Partida Rol por web

El eco del Diablo

El Infierno Horizontal

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13/04/2016, 11:30
Mats Bergstrøm

Cuando llegamos a la oficina de L’Hexagone, ya es casi la hora de cerrar. A lo largo de todo el trayecto de vuelta, Jérôme y yo hemos estado hablando largo y tendido de todas las vías de investigación que podemos seguir mientras esperamos la llegada de las acreditaciones de la fundación de Montillet, que nos darán más margen de acción.

Por un lado está obviamente Vendela, la afligida viuda de David. Me interesa especialmente con quién ha podido estarse reuniendo y los temas de los que haya podido hablar con él o ellos, así como los movimientos y transacciones bancarias que haya llevado a cabo y su posición en el testamento de David.

La persona de Ada Bytnar, la protegida de Vendela, así como la naturaleza de la relación entre ambas mujeres, también merecen ser investigadas. El modo en que David ha descrito que ambas mujeres se conocieron, así como el hecho de que lo mantuviesen en secreto, apuntan a que hay algo que debe ser descubierto. El conservatorio y el círculo próximo de amistades de Ada parecen las fuentes más accesibles de información.

Por mucho que me gustaría ayudar a la joven Sophie Taylor, mis manos están atadas hasta que disponga de credenciales. Aun así, nada me impide investigar el hospital en que se encuentra, su historia y su política, a través de antiguos trabajadores y familiares de pacientes. También puedo tratar de acceder a la información relativa al accidente que dejó en coma a Sophie hace más de tres años. De momento, poco más puedo hacer por ella.

Una última vía de investigación sería el camarero sonámbulo que apuñaló a David Montillet antes de su desaparición, casi logrando que muriese de verdad. Actualmente está en la cárcel, pero si consiguiera entrevistarme con él, podría ser una fuente útil de información. Nuevamente, será más fácil acceder a él como miembro acreditado de la fundación de Montillet que como un simple periodista revolviendo el pasado.

Como suelo hacer, esta noche me he llevado el trabajo a casa. Recostado en mi sofá con el portátil en el regazo, bebo un sorbo de caldo caliente de verduras y pollo. Mis dedos teclean a toda la velocidad que me permite el cansancio, escribiendo anotaciones y planificando mis actividades en mi agenda virtual. Por «agenda virtual» me refiero a un documento de texto que acabo de crear al efecto, para no hacerme un lío. Desde luego, tengo mucho trabajo por delante, y tendré que ser organizado si quiero tener alguna esperanza de cumplirlo.

Cuando termino, me planteo los siguientes pasos a dar. Echo un vistazo a mi biblioteca de programas de uso frecuente. Hace tiempo desarrollé un troyano que permite infectar cuentas concretas de redes sociales, foros, blogs y demás, así como los equipos desde los que se accede a ellos, o a secciones específicas de ellos. Es totalmente discreto, y tiene la ventaja de que, una vez activo, me permite un control completo del ordenador infectado: acceso a lo que escribe su usuario, a su correo electrónico, sus contraseñas… Incluso puedo saber qué páginas visita, qué programas utiliza o qué retransmite por su webcam. De hecho, podría incluso activar y desactivar cualquier función basada en software, lo que en esencia es prácticamente todo a excepción del encendido del ordenador.

Mi objetivo es Vendela.

Solo tengo que encontrar alguna red pública en la que haya participado o alguna de sus cuentas de redes sociales, y dejar que el «bichito» actúe por sí solo. Con el tiempo, la información debería empezar a llegar a mi ordenador, a menos que la mujer de Montillet tenga instaladas unas defensas profesionales, lo que podría darme más trabajo. Así que empiezo a buscar.

Mañana a primera hora iré a hacer una visita al hospital de Sophie, y trataré de formarme una impresión del lugar. Luego me pasaré por el conservatorio de Bytnar, a ver qué consigo sacarles a sus profesores y compañeros. Y luego… Luego ya se verá. Ahora tengo una cita con la ex señora Montillet.

Y después, a la cama.

Notas de juego

¡Ya estoy de vuelta, con más ganas que nunca! Bufff, para poder escribir este post me tuve que empapar entre ayer y esta mañana un cursillo intensivo de hackeo y de qué procedimientos usan los piratas para acceder a ordenadores ajenos.

He escrito «oficialmente» las distintas vías de investigación, para que consten en la historia. Lo que voy a hacer es, esta noche, intentar hackear a Vendela. Mañana iré al hospital y al conservatorio.

Si necesitas cualquier cosa más, ya sabes :P.

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13/04/2016, 12:46
Director

Vendela tenía una muy escasa presencia en las redes. Su participación era sólo a nivel corporativo, como personaje público.

La red contenía infinitas referencias a ella, desde entrevistas a críticas a sus interpretaciones y escritos sobre cine a desnudos fotográficos de su época de modelo. Su romance con el señor Montillet fue todo un culebrón y su muerte también causó gran revuelo en los medios.

Supo gestionar esas situaciones para formarse un rol de personaje maduro y carismático. Ahora era tenida por alguien más bien reservado, celosa de su vida privada. Durante un año dirigió y presentó en la televisión pública un programa cultural mítico del que dimitió en apoyo de una campaña de protesta contra el proyecto de ley sobre los servicios de información, la “ley mordaza” del partido en el gobierno en Francia.

En su época de estudiante, Vendela hizo sus pinitos como crítica de cine y tenía publicados en algunas revistas especializadas algún que otro ensayo calificado como muy interesante sobre simbolismo y cine.

En la actualidad ocupaba un puesto de consejera en la revista “Estilo”, un semanal que había sabido conjugar con éxito cultura, moda y algo de actualidad sin caer en el mal gusto ni resultar banal.

Aunque la revista tenía un cortafuegos profesional pudo introducir su troyano en el gestor del correo corporativo. Pronto le empezó a llegar información de su actividad en los últimos meses dentro de la sede de la revista. Acudía una o dos veces a la semana, tenía un par de artículos a medias, uno sobre el lenguaje corporal en el cine comercial y otro sobre la cuestión del sexismo en el cine culto francés. En sus correos utilizaba un lenguaje formal, culto y duro. Cuando Mats fue vencido por el sueño ya tenía acceso al ordenador del Parking de la sede del periódico y al ordenador personal en su despacho.

Cuando se despertó por la mañana temprano su troyano estaba a la espera de transacciones, tratando de colarse en las cuentas bancarias.

- Tiradas (1)

Notas de juego

He hecho una primera tirada para el hackeo, teniendo en cuenta que Mats tiene hackeo a 2.

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13/04/2016, 15:16
Mats Bergstrøm

Por primera vez en mucho tiempo, esta mañana me permito dormir hasta tarde. El reloj marca casi las diez cuando empiezo a sentirme culpable por estar holgazaneando y la ansiedad me obliga a levantarme. Me doy una relajante ducha con agua caliente, cambiando en los últimos segundos a un golpe de agua fría que termina de hacer añicos el cristal empañado del sueño y me reactiva por completo para una jornada de investigación.

Mientras me preparo el desayuno, unas tostadas crujientes con rodajas de tomate y huevo cocido acompañadas de algo de queso fresco, una manzana y un buen café, voy y vuelvo para consultar mi portátil, comprobando el trabajo que ha hecho mi pequeño durante la noche. No está nada mal, para empezar. Como esperaba, Vendela es un personaje eminentemente público, y su faceta privada es bastante inaccesible. No obstante, he logrado entrar en el correo de su revista, Estilo. Mordiendo mi manzana, cotilleo un poco aquí y allá, preguntándome cuáles deben de ser los tejemanejes corporativos de una revista de moda. Puedo ver también que mi troyano está en el proceso de colarse en las cuentas bancarias de la revista. Muy bien. Dejaré que haga su trabajo solito, y si al volver a casa veo que no lo ha logrado, intentaré ayudarlo un poco.

Me visto, procurando conseguir una imagen informal y actual pero con un ligerísimo toque entre ochentero y noventero, con un jersey holgado blanco y azul que resalta el color de mis ojos y mi cabello, un pantalón tejano y unas deportivas de un blanco cegador. Me entretengo un rato delante del espejo, mojándome las manos y manipulando mi pelo hasta conseguir las ondas que quiero, y cepillándome la barba hasta lograr un aspecto suave y esponjoso. Cuando cojo mi cazadora de cuero y salgo por la puerta, son casi las once y media. Lo bueno se hace esperar.

Voy dando un paseo hacia el hospital que me indicó Montillet, donde convalece la periodista Sophie Taylor. Una vez más, me sumo en mis pensamientos. «Parece que esto queda entre periodistas», me digo a mí mismo. David, Sophie, Jérôme, yo mismo… Personas completamente distintas, cuyo único nexo común es la vocación de descubrir la verdad.

La verdad.

Atendiendo al relato de Montillet, la verdad podría tener un tinte mucho más complejo y siniestro de lo que parece a simple vista. Esto, que en principio parece obvio y con lo que todo el mundo al que preguntes estará de acuerdo, cobra una dimensión mucho más oscura, más ominosa ahora que el asunto de los soñadores y los sonámbulos abre todo un universo de posibilidades. Ahora resulta que miles de cosas que siempre he considerado chorradas podrían existir. Sophie Taylor iba tras algunas de esas cosas, y ahora está en coma. ¿Qué descubrió Sophie, o qué estaba a punto de descubrir, para que tuviese un accidente tan desafortunado como poco casual?

Cuando llego frente al hospital, me invade la sensación de que no falta mucho para que descubra las respuestas que busco… Y, quizá, algunas que no deseo encontrar.

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14/04/2016, 09:54
Ernest Taverner

Era una mañana fresca y el jardín privado de la clínica estaba comenzando a despertar del invierno.

Más que un hospital, era una clínica de lujo. El hall, sin ser ostentoso, era agradable. No olía a hospital. Una vez dentro podría decirse que estaban en un balneario.

En la recepción le atendió un hombre de apariencia simpática y profesional. Vestía camisa, corbata y bata blanca con un bolígrafo en el bolsillo.

-Buenos días, ¿puedo ayudarle en algo?

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14/04/2016, 13:10
Mats Bergstrøm

Lo cierto es que el «hospital» Saint Jean de Dieu es un lugar más impresionante de lo que había imaginado: una gran mansión de muros altos y blancos, rodeada por un precioso y cuidado jardín. Siempre me ha fascinado el gusto que hay en Francia por las composiciones de jardinería, y este vergel en particular, aunque no especialmente extravagante, sí que transmite la sensación de estar en un pequeño pulmón en medio de la polución de la ciudad. Desde luego, dice mucho de Montillet, tanto de la inmensidad de su fortuna como de su generosidad. No todo el mundo se dignaría a pagar la estancia de un empleado al que acaba de contratar en una clínica privada como esta, que incluso podría parecer un hotel. En principio, se me ocurren pocos motivos por los que un sitio como este podría no gustarme, aunque nunca se sabe: no han sido pocas las clínicas o residencias supuestamente de lujo que he puesto en aprietos al destapar prácticas poco profesionales, cantidad insuficiente de personal sanitario o recortes de gastos indebidos en material de atención médica. Por ello, debo procurar que la agradable apariencia del lugar no nuble mis sentidos. He de ser analítico.

Cuando entro en la clínica, me da la sensación de haber pasado a un spa de lujo. Me llaman la atención el silencio y la tranquilidad que se respiran. Y hablando de respirar, no detecto los olores químicos que suelen asociarse al medio hospitalario. La decoración es elegante y coqueta, aunque no ostentosa. En el punto justo, como suele suceder en este país. Sin embargo, trato de no quedarme en mitad del hall mirándolo todo con cara de deficiente mental. No debo de haberlo conseguido, pues un hombre me llama la atención desde el mostrador de recepción, preguntándome con amabilidad si puede ayudarme. Es un tipo de cara agradable, quizá algo rellenito, de pelo rubio oscuro y atuendo de médico. En cierto modo, tiene unos rasgos que me recuerdan a los del actor Tim Robbins. Le devuelvo la sonrisa.

Oh, buenos días —lo saludo, animado—. Me llamo Mats Bergstrøm. Dentro de unos días empezaré a trabajar para la fundación Montillet*. Seré el nuevo encargado de la tutela de la señorita Sophie Taylor, la paciente de la habitación doscientos ocho. Aún no he recibido la documentación completa, que incluye la información de contacto de sus familiares. —Adopto una expresión algo más seria—. Por eso no he podido hablar aún con ellos, y ellos no los habrán avisado de mi llegada… Básicamente porque aún no me conocen, ya sabe. —Vuelvo a sonreír—. En fin, solo he venido a hacer un poco de trabajo previo. A ver el lugar, a familiarizarme… Es muy bonito, desde luego. ¿Le importaría si doy una vuelta por las instalaciones? —Mientras hago la pregunta, levanto la mano y doy vueltas a mi dedo índice, como indicando a mi alrededor. Me giro momentáneamente para echar un vistazo a las escaleras que ascienden a la siguiente planta. Vuelvo a mirar al recepcionista—. Por cierto, ¿cómo está la señorita Taylor? ¿Ha habido algún avance desde que tuvo el accidente? Como le he comentado, aún no estoy muy al corriente de la situación.

En todo momento he empleado mi tono de voz más amable y desenfadado, ese que suelo utilizar cuando pido favores o indicaciones a desconocidos, algo más agudo y con más inflexiones que mi forma de hablar habitual, con la intención, quizá inconsciente, de implantar la impresión de ser más joven y de necesitar ayuda. No sé por qué lo hago. Creo que lo hace todo el mundo, o eso leí una vez.

Notas de juego

*Como no sé el nombre de la fundación, la he bautizado «Montillet». Si el nombre es otro, dímelo para que lo cambie, o cámbialo tú XD.

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14/04/2016, 13:41
Ernest Taverner

-Creo que tengo que darle malas noticias.

Se rascó la cabeza y sonrió.

-Me temo que nuestra clínica es muy estricta con el tema de la confidencialidad de nuestros pacientes y hasta que no tengamos la documentación no puedo adelantarle nada. Ni siquiera puede echar un vistazo en las plantas más allá de aquí. ¡Soy el guardián de la puerta!.

Eso sí, le puedo indicar que las habitaciones están preparadas para un acompañante, con su propia cama y mobiliario suficientemente cómodo para quedarse a vivir. También tenemos un salón en cada planta y servicio de restaurante.

Se encogió un poco de hombros.

-Siento que haya hecho el viaje en balde, pero no puedo decirle mucho más. No sabe el marrón que me puede caer si le digo algo sin estar todavía oficialmente autorizado.

Y se inclinó para hacer una confidencia. 

Tarde o temprano, cuando se incorpore, verá a alguien muy parecido a Elvis. Le digo desde ya que no es él. Tenemos un enfermero que es calcado y eso ha generado alguna que otra confusión.

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14/04/2016, 15:04
Mats Bergstrøm

Al oír la respuesta del recepcionista, mi rostro adopta una expresión de extrañeza, aunque no puede decirse que no estuviese preparado para algo así. Continúo hablando sin abandonar mi tono cordial:

Vaya, es… Pero no lo entiendo. Lo mismo podría haberle dicho que un familiar mío estaba enfermo y que estaba valorando la posibilidad de traerlo a Saint Jean de Dieu. ¿Tampoco me dejaría dar un pequeño paseo por aquí? —Sonrío amablemente, guiñándole un ojo al hombre—. Mire, comprendo su postura, créame, y no quiero ponerlo en un compromiso… Pero si me dejase echar un vistazo, no se lo diría a nadie. Lo que buenamente pueda. —Aguardo con las manos entrelazadas frente al cuerpo—. Y respecto al estado de Taylor, no se preocupe. Lo entiendo. Solo le preguntaba informalmente, si había habido alguna mejoría, sin más. De todos modos, estoy convencido de que aquí la tienen bien cuidada.

Río al oír el comentario acerca del enfermero parecido a Elvis.

Bueno, supongo que en un par de días o así, cuando venga, ya lo conoceré.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Intento una tirada de Carisma + Sincerarse, a falta de algo más apropiado. ¿O sería Engañar? No lo estoy engañando, pero estoy intentando manipularlo para que haga lo que quiero mediante sinceridad y simpatía. Si crees que sería apropiada otra tirada, modifícala a tu criterio. Dejo la dificultad abierta, al no conocerla. De todos modos, con un 8, es poco probable que lo consiga… :'(

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15/04/2016, 10:49
Ernest Taverner

-Bueno, pues me llamo Ernest Taverner-dio dos golpecitos con un dedo a la identificación con su foto que tenía pinzada en el bolsillo de la bata- y si quiere, le puedo enseñar una habitación vacía, nuestro piso piloto, por así decir. Incluso se puede tomar un café mientras le busco a un doctor para que le ponga al día de nuestros recursos médicos. Pero me parece que por ahora…

Levantó una ceja, como si estuviera tentado y apretó los puños en un gesto cómico de contención.

-¡Ñá! No le puedo dejar dar esa vuelta. Sólo le puedo decir, y estoy cometiendo una falta grave, que Sophie Taylor está bien cuidada y que su situación es estable. Y que todos nosotros le tenemos un especial cariño. Mats, será un trabajo duro para usted, y no hace falta decir que estaré a su completa disposición… cuando tengamos la documentación.

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15/04/2016, 14:34
Mats Bergstrøm

Mi sonrisa se ensancha cuando oigo las palabras del recepcionista. Asiento con la cabeza, cerrando los ojos.

Muchas gracias, señor Taverner. No le pedía más que eso, poder ver un poco de este lugar, una pinceladita para poder formarme una idea. Me parece perfecto lo de visitar una de las habitaciones. —Continúo asintindo al escuchar la sugerencia de Taverner de presentarme a un médico que pueda hablarme de los medios con los que cuenta la clínica—. Pues sí, esa es muy buena idea. Gracias por tomarse la molestia.

Mientras escucho cómo Taverner me habla de Sophie y de lo duro que será cuidar de ella, mi cara se pone repentinamente seria.

No se preocupe, ya sé lo que es. Hace doce años, mi madre murió de cáncer —digo, de un modo tan casual que casi me sorprende a mí mismo—. Estuve cuidando de ella en los momentos finales. Lo que quiero decir es que… no me asusta nada. —Me encojo de hombros y trato de sonreír, con cuestionable éxito—. En fin, esperemos que vaya bien la cosa.

¿En serio? ¿No se me podía ocurrir un comentario más genérico? Debe de ser evidente que estoy empezando a levantar mis barreras…

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15/04/2016, 19:49
Ernest Taverner

-Uf. Sé que es duro, yo perdí a mi hermano mayor hace dos años y medio y todavía no puedo borrar su número de mi móvil.

Se rascó la cabeza y resopló para volver a sonreír.

-Nunca me olvidaré que a veces subía a la habitación de Sophie, y sólo mirarla, tan... serena... me consolaba. Me ayudó mucho ¿sabes? Ojalá y despierte pronto. Y bien.

Con la última palabra se mostró preocupado. Le explicó a Mats que tras un coma tan largo, de despertar, cosa ya de por sí difícil, era fácil hacerlo con secuelas serias. Pero allí nadie perdía la esperanza.

En la segunda planta tenían cinco habitaciones especialmente diseñadas para pacientes en coma o en observación tras el coma. Ahora sólo estaban ocupadas dos. Durante la siguiente media hora Ernest mostró una de las vacías a Mats. Hablaron con un médico y una enfermera que compartían su simpatía con la chica.

Parte importante de los clientes de la clínica eran por drogas y alcohol, por eso eran tan cuidadosos con los curiosos.

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15/04/2016, 21:33
Mats Bergstrøm

Vaya. Lo siento mucho —digo genuinamente. Suspiro—. Es muy doloroso perder a alguien querido. Al final, lo mejor que uno puede hacer es tratar de quedarse con las cosas buenas, los recuerdos… Y seguir adelante sabiendo que al final el dolor pasará. —¿Pasa realmente?—. O bueno, más que pasar, se va haciendo soportable.

Ernest me cae bien. Parece de los pocos que no solo se preocupan por hacer su trabajo con fría eficiencia, sin implicarse realmente. Me gusta la gente que pone el corazón en lo que hace.

Taverner me lleva a dar un corto paseo por la clínica hasta llegar a una habitación desocupada. Lo cierto es que está muy bien: es acogedora, confortable, y cubre todas las necesidades que pudiera tener cualquier paciente, así como su acompañante. Comparto una agradable y constructiva charla con un médico y una enfermera, que no hacen más que mejorar mi opinión del lugar. Aunque es verdad que uno no sabe realmente lo que se cuece en estos lugares hasta que lo ve desde dentro, por el momento mi impresión de Saint Jean de Dieu es inmejorable. Tengo ganas de empezar aquí.

Al cabo de un rato, me despido amablemente de mis interlocutores y me marcho de la clínica, bastante satisfecho. Desde luego, Montillet sabe elegir bien. Cuando salgo del jardín, empiezo a bajar la calle en dirección al conservatorio.

Veamos si mi visita es productiva y si puedo descubrir algo interesante sobre Ada Bytnar.

Notas de juego

Pues eso. A ver si tengo más suerte :P.

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18/04/2016, 09:49
Director

El conservatorio se ubica en el complejo llamado la Ciudad de la Música, en el Parque de la Villette.

Partido en dos por el Canal d’Ourq es uno de los parques más grandes y vivos de la ciudad. Contiene muchas edificaciones modernas con diversos usos, desde la emblemática Geoda que es un cine IMAX a cafeterías o guarderías infantiles. Imperan el color rojo y las formas geométricas que, rodeadas de jardines y pobladas por una multitud hacendosa pero serena, dan al parque cierto aspecto de utopía racionalista.

Dentro del parque la Ciudad de la Música es un complejo que agrupa varias instituciones dedicadas a la actividad musical que incluyen el conservatorio de París. Sus edificios son de los más modernos y prestigiosos del parque.

Es casi mediodía y los estudiantes charlan al aire libre, algunos cantan o tocan la guitarra o la flauta, otros comen o leen al sol. Un bullicio juvenil que parece idílico al menos en la superficie.

Aquí es fácil moverse y no cuesta nada averiguar dónde estudia Ada Bytnar. En estos momentos se encuentra en un taller dedicado a la música tradicional y la diáspora sefardí.

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18/04/2016, 12:38
Mats Bergstrøm

La Ciudad de la Música me trae recuerdos de los buenos momentos que pasé como universitario. Lo cierto es que echo de menos la paz que se respiraba en el ambiente estudiantil, la tranquilidad de aquellos que viven una última etapa dilatada en el tiempo de ingenuo descubrimiento antes de tener que enfrentarse a la crudeza del mundo real. Una tranquilidad de la que yo fui arrancado hace muchos años. Sonrío mientras camino por el cuidado césped del parque de la Villette, y me acuerdo de la gran plaza de adoquines de colores que hay frente al edificio de la Universidad de Oslo. Desde luego, el Conservatorio de París es un edificio mucho más moderno, como no podía ser de otro modo. Al pasear por sus alrededores me llegan las notas arrancadas al aire de los instrumentos de los estudiantes que, en sus ratos libres, practican las últimas piezas que están estudiando o aquellas que les apetece. Tras pedir indicaciones a un par de chicos que holgazaneaban por allí, me dirijo al edificio principal.

El interior es exactamente como esperaba, y tiene más aspecto de museo de arte que de institución educativa. Eso está muy bien; conviene que los jóvenes reciban influencias que los abran a posibilidades alternativas mientras sus mentalidades aún son plásticas. Me acerco al mostrador de recepción y pregunto por Dirección. Seguramente el director del conservatorio pueda darme alguna información preliminar acerca de Ada Bytnar que me ayude a encajar algunas cosas antes de ir a preguntar a sus compañeros de clase, o incluso de ir a hablar con la propia Ada.

Buenos días —saludo en recepción—. Soy Mats Bergstrøm, del periódico L’Hexagone. ¿Podría indicarme dónde puedo encontrar al director?

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18/04/2016, 15:37
Hervé Jobert

En apenas un cuarto de hora, Mats estaba en el despacho del director, en el último piso. Un enorme ventanal rodeaba la estancia y a pesar de no ser una altura mayor que un cuarto o un quinto piso, mostraba una espectacular vista del parque.

El director parecía un hombre gris con gafas y cara de perro tristón que transpiraba una especie de  melancolía insana. Pero resultó que lejos de tener un trato amargo hizo pasar a Mats, le chocó con ímpetu la mano y le habló con amabilidad, sentándose cómodo en un gran un sillón de cuero marrón claro y sentando a Mats junto a él en un sofá similar, alrededor de una mesita de diseño abarrotada de revistas de arte.

-Señor Bergstrøm -pronunció bien su apellido y se notaba que había disfrutado haciéndolo- ¿En qué puedo ayudarle?

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18/04/2016, 19:52
Mats Bergstrøm

No tardo en reunirme con el Hervé Jobert, el director del conservatorio, que me recibe con una simpatía enérgica que contradice su imagen cansada, casi triste. Sonrío.

Muchas gracias por recibirme, señor Jobert. Este lugar es tan grande que cuesta encontrar lo que uno busca… —Cruzo una pierna por encima de la otra, reforzando el ambiente de entrevista informal—. Como ya sabe, trabajo para L’Hexagone, un periódico independiente que toca temas importantes como la cultura, las artes y la política. ¿No le parece que en la sociedad de consumo rápido en la que vivimos, se da a estos asuntos mucha menos importancia de la que realmente tienen? Es solo una sensación que tengo, aunque no me iría mal que alguien me diera la razón, más que nada para confirmar que sigo teniendo la cabeza en su sitio. —Río distendidamente antes de proseguir—: Señor Jobert, estoy llevando a cabo un trabajo de investigación para un posible futuro artículo acerca del ámbito musical de París y de las jóvenes promesas que están por debutar, que realmente pueden marcar la diferencia en la era de la apatía y de la música descargada de internet. Yo mismo soy músico, o me gustaría considerarme como tal, y por ello soy consciente del daño que a veces pueden hacer las nuevas tecnologías al desarrollo de artistas y al éxito de las pequeñas bandas. —Hora de ir al grano—. Pero sinceramente creo, o me gustaría creer, que hay quien podría superar dichos inconvenientes y labrarse un futuro en este difícil mundo, a fuerza de su talento y de pura obstinación. Recientemente ha llegado a mi atención una estudiante de este conservatorio, tanto por su capacidad artística como por sus importantes conexiones sociales. ¿Conoce personalmente a la señorita Ada Bytnar?

Nunca se me dieron mal del todo las entrevistas improvisadas.

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18/04/2016, 20:36
Hervé Jobert

-Bueno, si le he de serle sincero creo que se les da demasiada importancia... Deje que me explique. Se les ha subido al altar de los dioses sin culto y se viven como algo ajeno. Creo que al hombre moderno se le ha alienado de la cultura, las artes y la política, como de todo lo demás. Son algo externo que pueden si acaso fingir que les importa, pero ya no les cala en sus vidas más que de forma superflua. No son vividas como el fruto del trabajo de la gente y ni se respetan, ni se practican como se debiera. -Sonrió con sorna.-Pero en el fondo no dejo de darle la razón, señor Bergstrøm. No tema por su cabeza, sigue en su sitio.

Rió relajado. Y tras interesarse por la banda de Mats y tomar nota de su nombre, preguntando por futuros conciertos, siguió contestando las preguntas.

-Ada Bytnar.-En un principio pareció sorprenderse, luego ya asintió con la cabeza -Desde luego, si alguien lo consigue es ella. Es nuestra Audrey Hepburn y podría llegar a ser una diva de armas tomar. Su campo favorito viene siendo la música antigua y es minoritario pero sólido como una roca. La afición crece entre los jóvenes y quién sabe si una figura tan... glamurosa como la señorita Ada pueda algún día llevar ese arte tan maravilloso a la cultura popular de nuevo.

Ofreció un vaso de agua al periodista. Él bebió y continuó.

-Me consta que su periódico es lo más diferente a la prensa amarilla que te puedas encontrar. Y es un piropo. Pero... ¿No tendrá que ver su artículo con Vendela Döbeln? Estoy seguro que ya sabe que es su protectora, si no, no tardará en averiguarlo. Y no quisiera que la señora Döbeln saliera mencionada en el artículo.

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19/04/2016, 00:38
Mats Bergstrøm

Río entre dientes al escuchar la argucia retórica del director.

En definitiva, señor Jobert, los dos estamos diciendo lo mismo con unas u otras palabras. Por un motivo o por otro, el resultado final es que ignoramos por completo cualquier asunto que vaya más allá de nuestro aquí y ahora. Como sociedad, somos egoístas. Pero no hay que olvidar que la sociedad es un hijo educado por nosotros, así que me imagino que eso no nos deja en muy buen lugar a los individuos. A usted. —Enarco una ceja, sonriendo de medio lado—. A mí.

Suspiro. Jobert es un hombre muy agradable, con la calmada locuacidad y la capacidad de escucha de quien ha pasado mucho tiempo no solo estudiando, sino además aprendiendo. Deferente, me pide saber detalles acerca de mi banda de rock, Spot Noir, y su interés parece genuino cuando me pregunta por las fechas de nuestros próximos conciertos. La verdad es que me gustan los hombres como él. Siempre me han gustado. Pulcros, respetables, vetustos baluartes de valores que mueren día a día, a pesar de que en realidad no tengan mucho que ver conmigo mismo… ¿O tal vez sí? Me encuentro asintiendo cuando él habla, sonriendo cuando él sonríe.

Pienso que podría besarlo. Así de claro.

Y entonces, de repente, Jobert saca el nombre de Vendela Döbeln. Sin embargo, lo que me deja más atónito es su tajante negativa a que la viuda de Montillet aparezca en el hipotético artículo, sin que yo la haya mencionado siquiera. Creo haber dado con algo, aunque no sé qué es.

¿Vendela Döbeln? —pregunto, extrañado—. Me sorprende que me hable de ella. Sí, por supuesto, sé que es la protectora de Ada Bytnar, y a eso me refería cuando he hecho mención a los «contactos sociales» de la joven. Pero… La verdad es que ahora mismo ni siquiera pensaba en Döbeln. Por el momento, mi investigación se centra en Bytnar y sus méritos. —Hago una pausa. Aprovecho el instante para beber un pequeño sorbo de agua, y dejo meticulosamente el vaso en el mismo lugar del que lo he cogido, como si estuviese llevando a cabo una tarea muy concienzuda. Miro a Jobert con el ceño levemente fruncido, y digo con voz calma—: Señor Jobert, esté tranquilo. No ando detrás de nada en concreto. Pero, si me permite una pregunta «extraoficial», como suele decirse en estos casos: ¿puedo saber a qué se debe su reticencia? Le garantizo que cualquier cosa que me cuente no saldrá de aquí si usted no lo desea.

A menos que se tratase de un crimen o algo parecido, por supuesto, pero no creo que sea necesario aclarar un extremo tan obvio.

Notas de juego

Aquí se cuece algo :D.

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19/04/2016, 08:55
Hervé Jobert

El hombre sonrió mostrando cierta malicia.

-Sabe, me debo a mis alumnos y al arte. Pero soy el director de una institución que se maneja como una gran empresa. Con Ada llegó una sugerencia del Consejo de Amigos de las Artes, uno de los grupos de presión que controlan el flujo del dinero a esta casa. Me pidieron protegerla de los fisgones para que pueda aprender sin acosos. Me consta que la señora Döbelrn movió su influencia y protege a su pollito del mundanal ruido. Esto a priori no tiene nada de malo, y usted podría ser un fisgón.

Durante unos segundos miró a Mats a los ojos. Más divertido que desafiante. Tamborileó con los dedos de su mano derecha sobre el reposabrazos de su sillón.

-Entre nosotros. -Cruzó las manos y acercó un poco el tronco en dirección a Mats- El mecenazgo puede estar bien cuando no limita la creatividad del artista ni coarta su libertad y creo que va llegando el momento en que el pajarillo tiene que salir del nido. Pero me temo que Ada está atada demasiado corto. Noto cierta rigidez. Un corsé invisible. La rodea una aureola de atleta olímpica de la Unión Soviética que no me gusta nada. Nada de nada.

Volvió a sentarse cómodo.

-Así que le voy a proponer un trato entre camaradas. Quiero ser su compinche. Ada es inteligente y tendrá sus reticencias con la prensa y la señora Döbelrn protegerá celosamente a su cría. Pero si en lugar de delatar que usted ha venido directamente preguntando por ella, cosa sospechosa, se la presento yo, y le digo que usted me ha preguntado genéricamente por artistas prometedores y he sido yo mismo el que la he elegido a ella, entonces es fácil que tenga tanto usted como mi alumna, su merecido artículo. Le daré margen de maniobra y me llevaré una pequeña reprimenda.

Pero tengo tres condiciones: me tiene que dar su palabra de honor que no mencionará nada referente a los contactos sociales de mi alumna, me hará otra visita, meramente informativa, antes de publicar nada y escribirá pensando en Ada y en el arte. 

Puso las dos palmas sobre las rodillas y coronó la frase con un redoble de palmaditas.

-¿Hay trato?

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19/04/2016, 16:29
Mats Bergstrøm

Cuando el director me acusa de ser un posible fisgón, esbozo una mueca de perplejidad teatral llevándome una mano al pecho, como queriendo decir «¿fisgón yo?», para acto seguido sonreír. No obstante, cuanto más habla Jobert, más claro me queda que en la relación entre Ada y Vendela hay algo extraño. ¿Disciplina soviética? Estoy a punto de responder con una pregunta, pero en el último momento decido que será mejor dejar que el hombre siga hablando. Parece bastante dispuesto a colaborar, e incluso se ofrece a presentarme a Bytnar como si la idea hubiese sido suya. Por supuesto, su amabilidad llega acompañada de condiciones, que Jobert enumera a continuación.

¿Tantas cosas? —pregunto con una sonrisa. Pongo los ojos en blanco y meneo la cabeza de un lado a otro, como si me lo pensara—. Hum. De acuerdo. Pero yo también tengo una condición: tendrá que ir a ver el próximo concierto de mi banda. Quizá podamos tener nuestra reunión informativa después.

Me rasco la barba, esperando la respuesta de Jobert. Esto solo acaba de empezar.

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19/04/2016, 18:42
Hervé Jobert

-Acepto encantado.

Se incorporó rápidamente y le tendió la mano a Mats.

Salieron por otra puerta y atravesaron una sala de conciertos enorme que parecía sacada de una novela de ciencia ficción. Luego recorrieron un largo pasillo con instrumentos musicales en las paredes.

El director le hizo de guía contándole curiosidades de los sitios y los objetos que se fueron cruzando.

Acabaron en una sala cilíndrica forrada de madera con unos ventanucos a gran altura que le daban apariencia de torreón.

La luz de los ventanucos caía sobre un escenario donde a los timbales se fueron uniendo la fauta, la viola de gamba, el laúd y la voz soprano de Ada Bytnar.

Al otro lado estaban las gradas, también de madera, donde escuchaban un profesor y otros diez alumnos con sus instrumentos musicales, algunos de lo más raros. Hubo un pequeño revuelo entre el público al apercibirse de que había entrado el director.
El señor Jobert señaló a la cantante e hizo un gesto sutil al profesor. Ada tenía el pelo negro recogido con un flequillo que le daba un aire moderno. Vestía con una camisa verde con un lazo blanco, unos pantalones marrón claro y unos zapatos negros y amarillos. Era muy delgada y no muy alta pero esbelta. Tenía unos ojos verdes muy expresivos y una voz muy dulce y afrutada que no parecía que saliera de ese cuerpo ni de ningún otro en particular.