Partida Rol por web

Seldon siguió de cerca a Sicks, algo más atrasado. Su mirada se paseaba por el exterior del edificio y sus alrededores, buscando algo que no cuadrara en toda esta operación. Pero estaba tranquilo: pocas veces las misiones se iban al garete antes de recoger la mercancía: normalmente las cosas se torcían después...

Será cuando pongamos nuestras manos sobre el paquete cuando todo empiece a complicarse. De momento, tranquilo.

Syrus dió un ágil salto, casi podría decirse que entrenado durante años, por encima del frontal del deslizador. Sabía que no era necesario, pero siempre le había gustado hacer esas cosas. En unos segundos estaba un paso por detrás de Sicks, cubriéndole el flanco izquierdo. Sus pasos eran seguros y su mirada estaba entrenada para descubrir emboscadas. Cierto era que todavía no habían llegado, pero llevábamos la llave, alguien bien podía abatirnos ahora para hacerse con la mercancía tranquilamente. Había demasiado espacio para tiradores y eso le preocupaba...

Ophara bajó del vehículo con rapidez y se colocó entre sus compañeros, vigilando de vez en cuando la retaguardia con una mano en el blaster.
-Y eso que todabía no tenemos ni la carga, esto no pinta nada bien- Pensó para sus adentros.
Era increible como algo tan sencillo como transportar una carga desde A hasta B podía ser tan sumamente peligroso.

Buscaba un sitio donde esconderse, o más bien, caerse muerto, así que buscó algún recoveco oscuro y apartado del entramado de callejuelas para descansar y ordenar un poco sus pensamientos.

Quizás fuese buena idea preguntar a alguien dónde podía encontrar otro curandero, puesto que ese iba a ser su próximo movimiento en cuanto las cosas se calmasen algo más. Naturalmente, no tenía pensado preguntar a cualquiera. Escogería a alguna persona con no muy buena pinta, nada de ricachones gordos ni bien vestidos, alguien más de su estilo, que se limitase a contestar sin hacer preguntas.

En cuanto dejó de oírse el ruido de los dos vehículos que se alejaron, la zona quedó en silencio. Sólo el movimiento apresurado del grupo lo rompió ligeramente. Cuando tomaron posiciones, no escucharon nada más, excepto el viento que anunciaba la tormenta. Syrus cubría el flanco izquierdo, Ophara al otro lado, Seldon justo detrás de Sicks y éste dirigiéndose a la puerta cerrada, con una señal luminosa en un lateral que indicaba el lugar donde insertar una tarjeta de acceso. Sin claves, era un acceso de seguridad estándar, para cosas de poco valor o cuyo robo suponía demasiado riesgo.

No se oía nada...sólo silencio.

El deslizador había quedado ahora frente a ellos, que oponían la espalda a la puerta, excepto Sicks. A la derecha y a la izquierda se abría el amplio pasillo por el que se comunicaban los hangares, separados unos de otros por calles perpendiculares, como si fueran muchos silos de almacenaje de especias.

Ophara se mantuvo a la espera cubriendo el flanco.
Cuando tú digas entramos, Sicks- susurró a su compañero

Sicks esperó a que Seldon abriera la puerta. Mientras Sicks se apartó a un lado de la puerta con la manos sobre el Blaster.

Syrus se "aplastó" contra la pared al otro lado de la puerta, dejándole espacio suficiente a Seldon para que pudiera refugiarse por su lado tras abrir la puerta y poder girar y disparar si hiciera falta. Sus dos manos estaban posadas en las culatas de ambas armas, pero todavía no había desenfundado.

Sicks le hizo un gesto a Ophara para que se pusiera a su lado. Al contrario que él de la puerta. Para poder estar él delante de lo que pudiera salir. Despues miró expectanete a Seldon. Quien se moveria el primero.

Ante el gesto de Sicks, Ophara asintió y raudo se colocó a su lado.

Seldon, tras ver a todos sus compañeros perfectamente colocados y listos para la acción (que, mucho se teme, aún no tendrá lugar), se acerca a la puerta blindada que da entrada al almacén. Saca la targeta del interior de uno de los compartimentos de su cinturón de utilidades y la introduce en la ranura de seguridad.

Lentamente, la puerta se abre, revelando "lo que la verdad esconde"...

La puerta se abrió con un silbido rápido, y descubrió un grupo de mercancías que se iluminaron cuando las luces automáticas se conectaron. Era un contenedor no muy grande, el 28. En el interior habría unas cuarenta termocajas de seguridad, en dos grupos de 20, cada uno a un lado del pasillo que los separaba para poder desplazarse. Una de las termocajas, arriba del todo, tenía una holoetiqueta reconocible. Al pasar la tarjeta por ella, el miniordenador que contenía encendió una luz verde, señal de que su contenido se aseguraba para el transporte y de que el astropuerto daba la carga por cedida, con lo que los sensores del exterior ya no la detectarían. Su tamaño era de unos cincuenta centímetros por cada lado de un cubo perfecto, y cuando hicieron por moverla, descubrieron que apenas pesaba diez kilos. Como mucho, era incómoda de llevar por la forma.

La luz blanca daba un aspecto extraño a las cosas, sobre todo cuando acababan de salir de un mundo de arena. El olor era bastante aséptico, y el silencio absoluto. Parecía el último remanso de paz que podría quedar en la galaxia...

Seldon esperó a que Syrus o Sicks cargaran con la caja: él era un muchacho muy poco vigoroso y poco hecho a cargar pesos.

También aprovechó para echar un vistazo al resto de mercancías que se encontraban almacenadas dentro de aquel aséptico edificio: montones y montones de cajas, que seguro guardarían en su interior innumerables tesoros. Pero no era buena idea tratar de agenciarse una de ellas sin disponer de la apropiada tarjeta de seguridad: nada más sacarla del almacén sonarían las alarmas y el localizador de las cajas permitiría rastrearlas hasta la otra punta de la galaxia si fuera necesario. Por no hablar del "pequeño" problema que podría suponer abrirla sin el código adecuado...

Buf, demasiada complicación para un beneficio dudoso. Si alguien quería una de aquellas cajas, debía estar MUY seguro de lo que contenía y no reparar en gastos. Alguien poderoso y con recursos, vaya. Seldon deseó no tener que toparse con una persona así...

Sicks entró con decisión en la sala, ignorando el restyo de las cajas. No eran asunto suyo. Cogió la caja, que no era muy grande y se la puso en los brazos a Ophara. Le mostró una media sonrisa diciendo:
-Necesitamos los blasters del resto, no te ofendas.-

Salió de la sala, a paso ligero hacia el hangar de su nave.
Cuanto antes salgamos de este planeta mejor.

Syrus fue el primero en separarse de nuevo del grupo, con paso seguro volvió rápidamente al deslizador y lo volvió a activar, acercándolo bastante a la puerta del almacén. En un salto estarían todos dentro y poco después ante su nave. Había que darse prisa, la tormenta de arena dificultaría las cosas si se entretenían.

Ante el gesto de Sicks, Ophara no pudo más que poner cara de resignación... después de todo tenía razón

No me ofendo, pero estoy empezando a darme cuenta de que si siempre disparan al calamar, es por cosas como esta: el calamar siempre lleva la caja, JA.- bromeó.

Tras esto puso rumbo hacia el deslizador con la caja en brazos.

Todos se situaron en posición, y cuando Syrus acercó el deslizador a la puerta del pequeño hangar, Ophara ya salía con la caja en sus manos. El exterior continuaba calmado en la superficie, pero agitado en el cielo. La circulación aérea se había detenido momentáneamente, o eso parecía, y para que eso sucediera la que se estaba montando podía ser de preocupantes dimensiones.

Una vez en el deslizador, el grupo se dirigió rápidamente hacia su hangar correspondiente, el 54, con todos sus ocupantes bien atentos a cada recodo y cada curva.

No tardaron en llegar. La entrada desde allí era algo más grande que la del almacén donde habían recogido la mercancía. Podían incluso meter el deslizador.

Manteniendo los sentidos bien atentos, continuamos camino adentro del hangar.