Partida Rol por web

28 de febrero de 2000 - 18:45

A los Cedros acudieron Sir Earil, Lugaid y sus hombres y Lady Marion. El feudo estaba callado y oscuro, y a excepción de unas luces en uno de los pisos superiores, no parecía haber nadie en él. Pero ante semejante cohorte, Sir Aster no pudo sino bajar a recibir, intrigado.

-Lady Marion, ¿qué queréis? -preguntó, con algo de irritación.

Axelle había pedido ayuda a Marjolaine y ésta se la había concedido. Había firmado un cheque a su nombre y ahora lloraba abrazada a la Fiona, lamentando su partida.

-¿Qué haré sin vos? Mi campeona, mi querida Axelle... ¿Qué haré sin mi amiga y mi amante? ¿Qué será de mí? -preguntó entre sollozos. Entonces unas voces resonaron fuera y por la ventana distinguieron a Lady Marion entrando en el patio del castillo con una fuerza armada en compañía de Lugaid y de Sir Earil-. ¿Sabéis algo de esto, Axelle?

-"Eso" es por lo que debo irme. Cuando esté en un lugar seguro os prometo que pondré en contacto con vos -mintió, pues no sabía si sería seguro hacerlo teniendo en cuenta que los tentáculos de Marion parecían alcanzar hasta los rincones más oscuros y secretos-. Ahora tenéis que ayudarme a escapar, mi señora. Por favor.

Marion parecía tenía un aspecto terrible, enloquecido. Además del Adivino y los mercenarios venía siguiéndola, con su canto enloquecedor, el ruiseñor. Buscaba continuamente dónde posarse, y Marion caminaba deprisa para evitar ser una percha atractiva. Se detuvo frente a Sir Aster, impaciente, y tiró del borde de su abrigo para taparse bien.

-Me dijisteis que me apoyariais -dijo, seca-. Yo os hablé del Fomoriano del bosque. Ahora sé en qué vientre está. Es en el de Axelle. Y sé que está aquí, buscando refugio en la faldas de vuestra hermana. Ayudadme salvarla de ella.

Marjolaine se quitó las lágrimas con el dorso de la mano y asintió. Tragando saliva se echó al cuello de Axelle y la besó una, dos y tres veces.

-Os quiero. Os quiero, cariño... -La Liam tuvo que hacer esfuerzos por no llorar de nuevo-. Nunca os lo había dicho pero es verdad. Habéis sido tan buena conmigo todo este tiempo que no me imagino la vida sin vos.

Se soltó de ella y sostuvo sus manos. Le tapó los ojos con ellas y dijo:

-Un, dos, tres, todos contra la pared.

Al momento siguiente, Axelle vio cómo fluía el Glamour y ella quedaba oculta por su encanto. Marjolaine abrió los ojos con gran dolor y dejó de prestarle atención. Axelle debía escapar aprovechando la circunstancia.

-Yo no veo ninguna Fiona bajo mis faldas -dijo Marjolaine bajando por las escaleras con una sonrisa-, aunque podría negociar la posibilidad de llamar a una. Hace tiempo que no disfruto de las bendiciones de la Casa del león.

La Liam descendía majestuosa, con su pelo castaño cayendo en perfectos bucles sobre los hombros. Llevaba un traje verde y marrón ceñido a la cintura con un cinturón de oro. Su sonrisa era tan frívola como la de la primera vez que se habían cruzado, como la vez que habían hecho el amor en el sofá de su salón del té.

Se percató del ruiseñor y su mueca se rompió, aunque pronto volvió a su lugar.

-No quiero creer que ese ruiseñor sea a causa de Axelle. Tenía entendido que los encantos del Conde le eran indiferentes.

Dedicó a Marjolaine una mirada evaluadora. Sabía que había hechizado a Bastien para conseguir su título, y bien podía ser que hubiese ayudado a Axelle en su venganza contra ella.

-Es la causante de mucho más. Está gestando a un niño del Invierno, voluntariamente. Planea nuestra destrucción. Aceptó la oferta de un Fomoriano para permitir que se reencarnase en su vientre, y supongo que disfraza su apariencia de embarazada. Sé que está en Los Cedros. No me lo he imaginado, no es una intuición. Lo sé. Así que entregádmela.

-Lady Marion -dijo Aster, molesto-. No creo que sea juicioso que exijáis nada. Ya os dijimos que colaboraríamos con vos, pero la Baronesa tiene la potestad sobre este territorio. Además...

-Aster -interrumpió Marjolaine con voz dulce-. Basta. Lady Marion, me temo que no estoy muy de acuerdo en eso que decís. La he visto desnuda unas cuantas veces en los últimos meses y no me ha parecido muy embarazada. Puedo pasar por alto ciertas cosas, pero soy buena descubriendo engaños y Axelle no tenía ningún disfraz. Como dice mi hermano, estáis en mi feudo y sigo siendo la Baronesa. Puede que sea vasalla de vuestro marido, pero no vuestra, y el hecho de que os presentéis aquí con el buen Lugaid a la cabeza sólo demuestra que no las tenéis todas con vos. Os ofrezco mis saludos y mis disculpas. No podéis pasar. No quiero que esos plebeyos me manchen el castillo.

-Mi señora -murmuró el Adivino junto a su oído-, no creo que lo mejor que podáis hacer ahora es generar otro conflicto diplomático...

Marion dio un golpe en el suelo con el bastón. Ni siquiera había oído a Earil.

-¡Basta! ¡No permitiré que esa zorra se salga con la suya! ¡Y las dos sabemos que no conseguisteis este feudo honradamente, Marjolaine, así que no os atrevais a echarme! ¡Me entregaréis a la traidora ahora!

-¡Aster! -gritó Marjolaine con desespero después de intentar utilizar su Banalidad contra el Cantrip de Marion, en vano-. ¡Aster, no la dejes hacer esto!

La Baronesa giró sobre sus talones y empezó a subir las escaleras, temblorosa.

-No sé dónde está... ¡Maldita seáis! ¡La he ocultado de mi vista y no sé dónde ha ido!

-¡Os di mi palabra de que os defendería! -gritó Aster desenvainando su espada-. ¡Os dije que mi hermana y yo abogábamos por vos! ¡Valiente insensata!

El Canciller Liam se interpuso entre su hermana y Marion con fuego en los ojos, dispuesto a blandir la espada contra cualquiera que se le acercase.

-Si la habéis ocultado, deshacedlo.

Retrocedió y para dejar espacio a Lugaid y sus hombres, por si acaso.

-Aster, no os deseo ningún mal, ni a vuestra hermana ni a vos, pero no dudaré en pasaros por encima a los dos si os interponéis. Si quisiera podría haceros atravesar a Marjolaine con esa espada. Vengo a por Axelle. Nada más.

Marjolaine subió otros cuatro peldaños y se tiró de pelo, intentando por todas sus fuerzas evitar lo inevitable.

-¡No! ¡Me niego! ¿Pero cómo podéis ser tan desalmada? ¿Os ha hecho enloquecer la ruptura de vuestro Juramento? ¡Creí que érais mi amiga!

Sir Aster se despojó de su capa azul con el árbol de plata y la arrojó a un lado de las escaleras. Vestía su armadura reluciente y, lleno de ira, resplandecía de belleza. Marion comprendió lo que acababa de hacer. Grandeza. Lugaid y sus hombres se quedaron quietos, embebidos por la apariencia de Sir Aster.

-Esa amenaza es la última que pronunciaréis aquí. Jamás, ¿me oís? ¡Jamás! No toleraré que se vuelva a amenazar a mi hermana y menos vos. ¡Ni siquiera habéis podido aguantar un mes casada con el Conde! ¿Es que habéis mostrado vuestras artes de bruja?

Había una parte de Marion que se retorcía de dolor y quería detenertse, y tirarse al suelo y suplicar perdón al ver a Marjolaine tirarse del pelo, pero a esa parte la acallaba el canto del ruiseñor. Marion era un depredador preparada para saltar en el momento en que Aster dejase de ser un obstáculo.

-No vengo a haceros daño, Sir Aster. No es lo que quiero. Vengo a salvaros.

Posó la mochila en el suelo y, tal como había hecho Sir Aster, dejó caer su abrigo. Debajo llevaba un vestido rojo y plata, colores Fiona. Tal como Aster, Marion también venía con un ser amado como bandera. Y quería que fuera lo último que viera Axelle. Su dolor, su llanto dejar de estar en sus ojos y en el ruiseñor y surgieron de todo su ser, subyugando a los presentes.

Volvió a echarse la mochila al hombro y le quitó la espada de las manos con suavidad antes de seguir a Marjolaine escaleras arriba.

-Haced que se muestre, Marjolaine. Haced que se muestre y os enseñaré que os ha estado engañando.

-¿Qué os ha hecho Lord Lothar? -preguntó Marjolaine mientras seguía a Marion a duras penas, llorando desesperada.

Marion evitaba mirar a la Liam, pues sabía que terminaría conmoviéndola.

-Dejad de protegerla, Marjolaine. No quiero seguir obligándoos.

-No -Marjolaine tomó a Marion de la muñeca-. Por favor... Dejad que se vaya. No le hagais daño...