Partida Rol por web

Su intento de devolverle la sonrisa a Evonne fue un fracaso. Cerró la puerta detrás de su amiga y se volvió hacia Lothar con unos ojos que no hubieran sido menos letales si disparasen relámpagos.

-¡Ya está bien! ¡Sir Bastien no pidió luchar con espadas reales! ¡Aster tenía un arma real y él una quimérica, y pidió estar en igualdad de condiciones! ¡Era una petición justa, y hubiera sido igual de fácil cambiar la espada de Aster! -Marion avanzó hacia el Gwydion, amenazándole con el dedo índice-. Sarianne permitió el combate, ¡pero tú no te negaste! Bastien ya estaba teniendo un juicio en la corte, no tenía derecho a un segundo juicio. Si hubieras dicho que no todo habría terminado, pero no lo hiciste porque querías que esto pasara. ¡Aster y tú, los dos! ¡Queríais su cabeza! Y por eso no detuviste a Axelle, y ahora te quejas de que te ha deshonrado.

Derribó un jarrón de un manotazo. Estaba segura de que Evonne había oído el ruido desde fuera. Sus gritos también. Pero no podía parar, no había sentido tanta rabia desde la noche que había acabado con Adéle. Junto a Lothar, Gwydion y de carácter difícil, Marion a menudo olvidaba que todos los sidhe son apasionados.

-No entiendo qué es lo que te molesta. Al final has conseguido lo que querías, los Oscuros te hemos hecho el trabajo sucio y has logrado echarnos la culpa para no sentirte responsable. Sarianne, Axelle, yo... Es para lo que nos necesitas, ¿no?

-¿Cómo puedes decir eso? -inquirió Lothar mirándola con disgusto-. Tú sabes mejor que nadie que el juicio era una farsa. ¡Todo el Condado lo sabía! Sir Bastien no se calló en ningún momento la verdad. ¿O crees que nadie se ha dado cuenta de la coincidencia entre la acusación y la defensa? Eres su señora, ¡pero has dado más pruebas que nadie para condenarlo! ¿Por qué no iba a permitir el juicio por combate? Confiaba en que Aster le ganara, sí... Pero no podía negarme porque entonces habría parecido un tirano y habría ido en contra de los deseos de Sarianne.

El Gwydion le sujetó la muñeca cuando derribó el jarrón, rabioso.

-No sé cómo te atreves a acusarme de eso. ¿Acaso no he tolerado tus afiliaciones? ¿No he puesto mi confianza y mi vida en tus manos pese a ser Oscura? Si es así es porque no creo que seas la aliada de Sarianne. Si lo creyera...

Dio un tirón para soltarse del agarre de Lothar, dispuesta a destrozar toda la porcelana de su castillo, pero no consiguió liberarse.

-¿Si no lo creyeras, qué? ¿Que pasaría si no pudieras excluirme de tu conspiración? Sería tuya, eso lo sé. La gente no se lo imagina, pero tienes maneras de conseguir lo que quieres. Hoy lo has demostrado. Aunque yo no tendría un anillo, eso seguro. No, yo sería tu Heléne y tú mi Bastien.

-Cuida tus palabras -siseó Lothar aferrándola del otro brazo y encarándose con ella-. No se te ocurra compararme con Bastien. Fuiste tú la que viniste detrás de mí a buscarme. Hago todo lo que quieres que haga, te doy conformidad en cada cosa que me pides. Y lo hago de buena gana porque te amo. ¿Acaso no soy yo el perro que te sigue a todas partes?

Nada más cerrar la puerta, la sidhe escuchó la furia de Marion restallando como un látigo. Conocía de sus enfados y temía que de verdad acabase provocando la ira del Conde y todo desembocase en algo mucho peor de lo que en apariencia era. Igualmente, no era de su incumbencia así que se dispuso a alejarse. Pero los gritos se alzaron más, acompañados de cerámica rota, y su preocupación se acrecentó. Volvió la cabeza, dudosa, llevándose los dedos a los labios y mordiéndolos ligeramente con nerviosismo. Marion se enfadaría, y Lord Lothar. Pero no podía permitir más desgracias. Se agarró el vestido para no pisárselo y apretó el paso en busca de alguien que pudiese detener esa locura.

-¿Eso crees? Me pregunto si Bastien alguna vez agarró a su sátiro así.

Las pupilas de Lothar se dilataron. Por un momento se hicieron tan grandes que apenas se podía distinguir el iris, pero eso sólo duró un instante. Marion nunca le había visto perder el control como se decía que los Gwydion hacían, pero la certeza de que estaba a punto de hacerlo le recorrió la espalda como un escalofrío. Sin embargo, en lugar de seguir apretando, Lothar la soltó empujándola bruscamente.

El Gwydion le dio la espalda temblando. El Conde siempre había sido muy temperamental, pero aquello era una broma comparado con esto. Sin mediar palabra, Lothar se acercó a la pared y comenzó a golpearla con el puño. El primer puñetazo apenas tuvo efecto, pero el segundo produjo un crujido desagradable y Lothar gruñó de dolor. El tercero dejó una mancha sanguinolenta en el papel pintado.

Stenn esperaba incómodo en mitad del pasillo procurando no mirar hacia la puerta. El troll estaba vestido con una cota de malla y portaba su arma como si guardase a alguien, pues aunque el humor del Conde le había alejado de la puerta no dejaba de ser el responsable de la seguridad de Marion.

Se encogió, preparándose para recibir un golpe. Tenía los labios entreabiertos, lista para soltar un quejido. No quería que la pegara, pero sabía a lo que se arriesgaba provocándole. Cuando se apartó de ella no supo cómo reaccionar, y durante unos instantes sólo pudo quedarse mirando cómo daba puñetazos a la pared.

Al ver la sangre de Lothar volvió a respirar.

-¡Lothar, basta! -chilló.

Saltó sobre su espalda y se colgó de su cuello, rodeándoselo con los brazos para intentar apartarle de la pared.

Evonne fulminó con sus ojos gélidos al troll, parado y sin hacer nada.

-¿No es tu cometido velar por la seguridad de tu Señora? -protestó.

Un segundo crujido precedió al intento de sujetar a Lothar por parte de Marion. Al tocarlo, él se replegó como un caracol, pero no permitó que lo hiciera de nuevo. El Gwydion se zafó de ella con un codazo y no le costó mucho arrancarla de su espalda.

-¡FUERA! ¡LARGO! ¡FUERA DE AQUI!

-Sí, mi señora -respondió el troll, colorado-. Por orden de Lord Lothar...

El pánico hizo que apenas sintiese el codazo. Retrocedió hasta chocar con una silla y miró a Lothar aterrorizada. Había olvidado por completo su enfado, y sólo podía pensar en que no podía permitir que Lothar se hiciese más daño.

-Por favor, para -lloró, volviendo a acercarse a él-. Lo siento. Lo siento. No quería decir...

Lothar encogió el hombro como si se protegiera de ella mientras se apretaba la mano herida contra el pecho.

-He dicho... que te vayas... ¿Estás sorda? -Evitaba mirarla y cualquier contacto hacía que se replegase cada vez más. Al menos ya no se hacía daño.

Evonne se giró hacia la puerta y luego otra vez hacia el troll.

-Pues no os he visto hace unos minutos cuando la Baronesa estaba frente a hombres armados. Ni ahora -le reprochó en tono acusador, esperando que hiciese algo.

-No podía hacerlo, mi señora -se excusó Stenn-. Yo sólo...

-¡FUERA! ¡LARGO! ¡FUERA DE AQUI! -se escuchó por el pasillo. Stenn se enderezó y, tentativamente, se fue acercando a la habitación cerrada.

-Inútil... -masculló antes de regresar a la puerta adelantándose al guardaespaldas, esperando que Marion apareciese de un momento a otro, entera.

Se frotó las manos con ansiedad manteniendo los ojos fijos en el pomo.

Siguió acercándose, pero cuando vio que evitaba su contacto no trató de tocarle.

-No me voy, no me... no me voy a marchar. No voy a marcharme. Lo siento. Lo siento muchísimo, yo... no quería decir eso. Por favor, mírame, Lothar. Te quiero. Mírame, por favor.

Lentamente, Lothar volvió su mirada hacia Marion. Le temblaban los labios y tenía los ojos acuosos, como si estuviera por llorar... pero quizá más por dolor que por otra cosa. Todavía no se le había pasado el enfado del todo y la furia Gwydion se encontraba ahí, expectante...

-Creo que me he roto los dedos -dijo con un hilo de voz.

Marion extendió la mano hacia la cara de Lothar como si fuera un ciervo que fuera a salir huyendo si hacía un movimiento demasiado brusco.

-Lo arreglaremos. No pasa nada. Ven  -susurró, en lo que fue más una súplica que una petición.