Partida Rol por web

2 de junio de 1999 - 17:14

Desde el ataque de los vampiros y la posterior anunciación de su puesto en el Consejo Privado de Lothar, Ariadna había desaparecido del mapa. Sólo se la había visto de forma casual durante escasos minutos a la hora de la comida. Ella no sabía qué era lo que comentaban al respecto, pero tampoco le importaba. O más bien, no quería saberlo. Cuando decidió retomar su rutina y salir de sus aposentos, la Gwydion sabía bien a quién quería ver: A la Canciller Axelle.

Su aspecto era bien diferente al del día de su llegada. Para empezar vestía como si estuviese lista para iniciar un duelo, con la espada pendiendo del cinto y el pelo recogido. Su semblante estaba totalmente serio, con la vista mirando al frente, y le faltaba ese brillo de alegría. Cuando divisó a la Canciller se acercó a ella con paso decidido y obviado todo lo demás.

-Dama Axelle, me gustaría hablar con vos en privado si pudiera ser –solicitó.

La Canciller se giró al escuchar su nombre y miró gratamente sorprendida a la Dama. Se la había imaginado de diversas maneras, pero ni siquiera en sus más oscuras fantasías se la habría figurado vestida como una auténtica duelista.

-¿Hablar? Más bien parece que vais a retarme a un duelo... Y con eso no digo que no me guste la idea -la dama se sonrió y alzó una ceja-. Estoy intrigada... Venid, por aquí cerca hay una sala que no se suele utilizar mucho.

Axelle condujo a Ariadna por un pasillo sin ventanas hasta llegar a una puerta cuya manilla tenía polvo, cosa que demostraba que la Fiona no mentia. Costó un poco abrirla, pero cuando finalmente estuvieron dentro, las luces se encencieron solas mostrando una amplia y austera estancia. Lo único que había dentro era una gran mesa de madera con cinco sillas, un sofá granate con pinta de llevar años siendo utilizado, y una alfombra árabe muy grande ocupando casi la mayor parte del suelo. Las dos únicas ventanas que había en la sala no aportaban mucha luz, ya que estaban tapadas por pesadas cortinas, así que en ese momento la iluminación dependia totalmente de los candelabros que se desplegaban por las paredes.

-Voilá.

Ariadna no hizo ningún comentario al respecto, mantuvo la mirada fija en la Canciller gasta que esta se levantó para mostrados el camino hacia la sala. La Gwydion contempló el lugar con ojos críticos, recorriéndolo con la mirada antes de entrar y quedarse a solas con Axelle.

-No pretendía retaros. Me ganaríais sin duda alguna- comentó mientras se paseaba por el lugar con la mano posada en todo momento sobre la empuñadura en forma de águila de su espada-. En realidad mi intención no es hablar con vos, Dama Axelle. Quería pediros algo, por extraño que suene, y dada que mi apariencia es ya de por si bastante extraña hoy, creo que no os costará adivinar qué.

La joven sidhe se volvió hacia ella para mirarla de frente, con toda esa porte de orgullo y honor.

-Me gustaría pediros que me enseñaseis a pelear. A luchar de verdad, sin florituras ni remilgos. Quiero aprender a manejar la espada como si fuese una parte más de mí. Una con la que defenderme de verdad, sin necesidad de depender de nadie para que me guarde.

Axelle sonrió halagada por el comentario que hizo Ariadna a cerca de su habilidad con la espada y caminó hasta el fondo de la sala para abrir una de las cortinas y dejar que entrara algo más de luz. La Canciller se giró hacia la dama en el preciso momento en el que esta decidió mirarla fijamente a los ojos. La petición no le sorprendió tanto como lo hubiera hecho de venir vestida con sus mejores galas... Estaba claro que algo se olía, pero aún así no dejaba de intrigarla.

-¿Cómo habéis decidido que queríais aprender a empuñar una espada? No me digáis que corréis peligro... -preguntó alzando una ceja con cierta preocupación.

-Me atacó un vampiro-respondió de forma inmediata avanzando un paso hacia ella-. Tuve que ofrecer mi vida para cumplir mi deber para con el Conde porque fui tan insensata de confiar en las Artes en vez de en acero. Un error que no pienso volver a cometer.

-Así que los rumores son ciertos...  A veces se necesita algo más que la magia para resolver un asunto, y todos lo aprendemos por la fuerza -contestó la Fionna-. Pero me alegra ver que estáis bien. Os preguntaría al respecto y si querríais que me encarse del vampiro, pero veo que no me dejaríais.

Axelle, famosa por su espontaneidad y du manera de ir al grano, se acercó a la Dama y apartó su túnica para mostrar la empuñadura de su espada.

-Bueno, seguro que desearéis que demoremos mucho el asunto. ¿Dónde está la vuestra?

-En efecto, es un asunto que he de resolver yo misma. Pero agradezco vuestra preocupación e interés.

Acto seguido desenvainó su espada con soltura, empuñándola contra Axelle. Era alargada y fina, de aspecto liviano como la de un duelísta. Se encontraba en perfecto estado por el escaso uso que se le había dado, cosa que debía cambiar en los próximos días. Ariadna trató de mostrarse segura de sí misma y su capacidad, pero se veía a la legua que las armas no habían sido su día a día, y para hacer de aquel arma una parte más de sí debía emplearse a fondo desde aquel mismo momento.

Axelle desenvainó su espada con rapidez y dio un golpe seco a la de Ariadna.

-No os dejéis engañar por lo ágiles que parezcan los duelistas, deberíais agarrar esa espada con más fuerza, para empezar -Axelle dio un par de pasos más y volvió a dar otro golpe a la espada de la dama, pero esta vez por el lado contrario-. Pero no confundáis esa fuerza con la rigidez de vuestra muñeca. Si no queréis haceros un esguince mantenla relajada.

Y otro golpe, y otro, hasta que al final se paró en seco.

-Lo primero que tenéis que aprender es que el que perder la espada es perder la vida.

Ariadna aguantó los golpes y corrigió la posición tal y como le había dicho Axelle. Estaba oxidada y le costaba prever los movimientos, pero no iba a rendirse.

-Y el honor -añadió. Pues era una Gwydion, y eso no lo olvidaría nunca.

Su maestro en el Condado de las Nubes había optado por hacer de su ligereza su punto fuerte, ya que no tenía demasiado cuerpo ni fuerza para asestar golpes letales. Lo suyo iba más a los puntos flacos y a jugar al despiste.

-Entonces, ¿lo haréis? ¿Me enseñaréis, Dama Axelle? -Por fin su voz dejó entrever cierto entusiasmo y alegría en todo aquello.

-Mmmm... -la dama se quedó pensativa un instante antes de volver a levantar la espada-. Sois agil y os movéis con gracia. Claro que os enseñaré. Ver a una mujer pelear con una espada es mucho más agradable que observar a un hombre moviéndola como si fuera una tubería rota. Así que cuantas más espadachinas haya en la corte más interesantes serán los duelos -Axelle se sonrió-. Pero también es cierto que tenéis potencial.

La Fiona bajó la espada de nuevo y se dio la vuelta, alejándose unos pasos de la dama.

-Lo que debéis saber que no será facil y que tendréis que emplear mucho tiempo -apuntó dándose la vuelta y dejando de darle la espalda-, sobretodo si no queréis que solo quede como un hobbie. Si estáis dispuesta puedo seguir enseñandoos algunas bases ahora mismo.

Axelle era fuerte, con carácter y decidida. Era exactamente lo que buscaba pues no pensaba rendirse.

-Agradezco vuestros halagos, pero no. Esto no va a ser un juego para mí y espero que tampoco para vos. -Entonces avanzó rápida lanzándole una estocada que, sin duda, pudo parar con facilidad. Le faltaba práctica, no ganas-. Continuad, pues.

-Vaya, a riesgo de sonar demasiado poética, sois la brisa de aire fresco que esta corte necesitaba -dijo la fiona al parar la estocada-. Por fin alguien decidida y con la cabeza en su sitio, no como los demás o... yo misma.

La dama respondió además con otra estocada, haciendo retrocer a la Gwydion. Eran golpes fuertes, pero iban diractamente a la espada de Ariadna, así que estaba claro que no tenian intenciópn de hacerla daño.

-La espalda recta. Además de parar tenéis que aprender a esquivar los golpes, y es más facil hacerlo estando estirada que inclinada hacia delante.

Mientras esperaba a que la dama reaccionase, Axelle continuó hablando de temas menos serios, pues tampoco quería que la clase resultara aburrida y... al fin y al cabo estaba en su naturaleza.

-El día en que os conocí os dije que os volvería a preguntar sobre vuestra opinión de la corte meses después... Siento adelantarme, pero no puedo impedir que me pique la curiosidad. ¿Qué tal os estáis desenvolviendo?

Ariadna le devolvió una mirada crítica ante el comentario, como si no estuviera segura de las intenciones de Axelle. Decidió no responder y estirar su espalda tal y como le había dicho, aguantando con el brazo los golpes de la guerrera. Tras unos pocos intercambios la muñeca ya comenzaba a resentírsele, pero hizo acopio de su orgullo para no dejar que eso la frenase.

No supo por qué, pero sospechaba que aquella pregunta aparecería en cualquier momento.

-Saciaré vuestra curiosidad, Dama Axelle. Me manejo considerablemente peor de lo que esperaba. Igual que con esta espada, me falta práctica. Supongo que es lo que tiene volar del dulce hogar y la protección de aquellos que te quieren y respetan. La práctica difiere de la teoría enormemente. –Trató de devolverle un golpe, esta vez ganando terreno con varios pasos. Fue un golpe fuerte en comparación con el resto, y desencadenó una sucesión de estocadas-. Me siento en un nido de víboras, para seros sincera, y para colmo me veo acosada por seres banales y susurros igualmente peligrosos. No sé dónde quedó el poco honor que les quedaba a los nobles, pero desde luego no se haya entre estos muros.

La joven shide paró para recuperar el aliento sin apartar la mirada de la Canciller. Por un momento el destello de la famosa ira Gwydion hizo aparición en sus ojos grisáceos.

-Pero no pienso rendirme. Quizás sea la brisa fresca que la corte necesita o sólo una necia que los cuervos devorarán, pero he de permanecer aquí un año y no voy a doblegarme ante nadie que no se merezca mi respeto. Espero haber sonado convincente esta vez.

-Habéis sonado más que convincente. Confieso que en un principio estuve preocupada por vos -la Fiona también bajó la espada dejando descansar a la Gwydion con tranquilidad-. Quizá debí empezar alejándoos de Ibrahim cuando tuve oportunidad, pero ese idiota actuaba demasiado rápido. Aunque ahora que lo pienso os ha venido bien descubrir el verdadero cariz de la corte por vos misma.

Axelle aprovechó el pequeño descanso para calentar. Hizo girar la espada en sus manos y golpeó un par de veces el suelo con ambos pies.

-Por otro lado también he oido que habéis hecho amigos...

Ariadna esbozó una media sonrisa triste mientras tomaba asiento en una de las sillas. Llevaba razón, lo de Ibrahim había sido un pequeño escarmiento, pero sólo la punta del iceberg respecto a lo que padecía. Después, cuando mencionó lo otro, le devolvió una mirada cansada y abatida.

-Hablad con propiedad, por favor. Lo que habréis escuchado es que soy la nueva querida del Conde y que me he ganado el puesto en su consejo de manera poco honrada.¿De qué serviría desmentirlo si al final creeréis lo que más os plazca? –Se encogió de hombros y volvió la cabeza hacia la ventana al mismo tiempo que se levantaba empuñando de nuevo la espada-. He acudido a vos para que me enseñéis a pelear, Dama Axelle. Si queréis saber algo preguntadlo y dejaros de rodeos. De lo contrario, preferiría continuar.

-Me refería más bien a Sir Cedric... ¿Pues en esta corte quién no es el capricho del Conde? No pretendo quitaros mérito, pero estamos acostumbrados a la forma de ser de Lothar.

La dama, quien se había quedado de pie, se echó hacia atrás pare dejar espacio a Ariadna y que así pudiera levantarse.

-Bueno, somos mujeres, podemos pelear y hablar al mismo tiempo -bormeó-. ¡En guardia!

Ariadna se levantó de inmediato empuñando su espada y le lanzó un golpe vertical acompañado de un grito.

-Sir Cedric es un amigo afín, el que más atenciones me ha prestado en la Corte. Pero no es nada del otro mundo a mi parecer.- repitió el golpe por otro lado-. Me gustaría que esto fuese quid pro quo, Dama Axelle, sería lo más justo. ¿Qué fue lo que os llevó a retar a Lord Ibrahim?

-Es justo -dijo a la vez que se defendía. Parecía que la dama le estaba congiendo más confianza con la espada, aquello era una buena señal-. Le reté en duelo porque me insultó. Me acusó de doble asesinato, así que os podéis imaginar. Pero no solo eso, sino que también mancilló el nombre de un fallecido que fue muy improtante para mi.

La dama hizo una finta y se escabuyó por la espalda de Ariadna, obligándola a girarse.

-Debéis anticiparos a los movimientos de vuestro adversario. El truco está en fijarse en sus ojos, si miran a la derecha, normalmente es allí a donde quiere dirigirse... -la dama lanzó otra estocada y prosiguió-. ¿Sabéis que Sir Cedric está enamorado de vos?

No era un golpe fuerte, pero le acertó de lleno cuando se quedó paralizada ante la pregunta. Emitió un leve alarido de dolor y soltó el arma llevándose las manos al costado.

-¿Qué? -preguntó, incrédula-. No. Sir Cedric es... Es un buen amigo. ¿Quién os ha dicho eso?