste lo que cueste. No necesitas mirar atrás. Si alguno de esos malnacidos traidores o sus esbirros huesudos quiere llegar hasta vosotros, antes tendrá que atravesar este escudo y al que lo sostiene.

Y dio un fuerte golpe con el escudo en el suelo de piedra.

—Yo lucharé junto a vosotros —anunció a Uwa—. Y ojalá esta sea la primera batalla de nuestra alianza.